miércoles, 29 de junio de 2011

Pink Floyd - MEDDLE


1. One of These Days (5:57)
3. Fearless (6:08)
4. San Tropez (3:43)
5. Seamus (2:16)
6. Echoes (23:29)

Pensemos en esas bandas británicas que se hicieron fuertes a finales de los noventa, como reacción -casi seguro- frente al famoso britpop, y entre las que destacaron Radiohead. Tiremos del hilo y llegaremos al año 1971, en concreto al álbum Meddle de Pink Floyd, como origen casi seguro de todo un estilo de hacer música que hoy sigue vigente en círculos relativamente "alternativos". Y eso que en su día, según comenta algún cronista bien documentado, Meddle fue el disco favorito de los niños pijos de todo el mundo que se iban a Ibiza a experimentar la vida hippy y disfrutar de sus puestas de sol; nada que ver, o al menos eso parece a simple vista, con el carácter transgresor que la cultura resistente al mainstream concede a aquellos años de la vieja banda de Waters, Gilmour, Wright y Mason. Si rastreásemos también la influencia que han tenido algunos pasajes de Meddle en géneros como el ambient o movimientos como el krautrock, nos daríamos cuenta de su singular importancia.

Fotografía del interior del álbum en vinilo. De izquierda a derecha:
Roger Waters, Nick Mason, David Gilmour y Richard Wright.

Meddle, siendo un disco perfectamente conocido por cualquier amante del buen rock clásico, nunca ha logrado igualar en popularidad a los monumentos colosales de Pink Floyd en los setenta, The Dark Side of the Moon (1973) y The Wall (1979). Las razones son variadas, desde el hecho de no tratarse de un álbum claramente conceptual a la deriva estilística que el grupo experimentó tras decidir, en algún momento de los últimos años (o meses) que iban a moverse hacia algo externo a la psicodelia de sus inicios. Se conocen algunos detalles sobre cómo comenzó a gestarse Meddle, primero como un experimento en el que cada miembro del grupo trabajaba en un tema individual sin tener ni idea de lo que hacían los otros, estando además todos de gira y sin tiempo para reflexionar sosegadamente; después, como fruto poco probable de la improvisación a partir de ideas muy primarias; y finalmente, como experimento tanto musical como tecnológico, necesitando acudir a estudios que les permitiesen grabar en 16 pistas y utilizando tanto sampleados de sonidos no musicales como cosas bastante absurdas que iban surgiendo sobre la marcha. Ya puede comprobarse aquí la obsesividad casi digna de las películas de Kubrick con la que Pink Floyd concibió sus clásicos posteriores. También es marca de la casa todo el apartado gráfico del álbum, con su portada de Storm Thorgerson que viene muy al pelo teniendo en cuenta el tema estrella del trabajo, Echoes.

Diseño para la portada y la contraportada, de Storm Thorgerson

El resultado de toda aquella diarrea mental es un disco muy singular, con un sonido propio que le da un carácter propio pese a que, por las razones que se han dado antes, todo indicaba que se lograría más bien lo contrario. Meddle se abre con el poderoso tema instrumental One of These Days, una feliz ocurrencia de Roger Waters en la que escuchamos una voz modificada en estudio que grita "¡Un día de estos te voy a cortar en trocitos!". El tema se ha utilizado para muchas cosas, por ejemplo como banda sonora de alguna película de Bruce Lee.

Extraña animación, creada (según reza YouTube) como oficial, sobre One of These Days.

Después viene A Pillow of Winds, un corte más o menos convencional (dentro de lo que en este contexto puede llamarse así) que utiliza por primera vez un efecto de viento como enlace entre temas distintos. Fearless, tercera composición de Meddle, tiene connotaciones futbolísticas, con el himno del Liverpool F. C. (You'll Never Walk Alone) sonando claramente entre cánticos de hinchas en la grada. San Tropez es un tema que suena un poco en broma, inspirado en un viaje de la banda a esta turística localidad francesa, y que tiene un regusto como de música de casino. Seamus sí que es una broma, con aullidos de perro que parecen responder al sonido de la armónica de David Gilmour:


El gran momento de Meddle llega con su cara B y el tema que la ocupa en su totalidad,Echoes. Aunque tiene fragmentos cantados, prácticamente se le puede considerar una composición de naturaleza instrumental, oscura, surrealista y cósmica, plagada de efectos de sonido desde ese "sónar" con el que comienza hasta el montón de ruidos inquietantes que la pueblan por todas partes. En la famosa película-concierto Live at Pompeii (Adrian Maben, 1972), el álbum Meddle en general y Echoes en particular contaron con un lugar de honor entre los temas interpretados, convirtiéndose este largo tema en la canción estrella del grupo durante el espacio de tiempo que medió hasta la llegada de The Dark Side of the Moon y sus clásicos Money, Time o Us and Them. El mundo de lo extraño asocia Echoes con el último tramo de la película 2001: una odisea del espacio, ya que la música parece encajar misteriosamente bien con las imágenes del viaje espacial y la extraña habitación de hotel donde tiene lugar toda esa secuencia tan rara. Con el ya mencionado The Dark Side of the Moon sucedería algo parecido, ya que cuentan que hay un efecto similar al superponer el álbum sobre la película El mago de Oz.

La primera parte de Echoes, en Pompeya.

