viernes, 30 de abril de 2010

Steve Hackett - VOYAGE OF THE ACOLYTE


1. Ace of Wands (5:24)
2. Hands of the Priestess Part I (3:28)
5. The Hermit (4:49)
7. The Lovers (1:47)

Steve Hackett se unió a Genesis durante su etapa más creativa, cuando iban alcanzando el estrellato con álbumes como Nursery Cryme (1971) o Foxtrot (1972), en el que una pieza instrumental exclusivamente suya, Horizons, es uno de los temas más memorables. Gozó de la fama con la grabación de obras cumbre como Selling England by the Pound y The Lamb Lies Down on Broadway, aunque entonces comenzó a picarle el gusanillo creativo y, dándose cuenta de que uno no podía lucirse plenamente en una obra de grupo (menos aun teniendo en cuenta que Genesis hacían poco menos que un reparto equitativo del trabajo en cada álbum) se arriesgó a realizar una obra en solitario, la primera de un componente de Genesis.

Steve Hackett

Voyage of the Acolyte (1975) es el resultado de aquella experiencia personal, un álbum considerado por algunos como una obra no oficial de la discografía de Genesis, ya que algunos de sus miembros -Phil Collins y Mike Rutherford- colaboran en el mismo en mayor o menor medida.

Sinceramente, Voyage of the Acolyte ("El viaje del acólito") no difiere especialmente del estilo del mítico grupo de rock progresivo, si bien pueden encontrarse ciertas diferencias, como el predominio de la música instrumental y un relativo enriquecimiento de los efectos sonoros, que acercan la obra a otras muy experimentales de aquella década prodigiosa.

Contraportada de la edición en CD.

Ace of Wands ("El as de las varitas mágicas"), para empezar, es una pieza claramente rockera más cercana seguramente al estilo de King Crimson que al de Genesis, bastante potente y con sus pasajes de guitarra marca de la casa Hackett. Los pequeños momentos de "pausa" en medio de la melodía principal son estupendos. Hands of the Priestess ("Las manos de la sacerdotisa"), en sus dos versiones, es un corte más folk, tranquilo y evocador, de lo mejor del disco con su flauta y sus guitarras. A Tower Struck Down ("Una torre abatida") regresa a la línea del primer tema, aunque es algo más ocuro y siniestro, e incluye una especie de sonido de derrumbe seguido de unos breves momentos de calma. The Hermit ("El ermitaño") es la primera pieza más o menos vocal del disco, también con flautas y guitarras como Hands of the Priestess, en un tono místico propio de aquellos tiempos de advenimiento de la Era de Acuario, y en la línea pseudo-religiosa-bíblica de algún que otro momento de los álbumes de Genesis.

Ace of Wands, en vivo (1979).

Star of Sirius, con sus efectos cósmicos y su guitarra, arropa la voz característica de Phil Collins en otro tema contemplativo de alta calidad que va creciendo hasta convertirse en un poderoso tema pop-rock. The Lovers ("Los amantes") es un corte a tener en cuenta, ya que la carrera de Steve Hackett parece estar jalonada cada vez más de fabulosas piezas para guitarra acústica, en este caso acompañada de sonidos sintéticos creados con cinta magnetofónica manipulada. Concluye el álbum con Shadow of the Hierophant, un tema largo con varios movimientos, el primero rockero, intercalado con un par de cánticos céltico-místicos a cargo de Sally Oldfield, además de otros momentos de rock instrumental muy inspirados y grandilocuentes, en la senda de los temas más épicos de Nursery Cryme y Foxtrot, antes mencionados. Las reediciones incluyen un par de temas extras.

Diseño de la carpeta interior.

Voyage of the Acolyte, pese a que ofrece un mosaico bastante surrealista y difícil de abarcar en un solo vistazo, inspirado en los arcanos del tarot (todos los temas los mencionan más o menos lejanamente), es un disco que crece con cada escucha. La primera vez me resbaló, pero mientras redacto esta crítica me va pareciendo cada vez más rico. Pienso que está ligeramente "pasado de moda" respecto a lo que se hacía entonces, ya que, tal como he mencionado, recuerda a las obras de rock progresivo que se realizaban cuatro o cinco años antes, sobre todo por sus pasajes folk y el uso de coros dignos de aquel inconmensurable In the Court of the Crimson King. Pero no debe entenderse esto como una crítica por mi parte, sino como un signo de que Steve Hackett bebía de unas fuentes de enorme calidad artística. Notable alto.

miércoles, 28 de abril de 2010

Hergest Ridge y Ommadawn, reeditados.


Quienes somos seguidores de Mike Oldfield nos llevamos una agradable sorpresa el año pasado, cuando su nueva discográfica Mercury se propuso reeditar todos los álbumes que otrora pertenecieron a Virgin Records. La discografía de Oldfield, aun contando con obras de enorme complejidad técnica que bien habrían merecido múltiples restauraciones y limpiezas profundas desde muchos años atrás, siempre ha permanecido en un estado de congelación, manteniéndonos a los seguidores a la espera de que algún día saliera algo nuevo.

Portada de la edición "super-deluxe" de Tubular Bells.

Las ediciones en CD siempre han sido las mismas, salvo por una edición que se realizó poco antes de que Virgin cediese los derechos, para transformar los discos al formato HDCD (CD de alta definición), con escasa mejora en el sonido, y también exceptuando al álbum mimado de toda la vida, Tubular Bells. Otro punto en contra de lo realizado durante años era la ausencia absoluta de temas extras en los álbumes, un pecado considerando la cantidad de caras B de singles que había por ahí sin publicar en CD.

Nuevas ediciones de Hergest Ridge...

