viernes, 25 de febrero de 2011

Loreena McKennitt - THE WIND THAT SHAKES THE BARLEY


1. As I Roved Out (4:59)
2. On a Bright May Morning (5:08)
3. Brian Boru's March (3:51)
4. Down by the Sally Gardens (5:39)
5. The Star of the Country Down (3:34)
6. The Wind That Shakes the Barley (6:01)
7. The Death of Queen Jane (6:04)
8. The Emigration Tunes (4:42)
9. The Parting Glass (5:13)

"Una y otra vez notas el tirón de regresar a las raíces, a los inicios, con la perspectiva del tiempo y la experiencia, para sentir aquellas cosas familiares que una vez amaste y sigues amando."

Loreena McKennitt

Loreena McKennitt regresó a las tiendas de discos (y al megaupload, siento decirlo) en 2010 con The Wind that Shakes the Barley. El título puede traducirse como El viento que agita la cebada, en referencia a una canción de las que incluye el álbum y que es un clásico del repertorio celta. También había por ahí una peli de Ken Loach con ese nombre, ¿no? El caso es que McKennitt realizó un dulce regreso a sus orígenes como artista, mediante esta colección de temas tradicionales (con algún aporte en las letras de los autores W. B. Yeats y James Joyce) grabados en Toronto, Canadá.

Entrevista promocional acerca del álbum en cuestión.
Está en inglés, pero casi basta con el título de la E.S.O. para entenderlo todo.

The Wind That Shakes the Barley no es, advierto, un disco que entre a la primera. Es cierto que en sus nueve cortes encontramos una rica variedad de instrumentos como el arpa, el acordeón, el bouzouki, violín, chelo, gaitas y varios tipos de flautas y guitarra, aunque el poso que nos queda tras la escucha completa del álbum es que la voz de Loreena lo eclipsa todo, lo absorbe todo como los agujeros negros. Y claro que su voz es impresionante, que transmite más con cada nota de sus cuerdas vocales que muchas orquestas sinfónicas completas, pero el peso depositado sobre ella nos hace bordear en algún momento las lindes de la fatiga. No hablo de tedio, sino más bien de que una voz tan portentosa llega a saturarnos y nos hace necesitar algún cambio profundo en el tono y el planteamiento de los temas, ya que la mayoría (salvo alguna excepción, como el inicial As I Roved Out) se mueven generalmente en un clima de nostalgia desgarradora y purismo étnico. Por suerte, nos encontramos alguna sorpresa por el camino, como las instrumentales The Emigration Tunes, único tema del CD compuesto por la propia McKennitt; y sobre todo Brian Boru's March, que traerá seguramente buenos recuerdos a los seguidores del programa de radio Diálogos 3.

Loreena McKennitt

También es verdad que los recientes años de esplendor de la música celta nos han acostumbrado mal: mucha instrumentación, muchos arreglos, unos ritmos bastante bien delimitados y una inclinación hacia lo espectacular y cinematográfico que seguramente nos hayan acabado alejando demasiado de las esencias del género. Y en las esencias se encuentra esta forma de cantar tan limpia, tan desprovista de filigranas de la glotis que difícilmente puede compararse con los gorgoritos de las divas del momento; esta forma de cantar que es la que seguramente han adorado toda la vida en la gran isla verde del Atlántico, la de mujeres sencillas -o no- que entonaban los cánticos que aprendían de sus madres y abuelas, a la luz del fuego en la intimidad del hogar, o en medio de un gran banquete, o tal vez en el centro de la plaza donde la multitud celebra sus ceremonias ancestrales. Es por esta descarnada simplicidad por lo que podemos decir que The Wind That Shakes the Barley es un álbum duro. Pero es auténtico, un fruto de madurez de los que solamente alumbran músicos que no tienen nada que demostrar, que saben que cuentan con el entusiasmo de un público fiel que comprende a la perfección sus motivaciones profundas y sus necesidades creativas.


miércoles, 23 de febrero de 2011

Radiohead - KID A


2. Kid A (4:44)
3. The National Anthem (5:52)
5. Treefingers (3:43)
6. Optimistic (5:16)
7. In Limbo (3:31)
8. Idiotheque (5:09)
9. Morning Bell (4:36)

