1. Titles (3:34)
2. Five Circles (5:23)
3. Abraham's Theme (3:18)
4. Eric's Theme (4:20)
5. 100 Metres (2:05)
6. Jerusalem (2:47)
7. Chariots of Fire (20:41)
Ya no tengo escapatoria.
Carros de fuego fue la película triunfadora en la gala de los premios
Oscar correspondiente al año 1981. El cine británico se encontraba en un momento de gran popularidad gracias a su ritmo pausado y sus temáticas "alternativas", más profundas que la mayoría de productos norteamericanos del momento, en general enfocados al entretenimiento. La calidad de los intérpretes, la originalidad de los realizadores y, sobre todo, el detallismo de su puesta en escena hicieron de
Carros de fuego una representante ideal de los valores de aquel cine. Esta película en concreto añadió, además, un componente experimental importante que tuvo un peso decisivo en su éxito: contar con una banda sonora realizada mediante sintetizadores, pese a tratarse de un filme de época. Ganó el Oscar en su apartado, como todo el mundo sabe.
El director Hugh Hudson conoció a Vangelis Papathanassiou cuando el músico trabajaba en sus estudios Nemo londinenses. Parece que el encargo se produjo poco más o menos durante un encuentro casual en sociedad, cosa que hoy en día habría sido difícil, dada la creciente reclusividad del barbudo heleno. Vangelis ya contaba con una buena lista de éxitos a sus espaldas que avalaba sus habilidades como creador de partituras para cine y televisión, aunque Carros de fuego iba a ser su primer proyecto de gran envergadura internacional en este campo de la "música aplicada".
La portada primigenia del álbum, antes de que se le añadiese la estatuílla del Oscar.
Vangelis concibió Chariots of Fire como una especie de paréntesis dentro de su trayectoria en la música experimental, cósmica, de sus años setenta. Se trataba, por una parte, de que las piezas a componer encajasen bien con la Inglaterra georgiana de principios del siglo XX; y por otra parte, de que se notase en seguida la presencia de los sintetizadores, de los secuenciadores, de la vanguardia electrónica a la que el griego pertenecía. Pese a que Chariots of Fire es hoy en día un disco no especialmente bien valorado entre los seguidores de Vangelis ni entre los expertos en bandas sonoras de cine, sí que se trata del trabajo más conocido del músico, su aportación más imponente a la cultura de masas de nuestro tiempo. ¿La razón?
Diseño para la última reedición, la del 25 aniversario.
Su tema principal, que es prácticamente un himno no oficial del mundo del deporte y que conoce hasta el último ser humano del planeta. Hace mucho que vi la película, pero ciertamente es imborrable su escena inicial, esa en la que un grupo de jóvenes atletas corren por la playa durante un entrenamiento, a cámara lenta, con esa fastuosa melodía de Vangelis que parece fluir naturalmente de la epicidad slow-motion del momento, de cada pie descalzo que arranca pedazos de arena húmeda, de cada gesto de placer en los rostros de los corredores, de cada músculo que se tensa por el esfuerzo.
Este vídeo contiene la secuencia inicial de la película, intacta.
Y este otro vídeo es el promocional de la banda sonora, con Vangelis fumándose un puro mientras otros hacen deporte.
El problema con el álbum es que, por una parte, no ofrece aparentemente a un Vangelis arriesgado (recordemos que venía del rarísimo
See You Later) que entusiasmase a los fans; y por otra, que la estructura del disco lo hace muy poco manejable para quien pudiese apreciarlo como banda sonora de cine al uso. Respecto a lo primero, es cierto que Vangelis se limita a crear melodías sencillas y arroparlas con sus efectivos golpes de teclados y efectos sonoros planeadores, y no deja de ser cierto que la melodía principal ya se intuía prácticamente igual en un fragmento muy conocido de su álbum de 1975
Heaven and Hell, adoptado por
Carl Sagan para la serie
Cosmos. Respecto a lo segundo, aquí se cumple perfectamente aquello de lo que suele acusarse al compositor de la obra: que sus temas aislados son estupendos, pero que no consigue reutilizarlos a lo largo de la partitura de modo que la doten de coherencia interna. Para colmo, Vangelis ordena los temas en el vinilo de manera que la primera cara cuenta con seis piezas cortas muy sencillitas, correspondientes sobre todo a los hermosos leitmotivs de los personajes, junto con la inclusión del himno religioso de
William Blake Jerusalem (que ni siquiera tendría por qué haberse publicado aquí); y la segunda cara contiene una larga suite en la que se recoge todo el resto del material musical, en un orden muy adecuado para su escucha, pero en absoluto relacionado con su presencia en la película.
Portada de la reedición del 25 aniversario.
Efectivamente, la edición en disco de Chariots of Fire es mucho más un álbum de Vangelis que la banda sonora de una película, hasta el punto de que algunas piezas -el tema principal inclusive- resulte notoriamente distinto en película y disco, estando mucho más elaborado en el segundo caso. Circula por ahí una edición bootleg del álbum que contiene la música auténtica de la película, y que es mucho más recomendable para los cinéfilos que la banda sonora oficial.
¿Y qué opino yo? A mi me encanta
Chariots of Fire, aunque entiendo muchas de las críticas antes mencionadas. No es el Vangelis galáctico que tanto nos cautivó en
Albedo 0.39 o
Spiral, sino uno mucho más cercano a la música clásica, a melodías más convencionales y arreglos menos ampulosos. Y sin embargo posee una frescura y una intensidad de las que soy incapaz de quejarme, sobre todo en esa larga suite de la segunda cara del LP, que es uno de los ejercicios de técnica al teclado y de progresión sinfónica más exquisitos de la trayectoria del griego. Me encanta su piano clásico, me encanta su premeditado saborcillo anticuado, me encanta que Vangelis no se fuese por las ramas a la hora de dotar a la película exactamente de la atmósfera que se le pedía. No es el álbum de Vangelis que más a menudo me apetece escuchar, quizá porque su sencillez no soporta tantas escuchas como otras obras más complejas, y sin embargo sigo siendo capaz de embelesarme con ese tema principal que pone la carne de gallina, por más parodias que se hayan hecho sobre él, por mucho que se haya abusado ya desde su lanzamiento original como sintonía televisiva o recurso publicitario.
La contraportada incluye la dedicatoria de Vangelis a su padre Ulysses, que había sido atleta.
Chariots of Fire fue durante casi veinte años la banda sonora de cine más vendida de la historia, oficialmente por encima incluso de
Star Wars, y solamente superada por el coyuntural éxito del
Titanic de James Horner. Aunque no fue una obra del todo pionera a la hora de utilizar la electrónica en el cine (recordemos por ejemplo
La naranja mecánica o
El expreso de medianoche), sí que demostró que la música generada mediante sintetizadores podía aplicarse, si el talento de sus creadores así lo permitía, para cualquier género cinematográfico. Además, sería inabarcable la cantidad de trabajos de música clásica contemporánea, new age y similares que arrancaron como derivados de su éxito colosal. Como obra musical es una joya, y como documento capital de la música y el cine de nuestro tiempo, es un título imprescindible. Está en
Spotify.