lunes, 31 de enero de 2011

John Barry (1933-2011)


Este fin de semana ha fallecido John Barry a los 77 años de edad, y toca hacerle un modesto homenaje, el que puede permitirse un bloguero. Realizar una retrospectiva de su carrera es una labor muy ardua, ya que los músicos que, como él, eran habitualmente requeridos para todo tipo de producciones, cuentan con discografías inmensas. Para hacer un sencillo homenaje a su persona y su corpus creativo, he preferido centrarme en sus obras más difundidas desde el punto de vida del gran público, que al final suelen ser las que quedan para el recuerdo.

Aunque no todo el mundo lo sepa, John Barry es el principal artífice del famosísimo tema de James Bond. Es habitual que se hable del músico Monty Norman como compositor de esta melodía tan característica, y así figura de modo oficial en la película, aunque fue seguramente Barry quien le dio el empaque sofisticado y algo canalla que posee desde aquella primera entrega de 007, Dr. No (1962). Desde entonces, los productores de la saga del superagente contaron con John Barry de modo casi ininterrumpido hasta finales de los ochenta, logrando definir un ambiente musical característico para la serie cinematográfica que se conoce como "sonido Bond". Y no solamente compuso música orquestal, sino algunas de las canciones que acompañaban los sensuales créditos de las cintas. Aquí podemos escuchar una versión instrumental de You Only Live Twice (Sólo se vive dos veces, 1967), tema originalmente cantado por Nancy Sinatra y compuesto por Barry junto a Leslie Bricusse:


El estilo de John Barry, no obstante, se movió por campos mucho más amplios que los que permitían los argumentos de las pelis de Bond, por ejemplo creando una mágica asociación entre su estilo lento y solemne con los paisajes africanos de Nacida libre (Born Free, 1966) y Memorias de África (Out of Africa, 1985), logrando dos Oscars por la primera y otro por la segunda. En ambas partituras predomina, como ha sido marca de estilo en John Barry, una fabulosa mezcla de cuerdas y vientos en notas largas, intensas y poderosas. Así suenan Nacida Libre y Memorias de África:



Y existe un John Barry experimentador, dispuesto a moverse en terrenos algo más originales, incorporando por ejemplo sintetizadores en varias de sus obras; incluyendo arreglos exóticos a algunas de sus partituras, como la mencionada de Nacida Libre y alguna que otra de la saga Bond; y sobre todo realizando proezas fuera de sus registros habituales, como en El león en invierno (The Lion in Winter, 1968). En esta película ambientada en la Edad Media, Barry realizó una fusión magistral entre la epicidad wagneriana que suele asociarse con su estilo y los cantos corales propios de la época, logrando un alto grado de realismo histórico en lo musical, además de otro Oscar. Recogería cinco a lo largo de su trayectoria. A continuación, una interpretación revisada en un especial de la BBC:


Desde mi punto de vista, su gran obra maestra bien podría ser Bailando con Lobos (Dances with Wolves, 1990), y en su día aporté razones para ello en la entrada que dediqué a esta composición. Recordemos el tema que creó John Barry para el lobo Calcetines, uno de los más delicados y hermosos de aquella película:


Unida a la desaparición de otros grandes como Jerry Goldsmith en 2004, la muerte de John Barry viene a significar que no está demasiado lejos el final de aquella hornada de músicos fílmicos que cambiaron para siempre el modo de disfrutar de las películas en pantalla grande a finales de los sesenta y en los setenta. Nos quedan en activo monstruos como John Williams o Ennio Morricone, pero mucho nos tememos quienes somos melómanos además de cinéfilos que las nuevas generaciones de compositores de bandas sonoras son muy tributarios de aquellos que les precedieron, y que llegará un día en que las cosas cambiarán para no volver a ser como antes. Pueden ser difícilmente mejores, seguramente peores, pero desde luego no serán iguales. Descanse en paz.

domingo, 30 de enero de 2011

Jonn Serrie - AND THE STARS GO WITH YOU


2. Fantasy Passages (7:52)
4. The Far River (10:02)
5. Stratos (10:04)

Estos días se está celebrando el 25 aniversario del desastre del Challenger, una de las mayores y más sonadas catástrofes de la Era Espacial, al menos si obviamos todas las que seguramente tuvieron lugar en la U.R.S.S. y que nunca salieron a la luz. Aquella misión del transbordador norteamericano, la décima para ser exactos, iba a ser una de las más mediáticas por varias razones: la primera y más importante, porque se celebraban por aquel entonces homenajes a la creación de la NASA; y la segunda, porque entre los astronautas viajaba el primer pasajero civil, la maestra de primaria Christa McAuliffe, seleccionada expresamente a iniciativa de un proyecto del presidente Reagan. Aquella iba a ser la prueba visible de que el espacio dejaría de ser un lugar vetado para los seres humanos de a pie, pero el mundo entero fue testigo de una de las primeras catástrofes que llegarían en directo a nuestros ojos gracias a la televisión.

Jonn Serrie

Como mucha gente sabe, el músico francés Jean Michel Jarre preparaba entonces su famoso concierto de Houston en el que uno de los astronautas, Ron McNair, intervendría al saxo desde el espacio. El concierto terminó siendo un acto de homenaje a los fallecidos, y el álbum lanzado por Jarre, Rendez-Vous, quedó unido para siempre en el inconsciente colectivo a aquellos momentos de frustración y angustia. No solamente se trataba de que la catástrofe iba a frenar considerablemente la exploración espacial, aquella que tanto hacía soñar a gente de todas las edades, sino que sobre todo pesaba la tragedia personal de aquellas personas, héroes en toda regla que, aun sin tener ni idea de lo que iba a suceder, aceptaron asumir el riesgo abrumador de montar en un artefacto que podía fallar de mil maneras distintas, todo ello por la ciencia y el progreso de la humanidad.

