domingo, 31 de octubre de 2010

Kraftwerk - TRANS-EUROPE EXPRESS


1. Europe Endless (9:41)
3. Showroom Dummies (6:15)
4. Trans Europe Express (6:37)
5. Metal on Metal (2:12)
6. Abzug (4:54)
7. Franz Schubert (4:26)
8. Endless Endless (0:55)

¡Viajeros al treeeeen!

Habiendo fundado ya las bases de lo que en los años ochenta se conocería como tecno-pop con los precedentes Autobahn y Radio-Activity, el cuarteto de Düsseldorf Kraftwerk compuso una de sus obras maestras absolutas, este Trans-Europe Express (Trans Europa Express, en su versión alemana original), un homenaje a la línea férrea Trans Europ Express o TEE que abunda en la iconografía kraftwerkiana de la modernidad definida por los avances tecnológicos. El concepto del disco surgió cuando varios amigos de los componentes del grupo les animaron a componer música inspirada en el ferrocarril, ya que les parecía que encajaba bien con su estilo. Se cuenta, a modo de pequeño rumor, que el grupo pretendía borrar cualquier errónea filiación nazi por su parte, sobre todo después de titular a uno de sus grandes álbumes Autobahn, "autopista", uno de los máximos referentes técnicos del Tercer Reich en lo que a aportación de infraestructuras para Alemania se refiere. Quizá por eso han señalado algunos críticos que la melodía de los temas de Trans-Europe Express recuerda a algunas tonadillas populares de la República de Weimar (anterior al régimen de Hitler) y a otras del triste período de posguerra.

Kraftwerk, esperando en la estación (interior del libreto del CD remasterizado).

Ralf Hütter, Florian Schneider, Wolfgang Flür y Karl Bartos -sobre todo los dos primeros, autores de todos los temas- realizan en Trans-Europe Express (1977) un álbum conceptual sobre el ferrocarril tan compacto como una roca. Ya desde el principio se nos marca claramente el ritmo que va a acompañar a muchas de las melodías del disco, como si del constante traqueteo del tren al pasar sobre los travesaños de la vía se tratase.

Antes hemos hablado de tecno-pop, y desde luego está claro que este álbum está planteado como un disco de música pop al que se ha dado forma mediante el uso masivo de sintetizadores. Casi todos los temas son cantados y perfectamente radiables, nada que ver con lo que otras figuras del krautrock estaban haciendo entonces. Los Kraftwerk son precisamente los últimos grandes supervivientes del Krautrock original, una vez que la gente de Florian Fricke, Manuel Göttsching y Edgar Froese (por mencionar a los más conocidos) se habían decantado clara y definitivamente por la vertiente cósmica y new age del género setentero alemán.

Portada de la edición alemana.

¿Y qué fue antes, la gallina o el huevo? ¿Se movieron los Kraftwerk hacia el pop partiendo de la kosmischemusik típica alemana de entonces, renunciando en parte a su autoridad fundacional en busca de nuevas formas de expresión? ¿O más bien habían querido hacer música pop desde el principio, y nadie se había dado cuenta hasta que fue evidente? Kraftwerk, sea cual sea su verdadera ruta evolutiva, prefiere seguir un camino mucho más "convencional" que el de la Escuela de Berlín y sus viajes alucinógenos, transmutándose en simpáticos contrapuntos robóticos de los grupos pop-rock británicos de moda. En sus planteamientos de ciencia-ficción y futurismo retro radica la esencia de estos cuatro alemanes, eso sí, diferenciándolos de cualquier otra cosa que estuviese realizándose en aquellos días en el mundo entero.

Portada del single homónimo al álbum.

Trans-Europe Express es como un agradable viaje en tren, comenzando por la bonita Europe Endless ("Europa sin fin"), en la que se nos introduce el concepto ferroviario y se nos va presentando, mediante las voces de Ralf y Florian, una visión del viejo continente basada en contrarios, en luces y sombras que oponen modernidad a antigüedad, elegancia a decadencia, ofreciendo con frases muy sencillas -propias de un androide- una lúcida visión de Europa que puede encajar tanto entonces como ahora.


The Hall of Mirrors es un tema más pausado, un pelín siniestro y que habla de la imagen que tienen de sí mismos los artistas famosos. De hecho, la dualidad entre la propia imagen y la distorsión que se produce de ésta a raíz de la popularidad es otro de los conceptos básicos del disco. Showroom Dummies es un típico tema tecno de los que convirtieron a Kraftwerk en predecesores, por ejemplo, de Depeche Mode. Su título, "maniquíes", va enlazado con el arte conceptual del álbum, en el que los cuatro músicos parecen maniquíes bien arregladitos y puestos en un escaparate.

Los maniquíes de Kraftwerk.

Los siguientes tres temas, el homónimo Trans-Europe Express, Metal on Metal y Abzug, son de algún modo una pequeña suite que retoma un ritmillo que recuerda al de Europe Endless y lo convierte en una pieza más fría, minimalista en lo vocal y lo instrumental, propia de una máquina. Al parecer, en su gestación pudo tener algo que ver un encuentro del grupo con David Bowie, que les profesaba una auténtica adoración. Franz Schubert es un alivio luminoso tras estos tres temas, un bonito instrumental de corte ambient; y Endless Endless, tanto en el título como en el sonido, funciona de epílogo por su paralelismo con Europe Endless.

Portada de una reciente reedición.

Creo que Trans-Europe Express es un disco que debe escucharse de un tirón, como todo buen álbum conceptual, y teniendo en cuenta que no es tan colorista como, por ejemplo, el posterior The Man Machine. Aquí la idea es aquella de "menos es más". Se trata, y eso hay que decirlo porque es un hecho constatado en numerosos medios de comunicación, de uno de los álbumes más importantes e influyentes de toda la historia de la música popular. Casi nada.

Vídeo oficial de Trans-Europe Express.

