Tras un larguísimo retraso, parece que el próximo mes de enero tendremos las esperadas reediciones de los álbumes Discovery y The Killing Fields. Ambos fueron publicados en 1984, y parece que el travieso Mike se ha encontrado con algún material descartado de la época y se ha montado algo llamado Suite 1984, que se publicará incluso como LP independiente, solo en vinilo. Todo está ya anunciado en la versión británica de Amazon.
Portadas originales de los LPs, que serán respetadas en esta reedición.
Discovery, quizá el disco pop-rock más redondo de Oldfield, aparecerá en el habitual formato deluxe con dos CDs, aunque el segundo no contendrá temas en concierto de la gira correspondiente (cosa que no me molesta en exceso, puesto que personalmente no soy un gran admirador de los directos del Oldfield de los ochenta), sino la mencionada suite que consiste en -suponemos- versiones alternativas de temas tanto de Discovery como de The Killing Fields, incluyendo alguna cosilla inédita. Por cierto, las caras B de singles del álbum (incluyendo In the Pool, Bones y Afghan) estarán en el primer CD, pero solo en la edición deluxe, no en la normal de un solo disco.
El bonito In the Pool fue cara B de To France.
Y como hemos mencionado antes, hay un cierto batiburrillo de contenidos entre ambos álbumes, ya que The Killing Fields, banda sonora de la película del mismo título, incluirá algún tema extra de poca importancia dentro del CD sencillo que será publicado en enero, amén de los cortes que formarán parte del segundo disco de Discovery... cosa que me extraña. No hay noticias de una edición deluxe de este álbum, pero en fin, si no hay nada con que rellenar un segundo disco, tampoco le vamos a pedir a Oldfield que se lo saque de la manga.
Portada de la edición en vinilo de la Suite 1984. Muy bonita, por cierto.
Un poco en broma, espero, Mike ha colgado en redes sociales un adelanto de Discovery, el tema Zombies, que es algo así como la versión creepy de Poison Arrows. El vídeo, que parece obra de un escolar, es una risión. Lo dicho, una chorradilla en plan Halloween.
El susodicho vídeo, con alguna referencia a Carretera perdida, de David Lynch.
De Star Trek: Nemesis (Stuart Baird, 2002) se esperaba mucho, y en este caso fue la misma productora la que se dedicó a inflamar las expectativas de los fans a base de decir que iba a ser una película distinta, más potente e innovadora, épica y audaz por aquello de ser la última de la generación de los noventa. Craso error, porque Nemesis no solamente retiene el saborcillo a episodio alargado que ya había en Insurrección, sino que quiere hacer ostentación de varios supuestos puntos fuertes (sobre todo la idea sobadísima del villano como clon perverso del protagonista, Picard) cuya endeblez aumenta la sensación -pese a no ser la peor película de la saga- de estar ante un fiasco generalizado.
No se puede decir que la banda sonora de Jerry Goldsmith merezca echarse al mismo saco, pero también hubo quien anduvo con triunfalismos antes de tiempo, preconizando una genialidad acorde con la rompedora experiencia que iba a ser Nemesis. Quizá debían haber pensado en un cambio de compositor si querían hacer algo de verdad innovador, dada la sutil pero notoria diferencia que suele conllevar un cambio en la ambientación musical de una película. Pero los estupendos resultados de las anteriores entregas hacían innegociable su presencia.
Edición "deluxe".
Lo mejor y lo peor que se puede decir de la BSO de Star Trek: Nemesis es exactamente lo mismo: que cumple y nada más. Hay momentos de gran epicidad sinfónica en la partitura, y las orquestaciones (con hábiles añadidos electrónicos) son sobresalientes, aunque Goldsmith muestra inequívocas señales de cansancio. De hecho, y pese a que hay pequeños temas conductores para algunos personajes y situaciones particulares de esta película, estos son difíciles de identificar y a penas se recuerdan después. Si acaso, cabe mencionar la pieza que escuchamos en el tema inicial Remus, que viene a ser el leitmotiv principal del filme, y que es una divagación melódica que no funciona en su probable intento de transmitir amenaza o peligro. Tiene una potente base rítmica que de nuevo nos recuerda el frecuente uso de tales efectos en otras obras del músico, como la referencial Desafío total, aunque la utilización de este recurso en varios temas de la obra no logra instaurar una sensación de modernidad o innovación.