En fin, que Meddle es un testimonio de los tiempos en que el rock era capaz de todo; de cuando no hacía falta poner etiquetas a la música por géneros, ya que al final siempre acababas sorprendiéndote de lo que se ocultaba en aquellas superficies rayadas y negras enfundadas en cartón.

domingo, 26 de junio de 2011

Aphex Twin - SELECTED AMBIENT WORKS 85-92


1. Xtal (4:51)
2. Tha (9:01)
3. Pulsewidth (3:47)
4. Ageispolis (5:21)
5. i (1:13)
6. Green Calx (6:02)
7. Heliosphan (4:51)
8. We Are the Music Makers (7:42)
9. Schottkey 7th Path (5:07)
10. Ptolemy (7:12)
11. Hedphelym (6:02)
12. Delphium (5:36)
13. Actium (7:35)

Autodidacta y explorador de la tecnología musical, el irlandés Richard David James es conocido como uno de los más importantes músicos electrónicos de nuestro tiempo bajo el seudónimo de Aphex Twin. Hay quienes ponen sus trabajos, como este primer álbum Selected Ambient Works 85-92 (1992), a la altura de clásicos como Ambient 1: Music for Airports. Desde luego, veremos cómo este señor es, tanto para bien como para mal, responsable en gran parte de lo que sería la electrónica de las siguientes décadas.

Richard David James , o Aphex Twin.

Selected Ambient Works 85-92 fue el tercer lanzamiento de Aphex Twin, el primero de larga duración de su discografía. James ya había publicado algún EP de éxito con anterioridad, partiendo de su faceta como disc-jockey más o menos profesional, aunque no sé si ya manejaba la misma forma de trabajo de su primer álbum: la utilización de sampleados que se van repitiendo por encima de, o paralelamente a, un ritmo potente y bien definido. Seguramente James quiso comenzar a construir sobre los cimientos de lo realizado por los autores de las "biblias del sampleado", entre las que se encuentran My Life in the Bush of Ghosts, Zoolook o Who's Afraid of? The Art of Noise, aunque yendo un paso más allá. El sonido de Aphex Twin se caracterizó a partir de entonces por utilizar los samples de una manera mucho más prosaica, menos integrada en la composición, que en las obras antes citadas. Por ejemplo, en este álbum hay fragmentos de audio tomados de las películas Un mundo de fantasía (Willy Wonka and the Chocolate Factory) y Robocop. Su ambient no es tan límpido como el de Brian Eno, en cuanto a que le abrió las puertas de la actual música electrónica de baile más de lo que amplió sus posibilidades intrínsecas. Y sin embargo, hay grandes cualidades ambientales en temas como Schottkey 7th Path o i, que despliegan sus propios paisajes electrónicos más allá de sus ritmos estáticos. Es obvio que la utilización de los ritmos y los bajos, pese a apuntar maneras (escúchese el tema Hedphelym), es sutil y elegante. No me extraña que también se cite a Aphex Twin al hablar de los orígenes del chill out propiamente dicho.

Vídeo de Ageispolis.

Este primer trabajo de Aphex Twin tiene el mérito de ser un disco pionero. Pese a que que a menudo se perpetran monstruosidades sonoras en la música de baile de nuestros días, Aphex Twin entendía su trabajo de pinchadiscos como una interesante derivación de sus estudios universitarios de ingeniería. Muchos de los cortes de Selected Ambient Works 85-92 (también conocido como SAW 1, ya que tiene secuelas) demuestran de forma notoria su carácter casero, ya que el álbum fue grabado en formato cassette, en plan casero, como si Richard D. James llegase cada día a casa desde la facultad y aplicase a sus composiciones, en alguna clase de estudio improvisado, lo aprendido en las clases.

Contraportada del CD.

Hemos hablado en varias ocasiones de la diferencia que existe entre los términos en inglés electronic music y electronica, refiriéndose el primero a lo que a partir de los setenta hacían gente como Tangerine Dream y similares, y el segundo a la música de baile producida "electrónicamente" tal y como se la conoce desde mediados de los noventa. La figura de Aphex Twin puede ser perfectamente la máxima -que no única- responsable de la escisión, de la separación ya definitiva y eterna de ambos estilos; responsable del hecho de que el mago del sintetizador de antaño se convirtiese con el tiempo en un DJ de club, más un reciclador que un creador. Aphex Twin partió de una cosa y llegó a la otra, no sabemos si adrede o por casualidad, y precisamente por su originalidad, no tanto por lo que su monstruo de Frankenstein ha terminado siendo, merece nuestra admiración. En Spotify.

jueves, 23 de junio de 2011

Nacho Cano - UN MUNDO SEPARADO POR EL MISMO DIOS


1. El patio (4:53)
2. El profesor de danza (4:04)
3. El waltz de los locos (4:23)
4. El país de los cementos (3:12)
5. El patio (piano) (0:54)
6. Un mundo separado por el mismo dios (5:48)
7. El dolor del agua (3:11)
8. El piano, el violín y la guitarra (4:03)
9. El profesor de danza (versión) (0:32)
10. La batalla (11:56)
11. Vaikuntha (3:10)
12. La batalla (versión piano) (1:18)
13. La batalla (versión orquesta) (1:10)
14. Un mundo separado por el mismo dios (radio edit) (3:30)

No fui seguidor de Mecano. Sus años de apogeo me cogieron en la infancia, y para cuando tuve algo más de edad, aquel mítico trío de la Movida tampoco terminaba de encajar con lo que yo todavía buscaba infructuosamente en la música popular. No obstante, tanto entonces como ahora soy consciente de que había algo en ellos que los hacía grandes, quizá su gran capacidad para crear melodías hermosas y pegadizas, quizá porque ofrecían un producto pop de alta calidad que lograba calar en cualquier clase de público. Sí que recuerdo bien la separación de Ana, Jose y Nacho como un momento traumático para la música española de los ochenta; y también tengo algún recuerdo de aquel primer trabajo en solitario de Nacho Cano que un primo mío, fan del grupo, compró un poco por inercia, seguramente arrinconándolo por tener muy poco o nada que ver con sus bonitas canciones de siempre. Se tituló Un mundo separado por el mismo dios (1994) y tuvo cierto éxito, pese a que los años -y la deriva de la carrera del músico- se han encargado de relegar prácticamente al olvido.

