jueves, 25 de abril de 2013

Kraftwerk - COMPUTER WORLD / COMPUTERWELT


1. Computer World / Computerwelt (5:05)
2. Pocket Calculator / Taschenrechner (4:55)
3. Numbers / Nummern (3:19)
4. Computer World 2 / Computerwelt 2 (3:21)
5. Computer Love / Computerliebe (7:15)
6. Home Computer / Heimcomputer (6:17)
7. It's More Fun to Compute (4:13)

Érase una vez un país llamado Alemania. Bueno, dos países, puesto que su territorio quedó dividido a la fuerza por una guerra devastadora que por poco termina con la destrucción del propio país y de medio mundo. Un muro de hormigón y alambradas separaba los sectores occidental (capitalista) y oriental (comunista) de la capital, Berlín, sirviendo a su vez como triste recordatorio de la culpabilidad del estado y el pueblo alemán ante los desastres de aquella guerra y las atrocidades orquestadas y/o consentidas contra la humanidad que se cometieron entonces. Cuando las generaciones se fueron relevando, los jóvenes alemanes sintieron que no podrían continuar para siempre cargando con los estigmas de sus padres y, con una determinación propia de las mejores virtudes germánicas, hicieron de su país una renovada potencia europea y mundial a la luz del progreso tecnológico e industrial, la democracia y la cultura.

Solamente en caldos de cultivo tan ricos como el de Alemania, no tantas décadas después de la 2ª Guerra Mundial, pueden darse revoluciones artísticas tan potentes como la que dio lugar a la música electrónica de corte pop. No podemos asegurar que la aplicación de la electrónica a la música popular fuese un mérito totalmente alemán, pero sí que es aquí donde tiene lugar la gran eclosión del género electrónico en sus múltiples y más creativas facetas. Hace poco hablábamos del Krautrock que tanto influyó varias obras maestras de David Bowie, y cuyos grupos más emblemáticos han pasado por el blog en mayor o menor medida. Como parte del Krautrock al principio y como evolución independiente del mismo después, surgió aquí la rama más inspirada de la música cósmica y planeadora (Escuela de Berlín la llaman los técnicos). Y también salieron de todo este movimiento algunos nombres que trascendieron los límites genéricos y alcanzaron una popularidad internacional absoluta. Seguramente Kraftwerk se encuentra a la cabeza de estos últimos.

 Dos portadas distintas de Pocket Calculator.

Es sorprendente que álbumes como este Computer World (1981) sean capaces de mezclar con éxito un apartado técnico tan exquisito y elegante con unos conceptos tan sencillos, tan ingenuos incluso. Por una parte nos encontramos con sofisticados ritmos de sintetizador y arreglos sorprendentes, voces modificadas electrónicamente y melodías memorables; y por otro, no deja de tratarse esencialmente de un juego de niños, asombrados infantes que cantan alegremente a los divertidos y funcionales ordenadores de la época con textos extremadamente simples y esquemáticos. Todo ello queda envuelto, además, en una estética moderna y divertida, un tanto retro pero fascinante, casi como si hubiese surgido en tiempos lejanos, en un brillante retrofuturo. En otras palabras, los conceptos artísticos de Kraftwerk parecen moverse con acierto desde los tiempos del cine de Fritz Lang (Metrópolis, por ejemplo) hasta la feliz época del PC y los juegos electrónicos de tenis con palitos, saltándose adrede las ignominias del nazismo y la cruda posguerra para hacer feliz con ello a una generación de alemanes y alemanas que necesitaba sentirse parte de la cultura juvenil que triunfaba en todo el mundo desde los años sesenta.

El single Computer Love.

