sábado, 31 de marzo de 2012

El pop a regañadientes de Mike Oldfield.

La carrera de Mike Oldfield es toda una excepción dentro del selecto grupo de los músicos instrumentales contemporáneos más populares. Todos los grandes han evolucionado de un modo u otro desde sus inicios hasta el momento actual, y él también, aunque durante un período muy concreto -los años ochenta-, por motivos sobre todo contractuales, tuvo una muy fuerte participación en el panorama pop convencional. ¿Cómo se explica que alguien que logra una extraordinaria fama mundial mediante composiciones instrumentales de media hora, mezcla de rock progresivo, folk y melodías de corte clásico, se dedique durante una buena porción de su trayectoria a componer (¡e incluso cantar!) temas vocales con estribillo y todo? Pensemos en ello.

Mike Oldfield en la contraportada de Islands.

Ya hemos comentado en el blog algunos primeros acercamientos de Oldfield al pop comercial, sobre todo  como parte de sus álbumes Five Miles Out (1982) y Crises (1983), aunque el primer tema en esta línea, un experimento sin mayores consecuencias según él mismo debió pensar, fue aquel I Got Rhythm de Platinum (1979), una versión de George Gershwin y eso que en él sonaban campanas tubulares y todo. La cosa es que, si en Five Miles Out estaba Family Man como parte del "todo" variado y diverso que integraba aquel álbum, es en su siguiente trabajo donde Oldfield se propone adrede la creación de varios temas cantados y radiables, si bien todavía podemos argumentar que el tema fuerte del disco era el homónimo, el largo Crises de la cara A. Sucedió que como primer single del álbum del '83 se editó Moonlight Shadow, convirtiéndose este tema no solamente en un éxito internacional, sino en uno de los clásicos indiscutibles del pop de aquella década. Todo el mundo lo ha escuchado alguna vez, sin excepción posible.

Portada original del álbum Discovery.

Y aquí es donde podemos empezar a especular. Se supone que la compañía Virgin presionó a Oldfield para que siguiese incluyendo temas pop en sus discos, y él lo hizo, también supuestamente, a regañadientes. Y sin embargo, en 1984 sale a la venta Discovery, que el músico promociona como "su mejor disco hasta la fecha", y que es totalmente vocal salvo por un tema instrumental de 10 minutos que encima suena al final del álbum, casi de incógnito. O sea, que su mejor disco (según él) es uno que está lleno de canciones pop-rock cantadas, y no creo que algo así pueda hacerse a regañadientes. Ni creo que pueda concebirse a regañadientes una serie de singles tan estupendos como Crime of Passion o Pictures in the Dark, que afianzaron el prestigio de Oldfield como autor de canciones.

Vídeo de To France.

Vídeo de Crime of Passion.

A lo mejor me equivoco, pero creo que Mike Oldfield se lanzó a la palestra pop porque le apetecía, porque los tiempos habían cambiado desde los años de sus instrumentales épicos y él quería seguir en la cresta de la ola de cualquier modo, reservándose, eso sí, un importante espacio para seguir con los instrumentales de siempre. Eso no quiere decir que la discográfica le bendijese cualquier decisión creativa que hubiese tomado (hablaremos de Amarok), pero creo que Oldfield, un señor muy veleta, siempre ha llorado más de la cuenta por lo mal que se portaron con él, cuando seguramente la opción de hacer canciones pop nunca le pareció tan mala y en ella se dejó la piel en cuatro o cinco álbumes nada desdeñables. 

Portada de Islands.

Ahí queda su siguiente superventas, Islands (1987), que repite casi al dedillo la estructura de Crises y cuenta nada menos que con Bonnie Tyler en su primer single. En el largo instrumental The Wind Chimes vuelve a dar rienda suelta a sus apetitos instrumentales como antaño, pero la cara B es toda pop, y en este caso tan convencional y comercial (aunque de gran calidad, eso sí), que muchos de los fans no terminan de darle el visto bueno.

Vídeo de Magic Touch.

Y no hablemos de Earth Moving (1989), colista entre los favoritos del músico al ser hasta hoy su único disco totalmente vocal, con el inequívoco toque Oldfield, pero poco lustroso para los seguidores de siempre. Supongo que fue la manera de "compensar" anticipadamente por la publicación del inmediatamente posterior Amarok (1990), un caótico experimento instrumental de 60 minutos que no contó con el beneplácito de la Virgin y salió a la venta casi de milagro. En este momento puntual sí que quedó claro el amargo desacuerdo entre músico y compañía, aunque hasta entonces dudo que la cosa fuese para tanto. 

Portada original de Earth Moving.

Lo de Heaven's Open (1991) sí que fue más o menos explicable. Oldfield recibió clases de canto para poner su propia voz a una colección de canciones llenas de mala leche y dobles lecturas contra la compañía que ya abandonaba. Incluso se cambió el nombre para la portada.

Portada de Heaven's Open.

Fue su personal vendetta de artista ninguneado, un álbum musicalmente flojete cuyo principal valor (salvo por algún tema notable, véase el vídeo) fue el de arma arrojadiza. Incluso el largo instrumental que contiene, titulado Music from the Balcony, es casi una parodia del anterior Amarok, lleno de samples selváticos, cortapegas de estudio y raras estridencias melódicas.

Vídeo de Heaven's Open.

Pese a todo, incluso si estamos por la labor de creernos todo lo que el Mike de hoy opina sobre su pasado, Oldfield nunca perdió su toque mágico. Con Islands y Earth Moving muchos quisieron certificar su muerte como artista rebelde y original, y después llegó Amarok, que bien podría ser su mayor obra maestra, a tapar muchísimas bocas. No olvidemos tampoco que tras su salida de Virgin se reinventó para los noventa con Tubular Bells II (1992) que -pese a quien pese- es apoteósico, y quedó claro que en ningún momento anduvo perdiendo el tiempo o quemando su inspiración con las canciones. ¡Pero si encima siguió haciendo temas pop cantados muchos años después, como Man in the Rain en 1998 o To Be Free en 2002!

