sábado, 17 de diciembre de 2016

Enigma - 8: THE FALL OF A REBEL ANGEL


1. Circle Eight (feat. Nanuk) (2:18)
2. The Omega Point (5:40)
3. Diving (2:52)
4. The Die Is Cast (feat. Mark Josher) (4:17)
5. Mother (feat. Anggun) (3:38)
6. Agnus Dei (3:58)
7. Sadeness (Part II) (feat. Anggun) (3:38)
8. Lost in Nothingness (3:21)
9. Oxygen Red (feat. Anggun) (4:02)
10. Confession of the Mind (3:48)
11. Absolvo (2:02)
12. Amen (feat. Aquilo) (4:53)

En un tramo final de año bastante movidito en cuanto a lanzamientos de artistas que nos interesan, hemos tenido también nueva entrega de Enigma, aquel concepto musical que comenzó con gran éxito en los noventa y que ha sobrevivido hasta hoy pese al enorme daño que le ha hecho el mundo de la carroña musical. Con carroña me refiero a discográficas que se han aprovechado de que el mero nombre del proyecto sea de uso muy general, poco menos que imposible de blindar mediante copyright, para lanzar multitud de engendros chill out pseudoétnicos sin el menor interés que han sacado tajada. Si a esto añadimos que la etiqueta "Enigma" también se ha utilizado a lo bestia en sitios como YouTube para bautizar piezas musicales no relacionadas con el proyecto original, nos daremos cuenta de lo difícil que habrá resultado lanzar un nuevo trabajo genuino y que no pase desapercibido en este caótico cajón de sastre.

Enigma, como decíamos, es un proyecto musical más que un grupo al uso, con el productor rumano Michael Cretu como líder y coordinador, que ha publicado ya ocho álbumes de estudio en los que se experimenta con una mezcla de música electrónica, new age, música sacra y étnica, música de baile y retales pop. Su penúltimo trabajo, sin ser lo peor del mundo, sí que fue decepcionante. Pecaba de aburrido y previsible, y dejaba la sensación de haber invertido nuestro valioso tiempo en una actividad sin demasiados réditos. The Fall of a Rebel Angel ("La caída de un ángel rebelde"), como se titula el octavo álbum de Enigma, tenía todos los visos de ser todavía más rutinario, todavía más decadente. Por suerte, a mi humilde juicio no lo es.

 El ángel caído de la portada.

Hay unos cuantos elementos en The Fall que, aunque podrían parecer pura pretensión, sacan el álbum de la deriva creativa de Enigma. Cretu articula el álbum como una experiencia narrativa, esto es, como una pequeña historia por episodios escrita con ayuda del libretista Michael Kunze que va desarrollándose tema a tema. Como no es del todo sencillo entender este desarrollo, la edición completa del álbum incluye un segundo CD en inglés, francés y español que explica, como si de un audiolibro se tratase, lo que sucede en cada tema. Una edición de superlujo incluye, además, una serie de láminas en las que el pintor Wolfgang Beltracchi (que también diseña la portada del álbum) se inspira en estos episodios para hacer todavía más rica la narración. Tampoco es que la historia tras la música sea la pera limonera, ya que abunda bastante en el rollito religión-sexo-autodescubrimiento que casi siempre se asocia al espíritu musical del proyecto de Cretu. Pero la experiencia es curiosa, original, y funciona gracias sobre todo a que la música, que es lo que de verdad interesa, está a la altura.

Michael Cretu se encuentra con Beltracchi.

El primer álbum de Enigma, aquel ya lejano MCMXC a.D. (1990) funcionaba sobre todo por lo sensual de sus texturas y lo atrevido de sus atmósferas medio sacrílegas, todo ello amalgamado gracias a un trabajo de producción que para la época era el no va más. The Fall of a Rebel Angel quiere volver a aquellos primeros tiempos mediante una delicadísima labor de estudio que lo convierte en una experiencia sonora envolvente y muy poderosa. Los temas tienen cuerpo y personalidad, pese a que en la primera escucha se nos escapan muchas cosas. Recomiendo unas cuantas pasadas más antes de emitir cada cual su juicio, que en mi caso ha ido mejorando sustancialmente. Me gustan los temas cantados o recitados (estupendos Mother y Amen), me encantan los pasajes instrumentales (maravillosos Diving y Confession of the Mind) y creo que funcionan perfectamente todos los grises de esta escala entre música pura y voces con protagonismo.


Amen

Sí que le tengo que poner una pega principal a The Fall of a Rebel Angel, y es la falta de uno de esos temas con gancho que convirtieron a Enigma en sinónimo de colorido y fantasía en los noventa, esto es, algo como Return to Innocence o Gravity of Love, que aquí habría servido como punto de referencia, como piedra de toque para apoyar el notabilísimo despliegue artístico del álbum. El tema Sadeness (Part II), que funciona muy bien como eficaz centrocampista, no marca goles. Se han sustituído los míticos y ya muy trillados cantos gregorianos por una versión vanguardista de la Tocata y Fuga en re menor de J. S. Bach, y la verdad es que el tema recuerda poco o nada al single estrella de MCMXC a.D., salvo en su erotismo latente. 


Sadeness (Part II)

En el resto del álbum, ya que lo mencionamos, no se utiliza el gregoriano como elemento protagonista, quizá en algún punto como sutil elemento marginal, aunque sí que se emplean murmurantes coros mixtos que parecen llevar a cabo alguna clase de invocación maléfica. No olvidemos que el título del álbum, la portada y el título de algunos temas (incluídas las significaciones del número 8) tienen resonancias demoníacas, dantescas.

Por lo menos ha tenido buen tino Cretu al dejar a un lado al cantante Andru Donalds, que transmitía cada vez menos en sus anteriores colaboraciones, y contar con gente como Nanuk, Aquilo y sobre todo Anggun, la chica que cantaba Snow in the Sahara.

Vídeo promocional del tema Oxygen Red, con Anggun.

Que tampoco se asuste nadie con todo el asunto de la iconografía, porque el tema del ángel caído tiene más que ver con el proceso de renacimiento personal del protagonista de la narración que con ningún culto satánico, por mucho que a Michael Cretu le encante causar controversia. Lo dicho, un buen álbum que, pese al grave defecto antes mencionado, es muy digno de recomendación y de colección.


miércoles, 7 de diciembre de 2016

La portada de Return to Ommadawn.

Gracias al fantástico seguimiento que lleva a cabo el blog Mike Oldfield's Exposed, aquí tenemos la portada del nuevo álbum de Mike Oldfield, Return to Ommadawn. Aparece en Amazon.es y por ahí puede verse el 20 de enero como fecha de salida. Parece obra del mismo artista que diseñó la portada del reciente LP Suite 1984.


Se comenta también que Oldfield es seguidor de Juego de Tronos, y aunque ni en la serie ni en la saga literaria aparece una oscura ciudad sobre el caparazón de una tortuga o crustáceo gigantesco (¿Puede ser una vaga referencia al Mundodisco de Terry Pratchett?), la verdad es que la imagen entronca con esos ciertos matices de literatura fantástica a lo Tolkien que parecían impregnar algunos pasajes de las obras épicas del músico en los setenta. También hay una posible inspiración en las portadas (con pequeñas "islas" flotantes) que realizaba Roger Dean para álbumes de rock progresivo, por ejemplo de bandas como Yes.

Me parece una portada maravillosa, sencillamente genial tanto por la ilustración en sí como por el hecho de que no repite u homenajea la del álbum de 1975.

ACTUALIZACIÓN

Aquí pongo un extracto de la intro del álbum:

sábado, 3 de diciembre de 2016

Jean-Michel Jarre - OXYGENE 3


1. Oxygene part 14 (5:27)
2. Oxygene part 15 (6:40)
3. Oxygene part 16 (6:50)
4. Oxygene part 17 (4:20)
5. Oxygene part 18 (2:48)
6. Oxygene part 19 (5:45)
7. Oxygene part 20 (7:59)

Vale, a ver por dónde empezamos... todavía estoy digiriendo buena parte del nuevo álbum de Jarre, lanzado a la venta ayer mismo, y me resulta muy difícil saber si dentro de un tiempo será un disco al que acudiré de vez en cuando o si se quedará haciendo bulto en la estantería donde guardo los CDs. Una buena señal es que lo he escuchado al completo tres veces (una más mientras escribo) y sigo teniendo gana de ponerlo a sonar. En cualquier caso, y para no dar la impresión de que venía con el arma cargada tras los discutibles dos volúmenes de Electronica, diré que hace casi treinta años -de mis treinta y siete- que sigo a Jarre y deseaba con todas mis fuerzas un trabajo potente que reafirmase su debilitada identidad como creador. Lo he comprado con ilusión. Tras llegar a su final 39 minutos después, no sé si Oxygene 3 es el trabajo que quería, pero al menos no es el que me temía.

 Contraportada del CD.

Oxygene 3 no parte del punto en el que se quedó Oxygene 7-13, sino que más bien quiere regresar al sonido del primer disco, a su carácter denso y atmosférico. Si en la secuela de 1997 teníamos una obra magnífica de arquitectura conceptual a base temas recurrentes que buscaba una coherencia sonora a base de desarrollos melódicos, en Oxygene 3 son las texturas aéreas las que dan cohesión al álbum. Es como si al Oxygene original le hubiesen quitado las frases melódicas y se hubiese quedado en una carcasa de texturas. A excepción del obligado tema radiable Oxygene 17 y poco más, la práctica totalidad del álbum surge de un planteamiento a nivel rítmico y atmosférico, no melódico. Las pocas melodías que queremos vislumbrar son más bien vaivenes tonales que buscan un desarrollo musical de estas texturas, y no un fin en sí mismo. Es un Oxygene minimalista, si queremos verlo así, y en mi modesta opinión, el experimento como conjunto funciona más o menos bien.

Funciona como conjunto, aunque no todo lo que Jean-Michel planta termina de florecer. La experiencia del oyente se resiente demasiado de una primera mitad -aproximadamente- con temas demasiado largos y en los que casi se diría que no pasa nada. Hablo de Oxygene 14, 15 y 16, tres piezas con sus virtudes, pero que se alargan más de lo deseable sin que parezcan llegar a ninguna parte. Lo peor es que cualquiera de las tres podría pasar perfectamente por un tema de baile al que se hubiese borrado el chunda-chunda. Haced la prueba, imaginad un ritmo bakala machacón mientras escucháis la primera mitad del disco, y lo comentamos por ahí abajo. En realidad, veo venir que el propósito de Jarre es ofrecer estas piezas en concierto, esta vez sí, con un ritmo potente. Pero en un álbum que van a comprar sus seguidores de siempre... no ha tenido el valor suficiente. Se ha quedado con las ganas. La segunda mitad del disco, en mi humilde opinión, sí que es digna de las enormes expectativas levantadas.

El vídeo oficial de Oxygene 17

Oxygene 17 es un tema que, en el contexto del álbum, resulta menos prosaico que en su escucha aislada. Es verdad que contiene un fraseado melódico propio de una rave, pero también hay en él una segunda melodía, una base rítmica y un fondo aéreo marca de la casa Jarre que lo rescatan amablemente de la cutrez. Muy sorprendende y delicado es Oxygene 18, un tema ambient demasiado corto que podría haberse desarrollado hacia algo realmente grande, aunque el francés lo deja en una dulce anécdota. Todo lo contrario a lo que sucedía en los tres primeros cortes. En Oxygene 19 sí que estamos esperando de veras que de pronto empiece el ritmo discotequero tras algún que otro subidón-y-pausa en el que he cruzado los dedos para que tal cosa no ocurriese. No ocurre, y la verdad es que al final no se queda un mal tema, gracias a que evoluciona y progresa de un modo interesante. Esta es la pieza que dio origen al álbum durante la composición de Electronica.


Unos extractos de los temas, publicados antes del lanzamiento oficial.

Oxygene 3 tiene un gran final, y eso contribuye a que la experiencia concluya con buen sabor de boca. Oxygene 20, el último tema de la trilogía, brilla con luz propia gracias al sonido de órgano de iglesia de su primer tramo, y sobre todo gracias a su denso y mayestático desarrollo posterior, enormemente grandioso, cósmico y estremecedor. Suena por la zona media, con timidez, la melodía de Oxygene 6, suponemos que como una forma de cerrar el círculo.

Lo mejor de Oxygene 3 es el detalle que ha puesto Jean-Michel en el sonido y los efectos de cada tema. La labor de ingeniería es soberbia, ya que hasta en los fragmentos menos inspirados es posible sumergirse sensorialmente. Lo peor es la sensación que queda de que Jarre no ha trabajado todo lo que debería las composiciones. Quizá se deba a la idea que tenía el músico de que el álbum surgiese en su cabeza de manera inmediata, espontánea, pero cualquiera a estas alturas habría sido consciente de que el talento de aquel joven ya no es tan brillante. Lo que no da el genio lo puede dar la constancia, y pienso que Jarre ha confiado demasiado en el primero y ha descuidado la segunda. De todos modos, hay que concederle el haber logrado el objetivo más difícil de todos los que tanto él como nosotros nos planteamos antes de pulsar el botón "play": que Oxygene 3 nos transportase, aunque fuese solo a ratos, al peculiar e irrepetible sonido del primer álbum. Creo que lo logra con solvencia, mejor incluso que en Oxygene 7-13, por mucho que, en todos los demás aspectos, aquella primera secuela fuese muy, muy superior a esta.


viernes, 2 de diciembre de 2016

Feliz 40 cumpleaños, Oxygene.

El álbum Oxygene (1976) de Jean Michel Jarre cumple hoy 40 años. A la espera de poder escuchar como es debido su Oxygene 3, que se ha publicado hoy mismo, toca reivindicar -con mucho gusto- un álbum mítico como pocos en la evolución de la música instrumental contemporánea en general, y de la música electrónica en particular. Sin que Oxygene fuese un pionero, ya que en 1976 ya se habían publicado algunos clásicos imprescindibles de la electrónica "pura", son innumerables las puertas que abrió Jarre para lograr que la música realizada con sintetizadores fuese conocida por el público más general y pudiese cosechar grandes éxitos comerciales.


Creo que Oxygene está exactamente donde se merece en el mundillo de la cultura popular. Es un álbum del que uno o dos temas suenan con frecuencia en los medios, que la gente conoce aunque no necesariamente sea experta en las músicas que comentamos por aquí. Personalmente, creo que no es el mejor álbum de su autor, pero es verdad que fue el primer paso de un todo mucho más grande. Su escucha deja un poso especial que no puede desdeñarse en ningún caso: ese sonido planeador, frío y oscuro, cósmico y lúdico a ratos, con luces y sombras en varios aspectos. No puede negarse una inspiración más que evidente de Popcorn en el temazo Oxygene IV, y también me da la sensación (por ejemplo en el quinto tema) de que algunos de sus movimientos están a medio cocinar, de que había lugar para algo más de elaboración y quizá para algunos minutos extras de música que redondeasen un poco más la experiencia. Entiendo, no obstante, que su frescura y su relativa brevedad son parte de su magia imperecedera.


Jean Michel Jarre comenzaría con fuerza, a la tercera y tras dos álbumes previos poco conocidos, una carrera llena de éxitos y favor popular que lo embarcarían en enormes proyectos en vivo, además de una discografía espectacular en la que cabrían la experimentación y el puro embeleso del placer culpable. Volvería a Oxygene en 1997 con el fabuloso Oxygene 7-13, y pronto comentaremos por aquí su tercera -y parece que última- entrega. Para mí, escuchar el álbum original es como jugar a uno de esos juegos clásicos de consola de 8 bits: es verdad que hoy hacen juegos más llamativos y ruidosos, pero el saborcillo clásico y la capacidad de inmersión de aquellos tiempos ingenuos no hay quien los repita.


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