Y el de Showroom Dummies.

jueves, 28 de octubre de 2010

Queen - FLASH GORDON


1. Flash's Theme (3:30)
5. Football Fight (1:29)
7. Execution of Flash (0:43)
9. Arboria (Planet of the Tree Men) (1:41)
12. Vultan's Theme (Attack of the Hawk Men) (1:15)
13. Battle Theme (2:20)
18. The Hero (3:31)

Todo gran grupo suele tener una vertiente menos explorada, más abierta a la experimentación que, sea por encargo -como en este caso- o por propia iniciativa, se materializa en trabajos como el que tenemos delante. Como pago por tales insolencias, suele ocurrir que estos álbumes provocan fuertes polémicas cuando alguien las sitúa entre los álbumes "regulares" de sus autores. Ese es el caso de la banda sonora de Flash Gordon. Tomémonos una pausa entre tanto sonido misterioso y tonificante para recrearnos con una célebre fantasía del rock, y nada menos que a cargo de Queen, que están prácticamente en las antípodas de lo que cabe esperar en este blog.

La banda Queen, en la carpeta interior del álbum.

Flash Gordon (1980) emerge como proyecto cinematográfico cuando se pone de moda la "space opera" a finales de los setenta, que se materializa en una serie de filmes regulares o claramente malos que intentan repetir, o aprovecharse por lo menos, del éxito de Star Wars. George Lucas reconoció como influencias para su trilogía los tebeos de Flash Gordon que creó Alex Raymond y sus versiones en forma de serial que se proyectaban en cines en los años treinta. Lucas no pudo hacerse con los derechos de Flash y se conformó con Skywalker, así que era de esperar que alguien terminara por sacar al viejo deportista rubiales a la palestra. Fue el productor Dino De Laurentiis quien se llevó el gato al agua, y llevó a cabo (o perpetró, según se mire) este tripi envuelto en celofán brillante y cartón piedra que pretendía suscitar la nostalgia de la vieja guardia con su estilo forzadamente retro. No era mala la idea, pero hoy día pocos consideran que se logró el efecto pretendido. Aunque hay quien la ve, eso sí, como una cinta de culto. Por ahí he leído, y que conste que es un piropo, que Flash Gordon es la mejor mala película jamás filmada.

Cartel de la película Flash Gordon.

Gran parte de la culpa de que todavía recordemos aquella peli la tiene su banda sonora, para la que Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor soltaron toda la sobrecarga glam que todavía les quedaba en la reserva de la década que iba a terminar y dieron a luz una rareza en el arte de componer música para cine. Flash Gordon, la grabación de Queen que, pese a lo que opinan los puristas, es el álbum oficial que lanzó Queen entre The Game y Hot Space, es un disco básicamente instrumental que contiene solamente un par de temas vocales a cargo del vocalista habitual Mercury, seguramente incluidos ahí para hacer notar la presencia de uno de los grandes grupos de la historia del rock.

El vídeo de Flash.

Lo demás es puro delirio, sintetizadores tocados de punta a punta por primera vez en la historia de la banda (este disco se grabó conjuntamente con The Game, en el que también aparecían), arreglos imposibles, ostentosas orquestaciones a cargo del reputado músico de cine Howard Blake, formidables punteos de guitarra sobre fondos minimalistas y, sobre todo, una técnica peculiar que sirvió a la banda para, de alguna manera, poner voces a sus temas: sampleados de diálogos originales de la película.

Imagen de la contraportada del LP.

Pero, a diferencia de la película, el álbum Flash Gordon sí que es una obra musical digna de plena admiración. No sé qué clase de magia (a kind of magic) emplearon los chicos de May, pero realmente consiguen inundar ese poco creíble planeta Mongo de un aura retro y comiquera que funciona a las mil maravillas. Era algo así como "música guay" que todavía despierta sonrisas en quienes la sacan a colación. La música de Queen para esta película está llena de colorido, de imaginación y creatividad, lo que no deja lugar a dudas sobre un hecho indiscutible: se lo pasaron bomba colaborando absolutamente todos en la composición, y eso que no estaban habituados a crear música instrumental, y mucho menos música incidental. Flash Gordon debió ser para ellos una forma de explorar nuevos territorios musicales que sus fans hambrientos de himnos rockeros no tendrían por qué haber aceptado en cualquier otro de sus álbumes. Pero este disco era otra cosa, y todo estaba permitido.


Hay en Flash Gordon temas realmente fabulosos, como aquel Vultan's Theme que acompañaba el ataque de los hombres-halcón, que es mi favorito del disco. También destacan Ming's Theme, digno del villano de opereta de la película; Execution of Flash, exquisita sin necesidad de descripciones vacuas; Football Fight y The Wedding March ("marcha nupcial") versión psicotrópica del tema de Lohengrin, de Richard Wagner, apuntalando todos ellos un estupendo conjunto tan inclasificable como los propios Queen y digno de figurar entre las bandas sonoras más originales y divertidas jamás compuestas.

martes, 26 de octubre de 2010

Terry Oldfield - OUT OF THE DEPTHS. DE PROFUNDIS


1. De Profundis (24:50)
2. Out of the Depths (14:07)
3. Hear my Plea (9:30)

Como ya sabéis los lectores del blog, no soy un especial fanático de la música new age en su estado más puro. No es que la odie o que me parezca censurable, pero tiendo a buscar cosas algo más ricas y elaboradas que las que suelen encontrarse en los álbumes new age al uso, aquellos que sirven lo mismo para curarte una hernia discal que para olvidarte de los gritos de jefe y la maldita crisis económica. No obstante, a veces quedo sorprendido con cosas que no esperaba. Eso es lo que me ha pasado cuando, por primera vez y hace muy pocos días, he escuchado un par de álbumes de Terry Oldfield, uno de los músicos más importantes y prolíficos del género.

