jueves, 27 de noviembre de 2014

Hans Zimmer - INTERSTELLAR


1. Dreaming of the Crash (3:55)
2. Cornfield Chase (2:06)
3. Dust (5:41)
4. Day One (3:19)
5. Stay (6:52)
6. Message from Home (1:40)
7. The Wormhole (1:30)
8. Mountains (3:39)
9. Afraid of Time (2:32)
10. A Place Among the Stars (3:27)
11. Running Out (1:57)
12. I'm Going Home (5:48)
13. Coward (8:26)
14. Detach (6:42)
15. S.T.A.Y. (6:23)
16. Where We're Going (7:41)

Una de las películas más esperadas de la temporada es Interestelar, el guión de ciencia-ficción que Steven Spielberg fue aplazando año tras año hasta que se deshizo de él, pasándoselo -creo que acertadamente- a Christopher Nolan. Podemos encontrar críticas de todo tipo sobre la película, desde las que las consideran el trabajo más redondo de su director a los que la ven como un producto algo sensiblero y dependiente de un giro final que no sorprende demasiado. En mi opinión, y conste que no quiero extenderme en críticas de cine que no vienen al caso, Nolan ha hecho otra buena película en la que, al querer abarcar demasiado (siempre pretende realizar la película DEFINITIVA) deja en paños menores algunos aspectos, como quien por taparse la cabeza tira de la sábana y se le quedan los pies al aire.

En línea con lo anterior, debemos plantearnos si la banda sonora compuesta por Hans Zimmer es la cabeza caliente o los pies fríos de Interstellar, y al final es probable que lleguemos a la conclusión de que todo depende del nivel cultural y del nivel de exigencia del espectador. ¿Funciona la música de Zimmer en combinación con las imágenes de la película? Absolutamente sí. ¿Es esta BSO una obra musical tan estupenda y brillante como han proclamado muchos? Puesssss... Para el 99% del público que desconoce la obra de Philip Glass, posiblemente sea un trabajo original y sorprendente, pero el 1% restante se quedará pensando por qué un tío con talento como Zimmer tiene que recurrir -y no por primera vez- a la música de otros.

Hans Zimmer

Nadie ha dicho que un compositor no pueda inspirarse en otros, ya que la misma historia de la música no deja de ser un constante tira y afloja entre lo que cada nueva generación de músicos recuperan o desechan de sus predecesores. Si nos centramos en la música para películas, los más grandes de siempre también tienen sus fuentes más o menos rastreables, por lo general pertenecientes a la franja amplia que va desde Beethoven a Stravinsky, y sobre todo al romanticismo del siglo XIX. Pero es una cuestión de inspiración, de aprendizaje, mientras que lo que ha hecho aquí Hans Zimmer es poco menos que maquillar la partitura del documental Koyaanisqatsi (1984) y adaptarla a la grandilocuencia espacial de Nolan. Casi podríamos afirmar que Zimmer se ha aprovechado de su certeza -sospecho que muy aguda- sobre la paupérrima cultura musical de la inmensa mayoría del público palomitero. Viniendo del impulsor de toda una asociación de músicos que realizar composiciones "genéricas" y sin personalidad para colocárselas al mejor postor, no creo que esté yo pecando de malpensado. 

Uno de los carteles de Interstellar.

Y es una pena que el conjunto quede empañado con referencias a Glass por doquier, tanto en texturas como en fraseados melódicos (I'm Going Home), ya que en Interstellar hay temas muy buenos (comenzando por el inicial y atmosférico Dream of the Crash, o el que podríamos considerar segundo tema estrella, el de Stay) que, bien desarrollados, podrían haber dado para realizar una partitura totalmente original, sólida y meritoria. La labor de Zimmer en lo que se refiere a las texturas de su música es impecable, en algún caso recurriendo tanto a la electrónica que parece haber querido volver a sus orígenes, cuando los sintetizadores eran su instrumento predilecto. Toda la banda sonora fue compuesta en unas condiciones muy especiales, con el músico trabajando a ciegas a partir de una idea muy vaga sobre padres e hijos que le sugirió Nolan en una nota mecanografiada. Parece ser que, partiendo de este enfoque inicial, y basándose en su propia experiencia como padre, Zimmer compuso un tema principal en un solo día (imagino que las notas de órgano "glassianas") y lo desarrolló hasta el punto de tener la música acabada antes de que el director rodase muchas de las escenas en las que sería utilizada.

