domingo, 28 de febrero de 2010

Giorgio Moroder - MIDNIGHT EXPRESS


1. Chase (8:26)
2. Love's Theme (5:34)
4. Istanbul Blues (Vocal: David Castle) (3:23)
5. The Wheel (2:29)
6. Istanbul Opening (4:48)
7. Cacaphoney (3:01)
8. (Theme from) Midnight Express (Vocal: Chris Bennett) (4:47)

Buena parte del humor negro difundido sobre las cárceles turcas tiene su origen en una historia que no tiene ninguna gracia: la de Billy Hayes, un niñato americano e incauto que intentó traficar con una ínfima cantidad de hachís en Turquía. En la novela El expreso de medianoche y la película que guionizó Oliver Stone y filmó Alan Parker en 1978, se cuentan las penurias que Hayes sufrió durante su reclusión en una de estas prisiones, en las que los abusos sexuales y otros atentados contra los derechos humanos estaban a la orden del día. El recluso se vio obligado a planear la huída, tomar lo que en la jerga del lugar conocían como "expreso de medianoche". La película obtuvo un gran éxito, además de levantar una enorme polvareda que terminó por hacer que Hayes y Stone matizaran su aterradora visión del pueblo turco.

Giorgio Moroder, un hombre a un bigote y unas gafas de sol pegado.

No tantas polémicas acompañaron a la banda sonora del filme, a cargo del músico italiano Giorgio Moroder, ya que acabó por lograr el Oscar de Hollywood en su categoría. Moroder, un tipo que antes y después de aquello se volcó en el lado más popero y bailable de la música electrónica, llevó a cabo aquí una de las proezas más destacables del género en su época, comparable por momentos a aquellos Carros de Fuego que acabarían por cambiar para siempre la concepción que hasta entonces se tenía del clasicismo en las bandas sonoras.

Portada original.

La de Midnight Express es una partitura variada e inspirada, no dependiente únicamente de la cualidad rítmica de otras obras de Moroder. Evidentemente, hay piezas enérgicas y de cadencia marcada, como la emblemática Chase, el tema más difundido del filme, o la algo más sosegada (Theme from) Midnight Express, en la que se incluyen arreglos de cuerda muy efectivos. Para mí, la gran sorpresa del álbum es Love's Theme, una pieza muy melódica y evocadora, a la altura del mejor Vangelis, en la que los coros y los arreglos clásicos resultan magníficos. Otros temas son de carácter incidental, como la tenebrista The Wheel, o la muy inquietante Cacaphoney. Incluye el disco oficial, además, dos temas vocales: Istanbul Blues, cantada por David Castle, y una versión del (Theme from) Midnight Express con la voz de Chris Bennett.

Single con el tema Chase, que sonó con fuerza.

Siempre me ha desconcertado la tendencia del cine de aquellos años hacia contratar a músicos electrónicos o de vanguardia para poner música a películas ambientadas en países exóticos o del llamado "tercer mundo", a pesar de que los estilos de estos músicos poco o nada tengan que ver con lo que tendrían que llevar a cabo para los filmes. Ahí está la inclusión de temas de Vangelis en El año que vivimos peligrosamente, este Midnight Express, o la posterior banda sonora de Mike Oldfield para Los gritos del silencio. Será que suelo asociar a estos músicos (no tanto a Oldfield) con el género de ciencia-ficción, y por eso no me choca tanto escuchar a Wendy Carlos en Tron, o al griego antes mencionado en Blade Runner. En el caso del disco que nos ocupa, Giorgio Moroder consigue colar unos pequeños toques arábicos en el tema principal del filme, y algún matiz suelto en las piezas incidentales, pero al final el conjunto responde más al contenido emocional del filme que a un propósito de recreación de ambientes. También es interesante escuchar los efectos algo "pueriles" que se utilizaban en la música de baile, muy retro, aunque indudablemente entrañables.

Creo que es un vídeo promocional oficial, con el tema Chase.

En fin, que aunque uno no termine de casar demasiado bien la música con lo visto en la película, habría que llorar en todo caso por un solo ojo, ya que el álbum con la banda sonora es estupendo, un clásico de toda la vida.

viernes, 26 de febrero de 2010

Harold Budd / Brian Eno / Daniel Lanois - THE PEARL


1. Late October (4:38)
3. The Silver Ball (3:26)
4. Against the Sky (4:46)
8. The Pearl (3:07)
9. Foreshadowed (3:54)
10. An Echo of Night (2:22)
11. Still Return (4:11)

Parecerá que soy un adorador confeso de Brian Eno, pero es la cantidad de brillantes trabajos a sus espaldas más que la admiración que pueda yo profesarle (que se la profeso, claro que sí) la que le hace aparecer con bastante regularidad en Otras músicas. Otros mundos.

The Pearl (1984) es, como decía antes, una pieza clave en la música de vanguardia actual. Viene a ser una continuación estilística del anterior Ambient 2: The Plateaux of Mirror, aunque aquí el grado de experimentalismo es obviamente menor. En Ambient 2 todo fue bien, y aquí Budd y Eno se lanzaron de cabeza a la piscina, apostando sobre seguro y saliendo triunfantes de la que podría ser una de las grabaciones más bellas del género ambiental.

Contraportada del CD.

De nuevo nos encontramos al piano modificado de Harold Budd llevando la voz cantante del álbum, tratado exquisitamente en ese ecléctico laboratorio de sonidos que manejan Eno y Daniel Lanois (encargado también de diseñar la portada y de aportar su caserón victoriano de Canadá como estudio de grabación). A diferencia de lo que sucedía en The Plateaux of Mirror, aquí el sonido no pierde definición a causa de la naturaleza improvisada y "primitiva" del momento de grabar a palo seco, sino que los productores se vuelcan en dotar a las sencillísimas piezas pianísticas de todos los suaves almohadones de nubes que son desde siempre la marca de la casa Eno, sin ruidos de fondo ni matices rupturistas. Aunque sea difícil de explicar con palabras, en más de un momento resultan más fascinantes los intervalos de eco y susurros electrónicos entre las notas de piano que las propias notas. Los entendidos destacan los temas Against the Sky, muy meditativo e improvisado, y Still Return, apropiado e intenso broche final; a mi me gusta bastante A Stream with Bright Fish ("un arroyo con peces brillantes"), pero no sobra ni un segundo de música en todo el CD.