Terry Oldfield se metió en el mundillo de las músicas terapéuticas en los '70 tras participar en un grupo de exégesis (una escenificación del renacer a una nueva vida espiritual), en la que se le pidió que compusiera piezas musicales que pudiesen acompañar a las sesiones de terapia. La cosa debió irle bien, ya que abandonó el "folk más o menos en sentido amplio" con el que, dando tumbos, iba procurando hacerse un hueco en la música británica sin tener que aprovecharse eternamente de su apellido. El flautista Terry Oldfield es hoy en día poco menos que el gran gurú de la new age relajante, gran maestre de la secta del reiki y sumo sacerdote en la logia de los chakras, y eso podría haberle convertido para mí en un compositor a evitar. Pero resulta que, realizando discos que cumplen perfectamente con sus propósitos de meditación e introspección (puede hacerse seguramente un muy buen yoga con ellos), la música de Oldfield posee una alta calidad que la hacen digna de ser apreciada perfectamente por sus cualidades artísticas, y no solamente por las curativas. Investigando un poco por encima, he tenido la impresión de que este Out of the Depths (1993) es uno de sus álbumes más conocidos. Me ha gustado más algún otro como Illumination, pero he preferido decantarme por esta obra, por razones de popularidad y porque me permite enlazar con algún tema para escuchar (Goear, Youtube...) sin tener que remitirme al Rapidshare.

Terry Oldfield

Seguramente no fue Terry Oldfield ni el primero ni el último músico que incluyó sonidos de ballenas -proverbialmente místicos- en un álbum de música relajante. Escuchamos estos cánticos en todos los temas, y también en De Profundis y Hear my Plea predomina una voz solista femenina (Imogene Moore) que les da estructura de canción ritual que suena un poquillo dulzona de más. Y especialmente en Out of the Depths se luce Oldfield como estupendo flautista, con melodías muy muy sencillas, pero que funcionan muy bien entre el lento oleaje y la verborrea de los cetáceos, creando un ambiente verdaderamente majestuoso y evocador con la ayuda de unos muy bien empleados efectos sonoros y sintetizador. Creo yo que Terry Oldfield debe mucho en su estilo al pionero Paul Horn y sus experiencias en famosos edificios de la antigüedad, aunque el músico que nos ocupa tiene un estilo propio menos improvisado que el del autor de Inside.

Pero lo más importante que yo destacaría en la obra de Terry Oldfield, sobre todo si tenemos en cuenta que sus habilidades como compositor e intérprete no son ni mejores ni peores que las de otros músicos del género, es que en sus discos está especialmente cuidada la producción. Puede parecer algo secundario, pero al final, cuando uno tiene que emitir un juicio personal sobre una obra musical del campo new age estándar, el hecho de que suene demasiado casera, demasiado a "organillo casio a pilas adquirido en el todo a cien" suele pesar demasiado. Hay muchos discos new age que, aun mostrando una riqueza artística por encima de la media, se quedan en casi nada por contar con producciones pobres o poco trabajadas. A Terry Oldfield le pasa lo contrario, porque parece tomarse muy en serio y si a eso le añadimos que compone con eficacia la clase de música que se espera de él, nos encontramos con que es merecidamente un personaje de referencia.


Quiero aprovechar la ocasión, ya que estamos, para reivindicar la labor de este músico frente a cierta mala prensa que creo que le acompaña. Suele ocurrir, sobre todo entre los fans de su hermano Mike, que la imagen de Terry se vea dañada por las malas relaciones entre ambos. Mike ha acusado varias veces a su hermano, no sé si del todo en serio, de ser un mercenario musical que compone para ganar dinero. La verdad, si puede acusarse a alguien de tacaño o de materialista por comer del propio trabajo, por mucho que se trate de un trabajo de tipo artístico o creativo, apaga y vámonos.

viernes, 22 de octubre de 2010

¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir Lai?

Francis Lai (fotografía de francislai.net).

Llevo tiempo rumiando la posibilidad de una entrada sobre este afamadísimo compositor de aquellos años prodigiosos que fluctúan entre finales de los '60 y comienzos de los '70, y que marcó toda una época en lo que a música fílmica romántica y sensual se refiere. De hecho, algunas de sus archipopulares melodías siguen siendo objeto de constantes revisiones en la cultura popular, a veces tan ad nauseam que han llegado, tristemente, a rozar los límites de la parodia y lo cursi.

Portada del álbum con el soundtrack de Love Story.

Francis Lai, un acordeonista y compositor nacido en Francia que hoy tiene 78 años, será para siempre recordado por su fabuloso tema de piano para la película-exitazo Love Story (1970), aquella historia un tanto empalagosa que puso de moda la frase "amor es no tener que decir nunca lo siento" y que hoy es símbolo romántico de toda una generación. Musicalmente hablando, destacar la maestría de la ejecución al piano en una pieza que bien podría pertenecer al repertorio clásico de los grandes músicos de antaño. Ni se sabe la de veces que, por ejemplo, ha sonado esta melodía al abrir una niña la caja de música de su mesita de noche:

Love Story, música e imágenes.

Lai logró el Oscar de Hollywood por aquella banda sonora, que puede considerarse su obra magna, si bien ya había logrado gran popularidad con Un hombre y una mujer (1966) y su afrancesado y vintage tema central, que también se grabó con gran éxito en versiones cantadas. Pero, yéndome ya a lo que más me interesa, es importante considerar que Francis Lai fue uno de los grandes (aunque no el primero) introductores de la música generada con sintetizadores en las bandas sonoras de cine.

Portada de la edición original de Un hombre y una mujer.

Desde luego, es innegable la importancia que tuvieron las composiciones del ya consagrado Lai en lo que sería la "edad de oro" del cine de destape, y de paso, en el hecho de que aun en la actualidad suela contarse con música de sintetizador en cualquier producción erótico-festiva. Es responsable de las bandas sonoras de Emmanuelle 2 y, sobre todo, Bilitis (1977), un producto lésbico light que en su momento, al parecer, recibió bastante atención por parte del público.

