domingo, 29 de septiembre de 2013

Steven Wilson - THE RAVEN THAT REFUSED TO SING (AND OTHER STORIES)


1. Luminol (12:10)
2. Drive Home (7:37)
3. The Holy Drinker (10:14)
4. The Pin Drop (5:03)
5. The Watchmaker (11:42)
6. The Raven That Refused to Sing (7:57)

A base de toparme una y otra vez con admiradores y detractores del inquieto Steven Wilson, un músico de culto, gran gurú del rock progresivo actual, me he decidido a hacerme con su último trabajo en solitario, este The Raven That Refused to Sing (And Other Stories) (2013) y hacerme, aunque sea a través de un único trabajo que me sirva de ejemplo, una opinión propia sobre sus virtudes y defectos.

El británico Steven Wilson polariza a los seguidores del prog-rock. Por un lado tenemos a quienes lo adoran como a una especie de "elegido" que parece haber sido capaz de lograr lo imposible: dotar de nueva vida y frescura joven a un género magnífico que quedó anquilosado hace décadas; y por otro tenemos a quienes dicen ver la cara y la cruz de la misma moneda: que Wilson es ante todo un homenajeador encubierto, un astuto copión que se ha servido de diversas poses estéticas (una inteligente mezcla del sonido setentero con pinceladas del pesimista y feo mundillo gafapastero post-grunge) y trucos mercadotécnicos (su amistad/colaboración/admiración confesa a los viejos dinosaurios supervivientes) para auparse a los altares del progresivo.

Steven Wilson (de last.fm).

Como lo que toca es comentar el álbum, lo primero es señalar que se trata del tercer título en solitario del músico, si bien la cantidad de obras musicales -bastante variadas, por cierto- en las que ha intervenido como colaborador o coautor es bastante copiosa. Podríamos hablar en este caso de un álbum conceptual ambicioso, concebido con altas expectativas de éxito tanto dentro como fuera de su círculo de seguidores, aunque en el fondo este carácter no deja de ser inherente al género. La inspiración del disco se encuentra quizá -por la referencia del cuervo, mayormente- en el universo gótico de Edgar Allan Poe, aunque la letra de los temas no está necesariamente relacionada con ningún relato o poema del clásico norteamericano. Tenemos una variación de la leyenda urbana sobre "la chica de la curva" (Drive Home), un predicador hipócrita que compite con el Diablo en un duelo alcohólico (The Holy Drinker), una esposa asesinada y arrojada al río en un episodio de violencia de género (The Pin Drop), un relojero que también se carga a su mujer y luego esta vuelve en forma de espectro (The Watchmaker), y un hombre desesperado que cree reconocer a la reencarnación de su hermana en un cuervo (en el tema homónimo al álbum). La -no tan- inquietante portada no aporta excesiva información, aunque cuando la vi por primera vez tuve un "flash" de In the Court of the Crimson King que después he creído confirmar al escuchar fragmentos de la música.

Efectivamente, Steven Wilson parece tener una buena relación con Robert Fripp, a juzgar por el hecho de que se ha encargado de remasterizar el viejo catálogo de King Crimson; y hay un claro toque de la mítica banda en ese toque improvisado, casi jazzístico, con mucha batería y bajo potente, que impregna buena parte de algunos temas como The Holy Drinker. Wilson fue el fundador de la banda -también de culto- Porcupine Tree y, aunque generalmente se asocia su inspiración con el sonido de sus ídolos de infancia Pink Floyd, en este último álbum aprecio una fuerte influencia de King Crimson. Como el propio Fripp, por cierto, Wilson ha dedicado buena parte de sus esfuerzos fuera de Porcupine Tree a lo experimental y el ambient.

Vídeo promocional con la grabación en Los Ángeles de Luminol, que ya había tocado en giras.

Y el vídeo de The Holy Drinker.

