sábado, 29 de octubre de 2011

John Williams - THE ADVENTURES OF TINTIN: THE SECRET OF THE UNICORN



1. The Adventures of Tintin (3:08)
2. Snowy's Theme (2:10)

De todos los profesionales que han trabajado en las películas de Steven Spielberg, es ya una realidad que ninguno ha repetido tantas veces y de manera tan indiscutida como el compositor John Williams. No sé quién se lo recomendó, pero Spielberg llamó a Williams para su primera película estrenada en cines, Loca Evasión (1974), confirmándose la fuerza del tándem con Tiburón (1975) y convirtiéndose todo ello en idilio con E.T., el extraterrestre (1982). Salvo por la coyuntural contratación del afroamericano Quincy Jones para El color púrpura (1984) y el fragmento que le correspondió dirigir en En los límites de la realidad (1983), con música de Jerry Goldsmith, Spielberg y Williams han establecido una simbiosis creativa sin fisuras. Y eso que el cineasta se ha movido entre géneros muy variados, sean la ciencia-ficción, la aventura pura y dura, el drama histórico, la comedia y hasta el cine bélico. John Williams siempre ha estado ahí, aportando su clasicismo elegante y su particular forma de mejorar la paleta de sensaciones de cada película.

John Williams
John Williams tiene casi ochenta años. Desde hace más o menos una década ha reducido apreciablemente su ritmo de trabajo, cosa que debemos respetar sin poner pegas, teniendo en consideración que desde principios de los años setenta ha sido enormemente prolífico y, en la inmensa mayoría de los casos, una banda sonora suya contenía más trabajo y calidad que diez de cualquier otro compositor. Ahora Williams se centra en sus compromisos personales, tanto en las sagas clásicas de Star Wars e Indiana Jones que han sido retomadas en la actualidad, como en su amistad con Steven Spielberg, en cuya órbita de influencia se movieron sus trabajos para la primera parte de Harry Potter o, por ejemplo, Memorias de una Geisha (Spielberg iba a dirigirlas ambas en un principio, y no dudo de que Williams llegó recomendado).

Imagen promocional.
Una cosa positiva que tiene ser una leyenda viva es el que nadie pone tus decisiones en tela de juicio si son arriesgadas, por no haber absolutamente nada que demostrar. A estas alturas, John Williams puede permitirse el lujo de ser su propia mayor influencia, y en esta adaptación del cómic de Hergé, el músico tira de manual. Tampoco podría haber sido de otra manera; y aun así, hay lugar para los experimentos. Pasando completamente del famoso tema creado para la adaptación televisiva de Tintín en dibujos animados, el norteamericano se monta una banda sonora completamente original, muy suya y a la vez perfectamente única. No sabemos si por el carácter europeo del cómic, o porque el propio Tintín no deja de ser un joven periodista de ciudad metido a aventurero, Williams desarrolla una partitura que se mueve entre el jazz de los temas principales, con pianos, clavicémbalo y clarinetes, y las orquestaciones potentes y aventureras en la línea de las escenas de acción de los filmes de Indiana Jones. Hasta ahora, y salvo que la memoria me falle, Williams ha limitado sus incursiones jazzísticas a alguna comedia, y no a sus películas de acción y aventuras.

Por supuesto, la banda sonora de Las aventuras de Tintín se cimenta en la existencia de varios temas principales, en este caso muy elaborados pero no especialmente cercanos a las fanfarrias y marchas que todos solemos tararear. El leitmotiv de Tintín (sobre todo en The Adventures of Tintin) es el más jazzístico, urbano, parecido -aunque a la vez profundamente distinto- al tema de Williams para los créditos de Atrápame si puedes (2002). El perrito Milou (Snowy en inglés) tiene su propio corte, con un piano virtuoso a cargo de una tal Gloria Cheng que, en resumen, resulta ser una composición perfecta para complementar el tema del periodista.

The Adventures of Tintin.

Hernández y Fernández también cuentan con una pieza para ellos (Introducing the Thompsons), lenta y bobalicona al comienzo, pero más ágil después, con un toque de acordeón muy francés. Y por supuesto, el capitán Haddock se lleva su parte (en Captain Haddock Takes the Oars), con una pieza de sabor marinero, casi pirata. El barco que da título a la película, el Unicornio, tiene también un misterioso tema propio que escuchamos a plena potencia en Sir Francis and the Unicorn. Atención a dos maravillas, dos caprichos clásicos que andan por ahí mezclados: The Milanese Nightingale y su ambiente parisino de violín solista y acordeón; y Presenting Bianca Castafiore, con un fragmento de El barbero de Sevilla de Rossini y el Je veux vivre de Romeo y Julieta de Gounod, el segundo con la voz de Renee Fleming. Esta dama del bel canto aparecía en algún tema de El señor de los anillos, ¿estará recomendada por Peter Jackson?

