lunes, 30 de marzo de 2015

Edgar Froese - STUNTMAN


1. Stuntman (4:18)
2. It Would Be Like Samoa (10:46)
3. Detroit Snackbar Dreamer (6:33)
4. Drunken Mozart in the Desert (10:00)
5. A Dali-Esque Sleep Fuse (8:33)
6. Scarlet Score for Mescalero (4:20)

Tristemente, acceder a la discografía de Tangerine Dream es cada día más difícil para la mayor parte del público no especializado, ya que por alguna razón no del todo sencilla de explicar (supongo que debemos ceñirnos a criterios de comercialidad o autopromoción) nunca ha gozado del mismo tirón popular de los popes de siempre, esto es, los Jarres, los Vangelis, los Kraftwerks... Es como si primero hubiese que entrar de lleno en los sonidos de uno de estos genios "mainstream" para, en una segunda etapa, comenzar a apreciar los esfuerzos musicales de esta mítica banda electrónica. Y más difícil todavía es que cualquier viandante tenga idea de quién era Edgar W. Froese, su fundador, que falleció el pasado mes de enero.

Ya comentamos hace tiempo un par de álbumes en solitario de Froese, y creo que es un buen momento para acordarnos del que es seguramente el más apreciado por sus seguidores: Stuntman (1979). Como sucede con la carrera en solitario de cualquier componente de un grupo importante, por lo general se tiende a pensar que sus álbumes son un 50% de capricho prescindible y un 50% de afán de notoriedad y deseos de disolver la banda, de modo que la respuesta habitual del público es el menosprecio. No sé hasta qué punto los trabajos anteriores de Froese se adecuaban al perfil descrito, pero sí se ha afirmado con frecuencia que solían tener un carácter recaudatorio (como la Guardia Civil al final de una recta solitaria) de cara a volcarse en los discos "buenos", esto es, los de la banda al completo. Dudo que pueda decirse algo malo de un disco tan excelente como Stuntman.

Contraportada del vinilo.

Stuntman ("Especialista") reune música electrónica bastante melódica con una sutil aproximación a lo puramente ambient, logrando momentos tan memorables como el tema que le da título, el inicial Stuntman, que aproxima el clásico sonido sintético de los TD al de temas instrumentales más comerciales, al uso de la época. Los demás temas del disco son más ambientales, aunque al tratarse de piezas algo más cortas que las suites propias de álbumes anteriores, todo el conjunto mantiene una frescura muy personal. Al parecer, Stuntman fue la primera obra en que Froese utilizó exclusivamente sintetizadores, tanto analógicos como digitales, con la excepción de algunas notas de piano. En una entrevista de la época, afirmaba que el proceso creativo junto a TD era distinto, ya que al no tener que hacerlo todo él solo, podían seguir usando instrumental acústico como órganos o guitarras eléctricas. Con sus nuevos sintetizadores, Edgar Froese contaba con una mayor libertad e independencia, también en lo meramente interpretativo.

Stuntman

Desde luego, a lo que no renuncia Froese es a un sonido propio de la electrónica cósmica, y por mucho que haya dado un salto tecnológico, seguimos encontrando sonidos recurrentes, no solo suyos, sino del género en sentido amplio. Por ejemplo, suena casi a theremin el principal elemento de Detroit Snackbar Dreamer; tenemos las clásicas secuencias oscuras e inquietantes de los tiempos de Rubycon en A Dali-Esque Sleep Fuse; las notas largas, casi de himno, de algún Vangelis "vintage" en Scarlet Score for Mescalero; y hasta nos encontramos con algo lejanamente parecido a lo que hacían años antes Wendy Carlos o Tomita en Drunken Mozart in the Desert, una verdadera joya melódica. Exquisiteces para los amantes de la auténtica electronic music, todo Stuntman.

En 2005, Stuntman fue reelaborado y re-publicado por Froese, como haría durante esos años con buena parte de su propio catálogo y el de Tangerine Dream. No he escuchado mucho de este material, salvo la versión renovada de Phaedra, que me dejó bastante frío. Me sigo inclinando por lo auténtico, de modo que, sin pretender hablar mal de su remake -que no he escuchado- propongo sin dudarlo la escucha del original.

