jueves, 26 de noviembre de 2015

Enya - DARK SKY ISLAND


1. The Humming (3:42)
2. So I Could Find my Way (4:25)
3. Even in the Shadows (4:13)
4. The Forge of the Angels (5:12)
5. Echoes in Rain (3:33)
6. I Could Never Say Goodbye (3:28)
7. Dark Sky Island (4:56)
8. Sancta Maria (3:50)
9. Astra et Luna (3:20)
10. The Loxian Gates (3:33)
11. Diamonds on the Water (3:33)

Enya vive en un castillo que está dentro de otro, que a su vez está dentro de otro, que está dentro de otro... El castillo real, Manderley, se encuentra en Dublín. Allí trabajan -y creo que también viven- junto a Enya Roma Ryan y Nicky Ryan, sus letristas y colaboradores para cualquier cosa. La inclasificable cantante irlandesa, desde hace muchos años considerada como la más perfecta encarnación personal que ha dado la música new age en sentido amplio, es conocida entre otras cosas por su escasa presencia en actos públicos. Es verdad que suele conceder entrevistas para promocionar sus álbumes y ha realizado algunas actuaciones en televisión, aunque nunca ha hecho nada parecido a codearse con el star system o darse baños de multitudes. La rodea un castillo de privacidad que protege tras sus muros todo lo relacionado con su vida personal, y ella misma subraya su empeño por hacer destacar su música por encima de su persona. Es difícil cuando se llevan ochenta y tantos millones de discos vendidos.

No sabemos cuál será el éxito comercial de su nueva música... Dark Sky Island, lanzado hace una semana, es el primer álbum que publica desde el ya lejano And Winter Came... (2008), un disco que, sin desmerecer, carecía de la magia de sus trabajos clásicos y acusaba un cierto desgaste creativo. Se nota que Enya no ha querido volver a publicar temas nuevos hasta hacer algo que de verdad mereciese la pena, y el álbum que nos ocupa es prueba de ello. Dark Sky Island es digno de la mejor Enya, la de Watermark y Shepherd Moons, solo que más madura y capaz de seguir explorando su propio estilo a base de delicadeza sonora y perfección casi obsesiva. Salvo por la carencia del efecto sorpresa de sus primeros tiempos, el nuevo álbum es tan bueno como el mejor. Así de sencillo. 

Contraportada de la edición sencilla.

Siempre podemos insistir en la impresión superficial que tenemos de que su música no cambia, pero nos estaríamos equivocando, porque Dark Sky Island tiene un sonido propio, algo más oscuro que lo habitual, más sutil en las instrumentaciones, menos abigarrado. Dentro de ese castillo imaginario del mundo musical de Enya hay un comedor donde celebran festines héroes y reinas del mundo celta, un torreón donde pululan poetas viajeros y soñadores de toda índole, un patio verde y florido habitado por hobbits y elfos y un gran salón donde siempre es Navidad. En Dark Sky Island, Enya abre las puertas de un observatorio astronómico desde el que mirar las estrellas en silencio, sin distraerse con el trasiego de los seres anteriores, aunque estas estancias forman parte del mismo castillo. Y queremos visitar ese castillo, recorrerlo con la ilusión de los niños en sus juegos. 

Según se ha dado a entender, Enya ha hecho algún que otro viaje en los últimos tiempos. El álbum se sustenta, según su autora, en la idea de los viajes, los geográficos y los vitales. Es de suponer que Enya ha estado en Sark, la isla del Canal de la Mancha que es conocida por su escasa contaminación lumínica, y que es por lo tanto un lugar perfecto para observar las estrellas. El título del CD y parte de su contenido se inspiran en aquel lugar. También podemos suponer que esta señora, que anda por los 55, está en ese momento vital en el que todos miramos un poco hacia atrás para hacer balance del camino recorrido. Hay mucho sobre lo que construir un álbum sólido pero, no obstante, dice verdad Enya cuando explica que Dark Sky Island no es un álbum conceptual. Admito que por lo menos yo no encuentro un sentido de unidad temática en él más allá de su tono musical tirando a sobrio, pero lo mismo sucedía con sus trabajos clásicos, entre los cuales tampoco era sencillo vislumbrar desarrollos conceptuales más allá de lo ofrecido en el sublime A Day Without Rain (2000), que se centraba en las estaciones del año.

