1. Luminol (12:10)
2. Drive Home (7:37)
3. The Holy Drinker (10:14)
4. The Pin Drop (5:03)
5. The Watchmaker (11:42)
6. The Raven That Refused to Sing (7:57)
A base de toparme una y otra vez con admiradores y detractores del inquieto Steven Wilson, un músico de culto, gran gurú del rock progresivo actual, me he decidido a hacerme con su último trabajo en solitario, este The Raven That Refused to Sing (And Other Stories) (2013) y hacerme, aunque sea a través de un único trabajo que me sirva de ejemplo, una opinión propia sobre sus virtudes y defectos.
El británico Steven Wilson polariza a los seguidores del prog-rock. Por un lado tenemos a quienes lo adoran como a una especie de "elegido" que parece haber sido capaz de lograr lo imposible: dotar de nueva vida y frescura joven a un género magnífico que quedó anquilosado hace décadas; y por otro tenemos a quienes dicen ver la cara y la cruz de la misma moneda: que Wilson es ante todo un homenajeador encubierto, un astuto copión que se ha servido de diversas poses estéticas (una inteligente mezcla del sonido setentero con pinceladas del pesimista y feo mundillo gafapastero post-grunge) y trucos mercadotécnicos (su amistad/colaboración/admiración confesa a los viejos dinosaurios supervivientes) para auparse a los altares del progresivo.
Steven Wilson (de last.fm).
Como lo que toca es comentar el álbum, lo primero es señalar que se trata del tercer título en solitario del músico, si bien la cantidad de obras musicales -bastante variadas, por cierto- en las que ha intervenido como colaborador o coautor es bastante copiosa. Podríamos hablar en este caso de un álbum conceptual ambicioso, concebido con altas expectativas de éxito tanto dentro como fuera de su círculo de seguidores, aunque en el fondo este carácter no deja de ser inherente al género. La inspiración del disco se encuentra quizá -por la referencia del cuervo, mayormente- en el universo gótico de Edgar Allan Poe, aunque la letra de los temas no está necesariamente relacionada con ningún relato o poema del clásico norteamericano. Tenemos una variación de la leyenda urbana sobre "la chica de la curva" (Drive Home), un predicador hipócrita que compite con el Diablo en un duelo alcohólico (The Holy Drinker), una esposa asesinada y arrojada al río en un episodio de violencia de género (The Pin Drop), un relojero que también se carga a su mujer y luego esta vuelve en forma de espectro (The Watchmaker), y un hombre desesperado que cree reconocer a la reencarnación de su hermana en un cuervo (en el tema homónimo al álbum). La -no tan- inquietante portada no aporta excesiva información, aunque cuando la vi por primera vez tuve un "flash" de In the Court of the Crimson King que después he creído confirmar al escuchar fragmentos de la música.
Efectivamente, Steven Wilson parece tener una buena relación con Robert Fripp, a juzgar por el hecho de que se ha encargado de remasterizar el viejo catálogo de King Crimson; y hay un claro toque de la mítica banda en ese toque improvisado, casi jazzístico, con mucha batería y bajo potente, que impregna buena parte de algunos temas como The Holy Drinker. Wilson fue el fundador de la banda -también de culto- Porcupine Tree y, aunque generalmente se asocia su inspiración con el sonido de sus ídolos de infancia Pink Floyd, en este último álbum aprecio una fuerte influencia de King Crimson. Como el propio Fripp, por cierto, Wilson ha dedicado buena parte de sus esfuerzos fuera de Porcupine Tree a lo experimental y el ambient.
Como guinda del pastel y guiño inequívoco a los progres de toda la vida, el álbum cuenta con la producción de Alan Parsons (sí, ESE Alan Parsons, a quien yo imaginaba metido en salmuera), lo que se traduce, esté su nombre ahí por motivos meramente populistas o no, en un sonido impecable y una ambientación noctura, oscurantista, sugestiva y envolvente. Sí que echo de menos algún momento más épico en el álbum, aparte de la deslumbrante y ya mencionada canción The Holy Drinker, en la que cada entrada de la guitarra eléctrica en mitad del estribillo (tocada por Alan Parsons, precisamente) parece digna de los primeros PF en sus mejores momentos. Me acuerdo por ejemplo de las cadencias del tema Astronomy Domine. La impresión que deja The Raven... es más de madura sobriedad tenebrosa que de decadente épica prog-rock, aunque noto que estas sensaciones variarán con futuras escuchas, donde quizá redescubra lo que por el momento he pasado por alto.
