sábado, 29 de diciembre de 2012

Deep Forest - (III) COMPARSA


1. Noonday Sun (4:59)
2. Green and Blue (4:53)
3. Madazulu (3:23)
4. 1716 (1:03)
5. Deep Weather (4:54)
6. Comparsa (4:58)
7. Earthquake (Transition 1) (0:48)
8. Tres Marias (4:53)
9. Radio Belize (3:58)
10. Ekue Ekue (5:20)
11. La Lune Se Bat Avec Les Étoiles (Transition 2) (2:27)
12. Forest Power (2:47)
13. Media Luna (4:32)

Escuchar música de Deep Forest no es fácil. O puede ser demasiado fácil y me estoy complicando la vida, no lo he decidido todavía. Ya hemos comentado por aquí sus anteriores trabajos Deep Forest (1992) y Boheme (1995), por lo que los seguidores habituales del blog saben de qué clase de música estamos hablando: electrónica, no de baile pero casi, con ritmos complejos y cuajados de sampleados étnicos. Lo que sucede con Comparsa (1998) es que estas características se acentúan, se multiplican por mil, hasta el punto de que uno no sabe si estamos escuchando música esencialmente tribal con una envoltura electrónica, o -más bien- todo lo contrario.

Si en los temas más conocidos hasta entonces del dúo francés, Sweet Lullaby y Marta's Song, encontrábamos un tratamiento melódico sutil con, digámoslo así, uno o dos samples básicos que aportasen consistencia a las canciones, en Comparsa hay tal cantidad de sampleados, tal maraña de sonidos vocales (cantados o no) brotando como nubes de insectos de nuestros auriculares que estamos obligados a dar dos o tres pasos atrás si queremos ver el cuadro completo. Musicalmente hablando, Comparsa necesita ser escuchado al menos dos veces antes de hacernos una opinión sobre él.

Contraportada.

En una primera audición, el álbum recuerda -al menos en mi caso- a varias partes de Zoolook (1984) de Jean Michel Jarre. Parece construido a base de voces sampleadas (esto es, pregrabadas de diversas fuentes y archivos sonoros) usadas a discreción hasta formar un mosaico abigarrado de cuyas junturas no escapa nada. La primera vez se hace difícil incluso seguir las melodías, y la atmósfera es un pelín agobiante. Después, empezamos a ver la luz y apreciamos Comparsa con plena conciencia. Pero insisto: a mi me ha costado trabajo, y mientras redacto estas líneas sigo pensando que necesito otro intento.

Describir cada álbum de Deep Forest no es tan sencillo como hablar de discos conceptuales. Es cierto que cada uno parece centrarse en un tipo de sonido étnico, pero desde luego en este trabajo que nos ocupa, los límites no son demasiado precisos. Tras las selvas vírgenes de Deep Forest y la Europa del este de Boheme, Michel Sanchez y Eric Mouquet viajan en esta ocasión a Centroamérica para conjugar ciertos ritmos con sabor afrocubano y voces de indígenas, tanto en español como en sus lenguas aborígenes. Y no solamente voces, sino también sonidos guturales y murmullos varios. El resultado es una interesante fusión entre lo selvático y lo criollo, reconociblemente "americano", si bien el resultado final no está lejos de lo puramente tribal del primer álbum del dúo. En el fondo, esta podría ser la mejor prueba del grado de perfección que la World Music estaba alcanzando en manos de los franceses.

Portada del single Media Luna, en el que canta Ana Torroja.

Estando ante un trabajo bastante indescriptible, prefiero destacar unos cuantos temas en lugar de repasarlos uno a uno. Noonday Sun es un buen comienzo, luminoso, optimista y muy animado. Otros cortes como el homónimo Comparsa van en una línea parecida. Otros temas aportan un necesario contrapunto relajado, como 1716 o La Lune Se Bat Avec Les Étoiles; y no podemos olvidar Forest Power, marca obvia de la casa, y Media Luna, con la voz de Ana Torroja cantando en español sobre ritmos arábicos. El resto de temas, que son la mayoría, posee su propio encanto y se mueve entre ritmos chill out y experimentos atmosféricos vagamente melódicos. Cada vez que los escucho, incluso los que me parecen menos interesantes, encuentro un toque más acusado (y agradable) de naïf electro-pop europeo de los 80-90 que le va muy bienal sonido Deep Forest, y que no había notado de manera tan acusada en sus álbumes previos.

En resumen, un buen tercer álbum que quizá sufre un poco por la indeterminación de sus objetivos, y que requiere -a mi juicio- de la escucha de los trabajos previos del dúo. Saltárselo sería una mala idea, pero empezar por él sería todavía peor. En Spotify.

Noonday Sun.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Apuesta perdida. Actuamos en consecuencia.

En fin, como persona noble en varios sentidos que soy, tengo que cumplir con la palabra dada. El mes pasado, mientras hacía las maletas para irme a Bugarach, aposté con un par de alumnas -no precisamente seguidoras del blog- a que una tormenta solar iba a derretirle los circuitos hasta al último iPhone del hemisferio norte, el 21 de diciembre para más señas. No creo en los mayas, pero veo demasiado Cuarto Milenio. Evidentemente, perdí la apuesta... así que a partir del 1 de enero de 2013 el blog pasa a ser la plataforma no oficial de las fans de Crepúsculo en la comarca del plástico almeriense.

(las fotos han sido suprimidas para no herir sensibilidades)

Poco más que decir. Mientras os vais pensando si preferís al pálido velludito o al morenazo de la tableta, me despido de vosotros. Recomiendo a los ciento y pico seguidores del blog que se cambien a algún otro sitio interesante, si no quieren sufrir de desprendimiento de retina en cuanto empiece a meter fondos en fucsia. Ay, qué dolor.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Tom Newman - FAERIE SYMPHONY


1. The Woods of... (2:14)
2. Fordin Seachran (1:42)
3. Bean Si (0:21)
4. Little Voices of the Tarans (1:48)
5. The Fluter (3:00)
6. The Seelie Court (4:27)
7. The Spell Breaks (4:07)
8. The Fairy Song (1:17)
9. Dance of the Daoine Sidhe (3:35)
10. Memories of Culchulainn (1:30)
11. Aillen Mac Midna (1:17)
12. The Unseelie Court (4:50)
13. The Woods of... (1:56)

La Sinfonía de las hadas de Tom Newman es un ejemplo perfecto de cómo en los años setenta, sobre todo en el Reino Unido, los límites entre la música folk, el rock progresivo y la incipiente new age eran difusos y se mezclaban con sorprendente facilidad. Y con buenos resultados.

Tom Newman

Faerie Symphony, no obstante, es un álbum que llegó tarde. Si en lugar de publicarse en 1977 hubiese salido a la venta a finales de los sesenta (aprovechando el tirón del renacimiento celta) o principios de los setenta, habría tenido un éxito notable. El momento mejor, eso sí, habría sido inmediatamente después de que el propio Tom Newman saltase a la fama como ingeniero de sonido del revolucionario Tubular Bells (1973). Newman ya estaba asociado a los estudios de The Manor y, por extensión, a la recién nacida Virgin Records de Richard Branson, con lo que tuvo bastante que ver en el porvenir del joven Mike Oldfield y su mitológico debut discográfico. Newman contó con varias colaboraciones de Oldfield en sus propios álbumes, y hasta los años 90 continuó aportando su granito de arena como ingeniero de Mike, hasta que éste cortó relaciones a causa de alguna rocambolesca rabieta. Al igual que sucedió con el desaparecido David Bedford, Tom Newman tuvo que aprovechar de la fama de Oldfield para lograr una aceptación popular que de otro modo habría sido difícil, si bien es verdad que Bedford llegó mucho más lejos que Newman en sus legítimas ambiciones como compositor.

