1. The Humming (3:42)
2. So I Could Find my Way (4:25)
3. Even in the Shadows (4:13)
4. The Forge of the Angels (5:12)
5. Echoes in Rain (3:33)
6. I Could Never Say Goodbye (3:28)
7. Dark Sky Island (4:56)
8. Sancta Maria (3:50)
9. Astra et Luna (3:20)
10. The Loxian Gates (3:33)
11. Diamonds on the Water (3:33)
Enya vive en un castillo que está dentro de otro, que a su vez está dentro de otro, que está dentro de otro... El castillo real, Manderley, se encuentra en Dublín. Allí trabajan -y creo que también viven- junto a Enya Roma Ryan y Nicky Ryan, sus letristas y colaboradores para cualquier cosa. La inclasificable cantante irlandesa, desde hace muchos años considerada como la más perfecta encarnación personal que ha dado la música new age en sentido amplio, es conocida entre otras cosas por su escasa presencia en actos públicos. Es verdad que suele conceder entrevistas para promocionar sus álbumes y ha realizado algunas actuaciones en televisión, aunque nunca ha hecho nada parecido a codearse con el star system o darse baños de multitudes. La rodea un castillo de privacidad que protege tras sus muros todo lo relacionado con su vida personal, y ella misma subraya su empeño por hacer destacar su música por encima de su persona. Es difícil cuando se llevan ochenta y tantos millones de discos vendidos.
No sabemos cuál será el éxito comercial de su nueva música... Dark Sky Island, lanzado hace una semana, es el primer álbum que publica desde el ya lejano And Winter Came... (2008), un disco que, sin desmerecer, carecía de la magia de sus trabajos clásicos y acusaba un cierto desgaste creativo. Se nota que Enya no ha querido volver a publicar temas nuevos hasta hacer algo que de verdad mereciese la pena, y el álbum que nos ocupa es prueba de ello. Dark Sky Island es digno de la mejor Enya, la de Watermark y Shepherd Moons, solo que más madura y capaz de seguir explorando su propio estilo a base de delicadeza sonora y perfección casi obsesiva. Salvo por la carencia del efecto sorpresa de sus primeros tiempos, el nuevo álbum es tan bueno como el mejor. Así de sencillo.
Contraportada de la edición sencilla.
Siempre podemos insistir en la impresión superficial que tenemos de que su música no cambia, pero nos estaríamos equivocando, porque Dark Sky Island tiene un sonido propio, algo más oscuro que lo habitual, más sutil en las instrumentaciones, menos abigarrado. Dentro de ese castillo imaginario del mundo musical de Enya hay un comedor donde celebran festines héroes y reinas del mundo celta, un torreón donde pululan poetas viajeros y soñadores de toda índole, un patio verde y florido habitado por hobbits y elfos y un gran salón donde siempre es Navidad. En Dark Sky Island, Enya abre las puertas de un observatorio astronómico desde el que mirar las estrellas en silencio, sin distraerse con el trasiego de los seres anteriores, aunque estas estancias forman parte del mismo castillo. Y queremos visitar ese castillo, recorrerlo con la ilusión de los niños en sus juegos.
Según se ha dado a entender, Enya ha hecho algún que otro viaje en los últimos tiempos. El álbum se sustenta, según su autora, en la idea de los viajes, los geográficos y los vitales. Es de suponer que Enya ha estado en Sark, la isla del Canal de la Mancha que es conocida por su escasa contaminación lumínica, y que es por lo tanto un lugar perfecto para observar las estrellas. El título del CD y parte de su contenido se inspiran en aquel lugar. También podemos suponer que esta señora, que anda por los 55, está en ese momento vital en el que todos miramos un poco hacia atrás para hacer balance del camino recorrido. Hay mucho sobre lo que construir un álbum sólido pero, no obstante, dice verdad Enya cuando explica que Dark Sky Island no es un álbum conceptual. Admito que por lo menos yo no encuentro un sentido de unidad temática en él más allá de su tono musical tirando a sobrio, pero lo mismo sucedía con sus trabajos clásicos, entre los cuales tampoco era sencillo vislumbrar desarrollos conceptuales más allá de lo ofrecido en el sublime A Day Without Rain (2000), que se centraba en las estaciones del año.
The Humming
Toca un análisis. El disco se abre con The Humming ("El murmullo"), un tema rápido y épico, de los que gustan a la primera. Se inspira en la evolución del universo a escala cósmica. Después entramos en el delicado So I Could Find my Way ("Para que encontrase mi camino"), uno de esos temas melódicos que son casi canciones de cuna para soñadores empedernidos, y que contiene momentos de belleza arrebatadora. Se inspira en el amor y el recuerdo hacia los seres queridos. Even in the Shadows es todo un descubrimiento, un tema ágil y muy moderno en el que el ritmo marcado lo aporta el bajo del también irlandés Eddie Lee.
Even in the Shadows
Echoes in Rain
The Forge of the Angels es un tanto ingenua en su fresco de ángeles forjando armas entre rudos cánticos y nubes algodonosas, aunque funciona muy bien en este punto del álbum. Echoes in Rain ("Ecos en la lluvia"), que salió a la luz como adelanto del disco, es un tema comercial en la línea de los grandes éxitos de Enya, una canción de ritmo potente y melodía sencilla pero eficaz. I Could Never Say Goodbye ("Nunca pude decir adiós"), si bien no es un tema pegadizo, sí que destaca positivamente por el magnífico ejercicio vocal que supone, con notas muy altas que desafían al máximo las habilidades de la cantante. Dark Sky Island ("Isla de cielo oscuro"), el corte homónimo al álbum, contiene las primeras letras en loxian (el idioma inventado por Roma Ryan) desde Amarantine (2005), en este caso con temática espacial. Sancta Maria, pese a que la repetición de las palabras de su título le dan al final un toque en exceso eclesiástico, es una exquisitez en lo referente a su instrumentación.
El vídeo oficial de So I Could Find my Way.
Astra et Luna es otro tema elegante y efectivo, de nuevo sobre tema astronómico. The Loxian Gates ("Las puertas loxian") recuerda al exotismo de Storms in Africa, otra vez con un sonido que apunta a los tiempos clásicos de Enya. Y el álbum se cierra con Diamonds in the Water, una balada muy delicada que deja un exquisito sabor de boca. Es cierto que la primera mitad del disco es más potente que la segunda, pero no hay contenidos de relleno, sino, en todo caso, algunos temas un poco menos deslumbrantes que otros. Quien quiera prolongar la experiencia puede acudir a la jugosa edición deluxe, que contiene otros tres temas: Solace, Pale Grass Blue y Remember Your Smile, todos magníficos, aunque me llama mucho la atención el toque sencillo y folk del tercero. Con franqueza, no veo el por qué de considerarlos temas extras, a la vista de que tanto su nivel de calidad como su sonido son afines al conjunto del álbum.
El último castillo del que hablaremos, para concluir, es el de la fidelidad a sus millones de admiradores, que con Dark Sky Island permanece inamovible. Enya ha sido capaz de ofrecer un elaborado e inspirado nuevo trabajo que no suena manido, y que a la vez es plenamente reconocible. No se ha bajado del burro, y contra todo pronóstico (incluyendo el mío, bastante pesimista hasta hace poco) la jugada le ha salido redonda. Tenemos Enya para mucho tiempo, y eso es motivo de alegría.