Una visión de conjunto, dando el oportuno paso atrás, nos revela una especie de colección de valses a cámara lenta, una forma musical que parece remitirnos a la noche, pero no como una fuente de amenaza o inquietud, sino destilando paz y sosiego. Por eso, la música de The Pearl es oscura pero nunca tenebrosa.

Vista trasera de la carpetilla del CD.

Consiguen todos estos esfuerzos del trío de músicos que cada uno de los nocturnos y poemas tonales que configuran el disco sean de una delicadeza arrebatadora, frágiles como el cristal y de un intimismo prístino. The Pearl se escucha con el corazón en un puño, y es una pieza indispensable más allá de opiniones personales.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Dead Can Dance - THE SERPENT'S EGG


2. Orbis de Ignis (1:35)
3. Severance (3:22)
7. Song of Sophia (1:24)
8. Echolalia (1:16)
9. Mother Tongue (5:16)
10. Ullyses (5:09)

Éste es uno de esos grupos cuya música conoces, pero no acabas de ponerles nombre. Dead Can Dance se formó en Melbourne en los '80, aunque el éxito les llegó sobre todo en el Reino Unido. Sus dos únicos componentes eran (lo digo en pasado porque creo que no continúan como dúo) Brendan Perry y Lisa Gerrard, muy conocida posteriormente por sus trabajos como vocalista en solitario para películas como Gladiator o Black Hawk Derribado (ambas de Ridley Scott). Pocas veces se da el caso de que un grupo evolucione tan drásticamente desde sus primeros trabajos hasta los últimos, y es que los Dead Can Dance comenzaron haciendo una especie de pop-rock oscuro -gótico, según apuntan las fuentes- y después evolucionaron hacia la supresión casi total de su carácter rockero para realizar piezas basadas casi exclusivamente en largos cánticos sobre sintetizadores, con tonalidades étnicas y hasta medievales.

He seleccionado este The Serpent's Egg de 1988 para comenzar a hablar de esta banda porque contiene la que es, a mi juicio, el tema más difundido de Dead Can Dance, The Host of Seraphim, que ha aparecido tanto en el filme documental Baraka como en La Niebla, adaptación de una novela de Stephen King por parte de Frank Darabont. The Serpent's Egg ("El huevo de la serpiente") fue grabado en un abigarrado edificio de apartamentos de Londres, siendo entonces -aunque no en adelante- Perry y Gerrard pareja sentimental.

Brendan Perry y Lisa Gerrard.

En los temas abunda el estilo antes descrito: predominancia vocal, con varias interpretaciones de la Gerrard, superpuestas unas sobre otras como si de un pequeño coro se tratase, aunque Brendan Perry también canta en los temas Orbis de Ignis, In the Kingdom of the Blind the One-Eyed Are Kings ("En el reino de los ciegos, los tuertos son los reyes") y Ullyses. La producción es bastante densa, con tendencia a elevar los ecos de los sonidos y darles una mayor dimensión espacial. Unos cuantos músicos más se encargan de los instrumentos, sobre todo violas, violonchelos y violines, y Perry toca la zanfona, otro instrumento de cuerda, esta vez claramente medieval.

La expresión "Dead Can Dance" se refiere al hecho de dotar de vida a algo inerte u olvidado, y teniendo en cuenta el estilo del dúo australiano caben varias interpretaciones posibles: su aproximación a tradiciones musicales muy antiguas, arcaicas casi, para dotarlas de nueva vida; o simplemente evoca el oscurantismo que se desprende de obras como ésta, que en el tema antes mencionado The Host of Seraphim alcanza dimensiones colosales de dramatismo y amargura, y que en el resto de los cortes no abandona en absoluto su resonancia tenebrosa, semejante a la que puede provocar la contemplación de un cuadro de El Bosco o la lectura de un relato de horror cósmico. Verdaderamente impresionante.

Michael Nyman en España

El compositor e intérprete británico Michael Nyman, una de las cabezas visibles del minimalismo musical internacional, se encuentra de gira por España en este momento. El viernes, 19 de febrero, Nyman acompañó el desfile del diseñador Adolfo Domínguez en la Madrid Fashion Week, acompañado de su banda, la Michael Nyman Band. Este acto, en la línea bastante experimental del creativo Nyman y propio de su gusto por las actuaciones en directo, ha servido para promocionar sus actuaciones en Madrid el día 23 (Teatro Circo Price), y en Barcelona, el 24 (Palau de la Música).

Michael Nyman y los suyos presentarán tanto sus grandes éxitos ya clásicos como su nuevo trabajo, The Glare, junto al cantante y letrista David McAlmont, quien a juzgar por sus biografías de la web, si bien nunca ha sido una estrella sí que ha formado parte de proyectos muy conocidos.

Nyman viene por España con relativa frecuencia, pero aun así no deberían perdérselo aquellos a quienes les pille cerca. Y que se pasen por Otras músicas. Otros mundos y nos lo cuenten.

Michael Nyman y David McAlmont.

domingo, 21 de febrero de 2010

SACRED SPIRIT: CANTOS Y DANZAS DE LOS INDIOS AMERICANOS



Solamente se me ocurren dos maneras de hacer una crítica sobre este disco: la buena y la mala, y ambas posiciones son extremas. Pero lo primero es lo primero, y debemos comenzar diciendo que este Sacred Spirit: Chants and Dances of the Native Americans fue lanzado en 1994, siguiendo la estela de otros discos de entonces que fundían cantos ancestrales con música de sintetizador. Pensemos en el gregoriano de Enigma o en las voces selváticas de Deep Forest, y en el dineral que obtuvieron con estos ingredientes. Los autores del invento fueron unos desconocidos Claus Zundel (que aprece bajo el seudónimo de "The Fearsome Brave", algó así como "El Temible Valiente"), Ralf Hamm y Markus Staab, que vendieron unos 15 millones de copias y editaron un montón de secuelas dispersas de esta popular obra musical, algunas sobre el mundo del jazz y el blues.

Carátula trasera.

Sacred Spirit contiene sampleados de cánticos rituales amerindios, de los Navajo, los Pueblo, los Sioux y los Sami, arropados por la electrónica de los tipos antes mencionados, aunque sin excluir de la mezcla las percusiones originales de los nativos. El single más conocido es Yeha-Noha, que se escuchó con fuerza en la radio y seguramente en algún anuncio de TV.

Portada alternativa.

