viernes, 25 de diciembre de 2015

John Williams - STAR WARS: THE FORCE AWAKENS


1. Main Title and The Attack on the Jakku Village (6:26)
2. The Scavenger (3:40)
3. I Can Fly Anything (3:11)
4. Rey Meets BB-8 (1:31)
5. Follow Me (2:55)
6. Rey's Theme (3:11)
7. The Falcon (3:32)
8. The Girl with the Staff (1:59)
9. The Rathtars! (4:06)
10. Finn's Confession (2:09)
11. Maz's Counsel (3:08)
12. The Starkiller (1:51)
13. Kylo Ren Arrives at the Battle (2:01)
14. The Abduction (2:25)
15. Han and Leia (4:41)
16. March of the Resistance (2:36)
17. Snoke (2:03)
18. On the Inside (2:06)
19. Torn Apart (4:19)
20. The Ways of the Force (3:15)
21. Scherzo for X-Wings (2:32)
22. Farewell and The Trip (4:56)
23. The Jedi Steps and Finale (8:52)

Cuando John Williams firmó su última partitura para la saga Star Wars, La venganza de los Sith (2005), nos quedamos con la impresión de que, por mucho que nos quejásemos de las muchas malas decisiones de George Lucas, la presencia del compositor en la trilogía de precuelas había merecido la pena. Es cierto que, en términos generales, muchos de los temas de aquel segundo arco argumental eran algo más propios del cine de acción-aventuras que del universo puramente fantástico de la trilogía original; y aun así, la música de Williams demostró ser uno de los pocos elementos de las precuelas que estuvieron a la altura de lo esperado. 

En los últimos años, el compositor ha ido limitando cada vez más sus trabajos para el cine, sobre todo porque la edad no perdona y en los últimos tiempos ha tenido más de un achaque importante que le ha obligado a cancelar o posponer compromisos. A excepción de su partitura para La ladrona de libros (2013) sus trabajos fílmicos han sido solo para Steven Spielberg, y eso que la última película de éste, El puente de los espías, ha contado con música de Thomas Newman. Cada vez que John Williams trabaja en una nueva película, en fin, nos hace un regalo del que podemos estar agradecidos sin reservas. Dispuesto a contentarme con unas pocas migajas del Williams de antaño, confieso que no esperaba encontrar algo tan satisfactorio como El despertar de la Fuerza.

Portada de la edición limitada.

En realidad, yo era el más escéptico del mundo en lo que se refería al estreno de una nueva trilogía de Star Wars. George Lucas acabó harto de ninguneos y sollozos de fanboys, y la venta de su "alma" Lucasfilm a la pérfida compañía Disney parecía el último reniego que el cineasta hacía al proyecto de su vida. No supe qué pensar cuando se anunció que los del ratón -que viven en un erial creativo desde los noventa- iban a lanzar una nueva trilogía galáctica, aunque debo decir que la presencia de J. J. Abrams en la dirección elevó bastante mis expectativas. Habría sido legítimo que Abrams hubiese llamado entonces a su músico de cabecera, el estupendo Michael Giacchino para su Episodio VII, y el anuncio de que John Williams volvería a la carga fue una relativa sorpresa. Rebajó un poco el vapor, eso sí, el saber que no estaría a la batuta de la London Symphony Orchestra, sino de una formación reunida para la ocasión, y la conciencia de que algunos de los temas no estarían dirigidos por él mismo, sino por su amigo personal Gustavo Dudamel.

El estreno de El despertar de la Fuerza hace una semana ha despejado todas las dudas. No solamente estamos hablando de una película vibrante e inteligente a la hora de despertar la nostalgia y sorprender con novedades de peso; también nos devuelve a un John Williams en tan buena forma que me he quedado pasmado. Resulta que El despertar de la Fuerza, si bien se mueve como mínimo en los niveles de calidad musical de los episodios I, II y III, por momentos llega a rozar las bondades ya inalcanzables de las bandas sonoras de la trilogía clásica. ¿El secreto? El mismo que J. J. Abrams ha empleado para hacer triunfar su película: el sentido de la maravilla y el placer del (re)descubrimiento, que estuvieron tan tristemente ausentes en las precuelas. Williams ha devuelto a la música de Star Wars los tintes fantásticos cuasi-wagnerianos de sus orígenes.

John Williams y J. J. Abrams.

Componer una banda sonora para Star Wars es, en el fondo, seguir una estructura sencilla y bien conocida: la tremenda fanfarria inicial, uno o dos temas propios para la película de que se trate, presentados como piezas para concierto, buenos pasajes incidentales de acción bien coreografiada y, por supuesto, una suite que resuma las melodías anteriores para los créditos finales. Todo ello está presente en The Force Awakens, aquí no había dudas. Pero el maestro absoluto de la música de cine de todos los tiempos no podía limitarse a cumplir con el programa sin más. 

A partir de este punto, se revelarán detalles del argumento que tal vez prefieras no conocer todavía.

La fanfarria inicial, pese a no contar con el casual prólogo que era la sintonía de la 20th Century Fox, suena tan potente como siempre, e incluso con alguna pequeña alteración que la hace distinta. Al igual que sucedía en las primeras películas, variaciones de la melodía inicial vuelven a utilizarse en varios momentos, sobre todo para realzar la presencia de elementos ya míticos para los seguidores de la saga (Han Solo, el Halcón Milenario), y no tanto como el leitmotiv de Luke Skywalker que una vez quiso ser. En la nueva película, Luke aparece solo de forma testimonial, como cliffhanger, aunque las referencias a su persona -por ejemplo, a través del hallazgo de su sable láser azul, el que perdió en Bespin junto con la mano que lo empuñaba-, van acompañadas del tema de la Fuerza que todos conocemos, y que le aporta el misticismo adecuado.

Main Title and The Attack on the Jakku Village.

Los temas incidentales para las escenas de acción son maravillosos, tan potentes y elegantes como en las películas clásicas. El que sigue a los créditos iniciales, The Attack on the Jakku Village, es un buen ejemplo del tono amenazador del que Williams dota al Lado Oscuro en la película. Aquí escuchamos también el breve pero acertado leitmotiv para el nuevo villano Kylo Ren, con cinco simples notas (minuto 4:20 del YouTube de arriba) que suenan como un puñetazo en la mesa si las comparamos con la pobreza creativa de que hacen gala hoy en día algunos músicos de cine, camuflada de modernidad. Hay muchos temas de acción en la película, pero si tengo que quedarme con uno, me fijaría en The Falcon, el tema que acompaña la espectacular escena de persecución entre ruinas de naves imperiales en las dunas a bordo del Halcón Milenario. Recuerda, más en su espíritu que en su estructura, a aquel The Asteroid Field de El Imperio contraataca. No quiero dejar de mencionar el Scherzo for X-Wings (¿Nos acordamos del Scherzo for Motorcycle and Orchestra de Indiana Jones?) como pieza de acción fundamental, aunque en la película pasa más desapercibida entre naves y explosiones a cientos.