Contraportada del CD.

Tal como comentó el crítico musical Julián Ruíz, Nacho Cano siempre anduvo interesado por la trayectoria de un músico que a partir de este primer trabajo como solista se reveló como su ídolo de siempre: Mike Oldfield. Cano parecía -nadie ha dicho que lo hiciese- imitar a Oldfield tanto en la vestimenta y los peinados como en la imagen que quería proyectar de sí mismo, la de un artista básicamente instrumental, algo soñador y un tanto alejado del marketing radical. En Un mundo separado por el mismo dios, ciertamente no intenta crear un Tubular Bells u Ommadawn, pero sí que se recrea en el carácter impredecible, picassiano, de la música del británico. Y ese es tal vez el mayor problema de este trabajo, que Cano le pone tantas ganas que está sobre-trabajado hasta hacerse a ratos empachoso. Son tantas las ideas que se cruzan por la mente de Nacho Cano, y casi todas tan buenas, que en lugar de administrarlas reflexivamente, el músico parece querer dar salida a todas ellas en este único disco, hasta saturarlo. Algunas soluciones instrumentales, como un bajo eléctrico que suena insistentemente aquí y allá, no me suenan del todo bien; y también hay inevitables ramalazos a lo Mecano. Pero no seamos crueles, porque Un mundo separado... es un álbum estupendo, magistral a ratos, sin duda posible uno de los dos o tres mejores trabajos instrumentales que ha dado la música popular española en su historia reciente.

Imagen del interior del estuche del CD.

El título no es una apología atea o anticlerical. Más bien es una queja contra el hecho indiscutible de que la mayoría de grandes conflictos que sacuden el planeta tienen un origen religioso, siendo otra verdad flagrante el hecho de que las religiones mayoritarias, las que se mantienen en armas aquí y allá, rezan a un mismo dios a sabiendas de que son solamente los ritos y poco más los que separan a unos de otros. El dios musulmán, el cristiano y el judío, salvo por los matices que mantienen cargados los fusiles, son uno solo, y todos nosotros lo sabemos perfectamente. Nacho Cano realiza en este álbum difusamente conceptual un retrato de cada una de estas culturas, entrecruzándolas y acercándolas a la vida diaria y corriente del oyente. El primer single, El patio, no deja de ser una recreación de la vida sencilla alrededor de un patio andaluz, con todo el colorido andalusí y mediterráneo imaginable. Y también hay cánticos religiosos y otros no tanto, como en el tema que da título al disco, en el que escuchamos desde voces sacras hasta algún ladrido de los que emitía Hitler en sus discursos. Mi tema favorito es, sin embargo, La batalla. Lo escuché por primera vez en el recopilatorio Universos (hoy inencontrable, me temo) y me sedujo por su capacidad de evocación y su larga duración.

Vídeo oficial de El patio.

El correspondiente a Un mundo separado...

Y el de El waltz de los locos.

El álbum fue compuesto en Nueva York y grabado en Londres, Amsterdam y Madrid. Suponemos que a Nacho Cano le dio por viajar en busca de ideas para su debut. Colaboran con él algunos artistas de renombre como el guitarrista Vicente Amigo, la cantaora Chonchi Heredia y la cantante Mercedes Ferrer. En los agradecimientos, Cano se acuerda de Dios (sin rencores) y de su novia de entonces, Penélope Cruz, por ser su inspiración.

Y poco más que decir, solamente recomendar su escucha relajada, quizá en dos sesiones más que en una sola. Por lo menos, nos quedará la satisfacción agridulce de saber que este actual empresario del musical comercial más acomodaticio un día tuvo las agallas de hacer algo verdaderamente novedoso. En Spotify.

martes, 21 de junio de 2011

Ash Ra Tempel - JOIN INN


1. Freak'n'roll (19:15)
2. Jenseits (24:18)

Regresemos a aquellos años setenta y sus experimentos raros a la europea. Ya hemos hablado en muchas ocasiones del krautrock, y hemos comentado tanto en qué consistió el movimiento como algunos de sus trabajos más significativos. Join Inn (1973) es uno de los que nos faltan, y es especialmente importante si lo consideramos como disco-bisagra. Me explico.

Tal y como sabéis quienes que seguís este género alemán, el krautrock comienza como variedad rock un tanto liberal, casi contestataria -en una línea más o menos cercana a lo que se hacía en otras partes del mundo- frente a viejos valores sociales, para ir derivando de la mano de algunos grupos como Tangerine Dream o estos Ash Ra Tempel hacia algo mucho más abstracto, que terminó convirtiéndose en eso que se conoce como "música cósmica", o más específicamente, el sonido de la escuela de Berlín. De unos planteamientos de rock alternativo y vocal se evolucionó hacia lo etéreo, puramente instrumental en esencia, con único hilo conductor encarnado de principio a fin en el uso de maquinaria electrónica como base creativa para los grupos y solistas. Join Inn, uno de los álbumes claves de la carrera de Ash Ra Tempel es ambas cosas: krautrock psicodélico y coyuntural en su primera cara, y música cósmica en la segunda.

