lunes, 6 de septiembre de 2010

Rick Wakeman - THE MYTHS AND LEGENDS OF KING ARTHUR AND THE KNIGHTS OF THE ROUND TABLE


1. Arthur (7:30)
3. Guinevere (6:49)
4. Sir Lancelot and the Black Knight (5:23)
6. Sir Galahad (5:52)
7. The Last Battle (9:42)

Como en su día puse a caldo el Journey to the Centre of the Earth de 1974, decidí que merecería la pena dar más oportunidades a los álbumes iniciáticos de Wakeman, sobre todo porque siempre he sido consciente de la veneración que se le tiene, en general, como maestro supremo del sintetizador en el género del rock progresivo. Este disco, de larguísimo título, es evidentemente un álbum conceptual sobre la leyenda artúrica, y vaya por delante que me ha gustado un poco más que su predecesor.

Rick Wakeman

The Myths and Legends of King Arthur and the Knights of the Round Table (1975) es el lanzamiento inmediatamente posterior a su Viaje al centro de la Tierra, y en él podemos encontrar importantes diferencias. Para empezar, este disco fue grabado en estudio y no en directo, con lo que el sonido es más nítido y la producción está más cuidada. Además, el grado de pomposidad se ha ajustado bastante, encontrándonos esta vez ante una grabación un poco más rockera (sólo un poco). Y sobre todo me queda la sensación de que, si bien The Myths and Legends es toda una obra jurásica, el anterior álbum sonaba mucho más antiguo si cabe, por lo menos del Paleozoico. The Myths and Legends es una obra algo más abierta, más rica en variedad, y por eso la prefiero.

Un tema del álbum en directo, con show sobre hielo.

No obstante, y recordando que nunca he pretendido ser completamente objetivo en mis críticas (para eso son críticas, para ser subjetivas), debo decir que sigo sin encontrar a un Rick Wakeman que me satisfaga, y empiezo a saber por qué: por lo que el teclista entiende por virtuosismo. Para Wakeman, y supongo que también para su legión de seguidores de ayer y hoy, el dominio absoluto de un instrumento -teclados de todo tipo, en este caso- depende de la velocidad con que se toca, y yo no estoy de acuerdo con ello. Cierto que este álbum sobre el Rey Arturo y sus caballeros contiene pasajes melódicos sublimes, como su estupenda fanfarria inicial, pero se dan varios casos en los que Wakeman no hace otra cosa que lucir su dominio absoluto del teclado como si tuviese diez dedos en cada mano. Por ejemplo, en Merlin the Magician Wakeman se carga la muy inspirada primera parte en favor de un delirio cabaretero que no es sino una exhibición de velocidad y dominio técnico del instrumento. Yo pienso que dominar un instrumento debe significar también la posibilidad de expresar cosas con él a un nivel artístico, y no convertir su manejo en una simple cuestión de floritura. No me cabe duda de que este teclista proveniente de Yes entiende la interpretación de su instrumento de un modo parecido a como la entienden los guitarristas del rock, pero yo me decanto por gente preocupada más por la expresividad que por la velocidad vertiginosa. También admito que el sonido de sintetizador que más utiliza Wakeman no me suena nada bien, por ser demasiado rimbombante y restar importancia a todos los demás instrumentos empleados en este disco en concreto (de nuevo una orquesta sinfónica).

Carátula trasera del álbum.

Otro punto débil, de nuevo hablando de mi impresión personal, es su elección de los cantantes, con voces no demasiado adecuadas para entornos instrumentales tan elaborados que terminan eclipsándolas y desvirtuándolas del todo. Como en ningún caso pretendo convertir mis recelos hacia Wakeman en un enfrentamiento con sus muchos y muy respetables admiradores, diré que este The Myths and Legends me ha gustado más que el anterior álbum, y todavía tengo que remontarme a su primer disco en solitario (sobre las esposas de Enrique VIII) para tener una visión más completa, por lo que es bastante seguro que la evolución de su música la vaya acercando a mis gustos y termine por dar mi brazo a torcer. Estoy seguro de que Rick Wakeman lo vale.

jueves, 2 de septiembre de 2010

David Lanz - CRISTOFORI'S DREAM


1. Cristofori's Dream (6:09)
2. Spiral Dance (6:17)
3. Green Into Gold (10:05)
4. Wings to Altair (6:17)
5. Summer's Child (6:15)
6. Free Fall (4:25)

El pianista de Seattle David Lanz lanzó al mercado en 1988 este Cristofori's Dream a través del sello especializado Narada. Pese a ser una obra sencilla que no llamaría especialmente la atención a los neófitos que se la encontraran por casualidad hoy en día, en su momento tuvo un importantísimo éxito económico, ocupando el primer puesto en las listas de ventas norteamericanas y siendo considerada como una de las grabaciones esenciales del género new age.

