miércoles, 30 de mayo de 2012

The Alan Parsons Project - THE TURN OF A FRIENDLY CARD


1. May Be a Price to Pay (5:00)
2. Games People Play (4:23)
3. Time (5:15)
4. I Don't Wanna Go Home (4:52)
5. The Gold Bug (Instrumental) (4:34)
6. The Turn of a Friendly Card
The Turn of a Friendly Card (Part One) (2:45)
Snake Eyes (3:16)
The Ace of Swords (Instrumental) (2:57)
Nothing Left to Lose (4:07)
The Turn of a Friendly Card (Part Two) (3:22)

Cuando uno enumera los grandes grupos del rock progresivo de los setenta, generalmente deja a un lado a The Alan Parsons Project en un primer momento. Es cierto que su sonido no ha envejecido del todo bien, y que seguramente sea más exacto calificar su estilo como "pop progresivo" que como cualquier otra cosa, pero pienso que merecen más elogios de los que, en general, les deparan los mitómanos. Llevaron al extremo la creación de álbumes conceptuales y cometieron muchos de los excesos propios de su género, pero escuchar álbumes como The Turn of a Friendly Card, aun no siendo este su mejor trabajo, deja claro que son un grupo a reivindicar.

Imagen del interior del libreto del CD.

Bien, más que un grupo se trataba de un dúo: Alan Parsons, reputadísimo ingeniero de sonido británico que había trabajado con The Beatles y Pink Floyd; y (sobre todo) el desaparecido Eric Woolfson, el cerebro musical tras el Proyecto. En cada álbum contaban con músicos y cantantes de sesión que contrataban para la ocasión, sin que nadie aparte de ellos dos formase parte oficialmente de la formación. Hace tiempo comentamos sus álbumes Tales of Mystery and Imagination. Edgar Allan Poe (1976), I Robot (1977) y Pyramid (1978), y ahora tocaría seguramente Eve (1979), un disco que para unos es oro y para otros bazofia, así que, dado que no lo he escuchado entero, he preferido dar un saltito hasta el título que nos ocupa.

Con este álbum se publicó un cuádruple LP con todos los discos 
de la banda hasta entonces, con este diseño en la portada.

The Turn of a Friendly Card (1980) es quizá el último álbum del Project que mantiene el nivel alto de sus primeros tiempos. Entrada la década de los ochenta se decantarían cada vez más firmemente hacia el pop, si bien seguirían hasta el final explorando acertadamente los arreglos e instrumentaciones que les dieron prestigio en sus inicios. Tuvimos un primer álbum sobre los cuentos de Poe, un segundo sobre los robots de Asimov, un tercero sobre el misterio de las pirámides de Egipto y un cuarto sobre la feminidad, este quinto trabajo de estudio versa sobre el vicio del juego. Parece que Woolfson vivía en Mónaco cuando se gestó el álbum, de modo que la inspiración le pillaba bastante cerca. El álbum viene a contar, difusamente, la historia de un señor al que se le cruzan los cables y que se lo apuesta todo a las cartas en un casino, dando pie a diversas reflexiones sobre la vida, sobre los juegos de azar, sobre la vida como un juego de azar.

La estructura de The Turn of a Friendly Card ("El turno de una carta buena/amistosa") es la habitual en The Alan Parsons Project: una serie de temas cantados bastante elaborados y distintos entre sí, con distintas voces, ritmos y arreglos; y un par de piezas instrumentales algo más arriesgadas. Como única peculiaridad, decir que la cara B del vinilo consiste en un único tema (a efectos de su título, al menos) que se subdivide en pequeñas partes. Se trata del homónimo The Turn of..., y es quizá la mejor parte del álbum, ya que contiene fabulosos arreglos orquestales al comienzo y al final, y la exquisita canción Nothing Left to Lose. Es mi tema favorito del álbum, aunque no se queda muy atrás  la balada Time, la primera pieza vocal del dúo en la que canta el propio Eric Woolfson, y Parsons le hace los coros. Games People Play también es conocida, aunque reconozco que me gusta menos.

Diseño para la portada de un single promocional.

En cuanto a los instrumentales, The Ace of Swords aparece como una especie de intermedio orquestal en el macro-tema de la cara B, con algunas de sus melodías más destacables; y The Gold Bug, cuyo título es ambiguo, está hacia la mitad de la cara A y destaca por su excelente base rítmica y su melodía de saxo. Por un lado, puede referirse al relato de Edgar Allan Poe El escarabajo de oro, cosa probable si recordamos el álbum de debut del Proyecto. Y puede referirse a una expresión del mundo de las finanzas que describe a alguien ansioso por conseguir mucho dinero rápidamente, cosa que está muy en consonancia con el concepto del álbum.

The Gold Bug en vivo, en 1995.