Todo buen fan sabe reconocer el buen trabajo realizado en la inmensa mayoría de su material pop-rock ochentero, donde hay clásicos que le honran y engrandecen como músico. Mike Oldfield no es quien es solamente por las campanas y sus secuelas, sino también por Moonlight Shadow, To France, Family Man, Shadow on the Wall, Islands, Magic Touch, Tricks of the Light y otras tantas canciones muy distintas entre sí, pequeñas joyas que amplían sorprendentemente los registros artísticos de un compositor inigualable.

jueves, 29 de marzo de 2012

Varios artistas - DALI: THE ENDLESS ENIGMA


1. Tuna Fishing - Michael Stearns (8:46)
2. The Great Masturbator - Michel Huygen (8:48)
3. Shades of Night Descending - Walter Holland (6:29)
4. Inventions of the Mosters - Djam Karet (7:25)
5. Impressions of Africa - Loren Nerell (6:21)
6. Face of Mae West - Klaus Schulze (8:07)
7. Assumpta Corpuscularia Lapislazulina - Bo Tomlyn (6:14)
8. Birth of Liquid Desire - Steve Roach / Robert Rich (4:49)
9. The Disintegration of the Persistence of Memory - Steve Roach (4:37)
10. Rhinocerotic Figure of Phidias' "Illisos" - Steve Roach / Robert Rich (2:55)

En 1990, un año después del fallecimiento del pintor surrealista Salvador Dalí, los músicos de vanguardia Loren Nerell y Steve Roach concibieron un proyecto musical para rendir homenaje al artista de Figueres, para el que invitaron a la flor y nata de la música electrónica culta a que compusiesen un tema para un álbum conjunto; un tema que tenía que ser original y específico para este disco, y que estuviese inspirado en un cuadro en concreto, llevando (por extensión) su título. Muchos fueron los invitados, y efectivamente nos encontramos con un ramillete estupendo de músicos en Dali: The Endless Enigma, aunque algún imprescindible como Edgar Froese o Vangelis (que además conocían personalmente a Dalí) se quedaron fuera, el primero tras varias negativas hasta hoy inexplicables, el segundo, si no me equivoco, porque no le dio tiempo. Al final predominó en el disco un sonido muy "ambient".

Hace muchos años que tengo noticia de la existencia del álbum, aunque por diversas circunstancias no he podido hincarle el diente hasta hace pocos días, y me ha impresionado. No es una gozada simplemente por el elenco de figuras implicadas, sino por el planteamiento mismo de cada tema: paisajes musicales de una riqueza avasalladora, transcripciones sonoras casi milagrosas de las grandiosas visiones surrealistas plasmadas en las obras de Dalí, con sus figuras retorcidas, cuerpos humanos fragmentarios, ilusiones ópticas, objetos deformados, etc. Eso sí, cada tema es bastante difícil de describir, así que he pensado plantearme la reseña de un modo original: a continuación, los cuadros de Dalí en los que se inspira cada uno, para que cada cual se haga una idea de lo que se va a encontrar en el álbum.

Tuna Fishing (Pesca del atún), de Michael Stearns:



The Great Masturbator (El gran masturbador), de Michel Huygen:


Shades of Night Descending (Las sombras de la noche que cae), de Walter Holland:


Inventions of the Monsters (Las invenciones de los monstruos), de Djam Karet:


Impressions of Africa (Impresiones de África), de Loren Nerell:


Face of Mae West (Rostro de Mae West), de Klaus Schulze:


Assumpta Corpuscularia Lapislazulina, de Bo Tomlyn:


Birth of Liquid Desire (Nacimiento del deseo líquido), de Steve Roach y Robert Rich:


The Disintegration of the Persistence of Memory (La desintegración de la persistencia de la memoria), de Steve Roach:


Rhinocerotic Figure of Phidias' "Illisos" (Figura rinoceróntica del "Ilisos" de Fidias), de Steve Roach y Robert Rich.


Para concluir, recomiendo una visita a esta entrada antigua sobre la influencia de Salvador Dalí en la música contemporánea, en la que ya hice una primera aproximación a este álbum. No está en Spotify, pero puede encontrarse en la red con relativa facilidad. Si se puede, recomiendo su compra, ya que difícilmente defraudará a los aficionados con cierta experiencia.

martes, 27 de marzo de 2012

Secret Garden - SONGS FROM A SECRET GARDEN


1. Nocturne (3:14)
2. Pastorale (3:50)
3. Song from a Secret Garden (3:34)
4. Sigma (3:09)
5. Papillon (3:26)
6. Serenade to Spring (3:14)
7. Atlantia (3:00)
8. Heartstrings (3:21)
9. Adagio (2:58)
10. The Rap (2:33)
11. Chaconne (3:28)
12. Cantoluna (3:34)
13. Ode to Simplicity (3:55)

Soy un hombre cargado de prejuicios en lo musical. Bueno, los justos, pero los tengo. Tanto el nombre de este dúo como las portadas de sus discos -y el hecho de que participasen en el festival de Eurovisión y lo ganasen- me tiraban un pelín para atrás, haciéndome pensar que la cosa iba en plan new age hortera nórdico. Cuando he escuchado este Songs from a Secret Garden (1996) he vuelto a comprobar que las apariencias engañan y que no se puede juzgar un disco por su portada. Me ha gustado bastante, incluso me ha impresionado en algún punto, pero si le dedico esta entrada es más para alertar a otros prejuiciosos como yo que simplemente para difundir sus bondades.

Los dos componentes de Secret Garden.

Songs from a Secret Garden fue el primer álbum del dúo formado por la irlandesa Fionnuala Sherry y el Noruego Rolf Lovland, violinista ella y compositor él. El estilo del disco es un tanto indefinido, aunando música celta, música clásica "pura" y algo de new age, aunque en un estilo mucho más sobrio y elegante de lo que cabría esperar a priori. Me refiero a que no es un pastiche, un mostrenco montado a base de tópicos de los tres estilos, sino un todo bien unificado en el que ninguna de sus posibles lecturas deja en la cuneta a las otras. Hay quien define el estilo de Secret Garden como neo-clásico, aunque otros señalan el error de esta calificación, seguramente amparándose en la vocación popular (pop casi completamente instrumental, claro) de su sonido.

Vídeo oficial de Nocturne.

Hay algunos tramos vocales en Songs from a Secret Garden, como el tema inicial Nocturne, el que ganó Eurovisión pese a ser casi del todo instrumental, aunque el conjunto del álbum contiene pasajes cantados de forma más bien anecdótica. El 99% del disco consiste en temas muy clasicistas, con un toque decadentista y delicadamente almibarado, como esas pinturas de la escuela prerrafaelista de Rosetti. El nivel general es más que bueno, y no hay material de relleno. Todo lo contrario, ya que algunos temas son tan destacables que elegir un favorito puede ser complicado. La homónima Song from a Secret Garden y Pastorale pueden ser candidatas, aunque me quedo con la relativamente célebre Adagio, una arrebatadora melodía super-dulzona-pero-exquisita que escuché por primera vez, antes incluso que en el disco, en la película de culto 2046 de Wong Kar-wai.