Pues bien, el año pasado -como decía- se publicó la reedición de Tubular Bells en un formato de coleccionista realmente goloso: LP, púas para guitarra, un póster, postales y sobre todo una remezcla bastante reveladora y varias versiones previas a la original de 1973. No todo el mundo aceptó de buen grado el que oooootra vez se nos vendiera el Tubular Bells, ya que a estas alturas ha dado lugar a secuelas, remezclas, remasterizaciones, regrabaciones y, en fin, tanta parafernalia que parecía un ataque directo a los bolsillos de los fans. Lo bueno llega ahora, ya que este mismo mes se reeditan las dos siguientes obras maestras de Mike Oldfield, Hergest Ridge y Ommadawn, en ediciones "deluxe" tan completas y atractivas como hace un tiempo no podíamos ni imaginarnos.

...y de Ommadawn.

Darán bastante que hablar en las webs dedicadas a Oldfield (que son muchísimas), y sobre todo nos harán redescubrir estas dos piezas musicales impresionantes con un sonido verdaderamente renovado, amén de temas extras, demos y una edición autografiada por el músico, limitada a 250 ejemplares. Ojo a la nueva portada de Hergest Ridge. Que conste que a mí me gusta. Y en lo referente a la música, comentaré ambos álbumes en cuanto los escuche.

Pongo aquí el final de Ommadawn Part Two. Si alguien afín a este blog no conoce el disco, seguramente irá a la tienda dándose patadas en el culo de tanto correr.

martes, 27 de abril de 2010

Clint Mansell - THE FOUNTAIN


1. The Last Man (6:09)
2. Holy Dread! (3:52)
3. Tree of Life (3:45)
4. Stay with Me (3:36)
6. Xibalba (5:23)
7. First Snow (3:09)
8. Finish It (4:25)

Uno de los penúltimos grandes fichajes en el mundo de las bandas sonoras (no es precisamente un novato a estas alturas, que conste) es Clint Mansell, un músico rebotado del rock que se acercó, de la mano del director Darren Aronofsky -amigo suyo-, a la música de cine. Fue líder del grupo Pop Will Eat Itself, del que admito que nunca he oído hablar, y fue sin duda de su experiencia allí de donde tomó para este The Fountain (2006) la idea de utilizar guitarras eléctricas fuertemente distorsionadas junto a las piezas clásicas.

Clint Mansell

La película, dirigida también por Aronofsky, es una obra un tanto confusa sobre las dudas que asaltan al ser humano ante el hecho incomprensible de la muerte. Se desarrolla en tres niveles distintos, sutilmente interconectados: la historia de un científico que lucha desesperadamente por encontrar un remedio a la enfermedad que no tardará en arrabatarle a su esposa; la que tiene lugar en el libro que escribe la esposa del científico, en la que un conquistador es enviado a América por la reina de España para encontrar a cualquier precio la fuente de la eterna juventud; y la de este mismo hombre (por lo menos el mismo actor) que viaja por el espacio junto al árbol de la vida eterna dentro de una burbuja de cristal, hacia la nebulosa Xibalba, donde el árbol -que está moribundo- podrá recuperar su vigor. Es una experiencia más visual que verbal, realmente interesante siempre y cuando no pretendamos desentrañarla del todo.

Clint Mansell cuenta con el virtuosismo instrumental del afamado Kronos Quartet (intérpretes habituales de piezas de Philip Glass con los que Mansell ya trabajó en Réquiem por un sueño), cuyos violines y violonchelos son pura expresividad sonora. Además, recurre a una banda de rock relativamente experimental, los escoceses Mogwai, para dar a parte de la obra el tono agresivo de guitarras que comentaba al principio. La idea es recordarnos que no estamos ante una partitura clásica al uso, sino de algo realmente innovador y con altas aspiraciones creativas. El resultado de la combinación exhala melancolía y grandiosidad, con algunas secciones en clave de adagio y sutiles coros muy lejanos, que son de lo más conmovedor que se ha escuchado nunca en un cine. Las melodías son muy primarias, minimalistas en casi todo momento, acentuando las imágenes de la película sin demandar un protagonismo excesivo.

Los protagonistas de la película.

The Last Man parte de unas notas sueltas de piano para ir creciendo progresivamente con la adición de las cuerdas descarnadas del cuarteto Kronos, desprendiendo un clasicismo y envolviéndonos en una atmósfera que no va a soltarnos ni un momento hasta el final del disco. Holy Dread! es más bien ambiental, bastante oscura y con una segunda parte en la que entra en juego la parte rockera. Tree of Life ya está plenamente dominada por las guitarras eléctricas y las percusiones, perfectamente ensambladas a los violines y a ciertos efectos sonoros inquietantes. Stay with Me, uno de los temas más conocidos del álbum, es un experimento post-rock ambiental que solamente puede ser calificado de sublime; y Death Is a Disease va en una línea parecida, aunque más ominosa e hipnótica.


(Spoiler!) El conquistador español consigue llegar al árbol.

Xibalba es probablemente el tema más memorable de toda la obra, tanto por la impresionante melodía como por los arreglos corales y los fondos, todo poco menos que ultraterreno; y First Snow no se le queda muy lejos. Finish It, por su parte, parece una evolución lógica de los dos temas anteriores, aunque conteniendo varios movimientos claramente divisibles. Death Is the Road to Awe rivalizaría con Xibalba en sus primeros minutos de no ser porque las percusiones le restan algo de misticismo; eso sí, en su segunda mitad va in crescendo hasta un verdadero clímax épico demoledor. Y finalmente, Together We Will Live Forever vuelve al piano solitario con que se abría el disco, ahora todavía más lánguido y melancólico, en cinco minutos de drama musical que se nos hacen eternos.

Aquí prefiero no comentar nada.

