viernes, 9 de octubre de 2009

Michael Nyman - THE DRAUGHTSMAN'S CONTRACT



3. A Watery Death (3:33)
4. The Garden Is Becoming a Robe Room (6:06)
5. Queen of the Night (6:09)
7. Bravura in the Face of Grief (12:13)

Decir que el gafotas de Michael Nyman aporrea el piano como nadie no es necesariamente un mal comentario. A eso es a lo que se dedica, frenéticamente, durante buena parte de la duración de esta partitura de cine, y el resultado es impecable.

Trailer de la película, con la banda sonora acoplada.

Tras la fiebre estética producida tras el estreno de Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975), se abrió la veda para realizar unas cuantas magníficas películas de época, con pelucas rizadas y lunares de pega, entre las que destacan Los duelistas (Ridley Scott, 1977) y El contrato del dibujante (Peter Greenaway, 1982), a la última de las cuales corresponde este trabajo. No es la primera vez que se buscan similitudes entre el minimalismo musical de la segunda mitad del siglo XX y la música de cámara que se estilaba en las cortes europeas en los últimos tres siglos. Philip Glass se aproximó con mucho acierto -por ejemplo- en The Photographer, y aquí lo hace Michael Nyman, explotando a tope la delicada bizarrez de aquel mundo decadente y bellísimo hasta el hastío.


Fotogramas de la película.

El maestro del minimalismo británico -Glass es el americano- pone música a las andanzas de un dibujante que recibe el encargo de inmortalizar a carbón una amplia finca aristocrática, mientras se las va ingeniando, pícaro él, para ir asegurándose unos buenos réditos económicos y sociales. Greenaway imprime en el asunto un toque de locura, y Nyman la subraya a la perfección con sus piezas, barrocas y totalmente decadentes, a la altura de las circunstancias. Destacan los temas Chasing Sheep Is Best Left to Shepherds ("Perseguir ovejas es cosa de pastores") y The Dispositions of the Linen, ambas medianamente populares por su uso en cabeceras de programas culturales de televisión. Es un trabajo muy conocido y recomendable, a penas superado en popularidad por la inevitable banda sonora de El Piano.

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