martes, 26 de julio de 2011

Incantations... ¿Deluxe? Fracaso colosal.


Con amargura acabo de enterarme de la puñalada que los fans acérrimos de Mike Oldfield acaban de sufrir en sus carnes. La ansiada reedición "Deluxe" de Incantations (1978), el cuarto álbum de Oldfield, ha salido a la venta con errores en la grabación. Al parecer, en Incantations Part Four, precisamente en uno de los momentos álgidos de todo el álbum, se produce un salto en el disco que se "traga" un par de notas. Lo peor es que no parecen haber sido suprimidas por una decisión artística, esto es, por mejorar el original, sino que suena como cuando un vinilo da un saltito con una mota de polvo bajo la aguja. Encima, parece que también se ha detectado algún clic en otro punto, lo que ya es el colmo si consideramos la tecnología con la que se cuenta en cualquier estudio de grabación medianamente normal.

Y digo yo, ¿para eso hemos tenido que esperar todo un año desde Hergest Ridge y Ommadawn? ¿En qué se han invertido los doce meses? ¿En crear expectación entre los fans y coleccionistas? Siiiiiip. En remasterizar el disco está claro que no, así que eso de reeditar la discografía de Mike Oldfield a un disco por año, como parece que van a hacerlo en adelante, indica que podremos regalar la colección completa a nuestros hijos o nietos, dentro de veinte años. Y con errores en las copias, válgame el cielo.

¿Será cosa del propio Oldfield, que lleva dos o tres años de vacaciones playeras permanentes, y ha puesto poca o nula atención en el remaster? ¿Será cosa de la discográfica, de las primeras ediciones, y más adelante saldrá una nueva hornada con el error corregido? A la primera pregunta, yo respondería que probablemente sí; a la segunda, que ni en sueños. Ni en sueños veo yo a la discográfica despertando al músico inglés de su siesta en una hamaca de las Bahamas para que regrabe el tema otra vez y lo mande sin el error para su publicación. Ni en sueños veo a los de Universal reconociendo el problema oficialmente y anunciando algún tipo de solución. Y ni por asomo me imagino que se escuche a los aficionados de los que tengo noticia en varios foros, que pretenden que se les cambie la copia que han comprado por otra, cuando ésta (jajajaja) se publique.

Además, esta edición no lleva la útil funda de plástico habitual en los álbumes "Deluxe".
En su lugar, lleva una (ehem...) pegatina.

Lo peor de este asunto es que la anterior edición de Incantations, la de Virgin Records que no sonaba especialmente bien, ha quedado descatalogada y, con la transferencia de los derechos de autor de la obra a Universal, no hay la menor posibilidad de ir a una tienda y comprársela, como no sea algo tipo e-Bay. Eso significa que, más que probablemente, esta grabación mutilada quedará para siempre como la única posibilidad de comprar Incantations.

No quiero hacer una montaña de un grano de arena, pero mi forma de pensar me lleva rápidamente a la siguiente reflexión: ¿habrían permitido que sucediese algo así si Incantations fuese un disco cantado, un disco de música vocal? Imposible, porque entonces se habrían comido un trozo de estribillo, o un verso, y el resultado no sería publicable. Pero es un trabajo mayoritariamente instrumental, así que no pasa nada. Bueno, pasa que, en el fondo, esto demuestra que nadie (¡seguramente ni el propio Mike Oldfield!) ha escuchado Incantations antes de hacerle cientos de miles de copias y distribuirlo por la mitad de las tiendas del planeta. Nadie se ha molestado, de la misma manera que no se molestarán en escuchar las quejas de los compradores y arreglar este despropósito absurdo cuanto antes.

Espero equivocarme. Puedes escuchar el disco, con su fallito y todo, en Spotify.

ACTUALIZACIÓN: también se comenta que varios de los temas del CD2 no son remasterizaciones, sino remixes, uno de ellos con un sample de la voz de Stephen Hawking que -según comentan quienes lo han escuchado- suena fatal. Tampoco le ha salido bien su remaster de Guilty, que sufre cambios de ritmo (como esas cintas viejas y gastadas que están a punto de enrollarse en el radiocassette) inexplicables. Parece que Mike Oldfield ha vuelto a jugar con su ordenador y ha empleado soluciones electrónicas algo chocantes en algún punto de esta edición que presumía de ser "definitiva".

Respecto al fallo en Part 4, se tiene confirmación más o menos oficial de que NO va a sustituirse el CD a los desafortunados compradores, y tampoco va a retirarse de las tiendas (como debería ocurrir con cualquier producto defectuoso, desde una lechuga pasada de fecha a un coche que no arranque), con lo que, quienes queramos esperar un tiempo a ver si sale otra tirada con el error subsanado, no sabremos si lo que hemos comprado está en condiciones hasta que lo escuchemos en casa. Pura lotería, lo que nos espera.

viernes, 22 de julio de 2011

John Williams - INDIANA JONES AND THE KINGDOM OF THE CRYSTAL SKULL


1. The Raiders March (5:06)
2. The Call of the Crystal (3:50)
3. The Adventures of Mutt (3:12)
4. Irina's Theme (2:26)
5. The Snake Pit (3:15)
6. The Spell of the Skull (4:24)
7. The Journey to Akator (3:08)
8. A Whirl Through Academe (3:34)
9. "Return" (3:12)
10. The Jungle Chase (4:23)
11. Orellana's Cradle (4:22)
12. Grave Robbers (2:29)
13. Hidden Treasure and the City of Gold (5:14)
14. Secret Doors and Scorpions (2:17)
15. Oxley's Dilemma (4:46)
16. Ants! (4:14)
17. Temple Ruins and the Secret Revealed (5:51)
18. The Departure (2:27)
19. Finale (9:20)

Casi veinte años después de la última vez, y tras constantes rumores sobre el argumento de la cuarta parte siempre prometida pero nunca realizada, Spielberg y Lucas se animaron. Se ha sabido que el verdadero impulsor del proyecto fue Harrison Ford, y Spielberg también tenía ganas de contentar a los fans que llevaban desde 1989 preguntando qué pasaba con Indy. La película se llamó Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, se estrenó en 2008 tras un montón de reescrituras de guión (creo que el definitivo no fue pésimo, pero ni de lejos el mejor posible) y contó con otra banda sonora de John Williams, un señor que ya tiene canas hasta en los pelos de la nariz y cada vez se prodiga menos, pero cuando lo hace nunca falla.


Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull es la cuarta partitura de Williams para el héroe del sombrero y el látigo, y pese a que la película ha polarizado bastante a los seguidores de Indiana, su banda sonora está perfectamente a la altura de lo esperado. También esta música fue recibida con cierta tibieza en su momento, pero tres años después sigue creciendo con cada escucha, casi como prometía Spielberg que ocurriría con la propia película. Certifico ambos casos.

Lo que sucede es que, como el propio argumento de la película, su banda sonora es un ejercicio de "unir los puntos" más o menos predecible: como venimos diciendo estos días, toda película de Indy tiene una aventurilla inicial, un par de persecuciones en diferentes medios de transporte (una en serio y otra más en broma), una pelea a puñetazo limpio, una escena con animales repugnantes y/o peligrosos y una revelación final y mística que deja fritos a los malos. La cuarta parte se ajusta quizá demasiado al corsé de las tres anteriores, y a Williams no le queda más remedio que hacer lo propio, esto es, música para persecuciones, música para peleas, música para bichejos asquerosos y música mística para el artefacto de turno.

La calavera de cristal.

