Marvin Hamlisch
Jerry Goldsmith
Como comentábamos en la entrada anterior, en los sesenta el cine y cuanto lo rodeaba se volvió más "diverso" gracias a la influencia del pujante cine europeo de autor, y en Hollywood se abrieron de orejas para dar cabida a propuestas bastante originales de cara a las bandas sonoras de los mejores títulos. En 1970 se llevaron los Oscars Francis Lai con Love Story y The Beatles con Let It Be en una categoría que se llamó más o menos "Mejor partitura a base de canciones". El año siguiente fue el de Michel Legrand con otra obra tirando a pequeñita, con el piano dominando, Verano del '42.
El tema más famoso de Verano del '42.
El mismísimo Charles Chaplin y varios co-autores ya entonces fallecidos se llevaron el galardón en 1972 por Candilejas, pese a que había sido estrenada en todas partes menos en Los Angeles veinte años antes. El camino se le allanó bastante tras la descalificación de la partitura de El Padrino, que incluía un tema compuesto para una película anterior a la de Coppola, el famoso vals para ser exactos.
Candilejas, de Charles Chaplin, Raymond Rasch y Larry Russell.
Tras las victorias en ambas categorías (partituras original y adaptada) de Marvin Hamlisch en 1973 gracias a Tal como éramos y la reutilización de piezas "ragtime" de Scott Joplin para El golpe, el compositor italiano habitual de Federico Fellini, Nino Rota, logró su merecido premio con El Padrino, parte II en 1974. Tuvieron buen cuidado esta vez de que no sonara el dichoso vals, por lo menos en la edición discográfica de la banda sonora.
The Immigrant, de El padrino, parte II.
Los años siguientes marcaron el espectacular regreso del pleno sinfonismo gracias a John Williams con Tiburón en 1975 y La guerra de las galaxias en 1977, aunque otro músicos de renombre también se llevaron el gato al agua. No nos olvidemos del único Oscar del gran Jerry Goldsmith por La profecía (1976), o la predominantemente electrónica partitura de El expreso de medianoche (1978), de Giorgio Moroder.
Suite de La profecía.
El primer título memorable en los ochenta fue Carros de fuego (1981), de Vangelis, que encima logró un éxito en ventas sin precedentes. No a todo el mundo le sentó bien aquella victoria, quizá coyuntural por lo innovador del tratamiento electrónico y new age, que dejó tirada a En busca del arca perdida; y el año siguiente cayó otro eunuco en manos de John Williams, esta vez por E.T. el extraterreste.
Así comienza la película Carros de fuego. Inolvidable.
Tema de los créditos finales de E.T..
Los ochenta fueron fabulosos en lo que respecta a las bandas sonoras premiadas en los Oscars, y pese a que me estoy alargando, no puedo dejar de mencionar el Pasaje a la India de Maurice Jarre en 1984, las Memorias de África de John Barry en 1985 (ya llevaba tres galardones), El último emperador de Ryuichi Sakamoto, David Byrne y Cong Su en 1987 y el estupendo trabajo de Bill Conti (el autor de la famosa melodía de Rocky) en Elegidos para la gloria, quizá demasiado parecida en varios puntos a alguna pieza de Tchaikovsky...
El tema principal de Elegidos para la gloria. Muy épico y a la americana.
Concluimos la década con dos apuntes: la maldición que debió caer sobre quien votó a Round Midnight de Herbie Hancock (contra él no tengo nada, que conste) para que venciese a la insuperable La misión de Ennio Morricone en 1988; y el triunfo musical de la productora Walt Disney con su oleada de clásicos animados supertaquilleros de la época, que comenzó con La sirenita de Alan Menken en 1989 y siguió aplastando a la competencia por el Oscar en los primeros años noventa.
Terminamos en la próxima entrada.
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