Y ahora viene la polémica. ¿De qué se trata realmente Sacred Spirit? ¿Es un homenaje maduro y artístico a los indios americanos y sus tradiciones ya casi olvidadas, con el fin de darles nueva vida en la modernidad? ¿O es un sacacuartos que utiliza el exotismo de los indios para que los mismos que hace siglo y medio los metieron en minúsculas reservas sigan llenándose los bolsillos a su costa? No me atrevería a elegir entre ambas opciones, sobre todo porque no terminan de excluirse mutuamente. Por un lado, pienso que Sacred Spirit contiene buena música y que hay en él una verdadera conciencia del sufrimiento del pueblo indio y la forma en que, de ser una raza orgullosa que dominaba Norteamérica de costa a costa, fueron prácticamente exterminados y convertidos tardíamente sus descendientes en atracción turística. Debemos recordar que una parte de lo recaudado con la venta de cada disco iba a parar a la más importante fundación en favor de los derechos de los nativos americanos.

Portada norteamericana.

Por otro lado, la música no es especialmente representativa de la que realizaban las tribus originales (¿Para qué el ritmillo de sintetizador?), y como testimonio cultural de los nativos está, como poco, adulterada. Quiero pensar que quienes hicieron este disco pensaron que realizar una grabación auténtica de un cántico ritual indio serviría para su archivo y su preservación, pero no para su difusión a gran escala, cosa mucho más enriquecedora en lo que se refiere a la concienciación del público masivo. Pero concienciar es una cosa, y forrarse es otra. No lo se, llegado a este punto prefiero centrarme en disfrutar de la música y dejar a un lado las connotaciones culturales. Haced vosotros lo mismo.

Yeha-Noha

sábado, 20 de febrero de 2010

James Horner - AVATAR


8. Scorched Earth (3:32)
9. Quaritch (5:01)
13. War (11:21)

Entre los elogios por sus logros técnicos y las comprensibles críticas por su falta de originalidad, la película Avatar (2009) se ha convertido en la más taquillera de la Historia. De su director, James Cameron, algunos dicen que en algún momento de su carrera (digamos en Mentiras Arriesgadas) logró la fórmula perfecta para el éxito en taquilla y el apoyo crítico, una especie de secreto al estilo del de la Coca-Cola que vendría a consistir en una mezcla de aventura, efectos especiales, romance y tono accesible a todos los públicos. Con la bastante más empalagosa y -creo- sobrevalorada Titanic (1997) se volcó en el lado romántico de la fórmula, mientras que con esta Avatar que nos ocupa, se ha decantado por la aventura de corte clásico, arquetípico, en una muy hábil mezcla de Flash Gordon y Bailando con lobos. La cosa es que Cameron, cuya inteligencia nadie pondría en cuestión, ha vuelto a contar con su músico de cabecera, James Horner.

El un poquillo holgazán James Horner.

Horner se ha pasado los últimos diez años largos en piloto automático, con bandas sonoras más bien planas y poco sorprendentes en las que varias veces ha reciclado su propio material. Famoso para mal se ha hecho su así llamado "parabará", una especie de toque breve de trompeta que viene sonando incansablemente desde los tiempos de Willow (1988), o antes, y que viene a ser una especie de señal de que "algo misterioso y/o peligroso acaba de aparecer en pantalla".

No obstante, antes de que James Horner pasara a la lista de sospechosos habituales, sí que logró ganarse el respeto como uno de los más grandes músicos de cine de las últimas décadas, con temas famosísimos para Braveheart, Leyendas de pasión, la mencionada Willow o la tan traída y llevada Titanic, que le valió el Oscar. Personalmente, pienso que James Horner es un músico más bien limitado, aunque capaz, eso sí, de crear estupendos temas centrales para cada una de las películas en las que trabaja, pese a que acaba por convertir las bandas sonoras (los discos publicados con las mismas, al menos) en repeticiones constantes de estos temas centrales, unas veces más lentos, otras más rápidos, otras más cargados, otras más íntimos. Por ejemplo, la partitura de Titanic adolece de este carácter reiterativo y empachoso.


Imágenes de la película.

Fue hace unos años cuando James Horner pareció gritar "aquí estoy yo" con la fabulosa banda sonora que creó para Apocalypto, maravilla de Mel Gibson en la que Horner se adentra en un ambiente selvático, claramente experimental y primitivo dominado por voces ancestrales y efectos sonoros percusivos. Nada que ver con los vientos y cuerdas de otras partituras. Pienso que la música de Avatar, aun con sus defectos, reúne lo mejor de cada una de estas dos formas de hacer las cosas: la música es tan clásica como el argumento del filme, con su orquesta de toda la vida y sus fanfarrias desarrollando un tema central claramente definido, aunque abundan los elementos electrónicos y de vanguardia (es una película de ciencia-ficción, no lo olvidemos), así como un componente tribal muy acusado. Avatar se desarrolla en el planeta Pandora, donde la naturaleza ha dado lugar a formas caprichosas, de colores chillones y bioluminiscentes, siendo todo el planeta una especie de Amazonia gigantesca. Los habitantes del planeta, los Na'vi, son el equivalente de los aborígenes de alguna película de descubridores. Cazan con arcos y flechas y viven en tribus. Por otra parte, los seres humanos -los invasores, en este caso- están altamente tecnologizados, utilizan maquinarias enormes y viven en un entorno futurista. James Horner mezcla en sus temas ambas cosas, la tecnología punta y el primitivismo selvático. Mediante algunos efectos sonoros de sonido muy curioso (estridente incluso) consigue sugerir el carácter biolumínico de los seres de Pandora, o puede que incluso "salten" del resto de la partitura como las imágenes en 3D lo hacen de las pantallas de cine.

Ilustración conceptual sobre Avatar.

Personalmente, creo que la banda sonora de Avatar contiene cuatro o cinco temas memorables, tanto por su clasicismo como por el tratamiento ultramoderno que los acerca a la temática de este blog (especialmente la primera mitad del álbum y la magnífica Becoming One of "the People"/ Becoming One with Neytiri), mientras que una parte igual o ligeramente mayor de los temas es algo más rutinaria, incluso autorreferencial respecto a otros trabajos de Horner. No está mal esta banda sonora, y desde luego es estupenda si tenemos en cuenta lo fácilmente que el compositor sale del paso por la mínima.

