1. The Orchestral Tubular Bells, Part 1 (26:32)
2. The Orchestral Tubular Bells, Part 2 (24:29)
Llevaba tiempo pensando en comentar este disco, y he decidido no esperar más. The Orchestral Tubular Bells (1975) es para muchos la primera secuela fallida del clásico de Mike Oldfield, aunque personalmente nunca me ha parecido que el álbum formase parte verdaderamente de la discografía de este músico británico. Aun habiendo sido publicado por Virgin Records y figurando oficialmente como obra de Oldfield en todos los registros, debe mucho más a David Bedford. Primero porque es él quien realiza el arreglo para orquesta sinfónica en que consiste el trabajo, además de dirigir a la orquesta; y segundo, porque cualquier músico que lleva a cabo una interpretación de una pieza clásica merece poner su nombre -y de hecho suele hacerse así- por encima del nombre del compositor. The Orchestral Tubular Bells se ajusta a ello de forma exacta, salvo por el detalle, nimio a mi parecer, de que Oldfield interpreta un breve pasaje de guitarra en el tramo final del disco. Y por supuesto, debió ser muchísimo más rentable promocionarlo como álbum del músico de moda, y no de su amigo el "segundón".
Ni que decir tiene que la versión sinfónica de Tubular Bells fue un lanzamiento bastante obvio en su momento. El álbum de Mike Oldfield de 1973 es y fue, como todos sabemos, el más poderoso germen de un nuevo modo de hacer música del que emergieron en mayor o menor medida muchos de los estilos que tratamos en este blog, refrendado además por un colosal éxito de ventas y de permanencia en listas. Los críticos, entusiasmados, no tardaron en establecer las conexiones de su estilo con las sinfonías de Sibelius (cosa que Oldfield admite) y los trabajos de Ralph Vaughan Williams, y se sabía que antes o después alguien iba a convertir aquellas novísimas estructuras musicales en un trabajo para orquesta clásica. Primer problema: fue demasiado pronto, tan solo dos años tras el éxito del trabajo original y en plena efervescencia Oldfield, por lo que la obra se entendió como mero oportunismo. Y eso no era del todo falso. Segundo problema: la adaptación en sí.
Portada de una edición reciente. Cada día se lo curran menos...
David Bedford es recogido, hoy en día, entre los más eminentes músicos clásicos británicos de finales del siglo XX, cosa justa y merecida, aunque todos sabemos que este señor -a su pesar- siempre ha vivido a la sombra de su amigo Mike Oldfield. Le invitaba a colaborar en todos sus trabajos, como ya hemos visto en las reseñas que hice de The Odyssey y The Rime of the Ancient Mariner, además de en otros muchos como Star's End o Instructions for Angels; y encima le echaba una mano a Oldfield en obras como Hergest Ridge, siendo visto habitualmente como parte de su troupe más que como un colaborador en igualdad. Bedford es culpable de esto, sin ninguna duda, tanto por el entusiasmo irreflexivo que debió mostrar hacia los trabajos de Mike como por el mucho peso que descargó sobre el guitarrista en sus propias composiciones, logrando fama y dinero a costa de contar con él en sus créditos. Este rapapolvo viene sobre todo a costa de la poca imaginación que vertió David Bedford en el arreglo orquestal de Tubular Bells, considerando que estaba ante una obra tan rica y variada que podían haberse hecho maravillas. ¿Por qué no estableció Bedford una equivalencia de igual a igual entre cada instrumento de Tubular Bells y los instrumentos típicos de las orquestas clásicas? ¿Por qué opta, en lugar de eso, por extraer únicamente las melodías del disco de Oldfield e interpretarlas de forma ultraconservadora y previsible?