Lanz, pianista vinculado desde la adolescencia al mundo del rock e integrante de alguna que otra banda, al parecer comenzó su deriva hacia la new age -según la biografía incluida en su página Web oficial www.davidlanz.com- cuando su amigo, el Dr. Larry Iverson, le pidió que compusiese algo al piano para ilustrar musicalmente un seminario que impartía sobre el flujo energético a través de ciertas partes del cuerpo, las conocidas como chakras. El éxito entre los participantes en el seminario debió iluminar a Lanz, haciéndole comprender que no solamente había piezas musicales capaces de causar efectos beneficiosos en el organismo humano, sino que había también un montón de gente que estaría dispuesta a disfrutar de esta clase de terapia musical, incluso en habitaciones y quirófanos de hospitales. El caso de David Lanz es ilustrativo de lo que sucedió en los años '80 con todo ese cajón de sastre que es la new age, una forma de entender la música más que un estilo en concreto. Podríamos hablar de "música para fines específicos", y podría yo refrescar mis comentarios sobre los discos que se venden en herbolarios y demás, si bien es cierto que la new age suele caracterizarse, además de por su poder relajante y curativo, por una indudable calidad musical. No obstante, mi tendencia suele ser la de valorar para mejor aquellas obras que asumen ciertos riesgos, y la new age nunca me ha parecido que lo haga del todo. Me explico.

Cristofori's Dream.

La música new age viene a ser considerada como el equivalente místico del género conocido como AOR ("Adult Oriented Rock", o sea, rock para adultos), lo que le confiere una cualidad conservadora, como de quien sabe lo que quiere y renuncia a seguir buscando nuevos sonidos. En la música norteamericana de los '80 se llevaba mucho aquello, y no es de extrañar que este Cristofori's Dream, un álbum ciertamente bello y cuidado, supusiese un gran éxito. Es necesario considerar que la carrera del propio David Lanz también contribuyó a ello, ya que hasta entonces había tenido muy frecuentes devaneos con el sintetizador, y su regreso al piano en composiciones tan logradas era algo muy esperado por sus devotos.

Portada alternativa (de Amazon.com).

No obstante, no es el piano el único instrumento que escuchamos en Cristofori's Dream, sino que éste va acompañado de percusiones, cuerdas y algunos fondos realizados con sintetizador, muy sutiles. El disco funciona perfectamente como acompañamiento a una lectura, a la reflexión, o de cara a las terapias de las que hablábamos antes. No se trata, eso que quede claro, de una obra aburrida o monótona, aunque tanta new age se ha hecho en su línea desde entonces que al final puede terminar por sonarnos todo un pelín empalagoso, casi como si la música de Lanz no sirviese a otro propósito que el de acompañar una cena romántica con velitas y rosas. Yo pienso que esta percepción, perfectamente válida y respetable por parte de quien la pueda tener, está causada más por lo relativamente rutinario de los arreglos y los fondos que por las melodías propiamente dichas, o por la destreza de David Lanz al piano, que es magistral. Yo incluso doy mi brazo a torcer con su versión de A Whiter Shade of Pale, de Procol Harum, en la que colabora el organista original de la banda, Matthew Fisher, y eso que opino que versionar éxitos del pop quita algo de peso a estas obras para piano.

lunes, 23 de agosto de 2010

Paco de Lucía - FUENTE Y CAUDAL


1. Entre dos aguas (rumba) (6:03)
4. Solera (bulerías por soleá) (3:46)
6. Cepa andaluza (bulerías) (5:50)
7. Los pinares (tangos) (3:37)
8. Plaza de San Juan (alegrías) (3:10)

Parecía mentira que, siendo yo andaluz, no hubiese tenido tiempo todavía para comentar alguna obra perteneciente al mundo del flamenco. Quizá sea por ser de la Andalucía oriental, la menos "castiza" en comparación con las provincias de Córdoba, Málaga, Cádiz, Sevilla y Huelva, que ni yo ni demasiada gente en mi entorno se ha sentido especialmente atraída por lo que se suele disfrutar en los tablaos. Sin embargo, Es una obviedad que el flamenco es a estas alturas una de las músicas étnicas más populares a nivel mundial, rivalizando con él en difusión tan solo la música celta, y no se si acabo de decir un disparate. El caso es que, puestos a meternos en faena, nada mejor que ir directamente a una de las obras claves del flamenco en lo que a su edición fonográfica se refiere: Fuente y caudal, obra de Paco de Lucía de 1973.