Sonará raro, a quienes no conozcan este disco, el que uno de los grupos de rock más famosos y con más seguidores de las últimas décadas tenga cabida en un blog sobre músicas inusuales. Pero escuchar diez minutos de Kid A despeja todas las dudas. Grabado en el año 2000, fue el tercer álbum de Radiohead, banda idolatrada tanto por su carácter alternativo y subterráneo como por su espíritu innovador. Contribuyó enormemente a convertirlos en mito su excelente trabajo OK Computer (1997), un disco que, aunque recomiendo sin reservas, no comentaría en el blog por tratarse de una obra relativamente convencional dentro del pop-rock. Repito: relativamente. Pero Kid A, quizá su segundo mayor logro musical hasta la fecha, es otra cosa.

Radiohead

¿Tuvo algo que ver el fin del milenio con esa cierta eclosión de discos de vanguardia que surgieron entonces, desde el Play de Moby hasta el Pieces in a Modern Style de William Orbit? Quizá sí, pero el propio rumbo de la banda liderada por el cantante Thom Yorke también explica la génesis de Kid A. Desencantado por la facilidad con la que su alternativo OK Computer fue metabolizado por el mainstream más mundano, Yorke pasó una mala racha intentando crear más canciones, hasta que terminó por darse cuenta de que había que replantearlo todo desde el principio: volver a los años en que había trabajado como DJ, ceder espacio a los ritmos y las texturas y transformar su propia voz en uno de los muchos instrumentos a utilizar, en lugar de ser el elemento protagonista. Se inspiraron en la electrónica, tanto la del momento como la de los gurús de antaño (por ejemplo, usando las ondas Martenot); el jazz y el krautrock en su rama más rockera; e incluso la música clásica contemporánea, con Penderecki como influencia del guitarrista del grupo, Jonny Greenwood, que se encargó también de los arreglos. No solamente iban a reinventarse a sí mismos, sino que Radiohead darían a luz uno de los álbumes musicales que mejor han equilibrado la paradójica situación de ser éxitos económicos monumentales y rarezas sonoras absolutas. Por cierto, ante la perspectiva de lanzar el disco, cosa que aterraba a Yorke y a los suyos por las aplastantes expectativas creadas, enfocaron la campaña publicitaria precisamente a diluir su importancia, ofreciendo, por poner un ejemplo, cortes en audio del mismo para escuchar online en streaming.

Arte del álbum.

Quizá por hacerse los modernos y rechazar lo evidente, Radiohead nunca admitieron que Kid A (el título puede estar inspirado en el supuesto nombre que tendría el primer bebé humano clonado) fuese un trabajo conceptual. El rock progresivo está "mal visto" desde los setenta, y los británicos tuvieron buen cuidado tanto de no dar pistas en cuanto a una posible línea argumental en el álbum como de procurar que no les saliese un disco doble, como iba a ser en un principio. De los retales cortados a Kid A nacería al año siguiente Amnesiac, que es una colección de los temas más convencionales que compusieron en esta eclosión avant-garde de fin de siglo. No parecen, en cambio, haberse cabreado cuando alguien ha etiquetado este disco como perteneciente al post-rock. Peeeero luego no se cortan a la hora de versionar una portada famosísima de Pink Floyd cuando sacan su primer recopilatorio hace un par de años. En fin, cada cual con sus complejos que haga lo que quiera.

Más arte del álbum.

Si nos ponemos a analizar Kid A tema por tema, lo primero que notaremos es que aquí las canciones no son canciones, sino más bien experimentos sónicos bastante retorcidos, aunque haya alguna excepción como la inicial Everything in Its Right Place u Optimistic. Hay cortes que suenan muy potentes, como The National Anthem; y otras que rompen con cualquier cosa que pueda parecerse al rock, como la rarísima Kid A y la ambiental, miminalista e instrumental Treefingers.

The National Anthem, en la BBC.