Contraportada.

No es que Tom Newman hiciese de Faerie Symphony una mala copia del sonido folk-rock instrumental de Oldfield, pero sí que puede intuirse la imposibilidad de su gestación sin unos Tubular Bells, Hergest Ridge u Ommadawn de por medio. Aun siendo conscientes de ello, Faerie Symphony tiene sus propios puntos fuertes, sobre todo una evidente deriva hacia el folk bucólico de espíritu celta y, pese a su título, un menor talante cohesivo (y más experimental, si cabe) que los trabajos que hicieron famoso a Mike Oldfield. Una pena es su corta duración, acentuada por el hecho de que contiene muchos temas, demasiado breves para llegar a desarrollar ciertas buenas ideas.

Imagen del interior de la carpeta del vinilo (creo).

Newman es aquí un hombre orquesta que, con la ayuda de unos pocos colaboradores, trabaja a base de teclados, flautas, percusiones y guitarras acústicas. Entre los colaboradores más destacados de Faerie Symphony está Jon Field, miembro de la banda July, de la que Newman había sido miembro antes de que se consolidara (la banda, digo) con el nombre de Jade Warrior. Parece que Mike Oldfield, pese a no estar en los créditos por motivos de contrato, colabora con su inconfundible guitarra en el tema Dance of the Daoine Sidhe

Portada de la reedición en CD, con temas de Fine Old Tom inclusive.

Faerie Symphony transmite la calidez del rock experimental más inspirado de su tiempo y cuenta con un carácter propio bien definido, cosa que se ve enturbiada en ediciones más recientes, donde se incluye en un solo CD junto al primer álbum de Newman, Fine Old Tom (Faerie Symphony fue el tercero), todo el potaje bajo el título algo cutre de Faerie Symphony and Other Stories. Yo soy más proclive a quedarme con lo esencial, así que recomiendo la escucha de Faerie Symphony sin añadidos. Total, en media horita estamos listos.

Primer tercio del álbum. El resto también está en YouTube.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Rick Wakeman ha regresado al centro de la Tierra...

  ...y así se le han quedado las uñas de tanto cavar.
(Imagen de Herald de Paris)

Quienes seguís el blog sabéis de sobra que fui bastante duro con la crítica del álbum Journey to the Centre of the Earth (1974), de Rick Wakeman. Siendo yo un gran admirador de delirios grandilocuentes y setenteros como The War of the Worlds en versión de Jeff Wayne y similares, aquel disco del teclista de Yes  sobre el libro de Julio Verne nunca me ha llegado a gustar. Me parecía feo y pedante, de una grandiosidad pasada de moda que lo hace interesante únicamente a los muy nostálgicos de la época. No es que hoy en día haya variado mucho mi opinión, aunque sí que he llegado a valorar -al menos- su carácter más o menos seminal de cara a posteriores trabajos conceptuales mucho más acertados.

Portada del nuevo álbum.

Hace unas semanas, Wakeman ha publicado una versión regrabada de aquel álbum, quizá el más conocido de su discografía, y que ya contaba con al menos una secuela. Ha sido de forma exclusiva, en principio al menos, a través de la revista Classic Rock. Es la primera grabación de estudio que se realiza del disco, ya que el original fue realizado directamente en directo (válgame la redundancia). Habiendo escuchado este nuevo álbum, y sin que me haya dado gana de tirar cohetes, la verdad es que ha mejorado un tanto mi opinión sobre el trabajo de Wakeman. Es cierto que algunos pasajes cantados me siguen sonando muy cursis, como de musical de Broadway acartonado, pero gracias a la perfección del sonido del estudio soy capaz de valorar muy positivamente los arreglos orquestales, e incluso los barrocos solos de sintetizador que en su día me parecieron en exceso empalagosos. Tengo la impresión de que, si bien el mundo del rock progresivo ha escrito grandes páginas de su historia discográfica sobre el escenario, una obra algo más arriesgada como el Viaje al centro de la Tierra de Rick Wakeman quedó empequeñecida por las lógicas limitaciones del sonido en vivo. 

 En la contraportada, la lista de temas también ha sido reelaborada. 
Recordemos que el álbum original solamente tenía dos pistas largas.

Cuidado, porque el nuevo Journey de Wakeman no va en la línea de lo hecho por Jeff Wayne en su "nueva generación" de La guerra de los mundos. No es una actualización con un nuevo sonido modernizado. Más bien es una traslación nota por nota (y verso por verso, ya que incluso los vocalistas se parecen) del disco del '74, sin indicios de falsa modernez, lo que lo hace seguramente más valioso para los viejos aficionados que para los oyentes actuales. Aun considerando que los motivos del músico puedan ser más económicos que artísticos, tengo la impresión de que este álbum conceptual envejecerá mejor que el original al hacer justicia a sus planteamientos iniciales, por lo que -esta vez sí-, recomiendo su escucha. Por mi parte, es la primera vez que consigo escuchar todo el álbum con atención hasta el final.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Elbosco - ANGELIS


1. Nirvana (4:51)
2. A Kind of Birds (4:18)
3. Nebo (4:43)
4. Spend a Happy Day (4:39)
5. Zom (3:45)
6. Soul Lives Forever (4:59)
7. Angelis (4:06)
8. Children of Light (5:24)
9. Life Is One (4:50)
10. Ego Quos Amo (4:47)
11. Opera Verbum (4:18)
12. Blind Man (4:53)
13. In Excelsis (5:26)

A mediados de los años noventa, en España se realizaron unos cuantos lanzamientos musicales -digamos que por las mismas fechas en que redacto estas líneas- que venían a explorar las posibilidades del mercado nacional en lo que a la música "no convencional" se refiere. El más famoso fue con toda seguridad Angelis (1995), obra del grupo Elbosco, que entró en mi casa vía Reyes Magos junto al contemporáneo Songs of Sanctuary de Adiemus. Por aquel entonces yo estaba todavía muy verde en lo de la música "no convencional", por lo que mi criterio no necesariamente era de fiar. Tampoco creo que ahora sea especialmente fiable (para gustos, colores), pero tanto entonces como ahora reconozco el mérito del invento.

Gracias a la crítica del álbum que publicó Pepe Cantos en su Solsticio de Invierno me enteré de que Elbosco era una especie de formación ficticia en la que trabajaban, bajo extraños seudónimos, el crítico radiofónico y productor Julián Ruíz, el director de orquesta Luis Cobos y el también músico y productor Javier Losada. No estoy muy familiarizado con la carrera de Losada, pero recuerdo los años de mayor fama de Luis Cobos cuando salió Capriccio Russo, y también tuve una época en que seguía a Julián Ruíz en su programa Plásticos y decibelios. El caso es que no es sencillo adivinar que estos señores realizarían una música como la de Angelis, si bien es conocido el carácter ecléctico (y polémico) de Cobos como productor musical y el gusto por lo experimental y electrónico de Ruíz. El caso es que Elbosco, como proyecto, es una mezcla no del todo equilibrada entre electrónica, pop, algo de rap y cantos corales infantiles. La influencia, tanto en el sonido hiper-tecnológico como en el concepto pseudo-religioso e incluso la utilización de seudónimos, es evidentemente Enigma.

