1. L'Apocalypse Des Animaux Generique (1:28)
2. La Petite Fille De La Mer (6:01)
2. La Petite Fille De La Mer (6:01)
3. Le Singe Bleu (7:42)
4. La Mort Du Loup (3:07)
5. L'Ours Musicien (1:05)
6. Creation Du Monde (10:08)
7. La Mer Recomencée (5:56)
No fue esta la primera vez que Vangelis Papathanassiou creaba una serie de piezas musicales para ambientar una obra cinematográfica. Precisamente fueron esta clase de encargos los que marcaron el comienzo de su carrera como solista (5000 Psemmata, Sex Power, etc.). También quedaban ya atrás sus años con los Aphrodite's Child y aquel intento en solitario loable -aunque algo infructuoso- llamado Earth. En efecto, Vangelis es muy a menudo conocido a raíz de sus bandas sonoras para películas y programas de televisión antes que por sus trabajos "sin fines específicos", a lo que contribuyeron -evidentemente- maravillas como su Chariots of Fire o 1492, aunque trabajos como el que nos ocupa sean tan inmensamente populares que el nombre del griego quede obviado cuando la melodía de La Petite Fille De La Mer suena en mil y una ocasiones.
En fin, que con su carrera en solitario en pañales, Vangelis necesitaba una obra que le afianzara de una vez por todas en el mapa de los grandes músicos de vanguardia, a ser posible mediante la que entonces era prueba de fuego para cualquier músico internacional: entrar en las listas de ventas del Reino Unido. Esta obra musical llegó exactamente cuando tenía que llegar, en 1971. Estamos hablando de L'Apocalypse des Animaux (1971), una de las muchas obras que el teclista y percusionista griego compuso para los documentales de Frederic Rossif sobre la vida salvaje. Tendremos tiempo de ocuparnos de alguna otra en el futuro, pero esta es seguramente la más popular.
Los temas de L'Apocalypse des Animaux no son demasiado rítmicos ni tienen el carácter cósmico de obras posteriores, aunque sí son muy melódicos y emotivos, sobre todo La petite fille de la mer y La mort du loup, aunque hay piezas bastante más atmosféricas como Creation du Monde, que dibuja un amplio paisaje sonoro de ricos matices y escaso movimiento. No se sabe muy bien si es por la tecnología electrónica primitiva con la que contaba Vangelis entonces, o es un efecto sonoro buscado a propósito, pero muchos de los temas suenan distorsionados, desdibujados desde un punto de vista auditivo, como si hubiesen sido limados para hacer desaparecer cualquier arista puntiaguda. El efecto añade una cortina brumosa sobre el álbum -curiosamente, las imágenes de su carpeta van en la misma línea- que puede recordar a las primeras producciones del género ambient, al que le quedaban unos cuantos años para saltar a escena como tal. El disco se afianza en este concepto de lo brumoso para resultar tremendamente evocador. Creation du Monde, en particular, es uno de los espacios musicales en los que más fácilmente desea uno perderse.
Aunque no todas las piezas del trabajo son igualmente accesibles para el novato, sí que son todas igualmente meritorias, muy inspiradas y ricas artísticamente, por lo que el disco es enormemente recomendable e imprescindible si se pretende conocer a fondo la obra del griego más allá de sus greatest hits más populistas.
Despliegue de una edición antigua en vinilo.
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