Paco de Lucía

Sobre Paco de Lucía no hace falta decir mucho, salvo que es la mayor figura actual del flamenco y uno de los guitarristas más importantes que ha dado esta tradición artística, heredero directo de colosos de las cuerdas como Andrés Segovia. Francisco Sánchez, que así se llama realmente el músico nacido en Algeciras (Cádiz), ha sido reconocido internacionalmente con distinciones como el premio Príncipe de Asturias de las Artes, en 2004. Su estilo combina el respeto a los palos tradicionales del flamenco de siempre con algunos elementos experimentales añadidos en varios de sus trabajos, teniendo en ello sin duda un gran peso sus numerosas colaboraciones con Camarón de la Isla, el legendario cantaor y renovador del género. Y no hablemos de lo difícil que es triunfar en el panorama musical español siendo un instrumentista.

Entre dos aguas, en TVE (1976)

Cepa andaluza.

Este Fuente y caudal proviene precisamente de aquellos años de eclosión creativa, convirtiéndose en una de las obras fundamentales de su trayectoria tanto por lo inspirado como por lo influyente de cara a la posteridad. Es curioso conocer que, en el momento de su grabación, Paco estaba obligado por razones contractuales y tenía bastante prisa por terminar el álbum, y es casi milagroso que su tema más conocido, Entre dos aguas, fuese prácticamente improvisado. Fuente y caudal fue una de las primeras grabaciones de flamenco que sobrepasaron las cotas del género y llegaron a un público amplio, y ahí está su mayor mérito: lograr que cualquier aficionado a la música se dé cuenta al instante de la asombrosa habilidad de Paco de Lucía a nivel técnico, deleitándose al mismo tiempo con una serie de melodías hermosas, sencillas y accesibles para cuyo disfrute no es necesario tener ni idea de en qué se diferencia un fandango de una bulería.

Portada alternativa del álbum en una edición posterior.

Entre dos aguas, tema estrella del álbum que además lo abre, es un notable ejemplo de investigación sonora, ya que la guitarra española se ve acompañada por el sonido del bajo y el de un bongo para crear una de las rumbas más famosas jamás concebidas, desde entonces arraigada al inconsciente colectivo de Andalucía y España, e incluso de lo que supone nuestra imagen como pueblo en el extranjero. No podemos hacernos una idea de lo que supondría el experimento en el flamenco posterior, ya que incluso el ultramoderno flamenco-chill sigue nutriéndose de aquel concepto espontáneo. En los temas, Paco de Lucía es acompañado por su hermano, Ramón de Algeciras, y no necesitan a nadie más para dar consistencia al conjunto de cortes del álbum. Los arreglos son sencillísimos, y salvo por la perfección interpretativa del algecireño que nos recuerda la excelencia de la grabación, no dejamos de imaginar cualquier clase de humilde rincón del mundo rural andaluz, seguramente una sombra bajo una parra en un patio encalado, mientras vemos el atardecer sentados en sillas de enea. Un mundo de placeres sencillos al que cualquier español puede acceder con sólo voltear un par de veces los expositores de cassettes de las gasolineras patrias.

sábado, 14 de agosto de 2010

Hans Zimmer - INCEPTION


3. Dream Is Collapsing (2:24)
4. Radical Notion (3:43)
5. Old Souls (7:44)
6. 528491 (2:24)
7. Mombasa (4:54)
8. One Simple Idea (2:28)
10. Waiting for a Train (9:30)
11. Paradox (3:25)
12. Time (4:36)

Me decanto en esta entrada por una novedad, la banda sonora original de la película Origen (2010), a cargo de ese compositor que va en un auge enorme llamado Hans Zimmer. Por una parte, la entrada me servirá para analizar el disco en particular, y por otra, para comentar de forma general la trayectoria de este señor.

Hans Zimmer

Hans Florian Zimmer, nacido en Alemania, comenzó como sintesista a principios de los ochenta, casi como si fuese a hacerles la competencia a Harold Faltermeyer o Jan Hammer (¿son todos alemanes o solamente lo parecen por sus nombres?), trabajando con diversos grupos e intérpretes del momento, incluso con los españoles Mecano (Wikipedia, qué grande eres). Su gran salto al ruedo de Hollywood le llegó con Rain Man, cuya melodía es hoy en día muy conocida, y junto a sus trabajos para Black Rain y Paseando a Miss Daisy fue plenamente abrazado por la industria. También había trabajado, por ejemplo, en la magnífica banda sonora de El último emperador, que comenté hace tiempo en este blog. Ya desde el principio sus propuestas se inclinaban por una mezcla entre música para sintetizador y música clásica orquestal, si bien al principio era el primero el que se imponía, en un estilo que, si bien funcionaba en aquella época, hoy podría resultar bastante tosco. No obstante, Zimmer siguió creciendo hasta que logró el Oscar en 1994 por la música incidental de El rey león.