Contraportada del CD.

En aquellos tiempos la música de vanguardia, incluso la más comercial, parecía andar tanteando el terreno. El gran auge de la new age pura en los ochenta ya declinaba, se imponía lo étnico y la fusión de sonidos, y algunos títulos importantes de la época se estaban convirtiendo en puntos de referencia constantes. Hablo por ejemplo de 1492: Conquest of Paradise (Vangelis), Tubular Bells II y The Songs of Distant Earth (Mike Oldfield), los susodichos Enigma y sus MCMXC a.D. y The Cross of Changes e incluso algunos títulos de éxito provenientes de la ortodoxia coral religiosa, como aquel álbum de los monjes de Silos que se convirtió en superventas. Todos los títulos antes mencionados se hicieron de oro en España, y era lógico que la industria local reaccionase en consecuencia con productos como este u otros tras los que andaba la misma gente, como Esperanto o CCCP. ¿Oportunismo? Todo el imaginable. ¿Calidad? Bastante, sobre todo gracias a un cierto aire paródico que solamente con la distancia de los años he llegado a apreciar.


El clip de Nirvana. No sale Kurt Cobain.

Alcanzó bastante repercusión el primer single del álbum, Nirvana. Sonó en la radio y en televisión hasta el hastío aquellas navidades, con los niños de la Escolanía del Monasterio de El Escorial cantando en latín en el estribillo y una voz femenina en las letras principales. La mayoría de las voces recuerdan a las de los discos de Michael Cretu. Tuvieron también movimiento mediático otros cortes como Children of Light (vuelta ciclista mediante) y Angelis, aunque el conjunto de temas del CD es bastante salvable y medianamente variado, siempre y cuando sepamos a qué clase de mejunje nos enfrentamos. Lo peor de Elbosco es que sus autores cogieron el dinero y salieron corriendo a preparar otra cosa distinta, publicándose como por inercia un segundo álbum que no compró nadie, y abortando así cualquier continuidad de un proyecto que prometía ser más ambicioso. Todo en él fue muy Español. En Spotify.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Popcorn (pa-lo-mi-tas-de-ma-íz), el éxito fulgurante.

Ni Oxygene, ni Chariots of Fire ni pamplinas. El tema más famoso de la historia de la música electrónica, a nivel popular, es Popcorn. ¿Habrá alguien no lo haya escuchado nunca?

No solamente redacto esta entrada en homenaje al emblemático tema, sino para ayudar un poquito a aclarar algunas confusiones sobre él. No es obra de Jean Michel Jarre (aunque publicase una versión bajo seudónimo), ni de Kraftwerk ni de similares. Es lo que erróneamente puede deducirse de una búsqueda en sitios como YouTube o las plataformas de descargas Ares y eMule. Ya hemos hablado en más de una ocasión de la tendencia a adjudicar cualquier tema instrumental a los artistas antes mencionados, de modo que no es raro encontrar gente en Internet situando Tubular Bells entre las obras de Enigma, el Carmina Burana entre las de Enya, y El último mohicano entre las de Vangelis.

La portada del disco donde se publicó el auténtico Popcorn.

Con Popcorn, el entuerto ha sido mayúsculo sobre todo porque es obra de un artista no especialmente conocido, Gershon Kingsley, y después ha sido versionado por decenas de músicos. Durante los setenta, Popcorn fue prácticamente un himo avant-garde, en los ochenta se acompañaba con el  famoso baile pagafantas del robot, y desde los noventa hasta hoy ha seguido siendo explotado infinitas veces en anuncios, películas y mil cosas más.

El tema original de Gershon Kingsley.

¿Cuál es el secreto de su éxito? Seguramente su sencillez, y también ese divertido aire retro del primitivo electro-pop. Las notas suenas como a pequeños granos de maíz explotando en la olla. En los países de habla hispana aumentó su popularidad el hecho puramente casual de que las sílabas pa-lo-mi-tas-de-ma-íz encajan con la frase melódica principal del tema. En los tiempos en que la electrónica estaba entrando con timidez en la música popular, Popcorn (1969) hizo furor. Mientras los primeros músicos electrónicos "no académicos" se dedicaban sobre todo a reinterpretar temas clásicos (Tomita, Wendy Carlos), Popcorn se impuso como una sólida primera piedra que llevaría al auge de la electrónica de los setenta. Es música con entidad propia, ya no un experimento, ya no una excentricidad.

La versión más famosa, la del grupo Hot Butter.

La versión de la Popcorn Orchestra, o sea, Jean Michel Jarre.

La banda de rock Muse también tiene su versión.

Puede que sin Popcorn nunca hubiésemos tenido el divertido tecno-pop alemán de Kraftwerk, los años Virgin de Tangerine Dream, los álbumes clásicos de Jarre (hay quien dice que la melodía de Oxygene IV es una versión encubierta de Popcorn) o To the Unknown Man, Pulstar y Alpha de Vangelis, amén de otros tantos títulos que hemos manejado en este blog desde hace tiempo, pertenecientes a los años dorados de la "electronic music". Si apuramos un poco, incluso podríamos encontrar una conexión entre el surgimiento de la electrónica de baile, la de los DJs, y el carácter muy bailable de Popcorn.

Kingsley nos la ofrece al piano. Delicatessen.

lunes, 3 de diciembre de 2012

¡Récord de visitas del blog!

Por primera vez, el pasado noviembre hemos superado la barrera de las 20.000 visitas en un solo mes. Seguimos creciendo a buen ritmo, ¡muchas gracias a todos y todas!

martes, 27 de noviembre de 2012

Klaus Schulze - BLACKDANCE


1. Ways of Changes (17:16)
2. Some Velvet Phasing (8:29)
3. Voices of Syn (22:26)

¿Qué es lo que nos fascina de la música de Klaus Schulze a algunos oyentes? Es difícil decirlo. Debe ser una mezcla de pasión por lo raro, necesidad de disfrutar de algo realmente único, y -por qué no- un cierto esnobismo. Podríamos añadir un último factor: el viaje musical, una posibilidad sensorial y mental que la música comercial difícilmente explora, precisamente porque se considera a sí misma como "solamente música". Esto no era así en los años setenta, una época de verdadera ilusión por lo creativo en la que se pensaba que la música podía ofrecer experiencias más completas que una bonita melodía o unas buenas letras. Hemos hablado largo y tendido sobre los derroches de imaginación del rock progresivo y la música cósmica (a la que Blackdance pertenece en mayor o menor medida, siendo un género de límites indefinidos), pero en el caso de discos como este hay que retroceder tres o cuatro pasos más para ver el cuadro completo.

Blackdance (1974) es el tercer álbum compuesto por Klaus Schulze. Generalmente es considerado un disco menor dentro de aquella fabulosa primera época suya, metido entre los rompedores Cyborg y Timewind, y quizá algo más prescindible que éstos. Sus planteamientos son los ya conocidos de la obra de Schulze: desarrollos largos y lentos, capas de sonido superpuestas y tendencia al oscurantismo. Hablábamos de sonidos que hacen viajar, y se hace patente que con una música tan extraña nos dirigiremos probablemente a lugares tan extraños como los que representan las pinturas surrealistas del suizo Urs Amann que ilustran los álbumes clásicos de este compositor que nos ocupa: eriales en penumbra en los que extrañas figuras difícilmente reconocibles surgen aquí y allá como cactus en un desierto infinito de otro universo. Se puede hablar de que esta concepción experimental de la música, un tanto abismal, es más bien fría y deshumanizada. No diré lo contrario, pero apuntaré que Blackdance contiene más elementos no-sintéticos de los que puede parecer.