The Humming

Toca un análisis. El disco se abre con The Humming ("El murmullo"), un tema rápido y épico, de los que gustan a la primera. Se inspira en la evolución del universo a escala cósmica. Después entramos en el delicado So I Could Find my Way ("Para que encontrase mi camino"), uno de esos temas melódicos que son casi canciones de cuna para soñadores empedernidos, y que contiene momentos de belleza arrebatadora. Se inspira en el amor y el recuerdo hacia los seres queridos. Even in the Shadows es todo un descubrimiento, un tema ágil y muy moderno en el que el ritmo marcado lo aporta el bajo del también irlandés Eddie Lee

Even in the Shadows

Echoes in Rain

The Forge of the Angels es un tanto ingenua en su fresco de ángeles forjando armas entre rudos cánticos y nubes algodonosas, aunque funciona muy bien en este punto del álbum. Echoes in Rain ("Ecos en la lluvia"), que salió a la luz como adelanto del disco, es un tema comercial en la línea de los grandes éxitos de Enya, una canción de ritmo potente y melodía sencilla pero eficaz. I Could Never Say Goodbye ("Nunca pude decir adiós"), si bien no es un tema pegadizo, sí que destaca positivamente por el magnífico ejercicio vocal que supone, con notas muy altas que desafían al máximo las habilidades de la cantante. Dark Sky Island ("Isla de cielo oscuro"), el corte homónimo al álbum, contiene las primeras letras en loxian (el idioma inventado por Roma Ryan) desde Amarantine (2005), en este caso con temática espacial. Sancta Maria, pese a que la repetición de las palabras de su título le dan al final un toque en exceso eclesiástico, es una exquisitez en lo referente a su instrumentación.

El vídeo oficial de So I Could Find my Way.

Astra et Luna es otro tema elegante y efectivo, de nuevo sobre tema astronómico. The Loxian Gates ("Las puertas loxian") recuerda al exotismo de Storms in Africa, otra vez con un sonido que apunta a los tiempos clásicos de Enya. Y el álbum se cierra con Diamonds in the Water, una balada muy delicada que deja un exquisito sabor de boca. Es cierto que la primera mitad del disco es más potente que la segunda, pero no hay contenidos de relleno, sino, en todo caso, algunos temas un poco menos deslumbrantes que otros. Quien quiera prolongar la experiencia puede acudir a la jugosa edición deluxe, que contiene otros tres temas: Solace, Pale Grass Blue y Remember Your Smile, todos magníficos, aunque me llama mucho la atención el toque sencillo y folk del tercero. Con franqueza, no veo el por qué de considerarlos temas extras, a la vista de que tanto su nivel de calidad como su sonido son afines al conjunto del álbum.

El último castillo del que hablaremos, para concluir, es el de la fidelidad a sus millones de admiradores, que con Dark Sky Island permanece inamovible. Enya ha sido capaz de ofrecer un elaborado e inspirado nuevo trabajo que no suena manido, y que a la vez es plenamente reconocible. No se ha bajado del burro, y contra todo pronóstico (incluyendo el mío, bastante pesimista hasta hace poco) la jugada le ha salido redonda. Tenemos Enya para mucho tiempo, y eso es motivo de alegría.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Jean-Michel Jarre - ELECTRONICA 1: THE TIME MACHINE