Una última edición del álbum en CD incluye una buena cantidad de temas extras, entre versiones inconclusas de algunos cortes, maquetas y demás. Es la mejor opción de compra, y puede disfrutarse completa en Spotify. Acabamos con la "suite" final del álbum.

domingo, 27 de mayo de 2012

Las dos bandas sonoras de "Legend": una comparativa.

Ahora que acabamos de acercarnos a la primera colaboración de Jerry Goldsmith con el director de cine Ridley Scott, es el mejor momento para hablar de la segunda (¿o tercera?): Legend, de 1985. Un auténtico desparrame en lo fílmico que afectó directamente a lo musical. De paso, realizaremos una -espero- interesante comparativa a la que me encantaría que os sumaseis con vuestros comentarios.

Cartel de la película.

Bastante escaldado tras las mutilaciones de su banda sonora para Alien, Goldsmith y Scott debieron mantenerse -sorprendentemente- en buenas relaciones. Cuando se acercaba la fecha de estreno de Blade Runner (1982) y el encargado de su banda sonora se retrasaba mucho más de lo deseable, Scott y su equipo pensaron en seguida en el veterano compositor de Hollywood para realizar un trabajo "de emergencia" que solucionase la papeleta. Al final, aquella mítica obra electrónica de Vangelis llegó a tiempo, y lo que llegase a realizar Jerry Goldsmith seguramente criará un moho de exquisita calidad en algún húmedo cajón. El caso es que Ridley Scott, que siempre se ha preocupado mucho de los aspectos musicales de su cine, volvió a llamar a Goldsmith para la que teóricamente iba a ser una película distinta, más tierna y comercial que su anteriores cintas de ciencia-ficción distópicas. 

 Ridley Scott y Jerry Goldsmith.

La idea era hacer de Legend un buen producto de cine fantástico con una orientación familiar, quizá una mezcla equilibrada entre los cuentos clásicos de Walt Disney y los universos de espada y brujería que J. R. R. Tolkien elevase a las nubes de la fama en El Señor de los Anillos. Sin embargo, se unió el arrebatador barroquismo visual de Scott con una tremenda indecisión por parte de la productora sobre la orientación comercial de la película, para desbaratar cualquier atisbo de éxito en taquilla. Un tal S. J. Sheinberg, ejecutivo de la MCA, dueña de la Universal, decidió que la presencia del joven Tom Cruise como protagonista podía explotarse de cara al público adolescente, convirtiendo la película en un vehículo romántico para su lucimiento. Como tantas veces sucede, Ridley Scott perdió el control sobre su obra y le aplicaron un corta-pega criminal en la sala de montaje, dejando Legend hecha unos zorros. Oscura, confusa, bizarra y empalagosa a ratos, se llegó a tomar la incomprensible decisión de estrenar dos versiones, una para EEUU y otra para Europa. ¿La diferencia? Que yo sepa, solamente su música.


 Cuatro de las muchas portadas de los álbumes oficiales con las B.S.O.s de Legend.

En EEUU se contrató a los Tangerine Dream, que no llevaban mucho tiempo haciendo las américas, para dar un toque juvenil (¿electrónico=juvenil?) a Legend, partiendo de la estúpida premisa de que la anterior  y exitosa película de Tom Cruise, Risky Business, había tenido música de los alemanes. Alguien quería convertir a Tangerine Dream en alter ego musical de Cruise. Para su versión de Legend, la banda de Edgar Froese realizó una composición bastante meritoria, mucho más inspirada que otros trabajos suyos para películas, pero la mezcla de aquellas imágenes con aquella música no funcionaba del todo bien. 

La alineación de Tangerine Dream en Legend: Johannes Schmoelling, Christopher Franke y Edgar Froese.

Sí que lo hacía a las mil maravillas la música orquestal de Jerry Goldsmith, colorista y evocadora a más no poder, siendo con toda seguridad no solamente una de las mejores obras de su carrera, sino además la banda sonora más injustamente maltratada de todos los tiempos. Las sucesivas versiones de la película, como su montaje para la emisión televisiva o "director's cut", dejaron hecha pedazos la integridad de la partitura de Goldsmith, haciendo que las sucesivas ediciones discográficas de esta composición hayan resultado un trabajo de chinos.

Edición definitiva de la música de Jerry Goldsmith.

La música de Jerry Goldsmith para Legend puede enmarcarse dentro de la mejor línea clásica del cine de fantasía. En ese selecto club, cuyos miembros generalmente son de alta calidad, entrarían, por ejemplo, The Dark Crystal de Trevor Jones, Willow de James Horner, la trilogía de Howard Shore e incluso el Hook de John Williams, The Neverending Story de Klaus Doldinger y Edward Scissorhands de Danny Elfman. Entiendo que es un grupo muy heterodoxo, pero a todas estas obras musicales las une su profundo entendimiento de las emociones ligadas a lo fantástico, entre las reminiscencias de la inocencia infantil y el sentido de la maravilla, pasando necesariamente por la construcción casi geográfica de universos musicales que se integren con los universos de ficción que recorren los personajes de cada historia. 