Por cierto, junto a la entrada de Stuntman en nuestra versión Facebook he añadido un "¿Sabías qué...?", que espero que sea el primero de muchos otros relacionados con álbumes que comentemos en el futuro.

sábado, 28 de marzo de 2015

Recopilatorios: ese dilema.

¿Qué dilema? Decidir si comprarlos o no. Recopilatorios hay muchos, aunque podemos clasificarlos en las siguientes categorías, de mejor a peor:

1) Soy fan, y a mucha honra. Me interesa el recopilatorio y me gusta lo que contiene.
2) No soy fan, pero quiero probar cosas nuevas. Me interesa el recopilatorio, creo que me gustará lo que contiene y me lo compro.
3) Mientras no se demuestre lo contrario, soy fan. En otras circunstancias pasaría de este sacacuartos, pero contiene unos temillas inéditos...
4) Muy a mi pesar, soy fan. Me interesa el recopilatorio como ítem de colección, no por su contenido, que está más que trillado. Aunque me da asco de mí mismo, me lo compro porque soy un friki.
5) Era fan hasta que he visto esta porquería en Amazon. Es digna de un expositor rotatorio de gasolinera. Viviré feliz sin poseerla... hasta que la rebajen a menos de 5 euros... porque soy fan...

Bromas aparte, es cierto que la tendencia habitual es la de ofrecer alguna clase de gancho para el admirador de toda la vida, que al final suele ser el único que compra fielmente cualquier cosa con el nombre de su ídolo en la portada. Ese "gancho" puede ser un cierto carácter oficialista otorgado al disco, con campaña publicitaria propia, que al final nos hace pasar por caja. Tomando como ejemplo a algunos de los artistas con más presencia en el blog, podemos empezar mencionando a aquel Images. The Best of Jean Michel Jarre (1991), ortodoxo y extenso para ser un único CD, pero sin mucho salero, en el que había tanto temas inéditos como revisiones no del todo inspiradas de singles clásicos.

Images y Portraits.

O uno de mis favoritos, el Portraits (So Long Ago, So Clear) (1996) de Vangelis, que sin contener nada especialmente novedoso, organizaba los temas de manera que la escucha del conjunto en el orden establecido es una gozada. Vangelis ha sido especialmente prolífico en lo que se refiere a antologías, aunque la mayoría de ellas es más que prescindible. Si atendemos a criterios objetivos, quizá su mejor recopilatorio sea el relativamente reciente The Collection (2012), no muy glamuroso si lo comparamos con Portraits o el más antiguo y reputado Themes (1989), pero sin duda efectivo al ser muy completo.

Themes y The Collection.

Pero ese "gancho" es normalmente un tema nuevo creado para la ocasión, dos a lo sumo. A veces resulta que, encima, el tema es bueno, con lo que dan en el clavo. Por poner un ejemplo que se me ocurre de este tipo, me viene a la cabeza Enya y su Paint the Sky with Stars: The Best of Enya (1997), que contenía como novedad uno de los temas más atractivos de su discografía, Only If.

Paint the Sky with Stars y A Box of Dreams.

Enlazando con el disco antes mencionado, podemos hablar de la que yo considero el mejor y más jugoso concepto de recopilatorio: la caja o "box", normalmente en edición limitada o simplemente carísima, que en términos generales contiene un considerable porcentaje de la discografía de alguien. Aquel álbum de Enya que mencionábamos tuvo un hermano mayor, el exquisito A Box of Dreams, que agrupaba el 99% de la carrera de la irlandesa hasta aquel momento en tres CDs temáticos: uno de canciones rápidas, otro de lentas y otro de instrumentales. Para los golosos.

 Elements. The Best of Mike Oldfield y The Complete Mike Oldfield.

