miércoles, 27 de enero de 2016

Mike Oldfield - DISCOVERY


1. To France (4:37)
2. Poison Arrows (3:57)
3. Crystal Gazing (3:02)
4. Tricks of the Light (3:52)
5. Discovery (4:35)
6. Talk About Your Life (4:24)
7. Saved by a Bell (4:39)
8. The Lake (12:10)

El proximo viernes se publica la reedición en formato "deluxe" del famoso álbum de Mike Oldfield de 1984, Discovery. Siendo el músico uno de los predilectos del blog, he decidido dedicarle un comentario al trabajo, pese a que no lo incluí en el pequeño widget de la derecha que informa sobre próximas entradas. Mucho se ha quejado el multiinstrumentista de cómo la compañía Virgin Records le presionaba para componer temas cantados radiables, pero, tal como intenté argumentar en una entrada hace tiempo, dudo mucho que crear obras tan hermosas como ésta supusiese un sufrimiento. No voy a dejar a Oldfield por mentiroso, pero sí que es evidente en él una enorme inestabilidad emocional que le ha conducido a distintos ejercicios de revisionismo sobre su propia vida y obra, calificando cualquier cosa de basura y luego de obra maestra, o al revés, según tenga el día. De Discovery llegó a decir que era su mejor disco, y aunque está claro que exageraba por razones promocionales, hay mucho amor y dedicación puestos en él.

Imágenes del interior del libreto del CD.

Estamos a mediados de los ochenta, y Oldfield, que va dejando atrás su época de mayor originalidad (los años setenta), se adapta a los tiempos con nuevos trabajos que, si bien mantienen su popularidad y sus ventas muy altas, dejan a los fans un poco pendientes de qué pasará, hibernando a la espera de nuevos instrumentales épicos. La irrupción de nuevas vertientes en el pop mundial debieron impulsar al músico a tontear con canciones propiamente dichas, tímidamente con aquel I Got Rhythm de Platinum (1979), y con mucho más calado en el álbum Five Miles Out (1982), con Family Man. La explosión pop de Oldfield llega con el álbum Crises (1983), cuya segunda mitad, salvo por una pequeña miniatura aflamencada, es una pequeña colección de canciones muy variadas y llamativas. Destaca entre todas la sempiterna Moonlight Shadow, que sigue siendo el tema más popular del británico junto a Tubular Bells, pese a que alguien poco informado jamás supondría que son obra del mismo autor.

Contraportada del vinilo.

Pues bien, el álbum Discovery está planteado como una potente secuela de la vocación pop de Crises, ambiciosa por dejar el instrumental -mucho más breve- al final, y llenar cara y media del LP con canciones vocales. El sonido de éstas es muy depurado, meritorio a más no poder si valoramos la faceta de Oldfield como ratón de laboratorio musical (le ayudó en la producción Simon Phillips, también batería), aunque está claro que, escuchadas hoy en día, algunas de las canciones suenan muy de su momento. La cantante Maggie Reilly se consagra aquí como una de las voces femeninas más características del pop ochentero, revalidando el éxito de Moonlight Shadow con la excelente To France, que abre el disco. Fue un pepinazo en la radio y sigue sonando con frecuencia en la actualidad.

El vídeo "oficioso" de To France
El original, con la banda tocando en un tejado en llamas durante una inundación (?) es cada vez más difícil de encontrar.

Se alterna o complementa Reilly con la voz masculina de Barry Palmer en una serie de temas que se enlazan muy elegantemente, con unos arreglos cada vez más elaborados y una atmósfera medio cósmica (se utilizó abundantemente un sintetizador Fairlight en la composición), medio folk-rock. No soy muy admirador de la ingenua Tricks of the Light ni de la para mí un pelín seca Discovery, pero sólo puedo caer rendido ante la belleza de Poison Arrows, Crystal Gazing y, sobre todo, Talk About Your Life, que reinventa inteligentemente la dulce melodía de To France. Hay quien se queja de que Saved by a Bell es ñoña, y de que a Barry Palmer le falta fuelle en algún punto de la melodía, pero me gusta su toque soñador.