Portada ligeramente distinta de una edición especial.

Sé que me he puesto un poco solemne, pero el disco que nos ocupa lo merece. Se trata de And the Stars Go with You ("Y las estrellas van contigo / con vosotros"), álbum de debut de Jonn Serrie, de 1987. Este músico se ha hecho muy conocido al especializarse, dentro de la new age de estilo americano, en sus recreaciones musicales del espacio exterior. Ha sido contratado en numerosas ocasiones por diversas instituciones para realizar obras instrumentales de acompañamiento, incluyendo composiciones para planetarios, documentales, la Expo de Sevilla y la mismísima productora Lucasfilm. Serrie, afectado por los hechos de aquel noviembre del '86, comenzó su carrera discográfica con este sentido homenaje a Christa McAuliffe y a la tripulación del Challenger en general, una obra que sonó en la inauguración del planetario que lleva el nombre de la astronauta en Concord, New Hampshire. La verdad es que una buena forma de describir este disco es enfrentarlo con el antes referido Rendez-Vous. Si aquella obra era pura épica galáctica, triunfalismo espectacular, And the Stars Go with You es lirismo, delicadeza, paz sin pretensiones ampulosas. Ambas obras electrónicas encarnan el antes y el después, no solamente de lo que sucedió con el transbordador espacial, sino de los sentimientos que rodearon a quienes lo vivieron (vivimos) desde tierra. Morir en una catástrofe como aquella no debe ser algo hermoso, y es obvio que aquellos astronautas habrían preferido volver sanos y salvos a sus hogares aun a riesgo de ser olvidados a medio o largo plazo. Pero el destino les reservó el aura romántica de los conquistadores que lo dan todo, de las personas nobles y desinteresadas que hacen avanzar al mundo con su valentía. And the Stars Go with You es algo así como un lamento íntimo por la pérdida de aquellas vidas, puede que incluso una celebración de los valores que los llevaron a embarcarse; seguramente refleje, creo que con éxito, las sensaciones que debe experimentar alguien al afrontar la aventura de su vida con la mirada inocente y fascinada de un niño. Escuchando esta música uno se los imagina todavía por allí arriba, de algún modo viajando entre las estrellas.

Bonito vídeo de YouTube sobre el tema Stratos.

Pero no nos equivoquemos, porque esta no es una música triste o fúnebre, sino cálida y llena de colorido. Jonn Serrie siempre suele presentar esta visión amable del cosmos, mucho más como un remanso de belleza y quietud que como un lugar oscuro y siniestro, y este disco es absolutamente seminal en su discografía posterior. Gentle, the Night es un tema misterioso lleno de vientos sintéticos que nos va sirviendo de introducción a lo que será el contenido de todo el CD. Fantasy Passages se trata de una pieza ambiental, algo más recreada en la soledad espacial pero sin caer en lo excesivamente oscuro o perturbador, con un último tramo vibrante. And the Stars Go with You es el corte más breve del álbum, de nuevo una composición ambiental bastante envolvente. The Far River es muy minimalista y misteriosa; y Stratos, que cierra la obra, es más un rico paisaje sonoro que una composición musical al uso, magia sin más calificativos. La sensación, al completar la escucha de este disco, es de una gran relajación y plenitud sensorial, en gran parte lograda tanto por el poder de evocación de las composiciones como por una magnífica, exquisita labor de producción. Cinco estrellas.

jueves, 27 de enero de 2011

Enigma - 5: VOYAGEUR


2. Voyageur (4:36)
3. Incognito (4:24)
4. Page of Cups (7:00)
5. Boum Boum (4:30)
7. Look of Today (3:44)
9. Weightless (2:18)
10. The Piano (3:00)
11. Following the Sun (5:48)

Caminando yo desprevenido por una gran superficie allá por 2003 me encontré como por azar con este Voyageur, quinto lanzamiento de Enigma, sin tener ni la menor idea hasta aquel momento de que el disco existía. Lo compré inmediatamente (soy de los que todavía compran algunos CDs) y lo escuché al volver a casa. Me dejó frío. Después me olvidé un poco de él, dando ya por muerto a Michael Cretu al considerar que la última vez había publicado The Screen Behind the Mirror, que tampoco terminó de calarme hondo, y sobre todo dos recopilatorios, uno de ellos de remixes, nada atrayentes -para mí por lo menos- que tenían sabor a canto del cisne. En fin, que a otra cosa. Después, con el tiempo, conocí lo que otros aficionados pensaban sobre Voyageur, y le concedí una segunda oportunidad.

Portada del single Voyageur.

Suele decirse que Voyageur es el disco más "único", más "distinto" de la saga Enigma, creo que en palabras del propio Cretu, el músico-productor-cantante responsable. Y es verdad, porque las claves que hicieron de Enigma todo un fenómeno en los noventa, aquel gregoriano de MCMXC a.D. y aquellos sonidos tribales y étnicos de The Cross of Changes y Le Roi Est Mort ya no están aquí. Es un acto de valentía, y eso hay que admitirlo sin peros, dejar a un lado un estilo que te ha convertido en multimillonario para realizar una apuesta distinta en pro de la experimentación y la evolución artística. El proyecto Enigma es acusado, seguramente a causa de tantos discos de tercera clase que se aprovecharon de su nombre y su estética, de hacer una música ramplona, un new age pseudo-místico barato y fácil que podría perfectamente venderse en gasolineras o aterrizar de un día para otro en los enormes canastos metálicos del Carrefour (vaya, ahora recuerdo dónde compré Voyageur), aunque si hacemos el esfuerzo de ignorar toda aquella hojarasca discográfica oportunista nos encontramos con una iniciativa musical muy interesante, estimulante, siempre un par de pasos por delante de lo que se estaba haciendo en el campo de la electrónica y con un elegante sonido europeo distintivo. Voyageur es su tímido salto al pop.