Hernández y Fernández.

Entre las piezas incidentales, de acción en el sentido Williams del término, destacan Escape from the Karaboudjan, Red Rackham's Curse and the Treasure, The Flight to Bagghar, The Pursuit of the Falcon y The Clash of the Cranes. Una buena parte del álbum puede incluirse en esta lista, pero ojo, porque no estamos simplemente ante un montón de golpes de platillos y trompetas, sino que Williams consigue integrar en cada uno de ellos, sutil y naturalmente, los leitmotivs de los personajes implicados hasta lograr prácticamente mini-sinfonías de acción, incluso más efectivas que las que escuchamos en la -un poco más prosaica- banda sonora de Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008).

El verdadero valor de The Adventures of Tintin no se encuentra tanto en la presencia de melodías épicas memorables como en la detallada elaboración de su música incidental, que es tan genial como la que el músico era capaz de crear en sus dorados años setenta y ochenta. La paleta de colores en la que se mueve, musicalmente hablando, es apabullante. La composición destila frescura y agilidad, quizá también algo de desenfado, lo que no está de más si entendemos que pertenece a una película de animación en 3D imaginativa, estupendamente intrascendente y con altas dosis de buen humor.

Contraportada.
Ya se anuncia una segunda entrega de Tintín, dirigida en este caso por el ahora productor Peter Jackson y que presumiblemente adaptará Las 7 bolas de cristal. John Williams estará ahí sin duda. Y tampoco debemos pasar por alto que en pocas semanas llegará a los cines una nueva película de Steven Spielberg, el drama bélico War Horse, en la que el Williams más templado y solemne vuelve por la puerta grande. La comentaremos en cuando caiga en nuestras manos.

Alguien ha elaborado esta especie de "suite" con imágenes, en YouTube:

viernes, 14 de octubre de 2011

Un brevísimo paréntesis.

Ahora mismo estamos muy ocupados en casa haciendo unas pequeñas reformas, y me temo que mi ordenador estará embalado y fuera de combate unos días (pongamos una semana para redondear), así que no habrá nuevas entradas hasta entonces. Os agradezco por anticipado vuestra paciencia, y os invito a revisar entradas antiguas, donde, como ya sabéis, de vez en cuando hago alguna pequeña actualización.

Nos vemos.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Deep Forest - DEEP FOREST


1. Deep Forest (5:34)
2. Sweet Lullaby (3:53)
3. Hunting (3:27)
4. Night Bird (4:18)
5. The First Twilight (3:18)
6. Savana Dance (4:25)
7. Desert Walk (5:14)
8. White Whisper (5:45)
9. The Second Twilight (1:24)
10. Sweet Lullaby (Ambient Mix) (3:41)
11. Forest Hymn (5:50)

Los Deep Forest (Eric Mouquet y Michel Sanchez) son un dúo francés que, de forma inteligente y sigilosa, fueron haciéndose un nombre en el panorama de las nuevas músicas, muy a menudo con ayuda del boca a boca, en lugar de con amplias campañas de márketing. También ayudó algo Mike Oldfield, un tipo que suele mirarse el ombligo más de la cuenta y sin embargo los recomendó públicamente en el momento de este primer lanzamiento. El ecologismo les define.

Su primer álbum, titulado simplemente Deep Forest (1992), surgió como celebración musical del Día de la Tierra, en favor de la protección de las selvas tropicales. Si bien la música no supuso un gran avance respecto a los trabajos de corte étnico-electrónico que se prodigaban en aquellas fechas (por parte de Enigma, sobre todo), sí que demostró que el dúo era capaz de abordar el subgénero con eficacia y madurez, y al mismo tiempo con un alto nivel tecnológico. La eficacia y madurez de las que hablo quedan patentes en su uso de sampleados con sonidos tribales (adquiridos de la Unesco) como base de todos los temas, a menudo tan abigarrados de voces como los del Zoolook de Jarre, pero nunca sobrecargados de capas de sonidos "mistificantes" ni "sensuales" en el estilo de lo que hacía Michael Cretu. Deep Forest, pese a dar un peso ineludible a los ritmos de sintetizador por encima de las propias melodías, son especialmente respetuosos con las identidades étnicas de aquellas culturas que inspiran sus grabaciones, y no en vano han colaborado varias veces con Peter Gabriel y otros músicos de renombre de la World Music. No es nada fácil usar a discreción sonidos enlatados sin adulterar sus naturalezas originales.

