En 1976, el joven músico francés Jean Michel Jarre cimentó para siempre la electrónica dentro del panorama general de la música popular. Cuando
Oxygene salió a la venta, lo cierto es que el género ya estaba entrando en su etapa de mayor plenitud; los alemanes de la
kosmische musik y la
Escuela de Berlín alcanzaban su apogeo -también en ventas- gracias a la fuerte entrada de
Tangerine Dream en la industria británica con álbumes como
Phaedra o
Ricochet, y a los éxitos mayúsculos de
Kraftwerk. Los pioneros de la generación anterior como
Wendy Carlos o
Tomita seguían sonando bien, y músicos algo más heterodoxos como
Vangelis Papathanassiou (
L'Apocalypse des animaux,
Albedo 0.39) o
Mike Oldfield (
Tubular Bells,
Ommadawn) habían elevado tanto la electrónica de vanguardia como la música instrumental, en general, a cotas de popularidad indiscutibles. Con
Oxygene, la sorpresa estuvo sobre todo en su carácter aperturista, accesible a rabiar, pese a que en lo meramente técnico era un trabajo en la línea "dura" de la electrónica europea. El tema principal del álbum, el archiconocido
Oxygene 4, rompió barreras entre géneros y supuso el principal ejemplo (si no el inicio) de lo que hoy conocemos como "música planeadora", inaugurando de paso lo que habría de ser la electrónica en los años ochenta.
Cuando Jarre publicó la continuación de su disco más famoso, en 1997, con la perspectiva que dan los años se puede decir que concluyó esa época de esplendor de la electrónica comercial que él mismo había iniciado veinte años antes. Y que conste que no ha habido cantos del cisne mucho más bellos que este.
Imagen del interior del estuche del CD.
Oxygene 7-13 es, como decíamos, una secuela directa del Oxygene de 1976. El músico con el que incomprensiblemente suele compararse a Jarre, Mike Oldfield, también publicó una fastuosa segunda parte de su mayor éxito en los '90. Se trataba de Tubular Bells II (1992), y era mucho más un remake que una continuación. No sé si Jarre tomó alguna idea de lo hecho por Oldfield más allá del concepto "regreso a...", pero desde luego su Oxygene 7-13 se queda un poco entre Pinto y Valdemoro: ni es un remake, ni es exactamente una secuela, porque hay elementos en su estructura que recuerdan a las claras a su predecesor. Y aun así, Jarre consigue sorprendernos, y mucho.
Distintas portadas del single Oxygene 8.
El álbum comienza con el fantástico Oxygene 7, potente en su ritmo y efectivo en su melodía, que viene a ser como una "reducción" de la de Oxygene 4, con menos notas pero el mismo fraseado. Me encanta su segundo tramo, en el que el potente fondo se desarrolla libremente de un modo cósmico y grandilocuente. Oxygene 8 fue escogido como primer single del álbum. Aunque sus hechuras son propias del Jarre de los setenta, o incluso más primitivas (casi parece que el nervioso ritmo de fondo está hecho analógicamente, sin secuenciadores siquiera), su melodía está quizá un poco más cerca de Equinoxe o Rendez-Vous que de Oxygene, pero no deja de ser un corte fabuloso y bien integrado en el conjunto.
Vídeo oficial de la versión single de Oxygene 8.
Vídeo oficial con un remix de Oxygene 8.
Oxygene 9 supone un feliz regreso al Jarre más experimental, el de los temas mal llamados "de transición" de sus álbumes clásicos, y que no son sino demostraciones de que este músico nunca se ha quedado contento con ofrecer una simple colección de tonadillas pegadizas. De transición o no, Oxygene 9 es pura música cósmica, compleja, rica y colorista, estupendamente difícil de predecir.
Vídeo oficial con un remix de Oxygene 10.
En resumen, hasta este punto tenemos plena conciencia de que Jarre ha sabido regresar con éxito a su sonido más clásico y orgánico, con ese puntito primitivo y galáctico de antaño que nos retrotrae no solo a Oxygene, sino a lo que la música electrónica era, en general, en los setenta. Alguien habría empezado a quejarse de encontrarle al invento un cierto toque maniqueo. Y entonces comienza Oxygene 10.
Portadas de Oxygene 10 y Oxygene 7.
Oxygene 10 es Jean Michel Jarre en los noventa, es lo que se esperaría de él después de Chronologie (1993), es un Oxygene / Equinoxe de última generación. El ritmo es potente, moderno, y la melodía tan elegante y elaborada como en los mejores años. Oxygene 11 vuelve a dar el golpe con sus brutales secuenciadores, justificando plenamente la existencia del sonido estéreo, en un desarrollo frenético que aporta una nueva dimensión de creatividad y riesgo a lo ya escuchado en el álbum. Oxygene 12 retoma las notas básicas de la melodía de Oxygene 7, aunque con una atmósfera más dramática e intensa. Alguien sugirió una inspiración directa del tema final de Blade Runner, aunque parece que la melodía en cuestión proviene del propio Oxygene.
Concluye el disco con Oxygene 13, una recreación de Oxygene 6 que supera al original gracias a su melodía mucho más épica, más bella y evocadora, si bien se mantiene la base rítmica para lograr que ambos álbumes concluyan de manera similar. Por esto y por los parecidos entre Oxygene 7 y 4 decía yo lo del remake parcial, porque es como si Jarre estuviese decidido a hacer algo totalmente nuevo, pero manteniendo varios anclajes bastante obvios.
El álbum Odyssey Through O2 fue una recopilación de remixes de Oxygene 7-13 por DJs de la época.
Oxygene 7-13 no fue un megaéxito, quizá precisamente porque su sonido pertenece en buena parte a la época dorada de la electrónica de vanguardia, y a finales de los noventa eso lo convertía poco menos que en un carcamal discográfico. Pero tampoco funcionó mal. La gran cantidad de singles con remixes que se publicaron ayudaron a darlo a conocer a todos los públicos, aunque desde luego no creo que los fans de toda la vida tuviesen nada que objetar al álbum en sí, uno de los más completos e inspirados de Jarre en toda su carrera, pese al evidente auto-homenaje. El caso es que el músico no suele recuperar demasiados cortes de Oxygene 7-13 para sus muchos conciertos, más allá de versiones revisadas de las partes 12 y 13, por lo que da la sensación de que no acaba de estar satisfecho con el disco. Su carrera desde entonces ha ido dando tumbos entre muy esporádicos regresos al pasado y numerosos experimentos en la modernidad mainstream, incursiones en el chill-out, intentos de tecno-pop y música de baile con escasa personalidad. No creo que Jarre haya perdido su inspiración, sino más bien que lleva diez años largos intentando hacerse un hueco en la electrónica de hoy, la de los DJs, quizá atormentando por las arrugas, los vaivenes conyugales y los años que le caen encima a gran velocidad. Otros a su edad se compran una Harley-Davidson, pero bueno. No sé si Jarre volverá a hacer algún día un disco como los que le dieron la fama, pero es evidente que hasta entonces seguirá vigente su Oxygene 7-13, brillante final de una generación dorada de la que el francés fue delantero centro.