No voy a pararme con ninguna otra, porque son tan desasosegantes (la voz de Thom Yorke parece lejanamente humana en más de un momento) que se definen por sí solas en cuanto se escuchan. A modo de impresión global, el álbum viene a ser una vision abismal del futuro convertido en presente y viceversa, un producto del todo intencionado de un panorama artístico que se debate entre la creatividad y el maquinismo informático internauta, y de una sociedad cada vez más encerrada en sí misma que pierde su tiempo en averiguar si una lata de conservas oxidada se convierte en obra artística al exhibirla en un museo mientras, más allá de todo interés o posibilidad de acción, ocurren muchísimas cosas importantes, absurdas, buenas o malas, tanto dentro como fuera de nuestras vidas (la portada está inspirada, no sé muy bien en qué sentido, en la guerra de Kosovo), que nos arrastran como un torrente hacia la locura y el desquiciamiento ético y estético. Muy denso, abrumador. Kid A.

viernes, 18 de febrero de 2011

"The Bounty", banda sonora de consolación.


Me he encontrado, tanto en Spotify como en la mejor página que conozco sobre Vangelis -no oficial-, llamada Elsewhere, el disco cuya portada encabeza esta entrada. Se trata de un álbum que contiene la banda sonora de la película Motín a bordo (The Bounty, 1984) aquel remake del clásico de aventuras con Marlon Brando que en los ochenta dirigió Roger Donaldson con Anthony Hopkins y Mel Gibson. Pero hay que andarse con cuidadín, porque aunque se basa de un modo más o menos fiel en la partitura original del griego barbudo, es una reinterpretación a cargo del compositor cinematográfico Dominik Hauser.

Sin entrar a comentar si la música me parece buena o mala, el simple hecho de que en la portada tenga preeminencia el nombre de Vangelis sobre el de Hauser nos da una idea de hacia dónde se enfoca el producto, al menos mercadotécnicamente hablando. Viene a ser algo parecido a aquella pseudo-banda sonora que apareció con el estreno de Blade Runner y que tampoco estaba interpretada por el autor heleno, sino por The New American Orchestra, conglomerado de músicos reunidos para la ocasión. El asunto es que este esquivo compositor vanguardista, pese a dársele tan bien la cosa que incluso llegó a recibir un Oscar por Carros de fuego, siempre se ha resistido mucho a publicar sus trabajos para películas, y cuando lo ha hecho ha sido reelaborando mucho la estructura de la partitura hasta convertirla en algo muy distinto de lo escuchado en la sala de cine. Francamente, hay que afirmar que Vangelis acepta muy a regañadientes el que se le identifique con la música de cine. No se considera especialista en ese campo y no quiere encasillarse.


Como todos sabemos, existe una tremenda multitud de bandas sonoras de Vangelis que no han sido jamás publicadas oficialmente, incluyendo las de filmes tan importantes como Desaparecido (Missing) o Lunas de hiel (Bitter Moon), amén de muchísimos documentales con contenido musical bastante digno de salir al mercado. The Bounty es una de las bandas sonoras no publicadas que más merecerían este privilegio, y los responsables del disco que estamos comentando, BSX Records, han decidido no hacer esperar más a los fans que aguardan a que, seguramente antes o después, Vangelis dé su visto bueno para ediciones en condiciones. Mientras tanto, quienes admiramos al griego nos conformamos con las grabaciones piratas que circulan por la red de redes y que son facilísimas de conseguir. Precisamente la música original de The Bounty no suena especialmente mal en sus ediciones "bootleg", y cuenta con música para rellenar nada menos que dos CDs. Dando un rápido repaso a algún temilla de la versión de Dominik Hauser, la verdad es que, sin ser horrible, resulta obvio que imitar el sonido personal de Vangelis es tarea imposible.