The Falcon

Lo más destacable del álbum, no obstante, es su sorprendente tema para la nueva protagonista de la saga, Rey. Aparece por primera vez en The Scavenger ("La carroñera"), toma forma completa en Rey's Theme como pieza para concierto, y nos deslumbra aquí y allá hasta la estremecedora Farewell and The Trip, que es, en términos generales, la pieza más emotiva del álbum. El tema de Rey se inicia con una serie de notas que casi quiere recordar a algún spaghetti western de Morricone, aunque después adquiere una epicidad que la asemeja de algún modo a aquel Anakin's Theme que era la joya de La amenaza fantasma. Nótese que el planteamiento del tema de Rey es precisamente el que da título a la película: el despertar de la Fuerza. En ambas piezas nos encontramos ante personajes muy jóvenes, un niño y una chica adolescente, ambos inquietos y prometedores como pilluelos de un libro de Dickens, si bien algunas pinceladas melodramáticas de la melodía para Anakin le pronostican un destino trágico, mientras que el tema de Rey, vibrante y expansivo, es una promesa de heroísmo. Este tema es una exquisitez, pura dulzura y evocación de aventuras por venir. El Lado Luminoso de la Fuerza es poderoso en él.


Rey's Theme

Un segundo tema que es presentado en su formato de concierto es March of the Resistance, cuyo título sugiere un contrapunto positivo para la sempiterna The Imperial March. El nuevo tema sale perdiendo en este caso, sobre todo porque el Williams de hoy en día es menos melódico, menos "cantabile" que el de antes, y busca mucho más juego en la textura de la pieza que en su poder para quedar en la memoria como icono mainstream. El tema recuerda un poco al John Williams de temas bélicos patrióticos como la marcha de 1941, y a piezas militares de tradición británica en sentido amplio, aunque esta es una composición mucho más abigarrada y estruendosa que lo que podría escucharse en un desfile de veteranos. En fin, que si la marcha imperial era digna de unos nazis de tebeo, la marcha de la resistencia recuerda más bien al bando de los aliados, héroes de mandíbula cuadrada de revista pulp como el piloto de ala-X Poe Dameron.

March of the Resistance

Como no quiero extenderme más de lo necesario, haré breve mención a las inevitables referencias que hace Williams a sus personajes icónicos, acercándose en varios puntos al tema de amor entre Han Solo y Leia de El Imperio Contraataca, y sobre todo al Princess Leia's Theme de la película primigenia, que adquiere connotaciones de gran amargura y fragilidad debido al mal trago que se lleva esta mujer al final de la película.

Y como epílogo al análisis musical mencionaré el tema Snoke, perfecto ejemplo de sutileza referencial. Este es el tema oscuro y coral que suena durante la aparición holográfica, al estilo del emperador Palpatine, del líder de la Primera Orden, algo así como el gran maestre de la nueva encarnación del Imperio. Es un personaje misterioso sobre cuya identidad se ha especulado muchísimo en foros (¿será en realidad Jar Jar Binks que busca venganza por tanto ultraje?), aunque si atendemos a la música que utiliza Williams nos podemos orientar: es prácticamente la misma pieza que escuchamos en La venganza de los Sith cuando Palpatine cuenta a Anakin la historia de un poderoso maestro Sith del pasado. ¿Será precisamente ese maestro, un viejísimo Darth Plagueis, quien ahora entrena a Kylo Ren bajo el apodo de Snoke? Si no eres un friki de Star Wars, es comprensible que esta teoría te traiga al fresco. Captado.

Snoke

Debemos suponer que, si la salud acompaña, John Williams volverá en los episodios VIII y IX, aunque con esta The Force Awakens se basta y se sobra para reivindicarse a sí mismo como un músico todavía en muy buena forma ante quien muchos de los músicos del Hollywood actual palidecen, tiemblan, se mean por la pata abajo. ¿Qué es lo que nos gusta tanto a los seguidores de Williams? Es tan sencillo como que este señor ha impuesto una forma ya no de entender la música de cine, sino de enfrentarse emocionalmente al medio fílmico en su totalidad. Desde sus años de mayor influencia popular, a finales de los años setenta y principios de los ochenta, estableció una forma de afrontar la composición de música para películas que, por muy bienvenidos que sean los experimentos de otros grandes artistas, sigue estando tan vigente que continúa haciéndonos vibrar cuando nos sentamos en la butaca del cine. Y cada vez será más de tarde en tarde, así que disfrutémoslo mientras podamos. Tan invasivo, manipulador y arquetípico como queramos, John Williams sigue en la cima.

The Jedi Steps and Finale

Un apunte: el disco se ha publicado en tres ediciones: una normal, otra con el título Star Wars en relieve, en digipack, y otra (limitada, y creo que escasa) con trocitos del cartel original insertados en el título. De nuevo en el puñetero digipack que cada día me gusta menos. Todas contienen la misma música, así que cada cual decida la que le interesa sin preocuparse por lo verdaderamente importante.

martes, 8 de diciembre de 2015

Esa musiquilla en mi cabeza, capítulo 3: "ROULETTE"

Portada del single.

Hace tiempo comentamos aquella simpática colección llamada Synthesizer Greatest, obra de Ed Starink que versionaba diferentes temas fundamentales de la música instrumental, sobre todo electrónic music y algo de new age y tecno pop. Pues bien, fue en el segundo volumen de la saga donde me encontré por primera vez con el interesante tema del que vamos a hablar: Roulette (1983), del dúo Future World Orchestra. No es un tema que todo el mundo conozca, pero el propósito de esta serie de entradas es también divulgativo.

Roulette

A caballo entre el tecno pop y la electrónica planeadora instrumental, Roulette tuvo un moderado éxito popular gracias precisamente a eso, a que suena como el eslabón perdido entre Oxygene y el tema de Miami Vice. El dúo Future World Orchestra estaba formado por Gerto Heupink y Robert Pot, ambos holandeses, y lograron colar unos cuantos temas más en listas de éxito a comienzos de los ochenta, pese a que hoy en día son muy poco recordados. Llegaron a grabar dos álbumes que actualmente gozan de cierta pátina mítica: Mission Completed (1982) y Turning Point (1983), hasta ahora -que yo sepa- inexistentes en formato CD. Es de justicia reivindicar su obra, pese a que la versión bailable que hicieron del tema de E.T. merece castigo físico. Es broma.

El tema de E.T., en vídeo.

El caso es que, de los cinco o seis títulos que fueron éxitos para el dúo, Roulette es con diferencia el que más merece reivindicación, sobre todo porque ha envejecido mucho mejor que sus temas cantados (Desire es un ejemplo). No es solo a causa del carácter atemporal, por naturaleza, de la música instrumental; es también porque en aquellos años había grupos que, siento decirlo por si algún fan se nos enfada, hacían cosas muy parecidas pero mucho mejores en el campo pop. Era más difícil destacar ahí. En todo caso, Roulette, como decíamos, es una gozada gracias a su ritmo potente, a su buena utilización de arreglos cósmicos que no han perdido su atractivo con los años, y a una melodía interesante que fluye de maravilla.

