1. Sinfonia to Cantata No. 29 (3:20)
2. Air on a G String (from Orchestral Suite No. 3) (2:27)
3. Two-Part Invention in F Major (0:40)
4. Two-Part Invention in B Flat Major (1:30)
5. Two-Part Invention in D Minor (0:55)
6. Jesu, Joy of Man's Desiring (from Cantata No. 147) (2:56)
7. Prelude and Fugue No. 7 in E Flat Major
(from Well-Tempered Clavier) (7:07)
8. Prelude and Fugue No. 2 in C Minor
(from Well-Tempered Clavier) (7:07)
9. Chorale Prelude "Wachet Auf" (3:37)
10. Brandenburg Concerto No. 3 in G Major - Allegro (6:35)
11. Brandenburg Concerto No. 3 in G Major - Adagio (2:50)
12. Brandenburg Concerto No. 3 in G Major - Allegro (5:05)
Este es uno de esos discos, no se si fueron muchos o no, que se promocionaban en su propia portada como "interpretaciones virtuosas de..." y contenían primitivas grabaciones para sintetizador, sobre todo versionando temas clásicos, por parte de músicos de vanguardia. Walter Carlos, que hoy se llama Wendy, fue autora de esta interesante aproximación a Bach que cosechó un éxito notable allá por el recordadísimo año 68. Manejar un sintetizador en aquellos tiempos era una labor tremendamente futurista, y esta clase de discos estaba a medio camino entre los lanzamientos más psicodélicos y la mera curiosidad fonográfica.
Wendy Carlos está considerada como una de las máximas pioneras de la música generada mediante sintetizadores. Pese a formarse de un modo clásico desde la infancia, conoció en la universidad a Vladimir Ussachevski, experimentador electrónico, y más adelante, al mismísimo Robert Moog, inventor del cacharro mágico que lleva su nombre, y para quien los dedos de Carlos sirvieron como banco de pruebas.
Cuando Wendy se llamaba Walter (de akblog.archiviokubrick.it).
Wendy Carlos, pese a lo bizarra que debió parecer la propuesta de promocionar el artefacto con un disco de corte clasicista, salió bastante airosa -económica y artísticamente- de su pretensión de acercar a Johann Sebastian Bach al mundo del microchip (mirando el tamaño del armatoste que manejaba, retratado en la portada junto al fulano de la peluca, debía ser más bien un macro-chip tamaño ropero), consiguiendo que Switched-on Bach se convirtiese en el disco clásico más vendido jamás hasta aquel momento. Desde luego, el sonido del cacharro llamado Moog es hoy incluso entrañable, y el álbum me resulta muy fresco y simpático. También queda muy claro que los dedos de Carlos, muy famosa en la actualidad por sus obras para películas de Kubrick (La naranja mecánica y El resplandor) se multiplicaban por mil a la hora de interpretar piezas tan barrocas, y hacerlo de una forma tan solvente tiene un mérito añadido. Por cierto, la penúltima pieza no es de Bach, sino de la propia Carlos, que consigue emular su estilo bastante bien.
Portada alternativa.
Como única pega al invento, se me ocurre admitir que escucharlo de un tirón se hace un poco empachoso, por lo que recomiendo su disfrute en dosis moderadas. Y que nadie me pegue, pero es que, en general, el propio Bach interpretado por cualquier orquesta sinfónica tradicional se me vuelve indigesto después de mucho rato.
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