Unas escenas de 2046. ¿Causa o efecto del éxito de Secret Garden en Asia?

Y por supuesto que me siento culpable recomendando estas blanduras, sobre todo habiendo dicho más de una vez que me decanto por cosas más complicadas, más profundas. Pero es que Songs from a Secret Garden, aun siendo insultantemente mainstream, gusta. Placer culplable podríamos llamarlo. En Spotify.

domingo, 25 de marzo de 2012

William Orbit - STRANGE CARGO


1. Via Caliente (2:36)
2. Fire and Mercy (5:12)
3. Jump Jet (2:10)
4. Silent Signals (5:57)
5. The Secret Garden (3:38)
6. Out of the Ice (3:19)
7. Scorpion (2:07)
8. Riding to Rio (3:04)
9. Jimmy's Jag (3:30)
10. The Mighty Limpopo (4:20)
11. Theme Dream (2:05)

El músico británico William M. Wainwright salió del cascarón más o menos a finales de los noventa, gracias sobre todo a su labor como productor de álbumes de otros artistas. Produjo el trabajo 13 de Blur (1999), y sobre todo el superventas Ray of Light (1998) de Madonna, además de una larga serie de temas sueltos para artistas pop de sobra conocidos. Sus fondos burbujeantes son tan característicos y reconocibles como las sábanas de sonido "ambient" que utiliza Brian Eno en sus producciones, si bien Orbit no llega ni de lejos -al menos a día de hoy- al nivel de popularidad de su compatriota. Lo más conocido dentro de su trayectoria como músico en solitario, amén de sus dos álbumes con versiones de música clásica titulados Pieces in a Modern Style, es su serie de álbumes Strange Cargo. Este es el primero de ellos.

Publicado en 1987, Strange Cargo es la clase de álbum experimental que un músico emergente y consciente de sus posibilidades lanza para darse a conocer, para hacerse valer e ir haciéndose un nombre. Este es su defecto principal, ya que está planteado como un muestrario de moquetas en el que nos hacemos una idea de su talento sin que ninguna de las composiciones llegue a un gran nivel de profundidad o desarrollo. No obstante, y a pesar de su instrascendencia conceptual, no se trata del primer álbum de Orbit, sino del segundo. El primero, titulado simplemente Orbit, salió a la venta el mismo año (poco antes) y en la actualidad el compositor reniega abiertamente de él, calificándolo de "solo para completistas".

William Orbit

Strange Cargo alterna de manera más o menos equilibrada temas rítmicos con piezas ambientales, demostrando en cada una un gran manejo de la instrumentación (sobre todo teclados y alguna guitarra) y de los arreglos electrónicos. Comienza con la divertida y casi latina Via Caliente, que consiste en una muy agradable melodía de guitarra bajo la que se aprecian ya los arreglos característicos de la casa Orbit. Fire and Mercy es más electrónica, un poquillo más viejuna, con loops electrónicos de los de la época y hasta un lejano regusto a lo Corrupción en MiamiJump Jet podría haber sido sacada del mismo universo de Another Green World de Eno; y Silent Signals de algún rincón del Antarctica de Vangelis. The Secret Garden es bastante bonita, muy cuidada en su intimismo. Out of the Ice bien podría provenir de algún trabajo ochentero de Tangerine Dream como Le Parc, u otra vez de alguna persecución en lanchas a cargo de Sony Crockett y Ricardo Tubbs. Scorpion, a base de secuencias, podría haber sido uno de esos temas-nexo que utilizaba Jarre en sus álbumes clásicos. Riding to Rio retoma el sabor exótico de Via Caliente, aunque en este caso mucho más chill-out; una delicia para los amantes del relax ibicenco. Jimmy's Jag sorprende por su guitarra eléctrica muy distorsionada; The Mighty Limpopo por su estático y colorista paisaje oriental; y Theme Dream por ser, casi deliberadamente según su título, un homenaje en toda regla a ciertos trabajos de la banda de Edgar Froese.

No pretendía quitarle méritos ni poner en duda su autenticidad al recurrir a comparaciones familiares, ya que, en su conjunto, Strange Cargo es un álbum muy salvable, un pequeño clásico para algunos entendidos. Puede enmarcarse perfectamente en el contexto musical de su tiempo, a su pesar en algún momento, ya que hay fragmentos que han envejecido a trancas y barrancas. Como comentaba, lo peor del álbum es que uno no acierta a descubrir cual es su idea general, de dónde viene y hacia dónde va. Para mi gusto le falta algo, pero aun así tiene mis respetos. En Spotify.


Via Caliente.

jueves, 22 de marzo de 2012

Michael Giacchino - JOHN CARTER


1. A Thern for the Worse (7:40)
2. Get Carter (4:26)
3. Gravity of the Situation (1:21)
4. Thark Side of Barsoom (2:56)
5. Sab than Pursues the Princess (5:34)
6. The Temple of Issus (3:25)
7. Zodanga Happened (4:03)
8. The Blue Light Special (4:13)
9. Carter They Come, Carter They Fall (3:55)
10. A Change of Heart (3:06)
11. A Thern Warning (4:04)
12. The Second Biggest Apes I've Seen This Month (2:36)
13. The Right of Challenge (2:23)
14. The Prize is Barsoom (4:30)
15. The Fight for Helium (4:35)
16. Not Quite Finished (2:07)
17. Thernabout (1:20)
18. Ten Bitter Years (3:13)
19. John Carter of Mars (8:54)

Después de la avalancha de entradas que dediqué a los Oscars el mes pasado, me propuse no tocar ninguna banda sonora este mes de marzo, pero he tenido que hacer una excepción. He preferido no esperar para haceros partícipes de la que, salvo sorpresas, podría ser una de las dos o tres mejores obras para películas que dé este año 2012. Se trata de la banda sonora de John Carter, la nueva película de Disney y encubiertamente un producto de PIXAR en el que se nota que han querido contar con un músico conocido. No nos olvidemos de que Michael Giacchino ya había compuesto las partituras de Los increíbles (2006), Ratatouille (2007) o la oscarizada Up (2009).