Y digo tímido porque no es totalmente pop, en absoluto, sino una mezcla de lirismo new age y ritmos urbanos que se escapa del medievalismo de obras anteriores. Hay muchos temas cantados, alguno instrumental, y sobre todo una sensación de sencillez que no funciona nada mal. El álbum comienza con From East to West, etérea y muy delicada al principio hasta que se funde con las famosas notas introductorias de todo trabajo de Enigma, que a su vez revela ya un ritmo potente que continuará entre efectos sonoros y notas de piano hasta el final del corte. El segundo tema, Voyageur, fue escrito por Cretu y su guitarrista habitual Jens Gad. Es una pieza totalmente contemporánea, muy bien compuesta y elegida como primer single, con algunas voces dispersas que repiten el título.

Vídeo oficial de Voyageur.

Vídeo oficial de Boum Boum, en versión remix.

Incognito empieza con alguien cantando a lo beatbox, melodía de fondo sobre la que canta Cretu con la voz muy tratada. Hacia el final va creciendo en calidad gracias a unos fondos realmente inspirados. Page of Cups parece contener un sample modificado del tema Turn Around del recopilatorio LSD, sobre el que canta Sandra Cretu muy sensualmente y con resultados más bien sosos.

Portada de Boum Boum.

Boum Boum es una canción pop sin demasiados aspectos interesantes que comentar por mi parte, aunque sí merece atención Total Eclipse of the Moon, una canción muy bonita, prácticamente un himno en su concepción, con un violín sintético y algunos coros épicos también sintéticos como acompañamiento, tal vez lastrada por las escasas cualidades vocales de Michael Cretu. Look of Today también podría haber sido un single -no lo fue- gracias a su estupendo ritmo, aunque tampoco es nada especialmente original. In the Shadow, in the Light es un corte chill out interesante, muy cuidado a nivel de producción pero que suena un poco a material de relleno. Encaramos la recta final con Weightless, puro ambient sensual en un buen tramo, más chill out hacia su segunda mitad; The Piano, instrumental con una de las mejores y más memorables melodías del disco en uno de sus mejores temas, por extensión; y finalmente Following the Sun, quizá un poco ostentosa después de una segunda parte del álbum bastante relajada.

Portada de Following the Sun.

Voyageur no es el mejor álbum de Enigma, aunque dista bastante de ser el peor. Desde luego, su carácter único hay que reconocérselo, pero me parece que es precisamente por eso, por esa ausencia de representatividad respecto a las claves del proyecto musical, por lo que se mueve en la cuerda floja entre lo que gusta a los fans y lo que no, lo que se puede ver como un maduro cambio de aires y lo que podría antojarse como una simplificación en pro del chill out corriente. Yo lo recomiendo tranquilamente por sus vaporosas atmósferas, aunque en ningún caso creo que sea el primer disco de Enigma que alguien deba escuchar para saber de qué va el invento.

Por cierto, el álbum en CD no tiene carpetilla en la portada, sino que la ilustración que encabeza esta entrada va literalmente pintada sobre el plástico de la carcasa. Lleva, eso sí, un pequeño libreto de papel en forma de disco, debajo del propio CD. Qué inventos...

viernes, 21 de enero de 2011

Popol Vuh - AFFENSTUNDE


2. Ich Mache Einen Spiegel - Dream Part 5 (4:41)
3. Ich Mache Einen Spiegel - Dream Part 49 (7:43)
4. Affenstunde (18:30)

Toda carrera musical comienza en alguna parte, y Popol Vuh comenzaron su andadura con Affenstunde. Sucedió en 1970, cuando Florian Fricke y tres colaboradores grabaron esta pieza que venía a integrarse en el panorama Krautrock del momento. Ya habían irrumpido con fuerza los grupos que realizaban una especie de pop-rock algo oscuro y alternativo, exportable al resto del mundo a través de las vías normales de difusión, y la vertiente más cósmica del género -que terminó por convertirse en algo totalmente distinto- ya había encontrado a sus más potentes representantes en Tangerine Dream, que andaban por sus "años rosas".

Florian Fricke

Los de Popol Vuh (recordemos que toman su nombre del libro sagrado de los mayas) no parecían buscar una diferenciación radical respecto al canon de la banda de Edgar Froese, al menos atendiendo a lo contenido en este Affenstunde aunque, como ya se ha comentado en otras entradas sobre Popol Vuh, con el tiempo tomarían un camino bastante original y único en el que se desmarcarían de cualquier clase de comparación. En principio, Affenstunde ("haciendo el mono", toma título) tan solo podría ser visto como un precedente muy lejano de lo que después haría Florian Fricke.

Portada de una edición japonesa (creo).

Se trata de un álbum enteramente instrumental con predominancia de sonidos electrónicos, carencia absoluta de melodías o ritmos sostenidos, ambientación misteriosa y afán experimental, y en todo eso nada lo diferencia de lo que hacían otros músicos alemanes. En todo caso, podemos encontrar algo menos de oscurantismo y una música más flotante, más ambiental. Si en discos como el siempre referido Zeit de Tangerine Dream (en el que participó Fricke como invitado) buscaban oprimirnos el alma con el vértigo del espacio profundo desplegándose en nuestra mente, este Affenstunde persigue una forma de misterio algo más terrenal, menos galáctica, quizá en una línea ritual o ancestral. El empleo de percusiones tribales en el segundo tema y el cuarto tema del disco parece apuntar hacia esto, adjuntando en el segundo caso algunos difusos intentos melódicos en la misma línea ritualista. Pero también están el primer tema y su aparente lucha de frecuencias sonoras que van y vienen y se entrelazan al azar como los coches en un cruce, y el tercero, que sí se aproxima un poco más a los tétricos espacios vacios del Krautrock cósmico primitivo, muy anterior al predominio de la Escuela de Berlín. Fricke toca el moog, Holger Trülzsch la percusión y Frank Fiedler otros teclados, quién sabe si todos ellos espoleados por alguna parte de alucinógenos que los pone a "hacer el mono" sin ton ni son en los tres cortes que se traducirían como "Fabrico un espejo" y en el que da título al álbum.