Portada muy muy retro de la banda sonora de Bilitis.

Me imagino que los españoles más pícaros de entonces tenían que irse a Francia para ver estas cosas, por mucho que hoy en día resulten muy inocentes. El tema central de Bilitis es muy delicado, eso hay que admitirlo, y además otros de los cortes suenan muy parecidos a lo que otros gurús de la incipiente música electrónica -pongamos Giorgio Moroder- estaban llevando a cabo en esas fechas. Quizá Francis Lai llegó incluso un poquito tarde, si nos ponemos a hilar fino.


Melissa, de Bilitis.

¿Tendrá la culpa Francis Lai de que se hayan editado tantos y taaaaantos recopilatorios de música new age con fines eróticos u afrodisíacos? ¿Fue Francis Lai el primer gran compositor en descubrir las posibilidades sensuales de los sintetizadores? Pues os dejo pensándolo tranquilamente, con los bonitos temas centrales de Un hombre y una mujer y Bilitis,


martes, 19 de octubre de 2010

Tangerine Dream - STRATOSFEAR


1. Stratosfear (10:38)

Imaginemos a los tres componentes de Tangerine Dream, allá por 1976, intentando doblegar los remos de la barca con la que llevaban bastante tiempo navegando por los oceanos tempestuosos, sacudidos por oscuras tormentas, de la música cósmica. Chris Franke, Peter Baumann y Edgar Froese se encontraron, tras el lanzamiento del álbum en vivo Ricochet, pensando de qué manera iban a trascender lo que se esperaba de su peculiar género, escisión insrumental del krautrock. Lo cierto es que ellos mismos habían sentado las bases de lo que se conocería como Escuela de Berlín, pero seguramente aspiraban a mucho más.


"Mucho más" no era simplemente convertirse en líderes absolutos de la música electrónica alemana, ni en estandartes artísticos de lo que podía lograrse en un moderno estudio equipado con sintetizadores de última generación. "Mucho más" era -o así debieron verlo ellos- era convertir su banda otrora experimental en una de las grandes formaciones de la música popular del momento, prácticamente unos Pink Floyd o Emerson, Lake and Palmer. Para ello tenían que lograr, por un lado, la fidelidad de sus seguidores de siempre, que les exigirían un álbum con el que identificar su sonido clásico; y por otro, tenían que abrirse a un nuevo público que no necesariamente habría estado en la onda oscura y hermética de su Años Rosas (Alpha Centauri, Zeit) o sus primeros Años Virgin (Phaedra, Rubycon). La solución, a priori, podía resultar sencilla: acercarse a lo que hacían Isao Tomita o Wendy Carlos con la música clásica, o mejor todavía, al sonido melódico y sinfonista del griego Papathanassiou. No creo que mientras grababan Stratosfear en verano del '76 a través de mil inconvenientes y penalidades técnicas, los Tangerine Dream tuviesen constancia de la existencia de un músico francés llamado Jean Michel Jarre y del álbum que publicaría en diciembre, Oxygene.

Contraportada del LP (de la página http://tralfaz-archives.com)

Las comparaciones pueden ser odiosas, aunque Stratosfear no tiene por qué salir perdiendo en comparación con la obra mítica de Jarre. Desde luego, no deja de ser una gran casualidad que durante aquel mes de agosto de 1976, dos de los nombres más importantes que ha dado jamás la música electrónica estuviesen grabando sendos álbumes de carácter claramente similar y no me refiero únicamente a que el sonido sea más o menos "aéreo". Incluso ambos títulos se refieren a la atmósfera como leitmotiv musical, aunque los temas de Stratosfear llevan nombres bastante más inquietantes. Para empezar, el título es un juego de palabras que une "stratosphere" con "fear", en una mezcla que podría traducirse como "Estratomiedo".

Portada de una edición temprana en CD.

Centrándonos en Stratosfear, debo decir que no está entre mis discos favoritos de Tangerine Dream, precisamente porque carece del oscurantismo que tantas cosas evocaba en sus fascinantes obras previas. Sin ser exactamente la alegría de la huerta trata de un álbum melódico bastante luminoso y accesible en comparación con lo visto hasta entonces, que incluso atesora alguna melodía tarareable. A ello se une el que Froese, Franke y Baumann integren en sus quehaceres otros instrumentos más mundanos como el piano, la guitarra, el bajo y la armónica. La idea, la dicha: ampliar las miras musicales, ampliar el repertorio y, de paso, el público. La promoción fue bastante estudiada a este respecto, con una gira programada específicamente para presentar el disco en sociedad. Pero no termina de cuajarme, porque no consigo encontrarle el punto. Es como cuando estás resfriado y te comes la mejor paella del mundo: todo está ahí, arroz, almejas, pulpo y mejillones fresquísimos, pero no lo saboreas por muchas vueltas que le das en la boca. No le saco el sabor a Stratosfear, y eso que soy incapaz de poner en duda su altísima calidad y su trascendencia.

Interior de la carpeta en la edición de vinilo (de http://tralfaz-archives.com).

El primer tema, Stratosfear, es la pieza más previsible del grupo hasta aquel momento, en un estilo melódico y un tanto solemne que podría recordarnos a las piezas para órgano de Bach, aunque comienza como los lemas de la primera época de Genesis. La sigue The Big Sleep in Search of Hades ("El sueño eterno en busca de Hades"), dominada por la flauta en una atmósfera que por momentos suena a folk, aunque después ocupan su lugar notas de mellotrón y voces al vocoder. 3 a. m. at the Border of the Marsh from Okefenokee ("3 de la madrugada en el borde del marjal de Okefenokee"), además de tener un título largo y misterioso, es el corte más experimental, un pelín raro por el modo en que la armónica parece meternos en un western crepuscular y alucinógeno. Concluye el álbum con Invisible Limits, una pieza que suena inexplicablemente moderna y que bien podría haber sido grabada y producida ayer. La escucho y no me lo creo.