1. The Time Machine (con Boys Noize) (3:52)
2. Glory (con M83) (3:56)
3. Close Your Eyes (con AIR) (6:25)
4. Automatic Pt. 1 (con Vince Clarke) (3:09)
5. Automatic Pt. 2 (con Vince Clarke) (2:59)
6. If...! (con Little Boots) (3:13)
7. Immortals (con Fuck Buttons) (4:24)
8. Suns Have Gone (con Moby) (5:55)
9. Conquistador (con Gesaffelstein) (3:09)
10. Travelator (Part 2) (con Pete Townshend) (3:10)
11. Zero Gravity (con Tangerine Dream) (7:12)
12. Rely on Me (con Laurie Anderson) (2:54)
13. Stardust (con Armin Van Buuren) (4:37)
14. Watching You (con 3D de Massive Attack) (4:09)
15. A Question of Blood (con John Carpenter) (2:58)
16. The Train & The River (con Lang Lang) (7:13)

Fue a principios de los noventa cuando por primera vez llegó a mis manos un casete con música de Jarre en plan popurrí. Su imagen, la de un tipo chulete de amplia sonrisa y pelazo que me recordaba al mago David Copperfield (un poco mago también era) y que hacía unos conciertos espectaculares estaba en mi cabeza desde muchos años antes. Por entonces no era muy aficionado a la música, a ninguna, pero aquellos temas cósmicos me sonaron a gloria. Estaban llenos de imaginación y creatividad, y aunque eran fáciles de digerir para un indocumentado musical como yo, sonaban muy distintos de cualquier otra cosa que hubiese tenido en mis manos hasta entonces. Me convertí en seguidor de Jarre y fui consiguiendo -y disfrutando de- su discografía en CD.

Llegué a hacerme con su Oxygene 7-13 (1997) nada más salir, ya como fan suyo, pero su siguiente álbum, Metamorphoses (2000) tomaba un rumbo que no terminé de reconocer, calidades aparte. Desde entonces, como ya he comentado en otras entradas, Jarre anda buscando dentro de sí mismo una nueva identidad como músico, más acorde con los tiempos, y si bien no puedo dejar de defender a cualquier artista que luche contra su propio estancamiento, no puedo dejar de sentir que los conceptos que movían al gran Jean Michel Jarre de sus mejores tiempos todavía no habían caducado cuando él decidió cortar por lo sano con todos ellos.

Contenido de la edición Fan Box (misma música y unos cuantos ítems de coleccionista).

Aquí tendríamos que recordar también el brote, más repentino que paulatino, de la música electrónica de consumo, en general prosaica y utilitarista, a partir de ciertos postulados técnicos de la "electronic music" cósmica previa, cosa que sucedió en algún momento en la segunda mitad de los ochenta. No sé si es solo una impresión personal, pero siempre me ha parecido que el género electrónico cósmico y la electrónica pop de baile son dos géneros totalmente distintos. Cuando uno escuchaba un álbum como Equinoxe, lo que buscaba era el viaje mental, el pelotazo de imaginación futurista, el apartarse de lo mundano de la radiofórmula y los ídolos efímeros y forracarpetas de la SuperPop. Hoy en día existen compositores electrónicos que se dedican a la música de baile, pero en general este rol es desempeñado por el DJ, un señor que, aun siendo merecedor de todo nuestro respeto, es mucho más un gestor de la obra ajena que un creador por derecho propio. Pone música y la va mezclando mientras nos bebemos unas copas e intentamos acercarnos a esas mujeres que quizá nos miran de reojo.

El trailer.