Remus
El ya conocido temita de cuatro notas que proviene de los tiempos de The Final Frontier reaparece en muchas ocasiones (demasiadas, tal vez) tras su poca presencia en Insurrection, en temas como My Right Arm y Repairs, aunque no suena el tema de los Klingon relacionado con Worf. Hasta la sempiterna fanfarria de la saga parece mostrar poco brío, poca intensidad pese a la sutil evolución que había tenido en la película anterior. Ese último tema para los créditos finales, por cierto, incluye la melodía de la canción Blue Skies de Irving Berlin, cantada por el androide Data en otra de esas olvidables escenas chuscas que jalonan la saga aquí y allá, en este caso una boda.
No pongo la boda, sino el tema final de la película.
No es ni una mala banda sonora ni una mala adición a la colección discográfica, pero al final, y en resumen, el simple hecho de que sea tan difícil quedarse con algo que recordar una vez pulsamos el botón de stop deja un sabor amargo. En todo caso, merece la pena reconocer la labor de un Jerry Goldsmith que en aquellos momentos supo, al menos, estar a la altura de su prestigio personal mientras encaraba el final de su vida. Star Trek: Nemesis fue su penúltima banda sonora.
Nos quedan dos, estas de Michael Giacchino. A por ellas.
El último gran fenómeno de la literatura de ciencia-ficción, The Three-Body Problem de Cixin Liu, comentado en nuestro blog hermano El desierto carmesí.
Si no me promociono a mí mismo, ¿quién más va a hacerlo?
Star Trek: Insurrección (1998) fue la segunda película de la saga dirigida por Jonathan Frakes, que había logrado unos excelentes resultados con la previa Primer Contacto, uno de los puntos más altos de toda la saga. Dado el carácter más bien siniestro de la aventura anterior, en la Paramount le sugirieron abordar la nueva entrega con un enfoque algo más luminoso, más optimista y buenrollero. El caso es que Insurrección, sin ser una película del todo mala, se pasa de frenada respecto al oscurantismo de Primer Contacto, y encima parece (insisto: parece) haber contado con un presupuesto minúsculo en comparación. Insurrección tiene toda la pinta de ser el típico episodio alargado de la serie de TV; un episodio, por cierto, no demasiado inspirado, cuya estética parece arrancada de finales de los ochenta más que de aquellos últimos años del siglo.
El reparto de La nueva generación, o sea, los protas de Insurrection.
La novena película de Star Trek se centra en la lucha de la tripulación del Enterprise por proteger a los frugales habitantes de un planeta paradisíaco en el que nadie enferma ni envejece, amenazados por una raza de seres medio podridos -y tecnócratas- que quieren hacerse con su tesoro revitalizador. Los del Enterprise, en definitiva, se meten en una cruzada ecologista y, de paso, el capitán Picard tiene una pequeña aventura amorosa. El caso es que el veterano Jerry Goldsmith se volcó en componer una banda sonora a la altura de la premisa y que abordaba los conceptos principales del argumento (amor, ecologismo, rayos láser), una vez más quizá demasiado buena para la película a la que acompaña.
La edición expandida.
Si en Primer Contacto hubo algunas críticas centradas un su música incidental, algo genérica, aquí se consigue una partitura mucho más sólida y fluida, con una personalidad propia que no recurre con excesiva frecuencia a los leitmotivs ya conocidos. Por supuesto que escuchamos el tema del Enterprise, que viene a ser la fanfarria de toda la vida, y hay referencias a los Klingon (de nuevo por la presencia de Worf entre los protagonistas) en algún punto, aunque lo que más brilla en Insurrection es el bucólico tema que identifica la aldea Ba'Ku (suena en Ba'Ku Village y en los créditos finales), delicado y lírico a más no poder, y con la misma fuerza evocadora que aquel temazo inicial de Primer Contacto pese a su sencillez.
Ba'Ku Village
Hay también un tema de amor lánguido y muy logrado, destacable por su colorido musical (lo escuchamos, por ejemplo, en New Sight), cercano en algún momento al estilo de John Barry en modo Bond, aunque para mi gusto no llega al nivel del anterior, que parece propio de alguna película de fantasía pura.