Poison Arrows

Hacia The Lake, y a sabiendas de que es uno de los cortes instrumentales más admirados por los seguidores de Oldfield en su etapa ochentera, tengo sentimientos encontrados. La pieza está inspirada por el lago Lemán, o Ginebra, en Suiza, cerca del cual se grabó Discovery. Como dice una frase impresa en la contraportada del disco, todo él fue "grabado en los Alpes suizos, a 2000 metros de altitud, con vistas al lago Ginebra en días soleados". Es un tema bonito, digno del mejor Mike Oldfield (recuerda por momentos al tema Taurus II de Five Miles Out, más que al precedente inmediato Crises), pero hay tramos que me dejan un poco frío pese a ser en general una composición briosa e imaginativa (suena incluso la sintonía de la 20th Century Fox y -creo- el rugido del león de la Metro) y, como el conjunto del álbum, exquisitamente bien producida. Algunos fragmentos se me hacen un poco simples, aunque es cierto que otros son muy profundos y expresivos. Hay grandísmos fragmentos de guitarra.

The Lake, en vivo en San Sebastián.

Creo que mi problema es que suelo escuchar los álbumes de Oldfield de principio a fin, y para cuando llego a The Lake ya tengo la sensación de haber disfrutado de una experiencia completa con las canciones anteriores (recordemos que la penúltima recupera melodías de la primera, cerrando una especie de círculo conceptual), con lo que estoy... digamos que saciado. El postre, por muy bueno que sea, se me hace largo. Tal vez la cuestión esté en que el mismo Mike considera, de algún modo, que el instrumental es una obra separada, independiente de lo que segundos antes ha sido el álbum Discovery, y de ahí el título secundario del LP, Discovery and The Lake.

No sobra mencionar que los singles de Discovery incluyeron algunos temas reseñables que después han aparecido en recopilatorios, y que están en la novísima reedición del álbum. Hablamos de Afghan, In the Pool y Bones, las dos primeras muy bonitas, la tercera un interesante experimento. Por cierto, Afghan ha sido reelaborada y ampliada bajo el título The Royal Mile para la "deluxe".

 Los singles de Discovery.

Discovery dio origen a una gira europea de presentación, muy arquetípica del sonido en directo de Mike y lo que era su banda más o menos estable de los ochenta. La nueva edición no contiene el clásico concierto de la gira en el segundo CD, sino la extraña Suite 1984 que pretende hermanar musicalmente el álbum que nos ocupa con la banda sonora de Los gritos del silencio (The Killing Fields), creada poco más o menos en paralelo y que, más allá de la proximidad de las fechas, no tiene nada que ver ni con Discovery ni con The Lake. Otra vez Mike Oldfield, el revisionista de sí mismo, haciendo de las suyas.

viernes, 22 de enero de 2016

David Bowie - LOW


1. Speed of Life (2:46)
2. Breaking Glass (1:52)
3. What in the World (2:23)
4. Sound and Vision (3:05)
5. Always Crashing in the Same Car (3:33)
6. Be my Wife (2:58)
7. A New Career in a New Town (2:53)
8. Warszawa (6:23)
9. Art Decade (3:46)
10. Weeping Wall (3:28)
11. Subterraneans (5:39)

De entre los varios álbumes de David Bowie que entran en la categoría de clásicos (y son unos cuantos), Low es, además, uno de los más firmes candidatos a obra maestra del músico británico. Publicado en 1977, Low es el primer disco de la etapa que conocemos como "trilogía de Berlín", y que en su momento comentamos conjuntamente con sus dos continuaciones, "Heroes" (1977) y Lodger (1979). Es cierto que "Heroes", gracias sobre todo a su maravilloso tema homónimo, suele ser un disco de referencia en la carrera de Bowie, aunque Low retiene una pátina especial de trabajo de culto que lo hace muy especial. Por su parte, Lodger es un trabajo más convencional en lo que a estructura se refiere, y que en su momento pasó relativamente más desapercibido.