Contraportada del LP.

No voy a extenderme mucho más con Affenstunde, un disco relativamente prescindible si echamos mano del amplio abanico de posibilidades sonoras de la música cósmica, aunque con algo más de peso si atendemos a la fabulosa carrera de Popol Vuh y su deriva hacia la "música étnica imaginaria". La etnicidad está aquí, aunque no tanto la luminosidad y el carácter legendario de sus obras al servicio del cine de Herzog. Eso sí, que conste que el disco está muy bien considerado y ostenta el rango de clásico, así que yo no seré quien lo ponga en duda. Está en Spotify.

martes, 18 de enero de 2011

Jon Hassell - DREAM THEORY IN MALAYA


1. Chor Moiré (2:22)
2. Courage (3:38)
3. Dream Theory (5:15)
4. Datu Bintung at Jelong (7:08)
5. Malay (10:08)
6. These Times... (2:54)
7. Gift of Fire (5:02)

En la muy completa web Ground and Sky comentan que Jon Hassell es injustamente infravalorado como pionero de la introducción de la música étnica -especialmente de oriente- en la música contemporánea occidental, sobre todo en referencia a su asociación con otros artistas con los que ha colaborado. No sé si eso es verdad, pero al menos Dream Theory in Malaya sí que es mencionado a menudo cuando se habla de los grandes trabajos en el mundo fascinante y demasiado amplio de la música ambiental.

Dream Theory in Malaya (1981) es algo así como la continuación del Possible Musics que el trompetista y compositor Jon Hassell grabó junto al inevitable Eno, que en aquellos años parecía tener el don de la ubicuidad. El álbum lleva el subtítulo Fourth World Volume Two, haciendo patente su carácter de secuela. ¿Qué es eso del "cuarto mundo"? Supongo que me invento mi propia teoría al deducir que este término va más allá del "tercer mundo", en el sentido de que el mundo del que se habla no está necesariamente definido por sus dificultades económicas o culturales, sino más bien por su lejanía, por su pertenencia a un universo tan extremadamente lejano que nos resulta ajeno del todo, casi extraterrestre. Y extraterrestre es Dream Theory in Malaya, un disco inspirado en las lecturas que realizó Jon Hassell del antropólogo Kilton Stewart sobre la tribu malaya de los Senoi. Al parecer, los Senoi tenían la costumbre de reunirse nada más despertar por la mañana y contarse unos a otros los sueños que habían tenido, entendiéndolos como premoniciones de cara al nuevo día. Llegaban a soñar con cantos y danzas que aprendían para incluirlas en el acervo común de la tribu. Este disco se inspira en los Senoi y también en los Semelai, otra tribu de Malay que acostumbraba a realizar música golpeando la superficie del agua con las manos.

Alguien ha colgado en YouTube este genial vídeo con el cuarto tema del disco.

Nos explica la Wikipedia que el álbum fue grabado en Ontario, con la ayuda de Bob y Daniel Lanois, a base de montar capas y capas de sonido. Hassell y sus productores realizan, por cierto, un original tratamiento de la trompeta, hasta el punto de que ni siquiera percibimos que se trata de este instrumento. La idea es la de hacerla encajar en el contexto étnico de las percusiones y las notas sostenidas de fondo, siendo en teoría bastante fiel al sonido de las tribus sin llegar en ningún momento a occidentalizarlo o convertirlo en World Music. La fusión consiste en la unión de la música auténtica de las tribus junto a algo realmente raro por parte de Hassell y su equipo que, salvo por algún toque de bajo y la sensación de estar compuesto a base de pequeños sampleados muy muy tratados en estudio, no recuerda en nada a la forma en que se hace música en el primer mundo.

Cuando digo que el disco es raro me quedo corto. Es rarísimo. De hecho, nada más empezar el tema Chor Morié tiene uno la impresión de que se le ha fastidiado el láser del CD, pero no. En comparación, los siguientes Courage y Dream Theory (que se parecen bastante entre sí) resultan algo más mundanos, aunque no precisamente sencillitos. En ellos aparecen ya las percusiones, el bajo y esa trompeta modificada que sigue sin identificar. Datu Bintung at Jelong ya es el desmadre, un tema que parece reproducido al revés por nuestro rebelde lector de CD, y menos mal que aquí sí entrevemos la trompeta, lo único que realmente parece un instrumento, porque lo demás me recuerda a la señal alienígena que recibe Jodie Foster en Contact. El siguiente corte, Malay, es el que incluye el sonido de chapoteo de los Semelai, con algunas risas sampleadas de fuentes un tanto antiguas, la trompeta que parece sacada de un disco rayado o reproducido a muy alta o muy baja velocidad. This Times... es poco más que sonido ambiente selvático con algún gong aislado y muy lejano, todo con un sonido envolvente y evocador, pero lejanamente musical; y Gift of Fire es un último corte repetitivo con una percusión marcada pero tan extraña como todo lo que hemos escuchado hasta aquí.

Jon Hassell, en una fotografía de las cubiertas del LP.