Join Inn tiene además un aliciente añadido, nada menos que la presencia de Klaus Schulze, el nombre propio más importante de todo el género electrónico alemán con permiso de Edgar Froese. Recordemos que Schulze llevaba tiempo dando tumbos de banda en banda mientras trataba de consolidar un estilo propio, pasando, por ejemplo, por Tangerine Dream. Aquí aporta sus teclados electrónicos y sus percusiones (tocó la bateria en el debut de TD, Electronic Meditation), además de Manuel Göttsching y su guitarra, Hartmut Enke al bajo y la cantante Rosi Müller (una especie de trasunto alemán de Nico, la de la Velvet Underground). No está aquí el Juan Valdés de los ácidos Timothy Leary, que actuó como invitado y alma mater en el anterior Seven Up (1972), aunque ambos lados del vinilo deben ser igual de efectivos a la hora de apreciar en technicolor los efectos del LSD.

Contraportada. El pasmao de abajo es Klaus Schulze.

Join Inn se abre con Freak'n'roll, una suite en apariencia improvisada con mucha guitarra jazzística sesentera y mucha batería, aunque según avanza van apareciendo sonidos más propios del krautrock, con efectos cósmicos y regresos constantes a la palestra de la guitarra, la batería y el bajo. Estas cosas tan rítmicas pero carentes de melodía se bailaban, además. Jenseits ("El más allá"), en la cara B, es un tema mucho más relajado, introspectivo y casi ambient, con la curiosidad de la voz de Rosi hablando más que cantando, casi como creando un efecto de sampleado, como si su voz hubiese sido recogida en una conversación casual. Sobre el bajo recae buena parte del peso de esta segunda suite de Join Inn, ya que el resto es un extraño ruido electrónico sobre el que Rossi continúa su entrecortada letanía. La cosa contribuye bastante al trance hipnótico-lisérgico. Hacia la mitad del tema, éste se vuelve más "organístico", más en la línea épica y oscurantista de los primeros trabajos en solitario de Klaus Schulze, y los punteos de guitarra se hacen notar aquí y allá. Música para escuchar de noche, otra vez.

Lo mejor: que si nos dejamos sugestionar podemos tener una experiencia extracorpórea digna de la más efectiva música cósmica de los setenta; y que es precisamente la clase de disco que seguramente jamás volverá a grabarse en el panorama pop, a causa su extremo sentido de la libertad creativa. Y lo peor: que la primera parte es algo aburrida, adecuada para escuchar pasivamente, pero algo falta de jugo si queremos poner en ella nuestros cinco sentidos. También está en Spotify, aquí y aquí.

Jenseits, casi completa.

sábado, 18 de junio de 2011

Ahora que reponen las de Indy...


El famoso arqueólogo Indiana Jones ha sido convertido por la fuerza en un cruel devoto de la secta india thuggee, y a punto está de arrojar a la desesperada cantante de club Willie Scott a un baño de lava; pero menos mal que el fiel ayudante del héroe, Tapón, le acerca la llama de una antorcha y logra despertarlo del sueño negro de Kali Ma. Decidido por fin a dar al traste con los planes de los asesinos, Indy toma su mitológico sombrero y su látigo de las manos de Tapón, y solemnemente promete al niño y a la chica que se marcharán del templo maldito. Se irán todos.

Y a continuación comprobamos por qué John Williams es quien es, con la fabulosa fanfarria épica que acompaña a la visión entre neblinas de un feroz Indiana Jones, plantado con el ceño fruncido ante el cabrón que lleva media película arreando latigazos a un grupo de niños esclavos. La magia del mejor cine de aventuras contenida en la escena clave de una "simple" película de los ochenta.

Fotograma de Indiana Jones y el templo maldito (Steven Spielberg, 1984).

Estas semanas están pasando de nuevo por un canal de televisión español las películas de Indiana Jones y, considerando que no tardaré mucho en comentar sus bandas sonoras, me parece lógico recomendar a todos y todas los que siguen este blog que no se las pierdan. Por supuesto, sé que son de sobra conocidas y prácticamente todos/as las habéis visto. Pero en fin, soy seguidor de John Williams porque soy fan de Indiana Jones, y viceversa.

También recomiendo la adquisición del estuche para coleccionistas lanzado en 2008 que contiene las cuatro bandas sonoras de la saga, primero porque cada álbum -alguno de ellos prácticamente imposible de encontrar a la venta con anterioridad- está remasterizado y contiene temas nuevos; segundo, porque incluye un quinto CD con entrevistas y más música inédita; y tercero, porque sería genial poder comentar con vosotros/as esta música cuando el próximo mes me dedique a ella exhaustivamente, ya no como autor del blog, sino como un miembro más de un grupo de debate.

Puede escucharse la colección completa en Spotify.

miércoles, 15 de junio de 2011

Morelenbaum² / Sakamoto - CASA


2. O Amor em Paz (3:50)
3. Vivo Sonhando - Dreamer (4:29)
4. Inútil Paisagem (4:27)
5. Sabiá (3:47)
6. Chanson Pour Michele (3:08)
7. Bonita (4:22)
8. Fotografia (4:18)
9. Imagina (2:18)
10. Estrada Branca (4:02)
11. O Grande Amor (4:30)
12. Cançao em Modo Menor (2:00)
13. Tema Para Ana (2:07)
14. Derradeira Primavera (2:21)
15. Esperança Perdida - I Was Just One More for You (4:04)
16. Sem Vôce (5:07)
17. Samba do Aviao - Live (5:33)
18. Improvisation - Live (7:11)

Casi por sorpresa he sabido de la existencia de este trabajo de Ryuichi Sakamoto junto al dúo Morelenbaum, que es un homenaje bastante bonito a Antônio Carlos Jobim. Lo que más me sorprende es lo inusual de la propuesta, en parte por los artistas implicados, y también en parte por sus planteamientos musicales.