Contraportada de una edición en CD.

En efecto, lo que hace de Low una obra tan interesante es no ser en absoluto un disco convencional. Si bien es verdad que el Duque blanco nunca se caracterizó por atenerse a los tópicos de la música popular del momento, no deja de ser sorprendente que un artista al que podemos considerar como vocalista publique un álbum poco menos que instrumental. A ver, la segunda mitad del LP es un experimento cercano al ambient, mientras que la primera consiste en una pequeña colección de piezas cantadas en la órbita pop de la época... pero incluso en éstas últimas vemos que Bowie está mucho más volcado en cuidar la instrumentación y las atmósferas que en lucir su personal estilo vocal.

Contraportada de otra edición, esta vez con temas extras.

En la época en que se grabó Low, Bowie estaba luchando por salir del mundo de las drogas y encaraba cambios importantes en su vida personal y artística, lo que, suponemos, le animaba a experimentar un poco en varios campos. Por ejemplo, el año anterior protagonizó por primera vez una película, El hombre que vino de las estrellas (The Man Who Fell to Earth, Nicolas Roeg, 1976), que se aprovechaba una vez más de su imagen extravagante y "marciana". Para aquella película se le propuso componer una serie de temas musicales a modo de banda sonora, que finalmente no fueron utilizados. Se supone que Low nace como mezcla de las ideas musicales heredadas del anterior álbum Station to Station (1976) y los experimentos para la película.

Decisiva en el sonido de Low fue la inteligente producción de Tony Visconti, que sabe jugar con el sonido general y el equilibrio entre instrumentos para transformar una simple melodía en algo mucho más interesante (gran trabajo el realizado con el sonido de las percusiones, por ejemplo), y para hacer que las canciones tengan un carácter áspero, sin limar, muy vanguardista y más urbano que lo que venía siendo buena parte del art-rock de entonces. Low contiene joyas como Speed of Life, Sound and Vision o Be my Wife, sin que ninguna de las otras canciones merezcan menor atención.

Sound and Vision

Pero la palma se la lleva Brian Eno, que en la segunda cara del vinilo es poco menos que coautor fifty-fifty, desarrollando las composiciones de Bowie con su habilidad para la innovación electrónica hasta lograr resultados impresionantes en temas como -por citar el más conocido- el instrumental Warszawa. Aunque el disco se grabó en Francia, la influencia berlinesa en la música queda clara si pensamos en los parecidos que hay entre los temas casi del todo instrumentales de Low y lo que en los años setenta hacían los grupos punteros del krautrock, desde Neu! a Kraftwerk. Las texturas sobre por encima de las melodías, lo cósmico por encima de lo terreno. Puede permitirse Bowie intervenir en toda una segunda cara como un elemento más de la amalgama, añadiendo algunas voces sueltas, más cánticos sueltos que verdaderas canciones. En cualquier caso, y aun siendo Eno quien marca la diferencia, los instrumentales de Low se mantienen en la atmósfera agradable del ambient de su coautor, sin llegar al grado de frialdad electrónica del krautrock.

Warszawa en directo, en 1978.

Con estos trabajos de David Bowie, al igual que con muchos de los grandes títulos del rock de los setenta, uno no puede dejar de sorprenderse al ver cómo la música popular alcanzó sus más altas cimas en lo que a libertad creativa se refiere. La industria lo fomentaba y el público lo bendecía de buena gana, tal vez porque los medios de entonces eran menos dados a crear sus propios ídolos prefabricados y solían apoyar a los de verdad, a los que se hacían a sí mismos. La relación entre las compañías discográficas, los medios de comunicación y el público ha cambiado muchísimo desde aquella década del siglo pasado, y en muchos casos sólo los supervivientes de entonces han podido mantener su independencia artística. La evolución artística de Bowie solo se ha detenido cuando le ha fallado el cuerpo, cuando una maldita enfermedad le ha impedido seguir haciendo lo que le daba la gana. A falta de que se publiquen todos los recopilatorios que son de esperar en estos casos, nos sigue quedando una larga discografía a la que poder acudir de vez en cuando, con la suerte de que no contiene música de usar y tirar. Sirva esta reseña como homenaje a su indiscutible talento y su influencia irrepetible sobre quienes no nos conformamos con medianías.

sábado, 16 de enero de 2016

Morricone, el eterno candidato.