Y eso que The Orchestral Tubular Bells no suena nada mal, ojo. Los músicos de The Royal Philharmonic Orchestra son auténticos virtuosos en lo suyo, y la visión decimonónica y romántica que impone Bedford a la partitura y la orquestación elevan Tubular Bells a la categoría de gran sinfonía de antaño, recordando precisamente a los trabajos del antes mencionado Vaughan Williams. La entonces recentísima obra de Oldfield obtiene un estátus de atemporalidad que ya querrían tantas y tantas versiones sinfónicas que se han hecho de obras pop, y ese es un mérito que no puede negársele a David Bedford. Pero sigue faltando algo. Esa frescura. Esa imaginación. Esa capacidad de sorprender en cada nota, en cada cambio de instrumento. The Orchestral Tubular Bells carece, por ejemplo, de las voces humanas que sí estaban presentes en la obra original, incluyendo el "maestro de ceremonias"; y la aparición estelar de Mike Oldfield a la guitarra, por muy bien que suene, y suena muy muy bien, parece más un trámite comercial que otra cosa, precisamente por su brevedad y su falta de coherencia respecto al resto del trabajo. Por cierto, la versión en CD que se ha comercializado hasta ahora (a la espera de que Mercury reedite el trabajo en unos años) tiene el sonido bajísimo, tanto que hay fragmentos de la obra que no sobresalen casi nada por encima del ruido ambiente.
Contraportada del CD.
The Orchestral Tubular Bells fue grabado en directo en 1974, y según explica la Wikipedia (tal vez alguien pueda corregir este dato, que no termina de cuadrarme) fue Steve Hillage quien interpretó la guitarra en la grabación, siendo su parte sustituida por la definitiva a cargo de Oldfield en estudio, posteriormente. Como pieza clásica funciona bien, como obra ambiental para relajarse y dejar volar la mente funciona a la perfección, pero como LA adaptación orquestal que merece una cosa tan poderosa como Tubular Bells se queda a medio gas. Aunque quizá, en un futuro...
Versión acortada de la primera parte. El director, efectivamente, no es David Bedford,
pero el arreglo para orquesta es práctiamente idéntico al del álbum que nos ocupa.
Interesante descubrimiento.
El director, como bien dices, no es David Bedford, sino que es el mismísimo Joe Hisaishi. Ni más ni menos!! Sobran las palabras... Joe Hisaishi
ResponderEliminarPor cierto, no estoy de acuerdo en que el arreglo para orquesta sea prácticamente idéntico. Posiblemente esté basado en el de Bedford, pero está mucho más logrado. La diferencia principal es que si oyes el disco de Bedford, la sensación es la de que la composición arrastra a la orquesta. En esta impresionante versión, Hisaishi se permite el lujo (porque puede, claro) de esculpir dicha composición, aumentando los contrastes y, en definitiva, dándole un muy digno lavado de cara.
ResponderEliminarHola, F.J. Prados.
ResponderEliminarTienes razón. Igual es que no me he explicado bien con lo del arreglo. Me refería, hablando sin tecnicismos, a que este arreglo utiliza la misma -o más o menos la misma- trasposición de instrumentos del Tubular Bells original a los de una orquesta sinfónica que en el caso de la versión de David Bedford. Otra cosa es lo que tú dices, que este director le imprime un carácter distinto y la música suene mejor. Tienes toda la razón.
Gracias por participar!
El arreglo es el mismo q hizo Bedford, con alguna edicion aqui y alla para acortar los tiempos y hacer transiciones entre los temas... lo q pasa es q Hisaishi es mucho mejor director de orquesta, y la grabacion es espectacular. Soy fan viejo de Oldfield y tambien de Hisaishi por separado... hoy he descubierto este video y casi me desmayo. Pero... no existe una gravacion completa? La parte dos contiene mi momento favorito de OTB.
ResponderEliminarTendré que investigar si Hisaishi ha realizado alguna grabación completa del álbum, pero el vídeo que he colgado pertenece -si no me equivoco- a alguna especie de recital con selecciones de músicos variados.
ResponderEliminarGracias por comentar.