lunes, 14 de febrero de 2011

Mark Knopfler - LOCAL HERO


1. The Rocks and the Water (3:28)
2. Wild Theme (3:39)
3. Freeway Flyer (1:49)
4. Boomtown (Variation Louis' Favourite) (4:12)
5. The Way It Always Starts (4:04)
6. The Rocks and the Thunder (0:50)
7. The Ceilidh and the Northern Lights (3:35)
8. The Mist Covered Mountains (4:48)
9. The Ceilidh: Louis' Favourite Billy's Tune (3:49)
10. Whistle Theme (0:52)
11. Smooching (5:01)
12. Stargazing (1:35)
13. The Rocks and the Thunder (0:38)
14. Going Home: Theme of the Local Hero (5:01)

Este es un pequeño clásico de los ochenta, la banda sonora de la película Local Hero ("Héroe local") que aquí se llamó, en un alarde de estupidez patria, Un tipo genial (Bill Forsyth, 1983) y que permanece en los corazones de los cinéfilos como una de las obras más queridas de aquella década. No he tenido el gusto de verla todavía, pero las recomendaciones son muchas y muy intensas.

El tráiler de la película.

El encargado de ponerle música fue el líder de los entonces en activo Dire Straits, el escocés Mark Knopfler, que se hallaba en la cumbre de su popularidad. He escuchado muchas veces el famoso Wild Theme de esta banda sonora, y hace años recuerdo que me sonaba muy country, muy americana. No fue hasta más recientemente cuando comencé a distinguir el folk estadounidense de la música tradicional británica, de la que es obvia descendiente, y comprendí que el Wild Theme era en realidad una tonada de corte celta. Y es exactamente eso, "salvaje", un chute de aventura musical en forma de exquisita melodía que invita a viajar con la mente, a seguir el ritmo con la punta del pie y a tararear entre dientes durante días.

Mark Knopfler, en la contraportada.

Local Hero fue producida por el personaje más influyente en el cine británico de los setenta y los primeros ochenta, el productor David Puttnam, que aun ejerciendo de cineasta desde un despacho y colgado a un teléfono puso en pie algunos de los mayores éxitos cinematográficos de su país. A él se deben películas como Carros de fuego, El expreso de medianoche, Los gritos del silencio y La misión, con lo que, de paso, nos podemos hacer una idea del tipo de música que Puttnam logró promocionar con éxito arrollador dentro del séptimo arte. Es una obviedad, supongo, que todas las bandas sonoras de las películas mencionadas han pasado o pasarán por este blog. Y este trabajo de Mark Knopfler está en la misma línea, por supuesto.

Cartel de la película.

Lo cierto es que, entendida en su conjunto, la banda sonora de Local Hero no es especialmente rica ni variada, aunque Knopfler consigue crear ambientes musicales muy cálidos, acogedores incluso, totalmente acordes con la tranquilidad pastoral del pueblo donde se desarrolla la trama de la película. Pero al mismo tiempo, y aunque parezca paradójico, la música es más bien oscura, nocturna, cosa curiosa al tratarse la película de una comedia. Parece una especie de Angelo Badalamenti con un toque folk. No es precisamente un mal trabajo si encima recordamos que es la primera banda sonora -y el primer trabajo instrumental- realizado por el músico de Glasgow. La melodía que todos conocemos hace su aparición aquí y allá como tema principal de la partitura, logrando la nada fácil tarea de asociar para siempre la película a su música y consiguiendo, de paso, que ambas se alimenten mutuamente en la memoria masiva de la cultura popular. Tampoco se recrea en exceso Knopfler en sus mitológicas habilidades a la guitarra, logrando una variedad sonora que, cuando realmente suena la guitarra, la hace sonar especialmente emotiva y coherente. Tiene también su espacio el saxofón, que conste.

Portada del single oficial, Going Home.

Comentemos los temas detenidamente. The Rocks and the Water funciona como introducción ambiental, bastante misteriosa y en la misma línea new age de The Rocks and the Thunder y Stargazing. Estos temas recuerdan bastante al Maurice Jarre de Único testigo. Nada que decir de Wild Theme que no haya dicho ya, solamente que aparece versionado en otros cortes como The Ceilidh and the Northern Lights, con una mezcla de efectos sonoros vaporosos y arreglos celtas puros y duros; en Whistle Theme, muy mínimo y con la guitarra como mero acompañamiento; y en Going Home: Theme of the Local Hero, una rendición rockera del tema que ha acompañado a Knopfler y los Dire Straits en muchísimas actuaciones en directo, incluso en su famosísimo álbum doble Alchemy.