P.D., no se de dónde ha salido, pero hay circulando por ahí un bonustrack llamado Into the Na'vi World que, además de ser un final perfecto para el disco (mucho mejor que la simplonada de tema pop), me recuerda vagamente a La Misión, de Morricone. No se dónde se consigue, pero aquí enlazo a YouTube.

jueves, 18 de febrero de 2010

Klaus Schulze - TIMEWIND


1. Bayreuth Return (30:32)
2. Wahnfried 1883 (28:38)

Klaus Schulze siempre ha sido un seguidor del músico Richard Wagner. En 1975 le dedicó este Timewind, considerado por muchos expertos como su gran obra maestra. Está claro que es uno de sus grandes álbumes, pero estas alabanzas suelen venir de los Estados Unidos, donde fue el único de sus discos publicado durante muchos años, y no había con qué compararlo. Pudo servir este Timewind, dando un paso atrás para observar la carrera de Schulze, como su bisagra personal para pasar del Krautrock a la llamada Escuela de Berlín, estilo el segundo que es heredero del primero, si bien con un toque más cósmico y depurado.

Carpeta interior de Timewind.

De nuevo nos encontramos, como siempre ocurre con esta clase de disco, con las innumerables críticas que se centran en su apartado técnico: que fue el primer disco de Klaus Schulze en el que utiliza un secuenciador, que hay un sintetizador Moog para crear melodías dispersas, etc. Pero a mí me gusta más hablar de a qué suena cada obra, y este Timewind me resulta un disco, digamos, de sonido tridimensional. Como si de una película en 3D se tratase, los efectos sonoros del álbum (sobre todo el efecto de "viento" de Bayreuth Return) parece emerger de algún lugar situado entre el oyente y el altavoz, estirando al máximo las ya de por sí sorprendentes posibilidades del sonido en estéreo. Los demás temas del álbum abundan en esta punzante calidad sonora, ya que en algún momento la música parece volverse algo que podamos tocar físicamente con las manos.

Bayreuth Return es una pieza improvisada en el estudio de grabación, apoyada en un patrón rítmico impuesto por el ya mencionado secuenciador, con algunos sonidos de cuerdas y salpicón de efectos sonoros. Wahnfried 1883, por su parte, es un tema algo más complejo e intencionado, con varias capas de música superpuestas y un tono más lento.

Klaus Schulze manipulando un armatoste de los de antes.

¿Y qué pinta Richard Wagner en todo esto, si era un compositor clásico que poco o nada tenía que ver con los delirios espaciales y electrónicos del Krautrock? Pues primero los títulos de los temas: Bayreuth es el lugar donde nació Wagner y donde está situado el auditorio que él mismo concibió como escenario perfecto para su ciclo operístico El anillo del nibelungo; y Wahnfried es el nombre de la casa del músico en Bayreuth, donde descansa precisamente desde 1883. Y en segundo lugar, Wagner está vivo en Timewind porque el segundo tema contiene un ejemplo de "leitmotiv", un tema de los que utilizaba Wagner para identificar musicalmente un sentimiento o incluso un personaje, que va sufriendo pequeños cambios a lo largo de la pieza pero que, en términos generales, preside toda la composición. No creo que esto sea fácil de apreciar, sobre todo considerando lo que esta gente de la electrónica setentera alemana entendía por melodía. Lo que sí me parece más tangible es la idea que preside Timewind: hacer que el oyente sienta que se ha detenido en el tiempo, que el universo a su alrededor permanece estático, al menos mientras duran las piezas.

Nótese que las dos primeras piezas que apunto arriba formaban parte del Timewind original, y que Klaus Schulze añadió otras tres para su reedición en CD doble: Echoes of Time, Solar Wind y Windy Times. Aparte del parecido de Echoes of Time con Bayreuth Return, no acabo de encontrar más razones por las que el músico metió las tres piezas en el paquete, aunque tampoco se muy bien por qué no debería hacerlo. Es un gran álbum, bastante más llevadero que las anteriores propuestas del alemán. No he encontrado temas en Goear, así que podemos pasar al sustitutivo aunque insatisfactorio mundillo del mp3.

martes, 16 de febrero de 2010

Mike Oldfield - EXPOSED


1. Incantations (Parts 1 & 2) (26:30)
2. Incantations (Parts 3 & 4) (20:50)
5. Guilty (6:22)

"Si la genialidad es dolor, Mike Oldfield es masoquista"
(revista Sounds)

Tras el regreso de sus famosas terapias de personalidad y con motivo del lanzamiento de su último disco Incantations (1978), Mike Oldfield quiso abrirse al mundo y buscó el contacto directo con el público mediante una serie de conciertos. Pero resulta que Mike era un tipo tan obseso de la perfección y estaba tan eufórico por su nueva situación personal que no pretendía contentarse con cualquier cosa. Su intención quedó clara en cuanto se abrió el telón por primera vez en su gira de 1979: reproducir tal cual su característico sonido de los '70, el de sus obras épicas Tubular Bells, Hergest Ridge, Ommadawn e Incantations, para lo que iba a ser necesaria una enorme cantidad de músicos que se encargasen de los múltiples instrumentos propios del rock progresivo, mas un coro y una pequeña orquesta clásicos (50 componentes en estos últimos) y un equipo técnico a la altura de las exigencias: entre otros estaban Pierre y Benoit Moerlen, que se encargaban de las percusiones; Nico Ramsden y Phil Beer de las guitarras junto al propio Mike; y las del coro venían del Queen's College. Los llamados "Tubular Shows" llevaron a Mike y los suyos por Europa interpretando Tubular Bells, Incantations y el reciente single Guilty, en una serie de 15 espectaculares conciertos que, pese a la gran afluencia de público y al beneplácito de la crítica, casi dejó al músico en la bancarrota. Y eso teniendo en cuenta que, previsor él, Mike Oldfield no pagó a los músicos en base a que sus interpretaciones pudiesen ser grabadas, sino únicamente por sus actuaciones puntuales.

Buscando engrosar sus ingresos, Oldfield y la compañía Virgin lanzaron el doble vinilo Exposed en una edición limitada de 100.000 copias que más tarde se ampliaría indefinidamente al llegar el formato CD. Exposed recoge grabaciones de la gira (que comenzó, por cierto, con dos shows en Madrid), reconstruyendo a pedazos lo que sería uno de los conciertos al completo. Tampoco terminó de cuajar el invento a nivel de ventas, pero ha quedado no solo como el único álbum en vivo -oficial- de Mike Oldfield, sino como uno de los mejores jamás realizados de este tipo, muy recordado y admirado por los aficionados.