Los protagonistas de Origen, en dos pósteres promocionales.

Y aquí comienza la época que menos me gusta de Zimmer, casi siempre involucrado en películas gigantescas y con escaso valor artístico -La Roca, Pearl Harbor o El Rey Arturo, por poner unas cuantas-, cuyas bandas sonoras me resultan ruidosas, extraordinariamente pretenciosas y fanfarronas. Sobresalen demasiado por encima de las escenas de los filmes, y eso es casi un pecado. Podría referirme a su sonido habitual como "tatachán tatachán tatatachachán", y curiosamente ha reunido en torno a Zimmer a otros músicos de cine, discípulos suyos por seguir claramente esta tendencia, que van haciéndose un hueco en el panorama actual. Unos se han quitado de encima estos vicios, como el estupendo Harry Gregson-Williams de El Reino de los Cielos; y otros se han recreado en la peor versión posible, como Klaus Badelt y su horrible melodía para Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra, que hoy en día suena interminablemente en televisión cada vez que anuncian el fútbol o alguna película de aventuras. Para desgracia de mis tímpanos.

Sin embargo, creo que fue a partir de lo realizado en La delgada línea roja (1998) y Gladiator (2000) cuando Zimmer ha ido evolucionando hacia unas claves compositivas que hoy en día admiro plenamente. Me quedo sobre todo con los temas más íntimos de Gladiator -los menos íntimos son parte de su "tatatachán tachán" de siempre- como base de las maravillas que realizaría el alemán para El código Da Vinci y Piratas del Caribe: en el fin del mundo, ambas empequeñecidas por la tibia acogida de la crítica hacia las respectivas películas.

Ejemplo del poderío visual de Origen.

Y llegamos a sus colaboraciones con el director Christopher Nolan, para el que recicló favorablemente sus características fanfarrias en la estupenda partitura de Batman Begins y El caballero oscuro, ambas junto al efectivo y más ambiental James Newton Howard. Es el Zimmer de siempre, pero más adulto, mejor ajustado a las exigencias de la propia película, con más gana de experimentar... en definitiva, mejor. Hoy en día está en la sopa, trabajando para series de televisión como The Pacific, y hasta en videojuegos de éxito como Call of Duty: Modern Warfare 2.

Imagen promocional de la película.

Inception (Origen), puede entenderse en la misma línea que las dos entregas de Batman dirigidas por Nolan: temas grandiosos en su oscurantismo, propios de fantasías tecnológicas un tanto retorcidas. El universo musical de Zimmer coincide en este caso plenamente con el de Nolan, sobre todo en su sofisticada frialdad y su búsqueda de una tensión dramática muy bien sostenida y sin fisuras. Utilizó algún sonido de guitarra eléctrica en El caballero oscuro, y en Origen lo hace con algo más de empeño, realizando verdaderos homenajes al cine de espías a lo James Bond -recordemos que Origen es, bajo toda su tramoya filosófica, una película de espías-, en temas como Dream Is Collapsing y Dream Within a Dream, claves en el filme. El leitmotiv de Inception es una sucesión de notas que parecen emanadas de un cuerno vikingo sintetizado, que no hacen sino ahondar en la grandiosidad de la película y la espectacularidad de sus escenas de acción. Pero nada de cuernos vikingos, porque estas notas son nada más y nada menos que los primeros compases, ralentizados, del tema de Edith Piaf No, Je Ne Regrette Rien, que tiene una gran importancia en la trama de Origen, creando Zimmer algo parecido a los sueños dentro de sueños que pueblan la película de Nolan. No falta al final un buen tema épico de corte clásico, casi un adagio en la línea del genial Chevaliers de Sangreal de El código Da Vinci; ni unos cuantos temas de acción pura y dura que nada tienen que ver con sus fanfarrias de antaño, como Mombasa.

Mombasa.

Waiting for a Train.

Según yo lo veo, la gran sorpresa de Inception se halla en temas como Old Souls y Waiting for a Train, en las que vuelve el primer Zimmer, el de los sintetizadores, casi en una línea ambient y new age enormemente elegante, con melodías hermosas, evocadoras y melancólicas. Me reafirmo, escuchando el modo en que Hans Zimmer trata en el estudio los fragmentos orquestales de sus temas, en mi opinión de que el alemán cuenta entre sus principales influencias al Vangelis de los '90 (1492: la conquista del paraíso, por ejemplo). El resultado global es aplastante, un álbum musical que se sostiene por sí mismo y que es todo un triunfo para uno de los nombres más importantes del cine actual, un músico que sigue creciendo y creciendo.

Mientras esto no pare de girar, seguimos soñando. A ver... pues no, no se para...

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