¿Y qué más juvenil entonces que tener uno de aquellos armatostes con pantalla abombada en nuestro escritorio de casa, o llevar en el bolsillo una práctica calculadora? La informática estaba entrando en nuestras vidas ya por aquellos años en que todavía Super Mario seguía sin probar las setas, y en el que la fornida atleta de Apple todavía no había lanzado su martillo contra la jeta del Gran Hermano. Quienes descubrimos la informática en aquella década de los ochenta seguíamos hechos un lío con los comandos del MS-DOS, hartos de esperar a que los lentísimos juegos monocromos se cargaran en pantalla... aunque nos olíamos que el futuro de la informática no se iba a limitar a la contabilidad empresarial o al cálculo matemático. Los de Kraftwerk ya presintieron, como muchos otros visionarios de la época en diversos campos, que los ordenadores iban a acabar acomodándose en un cálido rincón de nuestras vidas cotidianas.

Elegir un álbum como "el más representativo" o "el mejor" de la carrera de Kraftwerk es algo bastante complicado, ya que su no demasiado extensa discografía se compone de trabajos conceptuales bastante seminales todos ellos, bastante inspirados también, y cada uno con su propio encanto. Yo me quedaría quizá con The Man-Machine (1978), Autobahn (1974) o Trans-Europe Express (1977), pero no veo por qué no habría de optar por Computer World. Su estructura es tan interesante como la de cualquiera de los anteriores, conteniendo varios temas enlazados como el los álbumes prog-rock, variaciones sobre la misma melodía y dos o tres piezas de esas que a uno le suenan de antemano y después tampoco se le olvidan. Quizá la mayor aportación musical al ideario colectivo de Ralf Hütter, Florian Schneider y Karl Bartos en este álbum sea la estupenda Computer Love, muy conocida entre otras cosas por una exitosa versión rockera de su melodía a cargo de Coldplay. Pocket Calculator, no obstante, fue el primer single de Computer World, que tuvo una gran repercusión gracias  a su publicación en diferentes idiomas, cosa que ya era costumbre en los lanzamientos de la banda.

En ediciones más recientes ha variado la posición del título en portada, pero viene a ser lo mismo.

La influencia posterior de la discografía de Kraftwerk es enorme y bastante evidente, desde el mutuo intercambio de ideas que, consciente o inconscientemente une su estilo con el del paradigmático Jean Michel Jarre, algo más "cósmico" quizá; hasta la explosión del synth-pop británico en los ochenta con Depeche Mode a la cabeza. Computer World es el último disco en la etapa de mayor prodigalidad creativa de Kraftwerk, y su particular importancia en la música de los ochenta es igualmente considerable. Tanto si lo hacemos por su valor coyuntural como por el puro disfrute de su divertida atmósfera de videojuego mata-marcianos, es de escucha obligada. En Spotify.

El tema Pocket Calculator, en italiano, en vivo en la RAI.

El vídeo oficial en inglés.

domingo, 21 de abril de 2013

David Bowie. Brian Eno. Berlín. Y Philip Glass.

Artista ecléctico donde los haya dentro del mundo del pop, David Bowie ha atravesado un sinfín de épocas distintas en su larga carrera. Una de las más apreciadas en aquella en la que estuvo viviendo en la República Federal de Alemania, donde se hizo con una casa de campo y se dedicó a dar rienda suelta a su creatividad no solo en música, sino también en la artes plásticas contemporáneas. Su adicción a las drogas también tuvo mucho que ver en aquellas andanzas, pero personalmente soy incapaz de otorgar méritos creativos a tales sustancias.

Portada del álbum Low.

A estos años pertenecen tres grandes álbumes que se conocen como la "Trilogía de Berlín": Low (1977), "Heroes" (1977) y Lodger (1979). No solamente tienen en común el haberse gestado bajo la influencia del Krautrock alemán de entonces en la línea de Kraftwerk o Neu!, sino también la preponderancia otorgada en ellos (sobre todo en los dos primeros) a la música y la ambientación sobre la canción y lo meramente pop. Para dotar de ese carácter fascinante a estos álbumes, Bowie contó con la ayuda creativa de Brian Eno. Como no podía ser de otra manera, este último impregnó las composiciones de su magia ambient, conteniendo tanto Low como "Heroes" un alto porcentaje de piezas puramente instrumentales, desarrollos ideados a la limón entre Bowie y Eno que se acercan bastante a los famosos soundscapes del segundo. En fin, se puede decir que cuando Eno ejerce de invitado acaba convertido casi siempre en coautor de cualquier grabación.