Portada de la edición en CD. Los trozos de película son de Kodak.

Exposed propone, por un lado, una revisión fiel de Incantations, muy lograda pese a los teóricos puntos flacos de todo lo hecho en directo y a que se suprimen algunas de las mejores partes, como el tema que sigue a la fanfarria inicial de la tercera parte, o al tremendo pasaje de guitarra y bajos que al final de la cuarta, justo antes del cántico final. No entiendo muy bien, sin embargo, la necesidad de unir las partes 1 y 2 en un solo corte del CD, y las 3 y 4 en otro, cuando habría sido igual de fácil y más correcto separar cada tema en un corte.

Otras épocas. Otros peinados.

El plato fuerte es, sin embargo, Tubular Bells. Y no se trata solamente de que sea la obra cumbre de Oldfield, sino de que aquí es él mismo quien realiza la versión más ocurrente jamás realizada de la misma. Tubular Bells Part One es interpretado en plan "big band", con un tono muy popero y rítmico, no sólo demostrando el creciente aperturismo del músico británico, sino también demostrando la versatilidad de una composición que a veces es calificada -equivocadamente- como misteriosa o inquietante en términos generales. Aquí es pura algarabía, color y nervio, con un inicio vibrante y una parte final (la del maestro de ceremonias) de antología, con trompetas y todo.

Vídeo del final de Tubular Bells (Part 1).

Tubular Bells Part Two elimina la primera mitad de sus movimientos, yendo directamente a la parte llamada "Piltdown Man" que en el disco original era cantada por una voz de cavernícola. Es la orquesta clásica la que abre este tema, pareciéndose al principio a aquel The Orchestral Tubular Bells para pasar en seguida y por sorpresa al estilo "big band" antes comentado, con momentos de rock duro bastante intensos. Genial es también la tonadilla marinera del final, en la línea habitual de las filigranas que sobre ella haría Mike en conciertos posteriores (lo del concierto en Montreux tocando este tema es simplemente inhumano: Mike parece tener siete u ocho dedos en cada mano, y su guitarra veinte cuerdas). El tema Guilty, algo insípido para mi gusto, es mezclado aquí con la parte final de Tubular Bells Part One, y el engendro queda bastante bien como propina, y de paso como single promocional.

Imágenes de la carpeta interior del álbum.

Vamos, que Exposed es una gozada de las que solamente en aquellos años salían a la luz, dignísimo canto del cisne de la era de los dinosaurios (con permiso de Pink Floyd y su contemporáneo The Wall) y nexo -más definitivo aun que el propio Incantations- de lo que había sido Mike Oldfield con lo que todavía tendría que ser en los años ochenta. Recomiendo el visionado del DVD que se lanzó hace unos años, con opción multiángulo para ver distintas tomas del concierto como si fuésemos nosotros los encargados de su montaje. Incluye una escena, en el descanso del concierto, en la que Mike y su banda se enzarzan en una simpática guerra de aviones de papel con el público del auditorio, y en la que vemos a la estrella invitada de la gira, la artista folklórica británica Maddy Prior, corriendo como una loca mientras suena The Sailor's Hornpipe.

Imágenes de la carpeta interior del álbum.

Viendo el concierto seleccionado para el DVD (en el Wembley Conference Centre) podemos darnos cuenta de cual es el sentido que Mike Oldfield da a su música. La disposición de los artistas en el escenario, los sencillos uniformes color crema, las abstractas y escuetas proyecciones del fondo... la música misma como lo mejor del espectáculo, con todos los intérpretes funcionando por y para ella, tocando toda clase de instrumentos y añadiendo los efectos pertinentes. No estoy en absoluto en contra de los fabulosos despliegues de pantallas gigantes y rayos láser que tanta fama han dado a los conciertos del mundo del rock, pero este concepto de espectáculo llama la atención mucho más por el contenido que por la forma, y eso es un punto muy grande a su favor.

Mike Oldfield hace el cabra en una variante de la foto de portada de Exposed. (de mikeoldfield.de)

Desde luego, no creo que un rompehielos del género como Mike Oldfield necesite más capotes por mi parte, así que me limitaré a recomendar Exposed a cualquiera que alguna vez tenga la oportunidad de verlo (está enterito en YouTube) u oírlo.


El "bis", con Guilty y el final de Tubular Bells Part One mezclados.

sábado, 13 de febrero de 2010

Antônio Carlos Jobim - WAVE


1. Wave (2:58)
2. The Red Blouse (5:06)
3. Look to the Sky (2:20)
4. Batidinha (3:15)
5. Triste (2:04)
6. Mojave (2:23)
7. Diálogo (2:52)
8. Lamento (2:44)
9. Antigua (3:10)
10. Captain Bacardi (4:30)

Es frecuente que el estilo musical conocido como bossa nova sea considerado como un género, como si siempre hubiese estado ahí, o por lo menos como si lo siguiese estando. Pero resulta que no es así, oficialmente al menos, ya que el movimiento propiamente dicho solamente duró seis años, de 1958 a 1963. ¿Y qué es la Bossa Nova? Pues sin meterme en camisas de once varas, puede definirse como una forma de samba más íntima, menos orientada al baile y más minimalista (entiéndase el término en sentido amplio), entroncada con la tradición jazzística internacional. El "manifiesto" lo firmaron Vinicius de Moraes, Joao Gilberto y Antônio Carlos Jobim, y lograron una difusión internacional que pasó de entusiasmar, en un principio, a los jóvenes estudiantes de música de Río, a convertir temas de su ortodoxia como La chica de Ipanema, al final, en himnos universales con cientos de versiones de todo tipo.

Portada alternativa, casi igual pero en rojo.

Dice un tal Norman Gimbel, en el libreto del CD de Wave, que "el hogar de Antônio Carlos Jobim es Río -la Río de las aguas azules y los cielos azules, del café negro y de las cosas verdes que crecen y crecen, del Pan de Azúcar y de Ipanema, de su mujer y de sus hijos. Para Jobim, Río es un lugar de paz y ocio placentero, un lugar sin presiones". Wave (1967) fue el tercer lanzamiento de Jobim, a mi juicio perfecto ejemplo de bossa nova, digno de un diccionario. Las piezas, eminentemente instrumentales, están basadas todas ellas en la serena contemplación de la vida cotidiana de la cálida Río de Janeiro, ciudad de la que Jobim solamente se ausentaba cuando tenía que supervisar la grabación de sus obras. La única excepción es Mojave, inspirada por la ocasión en que Jobim visitó el famoso desierto norteamericano. La lista de artistas participantes es muy larga, pero mencionaremos a Claus Ogerman, que dirige a la banda y realiza los arreglos, mientras que el propio Antônio Carlos Jobim se dedica a tocar la guitarra y el piano. Vinicius de Moraes coescribe el tema Lamento, único tema vocal del álbum.