Como guinda del pastel y guiño inequívoco a los progres de toda la vida, el álbum cuenta con la producción de Alan Parsons (sí, ESE Alan Parsons, a quien yo imaginaba metido en salmuera), lo que se traduce, esté su nombre ahí por motivos meramente populistas o no, en un sonido impecable y una ambientación noctura, oscurantista, sugestiva y envolvente. Sí que echo de menos algún momento más épico en el álbum, aparte de la deslumbrante y ya mencionada canción The Holy Drinker, en la que cada entrada de la guitarra eléctrica en mitad del estribillo (tocada por Alan Parsons, precisamente) parece digna de los primeros PF en sus mejores momentos. Me acuerdo por ejemplo de las cadencias del tema Astronomy Domine. La impresión que deja The Raven... es más de madura sobriedad tenebrosa que de decadente épica prog-rock, aunque noto que estas sensaciones variarán con futuras escuchas, donde quizá redescubra lo que por el momento he pasado por alto.

No creo que podamos calificar al "hipster" Steven Wilson de refinado producto mainstream así como así, aunque tras escuchar The Raven... sí que llegas a entender -que no por ello a compartir- el punto de vista de sus detractores, ya que todo lo que afirman ver en su música está efectivamente ahí: el conservadurismo instrumental del género (el mellotrón, el minimoog, los arreglos orquestales...), el vapuleo de los lugares comunes (las largas introducciones instrumentales, los solos desatados e interminables...) y las reminiscencias tributarias (Pink Floyd aquí, King Crimson allá, quizá trazas de Yes y Genesis...). Lo que hace meritorio el trabajo de Wilson es precisamente el buen uso, la buena combinación que hace de los anteriores elementos para crear un todo más que disfrutable. Los ambientes son estupendos, los solos son virtuosos, el mellotrón sigue poniendo la piel de gallina, los coros fascinan. Y los tributos al pasado que el aficionado reconoce en seguida no dejan de ser inevitables, considerando que el rock progresivo alcanzó cimas de inspiración brutales. Renunciar a todo ello para encontrar algo totalmente nuevo a base de forzar la máquina sería como construir un edificio sin cimientos. No voy a dar mi personal veredicto como hago otras veces, así que cada cual deberá juzgar por sí mismo/a. Solamente diré que con Steven Wilson y el progresivo ocurre como con las películas del oeste: el género está muerto y enterrado desde hace décadas, por mucho que sigan surgiendo brillantes ejemplos aislados de su grandeza de antaño. En Spotify.

Vídeo oficial de The Raven That Refused to Sing.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Kitaro - HEAVEN & EARTH


1. Heaven and Earth (Land Theme) (7:38)
2. Sau Dau Tree (3:41)
3. Ahn & Le Ly Love Theme (4:54)
4. Saigon Reunion (5:48)
5. ARVN (3:41)
6. Sau Nightmare (0:58)
7. V. C. Bonfire (0:47)
8. Trong Com (0:43)
9. Ahn's House: Entrance / Please Come Visit My Village of Hoa Qui
 / Ahn Sends Le Ly Away (6:27)
10. Destiny (1:13)
11. Last Phone Call (1:40)
12. A Child Without a Father (2:04)
13. A Village Attack / The Arrest (1:21)
14. Walk to the Village (3:00)
15. Steve's Ghosts (1:31)
16. Return to Vietnam (2:04)
17. End Title (10:27)

Con El cielo y la tierra (1993), el cineasta norteamericano Oliver Stone completó su tríptico (no lo llamaría yo "trilogía") sobre la Guerra de Vietnam, tras las mucho más célebres Platoon y Nacido el cuatro de julio, contándonos esta vez las atrocidades del conflicto desde el punto de vista de una mujer vietnamita. Stone había sido combatiente en aquella guerra tan truculenta, y es posible que el pequeño resbalón que supuso esta película tuviese que ver con el simple hecho de que no logró del todo ponerse en la piel de los habitantes del país asiático. No es frecuente que el cine yanqui se pare a pensar cómo ven sus juegos de geoestrategia los nativos de sus naciones rivales, aunque me viene a la cabeza alguna honrosa excepción como aquella Cartas desde Iwo Jima, de Clint Eastwood. Por lo menos, se puede decir que El cielo y la tierra posee algunas cualidades muy meritorias, y una de ellas es su banda sonora, a cargo del compositor instrumental japonés Kitaro.