Portada de "Heroes".

Low fue un álbum un tanto incomprendido por ciertos sectores, si bien a la larga está considerado como uno de los dos o tres mejores trabajos de David Bowie. "Heroes", por su parte, si bien no goza de un aura de culto tan acusada, es todo un icono del pop-rock gracias -sobre todo- al tema que le da título. En "Heroes", por cierto, también tuvo una importante presencia otro habitual de nuestro blog, Robert Fripp, cuyas largas notas de guitarra modificada escuchamos como parte del memorable fondo de aquel himno sobre el muro. Fripp ya había trabajado con Brian Eno anteriormente en álbumes como No Pussyfooting o Evening Star, por lo que el sonido conjunto de ambos funcionó mejor que bien.

 
Las sinfonías de Philip Glass sobre álbumes de Bowie.

Como muestra definitiva de la influencia postrera de estos álbumes, el compositor neoyorkino Philip Glass decidió convertir Low y "Heroes", respectivamente, en su 1ª y 4ª sinfonías. La Low Symphony (1992) consiste en tres piezas de larga duración que se inspiran de un modo un tanto vago en las sonoridades y cromatismos del  tándem Bowie - Eno. La "Heroes" Symphony (1996), por su parte, se basa de manera algo más clara en el disco al que hace referencia, con temas que son traslaciones libres de los originales, si bien aquí es mucho más sencillo comparar ambas versiones y hallar los parecidos. Parece que a Glass siempre le admiró la profundidad compositiva de ambos álbumes, que trascendía lo habitual en otros trabajos del mundo del pop-rock. Por ese mismo motivo me ha parecido interesante tener en cuenta estos trabajos dentro del blog. Low y "Heroes" están en Spotify, aquí y aquí. Y las sinfonías de Philip Glass están aquí. Añado un vídeo en el que Bowie y Glass hablan (en inglés) sobre su colaboración en las sinfonías del segundo.


Concluimos con una interesante comparación del vídeo oficial del tema "Heroes" y su versión sinfónica minimalista:


jueves, 11 de abril de 2013

Tangerine Dream - ELECTRONIC MEDITATION


1. Genesis (5:57)
2. Journey Through a Burning Brain (12:26)
3. Cold Smoke (10:38)
4. Ashes to Ashes (4:06)
5. Resurrection (3:27)

Electronic Meditation (1970) es el título del álbum de debut de Tangerine Dream, una banda que ha conocido tiempos infinitamente mejores que los actuales y que, mientras evolucionaba a lo largo de cuatro décadas y pico, ha estado integrada por diferentes músicos que han ido aportando su granito de arena. En este debut, sin embargo, teníamos una especie de mega-grupo en el que militaban el imprescindible Edgar Froese junto a los mismísimos Klaus Schulze y Conrad Schnitzler, ambos buscando todavía un rumbo propio. Casi nada.

Como la vida da muchas vueltas y la alineación de los TD más todavía, hemos de tener en cuenta que entonces no estaban presentes Peter Baumann y Christopher Franke, miembros clásicos de la etapa más recordada del grupo, por lo que es dificilísimo emparentar este sonido con el de álbumes posteriores. Pero con las bestias pardas antes mencionadas había imaginación de sobra para hacer algo potente con un valor propio. Lo cierto es que Electronic Meditation posee un muy alto estatus como disco esencial en la evolución de la música popular electrónica, si bien se trata de un trabajo "demasiado experimental" si lo que buscamos de antemano es encontrar el fruto conjunto del trabajo de varios popes del género. Recordemos que todos son músicos en eclosión, desconocedores ellos mismos de los amplios universos musicales que van a explorar en el futuro.

Despliegue de la carpeta interior del álbum.