Quentin Tarantino siempre ha sido un gran admitador de los westerns crepusculares que dirigía el italiano Sergio Leone con Clint Eastwood como protagonista, y con Ennio Morricone a la batuta. Y no es que los dos últimos filmes del autor de Pulp Fiction vayan en la misma línea estética o argumental que aquella "Trilogía del dólar" o "del Hombre Sin Nombre", pero tanto Django desencadenado (2012) como la recién estrenada Los odiosos ocho (2015) son westerns carismáticos y sangrientos que demuestran el gusto de Tarantino por los espaguetis bien cargados de tomate. 

La novísima banda sonora de Ennio Morricone.

A punto estuvo Morricone de componer la partitura de Malditos bastardos (2009), aunque los ritmos del cine comercial actual entraron en conflicto con el estilo musical del italiano, y el pobre Quentin tuvo que admitir la incompatibilidad de caracteres y conformarse con material reciclado de otros filmes. No en vano, ya desde los tiempos del díptico Kill Bill (2003, 2004) encontramos a Morricone entre los variopintos músicos escogidos para las carismáticas bandas sonoras tarantinianas. 

Escena de Kill Bill Volumen 2.

Una pieza musical de Morricone en Death Proof.

Otra de Malditos Bastardos.

Y otra más, de Django desencadenado.

Volvimos a escuchar a Morricone, discretamente en la inclasificable Death Proof (2007) y a saco en las geniales Malditos Bastardos y Django Desencadenado, en esta última nada menos que con el tema original Ancora Qui, con lo que las incursiones de Tarantino en el western pedían a gritos una colaboración con todas las de la ley que finalmente ha sido posible en Los odiosos ocho (The Hateful Eight) tras muchas conversaciones y peregrinaciones de Quentin a Italia. 


Casi se diría que el director ha rodado la película a conciencia para dar cabida en ella al estilo de su músico soñado, con un ritmo más pausado y, en general, un planteamiento estético más atmosférico que la anterior Django. En realidad, Los odiosos ocho viene a ser esencialmente una única y muy intensa "set piece".

Lo bueno y lo malo de la música original de The Hateful Eight es que Morricone no se ha repetido a sí mismo. No encontraremos en sus 50 minutos de banda sonora ningún tema que recuerde a aquellos épicos himnos con silbidos de Curro Savoy, o al lirismo arrebatador de Once Upon a Time in the West, sino piezas no demasiado melódicas que se definen por la tensión desquiciante de la trama del filme, no necesariamente propias de un western. La música del italiano crece y crece, se retuerce, suda junto a los pistoleros refugiados en la posada de montaña en la que transcurre la rocambolesca historia. Indagando en sus evidentes matices terroríficos, he podido averiguar que Tarantino utiliza también en la película alguna pieza de Morricone para el clásico de John Carpenter La cosa (1982), que no está recogida en el álbum oficial de esta nueva película. ¿Tendrá algo que ver la presencia de Kurt Russell en un paisaje nevado?

Un "cómo se hizo" en inglés, con escenas de la grabación junto a la Orquesta Sinfónica Nacional Checa.

Ni por asomo diría yo que se trate de una de las mejores partituras de Morricone, aunque desde luego es más que digna del talento de su autor. En fin, lo importante es que en la película funciona a las mil maravillas, si bien como música para escuchar de manera independiente no da tanto de sí.