Michael Giacchino y Andrew Stanton.

John Carter es la adaptación realizada por el director Andrew Stanton y el guionista Michael Chabon de Una princesa de Marte, colección de historias publicadas por entregas en magazines pulp hace un siglo. El autor de aquellas historias de aventuras fue Edgar Rice Burroughs, creador también de Tarzán, que en este caso, y sin renunciar a los taparrabos, ambientó la historia en un planeta Marte tal y como se creía que era a comienzos del siglo pasado: un lugar habitado por una civilización probablemente en decadencia que en mejores tiempos había realizado gigantescas obras de ingeniería (canales, sobre todo), y que agonizaba por culpa de una gran sequía. La ciencia dejó atrás aquellas fantasías de astrónomo primerizo, aunque los relatos de John Carter -un veterano de la Guerra Civil Americana convertido por ciencia infusa en un señor de la guerra tras teletransportarse al planeta rojo- sobrevivieron para gozo de lectores jóvenes primero, y para disfrute de aficionados a la ciencia-ficción y la literatura de género en general, después.

 
La princesa Dejah Thoris y John Carter.

Mucho se ha hablado sobre los problemas durante la realización del filme, del montaje un tanto agresivo al que se ha sometido la pelicula para su estreno, y de su lógico parecido con películas de reciente éxito como Avatar; y digo lógico, porque al fin y al cabo tanto Avatar como la saga de George Lucas o los cómics de Flash Gordon son en esencia herederos de aquella historia divertidísima de Carter y sus exóticas aventuras marcianas. No se espera que la película se convierta en un éxito de taquilla, aunque al parecer sobran los motivos para considerarla una aproximación notable al material original. La banda sonora de Michael Giacchino es buena prueba de ello, ya que, si bien el músico ya ha sido bendecido con los máximos honores del gremio, entra aquí por la puerta grande en su mayoría de edad como compositor cinematográfico.

 
Carter se enfrenta a dos enormes gorilas blancos, de esos que todos sabemos que hay en Marte.

La banda sonora de John Carter es uno de esos trabajos que cualquiera calificaría como "de la vieja escuela". En una época en la que casi cualquier película de acción, aventuras o ciencia-ficción cuenta con esa música machacona, hueca y absurda de algún discípulo de Hans Zimmer (pensemos en los horrores gestados para Transformers o Piratas del Caribe), Giacchino echa una mirada atrás para ofrecernos una partitura clásica, clasicista para ser más exactos, digna de hace cuatro o cinco décadas, cuando gente como Maurice Jarre pintaba musicalmente aquellos enormes desiertos de Lawrence de Arabia con largas notas melódicas que, de algún modo, nos transportaban allí con mayor eficiencia que la mera contemplación del fotograma proyectado. Precisamente es aquella película de David Lean uno de los referentes estéticos de John Carter, y parece que Giacchino ha acertado plenamente con su enfoque musical.

Sí, en Marte hay ríos.

Hace algún tiempo publiqué una entrada sobre la idea de que Michael Giacchino pudiese ser el sucesor natural de John Williams. Ahora, escuchando su John Carter, no me parece tan difícil... y sin embargo, es el propio Giacchino quien mantiene prudentemente las distancias. Si Williams siempre ha procurado incluir en sus partituras  -o mejor dicho, en los CDs con las bandas sonoras- al menos un par de piezas arregladas para concierto, Giacchino sigue evitando estas formas de "lucimiento", y eso que para John Carter ha compuesto una melodía de esas que perduran en la memoria del cinéfilo. En una sola frase musical muy bien cerrada ha reunido la épica de Lawrence de Arabia, la solemnidad humanista del tema de John Dunbar, de John Barry, y el toque soñador, fantasioso, del John Williams de Hook o El imperio del sol, o hasta el suyo propio en la B.S.O. de Super 8. El tema se repite en numerosas ocasiones a lo largo del álbum publicado, desde el primer tema A Thern for the Worse hasta el conclusivo John Carter of Mars ("John Carter de Marte", nombre de la serie de publicaciones original), pasando por variaciones tan electrizantes como la que escuchamos en Gravity of the Situation, que parece una versión en clave de vals. Es el tema compuesto para el protagonista, encarnación musical de su nobleza y valentía, y representa a la perfección ese puntito brioso que hace distintas las buenas películas de género fantástico de las que no lo son. En lo musical al menos, se ha logrado plenamente transmitirlo.

Nativo de Barsoom, especialmente dotado para la mecanografía y el piano.

El exotismo de los habitantes de Barsoom (así llaman a Marte los marcianos), tribus beligerantes en su mayoría, se refleja en un uso discreto pero visible de percusiones variadas para dar color a temas como Carter They Come, Carter They Fall o The Temple of Issus, sirviendo de paso para otorgar cuerpo y dramatismo a las escenas de acción de la película. Para acentuar el lado fantasioso de ciertos momentos, Giacchino también utiliza algunos pequeños fragmentos con coros, aunque sin que lleguen a recitar letras propiamente dichas. Hay incluso una pieza con coros que parece funcionar como segundo o tercer leitmotiv de la partitura, con connotaciones misteriosas, como lo hay por ejemplo en las bandas sonoras de Indiana Jones para cada uno de los tesoros buscados. La mayoría del material recogido en el CD de John Carter corresponde a música incidental de acción y aventura difícil de desligar de las imágenes de la película (por ejemplo, la notable Sab than Pursues the Princess), aunque sigue habiendo lugar para algunas piezas dramáticas y/o místicas de gran intensidad como Thark Side of Barsoom (muchos temas del álbum parecen poseer juegos de palabras implícitos en sus títulos), The Blue Light Special o A Change of Heart, además de alguna otra, en las que Michael Giacchino parece encontrarse especialmente cómodo con su sección de cuerdas.

 
Cartel español de la película.

