martes, 27 de mayo de 2025
Max Richter - IN A LANDSCAPE
miércoles, 7 de mayo de 2025
Pink Floyd en Pompeya: ruinas, morbo y cintas de vídeo.
Parece que la edición en audio del evento de Pink Floyd en las ruinas de Pompeya ha llegado al número 1 de las listas de ventas en Reino Unido y otro buen montón de países. Esto de las ventas ya no tiene mucho interés para la muchachada y los medios más urbanitas, que prefieren medir el éxito en términos de reproducciones en streaming (Spotify, YouTube o un sitio nuevo que apareció hace dos semanas y nosotros, la órbita boomer, no conoceremos hasta que haya pasado de moda), pero está claro que, tratándose hoy en día el mercado de venta de CDs y vinilos de una piscina de bolas para muchísimos mitómanos y coleccionistas con el síndrome de Diógenes, sigue teniendo mérito llegar a lo más alto.
Como ya sabéis, Pink Floyd lanzó la semana pasada una edición en doble vinilo, doble CD y Blu-ray con su famoso concierto de 1972, por primera vez oficialmente en formato de sólo audio y acompañado de la proyección de la película correspondiente en salas Imax durante unas días, para darle más relevancia en los medios. Lo de llamarlo "concierto" es hablar por hablar, primero porque sólo interpretaron in situ tres temas: Echoes, A Saucerful of Secrets y One of these Days, mientras que el resto de piezas incluidas en la película se grabaron en estudio y se montaron sobre imágenes de los muros caídos, los frescos, los mosaicos y los charcos humeantes de la ciudad romana arrasada por el Vesubio en el año 79 después de Cristo. Y segundo, es hablar por hablar, lo de "concierto", porque la actuación se grabó sin público. Se reconoce el valor del documento tanto por su originalidad como por dar testimonio del extraño viaje que transformó a los psicodélicos Pink Floyd en una banda de rock progresivo tan importante que muchos aficionados al género no se atreven a reconocerla como tal..
En su momento, la película se estrenó internacionalmente y debió tener cierta repercusión, ya que hasta los cines de España llegó en momentos políticos muy delicados. Después ha tenido algún reestreno en salas y numerosas reediciones domésticas en VHS y DVD, añadiendo y retocando cosas. A falta del ver el nuevo Blu-ray, que seguramente respetará la versión original, vi en su momento el DVD y me pareció que era una cosa para muy fans, café para los muy cafeteros, sobre todo porque contiene extensas entrevistas en un estudio de grabación que difícilmente pueden ser interesantes para el espectador casual. Lo más que podemos sacar de esta parte no pompeyana del filme es el hecho de que ya se escuchan fragmentos del que iba a ser el gran mito de Pink Floyd, The Dark Side of the Moon, pendiente de publicarse unos meses después. Escucho la nueva versión en audio (CD) mientras escribo y suena realmente bien, con algún agradecido alarde en el efectismo de la remezcla de Steven Wilson.
Pero todo esto es un poco lo de siempre: una mezcla entre completismo de coleccionista, curiosidad de fan y consumismo puro. La infinita mayoría de compradores de alguno de los nuevos fetiches de PF lo escuchará una sola vez -o ninguna- y lo colocará en el estante como quien cuelga la cabeza de un ciervo sobre la chimenea, si acaso para contar alguna anécdota a las visitas y presumir de buen gusto. Los aficionados a la lectura también hacemos esto con los libros que más nos gustan, porque encontramos extrañamente gozoso ver de vez en cuando el lomo de aquella novela que tanto nos impresionó y sentirnos satisfechos, cual cerdo haciendo la croqueta en el barro, de tener tan bonita como inútil edición en la biblioteca.