New Sight
No obstante, y como decíamos, toda la obra goza de gran vitalidad y se puede escuchar con gusto de un tirón. Goldsmith tiene dos grandes aciertos de cara a mejorar la experiencia. El primero es el añadido aquí y allá de pequeños toques electrónicos, texturas en plan galáctico que casi parecen más efectos sonoros que música propiamente dicha, amén de varios movimientos de acción muy rítmicos (incluso se usa un piano) que, según algún crítico, pueden ser reminiscentes de la BSO de Desafío total. Funcionan. Y mejor todavía funciona lo que resulta ser el segundo acierto: el sonido general de la grabación, que no sé si por efecto del estudio donde se grabó o gracias a la magia de la producción musical, tiene un leve efecto de eco que hace de la escucha del CD una experiencia muy impresionante. En la fanfarria de los créditos finales, por ejemplo, algunos fragmentos son interpretados con sutiles variaciones de volumen respecto a versiones anteriores, logrando matices muy interesantes.
End Credits
En este caso, hacerse con la habitual edición extendida no solamente conviene por aquello de ser más satisfactoria y coherente, sino más que nada porque la edición normal que se publicó con la película es toda una decepción por su brevedad, unos 41 minutos.
Star Trek: Primer contacto (1996) es sin la menor duda la mejor película de la nueva tripulación del Enterprise. Dirigida por Jonathan Frakes, que actúa también como primer oficial en el filme y la serie de TV, First Contact funciona gracias a su combinación de ciencia-ficción muy clásica, terror y acción. Creo que las mejores películas de la saga son aquellas en las que el argumento posee buenos golpes de efecto, y aquí hay uno de los que emocionan al fan de siempre.
Este análisis puede contener destripes de la trama ("spoilers").
El título de la película hace referencia al primer encuentro entre los seres humanos y una raza extraterrestre, que sirve como marco a la narración. Jerry Goldsmith, que volvía por tercera vez a su saga favorita, compuso un tema memorable para ilustrar este primer contacto, recogido en el CD en el tema Main Titles / Locutus. Lo escuchamos a plena potencia en los créditos iniciales del filme. Alguien se quejó de que era demasiado optimista, luminoso, triunfal, como tema principal en una película que destaca por su oscuridad. Considerando que diversos compromisos del músico le dejaron solo tres semanas para abordar toda la partituraque nos ocupa, es lícito pensar que Goldsmith pudiese tirar de archivo y usar para el caso alguna composición que tuviese por ahí de antes.
Main Titles / Locutus
En todo caso, la jugada le sale redonda, porque consigue un pelotazo de adrenalina musical que no solamente encaja bien en el carácter épico de Star Trek como franquicia, sino que pone los vellos de punta en la estupenda escena final en la que descubrimos que ese primer alienígena llegado a la Tierra es un solemne vulcaniano que saluda con los dedos en V.
La escena en cuestión.
Ayudó decisivamente en la partitura (recordemos: 3 semanas) Joel Goldsmith, hijo del compositor, que se encargó de una buena parte de la música incidental. Suya es también la breve melodía electrónica que identifica a los Borg, los zombies cibernéticos, grandes villanos del filme. Recuerda la pieza, y sé que es casual, a algún pasaje recurrente de Jean-Michel Jarre cuando usa su arpa láser. Es un pariente lejano del tema de Vger, de la primera película.
En The Dish, escuchamos el tema de los Borg hacia el minuto 2:10.
No se hacen muchas más aportaciones novedosas por parte de los Goldsmith, sino que más bien se utiliza material conocido y ya bien asentado (3 semanas), como el temita que señalaba Atreus en los comentarios de The Final Frontier, reciclado aquí en un tono más amable; o el famoso tema para los Klingon que sobrevive desde la primera película de la saga, en este caso utilizado como leitmotiv de Worf, por fin un Klingon del lado del bien.
En Red Alert, escuchamos el tema de los Klingon hacia el minuto 0:50.
No es que el conjunto de la música incidental para escenas de acción de First Contact sea en especial brillante (¡tres semanas!), pero cumple bien su función -tratamientos electrónicos Borg inclusive-, y la presencia del maravilloso tema épico mencionado al comienzo, tanto como el feliz regreso de la fanfarria de toda la vida en los créditos finales, convierten la edición en CD de esta banda sonora en una buena adquisición. Se incluyen dos clásicos del rock (uno de Roy Orbison y otro de Steppenwolf), debido a su uso en escenas de la película.
El listón estaba muy alto en la franquicia Star Trek tras el buen nivel alcanzado por Aquel país desconocido, y sobre todo porque aquella sexta película había sido una despedida satisfactoria para el reparto original. Había que plantearse una séptima entrega con la tripulación del Enterprise de La nueva generación, y alguien tuvo la idea de recuperar a algunos actores de la antigua serie, que aparecerían como eslabón entre una etapa y otra. Con una potente campaña de marketing en los medios, se dispararon las expectativas y terminó cumpliéndose la maldición de las entregas impares: Generations (David Carson, 1994) fue una película irregular tirando a mala, con unos cuantos momentos decentes y más de una pifia (la muerte de Kirk inclusive) que vino a empañar el buen sabor de boca de la anterior entrega.