Cornfield Chase

Stay

En general, las piezas que componen el álbum son más ambientales que rítmicas, y de hecho no hay mucho material que suene claramente incidental, ni siquiera en escenas de acción, donde se recurre (como en Cornfield Chase) a diversas variaciones de la tonadilla minimalista para órgano de iglesia que ya hemos comentado. La idea es fusionar del todo música e imágenes, de modo que, aun tratándose de piezas musicales bastante invasivas, responden a las necesidades expresivas de las secuencias. Por ejemplo, en The Wormhole se consigue un estupendo efecto de tensión in crescendo mientras los protagonistas se acercan al agujero de gusano cercano al sonido de maquinaria funcionando, y en Mountains se recurre a un tic-tac de reloj como recordatorio de la relatividad del tiempo, que se acelera al acercarse al agujero negro que en la película llaman Gargantúa, separando cada vez más a Cooper de su hija.  Aun así, nunca llega a suceder lo de The Dark Knight Rises, en la que la mayor parte de banda sonora de Zimmer era más una colección de efectos sonoros que música propiamente dicha. Al final, el álbum que nos ocupa es una experiencia bastante agradable en su escucha aislada.

Lo dicho, que es una pena comprobar, en general, aunque quiero pensar que con excepciones, cómo la mayoría de críticos ignoran o han decidido ignorar los truquillos de Zimmer. Para mí al menos, lo peor es que pasará mucho tiempo hasta que pueda volver a escuchar un disco con música de este señor sin estar a la defensiva. Pero quien no se preocupe por los méritos de la autoría de una obra musical, disfrutará bastante con la épica amplitud sonora de Interstellar.

martes, 18 de noviembre de 2014

Pink Floyd - THE ENDLESS RIVER


1. Things Left Unsaid (4:27)
2. It's What We Do (6:18)
3. Ebb and Flow (1:56)
4. Sum (4:49)
5. Skins (2:38)
6. Unsung (1:08)
7. Anisina (3:17)
8. The Lost Art of Conversation (1:43)
9. On Noodle Street (1:43)
10. Night Light (1:43)
11. Allons-y (1) (1:33)
12. Autumn '68 (1:36)
13. Allons-y (2) (1:33)
14. Talkin' Hawkin' (3:30)
15. Calling (3:38)
16. Eyes to Pearls (1:52)
17. Surfacing (2:47)
18. Louder than Words (6:37)

Teniendo en cuenta las características de este disco, no podemos saber si alguien lo considerará el mejor trabajo musical publicado este año. De lo que caben pocas dudas es de que se trata de uno de los más importantes, y ya no solo del año, sino de lo que llevamos de siglo. El regreso de Pink Floyd con un álbum inédito es un acontecimiento que no sucedía desde hacía veinte años, y el hecho de que se trate -creo que esta vez sí- de su último álbum de estudio convierte a The Endless River en algo muy especial.

La verdad es que quienes somos seguidores de Pink Floyd sabemos que desde lo años ochenta casi todo lo que se publica con su nombre es poco menos que un regalo, prácticamente un favor que se hace a los melómanos y, de paso, a los bolsillos de estos señores. El último disco que la banda publicó en un estado de "normalidad" fue The Wall (1979), y eso que ya estaban teniendo lugar cambios irreversibles en el cuarteto. Roger Waters reclamaba un estatus de líder que nadie ocupaba claramente desde los tiempos de Syd Barrett, y su decisión más discutida fue la salida por la puerta trasera del teclista Richard Wright, que en el siguiente álbum The Final Cut (1983) fue sustituido por una orquesta clásica. Tratándose este disco de un vehículo para lucimiento de Waters, los otros dos miembros no se quedaron demasiado cómodos, y tuvo lugar la ya conocida separación y el paso por los tribunales. David Gilmour y Nick Mason retuvieron la franquicia Pink Floyd, y el 1987 lanzaron el desigual A Momentary Lapse of Reason, en el que Wright volvía al escenario de nuevo por la misma discreta puerta trasera por la que había salido. Giras aparte, no hubo garantías de un regreso del grupo hasta The Division Bell, en 1994, donde por fin le fue restituida a Rick Wright su antigua titularidad.

Richard Wright durante las sesiones de The Division Bell y The Endless River(de www.digitaltrends.com)

Aquel The Division Bell, aunque hoy suena a gloria, no fue en su momento del gusto de todo el mundo. Pese a los esfuerzos por recuperar el sonido característico de los Pink Floyd de siempre (con más exito que en A Momentary Lapse of Reason, por cierto) y por ofrecer una riqueza asombrosa a nivel de producción, se hizo evidente una clara vocación comercial traducida en la colección de elegantes temas pop-rock en que consistía el trabajo. Fue gracias al instrumental Marooned que la banda consiguió un Grammy, y personalmente siempre me ha parecido que el tema más interesante de todo el disco es Wearing the Inside Out, compuesto y cantado por Rick Wright. ¿Tuvo esto algo de profético?