Imagen del interior de la carpeta del vinilo.

Es cierto que predominan los fabulosos armatostes que entonces eran sintetizadores punteros, pero también tenemos a Klaus tocando una guitarra en el tema inicial Ways of Changes, tema en el que incluso se atreve con percusiones acústicas. No me parece que queden del todo bien, ni en Ways of Changes ni en fragmentos posteriores, pero el intento es loable. El segundo tema, de título Some Velvet Phasing, es un sencillo monólogo electrónico y ambiental que constituye uno de los mejores momentos del álbum. Y puestos a buscarle el lado cálido a Blackdance, hasta la voz humana tiene su hueco en el tercer corte, Voices of Syn. Según leo en una página de referencia (progarchives), se trata del barítono Ernst Walter Siemon, grabado en algún ensayo mucho tiempo antes.

No es un disco especialmente recomendable para principiantes, primero porque el músico estuvo menos inspirado que en otras obras más o menos contemporáneas, y segundo porque enfrentarse a su repertorio exige haber pasado antes por discografías más accesibles como la de Tangerine Dream o quizá Kraftwerk o Jean Michel Jarre, que ayuden a preparar nuestra percepción. En cualquier caso, tener Blackdance en nuestra colección es -una vez más- como poseer un pequeño universo contenido en un estuche de CD al que podemos escapar de vez en cuando con solo apretar unas teclas y cerrar los ojos. Eso no lo da cualquier disco.

Enterito.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Howard Shore - THE HOBBIT: AN UNEXPECTED JOURNEY


CD 1*

1. My Dear Frodo
2. Old Friends
3. An Unexpected Party
4. Axe or Sword
5. Misty Mountains
6. The Adventure Begins
7. The World Is Ahead
8. An Ancient Enemy
9. Radagast the Brown
10. Roast Mutton
11. A Troll-hoard
12. The Hill of Sorcery
13. Warg-scouts

CD 2

1. The Hidden Valley
2. Moon Runes
3. The Defiler
4. The White Council
5. Over Hill
6. A Thunder Battle
7. Under Hill
8. Riddles in the Dark
9. Brass Buttons
10. Out of the Frying-Pan
11. A Good Omen
12. Song of the Lonely Mountain
13. Dreaming of Bag End

(*No incluyo la duración de cada pista, ya que no existe información oficial al respecto. La edición con la que se ha elaborado la entrada es promocional y puede sufrir variaciones en el momento de su publicación oficial.)

Harto de trabajar en algún rutinario día de clase de 1937, el profesor Tolkien de la Universidad de Oxford cogió uno de los exámenes que corregía y le dio la vuelta. Sobre el papel en blanco escribió: "En un agujero en el suelo, vivía un hobbit". Esa es la famosa anécdota que se cuenta sobre el nacimiento de una de las piedras angulares de la moderna literatura fantástica y de aventuras, El hobbit, cuya versión fílmica llega a los cines en diciembre de 2012. La trilogía literaria de El Señor de los Anillos fue realmente una secuela de esta primera novela de J. R. R. Tolkien que terminó adquiriendo dimensiones gigantescas, opacando en gran medida las virtudes sobresalientes de su más modesta (que no menos brillante) predecesora. 

Howard Shore en el tajo (de locoxelcine.com).

Mucho se habló en su día sobre los recortes argumentales que sufrió la adaptación al cine de El Señor de los Anillos (2001, 2002, 2003) para su estreno como trilogía, y en el caso de El hobbit las cosas parecen haber funcionado al revés. Es un libro de 200 páginas que, para convertirse en una nueva trilogía, ha necesitado combinar una traslación escrupulosa de cada fragmento del libro con algunos añadidos procedentes de los llamados ambiguamente "apéndices" de la obra de Tolkien, así como de la imaginación del director y co-guionista Peter Jackson. También al revés ha funcionado el desarrollo del argumento, ya que, como decíamos antes, El hobbit fue anterior a El Señor de los Anillos y aquí su trama es tratada como "precuela". El hobbit era  de todos modos un estreno inevitable tras la aclamada trilogía de hace una década, pero su creación ha pasado por innumerables obstáculos, desde los problemas para rodar en Nueva Zelanda a la renuncia de su director original, Guillermo del Toro. Pero El hobbit tenía que llegar, y Howard Shore era indiscutible como autor de su(s) banda(s) sonora(s). Incluso cuando Jackson prescindió de Shore en King Kong (2005) por tener distintas visiones sobre su ambientación musical, el compositor canadiense estuvo asegurado para cualquier futurible proyecto ligado a la Tierra Media y sus habitantes. Le avalan 3 Oscars por su monumental trabajo en la trilogía y el reconocimiento absoluto de crítica y público, de modo que las expectativas respecto a El hobbit eran enormes. Podemos respirar tranquilos, porque Howard Shore se ha vuelto a superar. La película no lo sé, pero su B.S.O. ya es un clásico.

Los enanos que van a recuperar la Montaña Solitaria.

Lógicamente, no he visto la película, pero acabo de escuchar el CD doble con la versión "normal" de su banda sonora y afirmo rotundamente que está a la altura de sus anteriores aproximaciones al universo tolkiano. Leí el libro hace años, y aunque la película contenga escenas que desconozco, su música es tan autosuficiente en lo narrativo como cabría desear. Por eso es fácil deducir a qué escena corresponde cada fragmento musical del álbum (a esto ayuda el que la película El hobbit: un viaje inesperado ha sido concebida, también musicalmente, como precuela de El Señor de los Anillos, y que muchos cortes de los CDs se titulan como capítulos del libro). Advierto de que el análisis puede contener destripes del argumento.

Imagen de un póster de la película.

Howard Shore parte de una serie de melodías conocidas para construir una nueva composición con entidad propia, quizá un poco más incidental que en la trilogía anterior, pero igualmente sostenida en temas conductores o "leitmotivs", y escrita con el mismo lenguaje musical sencillo, muy clasicista y abundante en fragmentos corales (aquí muy variados) y épicos a rabiar. No abusa de los viejos temas, por cierto, y hay numerosas novedades que ayudan a diferenciar mucho a esta aventura de las anteriores. La primera -y quizá más destacable- es una potenciación de las cuerdas que aporta una dimensión muy orgánica, directa y llena de matices, a la música. La segunda novedad es un tema principal que sirve como melodía recurrente de la partitura. Se trata de la "Canción de la Montaña Solitaria", que suena con distintos tonos dramáticos en temas como The World Is Ahead, Roast Mutton, Over Hill y sobre todo en Misty Mountains y The Song of the Lonely Mountain

En el primer trailer, los enanos cantan Misty Mountains y después suena Over Hill.

Se trata de la adaptación que hace Shore, con la colaboración del grupo pseudo-étnico Plan 9, del poema que Tolkien pone en boca de la compañía de enanos protagonistas de su libro. Es una especie de arenga que reivindica el derecho de Thorin Escudo-De-Roble y sus enanos sobre el tesoro robado por el dragón Smaug muchos años atrás en el antiguo reino minero de la Montaña Solitaria, que funciona tanto en la película como en su banda sonora como principal motor (y motivador) dramático. El cantante de Crowded House, Neil Finn, canta una versión alargada del mismo tema en el penúltimo corte del álbum. Es el clásico tema pseudo-pop que suele incluirse para aumentar las ventas, y sin embargo suena genialmente integrado gracias a sus coros y sus repiqueteos de yunques, como si los enanos cantaran mientras preparan las armas para el asalto a su Montaña.