En fin, que esto es de lo más raro que he escuchado nunca. Pero malo no es, porque su género es el ambient y cumple a la perfección con su cometido. No puede uno dejar de imaginar inmensas selvas vírgenes oscuras, plagadas de mosquitos, goteantes de humedad los árboles, los pocos humanos tan mezclados con la jungla que parecerían capaces de fundirse con ella en un descuido. Muy interesante disco para los aficionados al género. Absténganse los principiantes.

domingo, 16 de enero de 2011

Madredeus - EXISTIR


2. O Pastor (3:42)
3. O Navio (3:36)
4. Tardes de Bolonha (Instrumental) (3:05)
5. O Ladrao (2:50)
6. Confissao (2:48)
7. O Pomar Das Laranjeiras (4:20)
8. Cuidado (4:12)
9. As Ilhas Dos Açores (5:04)
10. O Menino (3:56)
11. Solstício (4:14)
12. A Vontade De Mudar (2:19)

Existir (1990) es el segundo trabajo de Madredeus, esta agrupación portuguesa que ha rescatado para la modernidad -que no para la modernez- una forma de interpretar y cantar en la bella lengua portuguesa que recuerda, sin serlo, al fado. Propietarios de un estilo único, Madredeus estaba en aquellos años, literalmente, aprendiendo a hacer música. De hecho, varios componentes del grupo (Teresa Salgueiro inclusive) eran prácticamente músicos amateur que iban haciendo camino al andar.

Madredeus, en la contraportada del CD.

Os Dias Da Madredeus, su anterior trabajo, fue grabado en directo, así que este Existir es su primera grabación de estudio. Rodrigo Leao al sintetizador, Pedro Ayres Magalhaes a la guitarra clásica, Francisco Ribeiro al violonchelo, Gabriel Gomes al acordeón y la Salgueiro realizan un trabajo definido por su sencillez sonora y su complejidad emocional. Las melodías, la instrumentación, el ambiente transmitido por Madredeus es de una melancolía total, feliz melancolía diría yo, ya que no estamos hablando para nada de un trabajo triste. En todo caso, Existir es una colección de canciones que nos retrotraen a sentimientos primarios de nostalgia, de recuerdo de momentos de belleza y delicadeza.

Existir comienza con Matinal, una pieza muy espiritual y profunda, tarareada largamente sobre una nota estática que parece flotar sobre las nieblas azuladas del atlántico. O Pastor, segundo tema y una de las canciones más conocidas de Madredeus, es rápida, fulgurante, un arco iris de folk vocal. Todo un contraste con Matinal.

O Pastor, en directo.

O Navio, del dvd Les Açores D e Madredeus.

O Navio es plácida y rítmica, casi bailable, logrando con pasmosa facilidad que nos emocionemos con su delicadeza planeadora. Tardes de Bolonha es un tema instrumental que demuestra la habilidad de los instrumentistas de Madredeus, más allá de la voz de Teresa que siempre parece opacarlo todo a su alrededor. Podría haber funcionado muy bien en alguna película de mafiosos tipo El Padrino. La tradicional O Ladrao incluye una voz masculina que, junto con la de la Salgueiro y el inquieto acordeón parece una acalorada conversación a tres voces. Confissao ("confesión") es bastante introspectiva, prácticamente un cántico religioso litúrgico. Enlaza casi perfectamente con O Pomar das Laranjeiras, un poco más profana pero sin pasarnos. Cuidado es un regreso al elegante optimismo de los primeros temas, con un coro masculino muy efectista. As Ilhas Dos Açores es un maravilloso instrumental de un lirismo y un poder de evocación arrebatadores. Es lo mejor del disco, y todavía quedan la austerísima O Menino, que de nuevo posee tintes religiosos tanto en tono como en letra; la rápida Solstício, tercer corte instrumental de Existir, en el que suena una gaita; y A Vontade de Mudar, que suena casi medieval en algún punto.

Contraportada del vinilo.

Qué bonito, qué delicado, que excepcional es este álbum de Madredeus. No conozco toda su discografía al completo, pero no me cabe duda de que cualquier aproximación seria a la misma debería comenzar por aquí.

domingo, 9 de enero de 2011

Jean Michel Jarre - EN ATTENDANT COUSTEAU / WAITING FOR COUSTEAU


1. Calypso (8:24)
2. Calypso Part 2 (7:10)
4. En Attendant Cousteau (46:55)

Como nunca he pretendido abordar la carrera de los artistas habituales del blog en un orden estrictamente cronológico, me he decantado por hablar sobre este trabajo de Jean Michel Jarre con plena conciencia de haberme saltado algún otro disco suyo por el camino. Pero es que este Waiting for Cousteau (1990) tiene algo especial, algo que lo convierte en mucho más que "el siguiente disco de Jarre": es probablemente la obra más única de este músico, la más distinta, al menos dentro de sus años de apogeo creativo y de mayor popularidad. Difícilmente se entiende que alguien con la fama internacional y el carácter de superestrella (que lo era, en la radio y en la tele a tutiplén) de Jarre a finales de los ochenta se permitiese el lujo de grabar un álbum cuyas tres cuartas partes consisten en un único tema tan extraordinariamente minimalista que solamente escuchamos notas de teclado y burbujeos sin orden aparente.

Cousteau y Jarre, en una rarísima foto (de jarre.uk).

Porque esa es la esencia de Waiting for Cousteau, la elegancia absoluta de su quietud. El título del álbum, evidentemente, es un homenaje al oceanógrafo francés Jacques Cousteau, que a su vez era uno de los personajes más famosos y respetados de la época. Lo era en Francia, llegando a ser tan grande como aquí lo fue, por ejemplo, Félix Rodríguez de la Fuente. Y lo era en el resto del mundo, siendo todavía hoy la primera persona con nombre y apellidos que a cualquiera le viene a la mente cuando piensa en la investigación del mundo submarino. Sus documentales, mayormente series de televisión, nos descubrieron -chavales como éramos entonces muchos de los lectores, me da en la nariz- todo un universo de animales y plantas inimaginables que nunca hasta entonces habían sido vistos por la gente de a pie. A bordo del Calypso, su mítico velero, Cousteau y su equipo iban haciendo historia en cada travesía hacia las principales costas, archipiélagos y profundidades oceánicas del planeta, desarrollando nuevas técnicas en el submarinismo y también en el campo de la fotografía y la filmación documental. Cousteau fue además uno de los primeros científicos con alcance popular que puso seriamente sobre la mesa los problemas de la contaminación y la mala explotación de los recursos naturales por parte del ser humano.