Kitaro, en la contraportada del CD.

Oliver Stone había contado con John Williams para la tremenda partitura original de Nacido el cuatro de julio (1989), la entrega anterior del tríptico, y este músico fue una adecuada solución cuando se dispuso a narrar otros episodios con profundo calado histórico del pasado reciente norteamericano. Ahí están como ejemplo JFK y Nixon. No sabemos si fue porque en 1993 Williams estuvo muy liado con las películas de Steven Spielberg Jurassic Park y La lista de Schindler, pero el director se decantó por la opción nada habitual de contar con un músico new age para su película. Se asumió con ello un cierto riesgo, sobre todo porque Kitaro, más allá de documentales y alguna cosilla anecdótica (destrócenme los fans en los comentarios), tenía una escasa o nula experiencia en bandas sonoras de superproducciones.

Heaven & Earth forma parte de ese puñado de partituras de cine que, habiendo sido compuestas por músicos no pertenecientes al gremio, alcanzaron un importante renombre en su día. Por nombrar algunas que hemos comentado en el blog, tenemos El expreso de medianoche, Carros de fuego y Los gritos del silencio, aunque seguramente la que más se acerca en su tratamiento a la que nos ocupa es El último emperador. Ni mucho menos quiero decir que Kitaro copiara a su paisano Ryuichi Sakamoto, pero es indudable que la fusión entre orquestaciones clásicas e instrumentos orientales es abordada de un modo muy parecido. De hecho, y pese a que el álbum de Kitaro es inferior al de Sakamoto, sí que logra llevar el primero un poco más allá el componente exótico de este concepto tan "world music".

Una imagen de la película, en el libreto del CD.

Efectivamente, el autor de Silk Road recorta el uso de sintetizadores para dar cabida a un fuerte sinfonismo muy en la línea del Hollywood de toda la vida, aunque el tratamiento electrónico de una gran parte del álbum (sobre todo las piezas incidentales de su tramo medio) nos recuerda continuamente que Kitaro no es un músico fílmico convencional, sino, como todos sabemos, un especialista en el género new age. Lo curioso es que, quienes hemos escuchado algún álbum de Kitaro, lo consideramos un músico con un sonido luminoso y optimista; pero en Heaven & Earth solo escuchamos al Kitaro totalmente electrónico en los cortes más oscurantistas, los que acompañan a las estampas más perturbadoras de la tortuosa vida de la protagonista Le Ly. El Kitaro buscador de belleza y armonía se reivindica, en cambio, en las piezas con predominancia orquestal, especialmente en el primer tema, Heaven and Earth (Land Theme), que viene a ser una especie de opulenta obertura. Esta es la pieza clave del álbum, aunque en la película resulta excesivamente dulce si tenemos en cuenta el dramón que nos espera.

Heaven & Earth (Land Theme) en un vídeo-montaje promocional de Domo Music, la productora de Kitaro.

Algún especialista comenta que Kitaro quiso reflejar musicalmente el contenido profundo de la película: por un lado el "cielo", la feliz juventud de la protagonista en un entorno bellísimo, paradisíaco; y por otro, la "tierra", su descubrimiento de la brutalidad de la guerra, de la crudeza de la supervivencia, y la condena a la infelicidad al lado de un veterano traumatizado (Tommy Lee Jones, en la película). Es un álbum con dos caras bien definidas, aunque el lado pesimista (en la zona media del disco, como decíamos) sale perjudicado en la comparación.

