1. As I Roved Out (4:59)
2. On a Bright May Morning (5:08)
3. Brian Boru's March (3:51)
4. Down by the Sally Gardens (5:39)
5. The Star of the Country Down (3:34)
6. The Wind That Shakes the Barley (6:01)
7. The Death of Queen Jane (6:04)
8. The Emigration Tunes (4:42)
9. The Parting Glass (5:13)
"Una y otra vez notas el tirón de regresar a las raíces, a los inicios, con la perspectiva del tiempo y la experiencia, para sentir aquellas cosas familiares que una vez amaste y sigues amando."
Loreena McKennitt regresó a las tiendas de discos (y al megaupload, siento decirlo) en 2010 con The Wind that Shakes the Barley. El título puede traducirse como El viento que agita la cebada, en referencia a una canción de las que incluye el álbum y que es un clásico del repertorio celta. También había por ahí una peli de Ken Loach con ese nombre, ¿no? El caso es que McKennitt realizó un dulce regreso a sus orígenes como artista, mediante esta colección de temas tradicionales (con algún aporte en las letras de los autores W. B. Yeats y James Joyce) grabados en Toronto, Canadá.
Loreena McKennitt
Loreena McKennitt regresó a las tiendas de discos (y al megaupload, siento decirlo) en 2010 con The Wind that Shakes the Barley. El título puede traducirse como El viento que agita la cebada, en referencia a una canción de las que incluye el álbum y que es un clásico del repertorio celta. También había por ahí una peli de Ken Loach con ese nombre, ¿no? El caso es que McKennitt realizó un dulce regreso a sus orígenes como artista, mediante esta colección de temas tradicionales (con algún aporte en las letras de los autores W. B. Yeats y James Joyce) grabados en Toronto, Canadá.
Entrevista promocional acerca del álbum en cuestión.
Está en inglés, pero casi basta con el título de la E.S.O. para entenderlo todo.
The Wind That Shakes the Barley no es, advierto, un disco que entre a la primera. Es cierto que en sus nueve cortes encontramos una rica variedad de instrumentos como el arpa, el acordeón, el bouzouki, violín, chelo, gaitas y varios tipos de flautas y guitarra, aunque el poso que nos queda tras la escucha completa del álbum es que la voz de Loreena lo eclipsa todo, lo absorbe todo como los agujeros negros. Y claro que su voz es impresionante, que transmite más con cada nota de sus cuerdas vocales que muchas orquestas sinfónicas completas, pero el peso depositado sobre ella nos hace bordear en algún momento las lindes de la fatiga. No hablo de tedio, sino más bien de que una voz tan portentosa llega a saturarnos y nos hace necesitar algún cambio profundo en el tono y el planteamiento de los temas, ya que la mayoría (salvo alguna excepción, como el inicial As I Roved Out) se mueven generalmente en un clima de nostalgia desgarradora y purismo étnico. Por suerte, nos encontramos alguna sorpresa por el camino, como las instrumentales The Emigration Tunes, único tema del CD compuesto por la propia McKennitt; y sobre todo Brian Boru's March, que traerá seguramente buenos recuerdos a los seguidores del programa de radio Diálogos 3.
Loreena McKennitt
También es verdad que los recientes años de esplendor de la música celta nos han acostumbrado mal: mucha instrumentación, muchos arreglos, unos ritmos bastante bien delimitados y una inclinación hacia lo espectacular y cinematográfico que seguramente nos hayan acabado alejando demasiado de las esencias del género. Y en las esencias se encuentra esta forma de cantar tan limpia, tan desprovista de filigranas de la glotis que difícilmente puede compararse con los gorgoritos de las divas del momento; esta forma de cantar que es la que seguramente han adorado toda la vida en la gran isla verde del Atlántico, la de mujeres sencillas -o no- que entonaban los cánticos que aprendían de sus madres y abuelas, a la luz del fuego en la intimidad del hogar, o en medio de un gran banquete, o tal vez en el centro de la plaza donde la multitud celebra sus ceremonias ancestrales. Es por esta descarnada simplicidad por lo que podemos decir que The Wind That Shakes the Barley es un álbum duro. Pero es auténtico, un fruto de madurez de los que solamente alumbran músicos que no tienen nada que demostrar, que saben que cuentan con el entusiasmo de un público fiel que comprende a la perfección sus motivaciones profundas y sus necesidades creativas.