Los dos álbumes de Future World Orchestra.

Roulette llegaría a ser incluso sintonía de una edición del Tour de Francia, uniéndose a tantos otros temas electrónicos que tuvieron aquel honor, nada desdeñable en los tiempos en los que había menos canales en televisión y todo contenido audiovisual alcanzaba a decenas de millones de espectadores. Uno de los componentes del dúo, Robert Pot, retomó el proyecto con el nombre reciclado de Futureworld Orchestra, aunque nunca repetiría aquellos momentos de gloria ochentera. En su álbum Regenerated (2010) se incluye una versión regrabada de Roulette

jueves, 26 de noviembre de 2015

Enya - DARK SKY ISLAND


1. The Humming (3:42)
2. So I Could Find my Way (4:25)
3. Even in the Shadows (4:13)
4. The Forge of the Angels (5:12)
5. Echoes in Rain (3:33)
6. I Could Never Say Goodbye (3:28)
7. Dark Sky Island (4:56)
8. Sancta Maria (3:50)
9. Astra et Luna (3:20)
10. The Loxian Gates (3:33)
11. Diamonds on the Water (3:33)

Enya vive en un castillo que está dentro de otro, que a su vez está dentro de otro, que está dentro de otro... El castillo real, Manderley, se encuentra en Dublín. Allí trabajan -y creo que también viven- junto a Enya Roma Ryan y Nicky Ryan, sus letristas y colaboradores para cualquier cosa. La inclasificable cantante irlandesa, desde hace muchos años considerada como la más perfecta encarnación personal que ha dado la música new age en sentido amplio, es conocida entre otras cosas por su escasa presencia en actos públicos. Es verdad que suele conceder entrevistas para promocionar sus álbumes y ha realizado algunas actuaciones en televisión, aunque nunca ha hecho nada parecido a codearse con el star system o darse baños de multitudes. La rodea un castillo de privacidad que protege tras sus muros todo lo relacionado con su vida personal, y ella misma subraya su empeño por hacer destacar su música por encima de su persona. Es difícil cuando se llevan ochenta y tantos millones de discos vendidos.

No sabemos cuál será el éxito comercial de su nueva música... Dark Sky Island, lanzado hace una semana, es el primer álbum que publica desde el ya lejano And Winter Came... (2008), un disco que, sin desmerecer, carecía de la magia de sus trabajos clásicos y acusaba un cierto desgaste creativo. Se nota que Enya no ha querido volver a publicar temas nuevos hasta hacer algo que de verdad mereciese la pena, y el álbum que nos ocupa es prueba de ello. Dark Sky Island es digno de la mejor Enya, la de Watermark y Shepherd Moons, solo que más madura y capaz de seguir explorando su propio estilo a base de delicadeza sonora y perfección casi obsesiva. Salvo por la carencia del efecto sorpresa de sus primeros tiempos, el nuevo álbum es tan bueno como el mejor. Así de sencillo. 

Contraportada de la edición sencilla.

Siempre podemos insistir en la impresión superficial que tenemos de que su música no cambia, pero nos estaríamos equivocando, porque Dark Sky Island tiene un sonido propio, algo más oscuro que lo habitual, más sutil en las instrumentaciones, menos abigarrado. Dentro de ese castillo imaginario del mundo musical de Enya hay un comedor donde celebran festines héroes y reinas del mundo celta, un torreón donde pululan poetas viajeros y soñadores de toda índole, un patio verde y florido habitado por hobbits y elfos y un gran salón donde siempre es Navidad. En Dark Sky Island, Enya abre las puertas de un observatorio astronómico desde el que mirar las estrellas en silencio, sin distraerse con el trasiego de los seres anteriores, aunque estas estancias forman parte del mismo castillo. Y queremos visitar ese castillo, recorrerlo con la ilusión de los niños en sus juegos. 

Según se ha dado a entender, Enya ha hecho algún que otro viaje en los últimos tiempos. El álbum se sustenta, según su autora, en la idea de los viajes, los geográficos y los vitales. Es de suponer que Enya ha estado en Sark, la isla del Canal de la Mancha que es conocida por su escasa contaminación lumínica, y que es por lo tanto un lugar perfecto para observar las estrellas. El título del CD y parte de su contenido se inspiran en aquel lugar. También podemos suponer que esta señora, que anda por los 55, está en ese momento vital en el que todos miramos un poco hacia atrás para hacer balance del camino recorrido. Hay mucho sobre lo que construir un álbum sólido pero, no obstante, dice verdad Enya cuando explica que Dark Sky Island no es un álbum conceptual. Admito que por lo menos yo no encuentro un sentido de unidad temática en él más allá de su tono musical tirando a sobrio, pero lo mismo sucedía con sus trabajos clásicos, entre los cuales tampoco era sencillo vislumbrar desarrollos conceptuales más allá de lo ofrecido en el sublime A Day Without Rain (2000), que se centraba en las estaciones del año.

The Humming

Toca un análisis. El disco se abre con The Humming ("El murmullo"), un tema rápido y épico, de los que gustan a la primera. Se inspira en la evolución del universo a escala cósmica. Después entramos en el delicado So I Could Find my Way ("Para que encontrase mi camino"), uno de esos temas melódicos que son casi canciones de cuna para soñadores empedernidos, y que contiene momentos de belleza arrebatadora. Se inspira en el amor y el recuerdo hacia los seres queridos. Even in the Shadows es todo un descubrimiento, un tema ágil y muy moderno en el que el ritmo marcado lo aporta el bajo del también irlandés Eddie Lee

Even in the Shadows

Echoes in Rain

The Forge of the Angels es un tanto ingenua en su fresco de ángeles forjando armas entre rudos cánticos y nubes algodonosas, aunque funciona muy bien en este punto del álbum. Echoes in Rain ("Ecos en la lluvia"), que salió a la luz como adelanto del disco, es un tema comercial en la línea de los grandes éxitos de Enya, una canción de ritmo potente y melodía sencilla pero eficaz. I Could Never Say Goodbye ("Nunca pude decir adiós"), si bien no es un tema pegadizo, sí que destaca positivamente por el magnífico ejercicio vocal que supone, con notas muy altas que desafían al máximo las habilidades de la cantante. Dark Sky Island ("Isla de cielo oscuro"), el corte homónimo al álbum, contiene las primeras letras en loxian (el idioma inventado por Roma Ryan) desde Amarantine (2005), en este caso con temática espacial. Sancta Maria, pese a que la repetición de las palabras de su título le dan al final un toque en exceso eclesiástico, es una exquisitez en lo referente a su instrumentación.

El vídeo oficial de So I Could Find my Way.