El caso es que Electronic Meditation se grabó en el interior de una nave industrial, en sesiones que podríamos llamar "para disfrute privado", al no tratarse teóricamente de una obra con propósitos comerciales. La técnica era más o menos popular entre los cerebritos de la electrónica de entonces, esto es, a base de bucles en cinta magnética sobre la que se superponían sonidos propios de la música concreta, tales como pergamino ardiendo, cristales rotos o guisantes secos en un tamiz (qué grande eres, Wikipedia). Schulze se encargó de la batería y de percusiones varias; Schnitzler aportó violín y violonchelo; y Froese puso casi todo lo demás: teclados, cintas magnetofónicas, recitación de un billete de ferry (?) etc. Para dar algo más de entidad "musical" al resultado, Edgar Froese añadió algunas guitarras a la mezcla final.

Contraportada.

El trabajo que finalmente se editó es todo un descubrimiento más cercano a la experiencia sensorial en estado puro que a algo musical en un sentido convencional. Quienes conocen algo de la primitiva música electrónica alemana saben de lo que hablo, si bien casi todas las cualidades más rarunas del subgénero están aquí multiplicadas por cien. No obstante, tampoco es que Electronic Meditation sea un álbum especialmente cósmico ni planeador, por lo que recomiendo acercarse a él con notables precauciones.

Una edición japonesa mantiene la surrealista presentación original (de Voices In The Net).

Por otro lado, es evidente que sus creadores llevaban la extravagancia a gala, y la edición original del LP en vinilo incluía un globito de plástico pegado a la inquietante portada del muñeco decapitado y cableado. Sin globo, está en Spotify.

El tema Genesis.

martes, 9 de abril de 2013

Gwendal - RAINY DAY (A VOS DESIRS)


1. Rainy Day (6:34)
2. Cam'ye Ower Frae France (2:28)
3. The Walls of Liscarroll (3:57)
4. Butterfly (2:25)
5. Mon Joly Scooter
Intro (1:58)
Promenade (3:20)
Welcher Tanz Wascha Mesa (1:40)
The Pleasures of Home (2:00)
High Cloud Cat (5:15)
Mille Lards Et Six Soles D'eaux (2:05)
Bop Celtique (1:05)

Es gratificante regresar a los setenta de vez en cuando para encontrarnos con grabaciones como esta, en la que los límites bastante estrictos de un género de por sí encorsetado como el folk, se rebasan para lograr algo nuevo. Por supuesto que el folk no es hoy en día tan estricto como lo era entonces, entre otras cosas porque en los ochenta se hizo muy popular aquello de "world music" -encarnada en fusiones estilísticas varias- y también por álbumes experimentales setenteros como el que nos ocupa.

Cuando uno ha escuchado varios temas de los primeros Gwendal, pongamos del álbum de debut Irish Gig (1974) siente que se encuentra ante una variedad bastante pura de la música celta. Quizá no del todo pura si atendemos a que se trata de una formación de la Bretaña francesa y no irlandesa o escocesa (el tuétano del género, popularmente hablando), pero sí bastante "primaria" al lograr un sonido que puede sonar hoy en día tal como habría sonado hace diez o doce siglos. Lo que sucede es que la banda fundada por Youenn le Berre y Jean Marie-Renard siempre se ha caracterizado por su aperturismo a nuevos sonidos, cosa que precisamente en los eclécticos años setenta dio lugar a cosas tan agradables como Rainy Day (A Vos Desirs) (1977).

El grupo Gwendal al completo, en la contraportada del álbum.

Rainy Day se mueve casi de manera gradual desde el folclore tradicional simpatiquísimo y lúdico de los primeros temas -y del Gwendal más popular- hacia lo progresivo, desembocando en el largo tema Mon joli scooter ("Mi bonita vespa"), casi una suite clásica dentro de lo que fue el prog-rock de la época, que llena por completo la cara B del vinilo original. Su sonido cuasi-rockero y con intrincada estructura de jazz se alcanza gracias a la llegada al grupo de Ricky Caust a la guitarra eléctrica y la batería de Arnaud Rogers. El corte tiene también sus momentos de folclorismo puro, incluso inspirados en temas tradicionales preexistentes, pero encontrándose todo bastante equilibrado en un contexto experimental.