En este caso, Indy va en busca de la mítica ciudad de Akakor (en la película la llaman Akator), que según la tradición podría ser la mítica Eldorado, para depositar en ella una misteriosa calavera de cristal de aspecto inquietante. John Williams compone un tema propio para la calavera llamado The Call of the Crystal, que en el álbum aparece estructurado como pieza para concierto, no incidental. Está vagamente -y acertadamente- inspirado en el tema del arca de toda la vida, aunque está lleno de sonidos muy misteriosos como los que se producen al rozar copas de cristal húmedas con los dedos. Funciona a la perfección gracias a la atmósfera amenazadora que va creando según progresa. Otro tema principal de aspecto concertante es Irina's Theme, dedicado a la villana de la película, la militar soviética Irina Spalko. Aunque parece una mezcla del tema de amor de El ataque de los clones con alguna melodía siberiana de Doctor Zhivago y tiene un deje totalmente romántico (con claros matices de villanía), lo curioso es que el personaje en cuestión no es ni por un momento el interés amoroso de Indy en la película.

Irina Spalko no quiere rolletes con Indiana.

Casi un tema para concierto es también The Adventures of Mutt, que mezcla un estilo musical muy aventurero con música incidental de persecución en su retrato del personaje Mutt Williams, el muchacho motero que acompaña a Indy en su misión. Guarda cierto parecido lejano con la divertida melodía de Indy's Very First Adventure de La última cruzada, y también suenan en él las notas de The Raiders March aquí y allá, casi anunciando lo que el argumento reserva como una relativa sorpresa para el Dr. Jones. Y hasta aquí los temas propios de la película, ya que el resto del contenido de la banda sonora es música incidental pura y dura, tan a la altura de Williams como podría esperarse.

El greaser y macarra ocasional Mutt Williams, junto a su madre Marion Ravenwood.

No obstante, también podemos echar una ojeada a algunos cortes interesantes como The Spell of the Skull, que comienza -literalmente- con el tema del Arca de la Alianza. Corresponde a la escena inicial, que se desarrolla casi entera en el mismo almacén enorme donde terminaba la primera película. The Snake Pit responde a la necesidad de un tema abiertamente cómico en la partitura, que como decíamos antes, no podía faltar. Los temas de persecuciones son variados y de alta calidad, como por ejemplo A Whirl Through Academe y The Jungle Chase (con la melodía del tema de Mutt). Y tampoco podía faltar el tema de los bichejos, hormigas en este caso, en el corte titulado Ants!. La parte final del álbum contiene temas más calmados, misteriosos, algunos muy intensos como Hidden Treasure and the City of Gold y The Departure, que son bastante originales porque, sin que ello deba sonar negativo, no suenan muy en la línea de las bandas sonoras de Indy. La banda sonora concluye con la melodía de The Raiders March (que también sonaba al principio, en el CD) con alguna interesante variación hacia el final, y en la que se inserta el tema de Marion como sucedía en El arca perdida.

Para terminar, y a sabiendas de que me he dejado en el cajón muchos detalles que merecían la pena, quiero comentar algo sobre uno de los temas, The Journey to Akator, que en principio viene a ser la clásica melodía sobre la cortinilla del avión recorriendo el mapa. En su momento levantó bastante polvareda porque se utiliza música claramente mexicana en lugar de música andina peruana, como habría correspondido. Muchos lo tomaron como la clásica muestra de que para los yanquis, de Texas a la Tierra del Fuego todo son señores bajitos y morenos con sombrero de mariachi. Yo más bien lo veo como el típico chiste cultural de la saga, del mismo tipo que aquella El Cairo llena de pedigüeños y espadachines, aquella otra que ponía sorbete de sesos de mono y "serpiente con sorpresa" sobre las mesas de La India, donde además se practicaba el vudú (¿eso no era caribeño?) y cosas así. No creo que sea una cuestión de falta de respeto, sino más bien fruto de la necesidad de caricaturizar las cosas que siempre ha tenido este universo pulp de Indiana Jones. Pero por supuesto, a mí me habría sonado mejor algo más andino, más auténtico. Escúchese el tema de la discordia:

La cucaracha, la cucarachaaaa, ya no puede caminar...

Resumiendo, que la cuarta partitura de Indiana Jones es excelente, no muy arriesgada tal vez, pero bastante rica sobre todo gracias a la incursión de potentes leitmotivs propios de los que carecía casi por completo La última cruzada. Tristemente, la cultura tan de usar y tirar que nos rodea la ha hecho pasar sin pena ni gloria por la memoria del espectador medio. En Spotify, aunque advierto que la edición existente no contiene absolutamente toda la música, y que el estuche con las cuatro bandas sonoras no aporta nada nuevo a esta en particular.


The Call of the Crystal.

jueves, 21 de julio de 2011

John Williams - INDIANA JONES AND THE LAST CRUSADE


1. Indy's Very First Adventure (8:11)
2. X Marks the Spot (3:07)
3. Scherzo for Motorcycle and Orchestra (3:49)
4. Ah, Rats!!! (3:36)
5. Escape from Venice (4:21)
6. No Ticket (2:42)
7. The Keeper of the Grail (3:21)
8. Keeping Up with the Joneses (3:35)
9. Brother of the Cruciform Sword (1:53)
10. Belly of the Steel Beast (5:26)
11. The Canyon of the Crescent Moon (4:16)
12. The Penitent Man Will Pass (3:23)
13. End Credits (Raiders March) (10:36)

(Una curiosidad. Casi todos los títulos de la lista son frases que alguien decía en el trailer de la película. Tal vez Spielberg no quiso convertir la lista de temas en un montón de spoilers, y John Williams le hizo caso)

La segunda parte de Indiana Jones no terminó de cuajar en su momento (hoy en día se la ve con mejores ojos), de modo que Spielberg y Lucas decidieron hacer una tercera entrega que, en lo estético y en lo argumental, retomase buena parte de lo que tan bien funcionó en En busca del arca perdida. Nazis, paisajes desérticos y reliquias judeo-cristianas fueron barajadas otra vez, con algún aliciente nuevo e importante, para convertir Indiana Jones y la última cruzada (1989) en la que sigue siendo la mejor película del personaje en lo que se refiere a sus aspectos meramente fílmicos. Tiene un empaque de película clásica apabullante, los actores dan lo mejor de sí y, sin dejar de lado el esquema ya fijo de cada película de la saga, sorprende con una atmósfera épica que expande sus horizontes visiblemente. Y también tiene una buena dosis de comedia.


John Williams, sin embargo, realiza aquí una banda sonora ligeramente inferior a las dos primeras, aunque tiene sus motivos. Para empezar, tal como comentábamos en el post anterior, Williams estaba comenzando una nueva etapa compositiva de su carrera que se caracterizaba por un uso algo más comedido de las fanfarrias, una predominancia cada vez mayor de las cuerdas sobre los vientos y, en resumen, un "aplanamiento" del carácter nervioso e impactante de sus primeros tiempos. Pero de todos modos, The Last Crusade sigue teniendo todos los ingredientes de los mejores trabajos de Williams, y está perfectamente a la altura del resto de la saga.

"El hombre del sombrero ha vuelto. Y viene con su papá".