Una cosa es cierta: incluso en las entregas impares podíamos encontrar magníficas bandas sonoras, y por lo menos algo había que rescatar en ellas. En el caso de Star Trek: la nueva generación ni siquiera podemos consolarnos con esto. No pretendo menospreciar al gran profesional que es Dennis McCarthy, ni tampoco decir que su banda sonora apeste, pero creo que todo el trabajo es fruto de una serie de malas decisiones creativas y de producción que lo convierten en la peor y más intrascendente BSO de la saga estelar.
Dennis McCarthy había sido incluso galardonado por su trabajo como compositor de la música de la exitosa nueva serie de televisión sobre Star Trek, y alguien "de arriba" debió intentar recompensarle con el encargo de la banda sonora de esta teórica gran película. Primer error: aunque la música incidental de la serie fuese perfectamente adecuada, el tema de los títulos iniciales era esencialmente el de Jerry Goldsmith, y por eso la identificación musical de la nueva película con la serie iba a ser mínima, o al menos muy difícil de rastrear para el aficionado de a pie. Y segundo error: las bandas sonoras de televisión, salvo honrosas excepciones, cuentan con una natural pobreza de medios que conllevan el uso de orquestas pequeñas, arreglos básicos y composiciones más funcionales que briosas. La idea del músico fue la de expandir el tamaño de la orquesta, coro incluido, para terminar componiendo una partitura de televisión agigantada.
Overture
Aunque McCarthy lucha desesperadamente, ya desde la Overture, por lograr un tono épico y de profundo calado, este esfuerzo se queda en un quiero y no puedo. Su tema principal para la película, que reaparece en varias ocasiones como único y endeble tema distintivo de Generations, se mueve unas veces entre los clichés de ciertas composiciones de carácter deportivo (suena un poco como los temas que John Williams compusiese para las Olimpiadas) y otras veces entre los del cine bélico-político sobre presidentes americanos (pensemos de nuevo en Williams y algo tipo JFK). Difícilmente encontramos algún matiz de verdad galáctico o aventurero.
Edición expandida
A lo que sí recurre McCarthy, viendo que su propio motor no arranca por mucho que gire la llave, es a la imprescindible tonadilla de Alexander Courage para la serie clásica, que en esta banda sonora es utilizada como colofón en varios temas grandilocuentes a falta de algo más sólido, como la caballería que acude al rescate. Hay algo parecido a vagos leitmotivs para los Klingon (Prisoner Exchange) y el "nexo" interdimensional en el que se encuentran Picard y Kirk (The Nexus / A Christmas Hug), una pieza con toques corales que no está mal del todo, aunque casi todos los temas conductores son melodías recicladas de la serie de TV que ni cuajan ni quedan en la memoria. Lo que abunda es una enorme cantidad de música incidental con escasa personalidad, poco menos que rutinarias piezas de archivo que lo mismo te sirven para Star Trek que para cualquier otro producto mainstream. Tras varias escuchas, sigo siendo incapaz de mejorar mi crítica.
The Nexus / A Christmas Hug
No sé si por aportar un plus a este producto discográfico, se decidió incluir en el paquete una biblioteca de efectos sonoros de la película (láseres, puertas corredizas y tal), que debió llamar la atención de los fanboys. Y por supuesto, existe una versión expandida del álbum. Volvemos pronto con la infinitamente superior Star Trek: First Contact.
Después de siete años, Enya vuelve al mercado discográfico con un nuevo álbum. Se llama Dark Sky Island ("Isla de cielo oscuro"), y sale a la venta el 20 de noviembre en dos ediciones, una de ellas "deluxe" y con temas extras. El título hace referencia a la isla de Sark, en el Canal de la Mancha, cuyos cielos oscuros son perfectos para observar el firmamento por las noches.
La portada.
Enya afirma que no se trata de un álbum conceptual, aunque apunta que la idea de viajar, los viajes en general, son de algún modo el hilo conductor del disco. Ya hay un tema circulando, titulado Echoes In Rain:
Francamente, no creo que debamos esperar nada más allá de la Enya de siempre, con sus polifonías y sus texturas etéreas, pero si por lo menos consigue ampliar su repertorio con un puñado de buenos temas en su línea, algo ganaremos.