Aun con sus defectos, el balance es más que positivo. Lo mejor del álbum es su amplitud de miras: el uso de instrumentos tradicionales como el violín chino, y de cánticos y voces variadas, entre ellas la de la actriz Hiep Thi Le en Sau Dau Tree; sus atmósferas, perfectamente descriptivas y evocadoras; y su variedad cromática, desde la grandiosidad del tema inicial al tono experimental y opresivo de cortes como Steve's Ghosts. Kitaro sabe dónde y cómo introducir algunas notas de sintetizador de manera inteligente, cosa nada fácil para algunos músicos incluso más reconocidos que él, y en teoría más especializados. El disco está en Spotify.

Un trocito de Heaven & Earth, en directo.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Five Miles Out y Crises, otros dos "deluxes" para la colección.

Como ya he tenido oportunidad de escuchar las novísimas reediciones de Five Miles Out y Crises, obras con bastante peso dentro de la trayectoria de Mike Oldfield de las que se esperaba algo en condiciones, prefiero dedicarles un pequeño -y merecido- análisis ahora y dedicarme luego a otros muchos álbumes que tengo esperando sobre la mesa.


Five Miles Out (original de 1982), aun siendo un álbum quizá un pelín más querido que el otro por los fans de Oldfield actuales, no ha contado con el estuchazo para coleccionistas que se ha publicado con su primo hermano Crises, pero su edición "deluxe" vuelve a conseguir un notable alto. La remasterización del álbum original se escucha tan bien como cabía esperar, sobre todo considerando que incluso las más viejas ediciones en CD ya sonaban estupendamente; de modo que, sin esperar sorpresas ni sustos en este sentido, lo más interesante siguen siendo los temas extras de la edición sencilla y el segundo disco en la edición gorda. La palma se la lleva la demo que se incluye del tema Five Miles Out, toda una versión descartada más que una maqueta (caso parecido a aquella "versión perdida" de Ommadawn de hace un par de años) en la que se suprime el protagonismo del vocoder en favor de las voces femeninas. Suena genial, aunque sí que resulta algo más caótica a tramos (y quizá ha envejecido peor) que la publicada en su día. Hela aquí:


La miniatura instrumental Waldberg (The Peak) simplemente está. Tenía que estar, y punto. Lo raro es que hayan decidido hacer revisionismo histórico con la que fue su cara A como single, Mistake, que pasa a la edición de Crises. Seguramente haya sido por afinidad sonora, ya que Mistake parece encajar más con las atmósferas de Moonlight Shadow y Crime of Passion que con el entorno del álbum de 1982. Yo habría preferido el rigor cronológico, pero vamos...

Mistake

El concierto del segundo CD, grabado en Cologne el 6 de diciembre de 1982, me resulta bastante más elaborado musicalmente que otros directos de la época que he escuchado en plan bootleg, con lo que demuestra ser una buena elección como complemento a Five Miles Out. Muy buenas las versiones en directo de Tubular BellsTaurus II y sobre todo Mount Teide, aunque sigo reacio a admitir las dotes de Maggie Reilly a la hora de hacer coros en fragmentos instrumentales que nunca los tuvieron. Encima, aunque ponen todos los músicos muy buena voluntad para plasmar el pop de Family Man y Five Miles Out en directo, la segunda canción dice a gritos que es un tema de laboratorio que no termina de funcionar en un escenario, y eso que aquí le añaden variaciones muy bonitas en la parte final. Por lo menos a mí... me resulta raro. Encima, cuanto más escucho este corte del concierto, más me recuerda precisamente a la demo descartada que mencionábamos arriba, en lugar de al tema oficial.

La versión bootleg que circula por ahí se ha visto notablemente mejorada, eso sí, en su edición oficial.