Siguiendo con lo anterior... ¿Por qué deseaba tanto Jean-Michel Jarre bajarse del burro, aun sabiendo que precisamente seguir en sus trece con la música cósmica le habría mantenido entre algodones? ¿Por qué la necesidad de simplificarse, en fin, de empeorar para adaptarse a un campo musical que no solamente no es el suyo, sino que es a todas luces más pobre, más limitado desde cualquier óptica creativa? Como no creo que sea una cuestión de dinero, sigo pensando en su miedo a envejecer, a convertirse en un fósil, y en su necesidad de seguir vigente ante un público joven, (lamento mucho decirlo) mucho menos exigente y que concibe la música como un rutinario bien consumible. Es posible que Jarre solamente quiera postularse como un improbable eslabón perdido entre ambos estilos electrónicos, el cósmico y el fiestero, el segundo hijo bastardo del primero, haciendo poco menos que revisionismo histórico en favor de su persona mediante su último trabajo. Lo peor del producto resultante es que, si bien es verdad que no todos los artistas invitados pertenecen a la segunda concepción de la electrónica (ahí tenemos al mismísimo Edgar Froese, a quien está dedicado el disco), se percibe que Jarre se decanta mucho más por ésta, trivializando cualquier atisbo sinfonista o conceptual para adaptarlo al formato fast-food de iTunes. Fuera de la edición básica del disco queda el Continuous Mix, una versión del álbum entero con todos los temas sin pausas entre ellos, enlazados, que tiene algo más de carisma aunque sea más bien artificial.

Diseño de la contraportada.

Todo esto es lo que me planteo al manejar Electronica 1 con el omnipotente mando de la minicadena en la mano. Es un disco concebido para los teóricos actuales consumidores de música popular comercial: la estructura de los temas es en general predecible y estática, no hay ningún hilo melódico conductor obvio que contribuya a la coherencia narrativa sonora del álbum, no hay temas demasiado experimentales o extensos... Electronica 1 está hecho para bajártelo. Lo siento en el alma, pero sí: es carne de torrent, un disco excelente para llevar en tu teléfono y escuchar sin prestarle mucha atención mientras sales a correr o viajas en autobús. Lo consumes hasta que te aburres de él y luego lo borras para siempre de tu dispositivo y de tus recuerdos. Ni siquiera el estuche digipack en el que se vende, aburrido y utilitario a más no poder, puede convencer a quien se sienta atraído por aquello del fetichismo coleccionista.

Un vídeo con el "cómo se hizo".

Y es una pena, porque Electronica 1, tras varias escuchas, resulta ser un disco muy meritorio. Efectivamente, tal como muchos han dicho, es lo mejor que ha publicado Jarre en este siglo. El planteamiento que hizo el francés es sin duda interesante: contactar personalmente con una serie de personajes destacados de la electrónica de ayer y hoy, hacerles llegar un esbozo del tema para el que se requiere su colaboración, y publicar juntos los resultados en dos volúmenes extensos aunados por una producción maravillosa. El segundo disco saldrá en 2016. Lo malo es que, en vez del prometido recorrido por la historia de la música electrónica que se anunciaba, el CD parece mucho más un recopilatorio tipo "greatest hits" que un nuevo álbum al uso, y en muchos de los temas la presencia del recopilador Jean-Michel es solo anecdótica. Hay un retazo de Oxygene por aquí, una pincelada de Metamorphoses por allá, una salpicadura de Zoolook... y Jarre está pero no está. Hay que buscarle haciendo un esfuerzo para el que no todos los aficionados a su música tienen paciencia, y su presencia (en el 90% del álbum) no es mayor que la que en cualquier otro caso habría tenido un simple productor o un ingeniero de sonido de esos de prestigio. Jarre es a Electronica 1, a nivel sonoro, lo que Phil Spector a Let It Be o Alan Parsons a The Dark Side of the Moon.

Contenido de la edición Deluxe (misma música, más trastos y todo en color dorado).

