1. Pigs on the Wing (Part One) (1:24)
2. Dogs (17:04)
3. Pigs (Three Different Ones) (11:28)
4. Sheep (10:20)
5. Pigs of the Wing (Part Two) (1:24)
Siempre que comento un álbum de Pink Floyd pienso que puedo aportar poco a estas alturas sobre uno de los grupos más importantes y admirados (incluso en la actualidad) de la historia de la música popular. No sé hasta que punto interesan a alguien mis opiniones sobre obras musicales que la gente lleva escuchando asiduamente desde hace más de 50 años. Pensaba empezar este análisis de Animals (1977) señalándolo como un álbum maldito, el trabajo de la banda que menos aura de excelencia tiene dentro de la que sería su edad de máximo esplendor, la que va desde The Dark Side of the Moon (1973) hasta The Wall (1979). Aunque Animals sea un álbum menos accesible, menos apoteósico que los anteriores y que el también indiscutido Wish You Were Here (1975), no se puede menospreciar un disco que es, bajo cualquier óptica, un icono del rock.
De izquiera a derecha: David Gilmour, Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright.
Hace unos años pasé mi primera semana de turismo en Londres, en una zona llamada Lansdowne Green, en el suroeste del centro urbano. Deshechas las maletas, salí a la calle emocionado para ver si me situaba. Siguiendo una extraña intuición, caminé unos pasos hacia atrás para ver si lograba identificar algún edificio o monumento emblemático que sobresaliese sobre las azoteas de las viviendas. No había consultado ninguna guía, pero algo me decía que tenía que haber algo interesante muy cerca. Entonces emergió una enorme, gigantesca chimenea blanca, luego dos. El apartamento alquilado estaba a poco más de un tiro de piedra de la vieja central eléctrica Battersea. A la mañana siguiente, desde el autobús de cercanías, comprobé con desilusión que no había un cerdo hinchable atado allí a perpetuidad, pero esa misma tarde escuché todo Animals al completo. Un melómano no olvida una experiencia así, a pesar de que Animals no era un disco que me alucinase.
La imagen completa de la portada, que se extendía a la contraportada, obra de Storm Thorgerson.
No es un álbum especialmente accesible, más que nada porque -quitando la breve intro y el epílogo- consiste en tres temas largos tirando a estáticos dentro de lo que se puede esperar en un trabajo de un grupo de rock progresivo. En una escucha superficial no hay momentos de efectismo muy llamativos en Dogs ("Perros") ni en Pigs ("Cerdos"), que parecen más bien lineales, incluso un poco largos de más; y en Sheep ("Ovejas") tenemos en todo caso unos efectos sonoros espectaculares y un fragmento final de guitarra eléctrica que se salen de un esquema, por otra parte, no mucho más variado que lo anterior. No hay fragmentos de música cósmica tan potentes como los instrumentales de The Dark Side of the Moon o el inicio de Shine On You Crazy Diamond, sino que más bien se propicia un reencuentro con sus raíces rockeras más descarnadas. Nick Mason ha dicho alguna vez que Animals fue la respuesta de Pink Floyd al fenómeno punk, que él mismo apoyó en cierta medida. Buscaban un tono más de garaje, de rock sin más, como regresando a sus orígenes.
La imagen completa del remix de 2018.
Necesitamos un par de escuchas más para iniciar nuestro sereno romance con Animals, fijándonos en lo excelente de las interpretaciones, en lo trabajadas que están las letras, en lo hipnótico de esos mismos temas que antes se nos han hecho pesados, en esas pequeñas cosas que ocurren constantemente en un segundo plano, en el ambiente un poco sucio, un poco con olor a humo, metales y asfalto (véanse la portada original y la de la remezcla) que se desprende de su sonido, por mucho que la novela que lo inspira tenga un contexto rural. La reciente publicación de la remezcla realizada en 2018 por James Guthrie sirve, por lo menos, para apreciar mejor muchos de sus numerosos detalles.
Dogs
Como decíamos, Animals está libremente inspirado en la novela Rebelión en la granja (Animal Farm, 1945), de George Orwell, que es una fábula satírica sobre los totalitarismos en general y sobre la URSS bajo el poder de Stalin en particular. Más que una adaptación al estilo de las que se hicieron de los cuentos de Poe (The Alan Parsons Project) o La guerra de los mundos (Jeff Wayne), aquí se utilizan elementos simbólicos de la novela de Orwell para construir su urdimbre temática, dando pie a que Roger Waters desate a sus fobias políticas contra la sociedad de la época. Todo un personaje, Roger Waters, que en este Animals, más que nunca antes, se afianza como motor creativo de Pink Floyd. Ya llevaba tiempo demostrando su buen hacer como letrista principal, por no decir el único letrista, pero aquí también se hace cargo de cantarlo prácticamente todo.
Sheep (subtitulada)
Sin ser Waters un personaje 100% del gusto de todos los seguidores de PF (su expulsión de Rick Wright tras el lanzamiento de The Wall fue imperdonable y sus consecuencias irreparables), debe puntualizarse que los demás miembros de la banda estaban entonces con la atención puesta en otras cosas -David Gilmour, por ejemplo, acababa de ser padre- y seguramente era Roger Waters el único de verdad volcado totalmente en lo artístico. Aun así, el trabajo de todos los demás miembros también es magnífico, desde la potente batería a la guitarra principal o los fondos de órgano y sintetizadores. El disco tuvo críticas mixtas, pero tras años de recordarse en la cultura popular casi exclusivamente por el famoso cerdo-globo, el tiempo todo lo cura y Waters lo ha interpretado casi en su totalidad durante los conciertos de su gira de 2017-18, recogida en la película Us+Them. Supongo que en la actual gira This Is not a Drill también tiene presencia.
Pigs en vivo, por Roger Waters en solitario (con mensajitos para Donald Trump).
El álbum se grabó en el flamante nuevo estudio Britannia Row construido
por la banda tras comprar un conjunto de salones parroquiales en un
mismo edificio, en la zona londinense de Islington. Según explica Mason en su divertida autobiografía Inside Out/Dentro de Pink Floyd, estaban encantados con el proyecto de crear su propio estudio, pero terminaron tomándole manía por resultar ser demasiado grande, frío, poco acogedor. Aquí grabaron este Animals y solo una parte del siguiente álbum, The Wall (incluido el coro de niños), y después de que el propio Nick Mason se quedase con él en propiedad, terminó vendiéndolo. Hoy en día está dividido en pisitos unifamiliares. Me lo apunto para ver si lo localizo en futuras visitas a Londres.