De hecho, recuerdo al menos un caso más en el que se publicó un recopilatorio en dos versiones paralelas, la pequeñita y la supergrande. Se trata de Elements (1993), de Mike Oldfield. El CD sencillo contenía un batiburrillo más bien popero de su trayectoria personal, mientras que el estuche -hoy descatalogado- consistía en cuatro discos donde había de todo, desde álbumes completos (obviamente Tubular Bells) hasta temas inéditos en CD o versiones editadas para la radio. Si de Oldfield hablamos, debo decir que mi antología favorita siempre será The Complete Mike Oldfield (1985), que dividía sabiamente sus dos discos en cuatro secciones para ofrecer una muy acertada selección de sus éxitos hasta aquel año, con mucho material raro o inédito. Hoy en día, los años lo han dejado obsoleto y tampoco se fabrica. Una pena.

Las dos entregas de The Virgin Years.

Llevando el completismo a un nivel de náusea, y sin llegar a ser un simple estuche con álbumes "retapados", tenemos por ahí las dos colecciones de Tangerine Dream tituladas The Virgin Years (2011-2012), auténticos pepinos nucleares para coleccionistas que agrupan absolutamente todo lo publicado en aquellos años en pocos CDs, a base de apretujarlo todo. Lo malo es que se han partido álbumes originales en distintos discos, cosa nada práctica. Ahora que lo pienso, y salvo que alguien me corrija, creo que el mercado discográfico generalista habría necesitado hace tiempo una antología convencional de TD en condiciones, que hasta hoy no existe.

Enigma por partida doble.

Por experimentar con los contenidos de los discos -y los de nuestros bolsillos- que no quede. También hay por ahí algunas otras propuestas llamativas, como aquel de Enigma a dos bandas, el Love Sensuality Devotion. The Greatest Hits (2001) y su siamés The Remix Collection, ambos con prácticamente la misma portada y lanzados a la vez. Doble compra asegurada.

Enigma. The Platinum Collection y Essential & Rarities.

Por cierto, que Enigma lanzó posteriormente su The Platinum Collection (2009) (título genérico que hoy en día usa todo el mundo) en tres CDs, con los mismos conceptos antes mencionados y una pequeña colección de temas descartados o meramente esbozados. Un concepto parecido utilizó Jarre en su Essentials & Rarities (2011), si bien en este caso se utilizó el segundo disco para "quitarse de en medio" dos incómodos primeros álbumes más o menos malditos, que aquí se rescataban a medias, como para amansar a los fans ansiosos.

Seguramente me deje por ahí algún otro ejemplo jugoso, pero creo que para empezar no está mal. Se aceptan -más bien se ruegan- recomendaciones y sugerencias para futuras entradas sobre el mismo tema. Terminamos con algunos temas exclusivos de los discos comentados.

Globe Trotter, de Images. The Best of Jean Michel Jarre.

Sauvage et Beau, de Portraits. The Best of Vangelis and Jon and Vangelis.

Only If, de Paint the Sky with Stars. The Best of Enya.

Turn Around, de Love Sensuality Devotion.

lunes, 23 de marzo de 2015

Vuelve Mike Oldfield con un recopilatorio (y "deluxes").

Del recopilatorio llevan ya hablando unos días en el blog (muy recomendable) Mike Oldfield - Exposed, y ya circula tanto la lista de temas como la previsible portada. De Oldfield han salido demasiadas antologías en los últimos años, algunas una verdadera tontería de cara a los despistados y los completistas, aunque esta tiene su aquel. The Best of: 1992-2003, que sale en mayo, contiene dos CDs, el primero con los singles de la época Warner -falta alguna cosilla- y el segundo con temas de singles no incluidos en álbumes del mismo período. En ambos casos es material interesante para los coleccionistas que no deseen dejarse la pasta en ebay y similares para conseguir los temas por separado en sus formatos originales. El doble álbum viene a complementar el estuche The Studio Albums: 1992-2003, publicado el año pasado y que contenía todos los álbumes del período en formato digipack.

El nuevo recopilatorio tiene idéntica portada, una ilustración del libreto de The Millennium Bell.

Por otra parte, se sabe que están al caer las nuevas reediciones de la discografía "clásica" de Oldfield, y que son el popero pero muy cuidado Discovery y la banda sonora The Killing Fields, ambos de 1984. Puede haber alguna sorpresa en forma de material inédito. Muy bien.