No creo que podamos calificar al "hipster" Steven Wilson de refinado producto mainstream así como así, aunque tras escuchar The Raven... sí que llegas a entender -que no por ello a compartir- el punto de vista de sus detractores, ya que todo lo que afirman ver en su música está efectivamente ahí: el conservadurismo instrumental del género (el mellotrón, el minimoog, los arreglos orquestales...), el vapuleo de los lugares comunes (las largas introducciones instrumentales, los solos desatados e interminables...) y las reminiscencias tributarias (Pink Floyd aquí, King Crimson allá, quizá trazas de Yes y Genesis...). Lo que hace meritorio el trabajo de Wilson es precisamente el buen uso, la buena combinación que hace de los anteriores elementos para crear un todo más que disfrutable. Los ambientes son estupendos, los solos son virtuosos, el mellotrón sigue poniendo la piel de gallina, los coros fascinan. Y los tributos al pasado que el aficionado reconoce en seguida no dejan de ser inevitables, considerando que el rock progresivo alcanzó cimas de inspiración brutales. Renunciar a todo ello para encontrar algo totalmente nuevo a base de forzar la máquina sería como construir un edificio sin cimientos. No voy a dar mi personal veredicto como hago otras veces, así que cada cual deberá juzgar por sí mismo/a. Solamente diré que con Steven Wilson y el progresivo ocurre como con las películas del oeste: el género está muerto y enterrado desde hace décadas, por mucho que sigan surgiendo brillantes ejemplos aislados de su grandeza de antaño. En Spotify.
Vídeo promocional con la grabación en Los Ángeles de Luminol, que ya había tocado en giras.
Y el vídeo de The Holy Drinker.
Como guinda del pastel y guiño inequívoco a los progres de toda la vida, el álbum cuenta con la producción de Alan Parsons (sí, ESE Alan Parsons, a quien yo imaginaba metido en salmuera), lo que se traduce, esté su nombre ahí por motivos meramente populistas o no, en un sonido impecable y una ambientación noctura, oscurantista, sugestiva y envolvente. Sí que echo de menos algún momento más épico en el álbum, aparte de la deslumbrante y ya mencionada canción The Holy Drinker, en la que cada entrada de la guitarra eléctrica en mitad del estribillo (tocada por Alan Parsons, precisamente) parece digna de los primeros PF en sus mejores momentos. Me acuerdo por ejemplo de las cadencias del tema Astronomy Domine. La impresión que deja The Raven... es más de madura sobriedad tenebrosa que de decadente épica prog-rock, aunque noto que estas sensaciones variarán con futuras escuchas, donde quizá redescubra lo que por el momento he pasado por alto.
No creo que podamos calificar al "hipster" Steven Wilson de refinado producto mainstream así como así, aunque tras escuchar The Raven... sí que llegas a entender -que no por ello a compartir- el punto de vista de sus detractores, ya que todo lo que afirman ver en su música está efectivamente ahí: el conservadurismo instrumental del género (el mellotrón, el minimoog, los arreglos orquestales...), el vapuleo de los lugares comunes (las largas introducciones instrumentales, los solos desatados e interminables...) y las reminiscencias tributarias (Pink Floyd aquí, King Crimson allá, quizá trazas de Yes y Genesis...). Lo que hace meritorio el trabajo de Wilson es precisamente el buen uso, la buena combinación que hace de los anteriores elementos para crear un todo más que disfrutable. Los ambientes son estupendos, los solos son virtuosos, el mellotrón sigue poniendo la piel de gallina, los coros fascinan. Y los tributos al pasado que el aficionado reconoce en seguida no dejan de ser inevitables, considerando que el rock progresivo alcanzó cimas de inspiración brutales. Renunciar a todo ello para encontrar algo totalmente nuevo a base de forzar la máquina sería como construir un edificio sin cimientos. No voy a dar mi personal veredicto como hago otras veces, así que cada cual deberá juzgar por sí mismo/a. Solamente diré que con Steven Wilson y el progresivo ocurre como con las películas del oeste: el género está muerto y enterrado desde hace décadas, por mucho que sigan surgiendo brillantes ejemplos aislados de su grandeza de antaño. En Spotify.
Vídeo oficial de The Raven That Refused to Sing.