Pero no pretendo dejar la impresión de que mi crítica es solo destructiva. Hay momentos estupendos en Electronica 1. Mis favoritos son las colaboraciones con Air (Close Your Eyes), Fuck Buttons (Immortals) y Little Boots (If...!). No están mal los temas junto a Boys Noize (The Time Machine, quizá el tema más Jarre del CD), Armin Van Buuren (Stardust), 3D de Massive Attack (Watching You), M83 (Glory) y el inesperado Lang Lang (The Train & The River). A las tan celebradas intervenciones de Moby (Suns Have Gone) y Tangerine Dream (Zero Gravity) parece faltarles algo de chispa, aunque no están nada mal. Lo demás, salvo quizá la simpática presencia de John Carpenter en un tema tipo película "slasher" ochentera (A Question of Blood), cumple, no estorba, pero no tiene un excesivo interés si lo sacamos del contexto del álbum. Que conste: el balance general es de notable alto para arriba.

Glory

If...!

La discografía de Jarre está mucho mejor con Electronica 1 que sin él, eso que quede claro, y falta hacía algo tan bien realizado -y tan sólido- tras el fiasco de Téo & Téa (2007), pero no puedo evitar estar un poco enfadado por lo que podría haber sido y no es. Esto no es un nuevo disco de aquel Jarre, nuestro añorado Jean-Michel, sino una exhibición de colorida pirotecnia, un ejercicio de autoafirmación que le pone de actualidad otra vez. Siempre defenderé a los artistas que innovan, que evolucionan, que se arriesgan, y Jarre lo ha hecho incluso en los viejos tiempos donde su genio era indiscutido. No podemos decir, por lo tanto, que un trabajo como este nos haya pillado por sorpresa. Pero no sé por qué millones de aficionados no pueden esperar que su músico preferido les dé algo más cercano a lo que desean, a lo que en su momento les cautivó de él. Quiero viajar al espacio con su música, quiero sentir que estoy disfrutando de una experiencia de inmersión completa, quiero asombrarme con la progresión de sus texturas, con la alternancia de la luz y la oscuridad, quiero flotar en la sofisticada y fría elegancia de sus ritmos aéreos. Pero mi pensamiento recurrente en este momento es grabarme el entretenidísimo Electronica 1 en un CD mp3 para escucharlo en el coche, cosa que jamás habría hecho con uno de sus álbumes clásicos.

martes, 3 de noviembre de 2015

Michael Giacchino - STAR TREK INTO DARKNESS


1. Logos / Pranking the Natives (3:01)
2. Spock Drops, Kirk Jumps (1:43)
3. Sub Prime Directive (2:23)
4. London Calling (2:09)
5. Meld-merized (2:40)
6. The Kronos Wartet (5:25)
7. Brigadoom (3:41)
8. Ship to Ship (2:50)
9. Earthbound and Down (2:37)
10. Warp Core Values (2:56)
11. Buying the Space Farm (3:17)
12. The San Fran Hustle (5:00)
13. Kirk Enterprises (3:00)
14. Star Trek Main Theme (3:25)
15. The Growl (US bonus Track) (2:56)

Si Star Trek (2009) fue todo un acontecimiento en la historia de la famosa franquicia espacial, su secuela Star Trek en la oscuridad (J. J. Abrams, 2013) fue la confirmación de que el nuevo rumbo se mantendría con toda su fuerza y su espíritu aventurero. Vale que la trama sea difícil de seguir a ratos, y vale también que alguna escena es un autohomenaje demasiado obvio, pero caramba, momentazos como el primer encuentro con los Klingon, o ese en el que el villano Harrison revela su verdadero nombre... en fin, son una gozada. 

La edición "deluxe", limitada a 6000 copias.

Y en lo que toca a la banda sonora, solo se puede decir que Star Trek Into Darkness es una de las mejores de toda la saga, entre otras cosas porque Michael Giacchino logra pulir con sabiduría la principal pega de su predecesora -el exceso de temas de acción estruendosos-, ampliando también las sonoridades de su visión musical sobre la franquicia.