El caso es que Ennio Morricone ha sido galardonado recientemente con el Globo de Oro en su categoría, y tan pronto como se han anunciado las candidaturas a los Oscars se le ha puesto como ganador seguro en casi todas las quinielas. Compite con El puente de los espías de Thomas Newman, Carol de Carter Burwell, Sicario de Jóhann JóhannssonStar Wars: el despertar de la Fuerza de John Williams. Solo conozco la primera y la última de las mencionadas, amén de la que nos ocupa, y aunque opino que el brontosaurio Williams ha superado al diplodocus Morricone, no creo que haya objeciones a la victoria del segundo. Por cierto, se ha quedado fuera de las candidaturas la potente banda sonora de Ryuichi Sakamoto para El renacido.


Las rivales de The Hateful Eight.

Recordaremos que Morricone ha estado nominado en cinco ocasiones antes de que se le concediese el Oscar honorífico en 2007 (un solo músico, Alex North, lo había recibido antes), y la derrota de maravillas como La misión ante obras musicales que ya nadie recuerda ha alimentado un comprensible sentimiento de injusticia hacia su persona. No olvidemos que este señor es, con todo mérito, uno de los músicos más originales y reconocibles de la historia del cine. Para más desgracia, está también la pifia de quien estaba encargado de inscribir la banda sonora de Érase una vez en América (1984) para los premios, cuya negligencia dejó en la cuneta a una de las obras maestras del italiano.

Es de esperar, por lo tanto, que el ya bastante vejete maestro logrará ese raro Oscar que muy pocos artistas han recogido después del honorífico (me acuerdo de Paul Newman). La verdad es que el premio ya estaba otorgado tan pronto como se supo que Ennio Morricone estaría en el filme de Tarantino.

domingo, 3 de enero de 2016

Las antologías musicales de Star Wars.

Como es complicado utilizar el término "oficial" para referirnos a una franquicia cuyos derechos han sido vendidos a diestro y siniestro desde hace casi cuarenta años, lo que ha dado pie a que existan numerosos álbumes con versiones de orquestas variopintas, pienso que, al menos, estaría bien echar un vistazo a aquellas recopilaciones y estuches que se han publicado con las grabaciones reales de John Williams y la London Symphony Orchestra utilizadas en las películas de la saga galáctica. Llamémoslas antologías "canónicas" en vez de "oficiales" si así lo vemos más claro.

The Original Soundtrack Anthology

La primera antología "canónica" en salir al mercado fue la hoy muy buscada The Original Soundtrack Anthology (1993), que no solamente incluía tres CDs con más o menos los mismos temas que los lanzamientos discográficos individuales de cada película, sino que algunos de estos temas contenían algo de material inédito. La guinda, y lo más codiciado hoy en día, por cierto, era un cuarto CD que reunía piezas totalmente inéditas, algunas de las cuales no han vuelto a estar disponibles en estuches posteriores y en teoría más completos. Había versiones expandidas y hasta tomas alternativas de piezas ya conocidas. Por poner un ejemplo, esta es la única antología, aparte del álbum original de 1977, que incluye la versión completa de concierto de Star Wars Main Titles, arreglada a modo de obertura solo para el LP. También contiene las piezas eliminadas (o sustituídas) de las últimas ediciones de Return of the Jedi: Lapti Nek y Ewok Celebration. Como ítem de coleccionismo, supongo que estamos ante el más importante jamás publicado en la franquicia, absolutamente goloso por su maravillosa presentación, y por su libreto con estupendos análisis musicales de la obra magna de Williams.

El cuarto disco de la antología de 1993, todo un Grial para los fans de Star Wars.

Con el estreno en 1997 de la llamada Edición Especial de las películas, RCA Victor sacó a la venta ediciones en dos CDs de la banda sonora de cada título individual. Esta sigue siendo la última y más completa publicación de la música original de la trilogía clásica, y aunque ha llegado a tener por lo menos tres portadas distintas hasta hoy (amén de un pack que juntaba las tres en un simplón estuche de cartón con el logo), la primera versión es de momento la mejor, por sus gruesos libretos llenos de fotografías y comentarios exhaustivos.

Dos portadas de la edición de RCA Victor.

