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viernes, 16 de agosto de 2013

The City of Prague Philharmonic Orchestra - THE SYMPHONIC JEAN MICHEL JARRE


CD 1

1. Chronologie 1 (6:30)
2. Chronologie 2 (5:26)
3. Chronologie 3 (3:32)
4. Gloria, Lonely Boy (5:29)
5. Equinoxe 4 (6:42)
6. Fishing Junks at Sunset (6:02)
7. Souvenir de Chine (4:08)
8. Magnetic Fields 5 - The Last Rumba (4:35)
9. Industrial Revolution - Overture (4:38)
10. Industrial Revolution - Part 1 (2:49)
11. Industrial Revolution - Part 2 (3:37)

CD 2

1. Eldorado (3:42)
2. Oxygene 13 (3:37)
3. Magnetic Fields 1 (4:23)
4. The Emigrant (3:26)
5. Oxygene 4 (4:24)
6. Rendez-Vous 2 (8:45)
7. Rendez-Vous 4 (4:01)
8. Acropolis (6:06)
9. Computer Weekend (4:39)

Cuando comencé a reseñar discos en este blog, me planteé no comentar nunca esta clase de trabajos. Tanto rollo circula entre las redes P2P y los canastos metálicos del Carrefour con versiones de clásicos a cargo de intérpretes de tres al cuarto, que decidí no pararme a comentar títulos de ese tipo y limitarme a las obras originales, aunque en algún caso haya costado trabajo llegar a la fuente, a veces mucho más difícil de encontrar que sus "covers". 

He decidido hacer una excepción con este álbum por dos razones: primero, porque la City of Prague Philharmonic Orchestra, pese a ser una orquesta de versiones de los cien millones que hay por ahí, se ha labrado un excelente currículo, por ejemplo, realizando versiones completas y muy fieles de bandas sonoras de cine viejunas y maltratadas en sus ediciones originales; y segundo, porque tras la escucha de The Symphonic Jean Michel Jarre (2006) se tiene la impresión de estar ante algo con validez propia, con una integridad musical que lo separan de tantos otros productos para paladares duros como el esparto. Por cierto, hace algún tiempo publiqué una entrada sobre la City of Prague que os invito a repasar.

El director de orquesta Nic Raine (de su página oficial).

¿Cómo han logrado esto los checos? Pues demostrando una vital inteligencia a la hora de plantearse el sonido del álbum. Mientras que es extremadamente sencillo realizar versiones orquestales de otros trabajos también orquestales, la música de Jarre no es precisamente "adaptable" a este tipo de formato sinfónico. Está llena de complicadas texturas rítmicas, y de melodías con gancho en el sentido popular del término, lo que, llevado al terreno de una orquesta sinfónica, podría haber caído en lo kitsch a la primera de cambio. Sin embargo, la orquesta ha sido capaz no solamente de seleccionar temas de Jarre que encajen con un sonido sinfónico clásico, sino que han logrado incluso desenterrar una faceta desconocida en trabajos bien conocidos del compositor electrónico francés.

Jean Michel Jarre durante su última gira (de The Telegraph).

Jean Michel Jarre, mucho más que otros "competidores" directos en el mundo de la música instrumental popular, siempre se ha sostenido de manera casi única en los sintetizadores, que suenan siempre como tales, sin querer imitar otros sonidos. Es por eso que quizá no me había parado a pensar cómo podría sonar su música en manos de una orquesta sinfónica completa, y el redescubrimiento de ciertos pasajes de su obra es poco menos que una epifanía. Si tuviésemos que señalar un solo álbum como principal beneficiario de esta revisión sinfónica, creo que Revolutions (1988) ganaría por goleada. No solamente es el álbum de Jarre con más piezas aquí contenidas, sino el que se adapta de manera más perfecta al sonido de la orquesta. 

El tercer corte de Industrial Revolution, para mi gusto el más espectacular.

Lo de la "suite" sobre la revolución industrial es sencillamente apoteósico, casi capaz de hacernos pensar que fue Jarre quien hizo una versión en el álbum original, y que la contenida en The Symphonic es la auténtica. Lo mismo sucede con la adaptación de The Emigrant, un tema que en el álbum de Jarre me sonaba un pelín acartonado y que aquí adquiere las connotaciones épicas que siempre mereció tener. Hasta aquella simpática chorrada de Computer Weekend es pura algarabía colorista en The Symphonic, gracias al uso de diversos instrumentos isleños en su arreglo para orquesta, como un muy bonito cierre del doble álbum.

