jueves, 26 de noviembre de 2009

Navidad... ¿new age?

Pues sí, ya está al caer la Navidad, bonita época del año que al final se acaba decantando -tristemente- hacia el consumismo. Tampoco digo yo que deba todo el mundo celebrarla según cánones religiosos, pero por lo menos sí que deberían imperar los buenos deseos y los sentimientos familiares ante otras tantas cosas que se envuelven el papel de color. Desde que tengo memoria, siempre ha sido precisamente en estas fechas cuando se han concentrado muchos de los lanzamientos de los géneros new age y similares, y a eso es a lo que quería referirme aquí.

No pasa un solo año en que no nos encontremos con un par de obras new age con una buena campaña de promoción detrás, de cara a las fiestas. Este año, sin ir más lejos, Enya lanza su tercer (creo) recopilatorio, The Very Best of Enya, que, precisamente por ser un recopilatorio y venir embutido en un bonito estuche de lujo con vídeos en DVD y todo eso, no deja de ser un regalo bastante goloso. Y no pretendo disuadir a nadie de hacerse con estas cosas tan chulas, pero me interesa reflexionar sobre el porqué. ¿Por qué salen en Navidad los discos de new age más importantes del año? ¿Es que la Navidad sabe a new age? Yo puedo entender que la susodicha irlandesa siempre haya tenido sabor invernal, pero no entiendo qué sentido tiene lanzar, como en otras ocasiones, discos de Enigma, Mike Oldfield o Adiemus para venderlos en Navidad, cuando la temática de los mismos estaba claramente alejada de la tramoya cascabelera.

Lo estoy criticando para mal, y eso que seguramente me lo compraré...

Y los que atacan con más fuerza suelen ser recopilatorios, o sea, esos discos tan bonitos que no terminan de seducir a los verdaderos aficionados que lo tienen todo, pero que éstos regalan bienintencionadamente a sus seres queridos. Pienso que, al final, estas músicas teóricamente tan marginales se han acabado convirtiendo en productos muy vendibles y, no pareciéndome ello una cosa mala, sucede que se termina por poner las oportunas etiquetas (como ocurre absolutamente a todo ítem cultural en nuestros tiempos), y acabamos por identificar ciertos sonidos instrumentales o sinfónicos con ámbitos tan reducidos como los que caracterizan determinadas fechas, con lo que la estrechez de miras del consumidor se va acentuando. Esperemos que no llegue el día en que los artistas más populares de la new age -que no es sino una de las varias corrientes de las llamadas nuevas músicas- acaben como la pescadilla que se muerde la cola, dando a toda su creación un cierto sabor a turrón. Enya, cuidadín.

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