Casa (2001) se titula así por haber sido grabado casi en su totalidad -salvo alguna pieza grabada en Japón, creo- en la casa donde vivió realmente Jobim, en Rio de Janeiro. Se trata de una colección de canciones, no necesariamente de las más famosas (lo siento, no está La chica de Ipanema), algunas incluso inéditas, interpretadas al piano por Sakamoto, al chelo por Jaques Morelenbaum, y con la voz de la esposa del segundo, Paula Morelenbaum. La primera sorpresa, al menos para mí, es la presencia del compositor japonés, autor principal de la música de El último emperador. No tenía noticia de que Sakamoto tuviese una faceta como intérprete de composiciones ajenas, pero sí que era evidente su notable y reconocible personalidad a la hora de enfrentarse al piano solista. Tampoco conocía su admiración por Jobim, padre de la bossa nova, pero es lógico que cualquier músico pueda tener entre sus ídolos a artistas con estilos muy distintos del suyo.

Ryuichi Sakamoto, Paula Morelenbaum y Jaques Morelenbaum

El matrimonio Morelenbaum era una elección más lógica siendo ambos brasileños, y sobre todo considerando que la suave y cálida voz de Paula se adapta perfectamente a ese modo de cantar que tan fácilmente asociamos los neófitos a la bossa nova auténtica, la que duró oficialmente unos pocos años y que después ha sido artificialmente convertida en un género musical. Sea en portugués o en inglés, Paula Morelenbaum cuece y enriquece cada verso de Jobim, estableciéndose un diálogo a tres bandas bastante equilibrado entre los tres artistas implicados. Como curiosidad, decir que el hijo de Jobim, Paulo, interviene con su guitarra en alguno de los temas del álbum, con lo que la sensación de estar en la intimidad del hogar del genio se acrecienta todavía más. También está ahí la voz de Ed Motta en el tema Imagina, y parece sonar muy en la onda del propio Jobim vocalista. Y todo eso, sin olvidar la maravillosa portada que reproduce el estilo de los LPs originales de Jobim en los sesenta, en el sello A&M, con una imagen nubosa, casi mágica de la bahía de Río. Dulce retorno al pasado.

Vídeo, promocional supongo, del tema O Grande Amor.

Aviso de que estamos ante un álbum extremadamente intimista, sin estridencias de ningún tipo, que llega directamente a la fibra de cada uno sin necesidad de grandes esfuerzos. En todo caso, sí que podemos destacar el tema Improvisation por su experimentalismo, al tratarse de una pieza instrumental improvisada bastante rupturista y que en una primera escucha no parece encajar muy bien en el conjunto. Sin necesidad de extenderme más, porque lo dicho es más que suficiente, recomiendo este trabajo muy mucho a quienes gustan de la bossa en su expresión más pura y desnuda. No es la clase de disco que se estila en los años que vivimos.

viernes, 10 de junio de 2011

Pat Metheny Group - IMAGINARY DAY


1. Imaginary Day (10:11)
2. Follow Me (5:56)
3. Into the Dream (2:27)
4. A Story Within the Story (8:01)
5. The Heat of the Day (9:44)
6. Across the Sky (5:13)
7. The Roots of Coincidence (7:48)
8. Too Soon Tomorrow (5:45)
9. The Awakening (9:28)

Hace muchos años, cuando oí hablar por primera vez de Pat Metheny, pensé que era un músico de new age. Había algún tema suyo en recopilatorios del género bastante respetables, y la verdad es que los temas que escuché no me inclinaron a pensar otra cosa. Después supe que no solamente era un músico de jazz, sino que es uno de los máximos exponentes de su generación. Uno de los grandes. Nunca terminaron de encajarme algunos de los álbumes que escuché, quizá porque mi mente de aficionado a la música clásica necesita algo más "programático", más predecible, que esa endemoniada monserga improvisada que es el buen jazz. Con discos como Imaginary Day (1997), uno de los que gozan de mayor estima popular en la discografía de este músico, me retracto.

Pat Metheny (de Ferchw, en Photobucket).

Incluso me han dado ganas de retractarme respecto a eso de que Pat Metheny es un músico de jazz, porque esto va un par de pasos más allá del género culto norteamericano. Imaginary Day conjura, bajo la apariencia muy superficial de su estructura jazzística y sus percusiones atenuadas una serie de potentes influencias de eso que se llama world music ("música del mundo"), que lo convierten en algo culturalmente rico, florido en matices, abierto a la aceptación de cualquier oyente con un mínimo de buen gusto. El gamelán indonesio, un toque de Oriente Medio (¿levemente aflamencado quizá?) y buenas dosis célticas dan cuerpo a uno de esos discos que, antes que reflejar con amargura esa "globalización" que tan mal nos suena hoy en día, parece gritar "¡modernidad!" por los cuatro costados.

