Enlazo aquí con la página Soundtrack collector, donde puede consultarse una completa lista con ediciones discográficas del álbum, e incluso otros álbumes que contienen piezas aisladas del mismo.
Después de unas pequeñas vacaciones (más mentales que de cualquier otro tipo), regresamos con un trabajo musical en cuyo análisis llevo pensando bastante tiempo, años incluso, casi siempre que se acerca la época de las torrijas y el incienso. Se trata de la banda sonora original de la película Ben-Hur (1959), clásico entre los clásicos del "peplum", y cada día más el equivalente pascual de la navideña ¡Qué bello es vivir!. En pocas ocasiones he comentado películas de cine clásico, casi siempre optando por quedarme entre obras más actuales y con tintes más experimentales. Sucede, sin embargo, que una obra de tamañas proporciones y trascendencia merece de sobra figurar en un blog que, aun muy modestamente, aspira a ofrecer una visión panorámica de los planteamientos musicales más creativos y enriquecedores de nuestro tiempo.
La banda sonora de Ben-Hur es considerada por muchos especialistas como la última gran obra sinfónica del Hollywood de la edad de oro, tras la cual la industria optaría por un lenguaje musical más llano, menos grandilocuente y cercano a cine europeo, más "pequeño" y artístico. Y es totalmente cierto que, salvo por honrosas excepciones que no dejan de tener tintes más o menor innovadores en la línea de Lawrence de Arabia (1962), el cine épico en general continuaría chupando de la teta de Miklós Rózsa unos cuantos años más, a menudo con el propio Rózsa tirando muy exitosamente de su propia fórmula (véanse Rey de Reyes o El Cid, ambas de 1961). Solamente con la llegada de la New Hollywood Generation y películas como Star Wars se recuperaría el pleno sinfonismo que aun hoy sigue vigente, aun con síntomas de grave deterioro. En fin, vayamos al grano.
Miklós Rózsa
Hollywood encontró entre finales de los '50 y mediados de los '60 un filón muy rentable, el de las megaproducciones históricas con repartos de campanillas. Muchas de aquellas películas, no necesariamente magistrales pero casi siempre de muy alta calidad, se rodaban a menudo fuera del territorio estadounidense, en lugares "exóticos" y un poco atrasados -entonces- como España o Italia, donde podían contratar miles de extras baratos para rodar secuencias con ejércitos, batallas, desfiles triunfales, etc. Por lo general, los actores y actrices de la época eran poco menos que propiedad de las productoras, los guionistas eran currantes de tres al cuarto y, en general, todo estaba tan estandarizado que incluso las bandas sonoras tenían resonancias muy parecidas. Mentiríamos si dijésemos que Ben-Hur fue la primera película en la que sonaron fanfarrias de trompeta para saludar al César o con rutilantes adagios para subrayar encuentros amorosos (en una línea parecida anduvieron las partituras de Los Diez Mandamientos, de Elmer Bernstein, o Quo Vadis, también de Rózsa) pero sí es de justicia señalar el título que nos ocupa como el máximo exponente de aquel estilo compositivo. Una obra musical, por cierto, absolutamente exquisita incluso en su escucha aislada como álbum.