Cuando comencé con el blog decidí que no analizaríamos discos recopilatorios, pero eso no quiere decir que no podamos comentar cómo funciona el mundillo del best of en general. En próximas entradas.

martes, 17 de marzo de 2015

John Carpenter - LOST THEMES


1. Vortex (4:45)
2. Obsidian (8:24)
3. Fallen (4:44)
4. Domain (6:34)
5. Mystery (4:36)
6. Abyss (6:07)
7. Wraith (4:30)
8. Purgatory (4:39)
9. Night (3:39)

Sí, ese John Carpenter es el autor de este disco. El tipo que dirigió clásicos de culto como 1997: rescate en Nueva York (1981), La cosa (1982) o la maravillosa e inconmensurable Golpe en la Pequeña China (1986) suele figurar en sus películas como autor de las bandas sonoras, a veces en solitario y en ocasiones con algún colaborador, aunque en general es bastante identificable su sonido a base de sintetizadores. Posiblemente ha sido el empuje de su hijo Cody Carpenter, que pertenece a un grupo de rock, el que le ha dado la idea de lanzarse a la palestra como músico. Hay que decir que Carpenter no ha acertado demasiado con sus últimas propuestas como cineasta y su singular filmografía, en general, ha terminado por convertirle en un director un tanto "underground", favorito del mundo hipster. Esta aventura musical le ha salido bastante bien.

Los Carpenter, trabajando en familia (de www.joblo.com).

Lo cierto es que Lost Themes tiene el sabor de sus bandas sonoras, aunque no se trata de una colección de temas descartados para películas suyas, por mucho que el título ("Temas perdidos") pueda sugerirlo. No obstante, el toque terrorífico-pero-macarra-y-guay que se desprende de sus películas está tan presente aquí como en sus mejores tiempos. Con ayuda de su hijo y de su ahijado Daniel Davies, Carpenter crea temas muy sugerentes a base de ritmos potentes, hipnóticos, y melodías sencillas, con instrumentos electrónicos y punteos de guitarra eléctrica ocasionales, demostrando que, si bien nunca ha pretendido ser un auténtico genio musical (escúchese su más bien pobre calco de Tubular Bells para la película Halloween), sí que sabe perfectamente cómo jugar sus cartas, sobre todo mediante una interesantísima elaboración de atmósferas y un uso inteligente, muy equilibrado, del instrumental electrónico del que dispone.

No sabemos si ha sido accidentalmente o no, pero John Carpenter parece haber enfocado el disco como una lúdica recreación musical de su universo cinematográfico característico, de modo que no puedo evitar comentar cada tema con la sensación de sumergirme en una de sus películas. Lost Themes se abre con el estupendo Vortex, totalmente en la línea de acción ochentera y canalla de Carpenter (casi veo a Kurt Russell con el parche, repartiendo estopa), y con agradables ecos de la electrónica de antaño a lo Tangerine Dream. Geniales los toques de piano y guitarra. Obsidian tiene quizá un aura más a película de terror pura y dura, un slasher con máscara de hockey. Es un tema que evoluciona bastante y ofrece muy buenos momentos. También es oscura Fallen, y de nuevo acierta Carpenter con un potente ritmo y un juego melódico sutil. Dominion, sin desmerecer, parece más que nada una manera de proseguir con lo realizado en los cortes anteriores hasta llegar a su tramo final, más melódico y bastante logrado. Con Mystery -cuyo título lo dice todo- nos regodeamos en los psico-killers masacradores de adolescentes, todo un corte de peli de serie B de autocine. Abyss es otro tema con muchas variaciones, cargado de tensión, y con algunos efectos electrónicos de los de antes, muy resultones. Aventurera y muy inspirada es Wraith, de lo mejor del álbum. Purgatory comienza de modo meditativo, ambiental, aunque termina de manera relativamente más movida. Y cierra el álbum Night, otra vez con notas de sintetizador muy bien utilizadas y con una producción sencilla pero efectiva. 

Vortex.

Lost Themes es un disco muy recomendable para los amantes de la música electrónica de décadas pasadas, y absolutamente imprescindibles si además se es admirador del cine de John Carpenter. Personalmente, lo que más me gusta del disco es que sigue guardando sensaciones para posteriores escuchas. No solamente es válido como un proyecto musical atípico del auteur de turno, sino que Lost Themes es bueno de verdad. 

La lista de reproducción de Spotify incluye remixes.

sábado, 14 de marzo de 2015

Carlos Devizia - WALKING ON A STRAYING STONE


1. Solar Wind (3:35)
2. A Saucerful of Presets (5:00)
3. Riding the Currents of Space (2:46)
4. Cosmic Organism (5:00)
5. The Lydian Affaire (4:43)
6. Into Hyperspace (4:22)
7. Sunset on Mars (2:38)
8. The Eye of The Night Still Watches (3:05)
9. Sad Peach (3:00)
10. A Saucerful of Pretzels (3:30)
11. Xenharmonic Garden (1:10)

Hace algún tiempo me hice con varias grabaciones del músico independiente Carlos Devizia, y como suelo tener en mente una lista de álbumes de los que quiero hablar en el blog, me ha costado encontrar el momento para dedicar una entrada al álbum que nos ocupa, Walking on a Straying Stone (2014). Espero que Carlos no me tenga en cuenta la tardanza, sobre todo si tiene en cuenta que pretendo presentar su obra en positivo.

Puede escucharse y descargarse de manera gratuita, por lo que invito a cualquier lector a hacerse su propia opinión al respecto. Personalmente, debo decir que me ha parecido un álbum fresco y con alma, una buena aproximación a la música pop instrumental para sintetizador que fue popular en los años setenta y ochenta gracias a figuras como Jean Michel Jarre, Jöel Fajerman, Jan Hammer, etc. El sonido que se busca es de tipo cósmico en una línea "clásica", con lo que, aun utilizando instrumentos más avanzados que aquellos con los que contaban los synthesizer heroes de toda la vida, se logra una atmósfera retro que, intencionada o no, nos resulta agradable a los admiradores de este mundillo.

Carlos Devizia tocando el tin whistle.

Devizia ha mencionado que uno de los propósitos de Walking on a Straying Stone es experimentar con su método de grabación. Para mezclar el álbum se ha servido del tracker Psycle. ¿Y qué es un tracker, si puede saberse? Wikipédicamente hablando, es una especie de secuenciador con el que se puede hacer música a base de programar en qué momento y siguiendo qué pauta rítmica o temporal va a sonar un determinado instrumento o sonido pregrabado (sample), todo ello representado de manera visual en la pantalla del ordenador con símbolos numéricos, no los de la notación musical tradicional. Devizia comenta que incluso los instrumentos no electrónicos fueron añadidos a la mezcla vía Psycle. 

Como no soy un gran conocedor de la tramoya musical actual, prefiero centrarme en un análisis puramente musical del disco. Desde un punto de vista compositivo, y aun a sabiendas de que Devizia ha debido disfrutar bastante con la libertad que otorga tener un equipo de última tecnología -amén de su propio talento musical-, hay una clara intención lúdica en todos los temas, si bien en algunos casos se obtienen resultados algo descafeinados. Como introducción, el ambiente minimalista de Solar Wind funciona bastante bien. No termina de arrancar A Saucerful of Presets, cuyo sonido de bajo (sea uno real o uno sintético, y me inclino por lo segundo) y su base rítmica, en general, es demasiado prosaica para brillar.

Riding the Currents of Space.

Algo parecido ocurre con Riding the Currents of Space, un tema que, aunque es bastante colorido en cuanto a variedad de sonidos, suena demasiado amateur, improvisado en el mal sentido del término. Una exploración sonora algo más interesante es la que ofrece Cosmic Organism con sus fondos percusivos y su atmósfera inquietante, y encontraremos uno de los mejores temas del álbum en el siguiente corte, The Lydian Affaire, un tema cósmico de factura brillante que mantiene nuestra atención hasta el final.

Into Hyperspace, sin ser lo peor del disco, no parece tomarse demasiado en serio a sí mismo, recordando bastante a algún fragmento de aquel álbum "de tanteo" que lanzó Jean Michel Jarre con el título de Deserted Palace (1972). Otro muy buen momento nos lo encontramos en Sunset on Mars, un tema con un innegable sabor épico y exótico que nos hace pensar en alguna fantasía sci-fi al estilo Dune. También hay un interesante exotismo en The Eye of the Night Still Watches, especialmente gracias a la intervención de la flauta. Sad Peach nos ofrece un pasaje algo oscuro, nocturno, cuya guitarra eléctrica no acaba de encajar del todo con el sonido galáctico del resto del disco, aunque es efectiva. Hay momentos realmente exquisitos en A Saucerful of Pretzels que me han recordado a los trabajos instrumentales de William Orbit, aunque los fragmentos con ritmo "enlatado" empeoran el conjunto. El álbum concluye con Xenharmonic Garden, un tema que divaga un poco entre melodía y melodía pero que mantiene un buen nivel.

Xenharmonic Garden.

Pienso que Walking on a Straying Stone habría funcionado bastante mejor si Devizia se hubiese planteado mejor qué hacer con las bases rítmicas de sus temas, que en más de un momento suenan a presintonía de sintetizador casero. Humildemente aconsejaría a este músico que pasara un poco de ritmos y se centrase completamente en el componente ambiental del disco, tanto a nivel melódico como en lo que se refiere a la elección de los instrumentos, sonidos y efectos utilizados, que son francamente meritorios. Por así decirlo, creo que el álbum habría estado mejor de haber sido planteado como ejercicio música cósmica y/o new age pura, y no como un raro híbrido entre eso mismo y el tecno-pop. En cualquier caso, la mayor parte del álbum es, como poco, muy interesante.

En el blog personal de Carlos Devizia hay descripciones detalladas del contenido y creación de cada tema.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Rahul Sharma - MUSIC OF THE HIMALAYAS


1. Maqam-E-Navaa (Sufyana Musiqi) (10:28)
2. Melody of Kashmir (13:18)
3. Melody of Jammu & Kashmir (12:37)
4. Melody of Kashmir in Contemporary Music (36:10)

El santoor es un instrumento tradicional indio -de la India, se entiende- parecido al dulcémele, un instrumento de cuerda percutida, solo que con una forma más triangular. Como otras tantas cosas en el místico oriente, los secretos del santoor parecen fluir por venas familiares, de generación en generación. En el caso de los Sharma, se añade el hecho de que su dedicación al instrumento ha servido para darle a este un mayor prestigio, incluso dentro de lo que en India se considera "música culta". Rahul Sharma es, como poco, la tercera generación de su familia que se dedica a cultivar el arte del santoor, y aunque se ha hecho un nombre en la escena de la llamada world music gracias a su aperturismo y sus colaboraciones como gente tan variopinta como Deep Forest o Kenny G, me apetecía comentar el primer disco suyo que llegó a mis manos, de título Music of the Himalayas (2002), y que es, relativamente, algo más purista.

Contraportada.

Music of the Himalayas fue grabado, parece que sin conocimiento previo del propio Sharma y del ensemble con el que trabajaba, mientras se encontraban de gira por Europa presentando un espectáculo étnico a base de músicas variadas del Indostán y otras zonas cercanas a la famosa cordillera. Como integrantes de su segmento del show estaban también sobre el escenario Ustad Shafat Ahmed Khan a la tabla y Pandit Bhawani Shankar al pakhawaj.

Melody of Kashmir.

Encontramos en el álbum cuatro piezas largas que, al menos para el oyente no acostumbrado, sonarán muy parecidas entre sí. Quizá la más excepcional sea Melody of Kashmir in Contemporary Music, que parece haber exigido un mayor despliegue de virtuosismo en su ejecución, pero el sonido es más o menos el mismo. ¡Pero menudo sonido! Es pura evocación del viaje a un lugar lejano y exótico, del descubrimiento y la aventura, toda una exquisitez interpretativa a base de percusiones trepidantes y melodías siempre cambiantes, siempre impredecibles, a base de santoor. Una bomba sonora para la imaginación que se disfruta doblemente gracias a su larga duración y al efecto de trance que conlleva su escucha. Más que recomendable.

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