Astra et Luna es otro tema elegante y efectivo, de nuevo sobre tema astronómico. The Loxian Gates ("Las puertas loxian") recuerda al exotismo de Storms in Africa, otra vez con un sonido que apunta a los tiempos clásicos de Enya. Y el álbum se cierra con Diamonds in the Water, una balada muy delicada que deja un exquisito sabor de boca. Es cierto que la primera mitad del disco es más potente que la segunda, pero no hay contenidos de relleno, sino, en todo caso, algunos temas un poco menos deslumbrantes que otros. Quien quiera prolongar la experiencia puede acudir a la jugosa edición deluxe, que contiene otros tres temas: Solace, Pale Grass Blue y Remember Your Smile, todos magníficos, aunque me llama mucho la atención el toque sencillo y folk del tercero. Con franqueza, no veo el por qué de considerarlos temas extras, a la vista de que tanto su nivel de calidad como su sonido son afines al conjunto del álbum.

El último castillo del que hablaremos, para concluir, es el de la fidelidad a sus millones de admiradores, que con Dark Sky Island permanece inamovible. Enya ha sido capaz de ofrecer un elaborado e inspirado nuevo trabajo que no suena manido, y que a la vez es plenamente reconocible. No se ha bajado del burro, y contra todo pronóstico (incluyendo el mío, bastante pesimista hasta hace poco) la jugada le ha salido redonda. Tenemos Enya para mucho tiempo, y eso es motivo de alegría.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Jean-Michel Jarre - ELECTRONICA 1: THE TIME MACHINE


1. The Time Machine (con Boys Noize) (3:52)
2. Glory (con M83) (3:56)
3. Close Your Eyes (con AIR) (6:25)
4. Automatic Pt. 1 (con Vince Clarke) (3:09)
5. Automatic Pt. 2 (con Vince Clarke) (2:59)
6. If...! (con Little Boots) (3:13)
7. Immortals (con Fuck Buttons) (4:24)
8. Suns Have Gone (con Moby) (5:55)
9. Conquistador (con Gesaffelstein) (3:09)
10. Travelator (Part 2) (con Pete Townshend) (3:10)
11. Zero Gravity (con Tangerine Dream) (7:12)
12. Rely on Me (con Laurie Anderson) (2:54)
13. Stardust (con Armin Van Buuren) (4:37)
14. Watching You (con 3D de Massive Attack) (4:09)
15. A Question of Blood (con John Carpenter) (2:58)
16. The Train & The River (con Lang Lang) (7:13)

Fue a principios de los noventa cuando por primera vez llegó a mis manos un casete con música de Jarre en plan popurrí. Su imagen, la de un tipo chulete de amplia sonrisa y pelazo que me recordaba al mago David Copperfield (un poco mago también era) y que hacía unos conciertos espectaculares estaba en mi cabeza desde muchos años antes. Por entonces no era muy aficionado a la música, a ninguna, pero aquellos temas cósmicos me sonaron a gloria. Estaban llenos de imaginación y creatividad, y aunque eran fáciles de digerir para un indocumentado musical como yo, sonaban muy distintos de cualquier otra cosa que hubiese tenido en mis manos hasta entonces. Me convertí en seguidor de Jarre y fui consiguiendo -y disfrutando de- su discografía en CD.

Llegué a hacerme con su Oxygene 7-13 (1997) nada más salir, ya como fan suyo, pero su siguiente álbum, Metamorphoses (2000) tomaba un rumbo que no terminé de reconocer, calidades aparte. Desde entonces, como ya he comentado en otras entradas, Jarre anda buscando dentro de sí mismo una nueva identidad como músico, más acorde con los tiempos, y si bien no puedo dejar de defender a cualquier artista que luche contra su propio estancamiento, no puedo dejar de sentir que los conceptos que movían al gran Jean Michel Jarre de sus mejores tiempos todavía no habían caducado cuando él decidió cortar por lo sano con todos ellos.

Contenido de la edición Fan Box (misma música y unos cuantos ítems de coleccionista).

Aquí tendríamos que recordar también el brote, más repentino que paulatino, de la música electrónica de consumo, en general prosaica y utilitarista, a partir de ciertos postulados técnicos de la "electronic music" cósmica previa, cosa que sucedió en algún momento en la segunda mitad de los ochenta. No sé si es solo una impresión personal, pero siempre me ha parecido que el género electrónico cósmico y la electrónica pop de baile son dos géneros totalmente distintos. Cuando uno escuchaba un álbum como Equinoxe, lo que buscaba era el viaje mental, el pelotazo de imaginación futurista, el apartarse de lo mundano de la radiofórmula y los ídolos efímeros y forracarpetas de la SuperPop. Hoy en día existen compositores electrónicos que se dedican a la música de baile, pero en general este rol es desempeñado por el DJ, un señor que, aun siendo merecedor de todo nuestro respeto, es mucho más un gestor de la obra ajena que un creador por derecho propio. Pone música y la va mezclando mientras nos bebemos unas copas e intentamos acercarnos a esas mujeres que quizá nos miran de reojo.

El trailer.

Siguiendo con lo anterior... ¿Por qué deseaba tanto Jean-Michel Jarre bajarse del burro, aun sabiendo que precisamente seguir en sus trece con la música cósmica le habría mantenido entre algodones? ¿Por qué la necesidad de simplificarse, en fin, de empeorar para adaptarse a un campo musical que no solamente no es el suyo, sino que es a todas luces más pobre, más limitado desde cualquier óptica creativa? Como no creo que sea una cuestión de dinero, sigo pensando en su miedo a envejecer, a convertirse en un fósil, y en su necesidad de seguir vigente ante un público joven, (lamento mucho decirlo) mucho menos exigente y que concibe la música como un rutinario bien consumible. Es posible que Jarre solamente quiera postularse como un improbable eslabón perdido entre ambos estilos electrónicos, el cósmico y el fiestero, el segundo hijo bastardo del primero, haciendo poco menos que revisionismo histórico en favor de su persona mediante su último trabajo. Lo peor del producto resultante es que, si bien es verdad que no todos los artistas invitados pertenecen a la segunda concepción de la electrónica (ahí tenemos al mismísimo Edgar Froese, a quien está dedicado el disco), se percibe que Jarre se decanta mucho más por ésta, trivializando cualquier atisbo sinfonista o conceptual para adaptarlo al formato fast-food de iTunes. Fuera de la edición básica del disco queda el Continuous Mix, una versión del álbum entero con todos los temas sin pausas entre ellos, enlazados, que tiene algo más de carisma aunque sea más bien artificial.

Diseño de la contraportada.

Todo esto es lo que me planteo al manejar Electronica 1 con el omnipotente mando de la minicadena en la mano. Es un disco concebido para los teóricos actuales consumidores de música popular comercial: la estructura de los temas es en general predecible y estática, no hay ningún hilo melódico conductor obvio que contribuya a la coherencia narrativa sonora del álbum, no hay temas demasiado experimentales o extensos... Electronica 1 está hecho para bajártelo. Lo siento en el alma, pero sí: es carne de torrent, un disco excelente para llevar en tu teléfono y escuchar sin prestarle mucha atención mientras sales a correr o viajas en autobús. Lo consumes hasta que te aburres de él y luego lo borras para siempre de tu dispositivo y de tus recuerdos. Ni siquiera el estuche digipack en el que se vende, aburrido y utilitario a más no poder, puede convencer a quien se sienta atraído por aquello del fetichismo coleccionista.