Con los formatos de audio pasa también algo curioso en la mente del aficionado. Sale una nueva edición de coleccionista por nosequé aniversario y parece que la que tenemos en casa pierde lustre. El estuche está viejo, el papelín arrugado, saqué el CD hace años y ahora no sé en qué otro lo metí (casi siempre está en un CD-rom pirata de Windows 95 o en un pack de rancheras de tu padre, búscalo ahí). ¿Por qué yo, hombre de bien y carente de otros vicios de los malos, no me puedo comprar otra vez esta cosa que ya tengo, ahora con algún tema extra, nueva portada, lavado sonoro para que suene más fresco y tal y cual, sólo por el gusto de verla ahí puesta en la leja? Pues eso, siempre picamos. Puede ser por nostalgia de aquellos años en los que encontrabas un CD en la tienda que tus amigos no tenían y se formaba un revuelo admirativo mientras te pedían amablemente una copia en casete.
Es el morbo de tener, de acumular y presumir de lo acumulado. No descartaría el peso que puede tener este vicio oscuro en la práctica imposibilidad de que un régimen colectivista llegue algún día a buen puerto en Occidente. Y parece que va a ir a más, entre quienes se van dando cuenta de que los productos culturales en streaming tienen una disponibilidad efímera y quienes no terminan de asumir que una cosa que está alojada por ahí, en algún lugar indeterminado al que puede acceder sólo bajo ciertas condiciones (una suscripción, fibra de alta velocidad, un reproductor apropiado), realmente es algo que no le pertenece. Hay un gusanillo consumista que los verdaderos aficionados al cine, a los libros y a la música necesitan aplacar, y que no descansará por mucho que hoy podamos reproducir casi cualquier cosa en la cochambrosa pantallita y los altavoces minúsculos del teléfono.
Prefiero no hablar, porque nunca ha sido mi estilo ni el del blog, del hecho de que tantísimas personas estemos encantadas de recuperar música de hace cincuenta años (incluso quienes tenemos menos) porque el 99% de lo que se publica hoy sencillamente no es para nosotros. Da para pensar que incluso chavales de 15 años empiecen a darse cuenta de lo mismo.
Me está encantando este nuevo-viejísimo CD de Pink Floyd. Va a quedar perfecto en el estante junto a los cinco o seis trastos anteriores que en algún caso no he sacado ni del precinto de fábrica.
sábado, 26 de abril de 2025
Hergest Ridge, edición del 50 aniversario en Blu-ray.
miércoles, 23 de abril de 2025
Steven Wilson - THE OVERVIEW
2. The Overview (18:27)
De ser bastante escéptico con la obra en solitario de Steven Wilson (The Raven that Refused to Sing, pese a que me despierta una sonrisa, me sigue pareciendo un collage no muy fresco de los grupos setenteros que todos conocemos), estoy pasando a respetar profundamente su trabajo, e incluso a ponerme de su lado cuando le atacan por cosas que me parecen injustas. Este The Overview (2025), su último trabajo publicado hace un par de semanas, parece que ha gustado. No obstante, lo atacan por no profundizar, por ser demasiado breve, por no parecerse (¡Ay!) a los grandes álbumes progresivos de los años setenta en los que se inspira, etc.
Entiendo que quizá su anterior trabajo The Harmony Codex (2023) había despertado unas expectativas demasiado altas, y que se queda en tierra de nadie entre el experimento electrónico y el deseado regreso a las esencias del prog rock. No obstante, The Overview sí que me parece que da lo que promete. Es un trabajo conceptual que se inspira en la sensación que tienen los astronautas, al ver la Tierra desde el espacio, de lo pequeños que somos ante la grandeza inconmensurable del Universo. Wilson define esta música como un "viaje Kubrickiano". Está dividido en sólo dos suites al estilo vinilo, aunque es posible reproducirlo en streaming con una división en distintas pistas de cada uno de los temas largos.
Vamos a ver... Lo que ocurre aquí es que Steven Wilson, que es un artista genuino y más que meritorio, no necesariamente puede -ni quiere- competir con otras epopeyas que ha dado la música popular inspiradas en la inmensidad del espacio. Seguramente nunca se haya publicado nada tan abismal como aquel Zeit (1972) de Tangerine Dream, pero no creo que a Wilson se le pueda echar en cara el quedarse por detrás en la comparación. Steven Wilson hace la música que él quiere hacer, con su estilo, pensando en un público muy concreto, no para ser "el no va más" de ninguna idea musical. No creo que aspire a ser el Christopher Nolan de la música, y sé que algunos vais a entender la referencia. Por eso The Overview es ligerito si lo queremos comparar con algún mamotreto clásico de la música cósmica.
Incluso si queremos buscarle los tres pies al gato, podemos encontrar fragmentos de las suites que nos recuerdan a piezas bien conocidas, tales como un pasaje cantado al comienzo de la primera cara que suena un poco al Astronomy Domine de Pink Floyd, y otra pieza con recitación de Rotem Wilson (esposa de Steven) que yo emparentaría muy claramente con el tema final del Albedo 0.39 de Vangelis. Por ahí lo han desmenuzado hasta encontrar detalles de Yes, King Crimson y demás, pero no me parece tan claro como en el caso de los dos fragmentos mencionados. Y desde luego no me resulta tan prosaico como en los préstamos de estilo tan abundantes de aquel The Raven... Una teoría interesante es que la referencia a varios temas de Pink Floyd le puedan servir como antesala a una serie de remezclas suyas de álbumes de la banda británica, para empezar, con ese relanzamiento del concierto de Pompeya que está al caer.
Se escucha con agrado porque las melodías son buenas y la producción todavía mejor. Porque ambas suites, acertadamente distintas, ofrecen una paleta de sonidos diferentes y variados. Porque no dura mucho más de 40 minutos y nada en él da la sensación de que esté ahí para hacer de relleno. No me va a cambiar la vida ni me va a hacer mejor persona, y seguramente recurriré a piezas bastante más "hardcore" si en algún momento quiero zambullirme en una experiencia musical de ciencia ficción, pero es un disco que de verdad suena como debería sonar el rock progresivo clásico que tanto nos gusta tras haber evolucionado hasta bien entrado el siglo XXI. Y que vengan muchos más de estos.
jueves, 27 de marzo de 2025
Madredeus - O PARAÍSO
2. Os Dias são à Noite (4:31)
3. A Tempestade (5:14)
4. A Andorinha da Primavera (3:04)
El subtítulo del álbum O Paraíso (1997) no deja mucho lugar a la duda: 14 canciones. Es esto y nada más que explicar, entre otras cosas porque es probable que los componentes de Madredeus no tuviesen mayores ambiciones que las de componer canciones. Buenas canciones, me explico, con su estilo característico y todo eso, pero canciones al fin y al cabo. No conozco mucho de su trayectoria posterior, pero difícilmente se diría que, cuando salió a la venta el álbum que nos ocupa, los de Madredeus se habían vuelto vanidosos. Porque el éxito y los agasajos no les faltaban.
Madredeus, pese a ser una banda con un estilo en teoría muy localista (portugués), logró hacerse con un espacio muy importante en todo lo que fue el auge mainstream de la constelación new age a finales de los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado. Quizá porque la "saudade", siendo un concepto difícil de traducir, sin embargo es bastante fácil de comprender, su sonido se nos antojó universal, prácticamente una de tantas propuestas de world music como también entonces había. Tranquilidad, bienestar, placeres sencillos y un puntillo de melancolía no del todo definido. Lo que hacían no era exactamente fado, dicho por ellos, sino una especie de amalgama de matices de la tradición musical popular portuguesa. No era new age, desde luego, pero sí que podía tocar al mismo tiempo esa fibra espiritual y al final era común que apareciese alguna canción suya en los muchísimos recopilatorios de nuevas músicas de aquellos años.
O Paraíso llegó en uno de los momentos de más popularidad de la banda, después de un muy promocionado documental de Wim Wenders sobre Lisboa (Lisbon Story) para el que Madredeus aportó su banda sonora. También fue su primer álbum sin el teclista Rodrigo Leão, que se había marchado de la banda no mucho después de arrancar su carrera en solitario con Ave Mundi Luminar (1993). Llegaron a la formación dos nuevos miembros, Carlos Maria Trindade (sintetizadores) y Fernando Júdice (bajo acústico), y el grupo que había llegado a ser un sexteto pasó a ser un quinteto. Están ahí también el fundador Pedro Ayres Magalhães (guitarra acustica), José Peixoto (también guitarra acustica) y sobre todo la esencial Teresa Salgueiro. Su voz suave y expresiva aquí se recrea un poco más en lo lúdico que en otros discos anteriores, tiene un poco menos de carga dramática. La propia Salgueiro, según parece, intentaba dejar atrás su imagen como de joven viuda rural.
Supongo que el tema más conocido de O Paraíso es Haja o que Houver, pero todos los temas tienen un buen nivel. En general, el sonido del álbum evoca escenas más bien luminosas, optimistas si se quiere. El disco se grabó en Venecia (Ayres dijo que la ciudad italiana era "el destino ideal para la construcción de este nuevo barco en el que vamos a viajar"), en un espacio de tiempo relativamente corto y buscando aislarse un poco del bullicio, en un estudio no muy transitado. Teresa Salgueiro buscaba una conexión íntima con las canciones que la ayudasen a desarrollarlas con naturalidad, y el álbum en su conjunto irradia una sensación serena y agradable, de "paraíso".
El álbum, de gran éxito internacional, fue considerado por muchos críticos como el mejor de Madredeus hasta aquel momento, y que el propio Pedro Ayres consideraba que O Paraíso quería ser desde su origen una demostración del estado de gracia del grupo, un momento dulce en el que todo funcionaba armónicamente en lo musical y en lo personal. Parece que, después, los seguidores se lo han pensado un poco y ponen algún otro trabajo por delante de este, pero desde luego yo recomendaría O Paraíso como un punto de partida perfecto para introducirse en la música de Madredeus.
martes, 11 de marzo de 2025
The Cosmic Jokers - THE COSMIC JOKERS
2. Cosmic Joy (19:24)
El álbum The Cosmic Jokers ("Los chistosos cósmicos") forma parte del anecdotario más curioso de la kosmische musik alemana. Parece que todo empezó con el fundador del sello especializado Ohr, Rolf-Ulrich Kaiser, que buscaba dar prestigio a los productos que publicaba en aquellos años de efervescencia de la música cósmica a comienzos de los setenta y realizó varias reuniones, o tal vez fiestas, en el estudio del músico e ingeniero de sonido Dieter Dierks.
Muchos quisiéramos ver a los grandes artistas del género como jóvenes talentosos y soñadores en busca de una aventura creativa, cuando en realidad eran más bien sujetos un tanto autodestructivos para los que la creación musical era una forma de canalizar sus pelotazos a base de alucinógenos, sobre todo LSD. Estas quedadas a las que acudían, según apuntan varias fuentes más sutiles de lo que yo pretendo ser, eran un auténtico contubernio de iluminados orientalistas, gurús de las terapias y vividores pseudointelectuales de toda calaña reunidos para consumir drogas hasta caer rendidos. Algunos de ellos grababan trabajos de los que Kaiser estaba publicando en la época.
En teoría, los músicos estaban allí para amenizar los guateques a base de largas sesiones de improvisación en vivo. Entre otros, acudieron Klaus Schulze (teclados), Manuel Göttsching (guitarras), el mencionado Dieter Dierks (teclado, bajo), Harald Grosskopf (batería) y el hoy conocido como crítico gastronómico Jürgen Dollase (teclados), que se ponían morados de lo suyo y daban rienda suelta a los espacios más galácticos del krautrock para deleite de los popes de las pseudociencias new age allí presentes. Göttsching y Grosskopf estuvieron en algún momento en Ash Ra Tempel / Ashra, y el segundo de ambos, aparte de colaborar en álbumes de Klaus Schulze, estuvo con Dollase en la banda Wallenstein. Era un mundillo muy pequeño.
Rolf-Ulrich Kaiser grabó estas sesiones sin permiso, o al menos varias de ellas, y las montó junto a Dierks en secreto, publicando el álbum que nos ocupa, The Cosmic Jokers, con una filosofía que podríamos llamar "toma el dinero y corre". Se dio la situación absurda de que entrase en una tienda berlinesa Manuel Göttsching y descubriese un sonido genial en la megafonía para averiguar al instante, por boca del dependiente, de que era él mismo el que tocaba allí la guitarra. A Klaus Schulze le sentó especialmente mal la jugada, ya que no sentía que aquella música estuviese al nivel que él quería ofrecer. "Toma el dinero y corre" significa que, a poco que Kaiser fuese consciente de lo que había hecho, debía saber que se le venía encima una denuncia, un juicio y la retirada del álbum de las tiendas. La retirada de todos los álbumes de los Jokers, en realidad, ya que Kaiser publicó hasta cinco vinilos en el mismo año 1974 con el material que les había birlado. Algunos tenían un planteamiento bastante cutre, por cierto.
Hasta del país se tuvo que ir este personaje, y ni siquiera cuando una década más tarde se legalizó el disco con permiso y pago de royalties a sus autores pudo sacarle más tajada. Porque los músicos cósmicos eran un poco drogatas pero se ganaban la vida con su trabajo.
Para la posteridad quedó The Cosmic Jokers como el gran supergrupo del movimiento cósmico alemán, y debo decir que este primer álbum homónimo -hoy, repetimos, plenamente legal y oficial- es realmente notable. La calidad de la grabación, previa a las remasterizaciones pertinentes, no es precisamente de 10, pero se disfruta como un ejercicio magnífico de lo mejor que ofrece el género. La primera mitad, Galactic Joke ("Chiste galáctico"), tiene todo el nervio y la estructura épico-textural que tanto nos gusta, además de un toque de rock que no era tan frecuente. El protagonismo se lo lleva la guitarra eléctrica de Göttsching, supongo que porque el suyo es el sonido más reconocible, pero es un tema sobresaliente en todos sus elementos.
La segunda cara del vinilo se llama Cosmic Joy ("Gozo cósmico"). Siendo más ambiental, experimental y oscurantista, no baja el nivel. Sobresale aquí, para mi gusto al menos, la combinación de los teclados y las percusiones para crear un espacio sonoro de estos en los que te puedes perder con la imaginación.
Un trabajo, en resumen, tan curioso como interesante que merece la pena conocer por parte de los aficionados a la electrónica primitiva y el rock cósmico-progresivo y psicodélico. Lo que no es incompatible con llevar una vida sana y ordenada.
(Agradecimientos al blog Shakin' Street, en el que he averiguado algunos detalles que desconocía.)
jueves, 13 de febrero de 2025
Mike Oldfield - GUITARS
martes, 4 de febrero de 2025
Deuter - LAND OF ENCHANTMENT
2. Maui Morning (6:01)
La dificultad de escribir sobre un álbum de música new age es que, en muchas ocasiones, la información que existe sobre el mismo es más bien escasa. En el caso del trabajo que nos ocupa, Land of Enchantment (1988), es poco menos que imposible averiguar algo más que el simple hecho de que intenta abordar musicalmente la magia que hay en varios lugares del mundo. No soy un gran aficionado al género musical pacifista-esotérico-relajante-curativo, pero creo que muchos de los seguidores del blog recurrimos a menudo a este tipo de música por diversos motivos y, si sabemos elegir y tenemos un poco de suerte, encontramos a veces cosas realmente interesantes y bien hechas.
Hacer música para un grupo selecto de oyentes que saben lo que buscan podría parecer un trabajo que encorseta la labor creativa, pero en el caso de la new age suele ser más bien lo contrario. Precisamente porque los aficionados saben valorar la originalidad y la imaginación de los músicos, éstos se sienten libres de explorar diferentes sonidos y, una vez que conoces un poco el género y asumes sus postulados más básicos, empiezas a ver que hay todo un universo de propuestas muy distintas entre sí. He querido comentar Land of Enchantment precisamente porque esperaba algo más "del montón" al tratarse de un álbum new age, y sin embargo me ha parecido un disco bonito y agradable, original a ratos, con un sentido de lo melódico loable y una producción sencilla pero efectiva. Admito que le di una oportunidad atraído por lo que me sugería su bonita portada. Simplemente.
Su compositor es el alemán Chaitanya Georg Deuter, conocido como CG Deuter o sólo Deuter. Parece que estuvo en el meollo del movimiento krautrock y Escuela de Berlín en su auge de los setenta, aunque en su caso se decantó por la música new age en su vertiente más sencilla y estándar. Interpreta varios instrumentos básicos como la flauta, la guitarra, piano, teclados y algunos otros más foráneos como el sitar, el koto, las campanas tibetanas, el bouzouki y la shakuhachi. Por lo que sé, es un músico muy prolífico (más de 60 discos publicados) y respetado en su campo.
Land of Enchantment es una mezcla sutil de músicas de inspiración étnica de procedencias diversas (los títulos de los tema ayudan a situarlas geográficamente) con arreglos de sintetizador y atmósferas preciosistas, pero evitando ser un conglomerado de fusión folk sin pies ni cabeza. El disco posee un sabor de conjunto que le favorece, incluso cuando en algún momento concreto haya un instrumento exótico que se lleve todo el protagonismo. Por destacar algunos temas, me encanta la atmósfera campestre de Pierrot y Santa Fe, entre el medievo y el far west; la frescura de Maui Morning; los cetáceos digitales de Waves and Dolphins; y la delicadeza de Petite Fleur, que parece querer recrear, con relativo éxito, las atmósferas singulares de L'Apocalypse des Animaux de Vangelis.
Debería acercarme más a menudo a la new age y dejar a un lado los prejuicios. Hay joyitas que descubrir.
miércoles, 15 de enero de 2025
Esa musiquilla en mi cabeza, capítulo 15: "BABY ELEPHANT WALK"
Este tema es tan conocido, ha sido tan reutilizado, tan destripado de mil y una maneras y para mil y un propósitos distintos, que millones de personas pueden tararearlo a la perfección sin tener ni idea de dónde ha salido.
Pues bien, se trata de un tema de la BSO de la película ¡Hatari!, de 1962. Fue compuesto por el inolvidable Henry Mancini, autor de temazos emblemáticos como Moon River (de Desayuno con diamantes) o el de La Pantera Rosa.
¡Hatari! es de algún modo una curiosidad, ya que reunió al director Howard Hawks y al actor John Wayne en una película que no es un western sino una de safaris en África. Baby Elephant Walk ("El paseo del bebé elefante") aparece en una escena en la que la actriz protagonista Elsa Martinelli lleva a un grupo de crías de elefante a darse un baño de barro en una laguna en la sabana, ante la mirada divertida del aguerrido protagonista de La diligencia.
No es una escena cómica en sí (no es que la chica termine sumergida en el barro), en todo caso graciosa, pero la melodía de Mancini encaja perfectamente con el caminar de los animales y el momento desprende desenfado. Es con mucho el tema más recordado de la película y -aunque en origen era un tema vocal al que se decidió no aplicar la letra compuesta- ganó un premio Grammy al mejor arreglo instrumental.
Según su autor, Baby Elephant Walk pertenecería al género boogie-woogie, una rama del blues bailable que estaría, entre algunos otros estilos, en la raíz del primitivo rock and roll. Aunque el boogie-woogie clásico se interpretaba al piano, Henry Mancini mezcla aquí instrumentos de viento con un calíope, curioso artefacto lejanamente parecido al órgano que funciona a base de silbatos de vapor, para darle un toque como de circo. Hoy en día se ha convertido en arquetipo musical de lo torpón y simpático.