The Song of the Lonely Mountain, con Neil Finn y Plan 9.

Un tema bien conocido que también tiene gran importancia aquí es el de la Comarca, esa pieza amable y bucólica que nos recuerda el apacible país de los hobbits. Es utilizado como leitmotiv del protagonista, Bilbo Bolsón, tanto de su persona como de su constante añoranza de su bonita casa en la verde colina de Bolsón Cerrado. Está muy presente, por ejemplo, en el tema inicial My Dear Frodo y en el siguiente Old Friends.

Los primeros temas del álbum corresponden a la visita de los enanos a Bilbo.

Otras piezas de El Señor de los Anillos tienen también breves -pero notables- apariciones, un tanto tímidas, casi como subrayando su carácter premonitorio. Por ejemplo, escuchamos el exótico tema de Lothlórien para evidenciar la presencia de la reina élfica Galadriel en el Concilio Blanco (The White Council) al que asiste el mago Gandalf el Gris. A este respecto, decir que hay trocitos dispersos aquí y allá, de los temas que en la trilogía correspondían a Mordor y Sauron (en An Ancient Enemy, por ejemplo), un villano que todavía no ha dado la cara y se hace pasar por el Nigromante contra el que lucha el Concilio. 

Gandalf el Gris y Radagast el Marrón.

También asiste al mismo el mago Radagast, que cuenta con un excelente y novedoso tema propio (Radagast the Brown) lleno de violines y bellos coros infantiles. Para terminar, y sin pretender ser exhaustivo, decir que también podemos escuchar melodías correspondientes a Rivendel en The Hidden Valley; y al Anillo Único y su maldición, muy sutiles, en el tema Riddles in the Dark, correspondiente al encuentro de Bilbo y el torturado Gollum.

Bilbo Bolsón en Rivendel.

Mención aparte merecen los fragmentos de acción (Warg-scouts, Out of the Frying-Pan), casi siempre caracterizados por composiciones simples y potentes para instrumentos de viento y coros amenazadores. No son orcos sino trasgos los principales villanos que acechan en las cavernas y bosques de El hobbit, pero su música -así como la naturaleza de ambas criaturas- es parecida. 

Evidentemente, habrá que esperar a la película para saber al detalle qué clase de aventuras esperan a Gandalf en sus investigaciones sobre el Nigromante, que son las escenas menos definidas de antemano al ser en gran medida obra de los guionistas y no tanto de Tolkien. Temas bastante incidentales como The Hill of Sorcery ("La Colina de la Hechicería"), An Ancient Enemy y buena parte de la larga The White Council parecen claramente ligadas a esta rama argumental, pero no me atrevo a describirlas más allá de su carácter oscurantista y premonitorio. En cualquier caso, si atendemos a la lista de temas del álbum llegaremos a la conclusión de que no hay en la película El hobbit tantos añadidos de cosecha propia de Peter Jackson y compañía como podría parecer a priori, y eso que la historia de esta primera entrega termina -creo- con el rescate de los protas gracias a las águilas en una arboleda en llamas, justo después de escapar de los trasgos de las Montañas Nubladas. Un bonito cierre para el álbum es la breve pero hermosísima Dreaming of Bag End ("Soñando con Bolsón Cerrado"), onírica y fantástica a reventar.

Neil Finn (de rollingstone.es).

Y poco más hay que decir, salvo que para esta ocasión Howard Shore ha contado con la Orquesta Filarmónica de Londres y que el álbum ha sido grabado en los estudios Abbey Road. Salvo por Neil Finn, Plan 9 y el actor Richard Armitage (que interpreta al líder enano Thorin), no hay, que yo sepa, colaboradores de campanillas procedentes del ámbito de las "nuevas músicas" o la world music como en el pasado estuvieron Enya o Sheila Chandra. Tampoco es que hagan mucha falta, considerando la sobrada calidad de la obra. Los temas de cada CD, por cierto, van todos enlazados y sin interrupciones como en una única gran pieza de concierto, por lo que es recomendable contar con el álbum original o con un reproductor que no introduzca pausas entre los cortes si queremos disfrutar de la música plenamente. Se publicará una edición especial con algunos cortes extra, y con temas extendidos ya presentes aquí.

En fin, una maravilla que nos devuelve felizmente a la añorada Tierra Media. Y el año que viene, otra.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Carlos Núñez - A IRMANDADE DAS ESTRELAS


1. Amanecer (4:36)
2. A Irmandade das Estrelas (4:11)
3. Nubes del otro lado (4:03)
4. Negra Sombra (5:27)
5. Os Gaiteiros da Noite (3:27)
6. Cantigueiras (4:10)
7. Villancico para la Navidad de 1829 (3:10)
8. Bailando con Rosiña (2:14)
9. Lela (3:55)
10. The Flight of the Earls (2:31)
11. Canto de Afiador (1:19)
12. Para Vigo me voy (2:36)

La Hermandad de las Estrellas (1996) es el título en castellano del álbum de debut del gaitero y flautista gallego Carlos Núñez. Pese a que fue un disco de enormes repercusiones comerciales y populares, siempre me ha gustado más Os amores libres (ya comentado en este blog). No obstantes mis preferencias, A Irmandade das Estrelas es un disco enorme, tan completo y satisfactorio para cualquier público que con razón estuvo muchas semanas en lo más alto de las listas de ventas españolas y tampoco le fue nada mal en el extranjero.

Carlos Núñez fue todo un descubrimiento para los aficionados a la música celta, sobre todo porque no estamos hablando únicamente de un dotado folclorista e intérprete de su instrumento. Es un artista redondo con hambre de creación, con capacidad para el riesgo y la reinvención personal, y precisamente este aperturismo lo aproxima a sus "padrinos" musicales, los mismísimos The Chieftains, que en alguna ocasión le han considerado como uno de ellos. Núñez representa, dentro de la música celta de la cornisa cantábrica española, los mismos valores de sus amigos irlandeses: pureza total cuando se persigue ésta, y heterodoxia aventurera cuando se tercia. Es bien sabido que el artista que nos ocupa es, además de músico, todo un investigador del folclore de su tierra y un viajero bastante inquieto.

Trasera del libreto del CD.

A Irmandade das Estrelas no se queda lejos de lo que otros muchos músicos, dentro y fuera de su género, suelen ofrecer como primer trabajo publicado: un colorido "muestrario de moquetas" en el que cabe un poquito de todo, desde temas tranquilos y meditabundos en la línea un tanto melancólica del propio paisaje gallego, a auténticas algarabías virtuosas. Especialmente populares se hicieron las excelentes Bailando con Rosiña (que alguien calificó acertadamente de "música para una película muda") y Villancico para la Navidad de 1829, maravillosa mezcla de solemnidad y optimismo. Era normal que Núñez también dejase un espacio para algunas colaboraciones de lujo que le apoyasen en su debut, y consiguió colar al menos a un peso pesado en cada tema del disco: la guitarra de Ry Cooder, Luz Casal cantando a Rosalía de Castro, dos miembros de Nightnoise, Kepa Junkera y su trikitixa, Dulce Pontes, La Vieja Trova Santiaguera y otros muchos, incluyendo por supuesto a The Chieftains. Podríamos ver A Irmandade das Estrelas como un preludio al genial despiporre multiétnico de Os amores libres, ya que incluye flamenco, jotas, polkas, un son cubano... aunque en mi opinión este primer álbum pone a los colaboradores al servicio del músico, y no al contrario (como quizá ocurría en su segundo lanzamiento). En este sentido, es de admirar la gran disponibilidad que suelen tener los más respetados músicos celtas cuando se les llama incluso para participar en trabajos de artistas jóvenes o desconocidos, un hecho del que este disco es un ejemplo entre muchísimos. Chapeau por ellos, toda una "hermandad de estrellas".

