2. The Watchful Eye (2:09)
3. Jewel in the Crown (5:45)
4. Outcast (3:49)
5. Serpent Dream (2:53)
6. The Inner Child (4:41)
7. Man in the Rain (4:03)
8. The Top of the Morning (4:26)
9. Moonwatch (4:25)
10. Secrets (3:20)
11. Far Above the Clouds (5:30)
Hay quien menciona su fichaje por la discográfica Warner, quien echa la culpa a sus trabajos chill out de comienzos de este siglo, e incluso quien pone la chincheta en los ya lejanos años ochenta, en el parón que siguió a la publicación de Discovery y The Killing Fields en 1984. Pero si tengo que dar mi opinión, el momento en el que Mike Oldfield hizo algo que convertiría cada nuevo trabajo en un habitual objeto de polémicas y señalamiento popular por parte de algunos, fue cuando tomó la decisión, poco antes de la publicación de su álbum Voyager (1996), de irse a vivir a Ibiza. Esto no tendría por qué haber tenido mayores consecuencias más allá de la curiosidad de que Oldfield fijase su residencia en nuestro país... Pero en 1997 se publicó un inofensivo recopilatorio titulado XXV: The Essential Mike Oldfield y se desató una pequeña tormenta.
Resulta que en XXV, además de una selección poco inspirada de temas de su carrera hasta entonces, había un adelanto del que iba a ser su nuevo álbum, y cuyo título sería nada más y nada menos que Tubular Bells III. No era entonces el mundo como hoy, cuando podemos investigar noticias y datos en la red, y salvo por la existencia de algunos muy buenos fanzines que se basaban en fuentes diversas, no había manera de saber si aquel tema incluido al final del CD era una pieza definitiva, una maqueta, un remix o vete a saber qué. El caso es que el inesperado extracto de Tubular Bells III era un tema tecno de baile prácticamente bakala, muy electrónico y apenas matizado por unas voces feotas, unas notas de guitarra y un riff de teclado que recordaba al del Tubular Bells (1973) original, pero simplificado. La noche ibicenca quizá había convertido a Mike Oldfield en Chimo Bayo. HU-HA.
Considerando que música como la que hizo famoso a Mike Oldfield era esgrimida por muchos de sus seguidores precisamente como el proverbial opuesto a la morralla discotequera que se estilaba a mediados de los años noventa, muchos no supimos si celebrar que con el nuevo trabajo volvería el gran icono de su discografía o si echarnos las manos a la cabeza. Relajó un poco la tensión la publicación en algunos medios de que Oldfield había contado con "música gallega" en el álbum, lo que indicaba que quizá sí habría espacio para algo más orgánico, más propio de los sonidos que cultivaba el músico. Después resultó que aquella noticia solo era verdad a medias, ya que los contactos con Luar Na Lubre iniciados en los tiempos de Voyager solo consistirían esta vez en un préstamo de su vocalista.
Cuando Tubular Bells III salió finalmente a la venta al final del verano de 1998, se despejaron las dudas. No fue fácil ignorar este lanzamiento, ya que tanto en televisión como en la prensa hubo publicidad masiva, y la radio española que más apoyaba a Oldfield, Cadena 100, ponía piezas del disco cada 15-20 minutos. Radiaron también un especial con una entrevista al músico mientras se analizaba el álbum al completo. Incluso ocurrió algo nada habitual: el concierto de presentación del disco en el Horse Guards Parade de Londres se emitió en directo por La 2 de TVE. Aunque en el Reino Unido no llegó a lo más alto, Tubular Bells III se convirtió en un aplastante número 1 en ventas en España y, en general, funcionó muy bien en lo económico.
No puedo decir que no me guste, pero creo que es el álbum de Mike Oldfield que más rápidamente se "desinfló" para mí entre toda su discografía tras la agradable sorpresa inicial. Lo primero que sentí al ponerlo la primera vez fue alivio, ya que, si bien se mantienen importantes elementos de música discotequera en un par de temas (The Source of Secrets, Secrets), el producto final es mucho menos zafio de lo que prometía aquel dichoso adelanto de un año antes. Después me fui dando cuenta de que, salvo que te pusieras a hilar muy fino, el nuevo álbum de Oldfield tenía de Tubular Bells poco más que el título.
Suena el riff en los temas ya citados, y hay por ahí un tema tosco con una voz ruda (Outcast) y otro en el que una voz anuncia el sonido de las campanas (Far Above the Clouds) pero esta secuela tubular no tiene nada que ver con las suites sinfónicas progresivas, complejas y llenas de piezas recurrentes de los anteriores Tubular Bells y Tubular Bells II (1992). Cada corte del álbum desarrolla linealmente un concepto propio, y aunque en todos los casos lo hace con un indudable afán de crear belleza, la única manera de percibir un atisbo de cohesión interna es subrayar el hecho de que los mencionados The Source of Secrets y Secrets están al comienzo y al final del álbum como para darle cierta "circularidad", con permiso del conclusivo Far Above the Clouds, que por cierto debe más al clímax final de Ommadawn Part One que a Tubular Bells.