Jacques-Yves Cousteau (1910-1997)

Jean Michel Jarre, embajador oficial de la UNESCO, debía sentirse enormemente impresionado por la labor de Cousteau, tanto por ser compatriota suyo como por haberse declarado desde siempre un ecologista convencido. Si en su anterior trabajo Revolutions (1988) Jarre nos descubrió su lado más comprometido y humanista, su posicionamiento en favor de las libertades y la justicia social, en Waiting for Cousteau queda añadido el ingrediente ecologista, y en ningún caso desde una perspectiva superficial o pancartera, sino como solamente es capaz de hacerlo uno de los grandes compositores instrumentales de nuestro tiempo. Y a Cousteau debió gustarle, sobre todo porque existen colaboraciones con Jarre casi contemporáneas, por ejemplo, en el documental Palawan; y porque los documentales del comandante siempre han servido para dar a conocer maravillosas obras de artistas instrumentales de primera fila, quizá porque al científico le gustaba este tipo de música.

Vista parcial de la contraportada.

Vamos al disco. Las tres primeras piezas forman parte de lo que podríamos llamar la "parte normal" del trabajo, tres movimientos titulados Calypso que van en la línea optimista y relativamente comercial de la mayor parte del anterior Revolutions, y entre los que destaca Calypso (también conocido como Calypso 1), una maravillosa algarabía tropical en la que el ritmo de sintetizador se mezcla perfectamente con el sonido de los tambores metálicos originarios de Trinidad y Tobago que generalmente relacionamos con lo caribeño, con playas blancas, aguas azules y cocoteros. Jean Michel se desplazó precisamente a Trinidad para grabar el tema junto a los Amoco Renegades. Su versión corta -la del álbum es larga y mucho más satisfactoria- fue un exitazo en la radio y, creo, sonó en alguna vuelta ciclista.

El vídeo oficial de Calypso.

Calypso Part 2 comienza con un sonido electrónico que imita una bandada de gaviotas remontando el vuelo, para desenvolverse después entre ritmos muy marcados y una melodía casi cósmica marca de la casa Jarre hasta su todavía más potente tramo final. No es un tema especialmente complicado, aunque funciona perfectamente en su posición dentro del disco. Calypso Part 3, subtitulada Fin de siècle, es un himno electrónico que por su tono mayestático y solemne recuerda un poco a The Emigrant de Revolutions. Le otorgan algo más de sustancia algunas voces al vocoder y sampleadas, y efectos especiales aislados, lanzados aquí y allá. En su último segmento, Calypso 3 parece realmente un tema grabado en vivo, ya que Jarre utiliza uno de sus teclados con el mismo efecto que el que logran los guitarristas de rock en sus solos.

Edición con el título en inglés. El fondo del montaje está menos definido.

Y hasta aquí todo medianamente bien. Pero entonces llega Waiting for Cousteau, el tema central del trabajo cuyo título podría estar inspirado en Esperando a Godot, la universal obra de teatro de Beckett. Pese a lo que diga la Wikipedia, este parecido debe ser casual. Pienso que "Esperando a Cousteau" es más bien la actitud que él, Jarre, y tal vez quienes gozábamos con los documentales del oceanógrafo, teníamos en aquellos años en que la capa de ozono se iba al traste, las grandes ballenas estaban desapareciendo y los vertidos de petróleo eran un día sí y otro también; era la actitud de quienes queríamos que aquel señor mayor -Cousteau cumplía 80 años el día en que salió a la venta el disco- montara de nuevo en el Calypso y nos salvara de nuestra propia negligencia. Que nos salvara el comandante Cousteau o su espíritu aventurero, descubridor, defensor de un cosmos oculto que parecíamos estar a punto de destruir sin haberlo a penas explorado. Jarre nos pone a esperar a Cousteau mediante una estremecedora inmersión con botella en el silencioso fondo oceánico, tan impresionante que bien podría ser un viaje a otro planeta más que bajo el agua. Recordemos que los científicos saben más sobre la superficie de Marte que sobre lo que existe bajo los océanos.

Un trocito de Waiting for Cousteau.

Un esquema previo de este tema había sido compuesto anteriormente por Jarre para una exposición fotográfica propia, aunque su perfecta descripción ambiental parece nacida por y para Waiting for Cousteau. Dicen que este corte de 46 minutos y pico (¡¡¡46 y pico!!!) contiene una composición musical más "estructurada" al ser escuchado al revés, aunque personalmente no he hecho el experimento. Otra curiosidad es el título inicial que tendría el álbum, Cousteau on the Beach (como el Einstein on the Beach de Philip Glass, supongo), aunque Cousteau consideraba que las playas era un desastre medioambiental y se optó por el título definitivo. El tema en cuestión tuvo que ser recortado para las ediciones en vinilo y cassette del álbum a unos 20 minutos, ya que al final el disco duraba más de una hora y no todos los soportes musicales de la época daban para tanto. Me da en la nariz que Jarre pretendía atraer al público al formato en auge, el CD. Y atraer también al público al megaconcierto de Paris La Defense, el mismo día de la publicación del álbum y del cumple de Cousteau, y que hoy los aficionados recuerdan como, quizá, el mejor concierto de Jarre en toda su carrera.

Paris La Defense: Calypso.

Paris La Defense: Calypso Part 2.

viernes, 7 de enero de 2011

A Matter of Life..., a finales de este mes.