Al final, queda la duda de qué habría pasado con Stratosfear de no haber llegado Oxygene a quedarse con todo. Pienso que Jarre se lo montó mejor a la hora de alcanzar al publico masivo a través de la radio y sus primeros megaconciertos, nada que ver con las retorcidas sutilezas alemanas de Tangerine Dream. Y aun así, Stratosfear permanece en la memoria de los entendidos como uno de los discos emblemáticos de aquellos años. Y momentos mucho peores vendrían.

Una versión en directo de Stratosfear, ultramoderna.

viernes, 15 de octubre de 2010

Sheila Chandra - WEAVING MY ANCESTORS' VOICES


1. Speaking in Tongues I (1:48)
4. Ever So Lonely / Eyes / Ocean (3:24)
5. The Enchantment (4:36)
6. The Call (1:28)
7. Bhajan (7:04)
9. Sacred Stones (5:31)
10. Om Namaha Shiva (2:54)

Weaving my Ancestors' Voices (1992), que podría traducirse como "Tejiendo las voces de mis ancestros" es uno de los álbumes de referencia de la cantante Sheila Chandra, inglesa de familia india. Desde luego, en una primera aproximación al estilo de esta artista tendremos la impresión de que es su cuna oriental la que define su música, si bien es cierto que lo británico tiene su peso. El álbum que he escogido para comentar pertenece a sus primeros trabajos para la productora Real World, que desde principios de los noventa ha realizado una labor impagable en lo que se refiere a dar a conocer al público masivo las músicas de los rincones más insospechados del planeta.

Bhajans.

Los temas recogidos en Weaving my Ancestors' Voices nos presentan a una artista que, a diferencia de la mayoría de músicos que pasan por este blog, tiene en su propia voz su argumento más potente. Además, en los álbumes que grabó en estos años -no necesariamente en todos los posteriores, me refiero- se nota que busca una sobriedad absoluta y descarnada en la que cada pieza se desarrolla prácticamente "a capella". Tendrá que renunciar a este álbum todo aquel que guste de las ricas instrumentaciones de la mayoría del mundo new age, ya que aquí sólo escuchamos la clásica nota estática (el pedal, para los técnicos) que acompaña a casi toda recitación tradicional india. No obstante, tampoco debemos caer en el error de pensar que Sheila Chandra reproduce con total fidelidad las ragas de sus antepasados, ya que el estilo de las mismas está muy suavizado, adaptado claramente al gusto de los consumidores habituales de música pop que, en lo que a música étnica se refiere, no tienen por qué ser muy duchos.

Ever So Lonely.

Por encontrar cosas curiosas en el álbum que no quede: florituras vocales juguetonas sin letra definida en los dos temas llamados Speaking in Tongues ("Hablando en lenguas") , baladas de influencia obviamente céltica como Dhyana and Donalogue y The Enchantment, una llamada a la oración plenamente islámica en The Call, e incluso una nana en español, Nana & The Dreaming. Ever So Lonely / Eyes / Ocean, Sacred Stones, Om Namaha Shiva y Bhajan sí que tienen una clara factura pseudo-india, aunque la última está escrita en latín y mezcla las ragas con el canto gregoriano, debo decir que de forma sublime.

Toda esta amalgama étnica no es sino una de las más inteligentes obras de fusión musical que puede uno echarse a la cara. Era el momento adecuado, era la compañía discográfica adecuada y era la artista adecuada. Y la voz de Sheila Chandra concede al conjunto la perfección de su suavidad sensual, exquisitamente adornada por unos efectos de eco especialmente acusados en las notas altas o las más prolongadas, haciendo que esta voz ascienda a los cielos, o a los techos de enormes templos de exótica arquitectura. Para descubrir cosas nuevas.

Om Namaha Shiva.

lunes, 11 de octubre de 2010

Philip Glass - SONGS FROM LIQUID DAYS


2. Lightning (6:43)
3. Freezing (3:16)
6. Forgetting (8:10)

Songs from Liquid Days fue el caballo de Troya con el que el minimalismo, y por extensión las "nuevas músicas" en su vertiente clásica, entraron en las casas de montones de aficionados a la música en todo el mundo. Antes de aquel álbum de 1986, el minimalismo musical era entendido generalmente como una tendencia sectaria y hermética, pura vanguardia exclusiva de los intelectuales de la Costa Este norteamericana. Y eso que Philip Glass ya había realizado la mayoría de sus obras maestras antes de aquel año, incluyendo Einstein on the Beach y Koyaanisqatsi, por no extenderme con muchos más títulos magistrales.

"Gradualmente
fuimos conscientes
de un murmullo en la habitación
un murmullo eléctrico en la habitación
Hacía mmmmmmm"

De Changing Opinion - "Cambiando de opinión" (Paul Simon)

¿Tenemos que suponer que Glass se bajó los pantalones para abrirse al populacho? Pues no. Más bien hizo lo mejor que pudo hacer, esto es, contar con una serie de artistas procedentes del pop-rock más serio y respetable como son Paul Simon, Suzanne Vega, David Byrne y Laurie Anderson (la colaboración con estos dos últimos, teniendo en cuenta sus respectivas carreras, era poco menos que inevitable antes o después) para poner letra a temas propios del minimalista. La idea obvia era que el público comprendería mejor la música cíclica y repetitiva de Glass si podía apoyarse en una letra que la convirtiese en una serie de canciones aparentemente convencionales. El resultado sonaría indudablemente culto, pero tendría que gustar a un buen porcentaje del público. Parece que este objetivo se logró, y Songs from Liquid Days sigue siendo considerado como uno de los discos más esenciales de Philip Glass y del subgénero al que pertenece.

