2. Can You Hear the Music (1:50)
Una banda sonora que tiene grandes probabilidades de llevarse el Oscar de 2024 en su categoría es la de Oppenheimer (2023), obra del sueco Ludwig Göransson. La película está muy en la línea de lo que viene haciendo desde hace tiempo el director Christopher Nolan, una producción magnífica que -para algunos- se ve lastrada por una sensación de urgencia, de tensión visual y sonora constantes, que en este caso quizá resulten excesivos al tratarse de una biografía bastante al uso y no de una película de acción tipo Tenet (2020).
Algunos críticos han querido señalar a Göransson como responsable de que esta película, muy buena pese a ser un poco "duermeculos" con sus 3 horas de metraje, se haga además un poco indigesta por ese bombardeo musical al que nos somete incluso en escenas que bien podrían haberse montado sin música de ningún tipo. Personalmente, creo que este es el estilo de Nolan y que el músico solo está a su servicio. Nos toca analizar la música, que incluso en su escucha independiente constituye un trabajo más que interesante.
Lo cierto es que Ludwig Göransson, que había ganado el Oscar por la no especialmente recordada partitura de Black Panther (2018) entró en los sets de Nolan al salir de allí su -hasta entonces- alter ego musical Hans Zimmer para volcarse en la primera parte de Dune. Como algún comentarista ya me ha puesto la etiqueta de "hater" de Zimmer, no abundaré en ello, pero creo que Göransson ha entrado con frescura en el terreno de su predecesor. La premisa creativa de la que parte uno respecto al otro es más o menos la misma, música muy sencilla sobre el papel y muy épica en su ejecución, pero la paleta sonora de Göransson es especialmente rica. No es fácil componer una pieza tan potente como Can You Hear the Music sin recurrir a tópicos, y el tema estrella, aunque muy breve, brilla por su osado planteamiento y su espectacularidad. Hasta que se logró grabarlo de un tirón, tras múltiples intentos, Göransson llegó a creer que Can You Hear the Music era imposible de interpretar.
Un poco entre el propio Zimmer (escúchese el tema Manhattan Project, puro Batman Begins) y el sonido de gente muy en boga como Hildur Guðnadottir, pero sin que parezca que copia a ninguno, la BSO de Oppenheimer es un despliegue de minimalismo desatado, aposentado casi siempre en unas cuerdas tensionadas, cortantes, dificilísimas de interpretar, y con esos altos vuelos de sintetizador casi en la línea más grandiosa del añorado Vangelis en el tema inicial de Blade Runner. En realidad, la propia temática de la película hace apropiado este planteamiento musical del hombre en contraposición con la tecnología, lo orgánico contra la máquina, a menudo desarrollando toda una danza (escúchese Quantum Mechanics) entre unas notas que evocan mecanismos en funcionamiento, cuentas regresivas, procesos irreversibles, partículas moviéndose armoniosas en el mundo atómico... mientras otras notas musicales parecen centrarse en la parte humana, la de los sentimientos y las relaciones entre las personas. A veces intercambiando sus roles sobre la marcha. Es una música que por muchos motivos podría haberse teñido completamente de gris, pero que con frecuencia arranca destellos de colorido deslumbrante de un paisaje sonoro frío como un témpano.
El encargo de Nolan para Göransson fue que toda la banda sonora reflejase el punto de vista del protagonista, J. Robert Oppenheimer, y esto explica el diálogo continuo del violín (personificación del científico) con los demás instrumentos, unas veces sonando armónico y otras enloquecido, según reacciona a los acontecimientos a los que se va enfrentando, especialmente en momentos de tensión como el juicio al que se somete al protagonista durante la segunda mitad de la película. Göransson preparó los fragmentos de violín junto a su esposa Serena McKinney, que resulta que es violinista. Apunta la Wikipedia que el compositor y el director de la película asistieron juntos a una interpretación de La consagración de la primavera de Igor Stravinsky a cargo de la Filarmónica de Los Ángeles, como inspiración para el enfoque musical de la película. La orquesta con la que se grabó finalmente Oppenheimer fue la Hollywood Studio Orchestra, en los estudios de Warner Bros.
En fin, esta idea -repetimos, más del director que del compositor- de la música (en tres "movimientos" correspondientes a los tres actos de la película: período de formación del científico, Proyecto Manhattan y juicios posteriores) como combustible para la locomotora que es Oppenheimer, curiosamente logra su efecto más impresionante cuando cesa. El desenfreno de violines en el tema Trinity llega a un final abrupto cuando explota la primera bomba atómica en Los Alamos, y aunque hay pocos momentos libres de música en lo que resta de película, que es mucho, es en ese momento cuando damos significado al crescendo que ha supuesto todo lo construido hasta entonces. La música se define en buena medida gracias a los pocos momentos en los que se opta por eliminarla. Me pregunto cómo habría quedado la película si no se hubiese escuchado una sola nota musical después de la explosión en el desierto, aunque esto es mucho pedir incluso para un director con tanto margen de decisión como Nolan.
Con todo, y aunque parezca contradictorio, la música de Oppenheimer está utilizada de manera más efectiva que en otras películas de Nolan, precisamente porque la urdimbre entre el sonido y las imágenes está tan calculada que, salvo que uno sea un melómano empedernido, al final esta BSO se percibe como un inteligente y efectivo efecto sonoro. Parte de un todo homogéneo e impactante.