Quizá veinte temas eran demasiado pocos. Quizá podía haberlo dejado en diez y no haberme roto la cabeza pensando qué elegir y, sobre todo, qué descartar. La discografía de Vangelis, pese a lo amplia que es, apenas permite señalar un par de cosas como "descartables". Aun así, no he incluido nada de Ignacio (1975/1977), que tiene un par de cortes reconocibles en la serie Cosmos, ni la bella melodía cantada de La Fête Sauvage (1976), ni temazos de siempre como Spiral, The Dragon (sintonía del programa de radio Milenio 3), Hymne y L'Enfant, Blade Runner Blues y el posterior Rachel's Song, algún trocito de Soil Festivities (1984) o Mask (1985), un tema al menos de Direct (1988), The City (1990), Oceanic (1996), Mythodea (2001), la BSO de El Greco (2007), la versión para teatro de Chariots of Fire (2012) y alguna otra canción junto a Jon Anderson o Aphrodite's Child...
Y claro, por supuesto habréis notado que me he saltado los tres últimos álbumes del músico: Rosetta (2016), Nocturne (2019) y Juno to Jupiter (2021). En 2013 se pudo ver el documental Vangelis and the Journey to Ithaca, a partir del cual muchos fans dedujeron que Vangelis renegaba de su etapa como músico electrónico y progresivo de vanguardia, buscando quizá la aprobación del "establishment" de la música clásica, que (también quizá) menospreciaba su obra reciente por ser un músico que provenía del mundo del pop. Personalmente, creo que toda esta idea es un malentendido, porque precisamente esos tres últimos álbumes de los que hablábamos buscan en muchos sentidos volver a la electrónica cósmica de la mejor época de Vangelis, o directamente se reivindica (hablo de Nocturne) ese pasado del que el músico seguro que estuvo muy orgulloso hasta el final. No es que estos álbumes supongan un retroceso en su carrera, pero es indudable que el elemento evolutivo que hay en ellos es más sentimental que formal.
A pesar de su fama de artista hermético, encerrado en su torre de marfil, a su muerte hemos podido ver (asómate a elsew.com) multitud de fotos con amigos que iban a visitarle en su casa, seguramente en París o tal vez en Atenas. Sus amigos sí sabían donde encontrarle. Y seguro que estaba al tanto de lo que sus seguidores opinaban sobre su trabajo. Pienso que Vangelis encontró finalmente el equilibrio entre el héroe de los sintetizadores y el compositor para sopranos, tal vez por eso que dicen de que el anciano vuelve a ser un poco niño y deseaba trastear con sus cosas de siempre.
Concluyo, y pido perdón si alguien considera que hago trampa, con un temazo final al que asignaremos el número 21: In the Magic of Cosmos (2021).
Todo un placer seguirte en este repaso que le has hecho a la extensa discografía de Vangelis. 20 temas es poco y en nada que te salgas un poco del "sota, caballo y rey", empieza a haber ausencias sangrantes. Es normal. Me ha gustado mucho tu selección, por supuesto yo habría hecho otra aunque en esencia no habría sido demasiado diferente. Hubiera metido alguna cosa más de su última etapa aunque sólo fuera a modo reivindicativo (te has quedado en Alexander, de 2004, que parece que no pasa el tiempo por algunos discos). Aquellos años de Vangelis a mí me descolocaron. Yo descubrí a Vangelis en el 99-2000, ya había escuchado y asimilado casi toda su obra en solitario cuando me topé con El Greco y el que llegaría un año después, Mythodea. No entendía nada y de hecho no lo he entendido hasta hace relativamente poco. A medida que con el tiempo cambió mi percepción del conjunto de la obra de Vangelis, entendí que esta faceta clásica producto de su evolución era otra más dentro del amplio y prolífico espectro que conforman el "estilo universal" de Vamgelis.
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