Antônio Carlos Jobim, en la fotografía trasera del estuche del CD.

El ritmo genuínamente brasileño de Tom Jobim (como también se le conocía) es inconfundible, y no es de extrañar que hiciese las delicias del masivo público estadounidense hasta el punto de que su bossa nova fue incorporada al jazz como subgénero bastante reconocible, llenando los lugares de ocio de los ingenuos U.S.A. de los años cincuenta y sesenta con sus tórridos matices sensuales, como de alocada aventura turística en las playas de aquella Hispanoamérica que siempre ha sido considerada por los yankees (desgraciadamente) como su patio privado de recreo. Por suerte, y gracias a la magia de Internet, ahora jugamos todos.

jueves, 11 de febrero de 2010

Varios artistas - PASSION SOURCES


1. Shamus-Ud-Doha Bader-Ud-Doja (4:53)
Nusrat Fateh Ali Khan & Party (Pakistán)
2. Call to Prayer (3:54)
Baaba Maal (Senegal)
3. Sankarabaranam Pancha Nadai Pallavi (5:05)
Shankar & The Epidemics (India)
4. Ulvi (1:37)
Kudsi Erguner (Turquía)
5. Fallahi (3:00)
Hossam Ramzi (Egipto)
6. Sabahiya (2:21)
Banga (Tanta-Suaag) (Egipto)
7. Tejbeit (Etiopian Bar Song) (2:44)
Interpretada por músicos etíopes desconocidos
8. Prelude in Tchahargah (3:19)
Mahmoud Tabrizi Zadeh (Irán)
9. Wedding Song (2:42)
Interpretada por músicos marroquíes desconocidos
10. Magdalene's House (2:48)
Abdul Aziz el-Sayed (Irán)
11. Yoki (2:08)
Fatala (Guinea)
12. Ya Sah (2:21)
Nass El Ghiwane (Marruecos)
13. Al Nahla Al 'Ali (2:56)
Les Musiciens du Nil (Egipto)
14. Song of Complaint (3:08)
Antranik Askarian y Khatchadour Khatchaturian (Armenia)

Cuando comenté al álbum Passion en esta misma página, un bloggero apuntó en los comentarios que Peter Gabriel y la creación de su sello Realworld habían sido muy criticados en su momento por fomentar el expolio de las músicas tradicionales del mundo por parte de las discográficas. Efectivamente, se había encontrado un filón virtualmente ilimitado en la publicación de obras musicales de todas partes del mundo, patrimonio irrenunciable en todos los casos de sus pueblos de origen, por no hablar de que muchas de las piezas musicales que serían objeto de publicación y venta a gran escala tenían un carácter religioso o ritual y que, por lo tanto, no tenían por qué ser banalizadas al hacer que cualquier fulano de tal las escuchara tranquilamente en su coche como quien pone una balada pop.

Estoy completamente de acuerdo con que el auge comercial de la música étnica conllevaba correr este riesgo bastante grave, pero ahora que han transcurrido unos años desde aquellos últimos '80 me atrevo a hacer mi personal balance. Por una parte, nos hemos encontrado multitud de obras más o menos "mundanales", al estilo de Enigma o Deep Forest, que han reciclado temas étnicos para acoplarlos a sus creaciones electrónicas con mayor o menor fortuna; por otro, varios sellos como el mismo Realworld antes mencionado, no solamente han respetado las obras originales en gran medida, sino que han contado con la intervención directa de los propios músicos y cantantes que, movidos siempre por su libertad creativa, se han decantado tanto por universalizar su sonido de cara al público mayoritario, como por mantener viva la raigambre de la tradición. Al final, eso que llamamos "occidente" ha aprendido más de lo que ha expoliado, y el previsible daño a las fuentes culturales -siempre a mi juicio, claro- no ha sido excesivo.

El siempre creativo, siempre inquieto, Peter Gabriel.

Este Passion Sources ("Fuentes de pasión"), de 1989, vino a ser una secuela del éxito de Passion, banda sonora original de La última tentación de Cristo compuesta por Peter Gabriel. Tanta curiosidad suscitó aquella música mística de Oriente Medio en el público que Gabriel en persona se encargó de realizar esta especie de recopilación, que viene a ser un muestrario de las fuentes de las que bebió el músico para realizar aquella banda sonora mítica. Prácticamente todos los sonidos con los que Gabriel tejió su tapiz se pueden encontrar en Passion Sources, desprovistos del incidentalismo y los complicados arreglos que tuvieron en su edición para la película. Aquí están Nusrat Fateh Ali Khan, Ravi Shankar y otros tantos, en su salsa, tocando a su manera con sus músicos de toda la vida y a la antigua usanza. Escuchamos cánticos de llamada a la oración, tonadas de cantina y temas nupciales. Por supuesto que la producción está muy pulida y es propia de las últimas tecnologías, pero siempre con la intención de acentuar lo auténtico, no de barnizarlo con una modernidad más fácil de vender. A día de hoy, este Passion Sources es un disco tan imprescindible, admirado y citado como aquel Passion. Trabajo de campo, realmente emocionante y a una escala tremenda.

martes, 9 de febrero de 2010

Suzanne Ciani - THE VELOCITY OF LOVE


1. The Eighth Wave (5:06)
2. Lay Down Beside Me (8:25)
4. Malibuzios (8:49)
5. History of my Heart (9:44)

"...slowly, slowly, with the velocity of love..."
("...lentamente, lentamente, con la velocidad del amor...")

Entiendo a quien pueda quejarse de que no haya una especial presencia femenina en estos mundos extraños de las músicas inusuales, pero esta diferencia estadística se da también en cualquier otro género. No es inusual, pero de todos modos hay varias compositoras e intérpretes de gran solvencia que han estado y estarán en la primera fila de estos géneros. Tienen las mujeres, como en prácticamente todo, un toque especial de sentimiento e inclinación hacia lo tierno en lo que hacen, cosas ambas muy visibles en las obras del puñado de grandes damas de las mal llamadas "nuevas músicas", que son más bien pocas pero están entre las grandes.

