jueves, 10 de octubre de 2013

Philip Glass - THE PHOTOGRAPHER


1. Act I: "A Gentleman's Honor" (Vocal) (3:17)
2. Act II (16:25)
3. "A Gentleman's Honor" (Instrumental) (3:19)
4. Act III (19:19)

Las leyes de la óptica son sorprendentes para quien descubre por primera vez ciertas tecnologías de nuestro tiempo. Por ejemplo, es un pequeño defecto del ojo humano el que produce sensación de movimiento fluido a una serie de imágenes proyectadas a gran velocidad; gracias a ello disfrutamos del cine y la televisión. Será por el íntimo amor que surgió entre las artes y la tecnología durante el siglo XX que algunos de estos procesos perceptivos han sido explorados desde puntos de vista bastante curiosos. Pensemos por ejemplo en el minimalismo musical, que no deja de ser una forma de hacer música a partir de pocas notas, pocas variaciones tonales, pocos quiebros melódicos, para finalmente lograr un resultado que es mucho más que la mera suma de sus partes.

Philip Glass

En el caso de Philip Glass, el minimalismo se expresa también a través de su uso de bucles, repeticiones cíclicas de tres, cuatro o cinco notas musicales. Escuchando una de sus largas e hipnóticas composiciones llegamos a "adentrarnos" dentro de su música, que comienza a fluir mágicamente en nuestra mente hasta lograr crear superestructuras melódicas que van más allá de su forma básica. Es como los fotogramas que, proyectados a la velocidad adecuada, adquieren la cualidad del movimiento.

The Photographer (1983) podría ser quintaesencial en este sentido. La música compuesta para este "Drama musical en tres actos", editada para su publicación como álbum, es un perfecto ejemplo de cómo el músico norteamericano aplica su técnica del bucle sonoro con efectos fabulosos. La obra cuenta un par de episodios notables de la vida del fotógrafo y precursor de la cinematografía Eadweard Muybridge. Por un lado tenemos el episodio en el que Muybridge mató al amante de su mujer, para ser posteriormente absuelto del asesinato y terminar adoptando a la hija ilegítima de su esposa. El otro episodio, mejor conectado con todo el asunto del fotograma en movimiento con el que comenzaba esta reseña, es anecdótico pero muy interesante: realizando una serie de tomas a alta velocidad, Muybridge demostró que un caballo permanece con todas las patas en el aire en algún momento de su carrera al galope. Véase la tercera imagen de la segunda fila, en la portada del álbum de Glass.

A Gentleman's Honor, en versión vocal.

De lo más raro que te puedes encontrar: un video-clip oficial de la versión instrumental de A Gentleman's Honor.

The Photographer, sin poseer la capacidad de fascinación de Koyaanisqatsi o Einstein on the Beach, sí que contiene fragmentos musicales memorables incluso para los no pocos detractores de su autor. Destaca aquí, evidentemente, el tema A Gentleman's Honor ("El honor de un caballero"), que aparece en versión cantada (primer corte del CD) e instrumental (tercer corte), y que es un extracto de lo que fue el primer acto de la obra escénica. Es muy interesante comprobar lo bien que casa el coro con la -en principio- complicada estructura fragmentaria de la frase musical de este gran tema. Los cortes pares del álbum son piezas mucho más largas y complicadas que abundan tanto en la estructura cíclica de la música de Glass como, por extensión, en el concepto del álbum si decidimos entenderlo como una sucesión frenética de fotografías musicales. Otorga colorido a esa cierta aridez glassiana la presencia del violinista Paul Zukofsky, y la orquesta (el Philip Glass ensemble) está dirigida, como es habitual, por Michael Riesman.

Contraportada de la edición en CD.

No creo que una grabación de esta naturaleza requiera muchas más explicaciones por mi parte, y considero que ya me he puesto bastante espeso en algún punto, de modo que invito a los lectores a disfrutar del álbum y hacerse una opinión propia. No es un mal trabajo, por cierto, para descubrir por primera vez la obra de Philip Glass, así que va doblemente recomendado. Está en Spotify, of course.

1 comentario:

  1. Veo que nadie se ha animado a comentar nada de este trabajo del "fontanero minimalista". Yo no soy ningún experto en su música, de hecho soy un completo desconocedor de su obra. Lo conocí a resultas de mi fascinación por la película "Koyaanisqatsi", auténtico ejercicio visionario del cine experimental y fuente de inspiración para muchos. Recomendable 100%, a pesar de sus añitos. Volviendo al disco que nos ocupa, me gusta mucho el acto II, que está entre mis piezas preferidas del americano.

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