Lo primero que nos encontramos es un trío de temas, los tres primeros, que constituyen prácticamente una mini-suite tan perfecta como un mecanismo de relojería. No en vano, la secuencia inicial de la película es en sí una mini-trama al estilo de las aventurillas introductorias de las películas de Indiana Jones. Desde las profundas notas iniciales hasta la plena explosión de las mismas cuando vemos por fin el título de la película en pantalla, con la nueva fanfarria de Giacchino a todo tren, ya nos tiene en el bolsillo. El resto de la banda sonora es pura adrenalina, mucho más variada que la del filme anterior. Mencionaremos algunos temas interesantes.

London Calling

London Calling, lejos de parecerse al tema de The Clash (Michael Giacchino tiene la rara costumbre de poner nombres "cachondos" a muchos de sus temas en cualquier película), es una delicada pieza clasicista con el piano como estrella. Otros temas con largos fragmentos contemplativos son Brigadoom, Meld-merized o Buying the Space Farm, el tercero de los cuales es muy emotivo y concluye de manera explosiva tras un dramático crescendo.

Buying the Space Farm

The Kronos Wartet encarna musicalmente la visita de Kirk y los suyos al planeta Kronos, capital del Imperio Klingon. Giacchino no hace del todo un feo al tema de los Klingon que popularizase Jerry Goldsmith, ya que vuelve a utilizar un enfoque "bárbaro", tribal. Lo que sobresale aquí es el uso de un tremendo coro que interpreta cánticos -supongo que en lengua Klingon- furiosísimos. Desde luego, la sensación de peligro y amenaza que se transmite es digna de estos antagonistas habituales de la tripulación del Enterprise.

The Kronos Wartet

Buenos ejemplos de temas de acción son Ship to ShipThe San Fran Hustle, que aun siendo tan hiperactivos como los de la BSO previa, parecen mantener una coherencia interna y una naturaleza distintiva que los hace muy interesantes y efectivos aun separados de las imágenes de la película.

The San Fran Hustle

Como Giacchino no abusa tanto de su fanfarria como la vez anterior, sí que nos cuadra bastante bien la inclusión en el álbum de una versión "de concierto" de la misma, al completo y con todo su poderío, como tema final. Aunque no pueden faltar las ocho notas de la serie original, esta vez se opta por no incluir en el CD básico la sintonía completa, aunque sí que vuelve a estar en la película. Cabe mencionar, eso sí, que la edición estadounidense concluye con el tema The Growl, un bonustrack que recoge la pieza electrónica que se escucha durante una escena de discoteca.

Resumiendo, Star Trek Into Darkness funciona incluso como disco independiente gracias a su riqueza compositiva, al uso inteligente de temas conductores e, insisto, una mayor variedad de sonidos en su paleta musical. Como la película, una gozada que merece pasar a nuestra colección aun si estamos hablando de la cortita edición sencilla.

Star Trek Main Theme

Y con esto llegamos al final de la larguísima serie de entradas que llevamos más de un mes dedicando a Star Trek. Durante este tiempo, es cierto que me hubiese gustado hacer alguna pausa para comentar otros álbumes que se me venían encima (el primero que comentaré no será una sorpresa), pero decidí que merecía la pena completar la saga cinematográfica antes de pasar a otra cosa. Es cierto que en Internet abundan los análisis de estas obras, muchos de ellos más exhaustivos y mejores que los míos, pero humildemente creo que siempre he tenido -si queremos verlo como mi aportación distintiva- al menos ciertas dotes para la síntesis, con lo que espero llegar de manera más directa y con menos tecnicismos a algunos lectores. Esa ha sido siempre mi intención en Otras músicas. Otros mundos

Lo mejor de este repaso de Star Trek, en fin, es que yo mismo he escuchado muchas horas de una música magnífica de la que antes solo conocía una parte minúscula, e incluso he visto películas de la saga para la ocasión. La experiencia me ha encantado y puedo decir que hoy me siento un poco más trekker. Y a mucha honra.