Puede que sí, porque el recién publicado The Endless River hace especial hincapié tanto en las fastuosas aportaciones de Wright a los sintetizadores como en el poderío tecnológico de la banda a la hora de desarrollar atmósferas instrumentales. ¿Se trata The Endless River de una reelaboración instrumental de los mismos conceptos musicales de The Division Bell? ¿Es el nuevo disco de Pink Floyd un refinado monstruo de Frankenstein construido a base de pedazos de las sesiones de grabación del álbum de 1994? Es las dos cosas, pero también es algo más, bastante más complicado de describir. Voy a usar un símil que se me ocurrió mientras escuchaba el disco.

Versión de la portada con títulos, nada habitual en un disco de Pink Floyd.

Recuerdo que hace algunos años un crítico de cine comentó que, al fallecer el director David Lean en 1991, dejó sin rodar el guión que había preparado para adaptar la novela Nostromo, de Joseph Conrad, y que tanto aquel guión como las propias tendencias del director de Lawrence de Arabia lo empujaban a terminar dirigiendo filmes de ciencia-ficción, de haber seguido con vida. En el caso de Pink Floyd, yo había pensado en varias ocasiones que, de haber seguido en activo y evolucionando a su ritmo, acabarían seducidos por eso tan indefinible que solemos llamar "nuevas músicas" o música instrumental contemporánea. Era demasiado el gusto que tenían estos instrumentistas virtuosos por crear paisajes sonoros, soundscapes que dirían Eno o Fripp, como para creer que seguirían anclados al art rock para siempre. De hecho, paralelamente a The Division Bell, los miembros de Pink Floyd encargaron a un productor que montase una pieza ambient de una hora de duración, a base de las mismas sesiones de las que ha nacido The Endless River, que se llamaría The Big Spliff, y que nunca llegó a publicarse. No obstante, no hubo una continuidad en la carrera de Pink Floyd tras The Division Bell en la que quedase demostrada esta deriva a nivel discográfico, y el hecho de que The Endless River haya resultado responder a ello podría ser meramente casual. O no.


Dos de los clips que han ido apareciendo a modo de adelanto.

Con todos los temas unidos, como siempre, The Endless River se mueve entre las texturas aéreas de los sintetizadores de Wright y los desarrollos cristalinos de guitarra eléctrica de Gilmour, con algo menos de presencia de la batería, si bien el bueno de Mason se hace notar cada vez que aparece (escúchese Skins). Las sesiones de grabación tuvieron lugar originalmente en los estudios Britannia Row, donde no trabajaban desde mediados de los setenta, y es posible que esto los inspirase para que, entre las 20 horas de material que produjeron entonces, hubiese guiños evidentes a álbumes clásicos de la banda que han sido incluidos entre los temas de The Endless River. Tenemos unas pinceladas de Shine On You Crazy Diamond en It's What We Do, un ritmillo de balada a lo Us and Them en Anisina, algún ambiente cósmico que recuerda a Set the Controls for the Heart of the Sun y unos punteos de guitarra muy a lo Run Like Hell en Allons-Y (1). Entre otras peculiaridades, escuchamos la voz computerizada del cosmólogo Stephen Hawking en Talkin' Hawkin', y el mismo sampleado de campanas repicando del High Hopes de The Division Bell hacia la parte final. Concluye el álbum con el único tema "convencional" del mismo, Louder Than Words ("Más fuerte que las palabras", bastante apropiado), cantado por David Gilmour y con letra de su mujer Polly Samson. No es magistral, pero es un buen tema y un cierre estupendo. El álbum cuenta, por cierto, con la producción, entre otros, del ex Roxy Music Phil Manzanera.

David Gimour y Nick Mason (imagen de www.mojo4music.com).

David Gilmour afirma que The Endless River es una experiencia musical pensada para melómanos de los de antes, de los que son capaces de escuchar un álbum de música al completo de un tirón, y añadiría yo que también es para quienes disfrutamos más de una obra musical cuando la calidad de su sonido es exquisita, perfecta, como en este caso. En cualquier caso, conviene entender el álbum como un epílogo a la carrera de Pink Floyd y un homenaje al desaparecido Richard Wright en los últimos momentos que compartió trabajando con sus compañeros, porque no es un disco representativo de su sonido ya familiar que venga a saciar las ansias de los fans acérrimos. Desde los extraños experimentos psicodélicos de More o Ummagumma no hemos escuchado un trabajo de la banda tan notoriamente peculiar, aunque esto no ha evitado que el álbum arrase en ventas mundialmente durante su primera semana y haya batido récords en preventa. 

Está disponible en varias ediciones, alguna de ellas con un montón de CDs y blurays, y hasta con temas extra, así que hay para elegir. Como siempre en este caso, recomiendo la edición más completa posible, que es la que con los años más gusta conservar.

Vídeo promocional de Louder than Words.
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