Un vídeo con el "cómo se hizo".

Y es una pena, porque Electronica 1, tras varias escuchas, resulta ser un disco muy meritorio. Efectivamente, tal como muchos han dicho, es lo mejor que ha publicado Jarre en este siglo. El planteamiento que hizo el francés es sin duda interesante: contactar personalmente con una serie de personajes destacados de la electrónica de ayer y hoy, hacerles llegar un esbozo del tema para el que se requiere su colaboración, y publicar juntos los resultados en dos volúmenes extensos aunados por una producción maravillosa. El segundo disco saldrá en 2016. Lo malo es que, en vez del prometido recorrido por la historia de la música electrónica que se anunciaba, el CD parece mucho más un recopilatorio tipo "greatest hits" que un nuevo álbum al uso, y en muchos de los temas la presencia del recopilador Jean-Michel es solo anecdótica. Hay un retazo de Oxygene por aquí, una pincelada de Metamorphoses por allá, una salpicadura de Zoolook... y Jarre está pero no está. Hay que buscarle haciendo un esfuerzo para el que no todos los aficionados a su música tienen paciencia, y su presencia (en el 90% del álbum) no es mayor que la que en cualquier otro caso habría tenido un simple productor o un ingeniero de sonido de esos de prestigio. Jarre es a Electronica 1, a nivel sonoro, lo que Phil Spector a Let It Be o Alan Parsons a The Dark Side of the Moon.

Contenido de la edición Deluxe (misma música, más trastos y todo en color dorado).

Pero no pretendo dejar la impresión de que mi crítica es solo destructiva. Hay momentos estupendos en Electronica 1. Mis favoritos son las colaboraciones con Air (Close Your Eyes), Fuck Buttons (Immortals) y Little Boots (If...!). No están mal los temas junto a Boys Noize (The Time Machine, quizá el tema más Jarre del CD), Armin Van Buuren (Stardust), 3D de Massive Attack (Watching You), M83 (Glory) y el inesperado Lang Lang (The Train & The River). A las tan celebradas intervenciones de Moby (Suns Have Gone) y Tangerine Dream (Zero Gravity) parece faltarles algo de chispa, aunque no están nada mal. Lo demás, salvo quizá la simpática presencia de John Carpenter en un tema tipo película "slasher" ochentera (A Question of Blood), cumple, no estorba, pero no tiene un excesivo interés si lo sacamos del contexto del álbum. Que conste: el balance general es de notable alto para arriba.

Glory

If...!

La discografía de Jarre está mucho mejor con Electronica 1 que sin él, eso que quede claro, y falta hacía algo tan bien realizado -y tan sólido- tras el fiasco de Téo & Téa (2007), pero no puedo evitar estar un poco enfadado por lo que podría haber sido y no es. Esto no es un nuevo disco de aquel Jarre, nuestro añorado Jean-Michel, sino una exhibición de colorida pirotecnia, un ejercicio de autoafirmación que le pone de actualidad otra vez. Siempre defenderé a los artistas que innovan, que evolucionan, que se arriesgan, y Jarre lo ha hecho incluso en los viejos tiempos donde su genio era indiscutido. No podemos decir, por lo tanto, que un trabajo como este nos haya pillado por sorpresa. Pero no sé por qué millones de aficionados no pueden esperar que su músico preferido les dé algo más cercano a lo que desean, a lo que en su momento les cautivó de él. Quiero viajar al espacio con su música, quiero sentir que estoy disfrutando de una experiencia de inmersión completa, quiero asombrarme con la progresión de sus texturas, con la alternancia de la luz y la oscuridad, quiero flotar en la sofisticada y fría elegancia de sus ritmos aéreos. Pero mi pensamiento recurrente en este momento es grabarme el entretenidísimo Electronica 1 en un CD mp3 para escucharlo en el coche, cosa que jamás habría hecho con uno de sus álbumes clásicos.

martes, 3 de noviembre de 2015

Michael Giacchino - STAR TREK INTO DARKNESS


1. Logos / Pranking the Natives (3:01)
2. Spock Drops, Kirk Jumps (1:43)
3. Sub Prime Directive (2:23)
4. London Calling (2:09)
5. Meld-merized (2:40)
6. The Kronos Wartet (5:25)
7. Brigadoom (3:41)
8. Ship to Ship (2:50)
9. Earthbound and Down (2:37)
10. Warp Core Values (2:56)
11. Buying the Space Farm (3:17)
12. The San Fran Hustle (5:00)
13. Kirk Enterprises (3:00)
14. Star Trek Main Theme (3:25)
15. The Growl (US bonus Track) (2:56)

Si Star Trek (2009) fue todo un acontecimiento en la historia de la famosa franquicia espacial, su secuela Star Trek en la oscuridad (J. J. Abrams, 2013) fue la confirmación de que el nuevo rumbo se mantendría con toda su fuerza y su espíritu aventurero. Vale que la trama sea difícil de seguir a ratos, y vale también que alguna escena es un autohomenaje demasiado obvio, pero caramba, momentazos como el primer encuentro con los Klingon, o ese en el que el villano Harrison revela su verdadero nombre... en fin, son una gozada. 

La edición "deluxe", limitada a 6000 copias.

Y en lo que toca a la banda sonora, solo se puede decir que Star Trek Into Darkness es una de las mejores de toda la saga, entre otras cosas porque Michael Giacchino logra pulir con sabiduría la principal pega de su predecesora -el exceso de temas de acción estruendosos-, ampliando también las sonoridades de su visión musical sobre la franquicia.

Lo primero que nos encontramos es un trío de temas, los tres primeros, que constituyen prácticamente una mini-suite tan perfecta como un mecanismo de relojería. No en vano, la secuencia inicial de la película es en sí una mini-trama al estilo de las aventurillas introductorias de las películas de Indiana Jones. Desde las profundas notas iniciales hasta la plena explosión de las mismas cuando vemos por fin el título de la película en pantalla, con la nueva fanfarria de Giacchino a todo tren, ya nos tiene en el bolsillo. El resto de la banda sonora es pura adrenalina, mucho más variada que la del filme anterior. Mencionaremos algunos temas interesantes.

London Calling

London Calling, lejos de parecerse al tema de The Clash (Michael Giacchino tiene la rara costumbre de poner nombres "cachondos" a muchos de sus temas en cualquier película), es una delicada pieza clasicista con el piano como estrella. Otros temas con largos fragmentos contemplativos son Brigadoom, Meld-merized o Buying the Space Farm, el tercero de los cuales es muy emotivo y concluye de manera explosiva tras un dramático crescendo.

Buying the Space Farm

The Kronos Wartet encarna musicalmente la visita de Kirk y los suyos al planeta Kronos, capital del Imperio Klingon. Giacchino no hace del todo un feo al tema de los Klingon que popularizase Jerry Goldsmith, ya que vuelve a utilizar un enfoque "bárbaro", tribal. Lo que sobresale aquí es el uso de un tremendo coro que interpreta cánticos -supongo que en lengua Klingon- furiosísimos. Desde luego, la sensación de peligro y amenaza que se transmite es digna de estos antagonistas habituales de la tripulación del Enterprise.

The Kronos Wartet

Buenos ejemplos de temas de acción son Ship to ShipThe San Fran Hustle, que aun siendo tan hiperactivos como los de la BSO previa, parecen mantener una coherencia interna y una naturaleza distintiva que los hace muy interesantes y efectivos aun separados de las imágenes de la película.

The San Fran Hustle

Como Giacchino no abusa tanto de su fanfarria como la vez anterior, sí que nos cuadra bastante bien la inclusión en el álbum de una versión "de concierto" de la misma, al completo y con todo su poderío, como tema final. Aunque no pueden faltar las ocho notas de la serie original, esta vez se opta por no incluir en el CD básico la sintonía completa, aunque sí que vuelve a estar en la película. Cabe mencionar, eso sí, que la edición estadounidense concluye con el tema The Growl, un bonustrack que recoge la pieza electrónica que se escucha durante una escena de discoteca.

Resumiendo, Star Trek Into Darkness funciona incluso como disco independiente gracias a su riqueza compositiva, al uso inteligente de temas conductores e, insisto, una mayor variedad de sonidos en su paleta musical. Como la película, una gozada que merece pasar a nuestra colección aun si estamos hablando de la cortita edición sencilla.

Star Trek Main Theme

Y con esto llegamos al final de la larguísima serie de entradas que llevamos más de un mes dedicando a Star Trek. Durante este tiempo, es cierto que me hubiese gustado hacer alguna pausa para comentar otros álbumes que se me venían encima (el primero que comentaré no será una sorpresa), pero decidí que merecía la pena completar la saga cinematográfica antes de pasar a otra cosa. Es cierto que en Internet abundan los análisis de estas obras, muchos de ellos más exhaustivos y mejores que los míos, pero humildemente creo que siempre he tenido -si queremos verlo como mi aportación distintiva- al menos ciertas dotes para la síntesis, con lo que espero llegar de manera más directa y con menos tecnicismos a algunos lectores. Esa ha sido siempre mi intención en Otras músicas. Otros mundos

Lo mejor de este repaso de Star Trek, en fin, es que yo mismo he escuchado muchas horas de una música magnífica de la que antes solo conocía una parte minúscula, e incluso he visto películas de la saga para la ocasión. La experiencia me ha encantado y puedo decir que hoy me siento un poco más trekker. Y a mucha honra.

¡Larga vida y prosperidad!

domingo, 1 de noviembre de 2015

Michael Giacchino - STAR TREK


1. Star Trek (1:03)
2. Nailin' the Kelvin (2:09)
3. Labor of Love (2:51)
4. Hella Bar Talk (1:55)
5. Enterprising Young Men (2:39)
6. Nero Sighted (3:23)
7. Nice to Meld You (3:13)
8. Run and Shoot Offense (2:04)
9. Does It Still McFly? (2:03)
10. Nero Death Experience (5:38)
11. Nero Fiddles, Narada Burns (2:34)
12. Back from Black (0:59)
13. That New Car Smell (4:46)
14. To Boldly Go (0:26)
15. End Credits (9:11)

El patinazo de Star Trek: Nemesis, cuyo estreno con más pena que gloria tuvo lugar, para más inri, en plena efervescencia de la segunda trilogía de Star Wars (de éxito popular gigantesco pese a las críticas), puso de relieve que Nemesis no solamente era el final de una larga etapa en la franquicia creada por Gene Roddenberry, sino que también debía ser el fin de toda una visión demasiado bien asentada sobre su universo. La visión de la que hablamos, ya desde los años ochenta, estaba enfocada excesivamente hacia los fans más empecinados, y llegó a optarse conscientemente por dar a las películas de la saga un regusto propio de la serie B, centrándose mucho más en interminables diálogos y negociaciones diplomáticas que en otra clase de aventuras más del gusto general. De este modo, quienes nunca hemos sido seguidores de la franquicia teníamos difícil meternos en los ritmos y estética de estas películas, que encima solían dar por sabidas (las series de TV eran siempre la referencia) muchas cosas que un espectador casual no acababa de tener claras. La impresión habitual para el público mayoritario es que las películas de Star Trek eran por y para trekkers. Para su consumo interno.

La edición "deluxe", mucho más completa.

Aun admitiendo que en su momento disfruté de algunas de las películas de la saga, especialmente de la primera, y por lo tanto no era hostil hacia la franquicia, sí que me sentía alienado con otras entregas, como alguien a quien invitan a una cena y solo cuando llega al local descubre que es una fiesta de disfraces. Cuando en 2009 se estrenó Star Trek, la nueva entrega dirigida por el emergente J. J. Abrams, me encontré con una película hecha a mi medida. Fui capaz de seguir la historia y de introducirme en el universo de la saga con otros ojos. Ya el lejano primer trailer era una fascinante declaración de intenciones:


En efecto, Star Trek recupera sobre todo algo perdido hacía tiempo en la saga: el sentido de la maravilla y la capacidad de sorprender. Abundan los "haters" que reniegan del nuevo enfoque, afirmando que es demasiado mainstream, que las dos últimas películas no son canónicas con la trama clásica, y que se han convertido en vehículos comerciales despersonalizados con los que vender kilos de palomitas. Lo que yo creo es que Star Trek ha recuperado el colorido vibrante de antaño, que por fin se está explotando su filón aventurero, y que, en fin, es un raro ejemplo de cómo un reinicio de franquicia puede hacerla renacer con más fuerza, más calidad y asegurarle muchos años de supervivencia.

Toda la parrafada anterior viene al caso si atendemos al hecho de que todo ha cambiado en Star Trek, incluyendo su música. Sin nada que objetar al trabajo de Goldsmith, Horner, Eidelman, etc., hacía falta que el nuevo enfoque tuviese su sonido propio, y era coherente que la visión del realizador J. J. Abrams se apoyase en su compositor fetiche, Michael Giacchino. Con un gran prestigio sostenido desde que comenzase con los videojuegos de Medal of Honor, Giacchino había realizado excelentes trabajos para películas animadas de la productora Pixar (Los Increíbles, Ratatouille), amén de la tercera entrega de Misión: Imposible y, sobre todo, la banda sonora de Perdidos (Lost). En especial, sorprendió a los más atentos su suite orquestal Roar! para los créditos finales de la película Monstruoso (Cloverfield, 2008), producida por Abrams, y que homenajeaba a las músicas de los filmes clásicos japoneses de monstruos. Seguramente su visión musical de Star Trek sale de la misma vena sinfónica majestuosa que escuchamos allí.

Contraportada del CD sencillo.

Ojo, porque tampoco pretendo deificar su banda sonora para Star Trek. Tiene sus defectos, y son importantes. El principal viene seguramente de la propia ilusión de Giacchino por hacer algo muy potente, muy sinfónico casi a lo John Williams, que al final resulta en varios temas del álbum, los pertenecientes a escenas de acción pura, sonando en algún punto demasiado abigarrados, estruendosos, encadenando -y superponiendo- tantos fraseados y ritmos que sus bondades se nos escapan entre los dedos sin que tengamos tiempo de degustarlos. Le falta algo de pausa, de contención, y buena parte del trabajo final se resiente de ello. Giacchino planifica sus temas de acción como si no hubiese un mañana, y haciendo balance resulta complicado recordar que estamos ante la música de un filme fantástico y de ciencia-ficción, no tanto una película de acción y aventuras a secas. Para conocer la apabullante habilidad en territorio fantástico de este compositor, léase nuestro análisis de su BSO de la película John Carter.

Lo que ocurre es que Giacchino, cuando acierta, acierta. El acierto de Star Trek, y el que lo salva de ser algo solo funcional (insisto: por mucho que el músico no lo conciba como tal) es el sentido abismal del espectáculo que transmite su nuevo tema estrella para la saga, que se come con patatas todos los demás con la única excepción del de Jerry Goldsmith, al que iguala. Su fanfarria nos transporta a la velocidad del Enterprise, nos zarandea en el sofá y nos promete unas aventuras "más grandes que la vida" que la película, afortunadamente, nos brinda en bandeja. Chapeau. Y el músico utiliza esta melodía en numerosas ocasiones a lo largo de la partitura (escúchense Hella Bar Talk y Enterprising Young Men), aprovechándose de que, siendo la primera vez que la escuchamos en la franquicia, no hace falta andarse con sutilezas. El abuso no es pecado. Ya habrá tiempo de dosificarla en próximas entregas, porque aquí nos vamos a hinchar. 

Star Trek

Por suerte, Michael Giacchino no se limita a explotar un solo tema a lo largo de mil variaciones, sino que introduce algunas otras melodías conductoras dignas de mención. Comentan en la estupenda web Filmtracks que el percusivo tema del villano Nero, y por extensión de los Romulanos (escúchese Nero Sighted), incluye aporreos sobre un enorme cartel de Coca-Cola. Corresponde precisamente al villano y su ira vengativa buena parte del material más espectacular de la obra, como los coros de Nero Death Experience

Nero Sighted

Nero Death Experience

Y hay lugar para algo más delicado, en este caso un bello temita para Spock y los Vulcanianos, menos alienígena que el de James Horner en The Wrath of Khan, y quizá más adecuado para un personaje que en la nueva franquicia es ligeramente distinto, más humano. Esta misma vena íntima, no muy abundante en la obra pero notoria allá donde se la encuentra, es aplicada con fascinantes resultados en la exquisita Labor of Love, que hace maravillas con la escena a la que acompaña: el sacrificio heroico del padre de James Kirk.


Labor of Love

La sorpresa se queda para el final. Cuando ya pensamos que todo es nuevo en la música de Star Trek, Giacchino cierra la partitura con una rendición a orquesta completa del tema de Alexander Courage para la serie original, no solo las ocho notas de rigor, sino toda la melodía. La suite de los créditos finales resulta ser un pepino nuclear en los oídos del aficionado a la saga, y el conjunto de la banda sonora es una experiencia fabulosa y refrescante, pese a sus defectos.

End Credits

sábado, 31 de octubre de 2015

Mike Oldfield ataca de nuevo.

Tras un larguísimo retraso, parece que el próximo mes de enero tendremos las esperadas reediciones de los álbumes Discovery y The Killing Fields. Ambos fueron publicados en 1984, y parece que el travieso Mike se ha encontrado con algún material descartado de la época y se ha montado algo llamado Suite 1984, que se publicará incluso como LP independiente, solo en vinilo. Todo está ya anunciado en la versión británica de Amazon.

Portadas originales de los LPs, que serán respetadas en esta reedición.

Discovery, quizá el disco pop-rock más redondo de Oldfield, aparecerá en el habitual formato deluxe con dos CDs, aunque el segundo no contendrá temas en concierto de la gira correspondiente (cosa que no me molesta en exceso, puesto que personalmente no soy un gran admirador de los directos del Oldfield de los ochenta), sino la mencionada suite que consiste en -suponemos- versiones alternativas de temas tanto de Discovery como de The Killing Fields, incluyendo alguna cosilla inédita. Por cierto, las caras B de singles del álbum (incluyendo In the Pool, Bones Afghan) estarán en el primer CD, pero solo en la edición deluxe, no en la normal de un solo disco.

El bonito In the Pool fue cara B de To France.

Y como hemos mencionado antes, hay un cierto batiburrillo de contenidos entre ambos álbumes, ya que The Killing Fields, banda sonora de la película del mismo título, incluirá algún tema extra de poca importancia dentro del CD sencillo que será publicado en enero, amén de los cortes que formarán parte del segundo disco de Discovery... cosa que me extraña. No hay noticias de una edición deluxe de este álbum, pero en fin, si no hay nada con que rellenar un segundo disco, tampoco le vamos a pedir a Oldfield que se lo saque de la manga.

Portada de la edición en vinilo de la Suite 1984. Muy bonita, por cierto.

Un poco en broma, espero, Mike ha colgado en redes sociales un adelanto de Discovery, el tema Zombies, que es algo así como la versión creepy de Poison Arrows. El vídeo, que parece obra de un escolar, es una risión. Lo dicho, una chorradilla en plan Halloween.

El susodicho vídeo, con alguna referencia a Carretera perdida, de David Lynch.

Agradecimientos al blog Mike Oldfield's Exposed, siempre en el candelero.

Jerry Goldsmith - STAR TREK: NEMESIS


1. Remus (1:58)
2. The Box (2:20)
3. My Right Arm (1:02)
4. Odds and Ends (4:37)
5. Repairs (6:26)
6. The Knife (3:09)
7. Ideals (2:15)
8. The Mirror (5:21)
9. The Scorpion (2:21)
10. Lateral Run (3:54)
11. Engage (2:12)
12. Final Flight (3:47)
13. A New Friend (2:36)
14. A New Ending (6:08)

De Star Trek: Nemesis (Stuart Baird, 2002) se esperaba mucho, y en este caso fue la misma productora la que se dedicó a inflamar las expectativas de los fans a base de decir que iba a ser una película distinta, más potente e innovadora, épica y audaz por aquello de ser la última de la generación de los noventa. Craso error, porque Nemesis no solamente retiene el saborcillo a episodio alargado que ya había en Insurrección, sino que quiere hacer ostentación de varios supuestos puntos fuertes (sobre todo la idea sobadísima del villano como clon perverso del protagonista, Picard) cuya endeblez aumenta la sensación -pese a no ser la peor película de la saga- de estar ante un fiasco generalizado.

No se puede decir que la banda sonora de Jerry Goldsmith merezca echarse al mismo saco, pero también hubo quien anduvo con triunfalismos antes de tiempo, preconizando una genialidad acorde con la rompedora experiencia que iba a ser Nemesis. Quizá debían haber pensado en un cambio de compositor si querían hacer algo de verdad innovador, dada la sutil pero notoria diferencia que suele conllevar un cambio en la ambientación musical de una película. Pero los estupendos resultados de las anteriores entregas hacían innegociable su presencia.

Edición "deluxe".

Lo mejor y lo peor que se puede decir de la BSO de Star Trek: Nemesis es exactamente lo mismo: que cumple y nada más. Hay momentos de gran epicidad sinfónica en la partitura, y las orquestaciones (con hábiles añadidos electrónicos) son sobresalientes, aunque Goldsmith muestra inequívocas señales de cansancio. De hecho, y pese a que hay pequeños temas conductores para algunos personajes y situaciones particulares de esta película, estos son difíciles de identificar y a penas se recuerdan después. Si acaso, cabe mencionar la pieza que escuchamos en el tema inicial Remus, que viene a ser el leitmotiv principal del filme, y que es una divagación melódica que no funciona en su probable intento de transmitir amenaza o peligro. Tiene una potente base rítmica que de nuevo nos recuerda el frecuente uso de tales efectos en otras obras del músico, como la referencial Desafío total, aunque la utilización de este recurso en varios temas de la obra no logra instaurar una sensación de modernidad o innovación.

Remus

El ya conocido temita de cuatro notas que proviene de los tiempos de The Final Frontier reaparece en muchas ocasiones (demasiadas, tal vez) tras su poca presencia en Insurrection, en temas como My Right Arm y Repairs, aunque no suena el tema de los Klingon relacionado con Worf. Hasta la sempiterna fanfarria de la saga parece mostrar poco brío, poca intensidad pese a la sutil evolución que había tenido en la película anterior. Ese último tema para los créditos finales, por cierto, incluye la melodía de la canción Blue Skies de Irving Berlin, cantada por el androide Data en otra de esas olvidables escenas chuscas que jalonan la saga aquí y allá, en este caso una boda.

No pongo la boda, sino el tema final de la película.

No es ni una mala banda sonora ni una mala adición a la colección discográfica, pero al final, y en resumen, el simple hecho de que sea tan difícil quedarse con algo que recordar una vez pulsamos el botón de stop deja un sabor amargo. En todo caso, merece la pena reconocer la labor de un Jerry Goldsmith que en aquellos momentos supo, al menos, estar a la altura de su prestigio personal mientras encaraba el final de su vida. Star Trek: Nemesis fue su penúltima banda sonora.

Nos quedan dos, estas de Michael Giacchino. A por ellas.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Novedades en El desierto carmesí.

El último gran fenómeno de la literatura de ciencia-ficción, The Three-Body Problem de Cixin Liu, comentado en nuestro blog hermano El desierto carmesí.


Si no me promociono a mí mismo, ¿quién más va a hacerlo?

martes, 27 de octubre de 2015

Jerry Goldsmith - STAR TREK: INSURRECTION


1. Ba'Ku Village (6:52)
2. In Custody (1:14)
3. Children's Story (1:47)
4. Not Functioning (1:45)
5. New Sight (5:44)
6. The Drones Attack (4:10)
7. The Riker Maneuver (3:09)
8. The Same Race (1:16)
9. No Threat (4:12)
10. The Healing Process (7:15)
11. End Credits (5:25)

Star Trek: Insurrección (1998) fue la segunda película de la saga dirigida por Jonathan Frakes, que había logrado unos excelentes resultados con la previa Primer Contacto, uno de los puntos más altos de toda la saga. Dado el carácter más bien siniestro de la aventura anterior, en la Paramount le sugirieron abordar la nueva entrega con un enfoque algo más luminoso, más optimista y buenrollero. El caso es que Insurrección, sin ser una película del todo mala, se pasa de frenada respecto al oscurantismo de Primer Contacto, y encima parece (insisto: parece) haber contado con un presupuesto minúsculo en comparación. Insurrección tiene toda la pinta de ser el típico episodio alargado de la serie de TV; un episodio, por cierto, no demasiado inspirado, cuya estética parece arrancada de finales de los ochenta más que de aquellos últimos años del siglo.

El reparto de La nueva generación, o sea, los protas de Insurrection.

La novena película de Star Trek se centra en la lucha de la tripulación del Enterprise por proteger a los frugales habitantes de un planeta paradisíaco en el que nadie enferma ni envejece, amenazados por una raza de seres medio podridos -y tecnócratas- que quieren hacerse con su tesoro revitalizador. Los del Enterprise, en definitiva, se meten en una cruzada ecologista y, de paso, el capitán Picard tiene una pequeña aventura amorosa. El caso es que el veterano Jerry Goldsmith se volcó en componer una banda sonora a la altura de la premisa y que abordaba los conceptos principales del argumento (amor, ecologismo, rayos láser), una vez más quizá demasiado buena para la película a la que acompaña. 

La edición expandida.

Si en Primer Contacto hubo algunas críticas centradas un su música incidental, algo genérica, aquí se consigue una partitura mucho más sólida y fluida, con una personalidad propia que no recurre con excesiva frecuencia a los leitmotivs ya conocidos. Por supuesto que escuchamos el tema del Enterprise, que viene a ser la fanfarria de toda la vida, y hay referencias a los Klingon (de nuevo por la presencia de Worf entre los protagonistas) en algún punto, aunque lo que más brilla en Insurrection es el bucólico tema que identifica la aldea Ba'Ku (suena en Ba'Ku Village y en los créditos finales), delicado y lírico a más no poder, y con la misma fuerza evocadora que aquel temazo inicial de Primer Contacto pese a su sencillez.

Ba'Ku Village

Hay también un tema de amor lánguido y muy logrado, destacable por su colorido musical (lo escuchamos, por ejemplo, en New Sight), cercano en algún momento al estilo de John Barry en modo Bond, aunque para mi gusto no llega al nivel del anterior, que parece propio de alguna película de fantasía pura. 

New Sight

No obstante, y como decíamos, toda la obra goza de gran vitalidad y se puede escuchar con gusto de un tirón. Goldsmith tiene dos grandes aciertos de cara a mejorar la experiencia. El primero es el añadido aquí y allá de pequeños toques electrónicos, texturas en plan galáctico que casi parecen más efectos sonoros que música propiamente dicha, amén de varios movimientos de acción muy rítmicos (incluso se usa un piano) que, según algún crítico, pueden ser reminiscentes de la BSO de Desafío total. Funcionan. Y mejor todavía funciona lo que resulta ser el segundo acierto: el sonido general de la grabación, que no sé si por efecto del estudio donde se grabó o gracias a la magia de la producción musical, tiene un leve efecto de eco que hace de la escucha del CD una experiencia muy impresionante. En la fanfarria de los créditos finales, por ejemplo, algunos fragmentos son interpretados con sutiles variaciones de volumen respecto a versiones anteriores, logrando matices muy interesantes.

End Credits

En este caso, hacerse con la habitual edición extendida no solamente conviene por aquello de ser más satisfactoria y coherente, sino más que nada porque la edición normal que se publicó con la película es toda una decepción por su brevedad, unos 41 minutos. 

La generación concluye con Star Trek: Nemesis, próximamente.
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