Contraportada del álbum de Tangerine Dream.

En este sentido, mientras que otros músicos de los mencionados sustentan sus mapeados musicales en sonoridades pseudo-étnicas y/o medievalistas, Goldsmith elige una tercera vía: la electrónica. No es que los sintetizadores sean definitorios de su Legend, pero sí que hacen acto de aparición en varios puntos, quizá del mismo modo en que lo hacen la magia y lo inexplicable en un entorno cotidiano. Goldsmith da un protagonismo no habitual en él a las cuerdas, enfatizando la calidez evocadora, "legendaria" de sus piezas, por encima de las resonancias épicas de otros trabajos del género. El tema cantado My True Love's Eyes es, por añadidura, un bonito elemento lírico que añade colorido y feminidad al trabajo, integrándose muy bien en él como contrapunto luminoso a la profunda oscuridad con que Jerry Goldsmith describe a las fuerzas del mal (que suelen plasmarse mediante notas estridentes de sintetizador). Literalmente:


No sucede lo mismo con los añadidos vocales del Legend de Tangerine Dream. La canción Is Your Love Strong Enough cuenta nada menos que con la voz de Bryan Ferry y la guitarra de David Gilmour (el de Pink Floyd), y no es que esté mal, pero no solamente no se integra ni por asomo con el sonido de TD, sino que su inclusión como primer corte del álbum parece indicar que el resto del mismo es tan flojo que necesitaba un gancho para venderse. Mal asunto si se pretendía seducir al melómano auténtico.

El vídeo oficial, con Bryan Ferry a lo ochentero.

El tema de Jon Anderson, sobre imágenes de la película.

No obstante, el Loved by the Sun que canta Jon Anderson (sí, ese Jon Anderson) a la mitad del disco sí que responde bien al conjunto, entre otras cosas gracias a que son los propios Tangerine Dream quienes le arropan instrumentalmente con la melodía principal de su partitura. La música incidental de TD suena muy bien, pero, como siempre ha sucedido con las bandas sonoras de esta formación electrónica, pecan de timidez y superficialidad si las comparamos con las densas atmósferas de sus otros álbumes. No obstante, se nota que fue un trabajo bien enfocado y muy inspirado, como demuestra el excelente Unicorn Theme:


¿Que ha quedado para el recuerdo de Legend, tantos años después? Cinematográficamente, una película  fallida pero bastante mona, más o menos "de culto" al ser el último título de la época más deslumbrante de Ridley Scott; y musicalmente, unos cuantos álbumes con su música (sus dos músicas), con muy diversas portadas según las fechas o los contenidos, que encima se han multiplicado como conejos gracias a las versiones expandidas piratas de los aficionados de Internet. Dada la temática de este blog, recomiendo tanto el trabajo de Tangerine Dream como el de Jerry Goldsmith; no obstante, y pese a que la presencia habitual de TD entre mis entradas podría indicar lo contrario, creo que el trabajo de Goldsmith es notoriamente superior.

La banda sonora de Tangerine Dream al completo.

Una suite con buena parte de la música de Jerry Goldsmith.


Agradecimientos a la web Filmtracks.

jueves, 24 de mayo de 2012

Jerry Goldsmith - ALIEN


1. Main Title (3:34)
2. Face Hugger (2:35)
3. Breakaway (3:04)
4. Acid Test (4:37)
5. The Landing (4:33)
6. The Droid (4:45)
7. The Recovery (2:47)
8. The Alien Planet (2:31)
9. The Shaft (4:00)
10. End Title (3:02)

Aquel conocido dicho del "menos es más" que tanto suele reivindicarse a la hora de componer bandas sonoras de cine también puede aplicarse a algunos de los más importantes músicos que ha dado la industria. Es el caso de Jerry Goldsmith y la película Alien, el octavo pasajero (1979). Goldsmith, compositor de primera fila durante varias décadas, ha sufrido más que otros el inmerecido lastre de crear partituras para películas un pelín del montón. Seguramente pensando en aumentar el prestigio de estas cintas, las productoras buscaban al efectivo Goldsmith, tal vez menos "relamido" que otra gente como John Williams o Morricone, sobre todo según avanzaban los años ochenta. Alien podría ser una de las varias excepciones, ya que la película se cuenta entre las mejores y más influyente obras de ciencia-ficción (y de terror) jamás realizadas.

Un póster poco difundido de la película.