The Pat Metheny Group está formado por Metheny y sus guitarras, la famosa Picasso entre ellas; los teclados de Lyle Mays; los bajos de Steve Rodby (qué mal ha sonado eso); percusiones variadas a cargo de Don Alias, Mino Cinelu, Dave Samuels y Glen Velez; la batería de Paul Wertico; y las voces, además de alguna otra cosilla más, de David Blamires y Mark Ledford. No soy un profundo conocedor de la trayectoria de la formación, pero creo que solamente Metheny, Mays, Rodby y Wertico son fijos. Los dos primeros son, además, autores de todos los temas de este trabajo.

Trasera del CD.

El primer tema, Imaginary Day, comienza casi como una película de chinos de esas de serie B de los setenta, con el sonido del gamelán aportando un toque oriental más o menos indefinido. Mientras no se impone el ritmo de la batería y el predominio de bajo y guitarra, casi suena a obertura de algún álbum de clásica contemporánea. Follow Me es un corte más en la línea habitual de Metheny y los suyos, aunque bastante más popero y comercial -menos jazz- de lo general. Maravillosamente bien suenan los múltiples punteos al inicio de Into the Dream, un tema cristalino con nuevos detalles balineses que podría ser la pieza más ambiental del disco. A Story Within the Story regresa al jazz más canalla y clásico con su ritmo sinuoso y sus metales. The Heat of the Day, es una pieza bastante espectacular que suena supuestamente arábica, aunque -corríjame alguien si me equivoco- le encuentro, como decía antes, un fuerte sabor... digamos andalusí. Across the Sky supone la pausa necesaria tras el nervio de la pista anterior, con una bonita melodía relajante y el diálogo a cuatro bandas de la guitarra, el bajo, la batería y el piano. The Roots of Coincidence es bastante tecnológico en sus bases, con una guitarra cortante y espíritu rockero. Too Soon Tomorrow está concebido como otra pausa laxa en la que jugar con las cuerdas del mástil a capricho. Y cuando comienza el tema final, el largo The Awakening, nos vemos en una verde colina irlandesa, casi en una película épica por algunos arreglos como de banda sonora de cine que hay en la segunda mitad del corte. Al final suenan las gaitas.

La edición en dvd incluye una palabra en clave más: "live".

La verdad es que Imaginary Day es un álbum que puede verse desde dos ópticas: la positiva, que es muy variado, y que todos los temas son joyas en sí mismos y no sobra ni un minuto; y la negativa, que quizá le falte algo de coherencia temática y divague un poco estilísticamente en más de un momento. Por mi parte, creo que son su calidad aplastante y su aperturismo los que lo definen, convirtiéndolo en el perfecto álbum -¡por fin lo he encontrado!- para iniciar a los escépticos en el mundillo del jazz actual. Aunque también puedo estar radicalmente equivocado... En Spotify.

martes, 7 de junio de 2011

Maurice Jarre - A PASSAGE TO INDIA


1. A Passage to India Main Title (1:52)
2. The Marabar Caves (3:05)
3. Bombay March (2:33)
4. The Temple (5:19)
5. Frangipani (3:01)
6. Chandrapore (4:45)
7. Adela (4:24)
8. Expectations (3:07)
9. Bicycle Ride (3:27)
10. Climbing to the Caves (3:58)
11. Kashmir (2:19)
12. Back to England (2:30)

Mientras muchos científicos siguen devanándose los sesos acerca de la posibilidad de viajar en el tiempo, hay quienes ya lo han hecho en alguna ocasión. Es el caso del director de cine británico David Lean (1908-1991), que viajó hacia su propio pasado en 1984 con la película Pasaje a La India (A Passage to India). Lean es el director de algunas de las más grandes películas de todos los tiempos, incluyendo El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago. Su estilo visual es inconfundible, y pese a que dejó pasar una década y media en blanco entre la polémica La hija de Ryan (1970) y esta película de la que estamos tratando, no parece ni por un instante que las cosas hayan cambiado en su manera de trabajar; Pasaje a La India parece una película rodada en los cincuenta o los sesenta. Y Maurice Jarre, que formó con el director un tándem estético indisoluble desde Lawrence, pareció viajar en la misma cápsula del tiempo que Lean con su banda sonora.

Maurice Jarre

A Passage to India se basa en la novela homónima de E. M. Forster, uno de los principales nombres en la literatura de habla inglesa del siglo XX. Como no quiero desvelar excesivos detalles argumentales, diremos que la novela y la película de David Lean reflexionan con gran riqueza descriptiva sobre las consecuencias del choque de dos civilizaciones radicalmente distintas: la británica, con un imperio que a principios del siglo pasado se extendía sobre medio globo terráqueo, y la india, mucho más mística y "primitiva" (entendamos esto en un sentido para nada insultante). Pese a los muchos años de ocupación del subcontinente indio, los británicos nunca llegaron a conquistarlo desde un punto de vista cultural; La India tenía un carácter propio tan marcado que en muchos sentidos fueron sus colonizadores europeos quienes terminaron invadidos por su sensualidad, sus olores, sus costumbres y sus raíces religiosas y tradicionales.

En la novela de Forster, los británicos parecen recluirse en su ambiente de decadente opulencia clasista más para protegerse de estas influencias culturales que para afianzarse como la clase dominante, y son las peculiares circunstancias que tienen lugar entre la protagonista Adela Quested y el doctor indio Aziz, en las cuevas de Marabar, las que desatan la inevitable conclusión: pese a que la convivencia es posible, la comprensión cultural mutua no lo es, al menos mientras los radicalismos ideológicos y sociales persistan.

Contraportada del CD.

