Esta misma semana se ha publicado una nueva edición del magnífico álbum de debut en solitario del vocalista de Yes, Jon Anderson. Lo tuvimos por aquí cuando el blog comenzaba, y aunque hoy habría escrito una reseña un poco más profunda, sigo pensando que es un exquisito ejemplo de lo mejor que dio el rock progresivo en los setenta, pura imaginación. Se ha publicado en digipak bajo el sello Esoteric, con un segundo disco (un DVD con el álbum en 5.1 y demás) y un libreto muy completo.
miércoles, 31 de marzo de 2021
Se reedita "Olias of Sunhillow", de Jon Anderson. Y Pink Floyd vuelve a final de mes.
jueves, 25 de marzo de 2021
Yes - RELAYER
2. Sound Chaser (9:31)
3. To Be Over (9:03)
Hace un año que comenzó toda esta pesadilla de la pandemia, e incluso considerando que en este tiempo todos hemos tenido demasiado tiempo libre para leer libros, ver películas y escuchar muchísima música, tanta como para que sea difícil acordarse de toda ella para escribir una entrada al respecto, yo al menos sí que puedo señalar un disco que se quedará grabado en mi memoria para los años venideros: Relayer (1974), de la banda progresiva británica Yes.
Lo mío con gran parte del progresivo clásico es un gusto adquirido que he ido configurando poco a poco. A estas alturas, salvo por algún fragmento de Close to the Edge, ya tenía decidido que Yes iba a ser el único de los grandes grupos del movimiento con los que no conectaba del todo. Demasiada filigrana, demasiados músicos virtuosos alardeando, un vocalista a veces estresante. Pero aquí estaba yo, justo donde estoy ahora, de un viernes a un lunes reprogramando todo un curso académico para adaptarlo a la enseñanza online (¿he dicho que soy profesor de instituto?), horas y horas ante el teclado. Y entre unas cosas y otras me hice con algunos discos de Yes en mp3 y me puse con Relayer. No sé si será porque me identifiqué en seguida con el propio concepto del tema central del álbum o porque necesitaba despejar la mente entre clase y clase, pero aunque ya había escuchado un par de veces antes The Gates of Delirium con escaso o nulo interés, esta vez fue como una iluminación. ¡Qué maravilla!
Relayer ("Relevista") es el álbum que publicó la banda Yes en 1974 después del que hasta entonces había sido su momento más crítico: el lanzamiento del doble disco Tales from Topographic Oceans (1973), excesivo según el criterio de muchos, seguido del abandono del teclista estrella Rick Wakeman, que veía que la cosa dejaba de gustarle y prefería volcarse en sus trabajos en solitario. Es de suponer que los demás miembros de la banda quisieron volver a un formato más razonable con Relayer, y por eso retomaron el formato de satisfacción asegurada de Close to the Edge (1972): un tema largo muy progresivo y épico en la primera cara y un par de temas muy bien diferenciados en la segunda.
Como decíamos, el corte principal de Relayer es The Gates of Delirium ("Las puertas del delirio"), una suite alegórica inspirada vagamente en Guerra y paz de Tolstói que describe el antes, el después y el durante de una gran batalla. Comienza con los guerreros yendo a la batalla mientras cantan arengas, como vemos en la portada del genial Roger Dean; después se desarrolla la batalla en sí, con multitud de estruendosos y originales desarrollos instrumentales, todo un despliegue de efectismo en la posterior gira de presentación del álbum; y concluye con el fragmento que conocemos como Soon, que es un largo cántico prácticamente new age a cargo de Jon Anderson, que habla sobre la esperanza en el mañana y que utiliza unos fondos inmensos y unos punteos de guitarra en su recta final que rubrican más que de sobra el hecho de que The Gates of Delirium pueda considerarse con justicia, al menos a mi parecer, el mejor tema individual de Yes.
Completan la cara B del vinilo original Sound Chaser ("Perseguidor del sonido"), que es un tema casi totalmente instrumental muy potente y barroco, a veces hasta ruidista; y To Be Over, bastante más melódico y relajado, con un toque exótico de sitar y Jon Anderson otra vez muy dulce. Son dos temas interesantísimos, pero con lo genial que es la primera cara del álbum, tienes la injusta sensación de que están ahí a modo de "extras".
La alineación de Yes, además del mencionado Anderson, incluye el bajo de Chris Squire, la guitarra de Steve Howe, la batería de Alan White y los teclados de Patrick Moraz. Este último fue contratado por la banda tras una serie de audiciones a las que acudió nada menos que Vangelis, seguramente animado por su amigo Jon Anderson, y también seguramente sin la menor intención de unirse a Yes. Moraz, que hace aquí un muy buen trabajo, duraría un par de años en la banda y después se iría con los Moody Blues.