Por supuesto, y pese a que es de suponer que los aficionados al progresivo lo encontraron muy estimulante, Rainy Day encontró su parcela de oposición entre los puristas de lo celta. Hoy en día, pese a que toda la discografía de Gwendal es muy apreciada (si bien, tristemente, no tan conocida como debiera fuera de Francia), Rainy Day posee cierta aura de disco de culto. Su portada, obra del artista de cómic y cineasta Enki Bilal que recuerda al estilo desarrollado en la revista Metal Hurlant (la Heavy Metal francesa), ayuda a situar al álbum en la golosa esfera del frikismo musical setentero.

En resumen, es un disco tan agradable como cualquier otro de Gwendal en sus primeros tiempos, y con ese plus bastante satisfactorio que supone el haber jugueteado un poco con otros géneros. En Spotify.

Rainy Day.

miércoles, 3 de abril de 2013

John Williams - JURASSIC PARK


1. Opening Titles (0:33)
2. Theme from Jurassic Park (3:27)
3. Incident at Isla Nublar (5:20)
4. Journey to the Island (8:52)
5. The Raptor Attack (2:49)
6. Hatching Baby Raptor (3:20)
7. Welcome to Jurassic Park (7:54)
8. My Friend, the Brachiosaurus (4:16)
9. Dennis Steals the Embryo (4:55)
10. A Tree for my Bed (2:12)
11. High-Wire Stunts (4:08)
12. Remembering Petticoat Lane (2:48)
13. Jurassic Park Gate (2:03)
14. Eye to Eye (6:32)
15.T-Rex Rescue & Finale (7:39)
16. End Credits (3:26)

Hace veinte años eran muy pocos los que habían oído hablar de algo llamado "Internet". El entretenimiento doméstico se movía entre las viejas películas en cinta VHS y la música editada en CD (un formato que se antojaba como definitivo entonces), que todavía no había entrado en muchos hogares. Yo tenía entonces trece años, y aunque sí que era bastante aficionado al cine, no tenía mayor interés por ningún tipo de música. Aquel año 1993 se estrenó una película que vino precedida de una campaña publicitaria brutal, y logré convencer a mi madre para que nos llevase al cine. Se trataba de Jurassic Park (Parque Jurásico), y  fue durante varios años la película más taquillera de la historia del cine. Contenía escenas como la siguiente, capaces de cambiar para siempre la mente y los gustos de un chaval.


No solamente me sumergí de lleno en eso que llamaron "dinomanía", el mayor fenómeno social originado por una película que recuerdo haber presenciado desde que tengo memoria, sino que me interesé seriamente por saber quién era ese señor de nombre John Williams cuyas melodías para Jurassic Park sonaban en mi cabeza día y noche. En aquellos tiempos, también sucedía que podías encontrarte este tipo de música en los primeros puestos de los 40 Principales (¡increíble!), de modo que no tuve escapatoria. Hablar de este disco es algo especial para mi, ya que es el primer CD que poseí en mi vida. Sigo contándolo entre los mejores de mi modesta colección, porque lo siento como parte de mi infancia.

Si bien es cierto que los expertos suelen citar bandas sonoras como la de Tiburón o Star Wars entre las esenciales de Williams, Jurassic Park posee una serie de características que la convierten en una obra única, digna del podio del maestro. Para empezar, es la bisagra perfecta entre sus fanfarrias fantásticas de los setenta y ochenta, y su sonido más denso y adulto de los noventa hasta hoy. Para continuar, parece haber sido una de las obras de Williams que con más ojo han sido editadas para su publicación como álbum, conteniendo éste una mayoría de temas que prácticamente son piezas para concierto, toda una exquisitez para el melómano al que molestan los constantes quiebros de una banda sonora mayoritariamente incidental. Y para terminar, la de Jurassic Park es una de las partituras para películas, de cuantas recuerdo, que más han contribuido a dotar de una entidad mítica a las imágenes.