Toda esta parrafada viene muy a cuento si queremos comprender del todo el planteamiento inicial del músico. Maurice Jarre apuesta por una banda sonora muy en la línea del David Lean de siempre, totalmente alejada de lo que el compositor de origen francés haría durante los ochenta. Guarda un cierto parecido en su tema principal con el de La hija de Ryan, pese a que en su día hasta Jarre se llevó algún palo por su participación en aquella película. No obstante, el elemento clave que da carácter a A Passage to India es el uso de las ondas Martenot, un instrumento electrónico de los años veinte que, fuera de su uso en el cine, casi siempre se ha asociado a trabajos experimentales un tanto opacos. Su sonido recuerda al del theremin, aunque no posee una tonalidad tan "fantasmagórica", sino que más bien tiene un toque exótico, como de ensueño. Jarre ya lo utilizó en Lawrence de Arabia, aunque aquí es poco menos que un personaje de la propia película: la exuberante y un tanto erótica cultura india que parece agredir a la estirada beatitud inglesa de Adela Quested.

El equipo musical conocido como ondas Martenot.

Las ondas Martenot se cuelan allí donde suena el leitmotiv de Adela, sobre todo en el tema del mismo nombre y en otros como Bicycle Ride (en la escena clave de toda la película), convirtiendo lo que podría haber sido una colección de melodías de época casi bailables en algo totalmente distinto, mucho más sugestivo y arriesgado. También suena en la íntima Climbing to the Caves y en la obertura de la obra, A Passage to India Main Theme, tema que responde a la costumbre inflexible de David Lean de poner los créditos al comienzo de la película (a la vieja usanza del cine clásico).

Otra parte de la banda sonora que es típica en todo trabajo Lean-Jarre es, por ejemplo, la marcha militar de sus escenas de masas. Aquí se cumple esta premisa con Bombay March, y parcialmente con varios fragmentos del tema Expectations. En el resto de temas del álbum encontramos música excelentemente bien compuesta, con un sabor mucho más clásico que otros trabajos orquestales para el mundo del cine de aquel entonces. Una auténtica exquisitez clasicista es, con ondas Martenot y todo, la triunfal Kashmir. En general, de todos modos, son las variaciones sobre el tema de Adela las que funcionan como columna vertebral de este trabajo ganador del último Oscar de Maurice Jarre.

Jarre dirige la Royal Philharmonic Orchestra en un tributo a David Lean (1992).

Es un trabajo delicioso, de una elegancia arrebatadora y con un sonido especialmente nítido que hace estremecer al ser escuchado en un buen equipo de audio. Imprescindible conocer esta banda sonora, si bien hay que tener en cuenta que en la película no escuchamos -ni mucho menos- todo lo recogido en el disco. Resulta que David Lean aprendió bien la lección de La hija de Ryan y no abusó del buen hacer de Jarre; pero éste, que a aquellas alturas se debía tanto a los cineastas como a su propio público, sí quiso que todos disfrutásemos de sus composiciones íntegras. No pasa la cosa de 40 minutos y pico, pero van más que sobrados. Escuchamos una versión orquestal -sin ondas martenot, ojo- del tema de Adela.

jueves, 2 de junio de 2011

"Conjuros" en pleno verano.


Ya llega desde los fogones el olor de la nueva edición de Incantations, álbum de Mike Oldfield de 1978 que se estaba mereciendo como ningún otro una edición "deluxe" de las buenas. Tuvo un éxito discreto -que no pequeño- en su momento, y por alguna razón nunca ha estado entre los trabajos más celebrados del compositor británico pese a ser su obra más ambiciosa de los setenta (único álbum doble de estudio de Oldfield hasta hace muy poco tiempo) y, para mí al menos, uno de sus álbumes más evocadores y épicos.

No sé qué hicieron los de Virgin en las ediciones hasta ahora existentes en CD, pero esta maravilla sinfónica tenía un pitido de fondo de lo más desagradable que, espero por su bien, los de Universal han debido eliminar. El caso es que el nuevo Incantations, que estará a la venta el 25 de julio según previsiones oficiales, ha sido planteado de forma distinta a las reediciones anteriores, parece que por problemas de espacio físico: El primer CD contendrá las cuatro partes de Incantations completas, aunque simplemente remasterizadas; por su parte, el segundo CD de la edición deluxe incluirá una serie de extractos del álbum completamente remezclados por el propio Oldfield para la ocasión. Esta vez no se ha llevado a cabo una restauración exhaustiva del álbum completo, aunque debemos esperar que el remaster dé la talla. Habrá también alguna demo y varios temas inéditos bastante jugosos como Wrekorder Wrondo y Pipe Tune. El dvd de rigor en la edición deluxe contendrá remezclas 5.1 de lo que sería todo el CD 2, amén de los vídeos de Incantations grabados en la gira Exposed. Toda la información aquí.

