sábado, 11 de septiembre de 2010

Howard Shore - THE LORD OF THE RINGS: THE FELLOWSHIP OF THE RING


1. The Prophecy (3:44)
2. Concerning Hobbits (2:47)
5. The Black Rider (2:49)
9. Many Meetings (3:06)
13. The Bridge of Khazad Dum (5:58)
14. Lothlorien (4:34)
15. The Great River (2:43)
16. Amon Hen (5:03)
18. May It Be (3:38)

Fue a finales de los noventa cuando se supo oficialmente que un semidesconocido director de cine gore, Peter Jackson, estaba llevando a cabo -en secreto- el rodaje de una adaptación de El Señor de los Anillos en su Nueva Zelanda natal. Pese a las noticias sobre su enorme presupuesto y la ambición de adaptar la trilogía completa, cosa que no se pudo hacer en la versión animada de los '70, la poca confianza que inspiraba un nombre con tan poco rodaje en superproducciones como el de Jackson causaba bastantes recelos. Debemos recordar que El Señor de los Anillos, obra del británico J.R.R. Tolkien, es uno de los dos o tres libros más importantes del siglo XX, y desde luego el más apreciado popularmente. Cada detalle que se iba aireando sobre estas películas tan esperadas era objeto de análisis, y una de las cosas que no cuadró en absoluto fue contar con el compositor Howard Shore para realizar su banda sonora.

Howard Shore

No es que Shore fuese un desconocido, ni un mal músico, pero el estilo que hasta aquel momento definía su carrera tenía poco que ver con la grandeza épica que requería el mundo de Tolkien. Howard Shore, recordemos, ha sido habitualmente requerido por gente como Martin Scorsese y David Cronenberg, para quien es poco menos que su músico fetiche. Además, la partitura seguramente más conocida de Shore hasta la fecha era la de El silencio de los corderos, y no parecía que el estilo oscurantista y ambiental del músico canadiense pudiese satisfacer a los fans que, en sus dulces sueños nerds, deseaban un acompañamiento musical para la trilogía que pudiese compararse al de Star Wars.

Una portada alternativa.

Pasó el tiempo, y la noticia de que la cantante irlandesa Enya iba a colaborar en la música del primero de los filmes ayudó a dar brillo a una banda sonora que, a priori, solamente despertaba desconfianzas. Es perfectamente conocido que Enya, una de las vocalistas femeninas más vendedoras del mundo (¿la que más?) y musa céltica por excelencia, es una admiradora confesa de la obra de Tolkien, habiendo basado unos cuantos de sus temas en la mitología del célebre profesor de Oxford. Confiesa leer El Señor de los Anillos una vez al año, cosa que me parece digna de mérito teniendo en cuenta el grosor del libro.

May It Be, de Enya.
(Vídeo oficial cargado por Mindfreak87 en la página www.dailymotion.com)

La banda sonora de La comunidad del anillo, primera entrega de la trilogía, salió a la venta unas dos semanas antes del estreno del filme, a principios de diciembre de 2001, conteniendo las composiciones realizadas por Howard Shore y dos temas de Enya: May It Be, tema que sonaría en los créditos finales de la película, y Aníron (Theme for Aragorn and Arwen), que aparecería incrustado en un tema de Shore durante la película. Ambos temas cumplen a la perfección con su cometido, mostrándonos a la Enya más tolkiana en su vertiente mística, completamente inspirada y en su contexto exacto. El segundo tema está cantado en élfico. Pero sería la música instrumental de Howard Shore la que daría la sorpresa. La gran sorpresa.

Otra portada alternativa. Creo que fue la original.

En The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring nos encontramos con una de las partituras orquestales más sólidas de las últimas décadas, riquísima en sus múltiples variaciones temáticas y todo un pepino nuclear en lo que se refiere a su integración con las escenas de la película. Se trata además de un trabajo muy puro y académico, de la vieja escuela anglosajona, en el sentido de que renuncia a los artificios sintéticos ultramodernos que gente como Hans Zimmer había puesto de moda en su famosa banda sonora para Gladiator, del año anterior. Howard Shore cuenta con la Orquesta Sinfónica de Nueva Zelanda, la Orquesta Sinfónica de Londres, el coro London Voices y otras tantas pequeñas colaboraciones vocales repartidas aquí y allá por la obra. Pero lo más importante de esta partitura cinematográfica es el profundo estudio que debió realizar Howard Shore (junto a Peter Jackson, que mantuvo un control directo de cada aspecto de la producción) del universo mitológico descrito en El Señor de los Anillos. Hagámonos una idea.

Otras cuatro portadas alternativas.