Portada de la edición internacional del disco.

Es cierto que en los años de esplendor de lo celta se lanzaban discos como churros y muchos de ellos daban en la diana, pero Carlos Núñez destacó por su seriedad y la profundidad de su propuesta. No fue este un trabajo coyuntural que se aprovechase de la moda del momento, sino una obra madura y muy rica que estaba hecha para perdurar. En Spotify.


Villancico para la Navidad de 1829.


Negra Sombra.

martes, 13 de noviembre de 2012

El sonido macarra de James Bond.


Estos días, entre el estreno de Skyfall y el 50 cumpleaños de la franquicia, han llegado numerosos productos al mercado para los fans de James Bond. Hay deuvedés, blurais y también un bonito CD doble que lleva el título de Best of Bond... James Bond, que realiza un interesante recorrido por ese peculiar sonido que caracteriza la música de la saga. Y digo que es interesante porque no solamente incluye las 22 canciones pop-rock que acompañan los sensuales títulos iniciales de cada película hasta la fecha, sino que en el segundo disco (en la edición "deluxe") hay acertados extractos de las partituras instrumentales. En este sentido, el músico más mimado es el inevitable John Barry, autor que con más música ha contribuido a la serie. No obstante, también hay piezas de compositores de renombre como Marvin Hamlisch, David Arnold, Bill Conti o Eric Serra, así como alguna rareza.

Portada de la edición con 2 CDs.

Ni soy un gran admirador de la música pop ni especialmente seguidor de las andanzas de 007, pero es de justicia reconocer el encanto que suele caracterizar los temas cantados de los filmes de Bond. Por esta tarea ha pasado gente tan popular como Nancy Sinatra, Shirley Bassey, Paul McCartney, Tom Jones y Madonna. No se incluye el último tema, el elegante Skyfall que canta Adelle. ¿Es "elegante" la palabra, en realidad? Yo diría que los arreglos orquestales que acompañan estos temas son más que nada macarras, en el sentido más divertido de la expresión. Es divertidísimo descubrir cómo ha ido evolucionando el prototipo de la canción Bond desde hace cincuenta años, y cómo en esencia es siempre la misma. Yo me quedo con We Have All the Time in the World de 007 al servicio secreto de Su Majestad, cantada magníficamente por Louis Armstrong, con You Only Live Twice (Sólo se vive dos veces) y su inconfundible toque Barry, Live and Let Die (Vive y deja morir) de Paul McCartney & Wings, y You Know my Name, de Casino Royale.

Contraportada. Pinchando podemos verla a mayor tamaño para leer la lista de temas.

Hay cabida en esta colección para la famosa controversia sobre la autoría del tema de Bond, ya que se incluye tanto música de su autor primigenio Monty Norman en la película Dr. No como del arreglista en la misma película, John Barry junto a su orquesta. Cuando el tema salió publicado, lo único que pudo hacerse para establecer su autoría fue confiar en la palabra de ambos artistas, y tanto el uno como el otro se apuntaron el tanto. Pese a que una sentencia judicial otorgó finalmente la autoría a Norman, mucho se ha comentado aun después sobre a quién se debe realmente el mérito de la composición. Hoy en día es aceptado -en general- el reconocimiento a ambos: Norman como probable compositor de la melodía "en bruto", y Barry como responsable de su forma definitiva, más elegante y perfecta por su exquisita macarrería, en parte debida a su riff surfero de guitarra, de moda entonces. Como anécdota, el segundo CD contiene la versión que hizo Moby del tema en cuestión, que también se ha hecho bastante célebre.

El tema en cuestión.

No me atrevería a recomendar ningún disco en concreto, dentro de la larga colección de bandas sonoras de 007, como un trabajo esencial dentro del género; pero es obvio que la música de la saga, ese sonido Bond cuya personalidad nadie discute, sí que es de obligado conocimiento para todo aficionado a la música de cine. Evidentemente, esta colección es algo escueta si queremos tener una idea general de lo que ha dado la franquicia del agente secreto al género de las bandas sonoras. De hecho, la evolución del estilo compositivo de cada banda sonora es fiel reflejo de la evolución de todo el gremio del soundtrack de cine durante los últimos cincuenta años, desde las orquestas instrumentales que en los años sesenta incorporaban un cierto talante pop, al sinfonismo gigantesco que resurgió en los setenta y se mantiene vivo hoy con algún detalle electrónico. No es que una antología en dos discos profundice demasiado pero, no obstante, es muy apta para tener un primer acercamiento. Puede escucharse al completo como playlist en Spotify.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Michael Nyman - DROWNING BY NUMBERS


1. Trysting Fields (3:29)
2. Sheep and Tides (1:45)
3. Great Death Game (2:21)
4. Drowning by Number 3 (3:31)
5. Wheelbarrow Walk (2:13)
6. Dead Man's Catch (2:32)
7. Drowning by Number 2 (6:13)
8. Bees in Trees (2:14)
9. Fish Beach (2:29)
10. Wedding Tango (4:00)
11. Crematorium Conspiracy (2:39)
12. Knowing the Ropes (3:18)
13. Endgame (8:05)

Drowning by Numbers (1988) es el título de una de las bandas sonoras cinematográficas más populares en la carrera del compositor minimalista Michael Nyman. Se trata de la partitura original para la película del mismo título de Peter Greenaway, que en España se tituló Conspiración de mujeres, y cuyo título original, naturalizado, viene a significar "Ahogamiento paso a paso".

Peter Greenaway y Michael Nyman.

Peter Greenaway es especialmente conocido por su tendencia hacia un cine altamente surrealista y provocador, algo frío en la línea de Kubrick, pero en general bastante imaginativo y merecedor de gran aceptación por parte del público culto. Su labor como cineasta parece haberse desarrollado, al menos durante los mejores años de la misma, de la mano de Michael Nyman y su música. Teniendo en cuenta que Greenaway y Nyman se conocían desde mucho antes de que ambos saltasen a la fama, casi podríamos decir que su colaboración vino a ser la deseada consecución de un proyecto común. Desde luego, se hace muy difícil no asociar los ambientes enrarecidos de películas como El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante o El contrato del dibujante con las pinceladas sonoras del conjunto de cámara de Nyman y su sonido estrambóticamente británico. 

Cartel de la película.

Habrá quien diga que algunas bandas sonoras de cine son extrañamente "ruidosas" si consideramos que han sido realizadas por músicos minimalistas, pero es que el minimalismo desarrollado dentro de la música clásica contemporánea tiene en realidad poco que ver con esa "sencilla tranquilidad" que el término parece sugerir a los oídos de los neófitos. El minimalismo es simplicidad estructural, melódica y compositiva, pero poco espíritu zen vamos a encontrar en obras tan conocidas como Koyaanisqatsi de Philip Glass o la propia El contrato del dibujante, de Nyman. El minimalismo puede resultar incluso descacharrante, y en esto el músico que nos ocupa es un especialista.

Trailer de la película, con su música original.