Concluyendo, podemos decir abiertamente que Giacchino se asoma, gracias a John Carter, al borde de precipicios por los que muchos músicos no han sabido o no han querido transitar, recogiendo lo mejor de generaciones pasadas de compositores de Hollywood y dotándolas de un brillo especial y muy actual, mezcla de las mejores fanfarrias heroicas de los ochenta con los sonidos contundentemente masculinos del cine clásico de aventuras. Sabe perfectamente cómo hacer viajar al oyente, y una vez te atrapa, te hace jugar su propio juego; un juego carente de efectismos innecesarios o cabriolas rítmicas, y basado sencillamente en el poder de la evocación y la habilidad para dotar a su música de ese "sentido de la maravilla" que convierte una banda sonora en un equivalente musical de la película a la que acompaña. Una genialidad, vamos. Y encima está en Spotify.

martes, 13 de marzo de 2012

Jean Michel Jarre - CHRONOLOGIE



1. Chronologie Part 1 (10:51)
2. Chronologie Part 2 (6:05)
3. Chronologie Part 3 (3:59)
4. Chronologie Part 4 (3:59)
5. Chronologie Part 5 (5:43)
6. Chronologie Part 6 (3:45)
7. Chronologie Part 7 (2:17)
8. Chronologie Part 8 (5:33)

Por lo general, todos los músicos consagrados, sea cual sea su género, vuelven a sus raíces en un momento u otro. Ocurre a menudo que son los primeros trabajos de cada artista los que le otorgan el éxito (quien no triunfa con su primer, segundo o tercer disco que se busque otro empleo) y el prestigio que los acompañará durante el resto de su carrera, y suelen convertirse en varas de medir a la hora de juzgar la calidad de cada obra posterior. En el caso de Jean Michel Jarre, es cierto que cuando comenzaron los años noventa llevaba publicado un excelente puñado de álbumes con una calidad en general impecable, pero aun así seguía siendo para mucha gente "el autor de Oxygene". Tras las sutiles renovaciones hacia la modernidad y la experimentación que supusieron sus obras clásicas de los ochenta (pensemos en Zoolook o Revolutions) y el todavía reciente En Attendant Cousteau, Jarre debió sentir que era hora de recuperar las esencias.

Jean Michel Jarre, en el libreto del álbum.

No es que Chronologie ("Cronología", 1993) sea una isla de nostalgia dentro de su discografía, ya que en el álbum Rendez-Vous (1986) había muchas de las cosas que los admiradores del músico francés más disfrutamos desde los tiempos de Oxygene y Equinoxe; pero sí que es un nuevo puntal en su carrera en favor de su afianzamiento como pionero de la música electrónica superventas, una reivindicación de sí mismo. Como en el caso de Rendez-Vous, Chronologie es una acertada mezcla de sus estructuras cósmicas típicas, con añadidos de los avances tecnológicos y estilísticos del momento. Bien mirado, ambos álbumes comparten incluso algunos de sus defectos, que veremos después.

La fuente de inspiración principal para el álbum fue el libro de Stephen Hawking Breve historia del tiempo (1988), una de las obras de cabecera de cualquier aficionado a la ciencia contemporánea. Jarre asegura que Chronologie viene a tener, mirándolo de un modo muy general, una estructura cíclica, como cíclico es prácticamente todo en el universo según todas estas teorías cuánticas que prefiero no entrar a comentar aquí. Es cierto que comienza y termina con los mismos sonidos, aunque el resto del trabajo incluye temas bien distintos que, a mi juicio al menos, tienen poco o nada que ver con el "concepto" del álbum tal y como lo explica el músico. Más bien se puede decir que el disco tiene la estructura ya clásica en Jarre: un primer tema como obertura, un segundo corte potente y rítmico (un potencial segundo single, pensemos en Oxygene 2 o Second Rendez Vous), un tercer tema experimental que funciona como transición, un cuarto tema muy comercial y potente (el primer single, como lo fueron Oxygene 4, Equinoxe 4 o Fourth Rendez-Vous), un quinto, un sexto y un séptimo variados y de alta calidad, y un octavo corte con un toque simpático para terminar a gustito (pensemos en Band in the Rain o The Last Rumba).

Chronologie fue uno de los primeros álbumes de artistas clásicos de la electrónica (y las "nuevas músicas") 
del que se editaron varios remixes, algunos a cargo de otros músicos y DJs. Aquí dos portadas.

La obertura, Chronologie Part 1, es de las mejores que ha realizado el músico en sus álbumes, muy espectacular y vibrante, perfecta para ponernos en situación dentro de este universo musical cósmico y futurista. Tras varias transiciones entra Chronologie Part 2, muy inspirado en la música electrónica de baile de entonces, con una melodía muy sencilla pero endiabladamente potente. Por cierto, aquí recicla las bases de su obra iniciática Erosmachine. Chronologie Part 3 es un mero trámite -en el mejor sentido de la expresión, que conste- para llegar a Chronologie Part 4, tema emblema del álbum que, curiosamente, Jarre casi nunca interpreta en concierto desde aquellos años noventa. Se parece demasiado en su planteamiento (dos melodías en una, intercaladas a tramos como si fuesen estribillos alternados) a Fourth Rendez-Vous, aunque es más complejo y ha envejecido bastante mejor, para mi gusto al menos. Al parecer, Chronologie Part 4 tuvo su arranque algún tiempo antes de la composición del resto del álbum, cuando pidieron a Jarre que compusiese una melodía de alarma para un reloj Swatch. De relojes iba la cosa.

Vídeo oficial de Chronologie Part 4.

Así comienza el VHS Europe in Concert, Live in Barcelona
con el tema Chronologie 2. La gira sirvió para promocionar el álbum.

Chronologie Part 5 se recrea sutilmente en la melodía del tema anterior, con arreglos medio acuáticos y medio cósmicos, para convertirse en un divertido pero ingenuo ejercicio de música para break dance llena de loops. Chronologie Part 6 es otra genialidad del francés, favorita en sus conciertos de ayer y hoy, con una bella melodía al acordeón, prácticamente una balada o un adagio sobre fondos muy poderosos que van evolucionando a mejor según avanza el corte. Chronologie Part 7 es atmosférico, embrollado y algo dubitativo y bastante breve, se diría que casi un trámite. Finalmente, Chronologie Part 8 tiene un toque un poco hiphopero, quizá otra vez de break dance, que estaba más en boga en aquellos años, aunque mezclado con una melodía pomposa, a tramos un émulo del Así hablaba Zaratustra. No a todo el mundo le gustó esta conclusión para un álbum de tan alto nivel, aunque debe considerarse más como una elección discutible que como un mal tema en sí mismo.

Imagen promocional del lanzamiento del álbum.