Miklós Rózsa (1907-1995) fue uno de los muchos músicos centroeuropeos de formación clásica que por aquel entonces, tras numerosos periplos y etapas de aprendizaje, terminaron aterrizando en Hollywood para engrosar el gremio de compositores para el cine. Nacido en Budapest, Rózsa tuvo como principal padrino en el cine a un paisano, el director Alexander Korda, para quien compuso varias bandas sonoras como El ladrón de Bagdad (1940) o El libro de la selva (1942). Su prestigio ascendió con rapidez, y tras varias nominaciones al Oscar se lo llevó con Recuerda (Alfred Hitchcock, 1945) y, poco después, con Doble vida (George Cukor, 1947). Siendo ya el compositor estrella de la Metro-Goldwyn-Mayer, se le concedió el derecho de aceptar o rechazar antes que ningún otro cualquier encargo que surgiese de la compañía. En este contexto, Rózsa aceptó poner música a la adaptación que preparaba el estudio del popular clásico del general unionista Lew Wallace, Ben-Hur: A Tale of the Christ (1880), la primera novela norteamericana en superar las ventas de La cabaña del tío Tom, y solo superada -momentáneamente- por Lo que el viento se llevó. La presencia de Charlton Heston auguraba, por cierto, un bombazo en taquilla. El compositor se recluyó en una vivienda de la costa italiana para buscar inspiración, y cuando presentó su trabajo a los responsables de filme se encontraron con la que sigue siendo a día de hoy la grabación musical más larga jamás realizada para una sola película. Merecería un tercer Oscar para Miklós Rózsa, uno de los 11 que logró la película.
La portada más conocida del álbum.
¿Alguien no ha visto Ben-Hur? Craso error, porque se trata no solamente de una de las películas más espectaculares jamás realizadas, en todos los aspectos posibles, sino del perfecto ejemplo de cómo antaño se podía lograr una épica inconmensurable, desmedida, sin recurrir a efectos especiales por ordenador. La película cuenta la historia del príncipe judío Judá Ben-Hur (Heston), quien recibe la oferta del tribuno Messala (Stephen Boyd) para convertirse en su títere de cara a la dominación romana de Judea. Tras negarse, una serie de desgracias más o menos casuales pone a Judá en manos del vengativo Messala, quien lo envía a las galeras de por vida. Numerosas peripecias terminan con el héroe afincado en Roma, convertido en heredero del poderoso cónsul Quinto Arrio (Jack Hawkins), y por fin en posición de regresar a Judea para cobrarse su justa venganza sobre Messala. A su vez, la madre y la hermana de Judá han contraído la lepra, y cuando el protagonista logra derrotar al romano en una emocionante carrera de cuadrigas, solo le queda la posibilidad de acudir al misterioso predicador que está siendo torturado y crucificado en Jerusalén, en busca de un último milagro. Miklós Rózsa se encontró con la necesidad de crear todo un abanico musical que incluyese tanto las innumerables secuencias de acción y batallas como los importantes contenidos cristianos propios de la película, que tan inteligentemente fueron manejados por el director William Wyler y sus guionistas (entre ellos Gore Vidal) para lograr que el producto no pecase de ñoño o santurrón.
La complejidad de una obra musical tan extensa como esta hace muy difícil un análisis pormenorizado de todos sus elementos, de modo que me limitaré -y espero no quedarme corto- a señalar los que podemos considerar unos cuantos aspectos significativos. El primero y más evidente es la presencia de leitmotivs o temas conductores, que son melodías (algunas muy breves) referidas a personajes o sentimientos muy concretos. Por lo general, las grandes películas épicas cuentan con una destacada melodía guerrera o de aventuras y, como contrapunto, un memorable tema de corte amoroso o sentimental. Es curioso que en Ben-Hur destaque el segundo, no existiendo realmente un ejemplo claro del primero que se utilice de manera continuada. Lo que sucede es que el tema de amor es tan potente que cumple también con las funciones del primero, ya desde la impresionante obertura. Qué tiempos aquellos, en los que tanto las bandas sonoras como las propias películas tenían oberturas.
La obertura de Ben-Hur. Los pelos como escarpias.
El tema de amor aparece en numerosas ocasiones, generalmente para subrayar los diálogos de Judá y su ex-esclava Esther (Haya Harareet), unas veces dulce, otras melancólico, siempre acentuando la situación en que se encuentra la relación entre ambos personajes. Posee importantes tintes exóticos, como para no dar de lado al hecho de que la historia sucede en otro lugar y en otra época, muy concretamente en Oriente Próximo. En fin, el sentido de la maravilla o "sense of wonder" hecho música. Otra importante relación que tiene su propia encarnación musical es la amistad y la posterior enemistad entre Judá y Messala, con dos temas que Rózsa va haciendo evolucionar, haciendo más amargo el primero y dando fuerza al segundo, hasta que se funden (o más bien se confunden) en uno solo.