Ya tenemos portada para el nuevo trabajo de la formación musical liderada por Arthur Jeffes, y cuyo fin es continuar -si tienen suerte y lo merecen- el legado del desaparecido Simon Jeffes y la Penguin Cafe Orchestra que tanto nos ha hecho disfrutar a los melómanos que de verdad lo somos. Parece que han renunciado al nombre que manejaban hasta ahora, Music from the Penguin Cafe, en beneficio de Penguin Cafe, que se parece más al de la formación original y suena menos a "banda tributo". El disco se llamará A Matter of Life..., y justo tras su lanzamiento llevará a la banda de gira. No es mal síntoma el que esta gente haya cogido tanto gusto por los escenarios, ya que esa es señal de dominio instrumental y nulo sentimiento de culpa, por aquello del oportunismo.


En la página web del grupo, que ha sido actualizada para incluir una tienda donde adquirir los álbumes de ambas bandas, la antigua y la actual, encontramos esta pequeña descripción, que traduzco al español: "Este álbum es una nueva colección de piezas compuestas por Arthur Jeffes. La portada es un detalle de la portada de Signs of Life de la Penguin Cafe Orchestra (una pintura de Emily Young) y el título viene de la película de Powell y Pressburger A Matter of Life and Death -Cuestión de vida o muerte-, que es asombrosa, por si no la habéis visto."

Por último, decir que en alguna parte he leído un comentario de Jeffes afirmando que este álbum es una obra modesta, más que nada una manera de publicar oficialmente las piezas nuevas que ya han sido interpretadas por la banda en directo, lo que promete, en caso de que sigan cosechando éxitos, una carrera discográfica más amplia y ambiciosa. Ojalá.

martes, 4 de enero de 2011

Lito Vitale Cuarteto - ESE AMIGO DEL ALMA


1. La vida es un tango (7:47)
2. Estar entre nosotros (5:11)
3. Ese amigo del alma (12:53)
4. Recuerdos en mi bemol (8:23)
5. Estar vivo hoy (9:21)

Clasicazo donde los haya, este álbum del Lito Vitale Cuarteto publicado en 1988 es uno de los imprescindibles de quienes comenzaron a descubrir eso que llamamos "nuevas músicas" a finales de los ochenta, en una de las edades de oro del género por lo menos aquí en España. No es especialmente habitual que el mundo hispanohablante se deje seducir por estos estilos creativos tan especiales como este jazz experimental con tintes new age (si me lee algún experto, me mata), pero el bonaerense Vitale y los suyos ofrecen aquí una composición elegante, muy estilizada y que responde perfectamente a lo que cualquiera puede exigir a un álbum instrumental: colorido sonoro, poder de evocación, virtuosismo técnico y un sonido cuidadísimo.

Lito Vitale

Lito Vitale, talentoso pianista desde la infancia, se ha movido tanto en distintos campos compositivos (ballet, bandas sonoras, dirección musical y arreglos en general, chapa y pintura, buen precio) como en multitud de formaciones, tanto dúos como tríos, quintetos y como solista. Sin embargo, es seguramente este trabajo concreto, con el cuarteto que formaba junto al bajista Marcelo Torres, Manuel Miranda a los aerófonos y Cristhian Judurcha a la batería, el más célebre de su variada discografía. Según apuntan varias fuentes, el tema que da título al disco es una de las piezas que aparecen sin falta en casi cualquier concierto de Lito Vitale.

Estar entre nosotros, en vivo, en un especial de la TV en Argentina.

Ese amigo del alma se inspira, que no se copia, parcialmente, en el estilo musical que hizo famosa a gente como Pat Metheny, con un jazz suave y no demasiado retorcido, y con una producción delicada. No es la clase de jazz "clásico" que uno relaciona con oscuros bares de Nueva Orleans donde el humo y la canallesca se pueden cortar con cuchillo, sino uno más luminoso y accesible que exige algo menos de preparación. El tema homónimo, que viene a ser el alma del álbum, es un homenaje precisamente a Lyle Mays, colaborador habitual de Metheny. Es un corte maravilloso, mágico, con una melodía dulce e incluso pegadiza que uno puede escuchar cuantas veces quiera sin llegar nunca a cansarse. Sabe a novedad, casi como si Vitale fuera consciente de la maravilla que estaba realizando y lo feliz que iba a hacer con ella a muchos oyentes. El álbum, sin embargo, se abre con La vida es un tango, tema con protagonismo del saxo cuyo título ya se hace eco de su ambiente -más que su estructura, creo yo- de auténtico tango argentino. Estar entre nosotros es muy rítmico, casi con algún deje de bossa nova; Recuerdos en mi bemol está completamente al servicio del piano del propio Lito Vitale y algunas flautas maravillosas, y se trata de una pieza muy hermosa, larga y cuidada, de lo mejor del álbum; y Estar vivo hoy es un muy optimista desenlace para el disco, tanto que en algún momento casi se echan de menos algunas voces o incluso arreglos un poco más ricos.

El Cuarteto, en una fotografía del libreto del álbum.