En cualquier caso, es una banda sonora un poco rara para una película de Indy. Una cosa es cierta, y habla en su favor: las tres películas originales de Indiana Jones nunca fueron una trilogía en sentido estricto, aparte del hecho de ser tres. Se trata más bien de una serie de tres películas independientes sobre un mismo personaje que podrían haber sido también seis, siete, o veintisiete. Pero hicieron tres. Y cada una solamente mantiene como enlace respecto a las demás la personalidad del protagonista que encarnó Harrison Ford, y ese cierto esquema argumental del que ya hablaremos en el siguiente post. Spielberg sugirió a Williams que no abusara de The Raiders March en esta partitura, sobre todo porque a estas alturas no hacía falta tirar de ella para que la gente supiese quién es Indy, y porque esta película iba a tener su propio tono. Al final sí que se escucha la melodía en algún momento culminante de la película, aunque el álbum que se publicó en el 89 la relega al corte de los títulos finales. De hecho, ni siquiera suena en las famosas cortinillas del avión recorriendo el mapa del mundo.

El tema musical del Grial se hace extensivo a su guardián.

Williams vuelve a componer una serie de leitmotivs para los elementos de la película, tanto personajes como situaciones. Los más destacables son el tema que compone para el Santo Grial, que suena muy medieval y solemne, y al mismo tiempo bastante místico. Todo un acierto. Y el otro gran tema es el correspondiente a los nazis, una fanfarria bastante potente -incluso algo pasada de rosca diría yo- que subraya su presencia caricaturesca de villanos de tebeo. Parece que también hay alguna intención de crear alguna pequeña serie de notas para Henry Jones, el padre de Indy que encarnó Sean Connery, aunque o bien no he sido capaz de identificarlo, o bien ni siquiera llegó a fraguar. Creo que puede ser la melodía que suena al comienzo de The Canyon of the Crescent Moon, y también suena muy hermosamente hacia la mitad de los títulos finales, pero su presencia es tan escasa que en la práctica podría estar relacionada con cualquier otra cosa.

¿Por qué la chica de esta película no tiene tema propio? ¿Guardará algún secreto perverso?

Lo que sí tiene Indiana Jones and The Last Crusade es un magnífico repertorio de música incidental para escenas de acción, seguramente el mejor de la saga. Ahí están Escape from Venice con sus divertidas notas de mandolina, Belly of the Steel Beast y sus elaboradas (y variadas) percusiones, y sobre todo Scherzo for Motorcycle and Orchestra, que hoy en día sigue interpretándose como obra de concierto y que en alguna recopilación aparece mencionada como el tema oficial de la película, aunque no lo es. Y mucho ojo a la incursión discreta que hacen algunos instrumentos, como ese ¿clarinete? erotizante de The Austrian Way (en la edición de 2008), la flauta arábica de The Canyon of the Crescent Moon o la mencionada mandolina de Venecia. También utiliza Williams estupendamente las cuerdas, con sutileza, para producir asco y repulsión en Ah, Rats!!!. Siempre se le ha dado muy bien al compositor esta clase de experimentos grimosos, y aquí funcionan tan estupendamente como con las serpientes de El arca perdida o con los bichos de El templo maldito.

Ratas. Menos mal que no son serpientes...

Lo peor de esta banda sonora, al menos a la hora de hacerla memorable, es que no posee un tema principal, sino más bien una gran cantidad de música incidental de extraordinaria calidad, pero que no se nos queda pegada al cerebelo. Personalmente, sí que hay un tema que destacaría por encima de cualquier otro, y que me encanta: Indy's Very First Adventure, el corte que abre el CD y que corresponde a la escena inicial de la película, la aventurilla-prólogo con la que comienza toda película del arqueólogo, que en este caso se sitúa en su adolescencia. John Williams realiza una especie de banda sonora dentro de la banda sonora general, una suite de 12 minutos (en la edición de 2008) en la que hay de todo, desde una melodía cómica en la línea de aquel The Basket Game de El arca perdida hasta un finalazo con las notas básicas de The Raiders March, pasando por sus propios leitmotivs, como ese tan español de la Cruz de Coronado.

Contraportada de la edición de 2008.

En fin, que si Raiders of the Lost Ark y The Temple of Doom fueron un 10, esta banda sonora se queda en un 9, lo que, considerando el nivel de Williams, sigue dejando a cualquier otro músico en la cuneta. En Spotify.

Volvemos con rusos y calaveras.


Scherzo para motocicleta y orquesta.

domingo, 17 de julio de 2011

John Williams - INDIANA JONES AND THE TEMPLE OF DOOM


1. Anything Goes (2:49)
2. Fast Streets of Shanghai (3:43)
3. Nocturnal Activities (5:57)
4. Short Round's Theme (2:32)
5. Children in Chains (2:45)
6. Slalom on Mt. Humol (2:26)
7. The Temple of Doom (3:01)
8. Bug Tunnel and Death Trap (3:32)
9. Slave Children's Crusade (3:25)
10. The Mine Car Chase (3:42)
11. Finale and End Credits (6:19)

La segunda entrega de las aventuras de Indiana Jones siguió la pauta que el propio Lucas implantó entonces y sigue vigente hoy en día en cualquier saga cinematográfica: fue "más oscura" que la primera película. Y también cambió radicalmente el emplazamiento de las hazañas del héroe y el tono del argumento, con lo que John Williams tuvo que componer una banda sonora totalmente distinta. Distinta en las formas, aunque no tanto en el espíritu.

Trailer original de la película.

Indiana Jones y el templo maldito (1984) sitúa la acción un año antes de los sucesos de El arca perdida, con un Indy un poco más macarra metido de lleno en un negocio con la mafia china de Shanghai. Las cosas no le salen del todo bien y tiene que huir a la desesperada, yendo a parar a una aldea de La India en la que, junto al niño y la mujer que le acompañan, es tomado como un enviado de los dioses que deberá devolver la piedra mágica que otorga prosperidad al poblado. Para ello, Indiana Jones deberá vérselas con la sanguinaria secta de los thuggees en una red de pasadizos subterráneos de la que irá escapando -como siempre- por los pelos. Es cierto que la película es más oscura que la anterior en el sentido de que contiene alguna escena bastante fuerte, pero en general el tono aventurero se acrecienta y se vuelve más desenfrenado. Por eso John Williams opta por una partitura muy dinámica y luminosa, llena de matices étnicos orientales y prácticamente sin los fragmentos solemnes y místicos que había en Raiders of the Lost Ark. La aventura por la aventura, en definitiva.

Cartel original, por supuesto de Drew Struzan

Debemos tener en cuenta que, antes de la aparición de Indiana Jones. The Soundtrack Collection, la edición que circulaba de esta banda sonora (increíblemente difícil de encontrar) era una decepción. Cierto que contenía prácticamente todos los temas importantes de la película, pero les daba un orden poco coherente respecto a su aparición en el filme y obviaba algunos momentos brillantes, como la fanfarria que suena con la llegada al palacio de Pankot, o el estremecedor tema coral que acompaña al descubrimiento de las piedras Sankara, que estaban entre lo más inspirado de la banda sonora. Solamente el estuche antes mencionado, a la venta desde 2008, pone las cosas en su sitio.

Indy se hace con las piedras Sankara.

Vayamos por partes. La película comienza, muy sorprendentemente, con un número musical multitudinario de los que se hacían antes, para el que Williams realiza una espectacular versión de la canción Anything Goes de Cole Porter, cantada en chino por la protagonista femenina, Kate Capshaw. Los siguientes tres temas ilustran la negociación de Indy con los chinos en el club donde canta esta chica, incluidos forcejeos, tiroteos y espetones de pollo asado. Un gran momento es Fast Streets of Shanghai, un corte incidental muy potente en el que se nos presenta tanto el tema de Tapón, el pequeño oriental que trabaja como ayudante del protagonista, como, por fin, un triunfante The Raiders March. El avión en el que han escapado se queda sin combustible y tienen que lanzarse en una barca hinchable, cosa que sucede al son de Slalom on Mt. Humol, un vigoroso tema "de persecución" que termina con unas misteriosas notas de sitar. Estamos en la India.