Mark Knopfler interpreta Wild Theme en vivo. Impagable.

Estableciendo un tercer bloque de temas en este disco, encontramos varios claramente celtas, como The Mist Covered Mountains, que tiene también un alto contenido de sintetizador; y The Ceilidh: Louis' Favourite Billy's Tune, con un bonito acordeón. Para terminar de establecer bloques temáticos dentro del álbum, decir que contiene varios cortes cercanos al blues y al jazz, como Boomtown y Smooching, además de un tema cantado, The Way It Always Starts. Pero no lo canta Mark Knopfler, que conste.

Muy buen disco. De hecho, me sumo a lo escrito por el crítico de la tienda Amazon, que señala el peso que en su día tuvieron trabajos como este a la hora de extender el formato CD frente al vinilo, cuyos inevitables ruiditos molestarían bastante en una obra tan delicada.

sábado, 12 de febrero de 2011

Terry Riley - SHRI CAMEL


1. Anthem of the Trinity (9:25)
2. Cellestial Valley (11:32)
3. Across the Lake of the Ancient World (7:26)
4. Desert of Ice (15:13)

Terry Riley se toma el minimalismo muy en serio. No basta con reducir al máximo la melodía o reutilizarla en forma de bucle; no es suficiente con prescindir de arpegios innecesarios; también puede interpretarse toda una obra del tamaño de una sinfonía utilizando un órgano Yamaha.

Fue en 1975 cuando Radio Bremen encargó a Riley, figura eminente del minimalismo norteamericano, la composición de una obra original para ser interpretada en esta emisora de radio de la antigua República Federal de Alemania. Terry Riley, que ya había sentado las bases de su estilo con composiciones de referencia como In C (1968) y A Rainbow in Curved Air (1969) realizó este Shri Camel, todavía más extravagante si cabe. Por cierto, no fue publicado en disco hasta 1980. El músico californiano siempre ha sido una mezcla extraña de gurú hippy orientalista (estudioso muy serio de la música de la India) y músico clásico contemporáneo en sentido estricto, y este trabajo es un buen ejemplo de tal combinación estilística. No es precisamente una obra sencilla de escuchar, aunque puede comprenderse bastante bien si la asociamos a ese mundo amalgamado de meditación trascendental y new age que el mundo occidental ha creado mediante el reciclaje de los sonidos que llegaban de Asia en aquellos años locos de hace cuatro décadas.

Terry Riley

Mediante un tratamiento sutil pero efectivo, Riley consigue que la forma en que hace alternarse a los sonidos de su teclado suene india, casi como una raga, y además le añade bastantes efectos como de campanillas, mínimas percusiones étnicas cristalinas aquí y allá. Shri Camel está dividida en cuatro temas, aunque en una primera escucha no terminamos de entender qué necesidad había de dividir la grabación en cuatro cortes cuando todos suenan prácticamente igual. Hace falta una segunda -y una tercera- aproximación para apreciar que hay más diferencias de las que uno advierte al principio, sobre todo haciendo parecer a los dos últimos temas levemente más pausados que los anteriores. Algo parecido sucede con la estructura de cada uno de los temas, que superficialmente parece una mera repetición cíclica de patrones y, solamente cuando la escuchamos con atención, nos damos cuenta de que hay más cambios y más diversidad sonora de la que pensábamos. Los títulos de los temas también ayudan a que nuestra imaginación fluya, por ejemplo imaginando un lago en los fondos estáticos y profundos de Across the Lake of the Ancient World, o entre brillantes cristales de hielo en Desert of Ice. Esta diversidad relativa, no obstante, no nos saca en ningún momento del ambiente creado por Riley, denso y estático pese a su flujo constante. Existe una grabación en YouTube que presume de ser la interpretación íntegra en vivo del disco, con un tipo -que no sé si es Riley o no, pese a las pintas- tocando un teclado con gorro de pescador dominguero. No lo cuelgo completo, primero porque no conozco su origen, y segundo porque la baja calidad del sonido no ilustra bien lo que escuchamos en el álbum. Así comienza:


Creo que me he puesto demasiado espeso, así que terminaré recomendando Shri Camel a los amantes de la música ambiental. Riley no creo que se considere a sí mismo dentro del género ambient, pero desde luego se le ha dado muy bien, aun de forma involuntaria.

martes, 8 de febrero de 2011

Los "Años Virgin" de Tangerine Dream, recuperados.