La polémica vuelve a centrarse, a falta de valorar el sonido del álbum, en la nueva portada. Me gustaba mucho más la original, aunque debo decir que, puestos a comprarnos otra vez un disco que en esencia ya tenemos, el que éste tenga una nueva portada no deja de ser un aliciente. Se trata de una imagen de la misma cala menorquina del original, y en este enlace a Youtube alguien ha hecho un videoclip a propósito de su relación con Incantations.

miércoles, 1 de junio de 2011

Andreas Vollenweider - DOWN TO THE MOON


1. Down to the Moon (2:26)
2. Moon Dance (4:10)
3. Steam Forest (4:57)
4. Water Moon (2:14)
5. Night Fire Dance (4:58)
6. Quiet Observer (2:44)
7. Silver Wheel (3:58)
8. Drown in Pale Light (2:13)
9. The Secret, the Candle, and Love (3:45)
10. Hush - Patience at Bamboo Forest (0:19)
11. The Three Silver Ladies Dance (2:32)
12. La Lune Et L'Enfant (2:04)

Hace la tira de tiempo que comenté en el blog Book of Roses, que se supone es uno de los grandes trabajos de Andreas Vollenweider y que algunos habían calificado como "el Tubular Bells de los noventa". Pese a que la comparación sigue pareciéndome tan tonta y exagerada como el primer día, es cierto que el tiempo que he pasado acostumbrándome sobre la marcha a la new age pura y dura -un género que a palo seco siempre me ha costado trabajo- me ha demostrado que fui demasiado duro. El tipo es uno de los grandes en Europa dentro del gremio, y es de ley que regresemos a él con otro de sus títulos esenciales (¿tal vez el que más?), que se titula Down to the Moon y es de 1986.

Podría parecer que un instrumentista cuya herramienta es el arpa se iba a limitar a crear paisajes sonoros cristalinos e introspectivos, pero el suizo Vollenweider tiende más bien a componer piezas que podríamos definir como temas de pop instrumental con una producción muy rica y cuidada. A eso contribuye el hecho de que el arpa que maneja sea un instrumento modificado por él mismo para convertirlo en electro-acústico. Ya ha salido por aquí el asunto de cómo era la new age que más triunfó y se expandió en los ochenta, con discos que no necesariamente se alejarían del gusto de un público mayoritario. La idea era, me imagino, acostumbrar al aficionado a degustar sonidos cada vez más delicados, más originales, y prescindir de una voz solista que les diese un excesivo convencionalismo. La tendencia era también la de dulcificar los ritmos para que el conjunto sonase más o menos relajante. Y si además el artista en cuestión era alguien creativo y con talento, podía permitirse el lujo de algún experimento, supeditado, eso sí, a los relativamente rudimentarios medios de los estudios de entonces. Creo que este trabajo de Andreas Vollenweider, además de los otros dos o tres suyos que conozco, van por estos derroteros "aperturistas". Por cierto, hay que decir que el músico de Zürich se acompañaba entonces por una banda más o menos estable que en los créditos del álbum, bastante originales, se hace llamar Andreas Vollenweider & Friends "Moon Orchestra".

Andreas Vollenweider en una foto del interior del álbum.

Down to the Moon, pese a tener una bella portada que nos inclina a pensar en una atmósfera oscurantista o íntima, es un álbum bastante alegre y distendido. Comienza con la homónima Down to the Moon, un tema tranquilo con un toque de encantamiento, funcionando como una perfecta introducción. Enlaza directamente con el mucho más cadencioso Moon Dance, en el que suena una pléyade de instrumentos de todo tipo para dotarlo de un gran abanico de colorido sonoro. Steam Forest ("Bosque de vapor") comienza con efectos de sonido imitando burbujeos, y el arpa protagonista se mueve con lentitud sensual entre aparentes sonidos de goteos. Water Moon es un corte que comienza de un modo muy discreto, mínimo, para luego acoger algunos sonidos pseudo-arábicos que aumentan su aura de misterio no muy bien definido. Night Fire Dance vuelve a contener un ritmo casi pop, con el arpa recuperando su espacio y algunos relajantes sonidos de oleaje al fondo. El canto de un búho -o alguna otra ave nocturna- abre Quiet Observer ("Observador silencioso"), un corte muy bonito e inspirado que se compone de diálogos constantes entre el arpa y otros pocos instrumentos que le hablan de tú a tú. Enlaza con Silver Wheel ("Rueda de plata"), otra composición rítmica muy dinámica y luminosa, hasta llegar a la muy relajante Drown in Pale Light ("Ahogado en luz pálida"), cuyo tratamiento carente de excesivos efectos le han hecho envejecer bastante mejor que otros temas del álbum. The Secret, the Candle, and Love ("El secreto, la vela, y el amor") suena bastante romántico y tierno, un tema delicado que también se deja escuchar con mucho agrado. Hush - Patience at Bamboo Forest ("Calma - Paciencia en el bosque de bambú") es una mera transición levemente percusiva que nos conduce directos a The Three Silver Ladies Dance ("Las tres damas de plata bailan"), que no es especialmente distinta de los demás cortes con ritmo del álbum, salvo tal vez por las cuerdas que suenan aquí y allá; y La Lune Et L'Enfant, una conclusión muy "world music", de la que a Vollenweider se considera pionero.

Portada alternativa. Por su fealdad, deduzco que de la primera edición en CD.

Los temas del 1 al 5 aparecen bajo el título general de The Near Side ("El lado cercano"), y los siguientes bajo el de The Far Side ("El lado lejano"). Es de suponer que se refiere a las caras de la luna, sobre todo si consideramos que la mayor parte de temas del álbum, por sus títulos al menos, contienen abundantes referencias al satélite y a su dominio natural, la noche. No estamos, desde luego, ante una noche oscura u ominosa, sino ante una llena de vida y frescura en la que la naturaleza se despliega y los sueños se vuelven dulces. Se me ocurre que Down to the Moon podría ser un buen acompañante para leer alguno de los exquisitos relatos oníricos de Lord Dunsany (autor que recomiendo). El disco se reeditó en 2005 con algunos temas extra, ya como un auténtico clásico tras ganar el Grammy en su categoría y asentar del todo la carrera de su autor. Otro imprescindible para la colección. En Spotify, mientras dure.

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