Entiendo que aproximarse a los álbumes de Tangerine Dream en sus "Años Rosas", su época inicial y más experimental, pueda resultar un tostón, sobre todo teniendo en cuenta el oscurantismo absoluto que cultivaba esta gente. Sin embargo, sus discos más recientes me parecen sosos y poco inspirados en comparación con los de aquella época, y habiendo ya comentado el abiertamente hostil Zeit, es el turno del relativamente más llevadero Atem (1973). Y llevadero no es la palabra, porque Atem sigue siendo frío, metafísico e incluso siniestro. Y sin embargo, causó la eclosión comercial del grupo en el mercado británico.
"¿Qué clase de música hacen estos alemanes?" debieron preguntarse los ingleses nada más poner a girar el plato bajo el vinilo de Atem. "¿Cómo son capaces estos tíos de transportarnos con cuatro notas al espacio profundo como nunca lo han conseguido el cine o la literatura de ciencia-ficción?"
Los Tangerine Dream en la contraportada.
Un cambio que puede detectarse en esta obra, respecto a las anteriores, es la inclusión de más percusiones, y algo remotamente parecido a melodías sobre fondos realizados con el sintetizador Mellotron, que entonces era lo último de lo último. Hay quien opina que este Atem está pidiendo a gritos un secuenciador, por su carácter rítmico y percusivo, y los de la banda debieron ver el cielo abierto cuando pudieron echar mano del aparatito en sus posteriores Rubycon o Ricochet, por ejemplo. Y aquí podría estar el precedente más inmediato de lo que luego se llamaría Escuela de Berlín, la escisión del krautrock que apostaba por la imaginación y el instrumentalismo hipnótico antes que por la simple posmodernidad de los grupos más pop del movimiento. La "kosmische musik" había nacido algún tiempo atrás, quizá en los tiempos del debut de Tangerine Dream con Electronic Meditation. O puede que incluso antes. Y es con Atem cuando grita a los cuatro vientos ¡éstos son mis poderes! Y Zeit y Alpha Centauri alcanzan la mayoría de edad, y ya vemos venir los años Virgin -los de plenitud- y el sublime Phaedra a la vuelta de la esquina.
Se cuenta que, cuando Edgar Froese, Christopher Franke y Peter Baumann interpretaban esta clase de piezas en concierto, todas las luces del local se apagaban por completo, de modo que solamente podían verse encendidas las bombillitas de los aparatos electrónicos del grupo. Es de suponer que la gente aprovecharía para fumarse algo y volar a los abismos del espacio profundo.
Despliegue interior de la funda del vinilo.
Siendo los nuestros otros tiempos, yo recomiendo escuchar el disco en penumbra y con la mente en blanco. No hay que tomar alucinógenos para disfrutar de estas cosas.
Fauni Gena
2 comentarios:
uno de mis favoritos de los td, muchas gracias conde
Senvillamente una obra maestra
Publicar un comentario