sábado, 29 de septiembre de 2012

Ennio Morricone - C'ERA UNA VOLTA IL WEST / ONCE UPON A TIME IN THE WEST


1. Once Upon a Time in the West (3:43)
2. As a Judgement (3:05)
5. The First Tavern (1:38)
7. Man with a Harmonica (3:28)
8. A Dimly Lit Room (5:06)
9. Bad Orchestra (2:22)
10. The Man (1:00)
11. Jill's America (2:45)
12. Death Rattle (1:42)
13. Finale (4:10)

En España tenemos la mala costumbre de cambiar los títulos de muchas películas, unas pocas veces para sortear juegos de palabras intraducibles, otras veces por razones que no logro entender. ¿Por qué cambiar un titulazo como Érase una vez en el Oeste por Hasta que llegó su hora? No tengo ni idea, pero a estas alturas el título original del filme de Sergio Leone es tan resonante en la cultura popular que me resultará difícil retomar su extraña traducción española.

El trailer original.

C'era una volta il West (1968) podría haberse convertido fácilmente en el western por antonomasia de Leone, el spaghetti western definitivo por extensión, de no ser por el peso icónico de la Trilogía del dólar y aquel Clint Eastwood con el cigarrito. No obstante, su asombrosa perfección técnica y el talento de todos los responsables de su producción la han elevado desde hace mucho a la categoría de clásico. Y también es un título de culto. La banda sonora compuesta por Ennio Morricone está en su podio personal de obras maestras junto a La misión y Cinema Paradiso.

Portada alternativa.

Sergio Leone quería a Eastwood en su película, pero al final no pudo ser. Sin embargo, y aunque muchos elementos del filme parecen apuntar hacia una visión del género algo más clasicista y sosegada que las macarrísimas obras previas del director, se nota que Leone no quería romper los lazos básicos con su trilogía. El componente sonoro de Morricone es quizá el más notable, ya que su música deja a retazos el mismo regusto canalla y anacrónico que tuvieron El bueno, el feo y el malo y sus hermanas menores. Prueba de ello es el tema más potente de la partitura que nos ocupa: Man with a Harmonica. No es solamente una armónica, sino los coros sempiternos del oeste morriconiano, la orquesta y unos punteos apoteósicos de guitarra eléctrica, los que crean la perfecta atmósfera previa al duelo final "más grande que la vida" entre Charles Bronson y Henry Fonda.

Un montaje con diferentes temas del álbum.

Pero tampoco falta el clasicismo y el sosiego del que hablábamos antes, encarnado en la fascinante, apasionada Once Upon a Time in the West. Se trata de un cántico femenino desgarrador (un aria, prácticamente) sobre unos arreglos orquestales impresionantes. En la película hay un momento en que suena mientras el carro de Claudia Cardinale (Jill) recorre el famoso Monument Valley (supongo que en una de las pocas escenas que no se rodaron en Almería), lo que lo reviste de un toque mitológico este feliz encuentro entre el decadente western italiano y el western clásico de John Ford. En fin, placer estético y cinéfilo desatados.




Los protagonistas.

Érase una vez en el Oeste es una película de grandes personajes, y cada uno tiene su parte también en la banda sonora. Si a Charles Bronson le corresponde el tema de la armónica y a Claudia Cardinale el cántico, también tiene su momento el bandido genialmente interpretado por Jason Robards, Cheyenne. Su personal leitmotiv es divertido y algo irónico en su sabor añejo, un contrapunto cálido a la feroz épica de Morricone. Y Frank, el villano encarnado por Henry Fonda, está representado por una versión melancólica, orquestal, del tema de la armónica. Es como si su destino viniese fijado por la persecución a que le somete Armónica, sencillo nombre adoptado por Bronson.

Otras portadas, de las muchas que hay.

Estos temas conductores aparecen aquí y allá a lo largo de la banda sonora, mezclados con otros pasajes que sirven a tres funciones básicas: dotar de coherencia al argumento de corte mítico urdido por Leone, reconciliar (como decíamos antes) la iconografía del western de Hollywood con el italiano, y sobre todo expandir los grandiosos paisajes fílmicos más allá de los fotogramas, de un modo parecido a como ocurría en la casi contemporánea 2001: una odisea del espacio, pese a -lo sé- que sean películas muy distintas. Nos encontramos definitivamente ante una banda sonora esencial, imprescindible, una de las principales responsables de que "Il Maestro" esté donde está. Tiene esa magia indescriptible que hace que su sonido (con o sin la película a la que acompaña) evoque imágenes tan vívidas que, con el paso del tiempo, se acaban grabando en nuestra mente para siempre.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Dead Can Dance - ANASTASIS


1. Children of the Sun (7:33)
2. Anabasis (6:50)
3. Agape (6:54)
4. Amnesia (6:36)
5. Kiko (8:01)
6. Opium (5:44)
7. Return of the She-King (7:51)
8. All in Good Time (6:37)

Se conoce como Anastasis a la Resurrección de Cristo, atendiendo a dos fuentes, según la Wikipedia: el Evangelio Apócrifo de Nicodemo y el de San Mateo. Según está sugerido en ambas fuentes, Jesucristo bajó a los infiernos (como dice el Credo de los católicos) para pasar allí tres días entre los Patriarcas del pasado,  los justos, logrando que se abriesen para ellos las puertas del Cielo. Resucitó al tercer día, según las Escrituras.

Seguramente hayan elegido el título los Dead Can Dance en referencia a su propia "resurrección" tras haber pasado 16 años desde la publicación de su álbum anterior Spiritchaser (1996). No ha sido demasiado fácil seguirle la pista a Brendan Perry durante estos años, aunque Lisa Gerrard ha ido cimentando con solidez una carrera en solitario que difícilmente quede olvidada con este Anastasis (2012). Ha realizado varios trabajos en su línea new age-world music, e incluso ha tenido un gran éxito comercial con su colaboración en  la película Gladiator (Ridley Scott, 2000), especialmente con el tema Now We Are Free, que fue objeto de múltiples remixes dance y hasta ha sonado en anuncios de bombones. Como comentábamos hace poco, está integrada en el colectivo de músicos de cine que capitanea Hans Zimmer. Como no es cuestión de pasar de Perry, diremos que en este intervalo ha publicado tres álbumes en solitario y ha tenido tiempo de experimentar a su aire.

Lisa Gerrard y Brendan Perry (de factmag.com).

Anastasis es un regreso potente del dúo. Fue publicado el pasado mes de agosto, y las críticas en general han fluctuado entre el notable alto y la matrícula de honor. Esto no solamente se debe a las ansias que tenían los muchos seguidores de Dead Can Dance de escuchar algo nuevo, sino también a que el disco es francamente bueno. Tan oscuro y primario como siempre, tan extraterrestre en su modo de aproximarse a sonidos propios de otras culturas, o bien no occidentales o directamente extraídas de un pasado mítico.

La fórmula de la buena acogida de Anastasis es ofrecer un conjunto de canciones bastante potentes en la melodía y los arreglos, aunque no necesariamente tan meditativas y telúricas como en otras ocasiones, sino más rítmicas y accesibles. Son los Dead Can Dance de siempre, con un lejano toque tecno-pop a lo Depeche Mode pero con sus habituales resonancias medievales y orientalistas. No parece que hayan vuelto solamente para satisfacer a sus incondicionales, como banda de culto que son, sino para seguir ampliando sus miras populares.

Children of the Sun.

Anabasis, en un vídeo "bootleg".

Comienza el álbum con la poderosa Children of the Sun ("Hijos del Sol"), que es prácticamente un himno triunfante. Anabasis se recrea en la voz inimitable de Gerrard, sobre una ambientación del Mediterráneo oriental, tal vez bizantina. Agape da el salto hacia lo arábico, esta vez con ritmos contemporáneos cada vez más marcados. Amnesia tira de la batería y de la voz misteriosa de Brendan Perry para asentarse sobre fondos orquestales y/o sintéticos muy épicos. Kiko es una nueva mirada a Oriente Medio, quizá esta vez con algún matiz hebraico muy ritualista. Opium parece comenzar como algún tema de Peter Gabriel, aunque después evoluciona por el oscurantismo tecno-pop del que hablábamos antes. Return of the She-King ("El retorno de la reina", más o menos) comienza con gaitas sampleadas que constituyen un nuevo himno a añadir a lo ya escuchado en el álbum. Anastasis concluye con All in Good Time, el tema más sobrio de todos (Perry canta poco menos que "a cappella"), y quizá el elemento que más se hace esperar en el disco.

Al final, y salvo por algún punto concreto como Return of the She-King, queda la sensación de que Gerrard y Perry han ido un poco por libre, la primera metida en ambientaciones étnicas, y el segundo en temas pop siniestros llenos de ecos de otras décadas. Parecen haberse repartido el trabajo, y al final todo queda muy equilibrado, si bien no especialmente bien integrado.

Contraportada.

¿Será este el comienzo de una nueva etapa en la que Dead Can Dance se mantenga en activo? Ya veremos. De momento está en marcha la gira de presentación del álbum, así que es de suponer que de su éxito dependerá que sigamos disfrutando de un sonido tan interesante como el suyo. Pese a las pegas que podamos ponerle, la verdad es que han vuelto para bien. Una selección de temas de Anastasis puede escucharse en Spotify.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Vuelve a estallar la Guerra de los mundos.


Esto me produce algo de temor: gracias al blog La Esfera Musical, me acabo de enterar de que en noviembre sale a la venta el remake del mítico álbum conceptual Jeff Wayne's Musical Version of The War of the Worlds (1978), en el que Wayne seguirá exprimiendo su gallina de los huevos de oro una temporada más. Atrás queda el prolongado éxito del doble disco original, la  relativamente reciente reedición del mismo y su espectacular gira promocional (dvd inclusive). 

Portada del nuevo álbum.

El nuevo trabajo lleva como subtítulo La nueva generación (como Star Trek), y Jeff Wayne ha contado con colaboraciones de peso como los cantantes Gary Barlow (uno de los guaperas Take That, ya no en su mejor momento pero todavía "vivo") y Joss Stone. La voz del narrador será la del actor Liam Neeson, buena elección pese al alto listón que dejó Richard Burton en el original. También es verdad que Neeson últimamente se apunta a casi todo, incluso en el cine.

Liam Neeson, haciendo publi (de latimesblogs.latimes.com).

Jeff Wayne tiene toda la pinta de vivir en el mismo barrio residencial del tipo que inventó los chinitos de la suerte y la mortadela Popeye, todos ricos a causa de un solo éxito fulgurante. El indudablemente talentoso músico ya intentó repetir éxito en los noventa con una versión musical de Espartaco en la que estuvieron Catherine Zeta-Jones y Anthony Hopkins, y en vista de que la cosa no fue nada bien, parece haberse decidido a mantener sus trípodes marcianos sobre la mesa hasta el fin de los días. Yo soy un gran admirador del álbum original, con lo que, bromas aparte, estoy más que dispuesto a probar suerte con este hijo tardío que acaba de nacerle. Veremos.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Tangerine Dream - FORCE MAJEURE


1. Force Majeure (18:21)
2. Cloudburst Flight (7:27)
3. Thru Metamorphic Rocks (14:30)

Vamos a ver... Yo no soy un seguidor acérrimo de los Tangerine Dream, y tampoco un profundo conocedor de su trayectoria a un nivel interno: motivaciones personales de los miembros para seguir o marcharse, deseos de evolución para acá o para allá, debates internos, etc. Por eso, cuando echo un vistazo a su convulsa trayectoria durante la segunda mitad de los setenta, no puedo hacer más que poner sobre la mesa una serie de impresiones personales que me parecen razonables.

Klaus Krieger, Edgar Froese, Chris Franke y Steve Jolliffe (que estaba en Cyclone). De iloapp.pertou.dk.

Repasando bastante sucintamente para evitar alargar el preámbulo, sabemos que los TD comenzaron como banda experimental a finales de los sesenta, en lo que se llamaron sus "años rosas". Después ficharon por la compañía británica Virgin, entonces muy dada a lo insólito, donde continuaron de manera suave y progresiva la evolución de su personal sonido electrónico-cósmico. Donde aplico mi opinión es respecto a un punto de inflexión importante: el álbum Cyclone (1978), de cuyas características se desprende una desviación de la banda hacia el rock progresivo. Fue un fracaso a casi todos los niveles, y si entendemos que Peter Baumann se había marchado justo antes, nos encontramos con una banda en medio de una encrucijada. "¿Qué hacemos ahora?", se preguntarían Edgar Froese y Christopher Franke. Personalmente, creo que optaron por obviar la existencia de Cyclone y retomar la línea inmediatamente anterior: la establecida por el accesible y relativamente comercial Stratosfear (1976), prolongada vagamente en el directo Encore (1977).

Contraportada.

Force Majeure (1979) es, de algún modo, el descendiente directo de Stratosfear. En el álbum del '76 se optó por atenuar la línea lánguida y atmosférica de los mucho más opacos Phaedra (1974) y Rubycon (1975) en favor de un sonido más cercano a la electrónica de moda en la época (Jarre, Vangelis, quizá Kraftwerk). Force Majeure prosigue con la tendencia hacia los temas largos que evolucionan lentamente, cosa clásica en todo el krautrock cósmico berlinés, aunque se incide cada vez más en ritmos marcados (se contaba con el batería Klaus Krieger) y melodías bien definidas sobre fondos planeadores (ayuda el violonchelo de Eduard Meyer), bastante llevaderas en comparación con los infinitos espacios musicales oscurantistas de antaño. Está clara la ruptura con el progresivo de Cyclone, aunque se nota que el gusto por la instrumentación básica del rock sigue medianamente presente.

Horrorosa portada alternativa.

El tema homónimo Force Majeure comienza muy teatralmente con un sonido que se asemeja al de un órgano de iglesia, con fluctuaciones cósmicas y algo parecido a coros computerizados, para desembocar poco después en un movimiento de piano, guitarra y batería que entre esporádicos vaivenes meditativos y flotantes (sigue sonando la guitarra un buen rato) conduce hacia el final de la pieza. Cloudburst Flight continúa utilizando punteos de guitarra, menos distorsionada en este caso, en una pieza cuyo conjunto es bastante "rockero". El tercer y último tema es Thru Metamorphic Rocks, otra larga y efectista pieza de rock cósmico electrónico de la que algunos se quejan por ser algo repetitiva; pero los estupendos solos de guitarra y el ansia de espectacularidad lo justifican muy sobradamente. Indica la Wiki que una de las secuencias de bajo sonó distorsionada tras quemarse accidentalmente un transistor, pero la banda decidió incluir la rareza tal cual en lugar de volver a grabarla.

La pintura original de Monica Froese fue tristemente alterada para alguna edición en CD.

Con los años ochenta comenzaría la etapa más complicada de Tangerine Dream, no tanto en lo musical -que seguirían publicando grandísimas obras hasta bien entrada la época- sino más bien en lo identitario. Comenzaron a grabar bandas sonoras para películas de gran presupuesto (Sorcerer o "Carga Maldita", Risky Business, Legend) donde su sonido se simplificó de manera bastante decepcionante, y varios de los miembros de la banda, sobre todo Froese, lucharon por asentar sus carreras en solitario. Quienes les habían seguido desde el principio se preguntaban si debían hacer de tripas corazón o pasar a otra cosa. En Force Majeure, si bien no estamos ya en el momento de mayor originalidad de TD, sí que nos encontramos en una etapa dulce y agradable para sus fans de siempre, que veían como su grupo preferido crecía en popularidad y se adaptaba -todavía- bien a los tiempos. Un gran álbum, en cualquier caso, que está en Spotify.


El tema Force Majeure.

martes, 11 de septiembre de 2012

Penguin Cafe Orchestra - WHEN IN ROME...


1. Air a Danser (5:17)
2. Yodel 1 (4:46)
3. Cutting Branches for a Temporary Shelter (2:27)
4. From the Colonies (3:30)
5. Souther Jukebox Music (4:53)
6. Numbers 1 to 4 (7:44)
7. Telephone and Rubber Band (4:05)
8. Air (4:00)
9. Beanfields (4:28)
10. Paul's Dance (2:19)
11. Oscar Tango (3:20)
12. Music for a Found Harmonium (3:18)
13. Isle of View (Music for Helicopter Pilots) (4:39)
14. Prelude and Yodel (3:56)
15. Dirt (5:27)
16. Giles Farnaby's Dream (4:13)

"Si estuvieses en Roma, vive a la manera romana; si estás en alguna otra parte, vive como lo hagan allí."
Cita atribuida a San Ambrosio

No suelo comentar álbumes recopilatorios en el blog, y éste prácticamente lo es, pese a tratarse de un álbum en directo en sentido estricto. Pero es de la Penguin Cafe Orchestra, y a ellos se les puede permitir todo. When in Rome... (1988) contiene el primer concierto de la banda de Simon Jeffes que fue grabado oficialmente para un álbum. La actuación tuvo lugar en julio de 1987, un año después del álbum Signs of Life y, por lo tanto, estando los pingüinos en el mejor momento de su trayectoria y con la mayor parte de su repertorio convertido ya en imprescindible dentro de la música de nuestro tiempo.

Es cierto que When in Rome... no aporta temas nuevos a la fabulosa obra instrumental de Jeffes y los suyos, pero no podemos ignorar que su música sencilla y divertida parece haber nacido para su interpretación en directo, dada su frescura y espontaneidad. De hecho, si exceptuamos el primer trabajo que publicaron, Music from the Penguin Cafe (que contaba con el apoyo de Brian Eno y algunas de sus atmósferas etéreas de los setenta), no parece en ningún momento que estos álbumes hayan pasado demasiado tiempo en manos de un productor musical, o en un complicado laboratorio sonoro; más bien se diría que la troupe de Jeffes tocaba en el estudio y los LPs se editaban tal cual, in situ, como si de conciertos clásicos al uso se tratase. El caso es que, en esencia, siempre fueron precisamente eso: piezas de música clásica minimalista y levemente experimental, orientada en todo caso hacia el folk por su incursión de instrumentos y ritmos exóticos... de ninguna parte.

La banda en 1987 (de last.fm).

El álbum que nos atañe, grabado en el Royal Festival Hall de Londres, abunda en piezas maravillosas de los discos previos del Café, sonando todas ellas tan perfectas como en los álbumes, pero con la magia especial que supone el contar con un público entusiasta y con la fogosidad especial del escenario. De entre las piezas escogidas resulta muy difícil destacar unas sobre otras, de modo que me limitaré a enumerar mis favoritas: la inicial Air a Danser, Telephone and Rubber Band (que no estaba en el vinilo), Beanfields y Dirt (que tampoco estaba).

Portada de la versión en CD, con los títulos algo más grandes. La pintura es de Emily Young.

¿Imprescindible? Yo diría que no, sobre todo porque, como ya hemos mencionado, el álbum ni incluye temas inéditos ni suena especialmente distinto de como habría sonado un recopilatorio normal... y sin embargo, son multitud de webs de referencia las que mencionan When in Rome... como ejemplo de la música de la Penguin Cafe Orchestra. Quizá sea un buen modo de iniciarse en el peculiar sonido de la banda británica, aunque también existen antologías bastante efectivas. En cualquier caso, y divagaciones aparte, la discografía de esta formación descomunal -la original, la de Jeffes padre- es tan tristemente breve que no podemos pasar por alto ninguna de las obras que nos dejaron. Los seguidores de la banda lo tienen en casa sin lugar a dudas, y en lugar preferente, así que, como quiso decir San Ambrosio, adonde fueres haz lo que vieres. Por cierto, recomiendo la versión en CD frente a la original en vinilo, ya que incluye nada menos que cuatro temas más. Está en Spotify.

domingo, 2 de septiembre de 2012

The Orb / David Gilmour - METALLIC SPHERES


1. Metallic Side (28:42)
- Metallic Spheres
- Hymns to the Sun
- Black Graham
- Hiding in Plain View
- Classified
2. Spheres Side (20:12)
- Es Vedra
- Hymns to the Sun (Reprise)
- Olympic
- Chicago Dub
- Bold Knife Trophy

Como últimamente andamos metidos en el ambient y su círculo de influencia, hoy nos acercamos a un trabajo perteneciente a su rama más popular. Se trata de Metallic Spheres (2010) obra realizada a dúo entre el grupo inglés The Orb y el guitarrista de rock David Gilmour. Entendamos lo de "a dúo" en sentido bastante estricto, ya que Tanto Gilmour como los miembros de The Orb Alex Paterson y Youth figuran como autores de todos los temas. En la información de portada incluso parece que cada cual quisiera  arrimar el ascua a su sardina, Gilmour con una pegatinaza indicando que es "la voz y guitarra de Pink Floyd", y los de The Orb indicando que el primero únicamente está ahí como invitado (lo de "feat." suele indicar eso mismo). Yo lo dejo en un 50/50.

The Orb (de www.spin.com).

The Orb es un grupo bastante polémico. Acreedores de algún éxito considerable en los noventa, nunca lograron un beneplácito amplio entre los críticos británicos, a causa de su carácter comercial y nada alejado de la música chill y house más convencional, previsible incluso. Algún que otro discutible remix de otros artistas tampoco les hizo demasiado bien. El mercado americano, en fin, sí que fue bastante más grato hacia ellos, y con cierta estabilidad y algún cambio en sus filas han llegado en buena forma hasta nuestros días.

David Gimour (de guardian.co.uk). Fotografía de Eamonn McCabe.

En el caso de David Gilmour, podemos decir que en los últimos años ha afianzado como nunca su presencia como músico solista. Ya en los tiempos de Pink Floyd realizó un par de interesantes tentativas, aunque la cosa ha cuajado definitivamente al mantener una línea de lanzamientos más o menos estable, entre el estupendo álbum On an Island (2006), el directo Live in Gdansk (2008) y este mismo trabajo que nos ocupa. Los constantes rumores de reunión de la mítica banda también le han ayudado a hacerse fuerte en los medios, actos benéficos y apariciones sorpresa con su antiguo archienemigo Roger Waters inclusive. ¿Por qué se decidió a realizar esta colaboración? Porque en principio no lo fue. Parece que Gilmour estuvo realizando alguna jam session privada junto a Youth (uno de los Orb), y luego estas grabaciones fueron  editadas e incorporadas a la música tecno del grupo, por supuesto con su visto bueno.

 Portada alternativa (la primera), y de una edición especial (la segunda).

Metallic Spheres está concebido como una composición en dos largas suites que vienen desmembradas en secciones en los créditos, aunque a la hora de su escucha se percibe una continuidad sólida, interrumpida solamente por la necesidad de dar la vuelta a su versión en vinilo (demandada, supongo, por el gremio DJ). El ritmo suave pero constante logra una efectiva sensación ambiental, muy elegante y atractiva. Los fondos  y efectos sonoros sampleados también están muy trabajados, y la guitarra cristalina, nada distorsionada de Gilmour fluye como la seda a lo largo de todo el trabajo, procurándose incluso algún momento que quiere rozar lo folk. Por su naturaleza ambiental, Metallic Spheres no es un disco especialmente sorprendente ni original, aunque su atmósfera es excelente y se escucha con agrado de principio a fin. 

Se me ocurre que puede ser una opción maravillosa para escuchar en el CD del coche. Lo probaré.

Un trocito de la primera parte.