Los dos compañeros de Indy: Tapón y Willie Scott, en la escena de las vagonetas.

El siguiente corte es de los más importantes del álbum: Short Round's Theme. Se trata teóricamente del tema de Tapón, aunque está concebido sobre todo como acompañamiento a la secuencia en que los tres protagonistas recorren exóticos paisajes a lomos de elefantes. Por eso tiene también fuertes reminiscencias indias. Nocturnal Activities suena muy cortesano, elegante y hasta urbanita, totalmente al servicio del pequeño tema que Williams compone para la cantante Willie Scott. No se parece demasiado al de Marion de la anterior película, ya que es algo más intrascendente (como la propia chica, diría yo) pero sí que desprende el mismo glamour femenino como de otros tiempos. Este leitmotiv de Willie está mezclado con algunas melodías fuertemente especiadas con aromas orientales, mientras ella e Indy se deciden a visitar sus respectivas alcobas durante la noche. La del arqueólogo es visitada, no obstante, por un matón, de modo que estas "actividades nocturnas" del título del tema comprenden una buena cantidad de sentidos.

Bug Tunnel and Death Trap es una incursión de lleno en los peligros del templo maldito, en este caso un techo que amenaza con aplastar a los protagonistas, que Williams acompaña con una melodía amenazadora in-crescendo. Muy destacable es cómo el músico logra acompasar su desarrollo sinfónico, tal y como ocurría en El arca perdida, con cada gesto de los personajes y cada situación (alguna bastante cómica) según se van sucediendo.

El templo del mal, durante la escena del sacrificio.

The Temple of Doom es un tema bastante novedoso, una pieza coral en sánscrito con atisbos tribales muy ominosos. Williams pone música al sadismo fanático de los thuggees, cuyo sumo sacerdote Mola-Ram extirpa el corazón de una víctima viva con su propia mano. En Children in Chains, Indy descubre que la secta no solamente se ha hecho efectivamente con las piedras perdidas de Sankara, sino que además tiene un ejército de niños esclavos picando en una mina. John Williams les dedica el tema principal de esta banda sonora, una especie de marcha penosa en la que suenan repiqueteos metálicos, como de picos y palas. Evidentemente, a Indiana Jones se le hinchan las narices ante esta barbarie, y en Slave Children's Crusade convierte la marcha en una fanfarria a la altura de The Raiders March o incluso por encima en lo que a épica se refiere, aglutinando en un único tema de aventura tanto la lucha de los niños por escapar de las minas como los métodos que emplea Indy para doblegar a tiros y latigazos a sus captores.

Cómo mola Mola-Ram.

Uno de los momentos más fantasiosos de esta banda sonora es The Mine Car Chase, correspondiente a la célebre persecución en vagonetas de mina. Los violines enloquecidos parecen querer reproducir tanto la tensión de cada curva y giro de las vagonetas como, tal vez, el rechinar del metal sobre el metal, las ruedas sobre los raíles. En algún punto, el sentido de la acción de este tema recuerda lejanamente -y para bien- a aquel tema para el campo de asteroides de El Imperio contraataca. Suenan impresionantes las trompetas. Quedan todavía algunos momentos musicales destacables, como las percusiones que escuchamos en la escena del puente colgante (que tampoco aparece en la edición de 2008, pero sí en versiones bootleg muy recomendables), hasta llegar al tema con el que concluye el álbum, Finale and End Credits. Vuelve a tratarse, como en casi todo trabajo de Williams-Lucas-Spielberg, de un resumen de todo lo escuchado, primero mientras los protagonistas y los niños rescatados regresan triunfantes a la aldea, después mientras se van desenrollando los créditos finales.

Vistra trasera de la edición de Polydor.

Emocionalmente impresionante y con temas tan memorables como el de los niños esclavos, Indiana Jones and the Temple of Doom es recordada por algunos expertos como la última gran banda sonora de la mejor etapa compositiva de John Williams. Es cierto que a partir de sus siguientes trabajos para Spielberg y otros directores como Oliver Stone, Williams se inclina por un sonido algo más solemne, más "adulto", sin que ello suponga un descenso en la calidad, sino en todo caso la evolución lógica de un músico con una producción descomunal. En Spotify podemos disfrutar de la versión de 2008, que he ido obviando en la descripción de cada tema al no poder conseguirse cada banda sonora por separado.


Slave Children's Crusade.

lunes, 11 de julio de 2011

John Williams - RAIDERS OF THE LOST ARK


1. The Raiders March (2:50)
2. Main Title: South America, 1936 (4:10)
3. In the Idol's Temple (5:26)
4. Flight from Peru (2:20)
5. Journey to Nepal (2:11)
6. The Medallion (2:55)
7. To Cairo (1:29)
8. The Basket Game (5:04)
9. The Map Room: Dawn (3:52)
10. Reunion and The Dig Begins (4:10)
11. The Well of the Souls (5:28)
12. Airplane Fight (4:37)
13. Desert Chase (8:15)
14. Marion's Theme (2:08)
15. The German Sub / To the Nazi Hideout (4:32)
16. Ark Trek (1:33)
17. The Miracle of the Ark (6:05)
18. The Warehouse (0:56)
19. End Credits (5:23)

(Nótese que la lista de temas corresponde a la edición de 1995)

"Saqueadores del arca perdida" es el verdadero título de esta película que Steven Spielberg dirigió en 1981. La historia de su gestación es bastante conocida entre los cinéfilos: Spielberg deseaba dirigir una película de James Bond y su amigo George Lucas -casualmente- había inventado un personaje cuyas aventuras iban en una línea parecida a las del superespía. En los documentales que acompañan el DVD de El reino de la calavera de cristal, Spielberg dice bien claro que su intención era dirigir una gran película de aventuras internacionales "con una banda sonora de John Williams" (sic.).


Williams era ya para Spielberg su indispensable alter-ego musical. Desde su primera y desapercibida película Loca evasión (The Sugarland Express, 1974), John Williams daba al director exactamente la clase de banda sonora que se necesitaba en cada caso, ya fuese algo con colorido folclórico americano en el filme antes mencionado, las escuetas y aterradoras notas de Tiburón, los sonidos sobrenaturales de Encuentros en la tercera fase, o las divertidas tonadas castrenses de 1941. Si bien Steven Spielberg siempre se ha caracterizado por su imaginación, también es cierto que su lenguaje como cineasta mantiene una estética clasicista que invita a contar con una música de corte sinfónico como la de John Williams. Por su parte, el músico ya tenía tres Oscars en su haber cuando llegó a sus manos el proyecto de Lucas-Spielberg, se había hecho de oro con sus obras para películas de catástrofes en los setenta y había puesto una pica en Flandes con Star Wars y todo lo que aquella banda sonora supondría para el porvenir de la música de cine.

John Williams y Steven Spielberg, más o menos por aquellas fechas.