No obstante, en Drowning by Numbers encontramos a un Michael Nyman algo más clasicista y reposado (que no necesariamente relajado) que en otros trabajos para Greenaway. La película -que no he visto- trata sobre un grupo de mujeres que deciden ahogar a sus maridos, y pese a una premisa tan heavy, Nyman compone una serie de piezas que fluyen como la seda, a ratos como si fuesen pequeñas piezas de baile de salón coloristas y amables, con todo lo mejor del estilo de su autor. En mi opinión, Drowning by Numbers  puede verse como el trabajo de Michael Nyman que más perfectamente resume su personal sonido como compositor.

Trasera de alguna edición en CD.

Los temas del álbum son cortitos y precisamente por eso no sobra nada en el disco. No hay material de relleno, y eso que no se abusa de la revisión de melodías más allá de lo normal en cualquier banda sonora al uso. Si de todos modos nos empeñamos en destacar algún tema, yo me quedaría con Sheep and Tides (que sonó bastante en algún anuncio o en alguna cabecera de TV), Great Death Game y Knowing the Ropes. El álbum al completo es un clásico de los gordos dentro de las "nuevas músicas" en su vertiente más madura, y también puede ser un buen título para iniciarse en el repertorio de Michael Nyman. En fin, muy completo. En Spotify.

Sheep and Tides, en concierto.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La música de "El Hobbit", el 10 de diciembre.


Muchos ya sabréis que esta navidad tendrá lugar el esperado regreso de Peter Jackson a la Tierra Media con su adaptación de la novela El Hobbit, en la que será su primera entrega titulada Un viaje inesperado. Pues bien, desde hace un par de días ya se conoce la fecha de publicación (repito: 10 de diciembre) de su esperadísima banda sonora a cargo de Howard Shore, quien ya ganó dos Oscars con la trilogía de El Señor de los Anillos, mérito sin precedentes en una sola saga fílmica. Existe ya una lista con los temas del álbum en cuestión (aquí mismo), que se publicará en dos formatos: uno "sencillo" que contará con 2CDs (por lo que será bastante exhaustivo, entendemos) y una edición especial con todavía más música. También sabemos que el cantante invitado a participar en la música de los créditos finales es Neil Finn, vocalista de Crowded House. Y como podéis ver aquí mismo, ya hay también portada para ambas ediciones. Me huelo que se va a filtrar a Internet mucho antes del lanzamiento oficial. Cuánta nostalgia de buen cine fantástico, y cuántas ganas de volver a los "locus amoenus" tolkianos.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Enya - AMARANTINE


1. Less Than a Pearl (3:44)
2. Amarantine (3:13)
3. It's in the Rain (4:08)
4. If I Could Be Where You Are (4:01)
5. The River Sings (2:49)
6. Long Long Journey (3:17)
7. Sumiregusa (Wild Violet) (4:42)
8. Someone Said Goodbye (4:02)
9. A Moment Lost (3:08)
10. Drifting (4:12)
11. Amid the Falling Snow (3:38)
12. Water Shows the Hidden Heart (4:39)

Si es bastante difícil publicar un segundo álbum de éxito tras un bombazo inicial, todavía más complicado es publicar un álbum de éxito cuando el anterior ha supuesto prácticamente una resurrección comercial. No es que la carrera de Enya estuviese precisamente agonizando cuando el éxito de A Day Without Rain (2000) desbordó todas las previsiones, pero se puede decir que la irlandesa recuperó el tirón mediático que había ido disipándose levemente desde los tiempos de Watermark. Su participación en la banda sonora de El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo (2001) terminó de confirmar su excelente estado de forma. Cuando en 2005 se publicó Amarantine, pese a que llegó a vender más de 6 millones de copias y a ganar  el enésimo Grammy para Enya, se tuvo cierta sensación de agotamiento en la creatividad de su autora que con el tiempo ha ido agudizándose.

Portada del single Amarantine.

Objetivamente, no es que haya mucho que reprocharle a Amarantine, pero en mi caso personal fue un álbum que no cuajó. Y que conste que con Enya suelo ir con las defensas bajas, ya que entiendo perfectamente el carácter único y, por lo tanto, naturalmente inmutable estilo de su música. En esencia, y salvo que uno esté familiarizado con su discografía (o al menos con eso que llamaríamos "nuevas músicas"), todos los discos de Enya suenan igual: canciones polifónicas a base de montar su propia voz en diversas capas que parecen coros, sutiles sintetizadores y algún toque de piano, fondos extraordinariamente bien trabajados, textos en inglés, gaélico, latín y/o Loxian (un idioma inventado por su colaboradora Roma Ryan), inclusión de varios cortes instrumentales... Es terreno conocido, y el mero hecho de saber que uno va a transitarlo otra ven en un nuevo CD hace que le pongamos pocas pegas. Lo que ocurre con Amarantine es que resulta más difícil que en otras ocasiones empaparse del saborcillo del conjunto. Probablemente no se trate de un trabajo conceptual como sí lo fue A Day Without Rain, y aun así su escucha de cabo a rabo carece del encanto fascinante de trabajos anteriores. La fórmula se hace demasiado evidente, y al final Amarantine se percibe más como una colección de temas sueltos que como un concienzudo álbum con carácter propio.

Vídeo oficial de Amarantine.

También influye en esta opinión mía que el tema central del álbum y primer single, Amarantine, me resulte más bien sosito. No es un mal tema para incluir en recopilatorios de Enya, pero está lejos de la frescura onírica de Orinoco Flow, Caribbean Blue o Wild Child. El vídeo promocional era bonito, eso sí, y encima se publicó una golosa edición navideña con un segundo disco de villancicos.

La edición navideña.

El álbum incluye otros temas destacables, como el inicial y grandilocuente Less Than a Pearl, la potente It's in the Rain (que también fue single), la bella y cálida If I Could Be Where You Are o la etérea Sumiregusa (cantada en japonés). Andan por ahí algunas composiciones algo tontas -para mi gusto- como Long Long Journey o Someone Said Goodbye, pero en general hablamos de temas de muy alto nivel. Siendo capaz de admitir plenamente la gran calidad de Amarantine, e incapaz de ser objetivo en mi respetuosa disidencia, me pregunto qué será lo que falla.

Vídeo del tema It's in the Rain.

Quizá pueda resumir este ligero desencanto en un par de reflexiones. Lo primero que me viene a la cabeza es que, cuando empecé a escuchar a Enya a mediados de los noventa, su estilo tan personal me cautivó por completo. Sus discos fueron mi primera aproximación al género new age en estado puro, y por lo tanto no tenía nada con lo que compararlos. Creo que cuando escuché Amarantine, sobre todo considerando que la perfección de A Day Without Rain me había entusiasmado en tiempos de mayor experiencia musical, no esperaba encontrarme con una Enya mucho más "a palo seco", mucho más libre, que no me sorprendió ni por el fondo ni por la forma. Con todo, sigo teniendo Amarantine como una asignatura pendiente. Sé que algún día me va a encantar, lo voy a comprender por fin, pero sigo sin encontrar el momento ni el estado de ánimo. Hoy en día sigo concibiéndolo (¡y sé que me equivoco!) como un Watermark acartonado y fósil, pero si tuviese delante a Enya seguramente le dedicaría sinceramente aquella vieja excusa de las rupturas de pareja: no es por ti, es por mí. En Spotify.

martes, 30 de octubre de 2012

Steve Hackett revisa a Genesis.