Portada alternativa. Quizá esté incluso más extendida que la de arriba.

La italoamericana Suzanne Ciani es una de ellas, una pianista dedicada a la música new age en su expresión más clásica: para relajarse, para pensar, para ambientar. Su música nos transporta de manera efectiva a un estado de placidez que se basa en la búsqueda de que cada oyente se sienta como en casa, con unas melodías "no-agresivas" y un ritmo pausado, bastante sensual -por no decir erótico en algún caso, a juzgar también por el título de algún tema y la frase entrecomillada de la contraportada- que resulta inequívocamente agradable. Suzanne Ciani, que desde sus años de estudiante se interesó por las posibilidades de los sintetizadores como complemento a su amor por el piano y la música clásica, sabe lo que hace y es consciente de lo que se espera de ella. No son los temas especialmente distintos entre sí -domina la presencia de un muy buen piano-, pero el disco tiene personalidad y se disfruta bastante mientras hace uno cualquier otra cosa. Ponerse a escucharlo sin más, de un tirón, no se si es lo preferible (tampoco sería un error, claro que no), sobre todo porque suena a música para acompañar a algo.

Este The Velocity of Love (1986) es uno de sus álbumes más célebres, quizás el que más salvo por Seven Waves (1982), el primero e inmediatamente anterior, que suele citarse como su gran aporte al género. Su new age es bastante comercial, del que se consumía en los '80 en Estados Unidos (y también en Japón, donde tiene una aceptación bastante amplia). Vangelis colabora en tres de los temas, para más señas.

sábado, 6 de febrero de 2010

Vangelis - ALBEDO 0.39


1. Pulstar (5:45)
2. Freefall (2:20)
5. Sword of Orion (2:05)
6. Alpha (5:45)
9. Albedo 0.39 (4:30)

Si la obra de cualquier creador se sustenta en tres o cuatro obras fundamentales, Albedo 0.39 (1976) es uno de los pilares en la carrera de Vangelis Papathanassiou. El álbum fue grabado en sus estudios Nemo de Londres, donde, tal y como el músico ha explicado, había un continuo desorden a causa de las obras que se estaban realizando por allí. Esto se nota un poco en el leve zumbido de fondo que se escucha a lo largo de la grabación, pero un defecto como ese, en este caso, no hace sino subrayar el lanzamiento de esta obra maestra con los aires míticos de la anécdota.

Portada alternativa.

Vangelis ya era un tipo conocido y admirado entonces, y contaba con unos buenos ahorrillos que le permitían hacerse con lo último que iba apareciendo en la industria del sintetizador y los instrumentos electrónicos. Está claro que, escuchado hoy en día, Albedo 0.39 -un disco cuyo peso recae en esta clase de artificios más que en otros instrumentos- es un fiel testimonio de aquella "edad de oro" de los teclados para enchufar.

Vangelis en su estudio, en una foto de aquellos años.

No sabría muy bien cómo explicar sobre qué trata Albedo 0.39, aunque está claro que se trata de un disco conceptual sobre el espacio. ¿Qué espacio? Seguramente el interplanetario, las galaxias y las estrellas lejanas. Pero hay detalles que me dan a entender otras cosas: los insertos que tienen algunos temas como Pulstar, con voces telefónicas, o Alpha, en el que suena alguna clase de herramienta más bien tosca justo antes de que comience el corte. Pero la clave está en el título, porque el albedo es la cantidad de luz que refleja un astro, y 0.39 es el albedo de la Tierra. Pienso que este disco realiza una especie de matrimonio entre nuestro planeta y el espacio exterior, partiendo de la base de que cualquiera de nosotros y nuestras actividades diarias, así como nuestros objetos de uso cotidiano, somos tan propios del universo como cualquier nebulosa.

Portada de un single italiano con el tema Pulstar.

Vangelis da un recital de rock progresivo (abunda el uso de la batería, nada común en la obra del griego) mezclado con música cósmica, y quizá algo de jazz en el sentido más extravagante del término, una música que cohabita el mismo universo gélido de Tangerine Dream y el Krautrock, pero que se abre al mundo por su accesibilidad y su vertiente aventurera y épica. Cada una de las dos caras del LP se inicia con uno de los dos temas más populares del álbum. Pulstar, tema con el que se abre esta odisea espacial, es poderoso y vibrante (los secuenciadores aquí tienen un efecto tremendo), monumental en su concepción como "obertura" frente a lo que viene después. Free Fall (o Freefall, que de ambas maneras lo he encontrado) significa "caída libre", y sin embargo se trata de un tema lento y dubitativo con más percusión que teclado. Mare Tranquillitatis, nombre de un mar de la Luna, es un tema atmosférico que incluye grabaciones de los astronautas que descendieron allí en el Apolo XI, prestadas por la NASA. Main Sequence es una pieza muy larga y aparentemente improvisada, lo más jazzístico del conjunto. Y Sword of Orion es una especie de solemne himno espacial, con un toque casi medieval, como de cuento.

La segunda cara del álbum comienza con Alpha, tema cuyo máximo objetivo es dejar al oyente con los vellos de punta y clavado al asiento, pretensión que cumple con creces. Es, además, una lección casi académica de en qué consiste eso de la "música progresiva". Después de este alarde, los dos temas titulados Nucleogenesis resultan las dos piezas más experimentales del disco, con muchos efectos de sonido, secuenciadores echando chispas y toques dispersos de batería. Termina el opus con el tema homónimo, muy ambiental y evocador, con la voz del ingeniero del estudio Nemo, Spencer Allen, recitando una serie de datos astronómicos sobre nuestro planeta. Como curiosidad, decir que este hombre no sabía que sus palabras iban a ser grabadas por Vangelis, aunque no se habrá arrepentido al comprobar el efecto estremecedor de la recitación sobre aquellos fondos cósmicos.