"Pero habrá un espeso y humeante
silencio en el aire
cuando finalmente muera el fuego
y me pregunto quién quedará allí"

De Lightning - "Relámpago" (Suzanne Vega)

Los temas se mueven en varias direcciones, todas bastante solemnes, desde la profundidad de Changing Opinion (con letra de Paul Simon, el de Simon and Garfunkel) sobre el piano de Michael Riesman, a la feliz espontaneidad de Forgetting, escrita por Laurie Anderson y cantada por Linda Ronstadt con arreglos de cuerda del Kronos Quartet. También están la nerviosísima Lightning, escrita por Suzanne Vega; la delicada Freezing, también de Vega y con Linda Ronstadt y los Kronos, y que incluye un desarrollo al teclado que nos recuerda a Mishima; la muy bonita Liquid Days (Part I), escrita por David Byrne y con un grupo vocal llamado The Roches; y Open the Kingdom (Liquid Days, Part II), también de Byrne y cantada en estilo lírico por Douglas Perry.

"Conduce... ¿Por qué preguntas?
Respira... todavía es de noche
Conduce... está mucho más lejos
Duerme... de lo que pensábamos"

De Liquid Days - "Días líquidos" (David Byrne)

Sobre las letras, decir que son intensas e inspiradas a más no poder. Aquí podéis leerlas al completo. Os daréis cuenta de que, más que canciones, son poemas musicados. Su temática es diversa, aunque es agresivamente contemporánea en la línea de la literatura norteamericana del último tercio del siglo XX: ambientes cotidianos y urbanos transformados en páramos desolados, rutinas diarias mezcladas con reflexiones existenciales sobre el yo, una inquietud espiritual constante, una angustia vital evidente. De la música se hace cargo esa agrupación llamada The Philip Glass Ensemble que encabeza Michael Riesman, con unos pocos instrumentos que van desde las cuerdas y el piano ya mencionados hasta la flauta y dos tipos de saxofón.

"Un hombre se despierta con el sonido de la lluvia
de un sueño sobre sus amantes
que atraviesan su habitación"

De Forgetting - "Olvidando" (Laurie Anderson)

Songs from Liquid Days fue una acertada tentativa por parte de Philip Glass, ya que contó con figuras de primera fila que entonces estaban muy en alza y que representaban lo mejor de la música americana del momento. Pero logró, sobre todo, que todos ellos sirviesen a sus propósitos, ya que Glass no cede ni un instante en lo que a desarrollar su característico estilo se refiere. No encontraremos ritmos pop, ni estribillos que puedan tararearse así como así, sino los mismos ambientes clásicos y fascinantes de cualquier obra previa del músico, demostrando, eso sí, la versatilidad de los mismos a la hora de encajarles una letra más allá de las rarezas compositivas de las óperas del minimalista. Letras que cualquiera puede comprender y disfrutar sin necesidad de estar culturalmente educado para apreciar la música culta de nuestro tiempo, con unas melodías que las acompañan y las dotan del sentimiento adecuado para convertir Songs from Liquid Days en un breve pero intenso poemario de una post-modernidad finisecular que todavía sigue vigente en este siglo XXI que se resiste a comenzar más allá de lo que aseguran los calendarios.


viernes, 8 de octubre de 2010

Robin Guthrie / Harold Budd - BEFORE THE DAY BREAKS


1. How Close your Soul (7:46)
2. Formless Path (4:23)
3. Minute a Day No More (5:21)
4. She Is my Weakness (3:41)
5. Outside Silence (4:25)
6. Hidden Message (4:48)
7. I Returned her Glance (3:43)
8. My Monochrome Vision (4:44)
9. Turn On the Moon (4:21)

...Y este es el segundo disco del lote. Lanzado el mismo día que After the Night Falls, es considerado generalmente como el mejor de ambos. Aquí es la guitarra de Guthrie la que lleva la delantera, de nuevo enredada en múltiples capas sedosas de sonido aéreo muy delicado. Se trata de una obra ambient en sentido puro, realmente paradigmática del género.

Dejadme describir lo que el álbum me evoca. Los punteos de Robin Guthrie dibujan un paisaje sonoro muy relajante y profundo del que no queda excluido un innegable sabor urbano que se deriva del sonido de la guitarra eléctrica. Este instrumento parece emanar de una oscura lejanía, seguramente poblada por frágiles luces de neón oscurecidas en la hora última de la madrugada. Es como si volásemos por encima de una gran urbe ultramoderna, aunque tan alto que no somos capaces de distinguir del todo sus formas ni escuchar sus sonidos, sino en todo caso captar su luminosidad y su vitalidad durmiente, dotado todo ello de una cualidad romántica muy llamativa que la convierte en un paraje de leyenda. También podríamos entrever un lento amanecer contemplado desde la azotea de un edificio alto, con las nubes adquiriendo tonos púrpuras mientras el día se va abriendo camino. Bajo nuestros pies, todas las demás almas de la ciudad duermen.

Robin Guthrie

Desvaríos poéticos aparte, hay que admitir que Robin Guthrie y Harold Budd consiguen unas texturas musicales inconfundibles y riquísimas, un ambient que más que moderno es eterno; y Before the Day Breaks es una de esas obras cuasi-geográficas en las que uno querría perderse una temporada. Discos como éstos son los que nos recuerdan que hoy en día se siguen realizando obras artísticas completamente maduras -e incluso cultas- en el mundo de la música popular.

How Close your Soul

miércoles, 6 de octubre de 2010

Robin Guthrie / Harold Budd - AFTER THE NIGHT FALLS


1. How Distant your Heart (4:03)
2. Avenue of Shapes (3:27)
3. Seven Thousand Sunny Years (6:19)
4. She Is my Stength (2:52)
6. Open Book (5:17)
8. The Girl with Colourful Thought (4:26)
9. Turn Off the Sun (4:58)

Hace algún tiempo, no sé si a raíz de mi crítica del álbum The Pearl, alguien me recomendó en los comentarios Before the Day Breaks, y no tardé en hacerme con ella. Sin embargo, tan pronto como quise documentarme en lo que a datos se refiere, me enteré de que este álbum se publicó el mismo día que After the Night Falls, que viene a ser la otra cara de la misma moneda. Dado que el título del primero se traduce como "Antes de que llegue el día" y el segundo como "Después de que caiga la noche", he decidido comentar primero el segundo.