¿Cómo superarse? No iba a ser fácil para John Williams ir más allá en lo que a su estilo compositivo se refería. Con la saga galáctica de Lucas se marcó una ópera wagneriana instrumental llena de leitmotivs, compleja hasta decir basta si además contamos con la expansión de todo aquel universo musical que supuso El imperio contraataca. Había que mantener las esencias, que seguían tan vigentes como el primer día... pero también había que aportar algo nuevo, sobre todo porque se esperaba mucho de él, y sobre todo porque el concepto de En busca del arca perdida no tenía nada que ver con el de Star Wars. El héroe creado por Lucas, Indiana Jones, vivía una serie de aventuras en las que intervenían nazis de tebeo, villanos de acento exótico, mujeres fatales, amén de una sucesión de bichejos repugnantes, trampas y peligros mortales de los que solamente lograría escapar por los pelos. Todo ello sacado directamente de las películas de sesión matinal y las revistas pulp que ambos cineastas habían devorado en la adolescencia. Se trataba de un argumento, en fin, bastante más ligero que el folletín fatalista y filosófico que es La guerra de las galaxias, y la música que acompañase a la película debía seguir (o al menos así lo parece, a posteriori) las siguientes directrices:

1) Tenía que ser una música variada y con distintos registros que ayudase al público a identificar con facilidad los diferentes elementos de la película: los buenos, los malos, las situaciones de peligro, las cómicas, las de acción. John Williams, como ya hemos dicho, dominaba mejor que nadie esta técnica del leitmotiv, así que ningún problema. Los nazis tienen sus fanfarrias belicosas, la chica tiene su tema sensual lleno de glamur años treinta (Marion's Theme), los hallazgos arqueológicos cuentan con temas misteriosos y amenazadores (The Medallion, The Map Room) y el protagonista, Indiana Jones, cuenta con el que es sin la menor duda el mejor tema que jamás ha asociado la música de cine con un personaje individual: The Raiders March, construido -por consejo de Spielberg- a base de trozos de "propuestas" que había compuesto John Williams. El director no se decantó por ninguna, sino que animó al músico a fundirlas en una sola. The Raiders March es un tema aparentemente sencillo, una marcha cantabile como dirían antiguamente, que ayuda a otorgar a Indy un halo tremendo de épica y aventura.

2) Tenía que ser una música potente, heroica, que inclinase al espectador a sentir la emoción precisa en el momento preciso, enfatizando cada momento clave con una música que le diese profundidad. Una ventaja con la que contó Williams fue que, al tratarse de una película que homenajeaba todo el mundillo del pulp, no había que andarse con demasiadas sutilezas: la banda sonora podía ser todo lo evidente que le viniese en gana, incluso cuanto más mejor, saltándose adrede esa máxima que dice que "las mejores bandas sonoras son las que no se notan". Ya desde la escena inicial en Perú suena atronadora la música de Williams.

Taaa... tachaaaa... chaaaaa... chaaaaaaaaaaaaa... ¡cha-chán!

3) Tenía que ir un paso más allá de Star Wars, sobre todo en lo cualitativo, ya que en lo cuantitativo no había forma humana de superarse. Y lo logró, profundizando no solamente en la paleta de colores que se aportaba a la partitura, sino sobre todo logrando una sincronía, un feliz matrimonio entre imágenes y música que en algún punto deja con la boca abierta. Véase la escena de la persecución en camión.

Lo siento, pero en YouTube nadie ha colgado todavía la escena en cuestión.

La banda sonora de En busca del arca perdida supone de principio a fin una experiencia narrativa paralela a la cinematográfica. La cosa comienza entre melodías algo inconexas en South America, 1936, In the Idol's Temple y Flight from Peru, poniéndonos en situación: el viaje a través de la jungla, el descubrimiento del ídolo de oro y, sobre todo, la presentación de Indy, cuyo tema propio suena al final del tercer corte mencionado. En Journey to Nepal escuchamos de nuevo el tema del Dr. Jones, aunque con connotaciones más dramáticas y un final exótico, a modo de cortinilla. En The Medallion tenemos uno de los temas principales de la parte "oscura" de la partitura, con un cierto sonido oriental que parece devolvernos a una lejana antigüedad antes de mezclarse con una música que hace palpable la entrada en escena de uno de los villanos, el oficial de la Gestapo Toht. To Cairo es el émulo luminoso de Journey to Nepal, otro viaje a través del mapa que esta vez concluye con más exotismo oriental, y The Basket Game se podría definir como el corte más cómico de la obra, casi un tema de persecución en una película muda, hasta su parte final, cuando Indiana cree haber causado la muerte de Marion. Los siguientes tres cortes del disco se centran en el descubrimiento arqueológico principal, primero con el magistral The Map Room: Dawn, una maravilla in-crescendo con final triunfal en el que las melodías místicas de Indy en la sala de mapas se funden con los tensos retazos incidentales de Sallah distrayendo a los nazis; después con Reunion and The Dig Begins, un corte algo más sosegado con otro momento extático; y finalmente con The Well of the Souls, una pieza más o menos experimental y muy incidental que no hace sino enfatizar la sensación de peligro y repulsión de la cámara de las serpientes donde está el arca.

Indy se sitúa en la cámara de mapas, al amanecer.

Los siguientes dos cortes acompañan a las más importantes escenas de acción de la película, la pelea con los mecánicos en el aeropuerto de Airplane Fight y la persecución en camión hacia El Cairo, Desert Chase, que es el tema más completo de la banda sonora. Ambos mezclan músicas que acompañan los vaivenes de los elementos en pantalla con fanfarrias tanto de los nazis como de Indy, todos intentando hacerse con el arca a toda costa. La música ilustra perfectamente el forcejeo.

Marion Ravenwood observa el cabezal del Bastón de Ra, el medallón.

Marion's Theme es una mezcla de sensualidad con ternura y nostalgia. Por una parte subraya el hecho de que Marion e Indy tuvieron una relación en el pasado, y por otra, parece (solo parece) indicar que van a tener un encuentro íntimo ahora. Según Williams, su intención era que el tema tuviese tintes amorosos aun no habiendo escenas puramente amorosas en la película. The German Sub / To the Nazi Hideout recupera, por un lado, más fanfarrias nazis cuando éstos abordan el barco donde Indy y Marion escapan con el arca; y por otro, supone el último gran regreso de The Raiders March antes del final de la película, absolutamente atronador y épico. Indy es inasequible al desaliento.

Los últimos cortes de la banda sonora se centran en el aparente triunfo de los villanos, que en Ark Trek se disponen a realizar el ritual de apertura del Arca de la Alianza mediante una marcha procesional, y en The Miracle of the Ark ese sencillo tema exótico que hasta ahora ha ido acompañando discretamente cada referencia al artefacto se transforma en un temazo hiperdramático y terrorífico a orquesta completa que parece aterrar tanto a los nazis como los espectros que salen inesperadamente del fondo del arca para convertirlos en cenizas humeantes. Concluye la banda sonora con The Warehouse, con ese señor mayor que mete el arca en una caja de madera y la pierde en un enorme almacén en el que nadie sabe qué otras maravillas están guardadas. Los títulos finales consisten en un desarrollo completo de The Raiders March, mezclada con una variación larga de Marion's Theme de un modo tan perfecto que en muchas antologías y versiones publicadas desde entonces casi se da por hecho que el segundo forma parte del primero.

Portada de la edición de 1995 que recuperaba el cartel original.

Todavía hay quien se queja de que John Williams no ganase otro Oscar por este trabajo, y de que fuese a parar a Vangelis y Chariots of Fire. Yo tengo un lugar en mi corazoncito para ambos compositores, aunque es evidente que en términos de mérito artístico tiene mucho más calado el trabajo de Williams. No obstante, y pese a que aquella banda sonora de Vangelis no es su mejor trabajo ahora ni lo fue entonces, también hay que admitir lo que supuso aquel premio para el contexto general de las "otras músicas". En fin, está claro que un galardón más o menos no resta mérito a la que, si no es la mejor banda sonora compuesta por John Williams, sí que es seguramente la que mejor se ajustó a la clase de película a la que acompañaba, y la que con mayor gusto retomamos los aficionados, ¿a que sí? Tiene algo especial, una especie de brillo mítico y un afán por hacernos viajar con la imaginación que ni siquiera la sempiterna saga galáctica logra igualar. En Spotify está la edición "completa" de 2008.

Creo que he batido mi récord de longitud. Volvemos pronto con Indiana Jones y el templo maldito.


The Raiders March y el tema de Marion, unidos en los créditos finales.

jueves, 7 de julio de 2011

Philip Glass - ORION


CD 1

1. Australia (12:14)
2. Interlude: Australia and China (2:18)
3. China (9:48)
4. Canada (10:47)
5. Interlude: Canada and The Gambia (2:24)
6. The Gambia (15:00)

CD 2

1. Brazil (10:24)
2. Brazil and India (3:38)
3. India (12:51)
4. Greece (11:17)

Cuando un músico alcanza las cotas de popularidad a las que ha llegado en nuestros días Philip Glass, puede permitirse muchas cosas. Ahí están las crípticas obras largas y académicas con las que apuntaló no solamente su estilo, sino todo el movimiento minimalista norteamericano con pilares irrompibles. Ahí están sus óperas de vanguardia, algunas absolutamente enrevesadas y no aptas para desprevenidos. Pero hay otro Philip Glass: el que podemos encontrar en sus obras para el cine, y el que se abre a todo tipo de públicos en trabajos como este. Porque Orion (2005) es, al menos de cuantas he escuchado hasta el momento, seguramente la composición más aperturista, luminosa y accesible de su carrera. Este es el Philip Glass que hace afición

El proyecto Orion surgió con motivo de la Olimpiada Cultural de Atenas 2004, y tuvo la fusión cultural internacional como principal baza conceptual, y también objetivo de las ambiciones de Glass. ¿Por qué el título y la portada? Porque la constelación de Orión, la más grande del cielo nocturno, no solamente puede verse desde ambos hemisferios terrestres, sino que -tal como señala el texto del libreto del álbum- ha inspirado numerosas leyendas prácticamente en todas las culturas de nuestro planeta. Sea como sea, este trabajo de Philip Glass está planteado como un viaje que recorre diversos lugares de nuestro planeta, todos muy característicos en sus raíces étnicas, hasta ir a parar a Grecia. Los temas del álbum contienen entre sí pequeños interludios que sirven para ir fundiendo unas composiciones con otras suavemente, dándonos a entender que se trata de una partitura única con sentido completo, y no una simple sucesión de fantasías étnicas.

Philip Glass (centro) rodeado por sus colaboradores, su "ensemble" en Orion.

El viaje comienza en Australia, donde Mark Atkins interpreta el inconfundible didgeridoo, ese instrumento aborigen de las antípodas que suena como una especie de trompa muy muy grave. Desde allí nos movemos a China, donde la reconocida virtuosa Wu Man interpreta esa especie de laúd oriental que es la pipa. En Canadá nos espera Ashley MacIsaac con su violín celta, y desde allí nos desplazamos hasta Gambia, donde el gurú mandingo Foday Musa Suso toca el kora, un instrumento fabricado con una calabaza. El segundo CD empieza en Brasil, con el grupo Uakti, para pasar después a la India con el sitar de Gaurav Mazumdar (el imprescindible Ravi Shankar, que debe tener medio millón de años y sigue al pie del cañón, es mencionado como participante, tal vez componiendo), y finalmente a Grecia y a la voz sublime de Eleftheria Arvanitaki. Todos son músicos referentes en la música étnica de sus respectivos países, pero aquí se someten inevitablemente a los dictados minimalistas de Glass, con sus bucles, sus repeticiones hipnóticas, su épica contemporánea de la escasez de notas. Aunque es complicado decir, ahora que lo pienso, quién somete a quien, si Glass a los otros, o los otros a Glass. Como siempre, dirige el conjunto Michael Riesman.

Grabación no oficial de una actuación del proyecto en México DF, en 2010 (suena India).

Todos los cortes del álbum son estupendos, cada uno a su manera y aportando todos sus respectivos colores al fresco general que supone Orion, pero yo me quedo especialmente con Australia y Greece, el primer movimiento y el último en esta sinfonía global. En el primero comprobaremos el efecto espectacular que se logra al utilizar el didgeridoo, un instrumento sin posibilidades melódicas, como fondo -casi como un pedal, lo que en inglés se llama "drone"- a los desarrollos minimalistas en espiral; y en el segundo nos encontraremos con una canción sorprendentemente sencilla si atendemos a lo que se podría esperar de alguien como Philip Glass, un tema al servicio de la Arvanitaki que posee muchos de los exquisitos sabores especiados del Mediterráneo, muy griegos, quizá un pelín arábicos e incluso lejanamente hebreos. Funciona como resumen sonoro de todo lo escuchado a lo largo del álbum, con contribuciones de los instrumentos de los países anteriores. Todos los temas de Orion son muy largos, y en honor a la verdad debo decir que a algunos les sobran minutos, pero todo es tan hermoso, tan artísticamente completo y a la vez tan sencillo de asimilar que no pienso ponerle ninguna pega.

No es el trabajo de Philip Glass que mejor le define como artista (generalmente es más urbano, más frío y "gris", en un sentido no necesariamente negativo), pero sí que puede ser una buena forma de adentrarse en su obra si uno es un neófito.

martes, 5 de julio de 2011

The Chemical Brothers - HANNA


1. Hanna's Theme (2:o8)
2. Escape 700 (5:16)
3. Chalice 1 (0:47)
4. The Devil Is in the Details (3:22)
5. Map Sounds / Chalice 2 (0:15)
6. The Forest (1:07)
7. Quayside Synthesis (1:21)
8. The Sandman (1:45)
9. Marissa Flashback (2:44)
10. Bahnhof Rumble (2:37)
11. The Devil Is in the Beats (2:35)
12. Car Chase (Arp Worship) (4:58)
13. Interrogation / Lonesome Subway / Grimm's House (4:25)
14. Hanna vs Marissa (1:46)
15. Sun Collapse (0:11)
16. Special Ops (1:28)
17. Escape Wavefold (3:21)
18. Isolated Howl (0:42)
19. Container Park (3:45)
20. Hanna's Theme (Vocal Version) (5:28)

Hanna (2011) es la nueva película del británico Joe Wright, uno de los últimos vigorizantes del cine de época, que en este caso ha optado por cambiar de registro y ofrecernos un thriller de acción protagonizado por una adolescente. No he visto Hanna, pero parece que lo que hace original a su argumento es que la protagonista es una mega-asesina implacable sin dejar de tener las inseguridades y sentimentalidad propias de una quinceañera. Un motivo más para ver la película es su banda sonora, compuesta por The Chemical Brothers, un dúo también británico hasta ahora especializado en música de baile "big beat", cañera.

El director Joe Wright ya conocía a Tom Rowlands y Ed Simons tras haberles dirigido algún vídeo musical o algún espectáculo multimedia para conciertos. El caso es que el listón de Wright estaba alto, si consideramos que la banda sonora de su trabajo más famoso hasta ahora, Expiación, ganó el Oscar de su categoría. La música de Hanna, desde luego, no tiene nada que ver con lo que compuso entonces Dario Marianelli, pero sí que anda en la línea de otro reciente ganador del premio, la banda sonora de La red social de Trent Reznor y Atticus Ross; y tampoco me olvido del éxito creativo apabullante de Daft Punk con Tron Legacy, otro ejemplo muy similar de DJs metidos a compositores de cine.

Los químicos.

En cualquier caso, Hanna no ha sido ideada como la potentísima y coherente sinfonía digital de Daft Punk, prácticamente una narración en sí misma que funciona a las mil maravillas sin ayuda de la película. Hanna es una banda sonora mucho más utilitaria, en el sentido de que The Chemical Brothers no parecen muy interesados en crear composiciones memorables más allá de lo meramente necesario para realzar las escenas de la película. Aun no habiéndola visto, uno detecta en seguida un montón de pinceladas musicales que cumplen funciones de efectos sonoros, casi como si el sonido de una puerta que se abre o un motor que arranca fuese aportado por los músicos antes que por estos objetos en el set de rodaje. Lo que sí tiene Hanna es un tema principal muy reconocible. Es bastante bonito, con delicadas percusiones y cantos a coro, como una frágil nana levemente "orientalizante". A mí me recuerda un poco al tema que compuso David Byrne para los créditos iniciales de El último emperador, aunque también detecto matices de la banda sonora de Akira, de Geinoh Yamashirogumi. Por supuesto, son apreciaciones personales que pueden estar muy equivocadas.

Portada alternativa, seguramente previa a la definitiva.

Hanna's Theme suena en dos versiones distintas al comienzo y al final del álbum, y por medio nos encontramos con una amplia variedad de cortes en general muy breves. Es todo un muestrario de sonidos sintéticos variados, algunos en apariencia correspondientes a escenas de acción y persecución (como el pseudo-arábico Escape 700), y otros más relajados (The Sandman) e incluso simpáticos (el infantil The Devil Is in the Details). Casi imposible es definir cada tema uno por uno, pero en suma los Chemical Brothers demuestran ser capaces de dar empaque musical a una película de gran categoría mediática mediante una colección electrónica muy "a pelo", sin adornos orquestales de ningún tipo, y se diría que con bastante espontaneidad. Casi parece que cada tema de Hanna hubiese sido grabado tal cual, sin pasar por un estudio que le lime las asperezas. También parecen haber pasado con éxito estos dos músicos la prueba de fuego que supone abstenerse de su toque bailable para hacer algo mucho más experimental, y es que incluso los temas más potentes del álbum no van mucho más allá de, por ejemplo, aquel Extreme Ways que aportó Moby para las películas sobre el espía Jason Bourne, y que argumentalmente podrían tener puntos en común con Hanna.

Parece que se está poniendo de moda contar con músicos electrónicos para el cine comercial, y por lo visto no se les está dando nada mal. Esto demuestra dos cosas, a mi juicio, muy positivas: que el cine actual se está abriendo a músicas menos convencionales, y que esos DJs que en sus trabajos de rutina suelen ser repetitivos y a veces cansinos, tienen un lado artístico que merece la pena seguir explotando. En Spotify.

domingo, 3 de julio de 2011

Jean Michel Jarre live in Monaco.


Como ya sabemos, ayer se casaron Alberto II de Mónaco y Charlene Wittstock, príncipe y princesa de este coqueto paseo marítimo con nacionalidad propia del sur de Francia. Pese a que no he estado muy atento estos días a la televisión, pude ver que los informativos españoles anunciaban el concierto de los Eagles del jueves (más viejunos que los chinitos de la suerte), pero poca cosa he sabido del de Jean Michel Jarre la noche del 1 de julio, víspera del enlace real. Afortunadamente, la prensa de Internet ha hecho los deberes y hay abundancia de artículos sobre el evento, así que no me voy a extender más allá de recoger la noticia -obligado me siento, por supuesto, por la temática del blog- e invitaros a un par de sitios interesantes.

El primero, el blog amigo Oxygeneration (agradecimientos a Darkaos), donde podemos ver el concierto completo en streaming. Si no me equivoco, fue emitido por el canal Euronews. En él podemos comprobar cómo Jarre tuvo que coger un cacho de Francia para que le cupieran los láseres y los camerinos, ya que el reducido territorio del principado no daba para el escenario, los asientos del público y la grada para los 20.000 hijos secretos del príncipe de Mónaco. Es broma.

El segundo, un lugar donde descargarse el audio del concierto en mp3 de alta calidad. Vaya por delante, por si Teddy Bautista rompe las correas y se echa al monte, que no cuelgo un enlace de descarga, sino que redirijo hacia una página donde hay un enlace. Cosa bien distinta.

ACTUALIZACIÓN: aunque sigo recomendando visitar Oxygeneration, donde hay mucho material interesante sobre este concierto, lo cuelgo directamente para verlo entero sin salir de aquí. Advierto que el vídeo comienza con un molesto pitido que dura unos minutos. Paciencia hasta que empiece la música.

sábado, 2 de julio de 2011

Una reflexión personal sobre la industria.

Esta entrada es paralela, si no prima hermana, de la que titulé "¿En vinilo o en CD? ¿Y qué tal en mp3?", del 17 de enero de 2010. Con alguna actualización coyuntural.

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Ayer me sorprendió, admito que gratamente, el enterarme de que la justicia iba a saco contra la SGAE. Es de suponer también que en Internet en general, y entre quienes manejamos blogs en particular, debe haber cierta algarabía. Creo que es bueno recordar que esta intervención policial va mucho más encaminada a saber qué se hace con el dinero que recauda la SGAE que a perseguir o castigar las prácticas que hasta ahora nos han puesto los pelos como escarpias a los consumidores de productos de entretenimiento.

Un funcionario de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado
procede al registro de las arcas de la SGAE.

Y digo bien, "consumidores de productos de entretenimiento", porque en el fondo la cosa no va contra esos que se conocen como "piratas" porque cuelgan música en la red para que otros la obtengan gratuitamente, o porque someten mediante coacción a los pobres manteros de los paseos marítimos. La cosa ha ido contra todos, incluso contra quienes han seguido manteniéndose religiosamente del lado de la legalidad y lo políticamente correcto, comprando sus CDs y DVDs en tiendas y grabándolos solamente para uso propio, ya que el famoso cánon les ha hecho pagar por el caso supuesto de que algún día les diese por vender al por mayor copias ilegales de su música o sus películas. Un impuesto preventivo, podríamos llamarlo. La verdad, no sé que fue del cánon después de que un tribunal de justicia europeo lo juzgó abusivo, amén de que cualquier sentido común lo considera inmoral desde el principio. No sé si se sigue aplicando en la actualidad, aunque sospecho que, en tal caso, le quedan dos telediarios. Pero repito: paciencia y menos cohetes, porque lo de ayer, el edificio de Madrid bajo registro y Teddy Bautista bajo disposición judicial no tienen por qué hacer variar las políticas que la SGAE ha desplegado hasta ahora, que es lo que realmente nos interesa a los internautas.

COLEGA, ¿DÓNDE ESTÁ MI ENLACE?

Me he puesto a reflexionar sobre este asunto porque he comprobado que muchas de las personas que se topan con este blog y dejan sus comentarios parecen sentirse algo desorientadas al no encontrar los clásicos enlaces de descarga para bajar la música que comento. Llamémosle cobardía o exceso de prudencia, pero desde que empecé con Otras músicas. Otros mundos estuve decidido a que fuese un blog meramente de referencia, como una obra de consulta modesta y casera (yo de profesional tengo poco o nada), evitando el mal trago de que un día alguien me lo cerrase y diese al traste con todo el trabajo que he ido acumulando. Desde entonces he visto cómo cerraban algunos blogs magníficos de entre mis favoritos, y nunca he querido que me pasara lo mismo. Pero ojo: en ningún caso quiero criticar ni influir a quienes cuelgan enlaces de descarga. Como podéis comprobar a la derecha, entre mis enlaces recomendados hay blogs -algunos sobresalientes- en los que no solamente se puede descargar música, sino en los que yo mismo obtengo algunas de las obras que comento. Soy un usuario más, y muchos de quienes han optado por la opción de los enlaces se cuentan entre los blogueros cuyo trabajo más respeto. No me hace ninguna gracia cuando la SGAE, o quien sea, interviene y corta por lo sano la vida de blogs que son mucho más que un simple enlace a megaupload.

EN TIERRA DE NADIE

¿Cuál es mi posición ética sobre las descargas? Sinceramente, no lo sé. Por un lado soy tan consciente como cualquiera de que el precio de un CD original de cualquier artista tiene un precio excesivo; y por otro, entiendo que cualquier creador tiene derecho a recibir dinero por su trabajo. Siempre me lo he planteado de este modo: si voy y me compro el novísimo CD de Brian Eno, Drums Between the Bells, nadie puede impedirme que se lo preste a mis amigos. Si tengo 20 amigos, cada uno de ellos puede hacerse una copia del mismo para uso personal de modo totalmente legal. ¿Qué me impide entonces, en lugar de prestarles el CD uno a uno, transformarlo a mp3 y colgarlo en Internet para que mis amigos se lo bajen de mi página cuando y como quieran? Lo he pagado yo, y nadie puede impedir que lo preste a quien me dé la gana. ¿Qué ley puede definir quiénes son mis amigos y quiénes no, como para poner trabas a quien quiera tomar prestado ese disco? Hasta aquí nos estamos moviendo por una especie de limbo administrativo del que yo, como usuario de descargas en Internet, no me pienso quejar. Más bien todo lo contrario. Compartir gratuitamente NO es robar, por mucho que se quejen algunos. Sí que podría quejarse con razón Brian Eno si al final ha dejado de ganar una cierta cantidad económica porque esos potenciales compradores de su disco han preferido bajárselo de mi blog...

TENER Y NO TENER

...Y por eso Brian Eno demuestra ser un tío listo. Me explico. El formato LP de los de antes, en vinilo, tenía aquellas maravillosas portadas, aquellos estuches desplegables que eran toda una delicia para el coleccionista. Sin embargo, el estuche clásico de un CD suele contar con un libreto más o menos coqueto, y poco más. Una buena forma de hacer que los fans fieles a un artista sigan pagando por su música es incentivarlos, como ha hecho el bueno de Brian, con un formato libro plagado de fotos y material no necesariamente musical, de modo que quien tenga la música de Drums Between the Bells en mp3 a 128 kbps no pueda ir realmente fardando de "tener" el nuevo álbum. Lo que se suele "tener" es el equivalente a aquellas cintas de cassette regrabadas que usábamos hace siglos, con un sonido nada fiel al original y que, aunque pueda resultar satisfactorio al consumidor de fast-food musical, no soporta ni el primer asalto a oídos de un aficionado auténtico. Sé que hay un colectivo de músicos, entre ellos Peter Gabriel, que desde hace tiempo andan buscando un formato alternativo al mp3 que no implique el descenso en calidad sonora de éste. Pero esa es otra historia.

PAN PARA HOY, HAMBRE PARA MAÑANA

Ahora viene otro asunto que puede parecer de perogrullo, pero creo que uno de los principales motivos por los que la gente ha dejado de comprar CDs, más allá de sus precios o la perversidad de las productoras: la música tan mediocre y cortoplacista que se escucha hoy en día en la radio y la televisión. Mientras las discográficas se gastan millones en hacer que Lady Gaga, Beyoncé, Justin Bieber o Shakira estén cada diez minutos en uno u otro canal de televisión del mundo entero, los compradores potenciales saben perfectamente que los éxitos que estos cantantes son flor de un día, carnaza volátil para pubs y discotecas, y que ese CD que les va a costar de 15 a 18 euracos mañana les va a causar incluso vergüenza cuando, ya pasado de moda, suene en los altavoces de sus coches en presencia de sus amigos. Los artistas más cacareados del panorama actual hacen conscientemente música de usar y tirar, y esto se refleja también en las cifras de ventas. Un ejercicio para ti, amigo/a lector/a: en adelante, cuando hablen en la tele del éxito de estos artistas que menciono, fíjate que lo miden en referencia al número de visitas a su Facebook o al número de veces que sus clips se han visto en YouTube. Ya no se dan cifras de ventas de discos, porque son irrisorias, así que los periodistas-cómplices huyen por la tangente para dejar en buen lugar a quienes les pagan parte del salario.

Me sorprendió bastante una noticia de hace unas semanas según la cual uno de los discos más vendido en España el pasado año, pese a tanta tramoya con la Gaga y la Shakira, fue el de Sergio Dalma. Y encima triplicaba, cuadruplicaba o quintuplicaba las cifras de cualquiera de estos artistas top-Disney que enumeré antes. Sergio Dalma no es santo de mi devoción (veánse los géneros que trato en este blog), pero debo reconocer que este señor, haciendo canciones clásicas que no engañan a nadie y con una promoción discreta, sigue logrando que sus seguidores/as compren sus discos como toda la vida. Porque, nos guste o no, no da el perfil del plasta mediático y cortoplacista que hoy copa las ondas. Puedo asegurar que jamás me compraré un disco de Sergio Dalma, pero admito que me alegro por esta curiosidad estadística.

NADA ES MÁS BARATO QUE LO GRATIS

Una de las soluciones que suele apuntarse para el tema de la piratería es que se eliminen intermediarios y que cada músico venda sus trabajos directamente, a través de Internet. Craso error, al menos en España, donde si admites públicamente haber pagado 50, o 30, o 10 céntimos por algo que podría haberte salido gratis, te conviertes automáticamente en imbécil. Basta con saber que, mientras en Norteamérica y el norte de Europa han tenido una aceptación relativamente buena las páginas de descarga legal (tipo i-tunes) a precios más que razonables, en España no las utiliza ni el tato. Y Spotify se va a ir al carajo en cuanto te obliguen pagar un solo céntimo. Si no, tiempo al tiempo.

LA SOLUCIÓN: ¿RECONVERSIÓN?

Para terminar, quería hacer un apunte bastante preocupante. Hay quienes ya advierten de forma decidida a que el futuro de los músicos de hoy está en sus actuaciones en directo. Los discos están a punto de convertirse en parte del merchandising de los artistas, prácticamente artículos publicitarios como los pósters o las camisetas, y cada cual tendrá que dedicarse a las giras y las galas para llenar el bolsillo. El problema está en que desde finales de los años sesenta el disco ha pasado a ser una obra de arte per se para muchos artistas, e incluso para géneros enteros. Vale que Rihanna pueda interpretar su último disco enterito en un escenario con relativa fidelidad a lo grabado en CD, pero dudo mucho que los artistas de la new age, la electrónica, el ambient o la música clásica contemporánea puedan hacer lo mismo. Algunas de las mejores obras que he comentado por aquí son llanamente imposibles de tocar en vivo al tratarse de sofisticados experimentos de estudio con horas y horas de minucioso trabajo de ingeniería detrás. La verdad, sería una lástima que al final todo se redujese a un grupo de personas tocando guitarra, bajo, batería y algún teclado en un escenario. Es una involución, francamente, así que deberíamos pensar en alguna otra solución. Lo malo es que -por lo menos a mí- sigue sin ocurrírseme ninguna.

Mientras tanto, en la SGAE...