En general, el álbum Chronologie parece un pelín "cortado a medida", como si Jean Michel aplicase con más desgana que en otras ocasiones su fórmula de tema fuerte-tema de enlace-tema fuerte, fórmula en la que los temas que funcionan como puentes quedan aquí visiblemente por debajo de los demás. Personalmente, y aun estando deslumbrado por la magnificencia de la introducción y de las partes 2, 4 y 6, echo en falta alguna pieza de esas pequeñitas y envolventes que había en otros álbumes de Jarre como aquellas Equinoxe 3 o Fifth Rendez Vous. Los temas puente son aquí algo fríos, insípidos incluso, y cuando ya se ha escuchado el álbum cinco o seis veces uno no puede dejar de mover el pulgar sobre el mando de la minicadena para buscar las mejores partes. O simplemente puede ser que aquí las mejores partes son tan brillantes que las otras palidecen en comparación. En cualquier caso, Chronologie es uno de los mejores álbumes de Jean Michel Jarre, lo que lo convierte en un título más que imprescindible para los aficionados -e historiadores- de la música electrónica tal como la conocemos.

sábado, 10 de marzo de 2012

Bo Hansson - SAGAN OM RINGEN / MUSIC INSPIRED BY LORD OF THE RINGS


1. Leaving Shire (3:28)*
2. The Old Forest & Tom Bombadil (3:43)
3. Fog on the Barrow-Downs (2:29)
4. The Black Riders & Flight to the Ford (4:07)
5. At the House of Elrond & The Ring Goes South (4:40)
6. A Journey in the Dark (1:10)
7. Lothlórien (4:01)
8. Shadowfax (0:51)
9. The Horns of Rohan & The Battle of the Pelennor Fields (3:57)
10. Dreams in the House of Healing (1:56)
11. Homeward Bound & The Scouring of the Shire (2:54)
12. The Grey Havens (4:57)

*He optado por incluir los títulos en la edición inglesa del álbum. Los originales en sueco... bufff.

Hoy traigo una delicatessen, una pequeña joya que, aunque importante en su momento y en su lugar, no parece haber llegado en demasiado buena forma a nuestros días, y menos aun entre el público hispanohablante, que al final es el que más acude a este blog. Se trata de Sagan om ringen (1970), obra del sueco Bo Hansson cuyo título no nos sugiere demasiado hasta que lo traducimos al castellano como El Señor de los Anillos. Hace bastante tiempo dedicamos una entrada a enumerar las diversas composiciones que la música clásica y popular han dedicado a la obra del ilustre autor británico J. R. R. Tolkien -que no son pocas-, y me salté sin querer este álbum que aquí presentamos, del que por aquel entonces ni siquiera tenía noticia. Grave error, pero ahora podemos arreglarlo.

Bo Hansson

Sagan om ringen es el primer disco de Bo Hansson, un músico de Gotemburgo que tocó varios palos dentro de la música popular, en el blues y en el jazz sobre todo, ganándose un importante prestigio como intérprete del órgano Hammond que le llevó a trabajar incluso con Jimi Hendrix. Junto al batería Jan Karlsson formó el dúo de predecible nombre Hansson & Karlsson, artífice de tres álbumes de éxito. Cuando Karlsson perdió interés por seguir en la música, Hansson se decidió a continuar en solitario. Y aquí comienza la romántica búsqueda del músico avant-garde.

Hansson descubrió la novela de Tolkien gracias a su novia, y parece que se le encendió una bombillita en la cabeza. Se metió en el piso de un amigo a experimentar con su órgano -qué mal ha sonado eso-, causando incluso su desalojo del edificio a consecuencia del ruido que atormentaba a los vecinos. De allí se "mudó" a una isla cercana a Estocolmo, a una cabaña, donde se le unieron Rune Carlsson (batería) y Anders Lind (ingeniero). Juntos los tres, poseídos por una creatividad arrolladora y deseosos de ir puliendo la obra en una línea muy artesanal, lograron dar cuerpo al extraño y fascinante álbum que estamos comentando.

Portada de la primera edición británica del disco. 
Se añadió la coletilla de "Música inspirada en" por el asunto de los derechos.

Hoy en día, El Señor de los Anillos es un clásico literario bien conocido por los lectores de todo el mundo, en parte gracias a su indudable calidad literaria y su imaginación sin límites; en parte gracias al fenómeno que se vivió gracias al estreno de las películas hace ya diez años. Pero a finales de los años sesenta, si bien ya había quedado bien establecido su estatus como best-seller desde su publicación entre 1955 y 1956, el libro del viejo profesor era sobre todo una lectura de culto. Los universitarios norteamericanos, en plena oleada hippy y flower power, hacían pintadas con la frase "Frodo vive", fumaban su hierba mágica descalzos como los hobbits de la Comarca y, en general, contribuían a crear alrededor del extenso relato tolkiano todo un movimiento contracultural cuya influencia sigue tan viva hoy como entonces. 

Hay que tener en cuenta que, pese a que hoy El Señor de los Anillos es sinónimo de aventura, fantasía desbordante y grandiosidad épica, entonces se le atribuía cierta aura esotérica, oscurantista incluso, debido al carácter macabro y grotesco con el que las fuerzas del mal están representadas en la novela. Hoy estamos más habituados a estas cosas, y por eso creo que esa interesante visión se ha perdido casi del todo con el paso del tiempo. El disco de Bo Hansson, sin embargo, mantiene vivo este misterio en la forma en que se aproxima a la obra capital tolkiana. Basta con decir que se trata de un álbum de rock progresivo instrumental con altas dosis jazzísticas, quizá lejanamente parecido a lo que harían en fechas cercanas los artistas de la escena de Canterbury en el Reino Unido. Para muchos expertos, el que se tratase de un trabajo instrumental creado prácticamente del todo por un único compositor e intérprete lo convierte en una obra no menos seminal que el mucho más célebre Tubular Bells de Mike Oldfield, la gran revolución internacional de la música popular instrumental que tendría lugar tres años después. No sé si es para tanto, pero admito que es una propuesta interesante.

Edición de 1977 con una portada algo más actualizada y reconocible por los seguidores del libro.