Jerry Goldsmith se especializó en películas de acción, fantásticas y de ciencia-ficción, no siempre estando las barreras entre los géneros demasiado claras. Logró su único Oscar gracias a La profecía (1976), siendo también míticas sus fanfarrias para Star Trek, la película (1979) o Desafío total (1989), y sin dejar a un lado obras maestras del celuloide como El planeta de los simios (1968) o Chinatown (1974). Junto al director Ridley Scott trabajó al menos en tres ocasiones, si bien en Blade Runner (1982) lo hizo brevemente como sustituto de un Vangelis que llegaba tarde, y en Legend (1984) fue prácticamente rechazado en favor de los Tangerine Dream. Pero en Alien dio buen ejemplo de lo que Goldsmith era capaz de hacer, logrando que su partitura fuese una creación paralela al tono de la propia película. Scott debió considerar a Goldsmith como su mejor opción, ya que una versión temprana de la película contaba con otras obras previas del músico en el montaje provisional. Sin embargo hubo follón en post-producción, ya que el montador Terry Rawlings hizo un collage a base de las composiciones de Goldsmith, no dejando prácticamente nada inalterado en el montaje de la película, e incluso tomando varios fragmentos de otras piezas -otra vez del propio Goldsmith- para completar la cosa.

La edición de 2007. Los títulos arriba corresponden al LP original.

Muy dado a las melodías con trompetas, en la línea del Hollywood clásico, Jerry Goldsmith realiza aquí un ejercicio bastante experimental del que Ridley Scott nunca ha llegado a sentirse del todo satisfecho. Seguramente manejaba la posibilidad de contar con sonidos más vanguardistas para su personal versión espacial de Diez negritos, de Agatha Christie, y el estilo del veterano Goldsmith no se ajustaba del todo a su visión. Siendo Alien, en el fondo, una respuesta oscurantista al éxito de 2001: una odisea del espacio, a la música de Jerry Goldsmith le faltaba algo del tono trascendental de Ligeti y compañía. Una primera composición contaba con un par de temas melódicos al uso para las secuencias de créditos iniciales y finales. La idea era mostrar el viaje espacial en hibernación como una experiencia plácida, siendo el resto de la obra una sucesión de piezas incidentales, atmosféricas y amenazadoras, incluso con toques electrónicos dispersos; una pesadilla en toda regla que tiene lugar entre siesta y siesta. El problema de estas piezas es que difícilmente podían disfrutarse con independencia de la propia película, dado su carácter puramente ambiental. Scott, por su parte, forzó al compositor a revisar algunas de sus orquestaciones, y hoy en día solamente podemos estar del todo seguros de cómo fue la banda sonora original, primitiva, gracias a una versión expandida del álbum que se publicó en 2007.


¿Alguien no ha visto esta película?

Ciertamente, como decíamos, la de Alien no es una de esas bandas sonoras que produzcan un placer musical en un sentido convencional, por lo que difícilmente podemos colocarla entre los títulos imprescindibles del género para escuchar en casa. Y sin embargo, la película también es así de incómoda, desasosegante y oscura, con lo que no podemos dejar de admirar el esfuerzo de su autor. Y si tenemos cierta experiencia con la música clásica del siglo XX y además somos aficionados al género de ciencia-ficción, encontraremos aquí un fascinante espacio sonoro para dejarnos llevar con la mente a esos rincones oscuros del espacio profundo. La música de los títulos iniciales:

martes, 22 de mayo de 2012

Por la cultura y la Educación Pública.

Nunca se me ocurriría convertir este blog en un púlpito desde el que difundir mis ideas políticas o sociales, y pido perdón a quien considere que así lo estoy haciendo en este momento, pero entiendo que las circunstancias que vivimos hoy en día exigen un ejercicio de compromiso por mi parte, por muy humilde que, en efecto, este sea. Otras músicas. Otros mundos es un blog de divulgación cultural, y siento que esto me incumbe de un modo u otro.

Como todos sabemos, la actual crisis económica (sí, esa de la que son únicos culpables unos señores con carteras relucientes) está siendo pagada por el resto de la sociedad, especialmente las clases medias y bajas, ya que los responsables no están dispuestos a perder un ápice de su poder adquisitivo. Están dispuestos a ver arder el mundo si ello es necesario para seguir dando la vuelta al mundo en yate todos los años y mandando a sus hijos a estudiar a Yale. Que conste que aquí no hay colores políticos, ya que el poder económico se parte de risa ante las ideologías de partido.

El caso es que, tanto los dos gobiernos centrales que han afrontado la crisis como algún que otro gobierno autonómico (yo soy andaluz y sé de lo que hablo) tienen clarísima la solución: recortar en educación y sanidad. Así de simple, si lo que se quiere es que esos señores de la opaca esfera superior sigan sin moverse de ella. Me desmoraliza profundamente, sobre todo por ser alguien que dedica desinteresadamente muchas horas de su tiempo a este humilde blog de difusión cultural, el que sea tan simple y rápido empobrecer la formación de las futuras generaciones.