Al final el único defecto que podemos encontrar en Ese amigo del alma es la misma sencillez y honestidad que son a la vez su mayor virtud. Los músicos son quienes son, tocan como tocan, y salvo por algún pequeño efecto de eco y la limpieza de ruido ambiente e imperfecciones sonoras que pudiesen colarse en la grabación, como es lógico y normal, la producción no va más allá, aunque quizá habría estado bien alguna sorpresilla más, como algún instrumento inesperado o un arreglo más original. Pero el cuarteto era un cuarteto sin más necesidades reales, y lo que hay es lo que hay. Gran disco, y mejor todavía en su edición argentina con dos temas extra: La luz sagrada y Subito pianíssimo.

domingo, 2 de enero de 2011

William Orbit - PIECES IN A MODERN STYLE 2


1. Aquarium (3:36)
2. Nimrod (8:58)
3. Alto Giove (4:05)
4. Peer Gynt (5:31)
5. Arioso (2:36)
6. Lark (5:47)
7. Sonnambula (3:35)
8. Paradisum (3:37)
9. Pavane (4:46)
10. Clavier (4:25)
11. Babbino (3:44)
12. Swan Lake (5:15)

"Este álbum es la continuación de Pieces in a Modern Style. Algunas personas escalan montañas, otras juegan al sudoku, pero yo obtengo un inmenso placer realizando estas remezclas (...) Lo que me llamó la atención de la música clásica es su ensamblaje. Me encanta el reto que supone y me encanta intentar descoserlo para averiguar cómo funciona (...) unas veces tomándome libertades diabólicas y otras siendo totalmente fiel al original (...)"

William Orbit (en la contraportada)

Uno de los grandes lanzamientos del recién terminado 2010, en el campo de la música "distinta" fue este Pieces in a Modern Style 2 de William Orbit, secuela de la que fue para mí una de las últimas grandes sorpresas musicales de los noventa. Aquel álbum tan extraterrestre, tan avanzado y al mismo tiempo tan sencillo, me deslumbró por la manera en que se podía plantear un disco serio con versiones de temas clásicos realizados por medios electrónicos sin caer en infantilismos ni en el kitsch. La publicación de esta segunda entrega el pasado mes de agosto me pasó totalmente inadvertida. De no ser así, habría hablado de ella enseguida, pero más vale tarde que nunca.

William Orbit (en su página oficial, fotografía de Marc Marot).

Lo lógico y normal a la hora de evaluar una secuela, sea de una película, de un libro o en este caso de un trabajo discográfico (no son tan frecuentes las secuelas pero haberlas, haylas), es comenzar haciendo una comparación entre lo nuevo y lo viejo. Pienso que este Pieces in a Modern Style 2 es una digna continuación del original, precisamente porque tiene lo que toda buena secuela debe tener: fidelidad al concepto e innovación propia. Es una segunda parte, y al mismo tiempo una interesante evolución. Si el primer álbum destacaba por su sonido prístino, cuasi-cristalino que nos mantenía en una nube de algodón durante toda la escucha, el segundo logra mantener este efecto cristalino, aunque introduce nuevos sonidos menos delicados (ritmos electrónicos más marcados, sobre todo) que, si bien estropean en parte la magnificencia gélida del primero, le añaden una nueva frescura muy bienvenida y enriquecen su paleta de colores.

Clip promocional. Lo que suena son los remixes más que el álbum "real".

Como ya sucediera con la primera entrega, el productor musical y experimentador William Orbit se ha dedicado a escoger piezas clásicas, unas muy muy conocidas y otras seguramente favoritos personales, y jugar un poco con ellas a la manera que lo hiciesen los dinosaurios -lo digo con cariño- Wendy Carlos y Tomita hace cuatro décadas. Está claro que se ha hecho con cierto rigor, y aunque parezca de poca importancia, el hecho de que el álbum haya sido publicado nada menos que por el prestigioso sello clásico DECCA no es cualquier cosa. Como afirma Orbit en su introducción, los tratamientos a los que somete cada pieza son variados, desde reconversiones muy comerciales y prácticamente bailables a fantasías ambientales para los amantes del mejor new age instrumental. Entre los temas más famosos que Orbit versiona tenemos el Aquarium de El carnaval de los animales, obra de por sí muy divertida de Saint-Saens; La mañana de la suite Peer Gynt, de Edvard Grieg; el O mio babbino caro de Puccini; y El lago de los cisnes, de Tchaikovsky. Especialmente la segunda y la cuarta son magníficas por su modernidad y su tratamiento rítmico, y la tercera tiene una textura hermosísima.

Dar cera, pulir cera, dar cera, pulir cera...

Encontramos también piezas de Elgar, Vaughan Williams, Bellini, Faure, Bach y Nicola Porpora. Aunque no he escuchado el original de algunas de ellas, sí que me resultan -como poco- familiares. He tenido la impresión, además, de que esta vez Orbit no ha introducido ningún tema demasiado largo y pesado como su sosa versión del Adagio para cuerdas de Barber del primer volumen, cosa que otorga vitalidad al conjunto y no nos hace llegar cansados al segundo tema. Este trabajo es muy recomendable para quienes quieran descubrir (o redescubrir) la música clásica desde una óptica alejada del aura demasiado oscura y académica que a veces se le otorga por boca de la opinión de la masa consumidora de ídolos pop. Considerando las relativamente malas críticas que tuvo la primera entrega del disco pese a su calidad, y el hecho probable de que esta segunda tampoco haya sido un pelotazo de ventas, pienso que los acercamientos a la música clásica, sea por el medio que sea, deberían ser mucho más insistentes de lo que son. Hay que apoyar a los artistas que, sea por un afán lúdico como Orbit, o sea desde la honradez del conservatorio de toda la vida, intentan con uñas y dientes que la gente de la calle pierda el miedo de un género que simplemente no conoce.

Peer Gynt

El álbum se ha publicado también en una edición especial que contiene un segundo CD con remixes de otros artistas, y que viene a suponer una revisión de lo ya revisado. También incluye algún tema que no estaba en el primer disco, como una estridente versión de Carmen, de Bizet; una muy dulce del Stabat Mater, de Pergolesi; una muy galáctica del Nisi Dominus de Vivaldi; un par de piezas de Jean Mouton; y una divertida versión del Preludio de J. S. Bach. Como siempre, yo me quedo con el primer disco y me limito a él, aunque el segundo tiene su interés propio. A escucharlo entero, que es todo bueno. Por ejemplo aquí, en su página oficial, o en su propia emisora de radio online.

¡Y FELIZ AÑO NUEVO!
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