Como a veces hay que refrescar la memoria en plan "andar por casa", decir que Pulstar se ha utilizado en la cadena de radio española COPE hasta el vómito (¿Recordamos aquella parodia en nochevieja?), y que Alpha es muy conocido por su aparición habitual en la serie Cosmos, de Carl Sagan, un genio ya desaparecido que contó con la música de Vangelis en más de una ocasión, y muy acertadamente. Albedo 0.39 es un clásico muy gordo, casi tanto como el contemporáneo Oxygene de Jarre, así que a escucharlo y a alunizar sin salir de casa.

jueves, 4 de febrero de 2010

Rick Wakeman - JOURNEY TO THE CENTRE OF THE EARTH


2. The Battle / The Forest (18:57)

Hace algo menos de 65 millones de años -tres décadas, para ser exactos- proliferaban los que hoy se han dado en llamar "dinosaurios" del rock. Caracterizados muchos de ellos por haber seguido en activo contra viento y marea hasta nuestros días, se puede decir que vivieron su época verdaderamente creativa, revolucionaria incluso, en los años '70. Grupos como Genesis, Pink Floyd, Emerson, Lake & Palmer o King Crimson consiguieron entonces todo el fervor del público y las alabanzas de la crítica con sus mega-obras de rock progresivo y sinfónico, a cual más ambiciosa, a cual más larga en minutos de duración, a cual más espectacular en cuanto a virtuosismo musical y manejo de los instrumentos. Destacaron, además de las bandas antes mencionadas, los británicos Yes. Este álbum, Journey to the Centre of the Earth (1974), fue el segundo en solitario de Rick Wakeman, uno de los primeros synthesizer heroes y teclista de Yes, y está a medio camino entre la música de vanguardia en sentido amplio y alguna clase de rock sinfónico instrumental de difícil clasificación. Hubo, como en este caso, algunas adaptaciones musicales de obras literarias entre las obras más conocidas del rock de entonces.

Portada de una edición en dvd.

La verdad es que Wakeman se lo curró bastante: se endeudó hasta las cejas en su realización, superó un montón de problemas en el estudio de grabación causados por la enormidad de la obra, y finalmente el hombre se salió con la suya, consiguiendo un número 1 aplastante en varios países, además de vender unos 14 millones de copias (imagino que hasta el día de hoy, no solamente en su salida). Fue grabado en directo -previamente a las florituras de la edición en estudio- en el Royal Festival Hall de Londres, con Rick Wakeman acompañado nada menos que por la London Symphony Orchestra y el English Chamber Choir, y contando con la ayuda de varios colaboradores que aportaban tanto las voces como el contenido rock al trabajo: guitarra, bajo y batería. No se me ocurrirá restar méritos a este clásico, sobre todo teniendo en cuenta la gran labor de ese profesional acreditado que es Rick Wakeman, pero debo decir que el disco no me gusta nada.

Rick Wakeman. Sí, lleva capa. Sí, entonces estaba de moda.

No fue la primera ni la última vez que la voz de un narrador se utilizaba como conductora en un disco musical: se había hecho en Days of Future Passed, de The Moody Blues, y se haría en Musical Version of The War of the Worlds, de Jeff Wayne. Pero aquí, la narración del texto de Julio Verne por parte de David Hemmings no funciona bien, porque todo suena muy metido con calzador, poco natural. El sonido de la grabación, con demasiados ecos e imprecisiones por aquello de haberse realizado en directo, no es del todo bueno; el uso que Wakeman hace del sintetizador es excesivamente pomposo, y no acaba de encajar con el sonido de la orquesta... En fin, que Journey to the Centre of the Earth, pese a que en su momento fue merecidamente un éxito (y vuelvo a decirlo, me alegro mucho por el músico), ha envejecido fatal. Escuchado a día de hoy, absolutamente todo en él está desfasado: la grandilocuencia, el sintetizador primitivo que suena como a película antigua de marcianos, la alternancia de fanfarrias con "baladas rock", todo ello es propio de un dinosaurismo muy mal llevado, producto de una época en la que, o las cosas se hacían con cierta intuición, o los años las trataban a patadas. ¡Y qué portada! Uffff. Puedo añadir, como apunte, que tampoco me alegra el que fueran precisamente estos excesos los que propiciarían, al final de la década, la escalada del todavía más nefasto movimiento punk y su "no sabemos tocar, cantar ni componer, pero a los chavales les molamos y eso nos hace los reyes".

Solamente recomendaría este disco a los incondicionales de aquellos sonidos "retro", sobre todo si vivieron aquella época y la sienten como propia. Yo nací en 1979, y esto me suena más rancio que la zarzuela.

martes, 2 de febrero de 2010

Cluster / Brian Eno - CLUSTER & ENO


1. Ho Renomo (5:07)
2. Schöne Hände (3:03)
3. Steinsame (4:06)
4. Wehrmut (3:20)
5. Mit Simaen (4:26)
6. Selange (3:30)
7. Die Bunge (3:45)
8. One (6:06)
9. Für Luise (5:01)

El título del álbum no podía haber sido más escueto y preciso. Los krautrock Cluster y el omnipresente Brian Eno se unieron para realizar esta muy acertada colaboración creativa, aportando Dieter Moebius y Hans-Joachim Roedelius su curioso sentido del ritmo, y Eno su delicado tratamiento de las piezas. Sirvió el álbum, además, para impulsar un poco la hasta entonces demasiado discreta carrera internacional de Cluster, un grupo que tradicionalmente se ha considerado infravalorado y merecedor de más atención por parte del público.

Personalmente, considero que el disco es más de Cluster que de Eno, actuando el segundo como productor (lo que no es decir poco, ya que su mano es poco menos que mágica en este apartado) y dejando su impronta como compositor en alguna de las piezas (Ho Renomo). Pero ese ritmillo agradable y algodonoso es de Cluster, las melodías hermosas y sencillísimas son de Cluster, la forma de entender el ambient como un género no meramente ornamental o utilitario es de Cluster. Y los títulos de los cortes están en alemán...

Brian Eno y los dos componentes de Cluster.

Los temas se mueven entre la meditación y la melancolía, pasando por el misticismo oriental y las imágenes oníricas. Por describirlos de alguna manera, vamos. Colaboran con sus sintetizadores Holger Czukay (bajista de otra banda krautrock, Can) y Asmus Tietchens (que no se quién es).

Si hay una virtud que caracterice este disco es, sin duda alguna, lo agradable que resulta su escucha. Siendo seguramente una pieza fundacional -en sentido estricto- de lo que luego se llamaría chill-out, Cluster & Eno es un ejercicio musical fresco y directo, imaginativo y accesible, nada aburrido ni autocomplaciente. Desde luego, antes que enfrascarse en la escucha de otras obras ambientales más largas e indigestas, recomendaría este disco como puerta de entrada a su género.

Für Luise