El disco fue muy apreciado en su momento tanto en la industria del cine (nominaciones a los premios gordos de aquel año inclusive) como también en círculos pop-rock alternativos, acrecentando su fama inevitablemente por el carácter hermético y el aura de director vanguardista -y un poquillo gafapasta- que rodea a Aronofsky. Yo no se si Mansell es un gafapasta o un modernillo o uno de los mejores músicos de cine de las últimas generaciones, pero recomiendo intensamente la escucha de esta banda sonora de La fuente de la vida a todos quienes desconfíen de que la música clásica contemporánea tenga futuro más allá de las rarísimas hazañas que se llevaron a cabo durante el siglo XX.

domingo, 25 de abril de 2010

Neuronium - QUASAR 2C361


1. Quasar 2C361 (26:32)
2. Catalepsia (8:34)
4. Turo Park (4:22)

Nos encontramos ante la primera obra de la música cósmica realizada en España. Sucedió en el año 1977, de la mano de la banda electrónica Neuronium, encabezada por Michel Huygen, uno de los grandes nombres de las "nuevas músicas" en nuestro país. Huygen, músico de origen belga y formado en distintas bandas de rock progresivo, no era el único miembro de aquellos Neuronium debutantes. Junto a él exploraban el espacio el guitarrista Albert Giménez y el otro teclista (junto a Huygen), Carlos Guirao, si bien el grupo había tenido distintos miembros mientras se iba fraguando.

Michel Huygen

Hay que admitir sin reservas que este Quasar 2C361, pese a lo fácil que resulta generalmente identificar el sonido algo modesto de la producción musical española -y mucho más la de entonces, cargada de efectos de eco y otras tontadas que le restan credibilidad-, es un disco perfectamente digno de un lanzamiento de éxito internacional. El sello de música independiente Harvest, en el que despuntaban gente como los mismísimos Pink Floyd, se atrevió con esta propuesta bastante experimental, aunque también relativamente accesible. Lástima de portada.

Reedición que incluye Vuelo químico. La portada no es mucho mejor.

Si tuviese que remontarme por pura intuición a las influencias tras este álbum, hablaría por ejemplo del oscurantismo de los Tangerine Dream de Alpha Centauri, del sonido electrónico arcaico de los primeros Popol Vuh, e incluso -lejanamente- de los instrumentales largos de Oldfield-Bedford. Pero si tengo que decantarme por un nombre claro, apostaría por Ash Ra Tempel y obras como New Age of Earth. No me refiero para nada a que Michel Huygen se haya "copiado" de Manuel Göttsching y los suyos, pero tengo la sensación (Michel, si lees mi blog, que lo dudo, corrígeme) de que hay una inspiración clara, y por cierto muy bien gestionada. Porque Quasar 2C361 es una obra con su propia identidad que, sabiamente, se inscribe en lo que en Alemania se conocía como Krautrock y en el resto del mundo como música new age electrónica. También es bueno recordar que los integrantes de Neuronium se habían decantado hasta este momento por un sonido cercano al jazz, por lo que debían conservar en la mente algunas influencias de este género.

Encuentro también la influencia de Göttsching en el uso de las guitarras acústica y eléctrica, muy limpias y mesuradas, casi propias de una atmósfera folk, flotantes sobre el permanente colchón de arcaicos sintetizadores y efectos sonoros variados. El primer tema, titulado como el álbum, es la pieza clave de este estilo: se trata de un tema progresivo, meditativo y muy bien planeado en cuanto al desarrollo de sus diferentes movimientos. Sus melodías son simples, pero cumplen con su cometido perfectamente. Hacia la mitad de la pieza se le imprime un ritmo más potente, a lo Tangerine Dream, sobre el que los teclados hacen piruetas conduciéndonos a un estado de trance. Esta gente seguramente fumaba algo (pensemos en el título de su siguiente álbum, Vuelo químico). El segundo tema, Catalepsia, pese a ser tan bueno como el primero, no aporta demasiadas novedades, salvo un uso algo más agresivo de la guitarra; pero el colchón sintético es el mismo de antes. El Valle de Rimac (creo que se refiere al uno de los que llegan a la ciudad de Lima, en Perú), comienza muy en la línea de Froese y cía., tirando luego hacia la grandilocuencia espacial y ciertos sonidos de sintetizador que pueden recordar a Tomita y a Vangelis. Turo Park, para terminar, se refiere al Turó Parc de Barcelona, ciudad de referencia de Neuronium. Es una zona ajardinada bastante antigua, un pequeño pulmón para la ciudad condal, con estanques y árboles. Es uno de los temas más inspirados del álbum, con una bonita melodía sobre efectos sonoros que recuerdan al gentío -niños sobre todo- que pasea por el parque.

Portada alternativa.

He escuchado el álbum completo esta misma mañana mientras leía Fundación, de Isaac Asimov, y me ha parecido fabulosa la manera en que aquella ciencia-ficción pre-Guerra de las galaxias se ajusta a los planteamientos de la música electrónica en los '70. Hay hoy en día un mismo hálito clásico y naïf en ambas, como si fuésemos ya conscientes, unas décadas después, de que aquel futuro de robots amables y nebulosas a la vuelta de la esquina nunca llegó, precisamente porque vivimos en él y no se le parece en nada. Peor para nosotros, porque era una perspectiva brillante.

jueves, 22 de abril de 2010

Penguin Cafe Orchestra - MUSIC FROM THE PENGUIN CAFE


2. Zopf
From the Colonies (1:39)
Surface Tension (2:23)
Milk (2:22)
Coronation (1:33)
Giles Farnaby's Dream (2:20)
Pigtail (2:45)
4. Hugebaby (4:48)
5. Chartered Flight (6:41)

Volver sobre la discografía de la Penguin Cafe Orchestra es algo que necesito de cuando en cuando. Es como cuando llega uno a casa sabiendo que ha hecho su trabajo del día perfectamente, que nada ha quedado pendiente, que no esperas ninguna llamada -ni piensas descolgar el teléfono si le da por sonar- y que te queda un buen trecho del día para dedicártelo a ti mismo de la manera que más te apetezca y sin que nadie te ponga trabas. Es un gustazo.

El grupo del visionario Simon Jeffes (uso lo de "visionario" más de lo que debería, ya lo se, pero en este caso es literal; véanse anteriores entradas sobre la Penguin) estaba todavía buscando su sonido entre el folk imaginario y la música de cámara cuando se les presentó la oportunidad de grabar esta pieza iniciática, gracias en parte al mecenazgo de Brian Eno y su sello Obscure, gracias también al derroche de imaginación de los cuatro miembros fundadores del conjunto: Helen Leibmann, Gavin Wright y Steve Nye, junto a Jeffes, que a juzgar por los prodigios que llevarían a cabo tanto aquí como sobre todo después, solamente tenían dos opciones posibles en la vida, crear una música tan única como esta o reventar.

Simon Jeffes

¿Qué hace a la música de esta banda algo tan especial? Creo que saben tocar una serie de fibras sensibles en el alma del melómano, pero con dulzura y sin excesos. Por eso uno quiere más. Y seguramente Eno, que ya andaría rumiando lo del Music for Airports y demás, vio que esta gente encajaría perfectamente en su soñado estilo musical de lo etéreo y lo que hay tras el cristal. Se equivocaba.

Music from the Penguin Cafe (1976) es el disco más raro y estridente de la Orquesta, un experimento tan arriesgado que solamente faltan los tubos de ensayo y las probetas. Comienza con Penguin Cafe Single, un tema en la línea de lo que serían sus álbumes posteriores, si bien un poco más dubitativo, como que no termina de decidirse. Después viene una serie de piezas unificadas bajo el título global de Zopf. Igual digo una burrada, pero en su día me interesé bastante por el término y descubrí que tiene distintos significados: en Suiza es un tipo de pan trenzado, el Francia se usa para referirse a la cola rizada de los cerdos, y creo que también tiene una acepción musical que, lamentablemente, ni alcanzo a recordar ni el Gran Hermano Google me indica. Contiene Zopf una serie de piezas cortas rarísimas, desde una que parece realizada con gomas elásticas (From the Colonies); un tema vocal cuasi-pop (In a Sydney Motel), cosa que no volvería a verse en un disco de la banda; un pasaje pianístico melancólico y muy bonito (Surface Tension); una extravagancia sin pies ni cabeza, repleta de extraños sonidos (Milk); Coronation, que parece algo así como propia de un ceremonial triste de la realeza (el título no engaña); la estupenda Guiles Farnaby's Dream, fantasía entre lo barroco y lo palurdo; y Pigtail, pieza ambiental y abstracta que ahonda en el tema de la colita del cerdo, no sé de qué manera. En la suite Zopf intervienen, además de los músicos citados arriba, Neil Rennie tocando el ukelele y Emily Young, cantando. Young, que es sobre todo escultora, es también autora de las bonitas portadas de la Penguin Cafe Orchestra, además de -aquí viene la anécdota- la Emily del tema de Syd Barrett See Emily Play.

Portada alternativa.

Tras este bloque, el siguiente tema es tan hermoso y satisfactorio como uno podría desear teniendo en cuenta su gran longitud, con una guitarra que eriza los vellos y un violín que no le va a la zaga, casi improvisando buena parte del tiempo en un diálogo a tres voces con el piano eléctrico. Hugebaby casi podría haber sido integrado en Zopf, pero funciona de todos modos. Y finalmente Chartered Flight, que es relativamente más optimista que el anterior, parece una sólida pieza de jazz ribeteada de clásico.

Giles Farnaby's Dream, en vivo.

La verdad es que el resultado, al final, es bastante irregular. Algunos de los temas son tan bizarros que descolocan, y el sonido es en general algo oscuro y melancólico, antítesis total de lo que ocurriría con Penguin Cafe Orchestra, la siguiente obra del grupo y uno de los álbumes más simpáticos y luminosos que he escuchado en mi vida. Curiosamente, y como suele pasar en otros tantos casos, algunas guías de discos imprescindibles reseñan éste en lugar del posterior, sin duda contando con aquello de que el primer disco de alguien siempre es el mejor. Si tengo que elegir, para mí es uno de los últimos álbumes del grupo que añadiría a mi colección... Y aun así, es una pieza fundamental de las nuevas músicas como no hay muchas más.

lunes, 19 de abril de 2010

Wendy Carlos - A CLOCKWORK ORANGE


1. Timesteps (13:50)
2. March from A Clockwork Orange (7:00)
3. Title Music from A Clockwork Orange (2:21)
5. Theme from A Clockwork Orange (Beethoviana) (1:44)
6. Ninth Symphony: Second Movement (4:52)
7. William Tell Overture (Abridged) (1:17)
8. Orange Minuet (2:35)
9. Biblical Daydreams (2:06)
10. Country Lane (4:43)

Más que un álbum en concreto, con esta entrada pretendo que nos acerquemos un poco a la composición que llevó a cabo el que entonces se llamaba Walter Carlos para la película de Stanley Kubrick La naranja mecánica (1971), y que posteriormente se ha reeditado en una versión íntegra firmada por Wendy Carlos.

Dos carteles de la película.

Habiendo logrado un gran éxito con su álbum Switched-On Bach un par de años antes, parecía lógico que Carlos fuese contratado para hacer algo parecido a aquello: interpretaciones técnicamente perfectas de temas clásicos mediante sintetizador (sobre todo aquel prodigioso Moog), aunque esta vez tendría que centrarse en otro compositor, ya que, como el propio cartel de la película rezaba, se trataba de la historia de un joven cuyos intereses eran "la violación, la ultraviolencia y Beethoven". La polvareda que levantó La naranja mecánica, agresiones callejeras y censura incluida, han acabado revistiendo todo lo que la rodeó de un halo perverso y un tanto canalla que, por una parte, la han convertido en una obra de culto, y por otro, han hecho circular mil leyendas urbanas no del todo acertadas sobre la personalidad de quien firmó su banda sonora, y su no tan truculento cambio de sexo.

Portada original del álbum.

Remitiéndonos a lo puramente musical, decir que Carlos se documentó a conciencia para su creación, tanto trabajando codo con codo con Kubrick sobre el concepto de la película, como, por ejemplo, leyendo la novela que la inspiró, a cargo de Anthony Burgess. Ya estaba realizando el tema Timesteps antes de que Kubrick le mandase buscar, y el director estuvo muy de acuerdo con Carlos y su productora Rachel Elkind en lo perfectamente que encajaba con el tono de la novela, cosa que le decidió definitivamente a asignarle el trabajo. La cosa es que el conjunto de piezas acuñado por Carlos (fuera todavía Walter o ya Wendy, cosa que me da igual) es verdaderamente chocante, en la línea enrarecida y sarcástica que Kubrick quiso dar a esta obra.




Imágenes del filme. ¿Cómo no iba a ser polémico, si el prota, Alex de Large, es un sádico malnacido?

Como ya hemos dicho, es Beethoven -sobre todo la 9ª Sinfonía- el tronco de la grabación, modificado todo según el tono de ciencia-ficción/realidad paralela/fantasía british del filme, si bien hay alguna pequeña adición interesante. Por ejemplo, el tema con el que se abre la película es una versión de la Música para el funeral de la Reina Mary, de Henry Purcell. También nos encontramos una acelerada y divertida versión de la Obertura de Guillermo Tell, de Gioacchino Rossini, perteneciente a una descacharrante escena erótica a cámara ligera. También aparece Rossini en La Gazza Ladra, tema no compuesto específicamente para el filme que, sin embargo, encajó bastante bien. Carlos lo versionó en su estilo para el álbum, si bien en la película se escucha en su versión orquestal. Como los cinéfilos sabemos, también hubo por ahí un temilla de Gene Kelly que tiene, por supuesto, una justificación argumental. Pero Carlos también intervino en la composición de temas originales: Timesteps, que funciona como una obertura previa al despliegue beethoveniano; Biblical Daydreams, perteneciente a momentos oníricos bastante irreverentes; Orange Minuet, pensada para las famosas escenas del tratamiento Ludovico al que se somete el protagonista, Alex; y Country Lane, que aparece hacia el final de la película.

Portada de la edición en CD.

En cuanto a las piezas clásicas decir que Theme from A Clockwork Orange (Beethoviana) utiliza un sonido cercano a la flauta (todo electrónico, of course) para versionar el tema de Purcell y darle un toque a lo Beethoven, cosa que no sale nada mal. En cuanto a March from A Clockwork Orange, es interesante que Carlos, a sabiendas de que la Novena de Beethoven es coral, utiliza un aparato llamado "Seguidor de espectro" para imitar la voz humana, siendo este invento un antepasado del vocoder.


Stanley Kubrick, hombre difícil y creador tempestuoso a más no poder, estuvo a punto de hacerle a Carlos lo mismo que al pobre de Alex North en 2001: una odisea del espacio, es decir, dejar completamente a un lado la música original de la película para terminar decantándose por piezas clásicas al cien por cien. Sin embargo, al final salió adelante una amalgama de ambas cosas en la que Carlos salió ganando, si bien no estuvo del todo contenta del uso que se hizo de sus piezas en la película. De esta inquietud surgió la idea de editar A Clockwork Orange: Wendy Carlos's Complete Original Score (1998) que dejaba a un lado la banda sonora oficial ya editada en el '71, y posteriormente -algo más completa- en CD. Es esta última edición la que se corresponde con los temas listados arriba, y con la portada que encabeza esta entrada.

Beethoven, en el póster que Álex tiene en su psicodélica habitación.

Y nada, esperando a alcanzar las 10.000 visitas en un rato, me voy a tomar un vaso de leche con moloka acompañado de mis drugos, no vaya a ser que me termine doliendo la quijotera de tanto oír cosas raras.

Promoción original de la película, con la Obertura de Guillermo Tell.

sábado, 17 de abril de 2010

Dreadzone - SECOND LIGHT


2. Little Britain (5:14)
3. A Canterbury Tale (8:40)
4. Captain Dread (5:16)
5. Cave of Angels (6:13)
6. Zion Youth (6:05)
7. One Way (6:00)
8. Shining Path (7:22)
9. Out of Heaven (5:57)

He aquí a una de las formaciones más sorprendentes e inspiradas de cuantas dieron los '90, una década musicalmente poco definida en la que, sin embargo, sí que se llevaron a cabo buenos proyectos en lo experimental. Dreadzone es una banda británica que mezcla sabiamente estilos como la electrónica, el reggae, el trance, el folk y el dub, consiguiendo con este Second Light (1995) una obra digna de entrar a formar parte de las "biblias del sampleado" en cuyos altares están My Life in the Bush of Ghosts, Zoolook o Who's Afraid of the Art of Noise?, el último seguramente muy en la mente del trío que nos ocupa: Greg Roberts, Tim Bran y Leo Williams.

Los miembros de Dreadzone, en la contraportada del álbum.

Tras su debut con 360º (1993), Dreadzone se volcó en este Second Light, donde echaron toda la carne en el asador. Se trata de una obra bastante ambiciosa, una especie de homenaje a Gran Bretaña como micro-continente aglutinador de culturas de todos los rincones del mundo. Efectivamente, el antiguo imperio británico, desmembrado lentamente a lo largo del siglo XX, ha ido dando lugar a que lugares como la ciudad de Londres sean escenario de una amalgama multiétnica y pluricultural, donde conviven asiáticos, gentes de Oriente Medio, africanos, caribeños, latinos, etc.

Este Second Light, y toda la obra de Dreadzone en general, está orientada a un público joven al que le gusta bailar y exige para ello unos mínimos de calidad musical. No es raro que una banda tan personal e inteligente como esta hiciera las delicias de miles de bailones en los macrofestivales que se celebraron por aquel entonces en Inglaterra. Representan lo mejor de lo que hoy se conoce popularmente como "música electrónica", evolución o derivación casi siempre inadecuada -tanto en ejecución como en espíritu- de lo que este género dio en décadas anteriores, y que está sobre todo conectada al gremio del disc jockey y las "raves" (macrofiestas con luces y sonido, para bailar y... tomarse algo).

Single Little Britain.

Second Light contiene, como se decía arriba, sampleados de lo más variopinto, sobre todo cinematográficos: de la película Excalibur (en Little Britain), de Los caballeros de la mesa cuadrada (en Life, Love and Unity) de Capitán Blood (en Captain Dread) ; e incluso de una pieza de Ryuichi Sakamoto (en Out of Heaven). Nótense las referencias a dos de las obras más populares de nuestro tiempo sobre la leyenda artúrica: la película de John Boorman y la de Monty Python, quizá buscando cimentar el sabor británico del álbum en las raíces culturales de las islas.

Portada de Zion Youth.

Algunos de los temas son un poco repetitivos, demasiado en la onda "trance" que estaba entonces de moda, y algunos incluso encajarían bien en algún musical de la industria cinematográfica de India, Bollywood. Pero a mí el tema que me impresionó, que fue a su vez el primero que escuché de Dreadzone, fue A Canterbury Tale, un ejercicio de folk electrónico exquisito, digno de aquellos cuentos de Chaucer que no distan demasiado en su importancia del mito artúrico antes mencionado. El tema Little Britain, además, entró con fuerza en las listas de ventas, alcanzando el puesto más alto de cuantos singles se editaron del álbum. Yo lo recomiendo alegremente, porque sospecho que para más de uno puede ser una sorpresa muy agradable escuchar a esta banda por primera vez.

jueves, 15 de abril de 2010

El código Da... Dalí


B.H.: Estoy muy interesado en la trayectoria que tomó tu carrera después de tu actuación en casa de Salvador Dalí con tu primera banda, The Ones. ¿Qué pasó con The Ones, y por qué se separaron? ¿Cómo fue tu primer encuentro con Dalí, y qué tal fue tu relación con él? ¿Qué tipo de influencia ejerció sobre ti artísticamente, y cómo era estar cerca de su persona? Creo que realmente se podría trazar una línea entre la constante experimentación surrealista de su trabajo y el tuyo...

E.F.: (...) Dalí fue una influencia realmente grande en mi vida porque su filosofía consistente en ser tan original y auténtico como fuese posible me afectó intensamente en aquel entonces. Tal y como él era, incomparable, yo invertía mucho tiempo, demasiado, en seguir esa senda filosófica. Cuando conocí a Dalí yo tenía 22 años, un chaval que supo inmediatamente que cualquier cosa es posible en el arte siempre y cuando sepas lo que estás haciendo.

Entrevista de Ben Hewitt a Edgar Froese, en The Quietus
(12-4-2010)

Resulta inabarcable el estudio de las influencias mutuas que ejercen entre sí las distintas artes, y es evidente que la música de nuestro tiempo, tanto la culta como la popular, beben de fuentes a menudo insospechadas. He querido comenzar este artículo con el testimonio que ofrece Edgar Froese, miembro fundador y líder de Tangerine Dream, del peso que el genio del surrealismo Salvador Dalí ejerció sobre él, como lo hizo igualmente sobre muchos otros. Tocó en un concierto privado en la residencia del pintor, en Cadaqués, hacia 1965. El artista español debió mantener una larga conversación con el músico alemán sobre lo que su mente inquieta deseaba para el futuro de la música de vanguardia.

La música, aun entendida como elemento alegórico, forma parte de la obra de Dalí.

Unos cuantos años después, en 1971, Dalí entró en contacto con otro pionero de los teclados, el griego Vangelis. Fue con motivo del lanzamiento del doble álbum de rock progresivo 666, a cargo de aquellos Aphrodite's Child de los que Vangelis ya dominaba las riendas con pulso firme. El letrista del álbum, Costas Ferris, conoció al pintor en una exposición en París. Allí Dalí debió ser invitado a una audición del disco (que por sus problemas con la censura llevaba un año entero pendiente de publicación), a la que acudió rodeado de guardaespaldas y apoyado en su famoso bastón. Pidió sentarse en un "trono" y allí, casi sin parpadear y sin pronunciar palabra, escuchó los 80 minutos del disco de un tirón.

Vangelis y Salvador Dalí.

Dalí quedó entusiasmado por el álbum, cuyo sonido comparó con el estilo arquitectónico de La Sagrada Familia de Gaudí y con el pictórico de Durero, y expuso una serie de ideas sobre cómo veía él una presentación en directo del álbum en Barcelona por aquellas fechas. Esto es realmente interesante: debía declararse la ley marcial en la ciudad, y nadie podría acudir al concierto salvo una pareja de pastores que luego se lo contarían todo al resto de la gente; tampoco habría un verdadero concierto, ya que la música debía ser emitida por enormes altavoces en las calles durante todo el día; soldados vestidos con uniformes nazis debían arrestar a quienes se saltaran la ley marcial; cientos de cisnes debían ser rellenados, quirúrgicamente, con dinamita, para ser puestos frente a la Sagrada Familia, donde explotarían a cámara lenta mediante efectos especiales; enormes aviones del ejército debían sobrevolar Barcelona durante todo el día, causando un ruido enorme, para después bombardear la catedral de Gaudí con elefantes, hipopótamos, ballenas y arzobispos con paraguas (especificó Dalí que se refería a arzobispos de verdad, porque "ya es hora de acabar con la Iglesia").

Aphrodite's Child: The Four Horsemen ("Los cuatro jinetes"), de 666.

Después, cuando Ferris y Vangelis le preguntaron de dónde iban a sacar el dinero para pagar un show así, Dalí tomó un par de hojas de lechuga sobrantes de la ensalada que acababa de comerse, las pegó en una hoja de papel y estampó su firma, mencionando que un coleccionista americano le daría 200.000 dólares ("40 segundos de la vida de Dalí son una fortuna", dijo). Evidentemente, la cosa no se celebró, y Dalí cortó relaciones con los músicos tras un mal comentario sobre cómo conquistó a Gala.

Portada de The Endless Enigma.

En 1990 se publicó Dalí: The Endless Enigma, un homenaje a cargo de un grupo de los más influyentes músicos de vanguardia de la época, incluyendo a Steve Roach, Michel Huygen (Neuronium), Michael Stearns y Klaus Schulze, que fue el último en ser invitado a participar y el primero en entregar su parte. Schulze resulta un evidente seguidor de la obra del pintor, ya que incluso las portadas de sus discos recuerdan a los desolados paisajes surrealistas de los cuadros de Dalí. Por cierto, el pintor, como Schulze, era también un gran admirador de Wagner. Se sabe que murió escuchando la ópera Tristán e Isolda.

Portada de un disco de Klaus Schulze, en la onda del universo Dalí.

También hay influencias obvias en la obra de Mike Oldfield, desde un tema llamado Daliphant, inspirado seguramente en los elefantes con patas de araña de Las tentaciones de San Antonio, a los relojes blandos de la portada y contraportada de The Millennium Bell y los diseños -a cargo del propio Oldfield- de los entornos de su videojuego Tres Lunas, con lejanos horizontes y elementos aislados.

Las tentaciones de San Antonio.

Debe haber muchas más influencias en mucha más gente de la música de vanguardia actual. Si sabéis algo más de esta curiosa alianza de Dalí con las "nuevas músicas", utilizad los comentarios para ponerme al corriente.

Walter Holland: Shades of Night Descending, de Dalí: The Endless Enigma.

domingo, 11 de abril de 2010

Klaus Schulze - X


CD 1

1. Friedrich Nietzsche (24:50)
2. Georg Trakl (26:04)
3. Frank Herbert (10:51)
4. Friedemann Bach (18:00)

CD 2

5. Ludwig II. von Bayern (28:39)
6. Heinrich von Kleist (29:32)
7. Objet d'Louis (añadido posteriormente) (21:32)

Como llevaba tiempo sin ahondar en las oscuridades del Krautrock (y se que algunos de los lectores son bastante afines al estilo), me ha parecido un momento propicio, tras bastante redoble de tambores con las anteriores entradas que le he dedicado, para comentar el que es seguramente -y no voy a seguir mareando la perdiz- el mejor álbum de Klaus Schulze: X, de 1978.

Klaus Schulze

El título, conjeturas aparte, no hace referencia sino al hecho de que es su décimo álbum. Para entonces, y tras los negrísimos primeros álbumes que salieron de sus teclas (Irrlicht, Cyborg, etc.), Schulze ya se encontraba inmerso en lo que podríamos llamar una "etapa clásica" de su discografía, seguramente un poco menos experimental que aquellas obras opresivas de sus comienzos, aunque profundizando cada vez más en la solidificación de su estilo personal como compositor hasta una definición plena del mismo: Schulze es el maestro sintesista de las texturas, al igual que los Tangerine Dream son los del ritmo, y Jarre el de la melodía.

X consiste en un mega-álbum conceptual. Y es "mega" porque contiene una pequeña colección de piezas largas, cada una de ellas conceptual y completa en sí misma, dedicadas a una serie de personajes ilustres de la cultura que Klaus Schulze reconoce como influencias creativas y/o ídolos personales: Friedrich Nietzsche, Georg Trakl, Frank Herbert, Friedemann Bach, Ludwig II. von Bayern y Heinrich von Kleist.

Friedrich Nietzsche

Para el tema dedicado al polémico filósofo Nietzsche (el que declaró la muerte de Dios y el advenimiento del Superhombre, amén de inspirar extremismos políticos de toda suerte), Schulze ofrece una pieza con vientos y coros sintéticos, que dan lugar poco a poco a una pieza con cadencia muy enérgica que crece y crece en intensidad épica (¿Se basaría en aquel Así hablaba Zaratustra?) y casi sin recurrir a ninguna melodía fácil de recordar.

Georg Trakl

Georg Trakl, muy recortada en el original hasta los 5 minutos y poco, es una pieza algo más sencilla y accesible, ambiental incluso, dedicada al poeta austriaco del mismo nombre.

Frank Herbert

Frank Herbert, autor de la impresionante saga de Dune, recibe una pieza no muy larga comparativamente, aunque sí muy intensa, de nuevo con coros y un ritmo aventurero e hipnótico cuyo sonido varía constantemente. Hay quienes opinan que, en su forma de plasmar el universo de la famosa "space opera" de Arrakis, este Frank Herbert es superior al propio álbum Dune que saldría a la luz un año más tarde. Yo no comparto esa opinión, aunque la pieza aquí contenida es estupenda.

Wilhelm Friedemann Bach

Friedemann Bach, concluyendo el primer CD, promete ser bastante más calmada y atmosférica, si bien hacia la mitad Klaus Schulze ya está espoleándola para dotarla de una urgencia que viene más de sus tonos inquietantes que de un ritmo electrónico propiamente dicho. Está dedicada al segundo hijo de Johann Sebastian Bach, Wilhelm F. Bach, maestro del órgano, y por eso no es de extrañar que en algún punto los sintetizadores de Schulze suenen un tanto eclesiásticos. También es notable el uso de una especie de atormentado cuarteto de cuerda, que el músico, rara cosa en él, casi no modifica electrónicamente.

Luís II de Baviera

La segunda parte de X se abre con Ludwig II. von Bayern, pieza dedicada a Luís II de Baviera. Apostaría cualquier cosa a que Schulze le admira por haber sido el principal mecenas y defensor de Richard Wagner, ídolo absoluto para el gurú electrónico alemán hasta el punto de que ni siquiera compone una pieza para él en X (seguramente reservándole algo mayor para más adelante o incluso considerando que con Timewind ya había rendido su tributo, y bastante bien). En esta pieza, la pequeña orquesta clásica que ya se intuía en Friedemann Bach queda totalmente desplegada hasta el punto de que los sintetizadores se ven desplazados.

Heinrich von Kleist

Heinrich von Kleist, finalmente, supone el trabajo más concienzudo de todo X en lo que a texturas se refiere, de nuevo con coros digitalizados y efectos cósmicos, además de algunas percusiones en su tramo final y la inclusión de un chelo. Lleva el nombre del dramaturgo, novelista y poeta del Romanticismo alemán. El bonustrack, Objet d'Luis, es una revisión en directo del tema dedicado a Luís II.

X es un disco, como ya ha quedado claro, tremendamente ambicioso en sus pretensiones, a medio camino entre el simple homenaje y la biografía concienzuda, lleno de pequeños detalles -en forma de efectos sonoros sutiles- que remiten a obras o actitudes de los personajes a los que van dedicados los temas. No deja de parecerme notorio que Schulze, que por entonces debía andar metido en el mundo de la droga hasta las cejas (se sabe que aquello le impidió obtener una mayor popularidad que la que tiene hoy en día), cuente entre sus mitos a personajes profundamente atormentados o marcados por un devenir turbulento, incluyendo la incomprensión social, el radicalismo e incluso el suicidio. Tal vez Klaus Schulze se vio avocado en algún momento hacia tales derroteros. En lo referente al estilo, el músico dota a su música de un carácter un poco menos incorpóreo de lo que acostumbraba hasta entonces, con su pequeña orquesta y las voces modificadas, liberando un poco más los sonidos del obsesivo filtrado electrónico de otros momentos. Sus sintetizadores suenan, en general, casi "a palo seco". En resumen, X es un monumento principal del Krautrock purificado de lo que se llamó Escuela de Berlín, quizá atacable por su pretenciosidad, pero una obra colosal en términos musicales. Como decía al principio, lo mejor de Klaus Schulze.

Ludwig II. von Bayern, en vivo.

jueves, 8 de abril de 2010

Era - ERA


1. Era (3:15)
2. Ameno (Vocals by Guy Protheroe and Harriet Jay) (3:47)
3. Cathar Rhythm (Vocals by Eric Geisen and Harriet Jay) (3:20)
4. Mother (Vocals by Florence Dedam) (4:59)
5. Avemano (Vocals by Harriet Jay) (4:16)
6. Enae Volare Mezzo (Vocals by Guy Protheroe and Murielle Lefebvre) (4:30)
7. Mirror (3:58)
9. After Time (Vocals by Florence Dedam) (3:33)
10. Impera (3:45)
11. Ameno (Hq Remix) (3:28)

Debo decir que tomé manía a este disco desde el momento de su publicación en 1997. Ya estaba bastante quemado con el gregoriano después del modo sistemático en que el estilo fue dilapidado en nefastas grabaciones durante aquella década, después de que los de Enigma abriesen la caja de Pandora. Monjes cantando baladas rock, monjes mezclados por dj's, etc. Y entonces llegaron éstos, los enésimos oportunistas que venían a sacarnos los dineros con el canto gregoriano.

El CD.

Era, que es el acrónimo de Eminential Rhythm of the Ancestors, tituló Era a su primer lanzamiento discográfico. El cabecilla del invento es el francés Eric Lévi, ex-rockero y compositor de bandas sonoras de cortos vuelos (Los visitantes, por ejemplo), que a todas luces intentó convertirse con este disco en el nuevo Michael Cretu. Las cifras casi lo lograron, ya que Era vendió más de 6 millones de copias. Y es una castaña.

Era se puede considerar, ideológicamente al menos, como uno de los varios precursores de la corriente histórica y medieval que ha invadido la cultura popular en los últimos años, alcanzando su cúspide con el fenómeno de El código DaVinci. Los misterios oscurantistas medievales, el catarismo y el mundillo templario se aglutinan alrededor de la imagen mediática del álbum y sus secuelas (que ya son cinco), aunque quedando todo ello muy lejos de lo que a los verdaderos melómanos les hubiese gustado. Era es como el primer y sobrevalorado primer álbum de Enigma, Mcmxc a.d., solo que todavía más ramplón: el gregoriano ni siquiera es auténtico, ya que los coros son mixtos y el latín, directamente falso; el ritmo no es nada del otro mundo, ya que suena siempre igual, como a música house radiable; y si sigo me voy a aburrir.

Videoclip de Ameno.

Videoclip de Mother.

Videoclip de Enae Volare Mezzo.

Por supuesto que Era contiene algún momento decente, como el tema introductorio y su guitarra eléctrica, heraldo de promesas incumplidas, o Enae Volare Mezzo, bastante épico. No suenan mal la guitarra en Mirror, en una línea Oldfield o Gilmour un poco pasados de vueltas; o Avemano, más o menos relajante. Toca fondo Era en las insufribles Mother, un error en toda regla, Cathar Rhythm, infumable con su imitación de las voces en inglés de Enigma, o After Time, poco menos que aberrante. Para rematar la faena, concluye el disco con una versión discotequera del sobado single principal Ameno.

Portada del single Ameno.

No es que pretenda hacer daño a nadie con esta crítica negativa, ya que se que hay otras muchas muy positivas de Era por ahí danzando, y sobre todo teniendo en cuenta que el mercado new age ha dado engendros en la misma línea y enormemente inferiores, si cabe, como el nefasto Enigma Borgia que salió hace poco a cuento de una cacareada TV movie sobre los Borgia. Lo que creo es que el éxito de subproductos como este no hacen sino incidir en la equivocada idea de que las llamadas "nuevas músicas" consisten en ritmillos electrónicos con música gregoriana o étnica enlatada, todo para relajarse o hacer manitas con la novia. O lo que es peor, para dárselas de espiritual y hasta de culto. Tristemente, hay una mayoría del público no iniciado que lo ve así, y es gente que en su vida ha escuchado ni escuchará un álbum de Tangerine Dream, Suzanne Ciani o Loreena McKennitt, y ni siquiera uno completo de Enigma (los auténticos, digo). Yo, por mi parte y a través de este blog, humilde y limitada herramienta, seguiré luchando en esta cruzada.