Por eso, quiero manifestar que Otras músicas. Otros mundos está con la Educación Pública y con los docentes que tan esforzadamente luchan por ella cada día.

viernes, 18 de mayo de 2012

¿Existe el proverbial "buen recopilatorio"?

Puede que sí... y eso que una colección de "grandes éxitos" de cualquier músico, incluyendo las raras avis de este blog, suelen tener dos propósitos únicos: cumplir con alguna cláusula contractual cuando al artista de turno no piensa componer/grabar nada nuevo en demasiado tiempo; o simplemente, para ganar un dineral a costa de un golpe repentino de fama por cualquier motivo.

Generalmente, el melómano serio no es muy amigo de recopilatorios. Con "serio" me refiero a que ciertos solistas y grupos realizan una obra artística individual en cada álbum, con lo que un recopilatorio es algo así como un ramo de flores: varios pedazos cortados (por muy bonitos que sean) de lo que antes fue una planta fresca y viva; y el aficionado no suele quedarse satisfecho con algo tan superficial. En el mundillo pop, y en cierta medida en el rock, los artistas pueden llegar a publicar discos de grandes éxitos con algo más de significado, ya que se trabaja siempre con canciones, y cada canción es perfectamente divisible de la mayor parte de discos en estos géneros. El mejor ejemplo de recopilatorios admirables en este sentido son los míticos álbumes rojo y azul de los Beatles. Pero con estilos musicales más complejos, buceando con más profundidad en las posibilidades musicales contemporáneas, la cosa se complica.

El primero es un meritorio (aunque incompleto) recopilatorio de Pink Floyd; el segundo, un sacacuartos.

Pensemos por ejemplo en los diversos recopilatorios publicados por Pink Floyd: Relics, que contenía muchos temas de los inicios de la banda no aparecidos en álbumes y por ahí se salvaba; A Collection of Great Dance Songs, que era breve, incompleto y muy decepcionante en su planteamiento; o el más ambicioso Echoes, que para ofrecer un vistazo más amplio a la carrera de la banda hacía una labor de poda contundente en un doble CD que seguía quedándose corto, aunque tuvo su mérito.

 Solamente dos de los ochocientos recopilatorios de Vangelis que contienen prácticamente lo mismo.

La cosa resulta todavía peor si nos movemos entre músicos instrumentales de la esfera popular. La terna Oldfield-Jarre-Vangelis también ha sido víctima de un buen número de recopilatorios de diverso pelaje, sobre todo el tercero, que cuenta con siete u ocho greatest hits saldados y dignos de las gasolineras que contienen exactamente lo mismo. Mike Oldfield tiene por ahí alguna joyita en forma de álbum en vinilo no publicado en CD pero, salvo muy pocas excepciones, sus álbumes de grandes éxitos son más material para fans completistas que auténticas obras musicales con fuerza propia.

 
El primero tiene cierto valor para el coleccionista dada su relativamente escasa difusión. 
El segundo es tan de perogrullo como su propia portada parece decir a gritos.

Y Jean Michel Jarre, que cuenta con menos antologías que los otros dos señores, ha tenido que recurrir a soluciones tan imaginativas como el álbum Aero, que era sobre todo una colección de remezclas, para que al menos un recopilatorio suyo no pareciese un monstruo sonoro de Frankenstein. Otros nombres fuertes y populares de nuestro blog, como los de Tangerine Dream, Klaus Schulze, Enigma o Enya, se han movido entre la práctica inexistencia de antologías y una calidad nefasta o nula de las mismas.

 
El primero es una joya para coleccionistas que contiene la música de los cuatro primeros discos de Enya hasta la fecha casi completos, 
reordenados por el tono de los temas. El segundo es una tontada que interesaba por un dvd con vídeoclips.

Profundizando en las vanguardias "cultas", gente como Michael Nyman, Wim Mertens o Philip Glass han lanzado también poquita cosa, alguna colección de piezas para películas el primero, algún estuchazo de lujo para coleccionistas el segundo, y quizá uno o dos recopilatorios al uso por cabeza, pero sin grandes alardes de imaginación en su planteamiento. Y en el mundillo de las bandas sonoras, mucho ojo, porque no es oro todo lo que reluce. A veces no son obras originales, sino versiones de orquestas de medio pelo.

Dos buenos ejemplos de recopilatorios con música de cine: 
el primero, las partiruras de Nyman por Nyman, en el segundo, las de Williams por Williams.

Ocurre, no obstante, que a veces queremos zambullirnos en el mundillo creativo de un músico, picoteando como en un buffet y sin tener que echar mano a doscientos CDs distintos. En casos como ese, contar con un buen recopilatorio es una opción agradable y sencilla de reencontrarse con tus artistas favoritos. Personalmente, y me gustaría conocer otras opiniones, creo que hay varios criterios que pueden hacer buena una recopilación de un músico o grupo:

1- Que ofrezca una amplia visión de una trayectoria, una muestra previa a comprar álbumes puntuales.
2- Que su estructura y/o planteamiento llamen la atención por lo original.
3- Que se trate de ediciones limitadas y/o muy lujosas, que estimulen por su valor para el coleccionista.
4- Que contenga una cantidad aceptable de material inédito o descatalogado. Ojo, porque la mayoría de recopilatorios llevan como mucho uno o dos temas nuevos, y raramente son de verdad interesantes.

 
Estuchazo con un repaso exhaustivo a la carrera de Philip Glass (dos vistas).

Para terminar, aquí añado criterios para evitar a toda costa un recopilatorio:

1- Que no estemos seguros de si son grabaciones originales o versiones grabadas por orquestas desconocidas de Europa del este.
2- Que sea un recopilatorio demasiado temprano en su discografía y se quede muy desfasado.
3- Que cueste menos de 3 euros en un canasto de metal del super, porque seguramente contenga temas de alguna época oscura, con un mal sonido, y escaso interés si lo que queremos es iniciarnos.
4. Que el nombre del músico esté mal escrito en la portada, o que se utilicen ambigüedades nominativas para pescar a algún incauto miope.

Obsérvese el nombre del músico en el primero. Sobre el segundo prefiero no opinar, porque ese título podría significar cualquier cosa.

martes, 15 de mayo de 2012

Brian Eno - AMBIENT 4: ON LAND


1. Lizard Point (4:34)
2. The Lost Day (9:12)
3. Tal Coat (5:27)
4. Shadow (3:00)
5. Lantern Marsh (5:31)
6. Unfamiliar Wind (Leeks Hills) (5:26)
7. A Clearing (4:07)
8. Dunwich Beach, Autumn, 1960 (7:13)

El primer disco que comenté en este blog fue la primera parte de esta serie, Ambient 1: Music for Airports (1978), y ya iba siendo hora de ir a por la última, titulada Ambient 4: On Land (1982). Por el camino se nos quedaron también Ambient 2: The Plateaux of Mirror (1980, quizá la mejor entrega), en colaboración con Harold Budd; y Ambient 3: Day of Radiance (1980), con el dulcémele del semidesconocido Laraaji como protagonista, aun por encima del propio Eno. En esta cuarta y -hasta ahora- última entrega de la saga, Brian Eno se decidió a asumir de nuevo el papel de estrella absoluta.

On Land ("En tierra") es considerado por algunos expertos y/o aficionados como una aproximación primigenia a lo que después se llamaría dark ambient, aunque personalmente no veo que la oscuridad y el desasosiego sean sus elementos más notorios, más allá -como mucho- de un cierto trasfondo de tensión casi como de banda sonora cinematográfica, y algo de elegante y austera frialdad ausente de repuntes. Sí que puede verse como un precedente directo del ambient oscuro, un tío abuelo lejano. Ni siquiera me parece un álbum muy en la línea de la saga si lo comparamos con los lánguidos y luminosos pasajes de Music for Airports o The Plateaux of Mirror, y yo lo echaría al saco de las grabaciones más normales o genéricas de Eno, al menos en lo que a su planteamiento sonoro se refiere. Que conste que ese "saco" es estupendo, y estar en él menosprecio precisamente, pero es que sus tres predecesores son tan geniales, tan arriesgados e innovadores, que On Land me resulta un pelín... aséptico.

Brian Eno, en una imagen reciente.

Ambient 4 contiene un buen número de pistas, todas ellas con distintos matices pero un sabor parecido, con lo que se mantiene ese sentido de la cohesión que estaba presente en las entregas previas. Eno cuenta con una larga lista de colaboradores, entre ellos los ilustres Jon Hassell, Bill Laswell, Daniel Lanois y Michael Brook, cada uno encargado de una pequeña intervención instrumental aquí y allá, aunque la voz cantante la lleva Brian Eno, que realiza una compleja labor de montaje de capas de sonido a base de instrumentos electrónicos y electroacústicos y parafernalia de estudio avant-garde, amén de algunos samples de ruidos naturales (insectos) y, sobre todo, retales a medio pulir pertenecientes a buena parte de su carrera hasta aquel momento. Comentó el compositor que ya no confiaba del todo en la omnipotencia del sintetizador, y por eso se vio inclinado a contar con un visible toque orgánico que enriqueciese esta geografía enrarecida de On Land. Es como si el músico hubiese querido hacer de On Land una especie de muestrario de lo logrado a lo largo de su andadura como pionero en su campo, sin tener que recurrir al clásico recopilatorio sosainas.

Portada alternativa, ligeramente recortada.

¿Pero qué es On Land? ¿De qué va? Antes hablábamos de geografías enrarecidas, y es exactamente eso, la traslación musical de un paisaje, de un ámbito espacial completo, trazado de forma que se mueve entre el realismo (gracias a los sonidos naturales y a las referencias a lugares reales como la playa de Dunwich, el marjal de Lantern o las colinas de Leeks), y esos paisajes desolados con extrañas figuras que son propios de la pintura surrealista. Tengamos en cuenta que ni siquiera todos los lugares reales antes mencionados existen más allá de algún vago recuerdo o una anécdota que maneja el músico. Eno comentaba al respecto que quería moverse en el sentido contrario que los pintores de vanguardia de comienzos del siglo XX, que querían aproximar la pintura a la música; él pretende realizar una obra musical, sonora más bien, que se acerque a la pintura. Para reforzar esta sensación de movernos por un espacio palpable, Brian Eno recomienda escuchar On Land en un equipo musical con al menos tres salidas de audio.

Quizá hayamos disfrutado de experiencias musicales "horizontales" más profundas que esta en el blog, pero Eno siempre es una referencia a tener en cuenta, y On Land es un clásico con todo merecimiento. Está en Spotify.


Lizard Point.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Ravi Shankar - THE SOUNDS OF INDIA


1. An Introduction to Indian Music (4:08)
2. Dádrá (10:30)
3. Máru-Bihág (11:44)
4. Bhimpalási (12:13)
5. Shindhi-Bhairavi (15:00)

Durante la segunda mitad de los años sesenta fueron muchos los artistas occidentales que viajaron, material o espiritualmente, a oriente. Una industria discográfica abierta a la experimentación, sostenida por un público dispuesto a abrirse a prácticamente cualquier cosa que fuese sensual o atrevida, tenía perfectamente espacio para que los músicos de aquí se mezclasen con los sonidos de allá, y viceversa. Si tuviésemos que poner nombre propio a la música de la India que comenzó a hacerse popular entre los psicodélicos y heterodoxos, ese nombre sería el de Ravi Shankar.

Shankar es uno de esos músicos étnicos cuya formación bebe tanto de lo simplemente técnico (desarrolló desde muy joven su virtuosismo con el sitar) como de lo ancestral y casi mágico, siendo su maestro Allauddin Khan mencionado más a menudo como gurú que como docente de la música. Aunque suele presentarse como decisiva su reunión con los Beatles, encabezados por George Harrison, es cierto que desde la década de los cincuenta ya intentaba -con loables resultados- dar a conocer su trabajo fuera de India, en lugares tan remotos como el Festival de Edinburgo o la URSS. Gracias a las peregrinaciones de los de Liverpool, Shankar conoció un auge popular sin precedentes para un músico tradicional asiático, llegando a actuar nada menos que en el mítico Woodstock

Ravi Shankar ostenta actualmente el récord Guinness 
por la carrera musical más larga de un músico en activo.

Seguramente reducida por muchos aficionados de entonces a la mera ambientación para el consumo de sustancias, la música de Ravi Shankar se mezcló a menudo con lo psicodélico, con esas imágenes caleidoscópicas tan clásicas en aquellos años; pero Shankar, que siempre ha sido consciente de su importancia como embajador internacional de la cultura de su tierra, no se dignó a ser contado entre los santurrones de moda. Un buen ejemplo de esta voluntad es el álbum The Sounds of India (1968), lanzado en plena efervescencia internacional del sitar. Se trata de un trabajo bastante accesible dentro de la discografía del artista, aunque muy especial a causa de su talante didáctico: en varios momentos del trabajo, especialmente en el primer corte del disco (An Introduction to Indian Music), Shankar va explicando sobre la marcha la realización de diversos acordes y la estructura de los ritmos y melodías de sus ragas. Por supuesto, lo hace en inglés... aunque puede entenderse todo bastante bien a poco que tengamos el título de la E.S.O. Un disco así sería un suicidio comercial hoy en día, y sin embargo The Sounds of India se cuenta entre las grabaciones más importantes de los años sesenta.

Contraportada del LP. No he encontrado otra foto menos ajada.

Algo tiene el sitar que es uno de esos instrumentos "totales" como el piano, o a veces la guitarra y el violín. Es razonablemente sencillo crear obras fabulosamente expresivas y de variadísimos colores aun cuando se trata casi únicamente de solos improvisados e interminables. Y digo casi, porque a Shankar le acompañan en The Sounds of India la tabla (tamborcillo) de Chatur Lal y la tambura (una especie de laúd) de N. C. Mullick. No sería capaz de establecer diferencias esenciales entre los largos temas del álbum, aunque insisto en su gigantesca capacidad evocativa y sobre todo en su accesibilidad. Pese a sus constantes requiebros y volutas, uno no se cansa de escucharlos. Como música ambiental son toda una gozada, pero si decidimos zambullirnos plenamente en ellos con unos auriculares nos transportan Ganges abajo, entre mansos elefantes, extraños monjes de larga barba y manjares bien especiados. Un disco histórico e imprescindible, fundamental en cualquier discoteca instrumental o étnica que se precie. Está en Spotify.