El tema de la amistad.
No podemos dejar de mencionar en este punto las fanfarrias de Ben-Hur, todas ellas bastante por encima de los estándares del género hasta entonces, a veces demasiado barrocas para resultar creíbles en el mundo antiguo. No es que en esta película sean muy verosímiles, pero su enorme calidad nos hace perdonar el desliz. Aun teniendo en cuenta un par de estupendas marchas triunfales (recuerdo especialmente el recibimiento del victorioso Agrio en Roma por el emperador), todo el gigantismo de Ben-Hur se despliega en la carrera de cuadrigas, en especial en la bienvenida triunfal a los carros y sus conductores. No en vano, nuestro admirado John Williams ha recurrido a este tema como inspiración en alguna que otra ocasión.
Parade of the Charioteers.
La dimensión religiosa de la banda sonora de Ben-Hur se obtiene con el uso de coros mixtos y arreglos musicales sorprendentemente sutiles, incluso con órgano, como el que podemos escuchar en esa escena en que el anónimo carpintero de Nazaret (cuyo rostro nunca vemos) da de beber a Judá contra la voluntad de los soldados romanos. El otro extremo de esta misma línea se encuentra en la conclusión de la película, tras el milagro, cuando los coros entonan un potente "aleluya". He encontrado aquí un interesante análisis de los temas de la película en el que se señala que el tema del odio entre Judá y Messala sigue apareciendo discretamente, entrelazado con otras piezas durante las escenas de la Pasión de Jesús, en este caso refiriéndose tal vez al contraste de amor y odio extremos que supusieron tales hechos según la tradición cristiana. Gracias, Film Score Junkie.
"No hay agua para él".
El ¡Aleluya! final de Ben-Hur.
Para terminar, quiero destacar el tema -a mi juicio- más original de toda la partitura, el correspondiente a la galera en la que Judá cumple su pena a perpetuidad como remero. Un soldado golpea un tambor para indicar el ritmo que han de mantener los galeotes, y pronto la propia banda sonora se une al infernal golpeteo, llegando éste a rozar la locura durante la batalla naval. Como pieza musical no sabría decir si es más o menos meritoria, pero como perfecta (insisto: perfecta) integración de música e imágenes no tiene precio:
"¡Velocidad de ataque!".
¿Qué más podemos decir? Pues que la de Ben-Hur es con todo merecimiento una de las bandas sonoras más importantes de la historia del cine, todo un hito tanto para su época como para la evolución posterior del arte de hacer música para películas. Es cierto que aquella generación de compositores hollywoodienses (pensemos en Bernard Herrmann o Alfred Newman) aportó obras maestras con estilos y visiones musicales muy distintos entre sí, pero quizá sea posible rastrear un poco de cada uno en una partitura tan ambiciosa como esta. Existen muchísimas ediciones discográficas de esta banda sonora, aunque las más recientes contienen la práctica totalidad de su música. Yo diría que aquí no valen los resúmenes, así que me iría a por la más completa disponible. A disfrutar, en Spotify por ejemplo:
3 comentarios:
Coincido en los elogios a esta película y su banda sonora. En cuanto a épica y compenetración con las imágenes, me recuerda a la no menos fenomenal "Spartacus" de Alex North, de la que siempre me ha puesto los pelos de punta ese precioso tema de amor de Varinia, de gran melancolía y sensibilidad.
Gracias por esta excelente recomendación.
Un saludo desde Canarias.
Brillante score
Llevo varios días reservandome la lectura de tu entrada por falta de tiempo. Has comentado la banda sonora de una de mis películas clásicas favoritas. Una obra maestra sin duda. de lo mejor de Rózsa junto con Lust for life.
muy semanasantero, je, je.
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