Ya habrá tiempo de hablar largo y tendido sobre el omnipresente Tubular Bells (1973) y todo lo que acarreó al jovencísimo y timidísimo Mike Oldfield, entonces un muchacho de a penas 20 años, abrumado por una popularidad que no esperaba lograr en tales dosis, y menos con su álbum de debut. Ahora toca Hergest Ridge (1974). El disco en cuestión es fruto del gusto de Mike por la vida campestre y sus ritmos, así como de su necesidad de escapar y refugiarse donde nadie le apuntara con un micrófono a la cara. El lugar elegido para el descanso del guerrero, tras mil y una tentativas de la prensa para entrevistarle, fue una casa rural de Herefordshire conocida como The Beacon. Un viejo sendero, la ruta Offa's Dyke, enlaza varios enclaves naturales de la zona limítrofe entre Inglaterra y Gales. La colina Hergest Ridge, situada precisamente frente a The Beacon y con unas vistas fabulosas, era un lugar donde el músico solía acudir a pasear con su perro -que protagoniza portada y contraportada- y a practicar aeromodelismo. Estuvo allí una temporada junto a su novia de entonces, y varias veces ha admitido el músico que, aunque pretendía desde un principio componer un nuevo álbum, estaba sin ideas. Hergest Ridge es, por lo menos según recuerdo, el único disco del que Mike Oldfield ha renegado en alguna ocasión. Afirma que le salió con mucha dificultad, contando con poca inspiración y menos ganas. Yo no sé qué habría salido si Mike se hubiese encontrado en plena forma, pero desde luego este disco que sigue sin convencerle artísticamente es una de sus mayores obras maestras, le guste o no.
A diferencia del inmediatamente anterior Tubular Bells, Hergest Ridge fluye de una forma más natural, menos picassiana. La primera mitad del disco, la titulada Part One, comienza con la que es probablemente la melodía más épica en la larga discografía de Oldfield, un hermoso adagio que desemboca en una serie de piezas con sabor campechano que, a su vez, concluyen la cara A con un tema que sabe a invierno, a Navidad tal vez. Hergest Ridge Part Two, como suele ocurrir en estos primeros discos del artista, es más experimental: en este caso, una sencilla melodía vocal a cargo de Sally Oldfield se desenvuelve hasta apagarse en un estado de calma aparente, tras la cual siguen unos 8 o 9 minutos de "tormenta eléctrica", tal como se la calificó en su momento, en la que Mike superpone el sonido de una cantidad enorme de guitarras, diluyendo el sonido hasta convertirlo en algo atronador. Termina esta cara del vinilo con un reprise de la melodía de Sally que sabe a gloria.
Contraportada original, con créditos de la reedición de 2010.
Existen, por cierto, dos versiones del álbum. La primera, de la que Oldfield ha renegado varias veces y que se escucha en los enlaces de arriba, fue retocada para la edición del estuche Boxed en 1976, resultando que desde entonces solamente se puede adquirir en tiendas la remezcla, que se sigue vendiendo como la original. La versión lanzada en un principio tiene puntos a favor, como su sonido bastante más nítido y algunos instrumentos que son eliminados en la revisión posterior, si bien debo admitir que Mike supo elegir bastante bien con qué quedarse y con qué no en el remix, logrando un disco que, si bien no es exactamente como fue grabado inicialmente, incide precisamente en los puntos que lo hacen inigualable: su carácter sutil, campechano y tranquilo.
Hergest Ridge, como su nombre y su hermosa portada indican, se recrea en las sensaciones placenteras de una soledad buscada a propósito, de las nubes que pasan rápidas sobre nuestras cabezas, de un paisaje lejano y solemne, de la sencillez de la vida rural. Hay que escucharlo sí o si, aun a riesgo de sufrir el síndrome de Stendhal.
Este es un disco que ha sido considerado como una obra menor dentro de la discografía del británico. No tenía conocimiento de que fuera una obra denostada por él mismo, pero a mí, sinceramente, me parece que es un trabajo soberbio. Quizá su menor impacto en el mercado se debiese a lo áspero de pronunciar su título?... es broma, por supuesto.
ResponderEliminarEs otra obra maestra, que junto a Ommadawn, Incantations y claro está, Tubular Bells, forma parte de la historia temprana del lo que se llamó rock sinfónico y que marcó un antes y un después para lo que habría de llegar. Son para mi los álbumes esencia. Algo nuevo que marcó camino y pautas para los demás. Mike es un genio, lo era ya en esa época, lo siguió siendo después y lo es ahora. Para mí su música es una forma de vida. Gracias.
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