Como una extraña bisagra disonante en mitad de un conjunto ya de por sí errático, Oldfield coloca la canción pop Man in the Rain, que por muy bonita que sea, es un reciclaje confeso de Moonlight Shadow con una letra que Mike tenía en el cajón. Y por el camino tenemos un temilla ambient interesante pero sin suficiente desarrollo (The Watchful Eye); un corte chill out con tintes hindúes (Jewel in the Crown); el mencionado Outcast, tema guitarrero con un curioso efecto sonoro de hielos cayendo en un cubata; un poco memorable intento de flamenco con ritmo enlatado (Serpent Dream); un bonito tema cantado -sin letra-, este sí bastante logrado, sobre todo en su tramo final (The Inner Child); un tema bailable con piano in crescendo que podría haber sido el más feo engendro tecno del álbum y al final resulta cautivador (The Top of the Morning); y otra meritoria pieza ambient soñadora (Moonwatch), justo antes del intenso último tramo.
En realidad, y aunque el título Tubular Bells III pudo ser una imposición de la discográfica o quizá una simple ocurrencia comercial de Oldfield, este álbum es un trabajo muy conceptual que, en líneas generales, describe el periplo personal del artista durante su estancia en Ibiza. Digamos que Mike Oldfield no se dedicó precisamente a cultivar su cuerpo y su mente durante su estancia en la isla, porque aquella época de su vida consistió en realidad en una mezcla de tai chi y juergas con estupefacientes a partes iguales. Veamos: los primeros temas del disco suponen el descubrimiento de la isla una vez el músico se instaló allí, con especial atención a su ambiente místico-hippy y al esoterismo de rincones como el islote Es Vedrá (favorito de los ufólogos y portada de Voyager), para continuar después con el relato musicado de una noche de fiesta y conducción temeraria (Oldfield estrelló su coche contra un árbol), una posterior reflexión autocompasiva típica de la embriaguez, variadas visiones febriles y una redención final en la que el músico, en fin, decide volver a ser una persona de bien e irse a vivir otra vez a Inglaterra. Termina la tormenta y cantan los pajarillos tras Far Above the Clouds. Es como si Tubular Bells III consistiera en una explicación de por qué Mike Oldfield grabó Tubular Bells III. La película tiene como argumento su propio making of.
Ramón Trecet hizo trizas el álbum en su programa Diálogos 3, y aunque creo que se excedió un poco, en realidad coincido con algunas de sus apreciaciones. Sobre todo, estoy de acuerdo en que el álbum es un prodigio con mayúsculas en lo que respecta a su producción, que es una de las más cuidadas y espectaculares de la carrera de Oldfield. Un esfuerzo así haría que un concurso de eructos sonara como el arabesco de Debussy. También coincido en lo innecesario, postizo, de ese Man in the Rain. Pero por lo demás, creo que lo más reprochable del disco es en realidad su título desafortunado. Era innecesario un nuevo Tubular Bells solo seis años después del anterior, y está claro que cualquier otro nombre podría haber convertido el trabajo en una obra autobiográfica más sincera e interesante, pero hay cosas realmente muy bien hechas en este disco que hacen imposible una descalificación del mismo. Después de desinflarse con rapidez, los años le han dado algo de brío en mis recuerdos, también en parte porque soy consciente de que muchísimos fans actuales de Oldfield descubrieron su música gracias a aquella etapa de gran popularidad en los noventa. Hasta el director de cine Danny Boyle contó con el músico para la ceremonia de apertura de los JJOO de Londres gracias a que había visto el famoso concierto de Londres en DVD.
Colaboran en el álbum la vocalista anglo-india Amar (The Source of Secrets, Jewel in the Crown, Secrets), la entonces cantante y violonchelista de Luar Na Lubre Rosa Cedrón (The Inner Child), Cara Dillon y Heather Burnett (Man in the Rain, en la que no quiso participar la añorada Maggie Reilly) y Clodagh Simonds y Francesca Robertson (Far Above the Clouds). Creo que la voz infantil que introduce el tema final es de una hija de Mike llamada Greta. Oldfield subrayó en varias ocasiones el carácter "femenino" de este álbum, del cual se extrajeron como singles, al menos más allá de ediciones exclusivas para la radio, Man in the Rain y Far Above the Clouds, cargadísimos de remixes de baile.
Oldfield publicaría otros dos álbumes en un espacio de tiempo desacostumbradamente breve, justo después de este, y saldría de gira por última vez hasta el día de hoy. Tuve el enorme placer de verle por primera y única vez en directo al paso por San Javier (Murcia) de su espectáculo Live Then & Now '99, en el que este Tubular Bells III estuvo muy bien representado. Es una lástima que el mencionado DVD, que reunía los conciertos del Castillo de Edimburgo de 1992 y el del Horse Guards Parade, consista en gran medida en una versión editada con música sacada directamente del álbum y montada sobre las imágenes originales. Lo cierto es que tanto el sonido del concierto londinense como el de los eventos de la gira fue fabuloso, impecable. Eso que nos perdemos, salvo que tiremos de grabaciones piratas.
"Terrible, wonderful, crazy, perfect", como escribió Mike Oldfield en el libreto del CD.