 
Singles Sweet Lullaby y Savana Dance.

Para más datos, parte del dinero que se obtiene con las ventas de este álbum va dirigido a ayudar a los pigmeos en sus actividades agrícolas. Ahí es nada.

Algunos de los temas, como Deep Forest ("Bosque profundo") y Sweet Lullaby ("Dulce canción de cuna") se escucharon y se siguen escuchando con cierta frecuencia en la radio, y aparecen en recopilatorios de todo tipo, como de música "relax" como en colecciones de electrónica en general.

Vídeo oficial de Sweet Lullaby.

Sucede que, seguramente porque entonces estaba tan de moda esta suerte de refritos étnicos (muy famoso fue, por ejemplo, Sacred Spirit), la carrera de Deep Forest sigue manteniéndose a un nivel de popularidad moderado, como si fuesen corredores de fondo, alimentando al mismo tiempo una imagen de alternatividad e incluso contracultura que les beneficia bastante. Alegrémonos, porque suele ser el desgaste de la fama absoluta el que mata a los grupos de éxito.

domingo, 9 de octubre de 2011

David Bedford (1937-2011)

Imagen procedente de last.fm

El pasado día 1 de octubre falleció David Bedford, un compositor y orquestador eminente del que ya habíamos comentado un par de álbumes en este blog. Trabajador y discreto, como tantos otros buenos músicos de los que viven de su esfuerzo diario y no necesariamente de las rentas de la fama, Bedford se ha marchado sin grandes alardes, yendo yo a enterarme de la noticia en una de las revisiones rutinarias que hago de las páginas con las que enlazo. No creo que se hayan hecho eco en la televisión de la noticia de su muerte, al menos fuera del Reino Unido. Este mínimo homenaje llega con unos días de retraso, pero no creo que sea tarde para recordarle.

David Vickerman Bedford, de familia de artistas, figura (incluso en cualquier enciclopedia normalita) entre los músicos clásicos más destacados de finales del S. XX en Gran Bretaña. Cultivador de un academicismo que entronca con la gran música del siglo pasado mediante un estilo reconocible, amén de ser discípulo de Luigi Nono, Bedford es reconocido popularmente por sus incursiones en el mundo del pop-rock y las llamadas "nuevas músicas".

Imagen de thewire.co.uk

No solamente realizó orquestaciones para álbumes del grupo underground de Kevin Ayers, The Whole World, formando parte del mismo como teclista, sino que llegó a hacerse acreedor de grandes ventas con trabajos en los que colaboraba como invitado otro "ex" de Ayers, Mike OldfieldNurses Song with Elephants (1972), Star's End (1974, inspirado en la saga Fundación de Asimov), The Rime of the Ancient Mariner (1975, basado en el poema de Coleridge), The Odyssey (1976, mi favorito personal, inspirado en la obra de Homero) e Instructions for Angels (1976, sobre poemas de Kenneth Patchen) son sin duda las obras más conocidas de las firmadas por David Bedford, álbumes conceptuales en una línea estructural parecida en mayor o menor medida a los superventas de Oldfield en los '70, aunque con grandes variaciones de un disco a otro respecto al uso de arreglos sinfónicos o instrumentación electrónica. A continuación, un fragmento de Instructions for Angels:


También fue David Bedford quien realizó la versión orquestal de Tubular Bells y Hergest Ridge, la segunda todavía inédita oficialmente, además de tener un peso más que notable en la banda sonora de Los gritos del silencio (1984), de nuevo junto a Oldfield, y quién sabe si superándolo en implicación. En su vertiente pop, decir que Bedford también trabajó con gente como Elvis Costello, Frankie Goes to Hollywood y -creo- Enya. Además, participó muy activamente con Ennio Morricone en la dirección orquestal de la banda sonora original de La misión (1986), nada menos, en cuyos créditos figura en lugar destacado.