Aquel país desconocido (1991) es el título de la última película de Star Trek en la que el protagonismo recae sobre el reparto original de la serie de los años sesenta. Con arrugas en las arrugas y, sobre todo, con la impresión de que la anterior entrega (La última frontera) había sido un tropezón demasiado doloroso, Kirk, Spock y su gente necesitaban cerrar sus aventuras con una última película que dejase a sus millones de fans con un buen sabor de boca.
Con la idea de redefinir la saga, nada menos en un momento en el que ésta podía estar llegando a un punto muerto, se buscó la inestimable ayuda del director Nicholas Meyer, que había hecho un gran trabajo en La ira de Khan, para que intentase rizar el rizo. Y creo que lo consiguió, ya que Star Trek VI es una de las mejores, si no la mejor película, que ha dado la franquicia si exceptuamos el espectacular recomienzo de J. J. Abrams muchos años después. Tensa, absorbente y con una estupenda percepción de su propia trascendencia, la película narra el episodio capital en el que la Federación se dispone a firmar -por fin- la paz con el Imperio Klingon con la ayuda de una crepuscular tripulación del Enterprise que desea dejar tras de sí un legado imperecedero de cara al futuro de la humanidad. La paz, el futuro, aquel país desconocido.
Nicholas Meyer, que seguramente contaba con poco menos que carta blanca para tomar la decisión que le diese la gana siempre que no fuese económica, pensaba utilizar el clásico Los planetasde Holst (y parece que también El pájaro de fuego de Stravinsky) como banda sonora para la película, contando en todo caso con algún músico colaborador que realizase adaptaciones amoldables a cada escena. Comprobando que los derechos de la obra eran carísimos, Meyer se resignó a contratar un compositor convencional de cine, y tuvo la idea -no sabemos si por la negativa de Horner y Goldsmith- de ir a buscar novatos a la puerta del colegio. Le enviaron varias maquetas, y terminó quedándose con la de un tal Cliff Eidelman, que parecía haber captado bastante bien, ya desde su primer esbozo en bruto, la atmósfera intrigante y oscura de la película.
Portada de la edición expandida.
La apuesta por Eidelman fue arriesgada, ya que suponía ignorar completamente el bien establecido tema central de Jerry Goldsmith, a pesar de que la nueva serie de Star Trek la había puesto otra vez de moda en la tele. Encima, el nuevo compositor ni siquiera tuvo la menor intención de crear una nueva fanfarria para la película, sino que se centró en componer piezas que funcionasen directamente como complemento a las imágenes. Salvo por el hecho de que su calidad es enorme y merece una atención detallada por parte del oyente, podríamos decir que The Undiscovered Country tiene poco sentido como álbum musical con significado propio, ya que sus engranajes están tan dedicados a hacer avanzar la tensión dramática del filme que su escucha aislada es difícil de seguir a un nivel narrativo. Incluso su obertura, que puede recordar al Marte de Holst y, lejanamente, al Batman de Danny Elfman, parece destinada a meternos en la intriga espacial que nos espera más que a impresionarnos a un nivel meramente musical. Pese a que podemos encontrar algún tramo más o menos triunfalista, prima la funcionalidad sobre la forma.
Overture
La partitura de Eidelman es francamente innovadora, ya que priman los ritmos sobre el desarrollo de las cuerdas, y utiliza por primera vez coros en una película de la saga. Los escuchamos, por ejemplo, para acentuar las misteriosas intenciones de los Klingon de la película, o subrayando un efectivo leitmotiv relacionado con la trama política que se repite en varios cortes. También hay instrumentación exótica, aunque esta vez se va un poco más allá de las percusiones tribales, por ejemplo usando algunos vientos sutiles aquí y allá. Y hay lugar para algunos toques de sintetizador, por ejemplo en escenas del planeta-prisión.
Clear All Moorings
Pese a que el tono general de la banda sonora es oscurantista, son inevitables ciertos fogonazos de luz en el clásico tema en el que el Enterprise suelta amarras (Clear All Moorings) y en la pequeña suite de los créditos finales, en los que se despide -autógrafos inclusive- la tripulación original de la nave. Por supuesto, no falta alguna breve referencia al tema de Alexander Courage, y hay también un sutil recuerdo del tema que compuso James Horner para Spock, por ejemplo en Escape from Rura Penthe, con o sin frotación de copas con agua, según el caso. A menudo he tenido la personal sensación de que bullían tantas ideas en la mente del autor que algunas terminaban por atascarse en el cuello de su embudo creativo. Cosa que no siempre es mala.
