2. Stories for a Thousand Years (1:00)
Si te estás preguntando por qué he elegido comentar un título tan relativamente desconocido dentro de la amplísima y popular discografía del prolífico Hans Zimmer, deberás saber que llegué a la música aquí contenida sin saber quién era su autor. El tema principal del disco, que escuchamos con especial notoriedad en el conclusivo Millennium Theme, ha aparecido en un sinfín de programas de televisión y cortinillas de todo tipo. Es posible que muchos lo conozcan al haber servido durante varios años como música de cierre del programa de Iker Jiménez en la radio, Milenio 3. Millennium, supongo que el título inclinó la elección, es la banda sonora del documental del mismo título que fue emitido por la PBS (la televisión pública de Estados Unidos) en 1992 y que se centra en diversas poblaciones humanas del mundo que mantienen una forma de vida ancestral, no tecnologizada, y que sobreviven o se adaptan como pueden al signo de los tiempos en los últimos años del milenio.
El alemán Hans Zimmer, que por aquel entonces podía considerarse un compositor de bandas sonoras joven y pujante (ya contaba con algún título prestigioso en su discografía, como son las BSOs de Thelma & Louise o Paseando a Miss Daisy) publicó este trabajo, en el que ejerce como compositor y productor, en el sello Narada, especializado en música new age. Lo cierto es que, si bien la música de Zimmer siempre ha poseído el don de la variedad a la hora de mezclar instrumentación clásica y electrónica, entonces creaba algunas melodías realmente estupendas con un toque exótico que funcionaban bien en películas bastante dispares y que agradaban a aficionados a las "nuevas músicas". Un tema que todo el mundo recuerda es, por ejemplo, el de Rain Man, que tenía un evidente toque tribal -y funcionaba muy bien- pese a ser la película un drama sobre el autismo.
Aunque él mismo ha reconocido la influencia de gigantes de los sintetizadores como Vangelis, en realidad puede decirse que aquel Zimmer de finales de los ochenta y principios de los noventa era más bien el alumno listo de la clase a la que acudían "synthesizer heroes" de la vieja Europa no tan trascendentales, como el checo Jan Hammer (Corrupción en Miami) o el también alemán Harold Faltermeyer (Superdetective en Hollywood). No es que Zimmer fuese el enchufado del profe, sino que realmente sabía ofrecer una música adecuada en cada encargo y logró sobrevivir a los años del teclado puro y duro para seguir vigente cuando se reinstauró el predominio de lo sinfónico-orquestal. Aunque él siguiese haciéndolo a su manera.
El caso es que, precisamente por bandas sonoras como esta y alguna otra con temática parecida publicada en fechas cercanas, alguien de Disney se fijó en él y terminó ganando su hasta ahora único Oscar por la música incidental de El Rey León (1994). Centrándonos en el álbum, que es lo que toca, debemos admitir que no es de corte africano toda la música contenida en Millennium, ya que hay numerosos elementos étnicos de aquí y allá, obviamente reflejando la tribu sobre la que trataba cada episodio de la serie. Escuchamos música del sureste asiático, de sudamérica, con un toque árabe, y hasta con algún matiz celta, si bien es inevitable que la parte africana se nos quede más en la memoria, por ejemplo gracias a algunos coros realmente logrados y las abundantes percusiones.
Sin que el álbum contenga demasiada hojarasca, sí que da la sensación de que lo mejor está en su primera mitad, con un arranque estupendo y algunas piezas llamativas como la épica The Journey Begins, The Stone Drag y sus extraños cánticos, las delicadas y muy new age Inventing Reality y The Art of Living, la también extrañamente familiar Fiddlers y alguna otra. Se prefiguran tanto algunas soluciones de producción como hasta algunas melodías ya casi idénticas a las que escucharemos en El Rey León, aunque en general el trabajo tiene como su mayor defecto un sonido a veces excesivamente electrónico que los arreglos étnicos no terminan de arropar del todo. Algunas piezas (estoy pensando por ejemplo en Race of the Initiates) se habrían beneficiado, creo yo, de una aproximación orquestal clásica y de coros humanos reales.
Los intérpretes materiales del álbum, dicho sea de paso, son en realidad el teclista pop y músico de sesión John Van Tongeren (otro del aula de Hammer y Faltermeyer, se diría) y el también compositor de bandas sonoras Mark Mancina, que seguramente en aquella época era solo un subalterno de Media Ventures, la productora de Zimmer rebautizada después como la mefistofélica Remote Control Productions. Intervienen igualmente Michael Grant, Richard Meech y Terence McKeown, además de algún artista étnico que hace colaboraciones muy puntuales. Es un álbum interesante, tanto para los numerosos fans de Hans Zimmer como para los aficionados a la new age y quienes disfrutan de aquellos tiempos en los que todavía se podía disfrutar con normalidad del sonido de sintetizadores sin pulir en bandas sonoras de primera fila.
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