No hace mucho que ha salido a la venta un interesantísimo recopilatorio de una de las bandas fetiche de este blog, Tangerine Dream. Bueno, más que un recopilatorio al uso estaríamos hablando de un artículo para coleccionistas, un repaso exhaustivo a una de las mejores épocas -la mejor, para mi gusto- en la carrera de la formación alemana. The Virgin Years (1974-1978) viene a cubrir un vacío parecido al que había alrededor de las primeras obras de Mike Oldfield, que desde hace un par de años han comenzado a reeditarse con un sonido deslumbrante y, sobre todo, con multitud de extras para hacer las delicias de los aficionados. Curiosamente era Oldfield un músico de la productora Virgin, tal como los Tangerine Dream, con lo que parecen haberse puesto de acuerdo unos y otros para revivir de algún modo lo que aquellos músicos visionarios realizaron en la Edad de Oro de la música instrumental contemporánea. La discográfica de Richard Branson dio en el clavo al acoger en sus filas a todos aquellos outsiders que, de otro modo, quizá nunca habrían salido del mutismo.

La banda Tangerine Dream, surgida dentro del género krautrock -aunque desde el principio se veía que terminarían encabezando el movimiento cósmico electrónico- ya tuvo una primera época de altísima calidad durante sus llamados "Años rosas", cuando se publicaron tanto su estrambótico debut Electronic Meditation (1970) como los interesantísimos Alpha Centauri (1971), Zeit (1972) y Atem (1973), logrando que el mercado británico pusiese los ojos sobre la magnífica combinación que suponían los talentos de Edgar Froese, Christopher Franke y Peter Baumann. Deslumbrados quedaron los aficionados a la música de vanguardia con Phaedra (1974), Rubycon (1975), Stratosfear (1976) y el álbum en directo Ricochet (1975), todos ellos ya comentados en entradas de este blog. Y todavía quedarían Cyclone (1978), Force Majeure (1979), Tangram (1980), Exit (1981), White Eagle (1982) e Hyperborea (1983) por engrosar el catálogo de Virgin Records, junto con la banda sonora de la película Sorcerer (1977) y seguramente alguna cosa más que se me escapa en este momento.

Tangerine Dream

Esta colección que acaba de salir incluye todo lo realizado por TD desde Phaedra hasta Cyclone, ambos inclusive, en 3 discos compactos de larga duración que se reparten los temas de los cinco álbumes de manera cronológica, junto con extractos editados como singles. Está todo, aunque al incluirse más de un álbum en cada CD se rompe la unidad conceptual de cada trabajo con la única finalidad de ocupar el menor espacio posible. Esa es la única pega. Muy probablemente irán saliendo otras colecciones con el resto de trabajos para Virgin, aunque yo sin duda me quedaría con la que nos ocupa, porque en ella está todo lo mejor de los mejores años de Froese y los suyos. Precisamente es en estos álbumes donde se reúnen la creatividad de estos músicos entonces jóvenes e inquietos, junto con la experiencia de llevar ya unos años en el tajo y no haber caído todavía en el comercialismo un tanto simplón de sus obras posteriores. Sobre la música, vuelvo a remitirme a las entradas correspondientes a cada disco, ya que definir el estilo de Tangerine Dream y su habilidad para crear abismos de tiempo y espacio es proverbial y casi imposible.

viernes, 4 de febrero de 2011

Joël Fajerman - LES INVENTIONS DE LA VIE


1. Jessie (3:46)
2. Late Evening (3:28)
3. Flying Birds (4:05)
4. The Magic of the Orchid (4:35)
5. Before the Night (3:49)
6. Again and Again (3:43)
7. Parkside (3:38)
8. Flower's Love (4:10)
9. Spider Dance (4:01)
10. Alone in the World (3:36)