Entrevista con Cliff Eidelman (en inglés).
Muy inspirada y, sobre todo, muy efectiva, la banda sonora de The Undiscovered Country acabó por convertirse en el único trabajo verdaderamente memorable de Cliff Eidelman, lo que no es poco si tenemos en cuenta que incluso el Jerry Goldsmith de las futuras películas con Picard y los suyos se inspirarían más de una vez en sus ambientes hiperdramáticos. Aunque el CD original contenía prácticamente toda la música de la película, sabemos que siempre queda por ahí material digno de publicarse. Hubo una versión pirata del álbum con gran calidad de sonido que, para algunos entendidos, supera incluso la edición expandida oficial de 2012.
Esta era impar, y una vez más se demostró la validez de la rara teoría al respecto. Star Trek V: La última frontera (1989) fue vista en su momento como todo un fiasco, sobre todo tras la estupenda acogida de la entrega anterior, y hoy en día se mantiene con claridad como la peor valorada -por crítica y público- de todas las películas de la saga. Parte de culpa suele recaer sobre el generalmente maltratado William Shatner, que por motivos de contrato "debía" dirigir al menos una película por aquello de que Leonard Nimoy también lo había hecho.
Shatner se encontró con una pobreza de medios agudizada por una huelga de guionistas, lo que convirtió su película en uno de esos rutinarios episodios alargados en los que suele convertirse alguna que otra serie al pasar al formato de cine. Aquí el Enterprise se dirigía a un planeta del que nunca se había hablado antes, que se encuentra en el centro del universo conocido y rodeado por una prohibición, y en el que tal vez habite Dios. Casi nada. Menos mal que, por lo menos, quedó en el recuerdo una meritoria banda sonora.
Contraportada del CD básico.
Algo sí que se hizo bien en esta producción: llamar otra vez a Jerry Goldsmith, que a finales de los ochenta mantenía alto su prestigio pese a haberse topado con más de un encargo para películas de discutible calidad. Quizá pensaba que su regreso a Star Trek, tras la antológica primera entrega a la que puso música, le daría otro espaldarazo de fama. Terminaría siendo una de las pocas cosas salvables de una película fácil de olvidar, estableciendo de paso algunas de las tendencias que él mismo seguiría con sus siguientes obras para la saga, así como ayudando a reimplantar su temazo para la primera película como fanfarria oficial de la franquicia en cines y en televisión. Recordemos que la serie Star Trek: La nueva generación retomaba aquel mismo tema para su cabecera desde hacía un par de años.
Life Is a Dream
Y es ese tema el gran protagonista de la banda sonora de The Final Frontier, sobre todo en unos títulos finales (Life Is a Dream) para los que Goldsmith nos presenta quizá su versión más completa y mejor desarrollada, totalmente concertante.
No es fácil encontrar, sin embargo, temas exclusivos y representativos de esta quinta película de Star Trek. Hay unos cuantos leitmotivs más bien discretos -pero efectivos- que subrayan las situaciones dramáticas (escuchamos uno claramente en A Busy Man y después en An Angry God) o la presencia mística del sectario Sybok, hermano de Spock, que incluye una pincelada electrónica. Destaca, en cualquier caso, una utilización mucho más inteligente y extensiva del tema que compuso Goldsmith para los Klingon en la primera película, respondiendo bien al muy actual enfoque que hace el músico de los temas incidentales, rítmicos y potentes. Es curioso notar cómo en algún momento, durante la escucha del CD, parecemos estar pensando en una película mucho más espectacular de lo que realmente fue La última frontera.
La edición expandida.
El gran mérito de Jerry Goldsmith, no obstante, fue el de componer una partitura muy detallista en lo que al lenguaje musical se refiere, con multitud de referencias musicales cruzadas, a modo de frases melódicas bien distribuidas, a lo largo de todo el trabajo. La coherencia que se consigue es ejemplar, y el peso de la misma compensa con creces por la ausencia de temas pegadizos que pueda notar el aficionado tras una escucha superficial. Esta cuidada estructura fue mutilada en el ya conocido formato discográfico de esta clase de bandas sonoras, y tuvo que ser una edición más reciente (2010) la que reivindicase los méritos de Goldsmith en este notable trabajo.