¡Larga vida y prosperidad!

domingo, 1 de noviembre de 2015

Michael Giacchino - STAR TREK


1. Star Trek (1:03)
2. Nailin' the Kelvin (2:09)
3. Labor of Love (2:51)
4. Hella Bar Talk (1:55)
5. Enterprising Young Men (2:39)
6. Nero Sighted (3:23)
7. Nice to Meld You (3:13)
8. Run and Shoot Offense (2:04)
9. Does It Still McFly? (2:03)
10. Nero Death Experience (5:38)
11. Nero Fiddles, Narada Burns (2:34)
12. Back from Black (0:59)
13. That New Car Smell (4:46)
14. To Boldly Go (0:26)
15. End Credits (9:11)

El patinazo de Star Trek: Nemesis, cuyo estreno con más pena que gloria tuvo lugar, para más inri, en plena efervescencia de la segunda trilogía de Star Wars (de éxito popular gigantesco pese a las críticas), puso de relieve que Nemesis no solamente era el final de una larga etapa en la franquicia creada por Gene Roddenberry, sino que también debía ser el fin de toda una visión demasiado bien asentada sobre su universo. La visión de la que hablamos, ya desde los años ochenta, estaba enfocada excesivamente hacia los fans más empecinados, y llegó a optarse conscientemente por dar a las películas de la saga un regusto propio de la serie B, centrándose mucho más en interminables diálogos y negociaciones diplomáticas que en otra clase de aventuras más del gusto general. De este modo, quienes nunca hemos sido seguidores de la franquicia teníamos difícil meternos en los ritmos y estética de estas películas, que encima solían dar por sabidas (las series de TV eran siempre la referencia) muchas cosas que un espectador casual no acababa de tener claras. La impresión habitual para el público mayoritario es que las películas de Star Trek eran por y para trekkers. Para su consumo interno.

La edición "deluxe", mucho más completa.

Aun admitiendo que en su momento disfruté de algunas de las películas de la saga, especialmente de la primera, y por lo tanto no era hostil hacia la franquicia, sí que me sentía alienado con otras entregas, como alguien a quien invitan a una cena y solo cuando llega al local descubre que es una fiesta de disfraces. Cuando en 2009 se estrenó Star Trek, la nueva entrega dirigida por el emergente J. J. Abrams, me encontré con una película hecha a mi medida. Fui capaz de seguir la historia y de introducirme en el universo de la saga con otros ojos. Ya el lejano primer trailer era una fascinante declaración de intenciones:


En efecto, Star Trek recupera sobre todo algo perdido hacía tiempo en la saga: el sentido de la maravilla y la capacidad de sorprender. Abundan los "haters" que reniegan del nuevo enfoque, afirmando que es demasiado mainstream, que las dos últimas películas no son canónicas con la trama clásica, y que se han convertido en vehículos comerciales despersonalizados con los que vender kilos de palomitas. Lo que yo creo es que Star Trek ha recuperado el colorido vibrante de antaño, que por fin se está explotando su filón aventurero, y que, en fin, es un raro ejemplo de cómo un reinicio de franquicia puede hacerla renacer con más fuerza, más calidad y asegurarle muchos años de supervivencia.

Toda la parrafada anterior viene al caso si atendemos al hecho de que todo ha cambiado en Star Trek, incluyendo su música. Sin nada que objetar al trabajo de Goldsmith, Horner, Eidelman, etc., hacía falta que el nuevo enfoque tuviese su sonido propio, y era coherente que la visión del realizador J. J. Abrams se apoyase en su compositor fetiche, Michael Giacchino. Con un gran prestigio sostenido desde que comenzase con los videojuegos de Medal of Honor, Giacchino había realizado excelentes trabajos para películas animadas de la productora Pixar (Los Increíbles, Ratatouille), amén de la tercera entrega de Misión: Imposible y, sobre todo, la banda sonora de Perdidos (Lost). En especial, sorprendió a los más atentos su suite orquestal Roar! para los créditos finales de la película Monstruoso (Cloverfield, 2008), producida por Abrams, y que homenajeaba a las músicas de los filmes clásicos japoneses de monstruos. Seguramente su visión musical de Star Trek sale de la misma vena sinfónica majestuosa que escuchamos allí.

