2. Movimento (5:31)
Durante la primera mitad de los años noventa, quien no se subió al carro -difuso, polivalente- de la new age, fue porque no quiso. No era solo el dinero, era la explosión de popularidad de un género que durante la década anterior había sido más bien "de nicho" y ahora era capaz de sacar la cabeza por encima de cualquier otro estilo musical mainstream. Y lo cierto es que, más que música new age propiamente dicha, espiritual y beatífica, lo que se hizo en aquellos años fue más bien el resultado de los adelantos técnicos de la producción musical. Desde ritmos étnicos a mil experimentos con canto gregoriano, pasando por viejas glorias que volvían a dar la campanada y divas neopaganas envueltas en vestidos sedosos. No se podía haber dicho a ciencia cierta, tiempo atrás, que los portugueses Madredeus se dirigían hacia estos universos. Quizá nunca llegaron a abrazar la new age. Pero con la new age ocurre como cuando dices que no te interesa la política y unos y otros lo toman como señal inequívoca de que en realidad perteneces a ese partido que no les gusta. Si una obra musical se parece a la new age aunque sólo sea un poco, ya es oficialmente new age.
El caso es que el cofundador de Madredeus, Pedro Ayres Magalhães, mantenía la formación dentro de los límites del folk y el fado de estilo libre al dar prioridad a la voz de Teresa Salgueiro y a su propia guitarra, mientras que el teclista Rodrigo Leão, según se deduce, sí que quería explorar otras posibilidades. En la pausa discográfica que siguió al exitoso álbum Existir (1990), Leão comenzó una carrera en solitario que lo llevaría a estar fuera de Madredeus un par de años después, si bien siguió a bordo en O Espírito da Paz (1994) y Ainda (1995). Ave Mundi Luminar, publicado en 1993, es claramente el desahogo que Leão necesitaba.
Ave Mundi Luminar ("Salve, luminaria del mundo") es uno de esos discos que no pueden faltar en cualquier colección de nuevas músicas en sentido amplio. El Vox Ensemble, la banda de cámara que constituyó Rodrigo Leão, contó en aquella primera aventura con los violines de Maria do Mar y Margarida Araújo, las voces de Nair y Nuno Guerreiro, la flauta de Antonio Pinheiro da Silva, el violonchelo de Francisco Ribeiro y el oboe de Nuno Rodrigues. Parece que casi todos los demás componentes de Madredeus aparecen también brevemente, Teresa Salgueiro incluida. A pesar de lo profundo que promete ser el sonido de un ensemble así, debo decir que Ave Mundi Luminar me decepciona un poco.
Obviamente, Leão es intérprete de sintetizadores y reclama su protagonistmo como líder, pero siento que la atmósfera devora de manera notable lo orgánico de los demás instrumentos. Si se estaba buscando un sonido más cercano al minimalismo "culto pero accesible" de gente como Wim Mertens, Michael Nyman o Philip Glass (escúchese In Excelsis, tema aquí contenido que tiene un poco/un mucho de ambos), quizá queriendo parecerse un poco al Kronos Quartet, las decisiones tomadas seguramente mantuvieron el proyecto en un estante de la tienda de discos distinto del que les habría gustado.
En mi humilde opinión, lo malo no es la combinación de lo electrónico y lo acústico, evidentemente, sino el hecho de que los sintes casi siempre quieren sonar como instrumentos tradicionales y esto se nota demasiado. ¿Para qué contar con violinistas en el Vox Ensemble si luego ponemos al sintetizador a imitar el sonido de violines, como en Movimento, Vitorial o Espiral II? Se percibe que Leão lucha por suplir con sus teclados la ausencia de más instrumentos, quizá toda una orquesta que complemente al conjunto de cámara, pero el sonido de sus teclados no suena lo suficientemente orgánico para integrarse al cien por cien. A lo largo de todo el álbum hay un trabajo de composición muy notable, pero opacado por un producto final demasiado artificial, me temo. Y son precisamente los temas con más protagonismo de los instrumentos acústicos (A Espera, Final) los que mejor me suenan.
Llego a la conclusión de que el problema de base, si admitimos que lo hay, lo tienen los más de treinta años que han pasado desde que se publicó Ave Mundi Luminar, que sitúan el álbum muy en su época. Hay cantos eclesiásticos (Carpe Diem), ritmos exóticos (Ave Mundi, otra vez Carpe Diem), teclados solistas muy dulces sobre fondo plácido (Amatorius) y otras tantas cosas que nos remiten a mediados de los años noventa. Seguro que en su momento este álbum sonó a gloria a quienes buscaban algo más maduro que el hit de moda de Enigma o el single radiable de Enya, pero creo que a día de hoy le resulta difícil escapar del que fue un contexto muy característico. No obstante, tampoco nos engañemos, porque incluso con este visible lastre, el álbum sigue sonando bien y proporcionando una experiencia musical más que satisfactoria.
A quienes no la conozcan, les invito a buscar una reedición con portada distinta y algunos cambios en la lista de temas, publicada en 1995 por Sony Masterworks.