Computer Weekend.

Tampoco podemos ignorar la muy meritoria revisión de los tres primeros cortes de Chronologie (1993), y aún menos las aproximaciones de la orquesta de Praga a varios temas lentos del repetorio de Jarre (Souvenir of China, Oxygene 13 y Acropolis), que son pura exquisitez. Chupado lo tenían, eso sí, con las ya de por sí bastante sinfónicas Fishing Junks at Sunset y Rendez-Vous 4, que quedan muy bien pero no aportan demasiado al conjunto.

Lo más difícil, obviamente, era meter mano a los hits, los singles de éxito de Jarre, y aquí los resultados se vuelven algo más desiguales. La City of Prague y el coro Crouch End Festival, dirigidos por Nic Raine, tienen que hacer trampa a la hora de interpretar los clasicazos Oxygene 4, Rendez-Vous 4 y Equinoxe 4, metiendo discretamente fondos rítmicos electrónicos y hasta algún punteo de guitarra eléctrica. Terminan haciendo de Oxygene 4 un corte más bien prescindible y (esta vez sí) kitsch, de Rendez-Vous 4 un acercamiento innecesario pero inevitable... y de Equinoxe 4 un verdadero pepino nuclear, una de las joyas del álbum, por mucho que también hagan trampa e incluyan algún efecto sonoro no perteneciente a la música clásica "pura". En el tema Chronologie 2 se emplea un método similar, aplicando unos arreglillos electrónicos sutiles, también con muy buenos resultados. Aunque insisto: eso se llama hacer trampa.

Equinoxe 4.

Algo anodinos resultan Gloria, Lonely Boy (incluido seguramente para representar etapas más recientes de la discografía de Jarre) y Eldorado; y en Magnetic Fields 1, pese a partir de un planteamiento interesante, se empeñan -como el propio autor en conciertos y recopilatorios propios- en ignorar el estupendo segundo tramo del álbum original, impidiendo que la pieza llegue a arrancar de verdad en todo su esplendor. Discutible puede ser la inclusión aquí de The Last Rumba, ya que en el propio álbum de 1981 tenía más espíritu de broma que de otra cosa. Hacen que brille gracia a unos bonitos arreglos de acordeón.

En términos generales, se puede afirmar que The Symphonic Jean Michel Jarre es un muy feliz hallazgo musical, casi una manera de redescubrir al francés y expandir su universo creativo hacia horizontes insospechados. Podemos quejarnos con justicia de la elección de los temas, no todos especialmente representativos de su carrera, y de algunos fragmentos más bien olvidables (ese Oxygene 4...), pero el álbum se mantiene a flote gracias a sus mucho más abultadas virtudes, y a varios momentos de lucidez total. Una experiencia estupenda para refrescar los oídos de los fans de toda la vida. Está en Spotify.

viernes, 18 de mayo de 2012

¿Existe el proverbial "buen recopilatorio"?

Puede que sí... y eso que una colección de "grandes éxitos" de cualquier músico, incluyendo las raras avis de este blog, suelen tener dos propósitos únicos: cumplir con alguna cláusula contractual cuando al artista de turno no piensa componer/grabar nada nuevo en demasiado tiempo; o simplemente, para ganar un dineral a costa de un golpe repentino de fama por cualquier motivo.

Generalmente, el melómano serio no es muy amigo de recopilatorios. Con "serio" me refiero a que ciertos solistas y grupos realizan una obra artística individual en cada álbum, con lo que un recopilatorio es algo así como un ramo de flores: varios pedazos cortados (por muy bonitos que sean) de lo que antes fue una planta fresca y viva; y el aficionado no suele quedarse satisfecho con algo tan superficial. En el mundillo pop, y en cierta medida en el rock, los artistas pueden llegar a publicar discos de grandes éxitos con algo más de significado, ya que se trabaja siempre con canciones, y cada canción es perfectamente divisible de la mayor parte de discos en estos géneros. El mejor ejemplo de recopilatorios admirables en este sentido son los míticos álbumes rojo y azul de los Beatles. Pero con estilos musicales más complejos, buceando con más profundidad en las posibilidades musicales contemporáneas, la cosa se complica.

El primero es un meritorio (aunque incompleto) recopilatorio de Pink Floyd; el segundo, un sacacuartos.