En cuanto a Crises (original de 1983), Oldfield se lo ha currado todavía más con los temas extras. Para empezar, el primer CD incluye el susodicho Mistake, Crime of Passion -que siempre me ha encantado-, Jungle Gardenia -uno de mis instrumentales cortos favoritos de Mike-, las versiones extendidas de Moonlight Shadow y Shadow on the Wall, y encima, un par de experimentos con estas últimas, en forma de remixes acústicos. 


No son nada del otro mundo estas variaciones "unplugged", pero no dejan de ser una curiosidad interesante, otro regalito del Oldfield bahameño para el que la música es, por fin, un simple pasatiempo. Vuelvo a quejarme: ¿qué tenía de malo la simpática Rite of Man, cuando el propio Mike grabó el año pasado -sin ir más lejos- una versión todavía más bizarra y cervecera de Sheba? ¿No había sitio en un estuchaco de 5 CDs para la cara B del primer single oficial del álbum? Se ve que el multiinstrumentista metido a patrón de yate tiene toda una lista negra de temas de los que no quiere volver a hablar.

Como colgamos hace poco Rite of Man, escuchemos esta vez esa delicatessen que es Jungle Gardenia, cara B de Crime of Passion.

Como ya comentábamos hace un par de entradas, el estuche del treinta aniversario de Crises contiene el concierto ofrecido en el estadio de Wembley en 1983, como acto de presentación oficial del álbum, y sobre todo para celebrar (a su vez) el décimo aniversario de Tubular Bells. No es que el planteamiento del concierto por parte del grupo sea muy distinto del de Colonia en la edición "deluxe" de Five Miles Out, pero el concierto completo, tal y como podemos disfrutarlo en la caja para coleccionistas, tuvo bastante boato, con una especie de obertura y todo, un medley de Woodhenge con un fragmento de Incantations. La edición "deluxe" en su formato habitual incluye, no sé muy bien bajo qué criterio, solamente el segundo de los dos CDs que dedica el estuche al concierto. ¿Por qué el segundo? ¿No habría sido quizá más lógico hacer una especie de selección de los mejores temas de la noche o algo así? ¿Será sencillamente porque este tramo del evento es el que más temas contiene que pertenecen a Crises? Va a ser eso, pero sigue quedando un poco raro si comparamos ambos lanzamientos paralelos. 

En fin, que la serie de reediciones con la discografía de Mike Oldfield sigue su curso con solidez, sin chorraditas como aquella de Incantations, con buenos viejos directos por fin editados legalmente, y con la no poco agradable impresión de que, aun habiendo cometido errores, los de la nueva discográfica se lo están tomando más o menos en serio. Terminamos con un par de vídeos "ilustrativos" de un tal Darren Lock, que se dedica a desprecintar -faca en mano- los discos que le llegan y enseñar cómo son por dentro. Esta vez le ha llegado el paquete con Five Miles Out y el box de Crises.



¡Ah! Por supuesto, ambas reediciones en versión "deluxe" están disponibles en Spotify, aquí Five Miles Out, y aquí Crises.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Penguin Cafe Orchestra - UNION CAFE


1. Scherzo and Trio (6:55)
2. Lifeboat (Lovers Rock) (7:15)
3. Nothing Really Blue (5:17)
4. Cage Dead (4:33)
5. Vega (10:20)
6. Yodel 3 (3:25)
7. Organum (3:47)
8. Another One from Porlock (2:58)
9. Thorn Tree Wind (3:14)
10. Silver Star of Bologna (4:05)
11. Discover America (3:02)
12. Pythagoras on the Line (1:50)
13. Kora Kora (3:04)
14. Lie Back and Think of England (4:21)
15. Red Shorts (4:06)
16. Passing Through (1:03)

Es amargo comentar un álbum como este. Como a veces sucede con muchos manjares maravillosos -REALMENTE maravillosos- que se terminan antes de habernos dejado con una feliz sensación de saciedad, aquel quinto trabajo de estudio de la (pongámonos en pie) Penguin Cafe Orchestra sirvió para dejar salivando a quienes no contaban con que sería el último. La PCO alcanzó su cima creativa con Union Cafe (1993) para quedar paralizada con la muerte de su alma mater, Simon Jeffes, en 1997.

Union Cafe posee, además, ciertas características que le dan un aire de "último álbum" casi premonitorio. Están los títulos de varios de los temas, que parece retomar ideas de obras pasadas (la mención de Pitágoras y el teléfono, un "Yodel") como en un auto-homenaje; está también la longitud y diversidad sonora del álbum, que lo convierte seguramente en el más ambicioso de la PCO hasta aquel momento, casi como si hubiesen querido echar el resto de la carne en el asador antes de despedirse; y sobre todo, está la profunda sensación de madurez que transmite todo el trabajo. Más que esa clase de álbum que parece ir afianzando la personalidad de una banda, Union Cafe es la clase de disco que plasma con claridad la llegada a la meta, el fin de la exploración para recrearse plenamente en su apogeo.

Contraportada.

Para los novatos/as, recordar que la Penguin Cafe Orchestra fue una formación británica en la que varios instrumentistas endiabladamente creativos se lo montaron, a mediados de los años setenta, para sacar adelante uno de los proyectos musicales más brillantes e icónicos del panorama internacional que después se conocería como "nuevas músicas". La fórmula de su estilo es la mezcla equilibrada de música de cámara de sobria tradición inglesa, añadiendo un fuerte componente de folk (a menudo descrito como "música étnica de países imaginarios") y bastante minimalismo, así como un afán de experimentación totalmente ecléctico. El primer "padrino" de la banda fue Brian Eno, aunque sería su fundador, Simon Jeffes, quien llevaría a PCO a sus más altas cotas de popularidad a través de una serie de álbumes que solo podemos calificar como obras maestras aplastantes. El fallecimiento de Jeffes a causa de un tumor cerebral terminó de fraguar el aura "de culto" que hoy posee la PCO.

Scherzo and Trio

Cada álbum de la banda contiene, además, al menos dos o tres maravillas con alcance popular de la música instrumental de nuestro tiempo. En Union Cafe tendríamos que destacar sobre todo el tema Scherzo and Trio, que ha sonado varias veces en anuncios y como cabecera de algún programa infantil en televisión, como ya lo hiciese unos años antes Pythagoras's Trousers en aquel Juego de niños de los gallifantes. Lo que sucede es que el resto de temas de Union Cafe es tan exquisito que la fama de su pieza inicial no debe distraernos. A un nivel meramente personal me fascinan Nothing Really Blue, el largo Vega, la experimental Thorn Tree Wind, esa versión de When the Saints Go Marching In que titularon Discover America y, sobre todo, Lifeboat (Lovers Rock), que me atrevería a calificar ahora mismo como la melodía más bella que han dado jamás las llamadas "nuevas músicas". 

Lifeboat (Lovers Rock)

No sé cómo lo hicieron, pero Lifeboat desprende tanta pureza, tanta luminosidad, tanta sencillez, tanta dulzura, que no es difícil verse llevado a las lágrimas durante su escucha. He aquí un perfecto ejemplo de cómo una pieza instrumental puede transmitir cien veces más sentimientos que cualquier tema cantado, de por qué deben cerrar el pico quienes tradicionalmente menosprecian la música instrumental como algo meramente relajatorio o ambiental.

Después de Union Cafe, la última encarnación de la PCO llegaría en forma de doble disco en directo, el titulado Concert Program de 1995. Como ya hemos dicho, no habría nuevos trabajos de la banda hasta estos últimos años en que el hijo del genio, Arthur Jeffes, retomó la idea de su padre con resultados -de momento- prometedores. Mucho le queda, no obstante, para llegar adonde la vieja banda llegó con Union Cafe. No es un buen disco; es un disco mayúsculo. Está en Spotify.
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