La historia tiene lugar en un continente imaginario, lejanamente inspirado en el pasado remoto de Europa, conocido como Tierra Media. Este lugar está poblado por diferentes razas que, a su vez, han desarrollado rasgos culturales muy bien definidos y diferenciados unos de otros: los elfos, sabios e inmortales, un tanto taciturnos; los enanos, algo hoscos y celosos de sus costumbres; los hombres, descendientes de una raza que Tolkien emparenta veladamente con la de los atlantes, ahora en decadencia; y los hobbits, seres de baja estatura dedicados a un estilo de vida despreocupado y rural. A todos ellos hay que sumar a las criaturas siniestras que sirven al Señor Oscuro, Sauron, forjador del Anillo Único que desencadena la trama. No debió ser moco de pavo para Howard Shore el dotar a todos estos pueblos de un estilo musical reconocible que los definiese como cultura, sobre todo teniendo en cuenta que afrontar algo así superficialmente podría desvirtuar el enorme esfuerzo llevado a cabo por Tolkien en su obra, y en las películas por extensión.

Concerning Hobbits, en vivo.

Concluye Shore que la música de los elfos debe definirse por su carácter coral femenino, espiritual, incluso con un ligero toque exótico-oriental (escúchese Lothlorien). La de los enanos, que no tiene una especial relevancia dado que este pueblo tiene muy poca presencia en el libro, es muy percusiva -recordemos que los enanos de Tolkien se dedican a la minería- y también coral, aunque más masculina y cercana a obras como El Príncipe Igor, de Borodin (escúchese The Bridge of Khazad Dum, quizá el mejor tema de la partitura, que contiene el único leitmotiv claro de la misma, justo al principio).


La correspondiente a los hombres es música clásica en una línea wagneriana, no muy alejada del estilo John Williams vigente desde los '70, aunque bastante más sobria (escúchese The Great River). Y la de los hobbits está muy próxima al folk de Gran Bretaña, sin dejar que caiga del todo en lo celta, lo que habría sido una incongruencia en un universo ajeno al nuestro (escúchese Concerning Hobbits). Los sirvientes del enemigo, especialmente los Jinetes Negros, van acompañados por coros mixtos muy poderosos y piezas orquestales básicas, apenas melódicas, acentuando lo grotesco y malvado de estas criaturas (escúchense el segundo tramo de The Shadow of the Past o The Black Rider). Hay que tener en cuenta que Peter Jackson rueda las escenas tenebrosas con un estilo propio del cine de terror más ortodoxo. Y este vasto conjunto, por si acaso se queda corto, incluye numerosos pasajes corales cantados nada más y nada menos que en cada una de las lenguas imaginarias creadas por Tolkien para todos estos pueblos, desde el élfico hasta la lengua de Mordor, recreando canciones y poemas que estaban en los libros originales y que, claro está, no tenían una música asociada a las mismas hasta este momento.


La banda sonora de La comunidad del anillo ganó, evidentemente, el Oscar de aquel año. Enya se quedó a las puertas con May It Be. Y si el álbum publicado originalmente suponía un trabajo monumental, sus admiradores terminarían de deleitarse con el lanzamiento de las grabaciones completas, que recogían todo el material compuesto para la película -recordemos, solamente estoy hablando de la primera película- en un total de 3 CD's y en estuche de lujo. Además, en una edición especial de la BSO de Las dos torres aparecería el tema Farewell to Lorien, correspondiente a una escena de la versión extendida de la primera película.

Imagen del libreto de las grabaciones completas.

Con The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring, Howard Shore no solamente satisfizo a los incondicionales de Tolkien espoleados por eso que en Internet llaman "hype", sino que logró una obra musical que puede escucharse sin la referencia de las imágenes de la película y aun así funciona a la perfección y mantiene una plena coherencia narrativa. Estamos ante una de las más grandes bandas sonoras de todos los tiempos, se mire como se mire, y debemos tener en cuenta que todavía nos quedan dos tercios del total por comentar.

Portada de May It Be.

Como último apunte, ya al margen, decir que leí El Señor de los Anillos allá por 1998, antes de que se supiese absolutamente nada sobre el rodaje de la trilogía cinematográfica. Curiosamente, no sólo acompañé mi lectura con los temas más relajantes que Enya había publicado hasta entonces, sino que acudí en algún caso a discos de música clásica rusa, entre ellos al mencionado Borodin, que me parecía muy marcial. Mi conexión con la banda sonora de La comunidad del anillo fue, por lo tanto, poco menos que milagrosa. Volvemos con Las dos torres.

1 comentario:

Mannelig dijo...

Un análisis estupendo. Me parece que el cine es a nuestro tiempo como la ópera al XIX, y por tanto su música cumple más o menos esa misma función. Hay partituras mejores que el libreto-guión; las hay por el contrario horrorosas; simplemente pasables, para rellenar la temporada; ídem, las que sin alharacas, resultan estupendas a su escala (como si fueran opereta o zarzuela, para entendernos); y por fin, las que son bombazos no de un día, sino de repertorio para siempre. Y La comunidad del anillo, oh, sí, sí, sí... ¡madre mía!

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