Alguna vez, hace mucho tiempo, hice un elogio de uno de los mejores momentos que experimenta quien mantiene un blog como este: abrir el buzón y encontrarte un estupendo CD, a menudo autografiado pero siempre con la pátina de lo minoritario e interesantísimo. Todo un placer fue encotrarme con este breve álbum, un EP si nos remontamos a la época de los formatos físicos, enviado desde Nerja por el artista que se hace llamar C. Pilgrim. Supongo que Aphelion Psalm es más el nombre del proyecto que un alter ego del propio músico.
Todavía más placer se siente al sumergirse en un buen trabajo de música cósmica (la portada es en sí misma una sólida promesa) al estilo del que hacían los artistas de la denominada Escuela de Berlín. Para los nuevos en el blog, porque ya llevamos comentados por aquí un buen montón de trabajos de este subgénero de la electronic music, se trata de música generada con sintetizador que suele poner más énfasis en la atmósfera que en el colorido musical, más acento en las complejas texturas superpuestas que en las melodías. Durante los años setenta, fue precisamente en Alemania (no solamente Berlín, aunque allí estaba el epicentro) donde se desarrolló este estilo musical vanguardista, buscando una forma de posmodernidad que iba más allá del rock convencional y funcionaba en paralelo al krautrock, a veces cruzándose los caminos de ambos sin que sea fácil distinguir siempre dónde terminaba uno y comenzaba el otro. Los gurús de esta escuela, cuyos máximos exponentes son Tangerine Dream y Klaus Schulze, con permiso de algún otro, hacían las delicias de los fans de la psicodelia con conciertos en iglesias y catedrales, luces apagadas, ojos cerrados y alguna que otra sustancia por allí diluida.
El rock progresivo, otro subgénero con el que también daban lugar a híbridos, tuvo un claro declive en su popularidad durante la segunda mitad de la década de 1970, de sobra conocido por producirse en un contexto que rebasaba lo meramente musical... Pero en el caso de la música de la Escuela de Berlín no me parece tan claro que hubiese una decadencia tan marcada, un canto del cisne concreto, pese a que su edad de oro quedó enmarcada en aquellos años. Experimentó un bajón durante los años ochenta, en los que el tecnopop (pongamos a los también alemanes Kraftwerk) acaparó el protagonismo de la electrónica europea "dura", pero algunos de sus representantes más ilustres han seguido haciendo una música bastante coherente con los postulados iniciales del movimiento hasta la actualidad. Hoy en día, además, el estilo Escuela de Berlín se ha reencarnado en diversas formas de electrónica entre las que destaca por su relativa cercanía el dark ambient. No es tan común encontrar obras a la berlinesa fuera de la propia Alemania, pero haberlas haylas. Aquí mismo, en España, hay que recordar la interesantísima discografía de Neuronium y los posteriores trabajos en solitario de Michel Huygen.
Portal to Cassiopeia (2025), como buen álbum en su estilo, se trata de un trabajo conceptual con una narrativa muy concreta (un viaje a través de un portal a la constelación de Casiopea, en el centro de la ilustración de portada) que se desarrolla musicalmente a lo largo una única pista dividida en cuatro secciones. La primera, "Apertura del portal" es la más atmosférica y oscura, con capas de sonido entre las que destaca un afilado zumbido electrónico, en la línea de la Escuela de Berlín más primitiva, antes de que comenzase a adquirir tintes new age. Es como asomarse al abismo, literalmente. La segunda sección, "Criosueño de diez mil años", tiene una melodía indefinida, juguetona, y un ritmo más marcado. Quizá busca emular el tictac de un reloj, el mecanismo de esta maquinaria de hibernación que nos mantiene jóvenes mientras viajamos por el cosmos, o incluso el latido del corazón del durmiente, que vuelve a sonar mientras éste se aproxima a su destino. "Abismo del vacío de antimateria" retoma un planteamiento estático, menos tétrico que el del primer tramo de la suite pero también cósmico e inquietante. No habría desentonado en alguna escena de Blade Runner. Concluye el trabajo con "A las puertas de Alfa Casiopea", que hace referencia a la estrella más brillante de la constelación (la estrella Schedar, una gigante naranja) y contiene unas grandiosas notas de teclado que no se quedan muy lejos del sonido de un órgano de iglesia. Se pierden en la lejanía mientras concluye la composición.
El álbum es muy satisfactorio si se escucha en contexto, sabiendo lo que te vas a encontrar y más todavía si conoces el estilo musical aunque sea sólo un poco, aunque un melómano casual deberá hacer un ejercicio de escucha activa libre de prejuicios para entender con qué conceptos juega aquí C. Pilgrim. Por mi parte, quedo a la espera de escuchar nueva música de Aphelion Psalm y recomiendo a connoisseurs y curiosos que se acerquen a su espacio en Bandcamp, donde pueden escuchar Portal to Cassiopeia al completo y descargarlo para su escucha en un reproductor en condiciones.

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