Imagen procedente de telegraph.co.uk

Dentro de sus trabajos más vanguardistas suelen citarse Star Clusters, Nebulae and Places in Devon y With 100 Kazoos (ambos de 1971), de las primeras entre muchas otras obras en las que Bedford experimentaría tanto con la participación activa del público como con diversas ideas respecto a la posición de los músicos sobre el escenario o el tratamiento de las voces líricas. También es digna de reseña (y de elogio) la labor que realizó en la composición de piezas musicales educativas para niños, y sus múltiples obras por encargo para diferentes actos e iniciativas.

Para terminar, uno de los temas de Nurses Song with Elephants ("canciones de enfermera con elefantes"), y Speak (Tho You Only Say Farewell), una divertida ocurrencia en la que David Bedford se desgañita junto a su amigo Mike Oldfield:


viernes, 7 de octubre de 2011

La culpa podría ser de György Ligeti.

¿Y ese quién es? Pues uno de los más eminentes músicos de mediados del Siglo XX si nos ceñimos objetivamente a su repertorio académico; y me apuesto a que uno de los más conocidos de todo el siglo, dentro de la un tanto extraña música clásica de esa época reciente, atendiendo a su impacto cultural. Hay argumentos que incluso podrían relacionar algunas de sus obras más conocidas con la eclosión de lo que hoy llamamos "nuevas músicas", para las que Ligeti habría sido incluso más decisivo que músicos clásicos de alcance popular como, por ejemplo, los fundadores del minimalismo.

György Ligeti (1923-2006)
¿Por qué? Porque György Ligeti logró algo casi imposible para la mayoría de creadores de su campo: que su música fuese utilizada a discreción y con impresionantes resultados en una superproducción cinematográfica, 2001: una odisea del espacio (1968), que a su vez se convirtió en uno de esos clásicos del cine que casi todo el mundo ha visto o verá alguna vez en su vida. Como suele ocurrir, solamente los más cinéfilos o melómanos se han molestado en conocer a los autores de la música contenida en la película, y se habrán dado cuenta de que, aparte del Bello Danubio azul de Johann Strauss, el Así hablaba Zarathustra de Richard Strauss y una suite para ballet de Khachaturian, los demás temas son de Ligeti. Los más misteriosos, los que mejor parecen encajar con el carácter enigmático de la película, son obra de este compositor húngaro.


Las composiciones de Ligeti contenidas en 2001 son Atmospheres, Lux Aeterna, Adventures y parte de su Requiem. Este último es utilizado durante la escena en que los hombres-simios de la secuencia inicial descubren el monolito y se atreven a tocarlo; Atmospheres es la pieza que suena durante el famoso viaje hipnótico más allá del tiempo y el espacio que realiza el astronauta protagonista; Lux Aeterna aparece durante el viaje a la Luna y el monolito hacia el final de la primera mitad de la película;  y Adventures es la música -que en la película casi parece una secuencia de efectos sonoros- que suena cuando el astronauta Bowman se encuentra consigo mismo en esa extraña habitación de hotel de estilo neoclásico. Atmospheres, por cierto, se escucha también durante varios minutos antes de que la película comience con el león de la Metro, a modo de obertura que debió poner en situación a los espectadores en los cines, aunque en los pases por televisión de la película siempre la omiten.


Es decir, que salvo quizá el Zarathustra (atención, usuarios de Ares y Emule: no es obra de John Williams ni de Vangelis, elmilenarismovaaallegaaarcojonesya), la música de Ligeti está tan íntimamente ligada a la película 2001 que prácticamente podría pasar por su partitura original. Los lectores del blog saben que no es así, más que nada porque esa partitura original a cargo de Alex North no fue finalmente utilizada, reemplazándose por piezas que en teoría iban a usarse solamente en una primera fase del montaje de la película. Tampoco es que Kubrick se preocupase demasiado por contar con el beneplácito del propio Ligeti, teniendo en cuenta que el segundo demandó al primero, costándole al cineasta la simbólica cifra de un dólar el haber utilizado la música del húngaro sin su permiso.

No tengo muy claras las auténticas intenciones de Ligeti cuando compuso estas piezas, ni parece que haya mucha documentación al respecto en la Red, salvo tal vez ciertas teorías que surgen como producto del sentido común: buena parte de la familia de Ligeti -judía- pereció en Auschwitz, y de ahí lo sombrío de las piezas. Esos Requiem o Lux Aeterna con sus estáticos coros polifónicos que parecen ascender hacia el cielo como las bóvedas de una gigantesca catedral gótica, conjugan grandiosidad épica con un sentido avasallador de la angustia, llegando el primero a inspirar incluso pavor, lo que bien podría estar inspirado en los horrores de aquellos años de juventud.


No sé muy bien si Ligeti entendía estas obras como música conceptual inspirada por alguna realidad extra-musical o si simplemente se trata de brillantes ejercicios de estilo, pero es evidente que el espacio interestelar nunca ha sido el mismo desde que lo vimos en una sala de cine (yo en un reestreno, claro), escapándose en su enormidad más allá de los límites del  y escuchamos estos lamentos abismales surgiendo de la negrura del infinito. Nada de tonadillas electrónicas como de películas de marcianos verdes, sino voces humanas sin apoyo rítmico, escalando hacia tonos imposibles en una mezcla de cántico y alarido. Parecen sonidos que brotasen de la propia naturaleza, más instintivos que meramente improvisados, y que despliegan una fuerza evocadora incomparable.


Los más grandes músicos vanguardistas de los primeros años 70, los que de verdad constituyeron el actual estado de cosas en las "otras músicas", tienen sí o sí entre sus influencias primigenias aquella película de Stanley Kubrick y su música de las esferas. Algunos como Jean Michel Jarre o Mike Oldfield lo han declarado a las claras, y no me cabe en la cabeza que otros como Tangerine Dream, Vangelis o Klaus Schulze sean capaces de negar el peso que 2001 y su música tuvieron en sus inicios. Escuchar discos de la época rosa de la banda de Edgar Froese como Zeit, o trabajos antiguos de Schulze como Irrlicht o Cyborg es escuchar, de alguna manera, émulos espirituales de esta música absoluta de György Ligeti. Incluso músicos de ámbitos más diversos, como por ejemplo David Bowie, cambiaron radicalmente el rumbo de sus carreras tras ver y escuchar 2001: una odisea del espacio. Que alguien me corrija en los detalles si me equivoco, pero creo recordar una anécdota según la cual un reportero iba recorriendo las calles de Nueva York, preguntando a los transeúntes si habían visto la extraña película y qué opinaban sobre ella. Un hombre de aspecto bohemio, que resultó ser John Lennon, aseguraba que la veía todos los fines de semana.


Atmospheres.

domingo, 2 de octubre de 2011

Segundo aniversario. ¡GRACIAS!


Mañana, 3 de octubre, se cumplen dos años desde que comencé con esto de los blogs. Debo dar las gracias por el descubrimiento a mi amigo y compañero en trabajo y ocio José Miguel, co-autor del blog hermano El Desierto Carmesí; solo un rato después de que me enseñara cómo se pone en marcha un blog ya tenía yo en mente algo como lo que es hoy Otras músicas. Otros mundos, aunque debo admitir que me costó trabajo dar con un título que me gustara (y todavía no me convence del todo el elegido, pero ya no hay marcha atrás).

Pero hay un motivo principal por el que sigo aquí dos años después: las personas que seguís el blog, los que comentáis, los que me dais enhorabuenas o tirones de orejas cuando toca cada cosa; incluso algún capullín aspirante a tecnócrata  cuyo nombre prefiero no recordar, que se quiso pasar de listo con el tema de los insultos... debo decir que son precisamente esa clase de malos momentos los que más ganas dan de huir hacia adelante y hacer las cosas cada día mejor.

El blog no ha cambiado demasiado, aunque quienes lo seguís desde el principio habréis visto que ha sido durante el último año cuando más me he esforzado en profundizar en cada crítica y en hablar un poco más sobre actualidad y nuevos lanzamientos. Al principio metía una entrada al día, y en muchos casos me bastaban diez o doce líneas para decir que el disco era bueno o regular, y por eso sigo regresando de vez en cuando a entradas antiguas, para completarlas con la información que deberían haber contenido desde el principio y, de ese modo, ofrecer al internauta una guía musical que, aunque modesta, pueda ser medianamente útil a la hora de descubrir nuevos -o viejos- artistas y sonidos. El blog se sigue actualizando en todas direcciones.

Lo único que echo en falta es conocer vuestras opiniones sobre cómo mejorar el blog, cómo expandir sus posibilidades. ¿Creéis que hay algún género musical que deba ser tratado más o mejor? ¿Qué hay de ese artista o grupo que parezco ignorar deliberadamente? ¿Interesan realmente las reflexiones que meto de vez en cuando? Sigo tan abierto a sugerencias como siempre, así que os invito a susurrarme algo al oído en forma de comentario a esta entrada, a ver si se me ocurre algo interesante que desear mientras soplo las velas.

¡Muchas gracias!
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...