Despliegue del libreto del CD.

Pese a basarse en un "best seller" de ciencia-ficción sobre ingeniería genética escrito por Michael Crichton, la película de Steven Spielberg posee un aura de fascinación casi mágica que la acerca en sus ecos a un cine fantástico y de pura aventura acorde con éxitos anteriores del director como En busca del arca perdida o E.T. el extraterrestre. Seguramente el secreto del éxito descomunal de Jurassic Park se encuentra en que Spielberg combinó a la perfección la grandilocuencia del contacto alienígenas, el sentido de la aventura de la saga de Indiana Jones, y el suspense casi terrorífico de Tiburón. John Williams actuó en consecuencia.

Por una parte, dota a la banda sonora de un tema principal majestuoso y con un gran sentido del sinfonismo romántico (Theme from Jurassic Park), basado en las cuerdas de la orquesta y con sutiles coros que aumentan su sentido de la maravilla. Por otra parte, Williams añade una fanfarria muy potente y totalmente distinta, a base de metales (se escucha por primera vez en Journey to the Island), que ha sobrevivido con más fuerza en las secuelas de la película. Para cubrir la dimensión terrorífica del filme, el compositor crea un tema muy específico para los raptores, esos malvados dinosaurios carnívoros que tantos problemas causan en Isla Nublar. Este último (The Raptor Attack) está directa -y sabiamente- inspirado en la sencilla combinación de notas de Tiburón, y con la misma efectividad funcionan, tal como explica el propio Steven Spielberg en una nota en la contraportada.

Contraportada, con el texto de Spielberg.

Entre unos temas y otros, y aun encontrándonos cierta cantidad de material incidental (T-Rex Rescue and Finale es antológico), sobresalen varios temas que funcionan como suites en miniatura que son compendios de lo anterior, reelaborado sutilmente con distintos tonos temáticos y colorido orquestal. Destacan aquí Journey to the Island y la fabulosa Welcome to Jurassic Park, en la que la simple supresión de los coros del fondo del Theme from Jurassic Park aporta un sabor épico que pone la piel de gallina. Aquí el poder de Williams para despertar nuestro niño interior es sencillamente sobrehumano, una muestra inequívoca -si es que todavía hacía falta- de que este señor está a otro nivel.

Hay en el álbum también un par de temas de carácter melancólico, muy profundo y evocador. Se trata de My Friend, the Brachiosaurus y Remembering Petticoat Lane, perfectos precedentes de lo que depararía el Williams de los años noventa. Incluso hay lugar para ciertos experimentos, como Dennis Steals the Embryo, puro thriller tecnológico correspondiente a la escena en que el obeso programador informático pretende huir del parque; o Jurassic Park Gate con sus arreglos selváticos a base de sintetizadores. 

La edición del 20 aniversario, a la venta el 9 de abril.

Aquel mismo año 1993 se estrenaría una segunda película de Spielberg con música de Williams, La lista de Schindler. Se trataría de una obra musical radicalmente distinta aunque igualmente magistral. El chorro de premios que recibió la visión spielbergiana del Holocausto decantó todos los premios del año hacia su banda sonora, quedando la de Jurassic Park un tanto opacada. Pero como lo sublime ni desaparece ni puede ser ignorado, el reestreno en 3D de Parque Jurásico viene acompañado de una reedición de su banda sonora con cuatro temas inéditos como extra. Nos gustase en su día el rollito de los dinosaurios o no, esta banda sonora está entre las creaciones más inspiradas de un genio irrepetible, una obra maestra cuya escucha proporciona la clase de placer que una simple combinación de notas y ritmos no puede ni soñar con alcanzar. Maravilla. 

En Spotify.

Welcome to Jurassic Park.
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