Contraportada del CD sencillo.

Ojo, porque tampoco pretendo deificar su banda sonora para Star Trek. Tiene sus defectos, y son importantes. El principal viene seguramente de la propia ilusión de Giacchino por hacer algo muy potente, muy sinfónico casi a lo John Williams, que al final resulta en varios temas del álbum, los pertenecientes a escenas de acción pura, sonando en algún punto demasiado abigarrados, estruendosos, encadenando -y superponiendo- tantos fraseados y ritmos que sus bondades se nos escapan entre los dedos sin que tengamos tiempo de degustarlos. Le falta algo de pausa, de contención, y buena parte del trabajo final se resiente de ello. Giacchino planifica sus temas de acción como si no hubiese un mañana, y haciendo balance resulta complicado recordar que estamos ante la música de un filme fantástico y de ciencia-ficción, no tanto una película de acción y aventuras a secas. Para conocer la apabullante habilidad en territorio fantástico de este compositor, léase nuestro análisis de su BSO de la película John Carter.

Lo que ocurre es que Giacchino, cuando acierta, acierta. El acierto de Star Trek, y el que lo salva de ser algo solo funcional (insisto: por mucho que el músico no lo conciba como tal) es el sentido abismal del espectáculo que transmite su nuevo tema estrella para la saga, que se come con patatas todos los demás con la única excepción del de Jerry Goldsmith, al que iguala. Su fanfarria nos transporta a la velocidad del Enterprise, nos zarandea en el sofá y nos promete unas aventuras "más grandes que la vida" que la película, afortunadamente, nos brinda en bandeja. Chapeau. Y el músico utiliza esta melodía en numerosas ocasiones a lo largo de la partitura (escúchense Hella Bar Talk y Enterprising Young Men), aprovechándose de que, siendo la primera vez que la escuchamos en la franquicia, no hace falta andarse con sutilezas. El abuso no es pecado. Ya habrá tiempo de dosificarla en próximas entregas, porque aquí nos vamos a hinchar. 

Star Trek

Por suerte, Michael Giacchino no se limita a explotar un solo tema a lo largo de mil variaciones, sino que introduce algunas otras melodías conductoras dignas de mención. Comentan en la estupenda web Filmtracks que el percusivo tema del villano Nero, y por extensión de los Romulanos (escúchese Nero Sighted), incluye aporreos sobre un enorme cartel de Coca-Cola. Corresponde precisamente al villano y su ira vengativa buena parte del material más espectacular de la obra, como los coros de Nero Death Experience

Nero Sighted

Nero Death Experience

Y hay lugar para algo más delicado, en este caso un bello temita para Spock y los Vulcanianos, menos alienígena que el de James Horner en The Wrath of Khan, y quizá más adecuado para un personaje que en la nueva franquicia es ligeramente distinto, más humano. Esta misma vena íntima, no muy abundante en la obra pero notoria allá donde se la encuentra, es aplicada con fascinantes resultados en la exquisita Labor of Love, que hace maravillas con la escena a la que acompaña: el sacrificio heroico del padre de James Kirk.


Labor of Love

La sorpresa se queda para el final. Cuando ya pensamos que todo es nuevo en la música de Star Trek, Giacchino cierra la partitura con una rendición a orquesta completa del tema de Alexander Courage para la serie original, no solo las ocho notas de rigor, sino toda la melodía. La suite de los créditos finales resulta ser un pepino nuclear en los oídos del aficionado a la saga, y el conjunto de la banda sonora es una experiencia fabulosa y refrescante, pese a sus defectos.

End Credits
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