Pensemos por ejemplo en los diversos recopilatorios publicados por Pink Floyd: Relics, que contenía muchos temas de los inicios de la banda no aparecidos en álbumes y por ahí se salvaba; A Collection of Great Dance Songs, que era breve, incompleto y muy decepcionante en su planteamiento; o el más ambicioso Echoes, que para ofrecer un vistazo más amplio a la carrera de la banda hacía una labor de poda contundente en un doble CD que seguía quedándose corto, aunque tuvo su mérito.

 Solamente dos de los ochocientos recopilatorios de Vangelis que contienen prácticamente lo mismo.

La cosa resulta todavía peor si nos movemos entre músicos instrumentales de la esfera popular. La terna Oldfield-Jarre-Vangelis también ha sido víctima de un buen número de recopilatorios de diverso pelaje, sobre todo el tercero, que cuenta con siete u ocho greatest hits saldados y dignos de las gasolineras que contienen exactamente lo mismo. Mike Oldfield tiene por ahí alguna joyita en forma de álbum en vinilo no publicado en CD pero, salvo muy pocas excepciones, sus álbumes de grandes éxitos son más material para fans completistas que auténticas obras musicales con fuerza propia.

 
El primero tiene cierto valor para el coleccionista dada su relativamente escasa difusión. 
El segundo es tan de perogrullo como su propia portada parece decir a gritos.

Y Jean Michel Jarre, que cuenta con menos antologías que los otros dos señores, ha tenido que recurrir a soluciones tan imaginativas como el álbum Aero, que era sobre todo una colección de remezclas, para que al menos un recopilatorio suyo no pareciese un monstruo sonoro de Frankenstein. Otros nombres fuertes y populares de nuestro blog, como los de Tangerine Dream, Klaus Schulze, Enigma o Enya, se han movido entre la práctica inexistencia de antologías y una calidad nefasta o nula de las mismas.

 
El primero es una joya para coleccionistas que contiene la música de los cuatro primeros discos de Enya hasta la fecha casi completos, 
reordenados por el tono de los temas. El segundo es una tontada que interesaba por un dvd con vídeoclips.

Profundizando en las vanguardias "cultas", gente como Michael Nyman, Wim Mertens o Philip Glass han lanzado también poquita cosa, alguna colección de piezas para películas el primero, algún estuchazo de lujo para coleccionistas el segundo, y quizá uno o dos recopilatorios al uso por cabeza, pero sin grandes alardes de imaginación en su planteamiento. Y en el mundillo de las bandas sonoras, mucho ojo, porque no es oro todo lo que reluce. A veces no son obras originales, sino versiones de orquestas de medio pelo.

Dos buenos ejemplos de recopilatorios con música de cine: 
el primero, las partiruras de Nyman por Nyman, en el segundo, las de Williams por Williams.

Ocurre, no obstante, que a veces queremos zambullirnos en el mundillo creativo de un músico, picoteando como en un buffet y sin tener que echar mano a doscientos CDs distintos. En casos como ese, contar con un buen recopilatorio es una opción agradable y sencilla de reencontrarse con tus artistas favoritos. Personalmente, y me gustaría conocer otras opiniones, creo que hay varios criterios que pueden hacer buena una recopilación de un músico o grupo:

1- Que ofrezca una amplia visión de una trayectoria, una muestra previa a comprar álbumes puntuales.
2- Que su estructura y/o planteamiento llamen la atención por lo original.
3- Que se trate de ediciones limitadas y/o muy lujosas, que estimulen por su valor para el coleccionista.
4- Que contenga una cantidad aceptable de material inédito o descatalogado. Ojo, porque la mayoría de recopilatorios llevan como mucho uno o dos temas nuevos, y raramente son de verdad interesantes.

 
Estuchazo con un repaso exhaustivo a la carrera de Philip Glass (dos vistas).

Para terminar, aquí añado criterios para evitar a toda costa un recopilatorio:

1- Que no estemos seguros de si son grabaciones originales o versiones grabadas por orquestas desconocidas de Europa del este.
2- Que sea un recopilatorio demasiado temprano en su discografía y se quede muy desfasado.
3- Que cueste menos de 3 euros en un canasto de metal del super, porque seguramente contenga temas de alguna época oscura, con un mal sonido, y escaso interés si lo que queremos es iniciarnos.
4. Que el nombre del músico esté mal escrito en la portada, o que se utilicen ambigüedades nominativas para pescar a algún incauto miope.

Obsérvese el nombre del músico en el primero. Sobre el segundo prefiero no opinar, porque ese título podría significar cualquier cosa.
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