Sin más novedades durante algunos años, la sucesiva publicación de las bandas sonoras de la trilogía de precuelas hizo demorar cualquier nuevo estuche recopilatorio, quizá pensando en que la saga quedase completa y pudiera venderse todo el lote. No obstante, con el 30 aniversario del estreno de La guerra de las galaxias salió al mercado un estuche bastante vistoso con -otra vez- las tres bandas sonoras clásicas en fundas tipo mini-LP con las portadas originales. Se llamó The Music of Star Wars. Muy bonito el lote, pero en esta publicación de Sony Classical la música era la misma que en los álbumes dobles de 1997.

El cofre The Music of Star Wars.

La antología más curiosa que ha dado la saga, al menos según mi humilde opinión, salió al mercado de forma paralela al estuche anterior, si bien parece que en principio circulaba desde 2005 junto a la banda sonora de La venganza de los Sith como un segundo CD en algunos ejemplares tempranos. Fue un reclamo para los potenciales compradores de The Music of Star Wars, ya que venía en el paquete, pero también pudo adquirirse por separado. Se trata de The Corellian Edition, que reúne dos o tres piezas de cada una de las seis películas en orden cronológico, a modo de resumen narrativo de la saga. Curiosamente, y aunque aquí y allá suenan todas las melodías representativas de las películas, ninguno de los temas es la típica versión para concierto que hay en cada álbum original, sino que en principio son piezas incidentales seleccionadas con desigual acierto. De ahí su peculiaridad. Supongo que fue la manera de dejar representadas, aunque fuese solo testimonialmente, las tres precuelas en la antología.

The Corellian Edition

También es necesario mencionar una no muy conocida colección lanzada en Japón por Sony Classical en formato Blu-Spec CD, que viene a ser el equivalente Blu-Ray del CD audio normal. Star Wars: A Musical Anthology (2012) tiene el singular atractivo de contener, entre otros cortes, todos los temas más importantes de la saga en sus versiones originales para concierto. Nada menos. Como antología en un único disco es, por lo tanto, insuperable.

A Musical Anthology

Y por supuesto, con el estreno de El despertar de la Fuerza sale a la venta el pack definitivo con la música de los episodios I al VI. El 8 de enero de 2016 se publicará Star Wars: The Ultimate Soundtrack Collection tanto en CD como en vinilo y en formato digital. No es que el cofre aporte demasiado, la verdad, ya que la música sigue siendo la misma ya contenida desde las ediciones en disco doble de RCA Victor de 1997 y las de Sony Classical en CD individual en el caso de las precuelas. Eso sí, para los nostálgicos debe señalarse que los vinilos de la trilogía original contienen las bandas sonoras en su versión primigenia, con menos música y con una ordenación no cronológica de los temas. Imagino que la idea es ofrecer LPs prácticamente facsímiles.

Siguen sin ofrecer versiones ampliadas de los episodios I, II y III, y eso que por ahí colea todavía aquella edición "completa" en disco doble de The Phantom Menace. No sé hasta qué punto será interesante el décimo CD con entrevistas en audio a John Williams y Harrison Ford (?), pero el DVD de A Musical Journey tiene más bien poca importancia si recordamos que sigue regalándose en el mismo estuche que Revenge of the Sith, desde 2005. Ni se sabe lo que quedará por ahí archivado, a la espera quizá de que se complete la tercera trilogía allá por 2019.

The Ultimate Soundtrack Collection

En cualquier caso, creo innecesario recomendar una vez más la colección musical completa de la saga a todo aficionado al mundo de las bandas sonoras. Es tan genial el trabajo realizado por el octogenario Williams que todo aficionado a la música de cine debería tener estos trabajos en casa. Si se me permite una indicación personal, yo me haría con las bandas sonoras en sus formatos individuales (andan por los 9 euros cada una, también las de doble disco), ya que tanto sus libretos como sus estuches de pasta dura siempre serán mejores que los efímeros y espartanos embalajes digipack. Pero claro, si lo que se busca es la golosina del coleccionista, los cofres tienen más presencia en la estantería.