Joël Fajerman se resistió a convertirse en un músico de un sólo éxito. Por supuesto, me refiero a su maravillosa melodía para la cabecera del documental La aventura de las plantas, titulada Flower's Love. Tan bueno fue el tema que durante años ha eclipsado casi todo lo realizado por su autor, pese a que haya compuesto piezas tan hermosas como las contenidas en este Les Inventions De La Vie ("Los inventos de la vida"), concebida en teoría para un documental en 1989 aunque el álbum propiamente dicho aparece en otras fuentes con fecha de 1991 o 1994, dependiendo de si la edición es francesa o internacional. Estamos ante otro documental como aquel para el que Fajerman compuso su tema más célebre, aunque para mi gusto este disco es mucho más rico que el de La aventura de las plantas, mucho más disfrutable desde un punto de vista puramente musical.

Joël Fajerman, en una de las pocas fotos que circulan de su persona.

Es curioso el caso de este músico, ya que no suele darse la situación -dentro de los géneros de la música electrónica y la new age- de que alguien ascienda al Olimpo con un único tema estrella; por lo general, y salvo contadas excepciones, los músicos instrumentales contemporáneos realizan carreras de largo recorrido, grandes álbumes temáticos que les van dando un nombre poco a poco. Excepciones a esta norma son los pocos artistas que han logrado hablarse de tú a tú con los ídolos pop de moda, entre los que se encuentran los de siempre: Vangelis, Jarre y Oldfield. Estos últimos, además, lograron mantenerse en la cresta de la ola mucho más allá de sus pelotazos iniciales (pensemos en Oxygene o Tubular Bells). Todos recordamos famosas canciones poperas que encumbraron a su grupo o cantante durante un espacio de tiempo limitado, enviando al susodicho a un limbo permanente. Joël Fajerman es de los pocos a quienes esto ha sucedido dentro de los géneros que se manejan en este blog.

Contraportada.

Y es una pena, porque algunos de sus trabajos son dignos de que Fajerman tuviese mucho más renombre del que tiene, y eso que no es en absoluto un desconocido. Sin ir más lejos, Les Inventions De La Vie es estupendo, un disco con un sonido mucho más moderno y trabajado que aquel que le dio la fama a su autor. Para empezar, el primer tema, Jessie, es tan bonito como Flower's Love. Es una pieza de carácter neo-clásico muy new age y muy poco pretenciosa que funciona precisamente por su honestidad y su renuncia a falsos aderezos, con un violín muy dulce que pone la piel de gallina. Los tres o cuatro temas que le siguen mantienen un buen nivel, mucho más dominadas por sus bellas melodías que por otros elementos propios del género, digamos los ritmos o los efectos de sonido. En la segunda mitad del álbum parece que la música se vuelve un poco más plana (no por ello peor, que conste), algo menos sorprendente que en la primera mitad. Pero aparecen por sorpresa una estupenda versión de Flower's Love en la que el sintetizador principal es sustituído por una guitarra; y el tema final Alone in the World, una marcha un tanto ingenua que, seguramente con un tratamiento de producción más cuidadoso, estaría a la altura de la pompa y circunstancia de Vangelis.

Portada de otra edición.

Al echar un vistazo al conjunto de Les Inventions De La Vie apreciamos un tono global muy clasicista, cercano a ese subgénero neo-clásico que he mencionado antes. A veces, los músicos que cultivan esta vertiente instrumental contemporánea (por ejemplo Secret Garden, que en algunos países son superestrellas) llegan a caer en lo excesivamente meloso, casi en lo cursi, sobre todo por incidir en el carácter melodramático de las cuerdas y los ambientes románticos decadentistas. Joël Fajerman lleva otro tipo de sangre en las venas, y por eso siempre se mueve en terreno seguro. No recarga en exceso los arreglos clásicos. Estoy convencido de que, para que un disco de new age salga bien, nunca hay que pasarse con el azúcar. A continuación, Jessie: