CD 1
1. Australia (12:14)
2. Interlude: Australia and China (2:18)
3. China (9:48)
4. Canada (10:47)
5. Interlude: Canada and The Gambia (2:24)
6. The Gambia (15:00)
CD 2
1. Brazil (10:24)
2. Brazil and India (3:38)
3. India (12:51)
4. Greece (11:17)
Cuando un músico alcanza las cotas de popularidad a las que ha llegado en nuestros días Philip Glass, puede permitirse muchas cosas. Ahí están las crípticas obras largas y académicas con las que apuntaló no solamente su estilo, sino todo el movimiento minimalista norteamericano con pilares irrompibles. Ahí están sus óperas de vanguardia, algunas absolutamente enrevesadas y no aptas para desprevenidos. Pero hay otro Philip Glass: el que podemos encontrar en sus obras para el cine, y el que se abre a todo tipo de públicos en trabajos como este. Porque Orion (2005) es, al menos de cuantas he escuchado hasta el momento, seguramente la composición más aperturista, luminosa y accesible de su carrera. Este es el Philip Glass que hace afición
El proyecto Orion surgió con motivo de la Olimpiada Cultural de Atenas 2004, y tuvo la fusión cultural internacional como principal baza conceptual, y también objetivo de las ambiciones de Glass. ¿Por qué el título y la portada? Porque la constelación de Orión, la más grande del cielo nocturno, no solamente puede verse desde ambos hemisferios terrestres, sino que -tal como señala el texto del libreto del álbum- ha inspirado numerosas leyendas prácticamente en todas las culturas de nuestro planeta. Sea como sea, este trabajo de Philip Glass está planteado como un viaje que recorre diversos lugares de nuestro planeta, todos muy característicos en sus raíces étnicas, hasta ir a parar a Grecia. Los temas del álbum contienen entre sí pequeños interludios que sirven para ir fundiendo unas composiciones con otras suavemente, dándonos a entender que se trata de una partitura única con sentido completo, y no una simple sucesión de fantasías étnicas.
Philip Glass (centro) rodeado por sus colaboradores, su "ensemble" en Orion.
El viaje comienza en Australia, donde Mark Atkins interpreta el inconfundible didgeridoo, ese instrumento aborigen de las antípodas que suena como una especie de trompa muy muy grave. Desde allí nos movemos a China, donde la reconocida virtuosa Wu Man interpreta esa especie de laúd oriental que es la pipa. En Canadá nos espera Ashley MacIsaac con su violín celta, y desde allí nos desplazamos hasta Gambia, donde el gurú mandingo Foday Musa Suso toca el kora, un instrumento fabricado con una calabaza. El segundo CD empieza en Brasil, con el grupo Uakti, para pasar después a la India con el sitar de Gaurav Mazumdar (el imprescindible Ravi Shankar, que debe tener medio millón de años y sigue al pie del cañón, es mencionado como participante, tal vez componiendo), y finalmente a Grecia y a la voz sublime de Eleftheria Arvanitaki. Todos son músicos referentes en la música étnica de sus respectivos países, pero aquí se someten inevitablemente a los dictados minimalistas de Glass, con sus bucles, sus repeticiones hipnóticas, su épica contemporánea de la escasez de notas. Aunque es complicado decir, ahora que lo pienso, quién somete a quien, si Glass a los otros, o los otros a Glass. Como siempre, dirige el conjunto Michael Riesman.
Grabación no oficial de una actuación del proyecto en México DF, en 2010 (suena India).
Todos los cortes del álbum son estupendos, cada uno a su manera y aportando todos sus respectivos colores al fresco general que supone Orion, pero yo me quedo especialmente con Australia y Greece, el primer movimiento y el último en esta sinfonía global. En el primero comprobaremos el efecto espectacular que se logra al utilizar el didgeridoo, un instrumento sin posibilidades melódicas, como fondo -casi como un pedal, lo que en inglés se llama "drone"- a los desarrollos minimalistas en espiral; y en el segundo nos encontraremos con una canción sorprendentemente sencilla si atendemos a lo que se podría esperar de alguien como Philip Glass, un tema al servicio de la Arvanitaki que posee muchos de los exquisitos sabores especiados del Mediterráneo, muy griegos, quizá un pelín arábicos e incluso lejanamente hebreos. Funciona como resumen sonoro de todo lo escuchado a lo largo del álbum, con contribuciones de los instrumentos de los países anteriores. Todos los temas de Orion son muy largos, y en honor a la verdad debo decir que a algunos les sobran minutos, pero todo es tan hermoso, tan artísticamente completo y a la vez tan sencillo de asimilar que no pienso ponerle ninguna pega.
No es el trabajo de Philip Glass que mejor le define como artista (generalmente es más urbano, más frío y "gris", en un sentido no necesariamente negativo), pero sí que puede ser una buena forma de adentrarse en su obra si uno es un neófito.
Me encanta, estuve presente esa noche en Bellas Artes.
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