Como comentaba, la aproximación que ofrece Hansson al viaje de Frodo para destruir el Anillo Único de Sauron es tenebrista y extrañamente atrayente por sus connotaciones casi terroríficas. Suenan incluso instrumentos tan poco afines a la fantasía medievalista como el saxofón, el sintetizador Moog, la guitarra eléctrica o la conga, pero la música forma un todo tan perfectamente coherente, tan compacto, que nada chirría. Cierto que el sonido del órgano Hammond y el Moog hoy resultan un pelín arcaicos, pero al final te das cuenta de que un libro tan atemporal como El Señor de los Anillos resiste y hasta se ve enriquecido por esta visión musical a la vez ingenua y muy sobria. El disco abarca la obra literaria al completo, y muchos de los temas llevan directamente el título del capítulo que describen musicalmente, casi como si se tratase de una banda sonora de cine. Al parecer, se consideró incluso la posibilidad de incluir extractos cantados del libro sobre las piezas musicales (pensemos quizá en algo así como La guerra de los mundos en versión de Jeff Wayne), aunque la editorial poseedora de los derechos literarios, Allen & Unwin, se pronunció en contra de esta idea. Lo cierto es que el profesor Tolkien, que aún vivía en 1970, nunca llegó a asimilar del todo bien el desmesurado alcance sociocultural que llegó a tener su obra épica.

Una página del libreto de la edición en CD.

Escuchar Sagan om ringen como es debido requiere concentración y paciencia. Una vez seamos capaces de abrir nuestra mente, disfrutaremos plenamente de su sonoridad inspiradísima, de sus fascinantes poderes de evocación de dos mundos al mismo tiempo: el de la Tierra Media, en su expresión más pura y carente de las dulcificaciones actuales; y el del incipiente rock progresivo, una puerta que se abría a un mundo de imaginación y libertad creativa que, como la era de la magia en las obras de Tolkien, brillaría con fuerza pero no duraría para siempre. Desgraciadamente, en Spotify solamente cuentan con un par de temas sueltos (entre ellos el más conocido, The Black Riders), así que os invito a buscar el disco online o a haceros con él en formato físico. Para concluir, cuelgo tres temas del álbum reunidos en el siguiente enlace a YouTube:

miércoles, 7 de marzo de 2012

Edgar Froese - AGES


1. Metropolis (11:10)
2. Era of the Slaves (8:02)
3. Tropic of Capricorn (21:00)
4. Nights of Automatic Women (9:01)
5. Icarus (9:09)
6. Children's Deeper Study (4:21)
7. Ode to Granny A (4:40)
8. Pizarro and Atahuallpa (7:33)
9. Golgatha and the Circle Closes (8:31)

Ages (1978) es el cuarto trabajo en solitario del miembro fundador -y único superviviente en la actualidad- de Tangerine Dream. Como sucede en más de una ocasión, los trabajos en solitario de componentes de grupos de éxito suelen servir para dos cosas, distintas pero complementarias: realizar una saludable escapada para desfogarse y explorar otras posibilidades sin la losa de los seguidores del grupo; y tantear las propias posibilidades de éxito de cara a una probable salida del grupo. En el caso del Ages de Edgar Froese, más bien se diría que el músico opta por la primera de las opciones anteriores, sobre todo si tenemos en cuenta que su sonido no se aleja demasiado del de Tangerine Dream, sino que más bien es paralelo al mismo. Los mejores conocedores de la trayectoria de TD pueden incluso detallar qué títulos de la discografía posterior de la banda se originaron en las composiciones aquí presentes. Se trata de un álbum magnífico, y era lógico que tuviese repercusión en el porvenir de su autor.

Y sin embargo fue un disco con escasa repercusión comercial, pese a resultar perfectamente accesible, agradable incluso para un público no experto, y perfectamente en consonancia con aquellos tiempos en que la música electrónica -ya no solamente la alemana, ni mucho menos- empezaba a colarse con contundencia en los círculos musicales más "mainstream". No le ayudaron a lograr el éxito económico ni su larga duración (era originalmente un LP doble, más caro) ni aquella vieja historia de los fans que no soportan las escisiones, ya que temen que pongan en peligro la continuidad de las bandas a las que idolatran. Con el tiempo, y me atrevo a decir que amparándose en este fracaso en ventas, las distintas ediciones en CD que se han publicado de Ages han pegado tijeretazos donde les ha dado la gana o bien a las discográficas o bien al propio Froese, todo encaminado a dejar todo su contenido en un único disco. Es decir, que la idea es cumplir y a otra cosa.

Portada de una edición posterior.

Ages es destacable (y recomendable para vosotros, lectores/as del blog) por varios motivos. El primero que se me ocurre es ese afán aperturista del que hablaba un poco más arriba. Sin en los álbumes clásicos de Tangerine Dream en los setenta era el oyente el que tenía que hacer el esfuerzo por comprender, por ponerse a la altura de las abstractas expresiones musicales que ofrecía la banda electrónica, en Ages parece ser Edgar Froese quien lucha dignamente por llegar al público, por ofrecerle una música que, sin perder un ápice de profundidad, sea comprendida con rapidez y disfrutada a la primera.

Ages viene a ser como un ameno libro de historia desarrollado a través de piezas musicales para sintetizador. Comienza con Metropolis, que tiene un ritmo sostenido muy llevadero, una melodía bonita y algunos sonidos a lo Wendy Carlos en La naranja mecánica. Sigue el álbum con Era of the Slaves y la larguísima Tropic of Capricorn, también muy melódicas y ricas en colorido musical, anticipando con lucidez hacia dónde iba la banda TD y la música electrónica en general en los años ochenta. Nights of Automatic Women y Children's Deeper Study son algo más retro, más en la línea de lo que la Escuela de Berlín estaba haciendo entonces. En Icarus volvemos a tener reminiscencias ochenteras, con ese sonido de guitarra eléctrica tan reconocible en la  factoría Froese. Curiosa es la pieza titulada Ode to Granny A, que en su momento fue cara B de un single del álbum Encore, y que posee ciertos atisbos de comicidad. Pizarro and Atahuallpa tiene un fuerte carácter étnico, como no podía ser de otro modo al tener el título que tiene, amén de algún puntito funky. Ages concluye con Golgatha and the Circle Closes, que por su título podría tener algo que ver con la pasión de Cristo pero que, a falta de más datos, dejaré en un elegante ejercicio de sobriedad muy bien llevada.