El segundo tema del disco.

sábado, 5 de mayo de 2012

David Roa - OCHONOCHES


1. Hora 0 (4:56)
2. Selena (3:14)
3. Mar de nubes (2:46)
4. Sol de medianoche (2:57)
5. Meridiano 360 (4:13)
6. Eclipse rojo (3:41)
7. Apolo XI (3:45)
8. 8 AM (3:28)

Cuando uno piensa en la noche y en su música, generalmente tenderá a pensar en garitos, en música de baile simplona y un tanto atolondrada para sujetar vasos de tubo y socializar un poco. Por supuesto, estas convenciones algo provincianas se te caen bastante cuando conoces otros lugares fuera de tu circuito nocturno habitual, con otras gentes y otros ambientes. Esto se aplica también a la música, ya que "la noche", como concepto, da para mucho más que para simplemente bailar dejándose el corazón y el cerebro en casa, sin tener necesariamente que alejarse de un contexto lúdico y juvenil. A una forma alternativa, muy sugestiva y plena de disfrutar la noche, me retrotraen los sonidos que el músico instrumental David Roa ha plasmado en su -hasta ahora- penúltimo álbum OchoNoches (2010).

Roa, que muy amablemente me hizo llegar este trabajo hace algún tiempo, es desde mi punto de vista uno de los músicos españoles emergentes que con más acierto han sabido encontrar el equilibrio entre la experimentación en la gran tradición de la electrónica, y un sonido comercial, abierto al público mayoritario y apoyado en un profundo manejo de todos los aspectos de la producción, que en este álbum son apabullantes. Es un músico joven al que hay que tener en cuenta, a sabiendas de que algunos músicos internacionales de renombre se dieron a conocer, como él, realizando jingles para publicidad o sintonías para programas de TV.

David Roa (del blog Música para el Búnker).

El álbum que nos ocupa se enmarca dentro del género (o subgénero) chill out, o "downtempo" como él mismo apunta en varias ocasiones. No siendo yo un especial admirador del chill out, he entendido en seguida que OchoNoches dignifica el estilo al que pertenece gracias a su coherencia y madurez. Coherencia porque Roa no parece empecinado como otros en dejarnos boquiabiertos con huecas magnificencias, sino que se limita a la creación de ambientes plácidos muy "orgánicos" pese a la instrumentación casi del todo sintética; y madurez, porque no entiende la obra como un simple-pero-efectivo ejercicio de estilo, sino que hace pequeñas escapadas experimentales que otorgan variedad a los temas. Ahí queda por ejemplo el tema Selena, por su título intuyo que inspirado por la Luna, que se desarrolla como una especie de aria avant-garde muy lograda, delicada y con el grado exacto de sensibilidad; o Sol de medianoche, con unos fabulosos teclados cristalinos que brillan por su sencillez envolvente.

Sol de medianoche.

Pero ojo, porque los temas más genéricos dentro del disco son excelentes. Las bases rítmicas responden a las mil maravillas, y las melodías -desarrolladas casi siempre con ayuda de algunos punteos de guitarra muy mediterráneos- fluyen como la seda. Ejemplo de ello son los estupendos temas Hora 0, Mar de nubes (este me encanta), Meridiano 360 (genial el arranque) y el conclusivo 8 AM. En cuanto a Eclipse Rojo, no termino de cogerle el gusto pese a que objetivamente no posee una menor calidad que cualquiera de los anteriores; y Apolo XI se puede hacer algo reiterativo en algún punto, cosa que queda compensada por la muy efectiva incorporación de una voz femenina oriental. Gran pincelada.

David Roa hace, en fin, acopio de inspiración para un trabajo que le salió redondo. Nada chirría en sus engranajes, nada sobra, nada falta para apuntalar sus planteamientos. Lo mejor de todo es que Roa parece capaz de ir ampliando con relativa facilidad sus registros compositivos de cara al futuro. Aquí nadie podría negar que el chill out es para él un refugio seguro, pero seguramente tenga habilidad e inspiración suficientes para tantear con solvencia otras posibilidades sonoras. De hecho, he tenido oportunidad de escuchar un par de temas de su siguiente trabajo Seamphonic (¿algo que ver con el mar?) que prometen una excitante experiencia más orquestal, más elaborada e intensa que lo que por definición es el chill. A este señor hay que seguirlo, porque va camino de algo realmente grande. En su Myspace pueden escucharse varios extractos de OchoNoches, y el álbum completo está en Spotify.