Este año, de hecho hace pocas semanas, se ha cumplido el 50 aniversario de Red (1974), uno de los títulos más apreciados por los seguidores de King Crimson. La verdad es que su discografía está tan cuajada de álbumes míticos que costaría menos trabajo hacer un listado de los discos que gustaron menos.
Siempre hay que recordar que, en general, quienes escuchamos a King Crimson somos conscientes de que su música es un gusto adquirido. Es verdad que son autores de unos cuantos temazos que impresionan a cualquier oyente casual, pero la mayor parte de su discografía sí que requiere un pequeño esfuerzo de "apertura mental" por parte del aficionado. Precisamente es en esta época en la que termina su sonido progresivo clásico (mediados de los setenta) cuando más se acumulan trabajos que no entran a la primera pero que, tiempo al tiempo, deslumbran cuando empiezas a cogerles el tranquillo. Ahí están Larks Tongues in Aspic y Starless and Bible Black, y este Red viene a cerrar la serie en términos parecidos.
Red tiene como peculiaridad el que, tras la desbandada habitual de miembros de la banda, ésta se convirtió por primera vez en un trío: Bill Bruford a la batería y percusiones, Robert Fripp a las guitarras y algún teclado, y John Wetton al bajo y como cantante en los tres temas que incluyen letras, que son Fallen Angel, One More Red Nightmare y Starless. Entre los músicos adicionales destacan David Cross, recién salido oficialmente de King Crimson, que aporta el violín del tema final; Mel Collins, cuyo saxofón estuvo -y estaría- en la banda en varias ocasiones; e Ian McDonald, miembro fundador, que también tocó el saxo aquí y allá.
Red es un álbum apreciado por su valor seminal por parte de seguidores del rock duro, merced a su sonido contundente. La guitarra de Fripp está bastante distorsionada y el trabajo conjunto de bajo y batería es demoledor. En el tema inicial esto es bastante evidente, pero incluso en cortes más clásicamente "progresivos" como Starless sigue habiendo algún tramo realmente peleón. Es un álbum elegante y con una producción muy cuidada pese a consistir en gran medida en piezas fruto de la improvisación, pero suena muy afilado, muy crudo y sin pulir en exceso, lo que lo hace también tener un carácter atemporal. No hay duda de que es Starless su tema más mítico, una de estas piezas largas que cualquier conocedor del rock progresivo puede calificar como un clásico. Debió formar parte del álbum anterior Starless and Bible Black (1974), que hasta en el título resulta obvio, pero no pudo incluirse por falta de tiempo. Esto explica el que David Cross todavía esté acreditado en Red.
Y debe ser una impresión subjetiva motivada por mis últimas lecturas, pero el tema Providence (que al fin y al cabo se titula así por ser una improvisación grabada durante un concierto en esta localidad de Rhode Island) no deja de parecerme ideal para acompañar a un buen relato gótico de H. P. Lovecraft o similares.
Tan volátil seguía siendo King Crimson que la banda se había desintegrado totalmente antes de que Red saliese a la venta. Robert Fripp pensó en descansar un tiempo y propuso a varias personas para sustituirle (dice el rumor que incluso mencionó a Steve Hackett), pero no hubo trato y terminó echando el cierre.
A estas alturas, Red ha sido reeditado en varias ocasiones. Destacan la caja The Road to Red (2013), que incluye 24 CDs con una cantidad absurda de conciertos de King Crimson de 1974; y la reedición de este 50 aniversario, con varios formatos de sonido (Dolby Atmos y Hi-Res Stereo incluidos) en 2 CDs y 2 blurays, con remezclas más o menos creativas de David Singleton y el habitual Steven Wilson, amén de material en directo del que en su día se publicó en el álbum USA (1975).
Hago un aparte para comentar el documental estrenado en cines en 2022 In the Court of the Crimson King. King Crimson at 50. No me extenderé hablando de su calidad, que es enorme, y lo recomiendo fervientemente a todos los seguidores de King Crimson. Me interesa lo más importante de la película, que es el hecho de que descubres como nunca antes la que de verdad siempre ha sido la esencia de la banda: excelencia y compromiso hasta la extenuación.
Ya hemos mencionado en alguna ocasión que Robert Fripp exigía a cada nuevo miembro de King Crimson que diese no sólo el 100%, sino incluso un poco más, exprimiendo las posibilidades de su instrumento o aprendiendo a utilizarlo de un modo distinto a como lo había estado haciendo hasta entonces. Formando parte de una banda creativamente solidaria, abierta a la improvisación y la experimentación constantes. No hay duda de que muchos miembros que entraban en KC y salían después de un disco o dos iban hasta cierto punto "quemados" por el nivel de (auto)exigencia, tanto de las grabaciones de estudio como -sobre todo- de las actuaciones en vivo.
King Crimson tenía que acabarse. De hecho, y a pesar de que desde 1969 hasta 1974 grabaron una cantidad respetable de álbumes de una calidad indiscutida, es de imaginar que hubo decenas de ocasiones en las que Fripp estuvo a punto de disolver la banda. Y después llegaban otros artistas, una nueva idea a la que dar forma, y KC volvía a recomponerse una y otra vez.
No voy a hacer un "spoiler" sobre el hecho de que King Crimson resucitaría por sorpresa en un tardío 1981, porque todo el mundo lo sabe, pero desde luego ello da testimonio del carácter legendario de una banda que era tan grande que no podía permanecer muerta mucho más tiempo, a pesar de lo difícil que era mantenerla viva, y que ha estado en funcionamiento hasta antes de ayer. De hecho, cuesta creer que no vaya a volver en el futuro.