Lo dicho, que Ages es un álbum entretenido, asequible para principiantes y relativamente adelantado a su época. Ninguno de los temas sobra, y algunos son realmente sobresalientes. Por su escasa repercusión no creo que se lo considere oficialmente como un disco imprescindible, pero de haberle ido mejor en las ventas a su salida, la cosa sería casi seguro distinta. Está en Spotify, aunque aviso que en esta edición también falta algún tema. Terminamos con Metropolis, gracias a YouTube.

domingo, 4 de marzo de 2012

The Chieftains - BONAPARTE'S RETREAT


1. The Chattering Magpie (4:47)
2. An Chéad Mháirt den Fhombar (The First Tuesday of Autumn) /
Green Grow the Rushes O (3:12)
3. Bonaparte's Retreat (14:37)
4. Away with Ye (4:26)
5. Caledonia (5:28)
6. Iníon Nic Diarmada (Miss MacDermott) / 
The Princess Royal Máire Dhall (Blind Mary) / John Drury (7:00)
7. The Rights of Man (3:21)
8. Round the House and Mind the Dresser (3:12)

Pese a que las cosas llegaron a buen puerto hace bastantes años, las relaciones entre Irlanda y Gran Bretaña siempre han sido, como es de sobra conocido, tensas. Hasta el año 1949, momento en que se proclamó oficialmente la República de Irlanda tal y como está constituida en la actualidad, los nacionalistas de la Isla Esmeralda se han pasado siglos reivindicando su identidad como pueblo con una cultura propia y diferenciada. Para marcar las distancias unas veces se apeló al poder de las artes y las letras, otras -tristemente- a la violencia y el terrorismo. Desde la época del Romanticismo, más o menos desde mediados del siglo XIX en este caso, se desarrolló una corriente cultural que desembocó en el movimiento conocido como Renacimiento Céltico durante la primera mitad del siglo XX. Pasados unos cuantos años de este auge, y lograda ya la independencia (salvo por el famoso Ulster, que se mantiene en un estatus de soberanía compartida), Irlanda continuó fortaleciendo su herencia como forma de darse a conocer al resto del mundo. La música celta en general y sus más ilustres representantes en particular, The Chieftains, continúan asomados a las troneras del bastión.

Bonaparte's Retreat (1976), también conocido como The Chieftains 6, es para un buen número de expertos la gran obra maestra de la banda del gaitero Paddy Moloney. El título, "La retirada de Bonaparte", hace referencia a los hechos históricos que llevaron a Irlanda a pedir ayuda al autoproclamado emperador francés para hacer causa común contra los ingleses, ilusiones que se desvanecieron tras la derrota de Napoleón. El álbum, situado en mitad de la década de apogeo del libérrimo rock progresivo, no deja de mostrar un carácter bastante único en su estructura, fruto lógico de los tiempos. El tema principal, el homónimo al álbum, es un largo poema sinfónico compuesto por Moloney sobre los acontecimientos a los que hacía referencia. Su simple presencia en el álbum lo elevaría a los altares del folk, aunque el resto del trabajo es, sin cortapisas, sobresaliente.

Contraportada del vinilo.

Un elemento novedoso dentro del conjunto es la inclusión por primera vez de una voz solista en un trabajo de The Chieftains. La encargada del aporte es la conocida folclorista Dolores Keane, que entonces tenía 17 años y prácticamente no había comenzado una carrera profesional en la música. Los Chieftains o "Jefes de la tribu" que intervienen en Bonaparte's Retreat son Derek Bell al arpa y el oboe, Martin Fay y Sean Keane al violín, Paddy Moloney con varias flautas y un bodhrán, Michael Tubridy aportando más flautas y una concertina, y Seán Potts a la flauta y el bodhrán. Kevin Conneff, que más adelante se uniría a la banda como miembro de pleno derecho, hace aquí una primera colaboración en principio esporádica.

Para los menos conocedores del estilo de The Chieftains, debo insistir en su carácter muy tradicionalista, orgánico y acústico hasta la náusea, que convierten estos trabajos de sus primeros tiempos en obras tan auténticas como si hubiesen sido grabadas en plenos siglos XVII o XVIII. Las preciosas melodías y la riqueza instrumental de estos virtuosos celtas logran crear unos ambientes inigualables en su autenticidad, nada que ver con la perorata pseudo-espiritual y new age en que buena parte de los músicos celtas han reincidido desde mediados de los ochenta. La música de Bonaparte's Retreat, por cierto, no solamente nos transporta a las fiestecillas de plaza de pueblo o de recogida del grano tan típicas en otros trabajos de The Chieftains, sino que posee además un sutil matiz épico, marcial incluso, que fluye de temas como el excelente Caledonia. Desafortunadamente, no está en Spotify y en YouTube solo cuentan con el siguiente tema, así que invito seriamente a su compra o su búsqueda por otros medios. Es una obra capital del folk de todos los tiempos y es obligatoria.

viernes, 2 de marzo de 2012

Novedades, regresos y más cosas.

Tal como comenté en la página de Facebook de Otras músicas. Otros mundos (y como muchos ya sabréis), el dúo Dead Can Dance, al que en mi ignorancia daba por disuelto, anuncia nuevo álbum y gira para este 2012. En su web oficial, Brendan Perry y Lisa Gerrard han publicado la lista de ciudades donde se celebrarán los conciertos; y también ponen gratuitamente a nuestra disposición un EP con cuatro temas para descargar gratuitamente, a cambio de que facilitemos nuestro correo para recibir actualizaciones sobre el asunto. En septiembre del año pasado ya se publicó un primer EP, y el que ha salido hace cosa de un mes es el tercero. Todos llevan el título genérico de Live Happenings. Se prevé que el material para el nuevo CD se grabe durante el próximo verano.



Ya que nos ponemos, un par de cosillas más:

Merece la pena recordar que desde hace cuatro días están a la venta las ediciones especiales Experience e Immersion del fabuloso doble álbum de Pink Floyd The Wall, la primera de ambas con un tercer CD extra lleno de demos de lo más interesante, sobre todo por su razonable relación calidad-precio; la segunda, con toda una colección de discos con más demos, Blu-Rays y chorradillas molonas de coleccionista, algo pasada de precio pero igualmente jugosa para los fans más fieles.



Y por último, informar de que una formación clásica llamada FSO, Film Symphony Orchestra, recorre España en una gira de conciertos con selecciones de los mayores éxitos de John Williams. El director es Constantino Martínez-Orts, la orquesta consta de 70 músicos y me llega muy muy recomendada, así que pasaos por la página oficial para enteraros de si tenéis oportunidad de disfrutar de la música de Star Wars o Indiana Jones en vuestra ciudad.

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