Harold Budd (imagen de la página http://thetyee.ca).

After the Night Falls (2007) es una colaboración entre el músico de vanguardia y poeta Harold Budd y el también vanguardista Robin Guthrie, componente de los Cocteau Twins. Budd ya había colaborado en un disco del grupo de Guthrie, y afianzaron su unión en la banda sonora de Mysterious Skin. Con estos discos lanzados el mismo día, Guthrie y Budd crean un magnífico díptico ambient en el estilo más ortodoxo del término.

Harold Budd se dedica a lanzar al éter notas de piano muy modificadas electrónicamente mientras Robin Guthrie las hace flotar en una nube inabarcable de punteos de guitarra eléctrica sin distorsión, consiguiendo una textura de verdadero ensueño. Me resulta difícil imaginar una creación musical más delicada y relajante, si exceptuamos precisamente los dos trabajos de Budd con Brian Eno: The Plateaux of Mirror y The Pearl, obras a la que este álbum que nos ocupa debe mucha de su magia. After the Night Falls se trata, al igual que los mencionados, de un álbum grabado en sesiones de improvisación en los que el instinto de ambos artistas iba confluyendo para dar forma a los temas, que aun así no terminan de ser muy distintos unos de otros. La verdad es que, salvo que se llegue a conocer el disco como la palma de la propia mano, puede escucharse de cabo a rabo como una única pieza instrumental en la que la división en cortes sirve en todo caso para no tener que digerirla de una sola sentada. También me parece oportuno señalar que, al menos a mi juicio, en este álbum es el piano de Budd el que adquiere el protagonismo, mientras que en su compañero destaca la guitarra de Guthrie.

Vista trasera del estuche del CD.

Por poner alguna pega, podría decirse que este After the Night Falls se considera levemente inferior a su compañero de edición, ya que el otro es algo más sólido y compacto, y éste es algo más oscuro, mortecino en algún tramo (Inside, a Golden Echo, por ejemplo). Lo peor peor es que son dos discos muy cortitos, de unos 40 minutos o menos cada uno, con lo que podrían haberse lanzado en un solo CD y haber ahorrado unos euros a los fans, pero ya sabemos que hoy en día cualquier cosa puede dividirse para sacar más cuartos, sean libros, películas o discos de música ambiental.

How Distant your Heart

domingo, 3 de octubre de 2010

Cumplimos un año. ¡MUCHAS GRACIAS!


Ya hace un año que empecé a poner música por estos lares. La experiencia me ha servido no solamente para conocer artistas y grabaciones que no conocía, sino también para adquirir experiencia en este interesantísimo mundo de los blogs. Algún ignorante aspirante a tecnócrata ha atacado a la blogosfera por el alto grado de libertad que da a sus usuarios, seguramente sintiendo que quienes mantenemos blogs "de opinión" somos algo así como intrusos profesionales. No hay mucho que decir al respecto cuando se da uno cuenta de que los blogs de particulares, como el mío, reciben muchísimas más visitas diarias que otros tantos sitios profesionales.

Y lo mejor de este tiempo ha sido ver cómo cada vez se pasa por aquí más gente para opinar, dándome la posibilidad de conocer vuestras impresiones e intercambiar unas palabras con vosotros de vez en cuando. Supongo que en Internet nadie es un simple nick, nadie es una pequeña foto en el recuadrito de los "seguidores"; y aun así se alegra uno de tener contacto con gente tan estupenda como la que viene por Otras músicas. Otros mundos.

Gracias a tod@s

sábado, 2 de octubre de 2010

Alex North / Jerry Goldsmith - ALEX NORTH'S 2001: THE LEGENDARY ORIGINAL SCORE


1. Main Title (1:37)
2. The Foraging (3:44)
3. Eat Meat and the Kill (3:27)
4. The Bluff (3:01)
5. Night Terrors (2:02)
6. The Dawn of Man (3:14)
7. Space Station Docking (2:22)
8. Trip to the Moon (3:21)
9. Moon Rocket Bus (5:01)
10. Space Talk (3:30)
11. Interior Orion (1:26)
12. Main Theme (2:31)

"Bien, ¿qué puedo decir? Fue una experiencia enormemente frustrante, y a pesar de las distintas reacciones a la música, creo que el enfoque victoriano con matices centroeuropeos simplemente no sonaba acorde con la brillante concepción de Clarke y Kubrick"

Alex North (en la carpeta interior del álbum)

Si me pidiesen que elaborara una lista con las grabaciones musicales más interesantes que conozco, ésta en particular sería de las primeras. El motivo es que 2001: una odisea del espacio es mi película favorita desde el momento en que la vi hace ya muchos años, y también el hecho de que aquel filme de 1968 -y su banda sonora- es admitido generalmente como uno de los mayores revulsivos estéticos que alentaron el desarrollo de lo que hoy conocemos como "nuevas músicas" en la década posterior. Y las cosas podrían haber sido muy diferentes de no haber mediado la decisión de uno de los más ilustres ególatras que ha dado el arte del siglo XX: Stanley Kubrick.

Alex North, en el libreto del CD.

