1. Sentinel (8:06)
2. Dark Star (2:16)
3. Clear Light (5:47)
4. Blue Saloon (2:58)
5. Sunjammer (2:32)
6. Red Dawn (1:49)
7. The Bell (6:55)
8. Weightless (5:43)
9. The Great Plain (4:46)
10. Sunset Door (2:23)
11. Tattoo (4:14)
12. Altered State (5:12)
13. Maya Gold (4:00)
14. Moonshine (2:20)
Cuando llegó a mis manos
Tubular Bells II (1992), yo no era seguidor de Mike Oldfield. Había escuchado un álbum o dos, y me gustaba su música, pero no me sentí obligado a conocer en profundidad la carrera de este señor. Con el trabajo que nos ocupa cambiaron las cosas. Aquella cinta grabada por un amigo, que escuché de forma obsesiva durante semanas, cambió mi forma de entender la música para siempre. Con Oldfield hice un viaje al revés, dicho sea de paso. Empecé con sus obras de los noventa y después salté a los setenta y ochenta. Escuché
Tubular Bells (1973) por primera vez cuando ya me sabía de memoria su secuela, cosa que entiendo como poco ortodoxa.
Mike Oldfield en el libreto del álbum.
Tubular Bells II es uno de los discos que más controversia suscitan en la discografía de Oldfield, encontrándonos por igual a seguidores que lo defienden a muerte y a otros que lo consideran demasiado comercial y hasta innecesario. Hay que tener en cuenta que su predecesor es (y era en 1992) mucho más que un disco; era un mito, uno de los grandes emblemas discográficos de la cultura popular, además de una visible primera piedra de lo que sería el desarrollo de la música instrumental para públicos amplios, e incluso un lejano predecesor de lo que después se conocería como new age. Pese a que llevaba anunciándose casi desde los setenta y con más insistencia a finales de los ochenta, la secuela de
Tubular Bells era obviamente algo a la vez deseado y temido, de modo que cuando se puso fecha al lanzamiento tras salir Oldfield de
Virgin Records había tantas carteras preparadas como cuchillos puestos a afilar. El álbum que resultó de tal atrevimiento, publicado por
WEA suscitó bastante controversia: brillante y original decían unos, comercial y poco arriesgado decían otros... Tras la posterior publicación del fallido
Tubular Bells III (1998) y otros tantos proyectos con la campana en la portada, en comparación mucho menos interesantes, se ha revisado varias veces aquel álbum del '92 con ojos más amables. Ahora se entiende que verdaderamente mereció la pena, aunque siguen quedando muchos "haters" sueltos.
Si el diseño de la portada original mostraba una playa, las imágenes de la secuela sugieren una piscina.
La primera cuestión es crucial: ¿Es
Tubular Bells II una secuela? En términos cinematográficos, podríamos decir que es más bien un "remake", porque no se trata de una continuación sino de una revisión de la obra original sobre una nueva perspectiva. Se mantiene la arquitectura aunque, eso sí, todos los demás elementos son más o menos nuevos. He aquí la clave de la controversia, en la que todas las posturas tienen parte de razón. Por mucho que se titulase
TBII, realmente es una reinvención de los tan conocidos elementos del disco del '73, desde la hipnótica melodía inicial hasta el cavernícola roquero de la segunda mitad, pasando por las distintas combinaciones de rock potente con pasajes meditativos, y sin dejar a un lado la estupenda presentación de los instrumentos uno a uno hacia la mitad de la obra. Mike Oldfield, pese a lo difícil que puede resultar esto en teoría, consigue renovar todas las melodías y darles una nueva coherencia completa con un sonido muchísimo más elegante y fluido que en la -un tanto rústica- primera entrega. Lo que ocurre es que elegancia y fluidez, en este caso, no están enfrentadas con una rabiosa comercialidad, y es que
TBII suena, en el mejor de los sentidos, como un estilizado jingle publicitario de sesenta minutos.
Dos de las portadas de los singles que se publicaron.
El principal co-responsable del impresionante sonido del álbum es
Trevor Horn, productor estrella que se había hecho un nombre como miembro del dúo
Buggles y como integrante de
Art of Noise. Entre
Tom Newman, Oldfield y él lograron diseñar minuciosamente el álbum con mejor producción musical que he escuchado hasta ahora en mi vida. La perfección sonora de
TBII (el equilibrio entre el volumen de los distintos instrumentos, el discreto uso de fondos electrónicos, la capacidad de sorpresa en los arreglos) es tan aplastante que asombra en cada minuto del álbum, y ni siquiera obras más recientes en la discografía de Mike lo igualan en este aspecto. Como siempre, Mike Oldfield interpreta el 99% de los instrumentos que escuchamos.
Otros dos singles de los muchos que se publicaron.
Tubular Bells II comienza con
Sentinel, que actualiza la melodía tan famosa utilizada en
El exorcista con un tono más sofisticado.
Sentinel está concebido casi como una suite autoconclusiva, perdiendo algo de cohesión respecto al siguiente corte,
Dark Star. De aquí hasta el final de la primera mitad del trabajo, las piezas reproducen con claridad -pero sin calcos- las intrincadas secciones del álbum primitivo, y cuando llegamos a
Red Dawn y
The Bell vemos que Oldfield tiene las cosas pensadas en términos de espectáculo absoluto. La voz solista femenina del primero y el luminoso gigantismo progresivo del segundo (el actor
Alan Rickman, el profesor Snape de Harry Potter, actúa como Maestro de ceremonias) nos dejan sencillamente empachados de imaginación musical.
Video-clip de Sentinel, con una versión editada del tema del álbum.
Y el de The Bell, ídem.
La segunda mitad de
TBII comienza con
Weightless, exquisita composición que bien podría haber sido un single (estupendas las flautas andinas), y que surge de un pasaje breve y poco destacable del álbum del '73.
The Great Plain deja claro, tras anteriores amagos en el disco, que Oldfield se siente momentáneamente inspirado por la
música folk norteamericana. De hecho, en esta época vivía en
Los Ángeles. Los tres siguientes temas,
Sunset Door,
Tattoo y
Altered State mantienen casi intacto el programa de mano del disco primigenio, el primero con una reconocible melodía con coros, el segundo cambiando sabiamente guitarras eléctricas por una banda de gaiteros, y el tercero (voces caricaturescas inclusive) tan divertido como cabía esperar. Concluye la experiencia con la elegantísima
Maya Gold y la que a mi juicio es una de las elecciones más pobres del disco,
Moonshine, una tonadilla country que no tiene ni por asomo el gancho de
The Sailor's Hornpipe.
Vídeo oficial de Tattoo, directamente del concierto de Escocia.
No faltó publicidad para
Tubular Bells II, entre las muchas menciones en prensa y televisión (cosa imposible hoy en día en estos géneros), un brillante concierto benéfico en el
Castillo de Edimburgo que se editó en vídeo, entrevistas en la radio y, sobre todo, multitud de singles promocionales con remezclas de los singles del disco. Entre las muchas versiones para discoteca a cargo de DJs se colaron un par de temas del concierto antes citado, edits de
The Bell con distintos maestros de ceremonias, el villancico
Silent Night (Noche de Paz) y el interesante
Early Stages ("Etapas iniciales"), que cuelgo a continuación.
Como creo que ya tenemos buen testimonio de las virtudes y defectos del álbum, me limitaré a decir que, aun admitiendo que Mike Oldfield ha creado algunas obras más complejas e inspiradas,
Tubular Bells II es una de las que mejor han envejecido y una de las que más a menudo podemos recuperar sin llegar a cansarnos. Un favorito personal que suelo recomendar como la mejor manera de introducirse en el mundo sonoro de su autor. En
Spotify.