En cualquier caso, Relayer no gustó del todo en su momento a los críticos, que ya estaban dando más y más la espalda al rock progresivo en favor de expresiones rockeras más del gusto popular. Hoy en día, el álbum es reconocido como una obra fundamental, supongo que gracias a que su virtuosismo y su imaginación desbordante lo convierten en un perfecto ejemplo (y bastante accesible, por cierto) de todo lo bueno que tenía el progresivo. Puede disfrutarse en varias versiones en la actualidad, una de ellas pulida con bastante acierto por Steven Wilson.
Siempre agradeceré lo mucho que me ayudaba a relajarme escuchar Soon entre clase y clase durante la horrible primavera de 2020. Un rayo de luz entre tanta oscuridad.
martes, 9 de marzo de 2021
Azul y Negro: LA EDAD DE LOS COLORES
2. No queda paz (3:54)
Son varias las ocasiones en que lectores del blog han pedido una reseña de algún trabajo de Azul y Negro, y aunque estuve tentado de publicar algo sobre su tema más famoso Me estoy volviendo loco en una entrada de la serie "Esa musiquilla en mi cabeza", creo que la calidad e importancia de su discografía merecen que, al menos para empezar, comentemos la totalidad de este primer álbum de 1981.
No tengo recuerdos de 1981 porque nací solo dos años antes, pero sí que recuerdo que durante toda la que sería esa década iba a viajar a Madrid en Navidad. Eran los años de la Movida, y si bien no tenía edad de entrar a garitos ni a mis padres les iban estas cosas, sí que recuerdo -de años posteriores, obviamente- el ambiente colorista en las calles, los punkis, las chicas con medias de rejilla rotas adrede, las cazadoras vaqueras llenas de chapas. Incluso tengo un primo que era muy fan de Mecano y los había conocido personalmente en alguna ocasión. La música pop en aquella época era omnipresente, y tanto en la radio como en la televisión estábamos inundados de canciones del efervescente panorama nacional. Hasta en los programas infantiles. No era muy fan de la música patria de entonces, y creo que sigo sin serlo, pero mientras escuchaba La edad de los colores hace unos días, se me despertaba la clase de recuerdos que, salvando las distancias, impulsaron a Proust a escribir su obra maestra bajo el influjo del olor de una magdalena.
El caso es que los dos componentes de Azul y Negro, los ya veteranos Carlos García-Vaso y Joaquín Montoya, son cartageneros y no madrileños, pero qué más da. La edad de los colores, el primer álbum del dúo, respira esa libertad electrizante de la Movida, sobre todo porque contiene el espíritu innovador que muchos creadores españoles querían dar a sus obras, muchas veces inspirados por lo que hacían los grandes de cada género en el mundo anglosajón, pero casi siempre -como aquí- realizando algo genuino, único. Para ir presentando a Azul y Negro con el tópico de "a quién se parecen", lo tenemos un poco difícil, pero muy grosso modo vienen a ser una mezcla de Kraftwerk, The Buggles, Depeche Mode y los coetáneos Pet Shop Boys. Azul y Negro quisieron ser y fueron durante algunos años la punta de lanza del tecnopop español.
Está claro que el temazo que lanzó al dúo a la fama fue Me estoy volviendo loco, que fue la sintonía de la Vuelta Ciclista a España en unos años en los que esto era sinónimo de sonar a todas horas y en todas partes. Recordemos la enorme fama que consiguió en nuestro país, gracias a esto mismo, el mismísimo Jean-Michel Jarre. La cosa es que La edad de los colores se había publicado antes que tan famoso single, que no estaba incluido en el álbum, por lo que se hizo necesario un relanzamiento del mismo con Me estoy volviendo loco como tema inicial. Normal. Y por cierto, recuerdo que no muchos años después volveríamos a escuchar a Azul y Negro en la Vuelta gracias a otro de sus temas señeros: No tengo tiempo, que también debería sonarte. Me estoy volviendo loco y No tengo tiempo son verdaderos himnos del pedaleo ochentero.
Solo me queda recomendar la escucha de La edad de los colores con algo de perspectiva, ya que el sonido del álbum está muy atado a las posibilidades técnicas de su contexto histórico, y por lo tanto es posible que suene extraño a algunos jovenzuelos. Dejando esto a un lado, tendremos entre manos uno de los grandes hitos del pop español, una experiencia musical disfrutable mucho más allá del encanto de la nostalgia. Tenía que estar en este blog.