Cuando Kubrick y Arthur C. Clarke se propusieron crear la "proverbial buena película de ciencia-ficción", el primero contó en un principio con uno de los músicos que habían trabajado con él anteriormente, Alex North, autor de la banda sonora de Espartaco (1960). North es un músico clásico contemporáneo en la línea más vanguardista de la primera mitad del siglo, no especialmente dado a los alardes de sinfonismo y o a las grandes melodías, sino especialmente inclinado a la percusión, de cara a la creación de piezas sobre todo incidentales. Evidentemente, hoy en día resulta inimaginable la película 2001 sin el Así hablaba Zarathustra de Richard Strauss o El Danubio azul, de Johann Strauss, precisamente porque todos asumimos que Kubrick, en su desmedida ambición conceptual, quiso convertir su película en una obra atemporal que contuviese reminiscencias artísticas variopintas, no necesariamente ligadas a lo que se hacía en aquellos últimos años sesenta a nivel cinematográfico o musical.

Jerry Goldsmith (copyright 1995 de Matthew Peak. Varese Sarabande).

Kubrick utilizó varias piezas clásicas para ambientar las secuencias de la película durante el proceso de montaje, mientras Alex North iba realizando la banda sonora con intención de ensamblarla al final. North entregó el trabajo a su debido tiempo y debemos suponer que recibió sus honorarios correctamente, aunque el día del estreno mundial en Nueva York fue el último en enterarse de que ni un solo instante de su partitura se había usado en el filme. Kubrick terminó por utilizar las piezas clásicas que en principio no eran sino un "borrador" de lo que se suponía debía haber sido. North admitió sentirse destrozado.

La noche del estreno.

Pasaron los años, y aquella partitura de la que Alex North estuvo tan orgulloso en su día iba a terminar por ver la luz. Es una lástima que el músico falleciera en 1991, impidiéndole asistir a la edición discográfica de su música. El afamado compositor cinematográfico Jerry Goldsmith (ganador de un Oscar por La profecía) fue quien se encargó de realizar la primera grabación completa de la banda sonora original de 2001, en 1993, junto a la británica National Philharmonic Orchestra, una formación especializada en grabaciones de estudio. Solamente entonces se pudo conocer lo que Alex North había creado para la mítica película de Stanley Kubrick, una de las más importantes e influyentes obras fílmicas de la Historia. Así habría sonado:



Hay parecidos evidentes entre varios de los temas de North y las piezas clásicas utilizadas en 2001, como el que hay entre la fanfarria Main Title y el Zaratustra, o entre Space Station Docking y El Danubio azul, seguramente porque Kubrick y North acordaron qué clase de tono querían para ambas escenas: la conjunción espectacular del Sol, la Tierra y la Luna, en el caso del primer tema, con el que se abre el filme; y la llegada del transporte espacial a la estación orbital, en el caso del segundo, que debía ser por fuerza un vals. La Wikipedia, casi siempre sabia, apunta que Alex North recicló el Main Theme para la película Las sandalias del pescador.

El resto de los temas es muy distinto, con un tono más bien oscuro y muy percusivo (marca de la casa North, por lo que conozco de él), acentuando la rudeza de las primeras secuencias de 2001 que se conocen como El amanecer del hombre ("The dawn of man", en la película), con primates que adquieren súbitamente la inteligencia al entrar en contacto con el famoso monolito. Es curioso que Alex North divida su partitura en dos mitades de una duración similar, la primera correspondiente a estas escenas prehistóricas, y la segunda, al futuro. En la película, tal y como la conocemos al menos, el tramo de los primates viene a durar una cuarta o quinta parte del metraje total de 2001, y por eso choca bastante el que Alex North compusiera tanta música para esta parte en concreto como para el resto del filme. Me da en la nariz que Kubrick contrató a North en un punto en que el guión estaba a medio escribir, haciendo pensar al músico que con su partitura habría suficiente para toda la cinta. O eso, o Kubrick le dijo que iba a combinar su música con otras piezas de distinta procedencia, cosa que al final no sucedió.

Stanley Kubrick y Athur C. Clarke (de Moonwatcher's Memoir, de Dan Richter).

Además de los dos temas que he mencionado, Main Titles y Space Station Docking, la verdad es que el resto de cortes incluye sobre todo música incidental no especialmente fácil de describir. Alex North es un compositor de los grandes, colorista y capaz de realzar el dramatismo de cada punto de la película con sus piezas, pero desde luego no se asemeja en nada a las sonoridades cósmicas vanguardistas de las piezas de Gyorgy Ligeti seleccionadas por Kubrick. Pienso que el director neoyorkino tomó la decisión correcta al hacer que su película diese un salto inmenso hacia el futuro también con su música, convirtiendo lo que podría haber sido -de cualquier modo- una impresionante película de ciencia-ficción digna del mejor Hollywood dorado, en una obra artística sin precedentes, una amalgama hipnótica absolutamente perfecta de imágenes y sonido que la convierten en una de las pocas películas verdaderamente "únicas" que se han rodado jamás. Pero una cosa está clara: un músico de la talla de Alex North no merecía el batacazo de enterarse a última hora, ya metido en el cine y con la pajarita puesta, de que habían pasado de él. Literalmente. Olímpicamente. Y tengo también muy claro que su partitura no fue nada desdeñable, y que algunos de sus cortes podrían perfectamente haber sido utilizados en un punto u otro de la película, con resultados inmejorables.

Portada de la edición de 2007, con la grabación original del propio Alex North.

Alex North llegó a grabar la banda sonora original de la película en su día. Vio la luz en 2007, gracias a un acuerdo entre las familias de Alex North y Stanley Kubrick, y con el beneplácito de la poseedora de los derechos de la película, Turner Entertainment. Gracias a eso pudo incluirse en su portada el título completo, 2001: A Space Odyssey, a diferencia de lo sucedido en el '93 con la grabación de Jerry Goldsmith, cuyo título y portada intentaban a propósito no levantar polvaredas con los derechos. La versión de 2007 (repito, la original), contiene en esencia los mismos temas que la de 1993, aunque con variaciones en el orden de los mismos y en su duración. Ambas son interesantísimas, oro puro para los cinéfilos y los melómanos.