El virtuoso de la guitarra Steve Hackett, miembro de la banda progresiva Genesis en sus mejores tiempos, ha publicado hace una semana la segunda parte de su álbum de 1996 Watcher of the Skies: Genesis Revisited. El título en esta ocasión se queda en Genesis Revisited II, aunque el álbum esta vez contiene 2 CDs. Agradezco al estupendo blog Leonardinsky 2.1 el placer de habérmelo encontrado.

La portada.

Los seguidores más expertos del rock progresivo (entre los que no me encuentro) saben de sobra que las bandas y solistas míticos de los dorados setenta, sobre todo las que sobreviven desde entonces bajo el epíteto de "dinosaurios", son en exceso aficionados a los auto-homenajes constantes, que a su vez se traducen en álbumes que -una y otra vez- recuperan o revisan temas de sus álbumes clásicos. Hay todo un maremágnum de revivals conmemorativos, recopilatorios exhaustivos, conciertos inéditos y DVDs de todo pelaje. También son multitud los artistas que, salidos de las filas de las bandas más legendarias, se reencuentran unos con otros para grabar algún álbum con material nuevo. En la mayoría de los casos se trata de obras que, independientemente de su calidad, vienen a ser carnaza para fans. Este trabajo de Steve Hackett podría perfectamente pertenecer a esta última categoría.

 Portada de la primera parte del álbum, de 1996.

Lo que marca la diferencia es que Hackett, de entre todos los músicos míticos de su tiempo, es uno de los que mejor ha sabido encaminar su carrera como solista, con trabajos a la vez cautivadores para los fans y obras exquisitamente novedosas y creativas (véanse A Midsummer Night's Dream o Bay of Kings, ambas en este mismo blog). Su regreso al repertorio de Genesis no es cualquier regreso, ya que se atreve -como otros ex-miembros de la banda no se han atrevido- a reinterpretar un buen puñado de éxitos de aquellos primeros álbumes previos a la marcha de Peter Gabriel y las estrategias de supervivencia de los ochenta con Phil Collins.

 La maravillosa y apocalíptica portada muestra Venecia inundándose.

Así nos encontramos con una serie de versiones bastante cercanas a los originales en las que sobresale la sensibilidad de Hackett para hacer notar su  calidad instrumental (tanto el suyo como el que parece exigir a sus muchos colaboradores del álbum), logrando incluso que algunos temas algo áridos de discos como Foxtrot, Selling England by the Pound o The Lamb Lies Down on Broadway nos parezcan ahora mucho más comprensibles, menos extravagantes e incluso milagrosamente actuales. De los años en que Genesis comenzó a reestructurarse hacia lo que sería en los ochenta, también se cuela alguna maravilla como Entangled, de A Trick of the Tail. Es mi tema favorito de este doble trabajo.

 Steve Hackett (de www.progrockmag.com).

E insisto: la revisión que del repertorio de Génesis hace el nuevo álbum es muy purista, no renunciando ni siquiera al sonido de instrumentos como el Mellotron y su peculiar sonido setentero. La única pega que podemos ponerle es que los vocalistas seleccionados suenan en algún momento más a imitadores de Gabriel y compañía que a cantantes con identidad propia, de tanto como se parecen -sin ser idénticas- sus voces. Aun contando con eso, Genesis Revisited II es una delicia para los seguidores actuales del rock progresivo. Insisto: los actuales, los de ahora. Y los de antes, también.

Un vídeo promocional (en inglés).

jueves, 25 de octubre de 2012

Popol Vuh - IN DEN GÄRTEN PHARAOS


1. In Der Gärten Pharaos (17:38)
2. Vuh (19:51)

"Popol Vuh son los más grandes ídolos que he tenido y que jamás tendré"
(Michael Cretu, responsable del proyecto Enigma)

Entre las exquisiteces del gourmet musical más exigente se encuentra la práctica totalidad de la discografía de Popol Vuh. Como hace bastante tiempo que no comento nada suyo en el blog, refrescaremos la memoria diciendo que se trata de la mítica banda alemana liderada por el pianista Florian Fricke, especialmente conocida por haber compuesto las bandas sonoras de las películas de Werner Herzog Aguirre: la cólera de Dios y Nosferatu. Comenzaron plenamente integrados en el krautrock electrónico e instrumental de los últimos sesenta y los primeros setenta para evolucionar poco después, de manera inesperada y casi milagrosa, hacia un sonido plenamente acústico, con resonancias religiosas y místicas. In Den Gärten Pharaos (1971) es el segundo álbum de Popol Vuh, el último de los suyos en inscribirse dentro de lo que después llamarían "música cósmica" o Kosmischemusik, posterior al sorprendente Affenstunde (1970) y previo a uno de sus grandes clásicos, el apabullante Hosianna Mantra (1972).

Florian Fricke (1994-2001).

No es demasiado fácil encontrar información en la Web sobre cada uno de los álbumes de Popol Vuh, sobre los conceptos manejados en ellos al menos, por lo que -una vez más- me limitaré a ofrecer impresiones personales que, espero, sean útiles a los lectores. Este In Den Gärten Pharaos podría servir -valga esto como introducción- como perfecto ejemplo del sonido de la banda a lo largo de sus primeros años. Me refiero a que aglutina, en los dos largos temas que lo constituyen, tanto la vertiente oscurantista de la electrónica alemana de sus inicios como las aproximaciones étnicas que realizaron en su discografía posterior. Es un álbum más o menos esotérico, menos luminoso que lo ofrecido en sus siguientes títulos, aunque ya predomina una atención al detalle y la atmósfera que presagia la rama más pura del ambient. En el caso de álbumes como este, curiosamente, sucede que la imperfección del sonido (algo pobre pese a las remasterizaciones, quizá a causa de la economía de medios originaria) aumenta su carácter fascinante. Más que un disco de 1971, parece una obra realizada en otro planeta, en otra dimensión quizá, y quién sabe cuándo.

Portada de una edición que reúne este álbum con Aguirre.

El álbum original contenía solamente dos temas: In Den Gärten Pharaos y Vuh, aunque en las más recientes ediciones en CD se incluyen otros dos temas inéditos titulados Kha-White Structures 1 y 2. El tema homónimo al álbum se sustenta en unos fondos percusivos de inspiración turca y árabe bastante extraños y en desarrollos instrumentales más o menos estáticos (ahí estaba el clásico sintetizador Moog utilizado sabiamente), salvo por algún fragmento relativamente más movido con elegantes desarrollos de teclado. Por ahí comenta alguien sus semejanzas con Ummagumma de Pink Floyd, y no va desencaminado.

In Den Gärten Pharaos.

Vuh, por su parte, fue grabado en directo en el interior de una iglesia. Suena potente el órgano mientras van y vienen distintos golpes de platillos (¿y gongs?), haciéndose la cosa un pelín larga, de no ser porque la atmósfera es tan poderosa que el viaje (en todos los sentidos) es muy interesante. El segundo tema es una clara muestra del carácter espontáneo de las grabaciones de Popol Vuh, que en algunos casos resultó en álbumes construidos a base de recortes un tanto azarosos de interminables sesiones de improvisación. Como decíamos, la calidad del sonido no siempre sale bien parada.

Vuh.

Acompañan a Florian Fricke Holger Trulzsch, encargado de las percusiones, y Frank Fiedler, que se encarga de las mezclas de los sonidos de sintetizador. Otra forma de entender la música de aquellos años maravillosos, de crear belleza con los sonidos de instrumentos que hoy en día se han trivializado bastante. Otro pequeño clásico para salir de la rutina.
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